Espíritu objetivo
Cuarto cuerno
“Este último es, manifiestamente, el método científico
correcto. Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones,
por lo tanto unidad de lo múltiple. Aparece en el pensar como proceso de
síntesis, como resultado, no como punto de partida. . . En el primer camino, la
representación plena se volatiliza en una determinación abstracta; en el
segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo
concreto por el camino del pensar. . . El método consiste en elevarse
(aufzusteigen) de lo abstracto a lo concreto, de reproducirlo como concreto
espiritual”
Las reflexiones sobre el método siguen, inmediatamente, lo
que ya hemos considerado en cuanto a la producción. Es necesario entonces no
perder de vista la inmediata reflexión realizada sobre el tema, y, al mismo
tiempo, comprender que Marx vislumbraba la dificultad de emprender una
reconstrucción completa de la economía política, y por ello era necesario tener
bien claro el camino que iniciaba. Pensamos que los temas centrales que pueden
detectarse, entre otros, son cinco: la cuestión de la abstracción de las
determinaciones; el ascenso dialéctico de lo abstracto a lo concreto; la
construcción sintética del todo concreto; la problemática en tomo a las
categorías; y, por último, el plan de investigaciones que emprende, que muestra
en su inmadurez todo lo que Marx ganará en sus estudios escritos en los
Grundrisse –ya que “sobre la marcha” irá cambiando su plan hasta que alcance,
al fin de los Grundrisse, su fisonomía definitiva.
2.1. ABSTRACCIÓN DE LAS DETERMINACIONES (20,42-29,36;
21,6-28,40) La cuestión de la “abstracción (Abstraktion)” (21,7; 21,14)
atraviesa toda la reflexión de Marx sobre el método, y por ello se necesita
leer todo el parágrafo que nos ocupa para descubrir el sentido de la cuestión.
El punto de partida es “lo real y lo concreto (Realen und Konkreten)” (21,3;
21,9-10), lo supuesto en toda investigación. De ese concreto real ( el sistema
colonial latinoamericano, p.ej.) tengo una “representación plena (volle
Vorstellung)” (21,40; 22,3), o, de otra manera, “una representación caótica”
(21,14; 21,20), inicialmente confusa, que, de todas maneras, se sitúa ya en el
“mundo conceptuado (begriffne Welt)” (22, 16; 22,21). Para Marx, lo conocido
(lo que está “en la cabeza [im Kopfe]”: 22,30; 22,31) (nivel 2 del esquema 5)
no puede confundirse con lo real, que guarda siempre una exterioridad de todo
posible conocer, contradiciendo la posición fundamental de Hegel, ya que “Hegel
cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensar” (21,38-39;
22,6-7) (es decir, para Hegel el nivel 6 y 7 produciría y se identificaría a 1,
del esquema 5).
Para Marx era muy importante distinguir claramente entre lo real
y lo pensado, ya que el espectro hegeliano estaba siempre en el horizonte (la
realidad: A, no es lo pensado: B del esquema 4): “El todo, tal como aparece en
la cabeza como todo del pensar, es un producto de la cabeza que piensa”
(22,29-31; 22,31-32). Para Kant la “representación (Vorstellung) “es el acto
del conocer un objeto por categorías. No es exactamente así para Marx. El
conocer por “representación” es un acto cognitivo inicial, ingenuo, primero,
pleno de sentido pero confuso, caótico. A partir de la “representación”
originaria comienza su acción –productiva de conocimiento– la abstracción, como
momento analítico de la razón: “. . . tendría una representación caótica de la
totalidad y, por medio de determinaciones más precisas, llegaría analíticamente
(analytisch) a conceptos cada vez más simples” (21,14-16; 21,20-22)
El acto de la abstracción es analítico, en el sentido que
separa de la “representación plena” uno a uno sus múltiples contenidos noéticos
(momentos de la realidad de la cosa misma); separa una parte del todo y la
considera como todo. El considerar una “parte” como “todo” por la capacidad
conceptiva de la inteligencia, es la esencia de la abstracción. Como acto, la
abstracción separa analíticamente; como objeto o contenido, la abstracción
produce una “determinación abstracta “. La “determinación” –lo hemos visto más
arriba– es un momento real de la cosa, pero en tanto ese momento se abstrae (se
separa analíticamente) es ahora un concepto que “reproduce” lo real
(“reproducción [Reproduktion] de lo concreto”; 21,42; 22,5); es ahora un
momento del pensamiento, un momento conceptuado. La abstracción (flecha b del
esquema 5) no separa directamente la determinación de lo real concreto (nivel
1), sino de la “representación” ya conocida (nivel 2). Por ello la
representación (flecha a) es anterior a la abstracción (flecha b), y la
representación (nivel 2) es el punto de partida de la determinación abstracta
(nivel 3). De esta manera la representación es “volatilizada” en la
determinación abstracta; como representación plena desaparece, es negada
metódicamente –por el momento, analíticamente. Es en este sentido que se
escribe:
“La abstracción de la categoría trabajo, el trabajo en
general, el trabajo sans phrase. . . es el punto de partida de la economía mo-
derna” (25,41-44; 25,21-23).
Las determinaciones se abstraen, pero igualmente se
“producen”. Se producen o construyen en cuanto a la claridad y precisión de sus
contenidos noéticos. Se trata de un trabajo teórico (no de una práctica teórica,
sino de una producción teórica), y por ello en el plan primitivo de la obra, la
primera acción era estudiar “las determinaciones abstractas generales (die
allgemein abstrakten Bestimmungen) que corresponden. . . a todas las formas de
sociedad” (29,34-36; 28,37-39). El estudio o investigación de las
determinaciones, sean simples o complejas, por análisis, es el primer momento
del método teórico para Marx –ya que la mera representación es un momento del
conocimiento cotidiano, precientífico, predialéctico. En el análisis se exige
la disciplina del pensar metódico.
2.2. ASCENSO DIALÉCTICO A LO CONCRETO ESPIRITUAL
(21,28-27,24; 21,35-26,39) Una vez que las determinaciones abstractas han sido
definidas o “fijadas” acontece el momento dialéctico por esencia, que consiste
siempre en un “elevarse” o “ascender” (21,30 y 22,3; 21,38 y22,9).1 Esta
“ascensión” (flecha c del esquema 5) parte de lo abstracto y construye la
totalidad concreta (que sin embargo será abstracta con respecto a los momentos
posteriores del método, en su movimiento de “retorno” y “descenso”). El método
dialéctico consiste en un saber situar a la “parte” en el “todo”, como acto
inverso del efectuado por la abstracción analítica. La abstracción parte de la
representación (todo pleno) y llega a la determinación abstracta (clara pero
simple). El acto dialéctico parte de la determinación abstracta y construye
sintéticamente una totalidad –concreta con respecto a la determinación,
abstracta con respecto a la “totalidad concreta explicada” (nivel 6 del esquema
5): “Lo concreto es concreto porque es la síntesis (Zusammenfassung) de
múltiples determinaciones, por lo tanto unidad de lo diverso”
Ésta había sido la conclusión de sus previas reflexiones
sobre la producción, cuando escribía que el “resultado” al que se llegaba es
que aunque la producción, la distribución, el intercambio y el consumo no son
idénticos, sin embargo “constituyen las articulaciones de una totalidad,
diferenciaciones dentro de una unidad” (20,15-16; 20,25-27). El movimiento
dialéctico es por ello un momento del pensar en general, por el que “se eleva
de lo simple a lo complejo “ (23,31-32; 23,26-27). Lo simple es p.ej. la
producción (determinación que puede por su parte ser descrita en sus
determinaciones esenciales en sí). Pero al ir elaborando las relaciones
mutuamente constitutivas de la producción con el consumo primero, con la
distribución posteriormente, y por último con el intercambio, se construyó así
un todo donde las cuatro determinaciones constituían una nueva totalidad con
mutuas codeterminaciones. Marx se había “elevado” así
de lo simple (la producción) a una totalidad de múltiples determinaciones (cf.
esquema 2). Marx tiene conciencia de que se trata de una construcción: “La
totalidad concreta, como totalidad del pensamiento, como un concreto del
pensamiento, es in fact un producto del pensar (Produkt des Denkens) y del
conceptuar, pero de ninguna manera es un producto del concepto. . . sino que,
por el contrario, es un producto del trabajo de elaboración que transforma
intuiciones y representa- ciones en conceptos”
La “construcción” dialéctica obedece a un doble movimiento.
Por una parte, maneja las determinaciones (claramente definidas como
“conceptos”, ellos mismos “construidos” en cuanto esencia pensada con determinaciones
internas) y las relaciona mutuamente entre sí (producción-consumo p.ej.),
codeterminándose mutuamente. De esta manera los “opuestos” se codefinen. En un
segundo momento, se constituye sintéticamente con ellos una nueva totalidad que
adquiere autonomía (es la totalidad articulada con múltiples determinaciones).
Llegado a este nivel concreto lo que antes aparecía como opuesto (producción y
consumo), ahora forman parte de una “unidad” que los comprende y explica. La
totalidad concreta es lo complejo. Lo simple es la determinación (que puede
llegar al nivel de concepto), como el trabajo, la división del trabajo, la
necesidad, el valor de cambio. Con todas ellas, dialécticamente, se asciende
hasta las totalidades concretas, tales como: “. . . el Estado, el intercambio
entre naciones y el mercado mundial” (21,32-33; 21,38) –reténgase, para la
cuestión del “plan” de la obra, el orden de las totalidades concretas.
El “mercado mundial (Weltmarkt)” aparece así como el último
horizonte concreto (nivel 4 del esquema 5); como una totalidad construida
teóricamente.
Llegado a este punto es necesario “descender”, nos dice Marx
textualmente: “Llegado a este punto, habría que reemprender el viaje de
retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no se tendría una representación caótica de un conjunto, sino
una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones” (21,18-22;
21,24-28).
Este “retorno” (ruckwärts. . .) “ ( que serían las flechas d
y e del esquema 5) no se deja ver claramente en la descripción de Marx. De la
misma manera la “totalidad concreta “ pareciera ser, por una parte, la
“totalidad construida” (concreta con respecto a las determinaciones) o la
“totalidad histórica concreta” (la primera, nivel 4, y la segunda, el nivel 6,
del esquema 5 ). Cuando se dice que “la sociedad burguesa es la más compleja y
desarrollada organización histórica de la producción” (26,23-24; 25,43-44) se
está refiriendo Marx a una totalidad concreta histórica y real; pero en tanto
conocida y explicada, se trataría de un nivel de complejidad mayor (nivel 6)
que la totalidad construida inicialmente (nivel 4). Adelantándonos en el
tiempo, en El capital, las determinaciones simples (trabajo, división del
trabajo, etc.) permitirían construir la totalidad concreta con múltiples
determinaciones que es “el capital en general”. Desde esa totalidad concreta
(pero al mismo tiempo abstracta con respecto a la sociedad burguesa), a la que
por “ascenso” se ha llegado (tomo I de El capital), se explicaría la totalidad
de la sociedad burguesa (nivel 6), por “descenso”. Todo esto habrá que ir
aclarándolo a medida que el discurso avance en los Grundrisse. De todas
maneras, pensamos que las reflexiones de Marx sobre el método en el Cuaderno M
no son un tratado de metodología, son más bien reflexiones al “correr de la
pluma”. Se ven demasiados sobrentendidos, demasiados aspectos no explicados. En
fin, se habla de un “movimiento” dialéctico general, pero quedan muchas
oscuridades de detalle. Sin embargo, las líneas generales del discurso han
quedado definidas.
2.3. EL ORDEN DE LAS CATEGORÍAS (22,7-29,36; 22,13-28,40)
Marx no define tampoco lo que es una categoría. Aparece en el texto como un
concepto conocido. De todas maneras es la cuestión metodológica más ampliamente
expuesta en estas reflexiones, y, podría decirse, fue el tema central del
“método” tal como aquí fue tratado. Marx continua en los Grundrisse la crítica
iniciada contra Proudhon en la Miseria de la filosofía. 2 Esto nos muestra que,
para nuestro autor, el socialista francés debía ser muy tenido en cuenta –y así
se verá en el Cuaderno I–, porque los socialistas en el continente daban cada
vez más autoridad a Proudhon, y por ello era necesario criticar sus posiciones.
En realidad, cuando Marx critica a Hegel, no es tanto a Hegel a quien critica,
sino a Proudhon. Este economista caía en el siguiente error: independizaba
absolutamente “el orden del tiempo (Ordnung der Zeit)” de la “sucesión de las
ideas (Folge der Ideen) “.3 Marx está de acuerdo con Proudhon (contra Hegel)
que es necesario no confundir el origen y la sucesión histórica (orden de la
realidad), con el origen y el movimiento lógico del pensamiento (movimiento de
las mismas categorías). Pero donde Marx critica a Proudhon, es cuando indica
que el orden de las categorías no sigue un puro orden lógico, sino un orden
real, pero no histórico-genético, sino el orden esencial de la moderna sociedad
burguesa:
“Sería impracticable y erróneo alinear las categorías económicas
en el orden (Folge) en que fueron históricamente determinantes. Su orden de
sucesión (Reihenfolge) 4 está, en cambio, determinado por las relaciones que
existen entre ellas en la moderna sociedad burguesa. . . No se trata de la
posición que las relaciones económicas asumen históricamente en la sucesión de
las distintas formas de socie- dad. Mucho menos de su orden de sucesión en la
idea (Proudhon) (una representación nebulosa del movimiento histórico). Se
trata de su articulación en el interior de la moderna sociedad burguesa
Repitamos la cuestión para descubrir más claramente la
posición metódica de Marx. No se trata de que las categorías o el orden del
pensar produzcan la realidad (Hegel). No se trata de pensar que la realidad se
manifiesta ya claramente en la representación plena (empirismo). No se trata
tampoco de confundir el orden del pensar (categorías) con el de la realidad (en
esto tiene razón Proudhon cuando distingue ambos órdenes). Pero tampoco debe
pensarse que ambos órdenes están absolutamente separados, lo que determinaría
que el orden de la sucesión o movimiento de las categorías es efecto del puro
orden del pensar (idealismo, al fin). Pero tampoco puede pensarse que el orden
de las categorías está determinado por su aparición en la historia (primero las
categorías más antiguas y posteriormente las más modernas). No. El orden de las
categorías (orden del pensar teórico, que surge de la realidad pero no se
confunde con la realidad) debe estar determinado por su posición sincrónica y esencial
en la moderna sociedad capitalista. De esta manera el orden de las categorías
(aunque sea un orden teórico) reconstituye la realidad en un orden abstracto,
surgiendo desde la misma realidad (no desde las ideas). Pero la realidad a la
cual el orden de las categorías hace referencia es la totalidad concreta, con
múltiples determinaciones, que es la moderna sociedad burguesa. Veamos esto por
partes.
En primer lugar, las categorías no son puras ideas que
surgen de las ideas; ni son la realidad misma: “Las categorías económicas. . .
expresan formas de ser (Daseinsfor- men), determinaciones de existencia
(Existenzbestimmungen), a menudo simples aspectos de esta sociedad determinada”
Lo real (“la moderna sociedad burguesa en este caso es algo
dado tanto en la realidad (Wirklichkeit) como en la cabeza”; ibid.) es el punto
de partida de la abstracción. En lo real las determinaciones son momentos de su
existencia, formas de ser de la misma sociedad. En cuanto abstractas son ya
fruto de un acto analítico de separación metódica. Las determinaciones
abstractas en tanto definidas son “conceptos”, y en cuanto “instrumentos” o
“mediaciones” interpretativas son categorías. El orden que guardan entre sí las
categorías es el mismo orden real que guardan las determinaciones como momento
de la realidad de la sociedad burguesa concreta. Por otra parte, al comprender
la realidad de la sociedad burguesa comprendo al mismo tiempo la realidad de
las sociedades anteriores menos complejas. Pero, y es esencial, no puede
confundirse la estructura de la sociedad burguesa con el “orden natural” de la
economía válida para todas las épocas –es el fetichismo en el que caen los
economistas burgueses: “La sociedad burguesa es la más compleja y desarrollada
organiza- ción histórica de la producción. Las categorías que expresan (aus-
drücken) sus condiciones y la comprensión de su organización per- miten al
mismo tiempo comprender la organización y las relaciones de producción de todas
las formas de sociedad pasadas. . . [Sin em- bargo] ellas pueden contener esas
formas de un modo desarrollado, atrofiado, caricaturizado, etc., pero la
diferencia será siempre esen- cial (wesentlichem Unterschied)” (26,23-27,5;
25,43-26,23).
Si tomamos por ejemplo el trabajo, podemos comprender que se
trata, en primer lugar, de una determinación real del ser humano. Al mismo
tiempo se tiene del trabajo una representación cotidiana plena, confusa e
imprecisa. Se puede efectuar una abstracción y considerarlo como objeto de un
análisis teórico; alcanzaría así el estado de ser, por una parte, una
determinación abstracta, y, por otra, un concepto. El “trabajo en general” es
el fruto de una abstracción: “Esta abstracción del trabajo en general no es
solamente el resulta- do espiritual de una totalidad concreta de trabajos. . .
[sino que es también] la indiferencia ante un trabajo determinado que
correspon- de a una forma de sociedad” (25,30-32; 25,10-13). El trabajo real,
concreto, el del panadero, es un trabajo “determinado” –determinado por la
“determinación” de la técnica y el arte de hacer o fabricar panes. Si se
abstrae del trabajo del panadero el que sea un “determinado” arte o técnica (la
técnica de “hacer panes”) se obtiene un trabajo indeterminado, indiferenciado,
un trabajo abstracto: un trabajo “en general”. Este trabajo en general
(determinación esencial abstracta) no es la suma de todos los trabajos reales
(“totalidad concreta de trabajos”), sino la “esencia” del trabajo como trabajo,
en cuanto tal: la “laboriosidad” esencial abstracta que comprende todas las
determinaciones o notas de todo aquello que se denomina en concreto y realmente
“trabajo”. El “concepto” de trabajo es el fruto de un análisis de sus
determinaciones esenciales (tal como Marx indicó en el caso de la
“producción”). Sólo después de tener un “concepto” del trabajo podemos
constituirlo en “categoría” económica:
“El trabajo parece ser una categoría totalmente simple. . .
Un in- menso progreso se dio cuando Adam Smith rechazó todo carácter
determinado de la actividad creadora de riqueza, considerándola simplemente
como trabajo (Arbeit schlechthin) . . . Con la universa- lidad abstracta
(abstrakten Allgemenheit) de la actividad creadora de riqueza, se da al mismo
tiempo la universalidad del objeto deter- minado como riqueza (als Reichtum), como
producto en general. . .
Para Marx la partícula comparativa “como” (als) tendrá una
significación ontológica fundamental, ya que expresará, en su momento, la
subsunción (Subsumtion) o acto por el que una parte es asumida por el todo. Sin
embargo, aquí el “como” (entre los clásicos latinos el ut o in tantum) viene a
indicar la reduplicación abstracta: el trabajo como trabajo (la
“laboriosidad”), el producto como producto (la “productualidad”). La relación
indeterminada, indiferenciada (téngase en cuenta el sentido hegeliano de las
expresiones) del trabajoobjeto, pareciera ser el horizonte categorial más
simple y primero de toda la economía política moderna. Es así que se habla de
la “abstracción de la categoría trabajo, el trabajo en general”
Luego de haber descrito los diversos planos (determinación
real, representación confusa, determinación abstracta, concepto y categoría) es
necesario volver sobre la cuestión del “orden” dentro del cual deben ser
tratadas las categorías. Pareciera, por ejemplo, que la “renta del suelo” (una
categoría económica) debiera ser la primera, ya que la agricultura se encuentra
presente en todas las formas de producción y desde las más antiguas. Si así
fuera, comenzaría (origen) siguiendo el orden del tiempo (la historia). Pero
Marx se opone diciendo: “En la sociedad burguesa ocurre lo contrario. La
agricultura se transforma cada vez más en una simple rama de la industria y es
dominada completamente por el capital” (28,26-29; 27,31-34). Históricamente se
podría comenzar por la “categoría “ renta del suelo (diacrónicamente), pero en
la sociedad burguesa, por ejemplo, la categoría capital es anterior a la renta
del suelo –ya que la funda en la realidad histórica y la explica teóricamente
(sincrónicamente): “No se puede comprender la renta del suelo sin el capital De
esta manera “el capital. . . debe constituir el punto de partida” (28,35-37;
27,38-41). Pero el capital es una categoría “compleja “, o “más concreta” que
la más “simple” o “abstracta” de trabajo. Por ello, aunque el capital deba
exponerse antes que la renta del suelo (porque está supuesto y la explica),
antes que el capital habría que comenzar por el trabajo (y otras categorías
simples) para llegar al capital como resultado. Además de la descripción
esencial de una categoría y el descubrimiento del lugar que ocupa en el orden
de la exposición (que es análogo al lugar que ocupa en la moderna sociedad
burguesa, en la realidad), se puede todavía descubrir “las distintas posiciones
(Stellung) que ocupan las categorías en los diversos estudios
(Gesellschaftsstufen) de la sociedad Para resumir, provisoriamente, podemos
indicar entonces que las categorías más simples (determinaciones abstractas o conceptos
construidos) pueden por su parte constituir categorías más complejas (así la
categoría trabajo puede constituir un supuesto de la categoría dinero, y la
categoría dinero constituye por su parte un supuesto del capital). Y las
categorías más complejas o concretas (“totalidad construida en general”, nivel
4 del esquema 5) pueden explicar, por medio de las categorías que la componen
(por ejemplo “capital constante” o “capital variable”), a la “totalidad
concreta histórica explicada” (nivel 6), la moderna sociedad burguesa. Las
categorías son así elementos o mediaciones de construcción (constitución) o
explicación ; momentos hermenéuticos esenciales del método. Marx será sumamente
cuidadoso en la construcción de las categorías y en el establecimiento de su
orden. Desde ya podemos indicar que los tomos II y III de El capital no
pudieron ser terminados porque la construcción y el orden de las categorías,
que eran los temas de esos libros, no pudieron ser claramente expuestos. Y
cuando Marx no tenía “ante los ojos” la totalidad de la cuestión a ser expuesta
(es decir, todas las categorías necesarias y su orden respectivo) con extrema
precisión, no cometía la irresponsabilidad de editar lo todavía confuso. Marx
es un genial ejemplo de metodicidad, de propia exigencia intelectual, de
extrema responsabilidad ética: era un teórico revolucionario que asumía su
función propia con la misma disciplina con la que un albañil fabrica una pared
perfectamente vertical (y cumpliendo las reglas del arte), o con la que un
sindicalista prepara una huelga en la que arriesga su vida.
2.4. EL MOVIMIENTO DIALÉCTICO DEL PLAN PRIMITIVO DE LA OBRA
(29,33-30,7; 28,37-29,6) Como era de esperar, el parágrafo del Cuaderno M sobre
el método termina indicando el posible “orden” del movimiento dialéctico de las
“categorías” que serían expuestas posteriormente en la investigación (orden o
plan que no cumplirá de ninguna manera, ya que era prematuro proponer un orden
antes de empezar la investigación). Es sumamente instructivo meditar el orden
que nos propone Marx antes de iniciar sus investigaciones, y compararlo con el
orden que se propone al terminar los Grundrisse. La diferencia entre ambos
indica el grado de madurez alcanzado por medio de sus estudios entre agosto de
1857 a junio de 1858.
El “proto-plan”, que ha pasado inadvertido a los críticos,
se encuentra ya completo en un texto al que nos hemos referido más arriba: “Una
vez que esos momentos fueron más o menos fijados y abstraí- dos, comenzaron a
surgir los sistemas económicos que se elevaron desde lo simple –trabajo,
división del trabajo, necesidad, valor de cambio– hasta el estado, el
intercambio entre las naciones y el mer- cado mundial” (21,28-33; 21,34-38).
Es decir, hay un momento de descripción de las categorías
simples (trabajo, etc.), y otro de las más complejas. Entre las complejas
aparece ya la trilogía “definitiva”, sin modificaciones hasta el fin de la vida
de Marx: Estado, intercambio entre naciones y mercado mundial. Esto merece un
comentario. En efecto, hasta en los últimos planes de la obra definitiva de El
capital Marx termina siempre el enunciado de las partes posibles con las tres
nombradas. Tres partes –no debe olvidarse– que nunca trató seriamente desde un
punto de vista estrictamente teórico. Es decir, no les dedicó tantos Cuadernos
como a la cuestión del capital, la renta del campo o el salario. De esto se
puede concluir, simplemente, que no cambiaron estas tres partes porque nunca
fueron objeto de un estudio científico. Si hubieran sido estudiadas más seriamente
es posible que hubieran ido cambiando como las tres primeras partes del plan.
En los Grundrisse, en el Cuaderno M, no eran tres las primeras partes sino sólo
dos (ya que el plan tenía al comienzo sólo cinco partes). Como hemos visto en
el texto citado, hay dos niveles: categorías simples y complejas. Entre las
categorías simples se dan ejemplos. Estos ejemplos son distribuidos en dos
paquetes de temas, en el momento de proponer el plan: “ 1) las determinaciones
abstractas generales que corresponden en mayor o menor medida a todas las
formas de sociedad. . . ; 2) Las categorías que constituyen la articulación
interna de la sociedad burguesa y sobre las cuales reposan las clases
fundamentales. Capital, trabajo asalariado, propiedad territorial. . . ; 3) Síntesis
de la socie- dad burguesa bajo la forma de Estado. . . ; 4) Relaciones
internacio- nales de la producción. División internacional del trabajo. . .
Expor- tación e importación. . . ; 5) El mercado mundial y las crisis”
Es interesante anotar cómo el plan responde a las
reflexiones que acababa de realizar Marx. En primer lugar, las “determinaciones
abstractas”. En segundo lugar las “categorías”. Todo esto será dejado de lado
después. Sin embargo, sobre las “categorías” podemos anotar dos cuestiones. La
primera, que Marx cuenta ya con un criterio de ordenamiento de las
“categorías”, y son las tres clases fundamentales (burguesía, proletariado y
propietarios rurales). La segunda, y en relación con la primera, que el
capital, el trabajo asalariado y la propiedad territorial (que serán
posteriormente las tres primeras partes del plan) van apareciendo ya con
nitidez. En noviembre el plan cambiaba poco, siempre en cinco partes: “En esta
primera sección. . . la determinación formal simple. . . Las relaciones
económicas que están puestas como relaciones de produc- ción. . . constituye la
segunda sección. Su síntesis en el estado, la tercera. La relación
internacional, la cuarta; el mercado mundial, la sección final . . .”
(162,35-163,11; 138,40-139,11). Solamente un mes después, en el Cuaderno II,
aparece el primer plan en seis partes, y las tres primeras partes ordenadas ya
de manera “definitiva”: “Concepto general de capital. . . Después del capital
habría que ocuparse de la propiedad de la tierra. Tras ésta, del trabajo
asalaria- do. . . Luego, el estado. . . El estado volcado al exterior:
colonias. Comercio exterior. . . Por último, el mercado mundial” (203,39-204,
18; 175,9-32). Esto se debe a que, al comenzar a estudiar por primera vez de
manera metódica la cuestión del capital en los Grundrisse, advierte que la
cuestión del capital le exige un cierto orden en el manejo de las
determinaciones internas de la esencia del capital, lo que le lleva,
progresivamente, a tomar conciencia de la complejidad inesperada del asunto.
Estamos todavía muy lejos del junio de 1858, cuando Marx organiza un índice
para usar sus cuadernos. En dicho índice se deja ver un nuevo orden, fruto de
sus investigaciones en los Grundrisse. El orden de los temas es el siguiente:
“I) Valor. . . II) Dinero. En general. Pasaje (Übergang) 5
del valor en dinero. . . 6) Pasaje (Übergang) del dinero en capital. III) El
capital en general. . . 1) El proceso de producción del capital. . . 2) El pro-
ceso de circulación del capital. . .” (105,1-108,15; 855,5-859,11).
En este índice había quedado ya todo preparado para escribir
Marx el primer borrador de la Contribución. Todo esto lo veremos con más
detalle más adelante. Cabe indicarse que ahora pareciera que Marx ha llegado a
un punto en el que su discurso se ha agotado. Es necesario emprender la tarea
con otro rumbo. Por ello, en el punto 4) del Cuaderno M (30,11-33,14;
29,7-31,38) se habla un poco de todo (sobre la guerra, historiografía,
dialéctica de los conceptos, relación entre la producción material y el arte,
etc.), pero como sin orden. Lo cierto es que durante casi un mes no podrá
volver a sus estudios de economía.
SEGUNDA PARTE TEORÍA DEL DINERO Como en la Miseria de la
filosofía, Marx realiza primero una crítica a la doctrina del dinero de
Proudhon y de sus seguidores. Es una crítica política contra el socialismo
francés. Pero una vez comenzado el camino, y desde su análisis previo sobre la
producción, comienza a radicalizar su análisis, y saliendo de la circulación
muestra que el problema debe situarse en un nivel más profundo, no visible a la
conciencia en un plano superficial o fenoménico. Pasa así de lo superficial a
lo profundo y descubre una nueva teoría del dinero. Pero en vez de ser el
capítulo I como quizá había pensado en el comienzo de sus investigaciones, se
constituirá, gracias a los avances de los Grundrisse, definitivamente, en el
capítulo II de su futura obra.
3. GÉNESIS DE LA TEORÍA DEL DINERO (37,1-72,21; 35,1-65,26)
(Cuaderno I, hasta la página 15 del manuscrito, comenzado en octubre de 1857)
“Hemos llegado así a una cuestión fundamental (Grundfrage), que no tiene ya
vinculación con el punto de partida; se dice, [y] es de natu- raleza general:
¿es posible cambiar las relaciones de producción existentes y las relaciones de
distribución a ellas correspondientes mediante una transformación del
instrumento de la circulación (Zirkulationsinstrument), es decir, transformando
la organización de la circulación? . . . Si toda transformación en tal sentido
de la cir- culación requiriese a su vez como supuesto previo transformaciones
de las otras condiciones de producción y sacudimientos sociales, es evidente
que esto refutaría a priori tal doctrina. . . Bastaría la false- dad de esa
premisa fundamental para demostrar una incomprensión igual de la conexión
interna de las relaciones de producción, de distribución y de circulación”
(45,16-36; 42,8-27). Marx dedicará algunas decenas de páginas para criticar la
posición del proudhoniano Darimon, que acababa de publicar el año anterior,
1856, una obra Sobre la reforma de los bancos, en París. La cuestión no era
sólo teórica, era también política. El proudhonismo tenía cada vez más fuerza
en el movimiento obrero y era necesario mostrar sus falacias. Marx “entra”
entonces en sus investigaciones instigado por la realidad social (la praxis del
mundo obrero le impulsa a clarificar cuestiones “teóricas”, como intelectual
orgánico que era). Pero, al mismo tiempo, la crítica al monetarismo
(“dinerarismo”) de Alfred Darimon constituyó como la ocasión de “ir calentando
la máquina” –acción matutina de todo chofer de auto– para que su propio
discurso fuera tomando consistencia; al comienzo con vacilaciones y después
lentamente cada vez con más decisión. El “punto muerto” en el que había caído
el Cuaderno M nos muestra algún desconcierto del “por dónde empezar”. La
cuestión del “dinero” le había preocupado siempre,l y aun le había parecido que
era el “punto de partida” más lógico de la economía –aunque por “moda” había
iniciado en el Cuaderno M la reflexión sobre la producción. Lo cierto es que
descubrirá muy pronto que no era la categoría más simple por donde se debía
iniciar el discurso. Ésta será, quizá, su primera conclusión en vista del
“orden de la exposición” posterior –ya que, de todas maneras, el tratado sobre
el dinero en los Grundrisse era el primero de cuatro que escribiría en diez
años.
Trabajo→valor→mercancia←Dinero→Capital
Producción
Circulación
Marx “entra” por el dinero en su discurso, pero rápidamente
comienza a descubrir los supuestos (lo “puesto” “debajo” de esta categoría), lo
que le llevará a ir progresivamente desarrollando su posición teórica
“definitiva” sobre el asunto.
3.1. CRÍTICA A LA POSICIÓN DINERARIA DEL PROUDHONIANO ALFRED
DARIMON (37,1-50;1; 35,1-46,8) En primer lugar, Marx expone críticamente la
posición de Darimon. En una segunda parte, critica el juicio de los
proudhonianos sobre las medidas tomadas por el Banco de Francia. En un tercer
momento, muestra la causa de los errores del “dinerarismo” superficial.
Pareciera que “todo el mal procede de la predominancia que se obtiene al
conservar la presencia de los metales preciosos en la circulación y el
intercambio” –cita de Darimon. Es decir, la circulación ha sido puesta como
causa principal de la crisis que se sufre. Marx trata la cuestión en detalle
(37,6-42, 17; 35,6-39,15), para mostrar la parcialidad en el análisis
económico. Si se deseara culpar en todo a la existencia de dinero metálico, se
debería razonar con mayor coherencia. “A la columna de la reserva metálica y a
la de documentos descontados, [se debería haber antepuesto] una columna sobre
el monto de los billetes en circulación”.3 Darimon sólo presenta hechos
tautológicos, y no puede demostrar una causalidad directa entre el aumento de
la cartera (en 101 millones de francos) y la disminución de la reserva metálica
(en 144 millones). “Una disminución en la reserva metálica inferior al aumento
de la cartera se explicaría entonces por el hecho de que al mismo tiempo
aumentó el depósito de metal, o que una parte de los billetes emitidos al
efectuar descuentos no ha sido convertida en metal y sigue circulando, o
sirvieron para pagar los documentos vencidos.” Concluyendo: “Sus referencias a
hechos económicos no sólo no ofrecen pruebas para sus teorías, sino que ofrecen
muestras de cómo la no asimila- ción de estos hechos es lo que les permite
jugar con ellos. y su modo de jugar con los hechos revela la génesis de su
abstracción teórica” (42,12-17; 39,10-14). ¿Cuál es la génesis de dicha
abstracción? Pronto lo veremos. En efecto, en segundo lugar (42,18-45,15;
39,15-42,7), Marx se dirige al origen o génesis teórica de la falacia. Para
Darimon el Banco “adoptó una serie de medidas” a fin de defender sus reservas
en metales preciosos, y los sustrajo al servicio del público “en el momento
mismo en que el público tiene más necesidad de sus servicios”. Pero, al fin, el
mismo Darimon reconoce que “las causas que sustrajeron su metal precioso al
banco fueron la mala cosecha y la consiguiente necesidad de importar trigo del
exterior” –que había que comprarlo con metales preciosos. Marx agrega que ha
olvidado la crisis de la seda (y sus compras a China) y la guerra en Oriente
(con prestamos por 750 millones de francos). Es decir, comienza a reflexionar
Marx, se ha producido un déficit “en dos de las más importantes ramas de la
producción” (cursivas nuestras). La “disminución de la producción nacional” y
el “empleo inusitado del capital francés en los mercados extranjeros” (por la
guerra), exigía pagar en el exterior no con dinero, sino con el oro y la plata
misma –moneda mundial reconocida. Todo esto significó una “disminución absoluta
de la riqueza: nacional”. La cuestión no se sitúa –como piensan los proudho nianos–
en la necesidad de crear un “nuevo sistema bancario” que aboliera “el fondo en
metal”. La cuestión estriba en crear nuevas “condiciones productivas y
comerciales”. Así pasa Marx al tercer aspecto (que es el texto colocado al
inicio de este capítulo): “Hemos llegado así al problema fundamental. . . ¿es
posible revolucionar las relaciones de producción. . . mediante una transformación
del instrumento de circulación?” y concluye: “Bastaría la falsedad de esa
premisa fundamental para demostrar una incomprensión igual de la conexión
interna de las relaciones de producción, de distribución y de circulación Éstas
fueron las conclusiones del Cuaderno M, en cuanto a la relación entre
producción, distribución e intercambio. Pero allí, como aquí, Marx dará
preeminencia al momento material por excelencia de la producción. Y, por ello,
los proudhonianos no han descubierto la cuestión de “la relación misma de
producción expresada en la categoría dinero (Kategorie Geld)” (46,7; 42,38).
Por primera vez habla en este Cuaderno I de una “categoría”, y al mismo tiempo
relaciona esta “categoría” con la cuestión material: “Este problema general de
la relación de la circulación respecto de las otras relaciones de producción. .
. es curioso que Proudhon y sus compañeros ni siquiera lo planteen” (46,23-27;
43,10-15). Fuera de otras críticas, sobre la identificación de la circulación
del dinero con el crédito, etc., Marx continúa durante tres páginas sobre el
mismo tema.
3.2. PASAJE DIALÉCTICO DE LA CIRCULACIÓN A LA PRODUCCIÓN
(50,2-61,20; 46,9-55,38) Llamamos “pasaje” al proceso metódico de ir de lo
superficial a lo profundo, de lo complejo a lo simple (camino inverso de la
“ascensión” propuesta en el Cuaderno M). Del dinero a la mercancía, de la
mercancía al valor, y, por último, del valor al trabajo vivo.
Debo indicar que no pienso que Marx tiene conciencia de este
camino que emprende. Pareciera que lo realiza de manera “natural”, siguiendo la
dirección de una reflexión habituada a buscar el fundamento de las cosas. De
todas maneras puede verse claramente esa dirección en su discurso. Además, muy
pronto, se advierte un uso metódico de la abstracción: “Para no confundir el
problema introduciendo elementos no esen- ciales (unwesentliche), es preciso
imaginar una nación en la que existe el free trade del grano” (52,28-30;
48,24-26). Como puede verse se descartan variables que producirían “ruido” en
un análisis esencial (de la esencia de la cuestión). a] Del dinero a la
mercancía (50,2-51,36; 46,9-47,33) Para Darimon “el oro y la plata no son
mercancías (Waren) como las otras: como medio universal de cambio ellas son
mercancías privilegiadas y precisamente en virtud de este privilegio degradan a
las demás mercancías” (50,2-5; 46,9-12). La solución a este problema sería:
elevando a todas las mercancias al nivel de dinero, o degradando al oro y la
plata de dinero a meras mercancías. Pero esto es simplemente una ingenuidad:
“El verdadero problema es el siguiente: el sistema burgués de cambio ¿no hace
necesario un instrumento de intercambio específico?” (50,22-24; 46,27-29). De
nuevo el método: la parte se explica por el todo. Es necesario ascender de lo
abstracto a lo concreto: el oro como dinero es lo abstracto (la parte); la
totalidad del sistema burgués de intercambio es lo concreto (el todo). Lo que
explica el comportamiento del dinero (una categoría) (nivel 3 del esquema 5 del
capítulo anterior) es el todo concreto del sistema burgués (nivel 4 del mismo
esquema). Si se considera la totalidad del sistema burgués de intercambio se
podrá descubrir que necesita, de todas maneras –aunque no lo quiera un cierto
socialismo proudhoniano– un “equivalente universal” en la figura de un
“equivalente particular” (el oro). Con la pretendida abolición del dinero no se
gana nada, ya que aparecerá otra forma de dinero en su lugar. La transferencia
al extranjero de oro y plata en un momento de crisis no se explica sólo por el
comportamiento del oro y la plata “como dinero (als Geld)” o “como moneda (als
Münze)”, sino “como capital (als Kapital)” (51,5-6; 47,5-6), y, de todas
maneras, en una crisis de producción interna o por una guerra en el extranjero,
se transfiere siempre capital –y el dinero nada tiene que ver. Es la mercancía
la que explica la cuestión: falta de producción de mercancías en el interior;
venta de mercancías improductivas al exterior –pérdida de capital por tanto.
Marx entonces se dirige, para explicar la cuestión de una crisis dineraria, a
la mercancía (flecha a del esquema 6) o al capital (flecha b). El déficit no es
entonces de oro sino de capital y trabajo:
“Una parte de su capital o de su trabajo invertido no se
reproduce: déficit real en la producción. Una parte del capital reproducido
debe ser destinado a cubrir estas carencias” (51,21-23; 47,20-22). Es entonces
en el nivel de la producción donde se encuentra el secreto de la crisis. b] De
la mercancía al valor (51,37-59,3; 47,34-53,35) La crisis no se explica en el
nivel de la circulación dineraria, sino en el nivel de la producción, de la
mercancía, de “una mala cosecha de trigo”, dentro del horizonte de una “nación
respecto a otra nación” –este tipo de problema es fundamental para la cuestión
de la dependencia entre naciones. Por falta de producción (trigo) hay
disminución de capital “en el interior de la nación”, de “riqueza (Reichtum)”
real, o de otra manera: “La capacidad productiva de su capital se vería
disminuida . . .y disminuiría la suma de los valores (Werte) poseídos en el
país” (52,10-11; 48,5-8). Por falta de trigo, éste aumenta de precio. “La
depreciación del oro y de la plata con relación al trigo es idéntica al
encarecimiento del propio trigo.” “Independientemente del dinero la nación se
encontraría entonces ante una crisis general.” Como conclusión: “La exportación
de oro no es la causa de la crisis del trigo, sino que, por el contrario, la
crisis del trigo es la causa de la exportación de oro” (54,21-23; 50,5-7). De
hecho, el monto del déficit con respecto a otras naciones es necesario pagarlo;
pero “las naciones extranjeras aceptan capitales sólo y exclusivamente bajo la
forma de oro”. Esto porque el mero “papel moneda” no ofrece garantías de
“convertibilidad (Konvertibilität)” (55,12; 50,33). El papel moneda o el
billete es el “representante (Repräsentant)” de la moneda en oro, y por lo
tanto se debería poder convertir inmediatamente en oro o plata. Pero de hecho
no es así, y como depende de una decisión práctica o política (que legalmente
se permita esa efectiva convertibilidad), esto nos remite a la cuestión del
valor (diferenciando el valor nominal del real): “La convertibilidad en oro y
plata es por consiguiente la medida práctica del valor de cualquier papel
moneda que recibe su título del oro y de la plata . . . Dado que el valor
nominal es solamente como la sombra al cuerpo, la posibilidad de que ambos se
superpon- gan debe ser demostrada por su convertibilidad (intercambiabilidad
[Austauschbarkeit]) real” (56,33-38; 51,45-52,5). Ahora es el valor como
categoría el lugar del discurso. Y, por ello, una “caída del valor real por
debajo del valor nominal equivale a depreciación. Paralelismo real,
permutabilidad real, equivale a convertibilidad”. En realidad el dinero es “un
signo de valor (Wertzeichen)” (59,2; 53,34), pero, nuevamente, el valor dice
relación aun a priori fundamental que lo explica y fundamenta.
c] Del valor al trabajo (59,4-61,20; 53,35-55,38) El valor
se funda en el trabajo: “Una x onza de oro en realidad no es sino una x hora de
tiempo de trabajo materializado (materialisiert), objetivado (vergegenständ-
licht). . . [Pero] lo que determina el valor no es el tiempo de trabajo incorporado en los productos, sino el tiempo
de trabajo actualmente necesario” (59,12-24; 53,42-54,19).
Todo lo que “mide” es un número. En este caso el trabajo
necesario es la medida o número determinantes del valor (Wertbestimmende. . .),
en el sentido de que si es verdad que el trabajo es el fundamento del valor
como tal, la cantidad de valor dice relación no al trabajo efectivamente usado
(p.ej. de un trabajador inexperto y muy lento) sino el actualmente necesario
(pero en el nivel medio de la productividad actual). Es decir, por el hecho de
que se determina el valor (se funda) por medio del trabajo, “para mantener su
convertibilidad sería preciso conservar estacionaria la productividad de la
hora de trabajo” (59,40-41; 54,23-25).
Es decir, al aumentar la productividad del trabajo baja el
valor del oro o plata. De todas maneras hay un fundamento último de la
determinación o medida:
“El tiempo de trabajo pasado contenido en una determinada
canti- dad de oro debe o bien aumentar o bien disminuir respecto al tra- bajo
vivo (lebendige Arbeit). . . Según la ley económica general de que los costos
de producción disminuyen constantemente y de que el trabajo vivo deviene
constantemente más productivo y que por lo tanto el tiempo de trabajo
objetivado en los productos se deprecia constantemente, una depreciación constante
sería el destino inevi- table de este dinero-trabajo áureo”
En realidad, detrás del trabajo está un horizonte (que ya no
podría ni denominarse categoría simple) que es el fundamento absolutamente
último de la reflexión dialéctica de Marx: la vida, la vida humana.4 Por ello,
el “trabajo vivo” es aquello que no puede tener valor porque es la fuente
creadora de valor. En cuanto a Darimon, la propuesta de dejar de lado el oro y
remplazarlo por bonos o “dinero-trabajo” es puramente ilusoria, porque no comprende
que se comportarían, dichos bonos, de la misma manera que el dinero. Y esto,
porque este equivalente general es exigido por el sistema burgués de producción
e intercambio y no por una “maldad” intrínseca (fetichista) de los metales
preciosos. De todas maneras el “más profundo secreto (Geheimnis) que une la
teoría de la circulación de Proudhon con su teoría general, la teoría de la
determinación del valor” (61,8-10; 55,26-28) se encuentra, justamente, en la
cuestión de la “convertibilidad del bono-horario” (o el “dinero-trabajo
áureo”).
3.3. RETORNO DIALÉCTICO DE LA PRODUCCIÓN A LA CIRCULACIÓN
(61,23-65,17; 55,38-59,15) Marx ha efectuado, previamente, un pasaje del nivel
de la circulación al de la producción (flecha e del esquema 6), y el último
paso había sido el pasaje del valor al trabajo (flecha d). Habiendo llegado a
la vida y al trabajo vivo no cabe sino el retorno. Este movimiento pasará del
nivel de la producción (el valor) a la cuestión del precio y el dinero
nuevamente (circulación). El primer camino, era un ir de la categoría compleja
(dinero) a las más simples (mercancía, valor, trabajo vivo). Ahora, cumpliendo
lo ya pensado en el Cuaderno M sobre el método, se irá de lo simple (el valor)
a lo complejo (el precio). Como vemos, se va cumpliendo un cierto “orden”
metódico en el uso de las categorías. Se manifiestan así los movimientos
esenciales de sus meditaciones nocturnas en el otoño londinense. Pero antes de
comenzar, querríamos graficar los diversos niveles de profundidad (desde el
fundamento a lo que aparece, los fenómenos en el horizonte del “mercado”)
(esquema 7). Cuando se dice, entonces:
“El precio es este valor de cambio expresado (ausgedrückt)
en di- nero. La sustitución del dinero metálico. . . por dinero-trabajo. . . equipararía
por lo tanto el valor real. . . de la mercancía y su valor nominal.
Equiparación del valor real y del valor nominal; del valor y del precio”
(61,27-34; 55,41-56,5). Cuando se enuncia lo citado, podemos comprender que
Marx está claramente definiendo niveles de profundidad donde las diversas
categorías quedan enmarcadas en un cierto “orden” (de fundamentalidad
ontológica). Y todo esto para demostrar con claridad que los proudhonianos
quieren eliminar el dinerometálico (nivel II, A, 1) por el bono-horario (nivel
II, A, 2), que en su “esencia” son lo mismo, y que, por otra parte, se lo
confunde con el “valor real” del nivel fundamental del valor mismo (I). El
punto de partida del argumento de Marx arranca del valor real en el nivel de la
producción, de los costos de producción, del tiempo de trabajo. Este nivel no
es inmediata o directamente convertible al nivel de la circulación, del precio,
de la oferta y la demanda, del valor de mercado, del valor nominal. En el fondo
Marx se refiere a la “ley de la productividad creciente” (de la que ya hemos
hablado antes): “La depreciación constante de las mercancías. . . resultaba de
la ley de la productividad creciente del tiempo de trabajo, de las pertur-
baciones en el propio valor relativo generadas por su principio inhe- rente, o
sea por el tiempo de trabajo” (64,9-14; 58,11-15). La productividad creciente
–como se verá más adelante– dice relación a la tecnología, es decir, baja del
valor real del producto en cuanto se gasta menor tiempo de trabajo en su producción.
Es así el valor el fundamento de todo el discurso de Marx. En efecto: “El valor
[el valor real de cambio] de todas las mercancías. . . está determinado por sus
costos de producción, en otros términos, por el tiempo de trabajo requerido
para su producción” (61
No se trata de un “tiempo de trabajo” efectivo –el que gasta
este trabajador, ahora, aquí–, se trata en cambio de un tiempo de trabajo medio
durante un largo período de años (el de la productividad media). Este tiempo
medio determina un “valor medio”. De todas maneras el valor medio nunca es el
valor de mercado inmediatamente convertible. Se necesita una mediación, un
tercer elemento indirecto que permita el pasaje del nivel fundamental
(productivo) al nivel superficial (de la circulación). Por la ley de la
productividad creciente el valor medio real siempre disminuye; por la oferta y
la demanda los precios siguen fluctuaciones propias del mercado. Nunca pueden
coincidir o identificarse valor y precio. El “bono-horario” proudhoniano quería
ser al mismo tiempo, idéntica e inmediatamente valor-precio: “Dado que el
precio no es idéntico al valor, el elemento que deter- mina el valor –el tiempo
de trabajo– no puede ser el elemento en el que se expresan los precios, ya que
el tiempo de trabajo debería expresarse al mismo tiempo como lo determinante y
lo no-deter- minante, como lo igual y lo no igual a sí mismo”
O de otra manera, y como “diría Hegel” –comenta Marx: “. .
.no mediante una identidad abstracta, sino mediante una cons- tante negación de
la negación, o sea, de sí mismo como negación del valor real” (62,16-18;
56,27-29). La “identidad abstracta” de valor-precio es imposible. Muy por el
contrario el precio (negación o posición superficial del valor) es negado
cuando se hace referencia a su fundamento (el valor) pero mediado: dicha
mediación no puede ser lo que determina al valor mismo (el tiempo de trabajo),
sino un tercero: el precio monetario, el dinero, el valor nominal (flecha c del
esquema 7). Este tertium no puede ser el tiempo de trabajo, además, porque “el
tiempo de trabajo existe como medida de valor sólo idealmente (ideal), [y] no
puede servir materialmente (Materie) de confrontación de precios” (65,1-3;
58,45-59,2). El dinero será, exactamente, la “existencia material (materielle
Existenz)” (65,4-5; 59,3-4) de esta relación (entre el valor, valor de cambio y
precio.5 El dinero es mediación material que no se confunde con el tiempo de
trabajo. Por el contrario, el “bono-horario” pretende representar al tiempo de
trabajo inmediatamente, al valor real mismo, pero en realidad es un tipo de
dinero, sin las ventajas del dinero. Como puede verse, el argumento de Marx
parte siempre del nivel profundo (el valor) y asciende hacia la superficie (el
precio). Entre ambos se encuentran dos mediaciones: una, la determinación del
valor mismo (tiempo de trabajo), y otra la del precio (el dinero). Son cuatro
momentos diversos que no pueden identificarse, ya que son inmediatamente
inconvertibles –aunque son convertibles mediatamente.
3.4. INICIO DEL DISCURSO DEL MISMO MARX (65,18-72,21;
59,16-65,26) De pronto hay como un cambio de tipo de discurso. Pareciera como
si Marx se olvidara de los proudhonianos y “arrancara” velozmente con su propio
discurso. Ahora comienza un camino propio; ahora echa mano de sus propios
ejemplos, siempre simples y pedagógicos, para ir de lo simple a lo complejo, de
lo abstracto a lo concreto. En realidad saca las conclusiones,
constructivamente, de la crítica dirigida contra Darimon.
Marx intenta clarificarse a sí mismo sobre una distinción
que, de todas maneras, no llegará todavía en estas líneas a su formulación
definitiva (ni conceptual ni nominalmente). Se trata de la diferencia entre la
existencia natural (después serán las cualidades materiales del producto y el “valor
de uso”) y la existencia social o económica (después será el “valor de cambio”,
o simplemente el valor en general): “La mercancía, o mejor el producto o
instrumento de producción debe distinguírselo de sí mismo como valor; [además]
como valor (als Wert). . . es distinta de sí misma que ella misma como produc-
to (als Produkt). Su cualidad como valor no sólo puede, sino que al mismo
tiempo debe adquirir una existencia (Existenz) distinta de la de su existencia
natural (natürlichen). . . Como valor ella es uni- versal, como mercancía real
(wircklichen) es una particularidad. Como valor es siempre intercambiable; en
el cambio real sólo lo es cuando satisface ciertas condiciones particulares”
Puede nuevamente verse el doble nivel: lo real, material
(que cumple necesidades, satisface), “como producto” (en realidad “como
satisfactor”), lo natural. El horizonte del valor, de la universalidad, de lo
económico. “Como valor la medida de su intercambiabilidad (Austauschbarkeit)
está determinada por ella misma” (66,39; 60,30-31); mientras que en su
“existencia natural”, como producto, es objeto material de una necesidad. Marx
denomina a estas diversas “posiciones” de la mercancía “formas de existencia”
(Existenzformen) (66,33-34; 60,25), y descubre “una doble existencia” (66,27;
60,19). Debemos aclarar, desde ya, que en realidad deberían descubrirse tres
formas de existencia: a] La forma pragmática o útil de existencia de una cosa,
en cuanto es satisfactor de una necesidad (necesidad-objetoconsumo). b] La
forma productiva (poiética) de existencia de una cosa producida por un
productor (falta de-producciónproducto-uso). c] La forma económica de
existencia de una cosa como mercancía (portadora de un valor de cambio). Marx
unifica siempre (hasta en El capital) las dos primeras formas a y b. Pero aún
ante la mercancía como producto (y como satisfactor) y la mercancía misma como
valor, la cualidad de valor de la mercancía cobra una existencia propia: “Su
valor debe poseer también una existencia cualitativamente dis- tinguible de
ella, y en el intercambio real esta posibilidad de existir separadamente debe
devenir una separación real” (66,20-23; 60, 14-16). La existencia separada es
el dinero. Por su parte el dinero tiene también dos formas de existencia: en la
representación, en la mente, en la idea, en el símbolo o signo (que puede
expresarse o no en la moneda papel), y en una materia, una cosa, una mercancía:
“En cada instante. . . transformamos las mercancías en signos de valor, las
fijamos como simples valores de cambio, haciendo abstrac- ción de su materia. .
. En el papel o mentalmente esta metamorfosis se efectúa por simple
abstracción; pero en el cambio real se precisa una mediación (Vermittlung)
real, un medio, para poner en acto esta abstracción” (67,9-16; 60,43-61,4).
Esta existencia autónoma del dinero es lo que le permite presentarse a los
productores “como un poder (Macht) externo a los productores e independiente de
ellos. . . Una relación extraña a los productores” (71,37-42; 64,44-65,4). Marx
puede ahora resumir el “pasaje” dialéctico ascendente que ha venido practicando
en toda su argumentación: “El producto deviene (wird) mercancía; la mercancía
deviene valor de cambio; el valor de cambio de la mercancía es su cualidad
inma- nente de dinero (Geldeigenschaft); esta cualidad suya de dinero se separa
de ella como dinero, adquiere una existencia social univer- sal, separada de
las mercancías particulares y de su forma de exis- tencia natural” (72,11-16;
65,17-21).
Puede observarse en ese “devenir” (el (Übergang hegeliano)
el pasar de una “categoría” a otra: del producto a la mercancía, de la
mercancía al dinero. Son los dos primeros pasos de su discurso dialéctico
(tanto en la Contribución de 1859 como en El capital del 67). Para Marx, como
podemos verlo, tanto el producto como la mercancía o el dinero son “formas” de
existencia. La “forma” es “forma de aparición”. La determinación indica un
momento de la constitución de la cosa (sea o no en su esencia); mientras que la
forma es la determinación en relación con una conciencia a la que la
determinación aparece, se presenta, es fenómeno. En el “mundo” –como totalidad
de lo que aparece según la Lógica de Hegel– de las mercancías el dinero es una
“forma” de aparición del valor. El valor (detrás del producto, mercancía o
dinero: sus tres “portadores” o sujetos materiales) es el horizonte fundamental
de todo este discurso. Se nos decía: “El valor de la mercancía es distinto de
la mercancía misma. . . Valor es no sólo el carácter intercambiable de la
mercancía en gene- ral, sino la intercambiabilidad propia de la mercancía” (65
El satisfactor como satisfactor de una necesidad es útil. El
producto como producto es portador del carácter de la productualidad (o el
hecho de haber sido producido). La mercancía como mercancía (es decir, como
valor) porta la cualidad general de la intercambiabilidad. La
“intercambiabilidad” es portada realmente por la mercancía como fundamento del
valor de cambio; es conceptuada mentalmente como “medida” de otro valor (como
equivalente general); se concreta materialmente en el dinero metálico. Tiene
entonces la intercambiabilidad tres formas de existencia: como realidad; como
signo, símbolo, representación o forma ideal; como materia. Desde ahora en
adelante el discurso de Marx camina “sobre sus propios pies”. La crítica a
Darimon ha quedado atrás, como pretexto, y se trata ahora de continuar la
profundización y el despliegue de un método dialéctico que irá construyendo, en
orden, las categorías necesarias para dar cuenta de la realidad.
4. EXISTENCIA CONTRADICTORIA DE LA MERCANCÍA Y DEL DINERO
(72,22-174,18; 65,27-148,37) (Cuaderno I, desde la página 15 del manuscrito, y
unas páginas del Cuaderno II, de octubre a noviembre de 1857) “El trabajo del
individuo, considerado en el acto mismo de la pro- ducción, es el dinero con el
que compra inmediatamente el produc- to, el objeto de su actividad particular;
pero se trata de un dinero particular (besondres) que compra precisamente este
producto deter- minado (bestimmte ). Para ser inmediatamente el dinero general
(allgemeine ), debería ser desde el principio no un trabajo particular, sino un
trabajo general, vale decir, ser puesto desde el comienzo como un momento de la
producción general. En tal supuesto, sin embargo, no sería el intercambio el
que le conferiría el carácter universal, sino que sería su presupuesto carácter
comunitariol (gemeinschaftlicher) lo que determinaría su participación en los
productos. . . [Mientras que] sobre el fundamento de los valores de cambio, el
trabajo es puesto como trabajo general sólo mediante el intercambio”
(99,35-100,10; 88,3-22). En esta segunda parte del Cuaderno Marx profundiza
ciertos aspectos de la esencia del dinero en general con respecto a la
mercancía, y en especial el pasaje, mediado, del tiempo de trabajo particular
al dinero en general. Posteriormente describe de manera inicial las diversas
funciones del dinero. El contenido de este capítulo 4 es continuación de la
temática comenzada en el capítulo 3. Marx usará en ocasiones la categoría
“valor de uso”, pero no la incorporará a su discurso principal. Todavía no
identifica el carácter individual o determinado del producto y la mercancía con
el valor de uso, y por ello el mismo valor de cambio ocupará frecuentemente de
manera ambigua el lugar del valor en general. La transición entre las
reflexiones anteriores y las que ahora encara Marx se inicia con esta
pregunta:
“La pregunta inmediata que ahora surge es la siguiente: la
existencia del dinero junto a las mercancías, ¿no contiene desde un comienzo
contradicciones, que están dadas junto con esta misma relación?”
4.1. DEVENIR DE LA MERCANCÍA EN DINERO (72,30-77,32; 65,30-69,45)
Marx va a pensar la cuestión por medio de cuatro pasos. En el primero de ellos
reflexiona sobre la doble “forma entitativa (Daseinsform)” (72,35; 65,32) de la
mercancía, por una parte como “la determinada naturaleza de la mercancía como
producto”, y, por otra, su “general naturaleza como valor de cambio”. En cuanto
valor de cambio en su forma de existencia como “cosa exterior” la mercancía se
transforma en dinero. La cuestión ahora es sobre la posibilidad de la
“intercambiabilidad (Austauschbarkeit)” (73,2; 65,45) entre ambos modos de
existencia: “En el cambio la mercancía es reclamada en razón de sus propieda-
des naturales y de las necesidades cuyo objeto ella es. El dinero, en cambio,
lo es sólo en razón de su valor de cambio, solamente como valor de cambio El
comportamiento de la mercancía como satisfactor (relación indicada con la
flecha a del esquema 8) (relación directa de P(VU) con Co), donde se comporta
como portador de un “valor de uso (Gebrauchswert)” (130,26; 111,5, y en
135,2-3; 114,38), constituye al producto como conteniendo materialmente
determinadas cualidades relacionadas a la satisfacción de necesidades
determinadas. Por el contrario, la constitución del producto como mercancía
(pasaje de P(VU) a M) considera en la mercancía sólo “sus propiedades sociales
universales”. En segundo lugar, se produce una segunda contradicción, pero
ahora en el “acto (Akt)” (72,35; 66,24) mismo del intercambio: cambio de
mercancía por dinero (flecha b): compra; cambio de dinero por mercancía (flecha
e): venta. Marx indica:
“Como estos actos han alcanzado forma de existencia espacial
y temporalmente (räumlich und zeitlich) separadas una de la otra e indiferentes
entre sí, deja de existir su identidad inmediata” (73, 38-39; 66,27-29).
Considérese especialmente que la mercancía y el dinero se escinden, se separan
espacial y temporalmente. La “espacialidad” (ahora de la mercancía y el dinero)
y su “temporalidad” tendrán la mayor importancia para toda la cuestión del
capital, posteriormente. La cuestión del “centro (Zentrum)” y la “periferia
(Peripherie)” (118,35-37; 101,31-32), contra lo que piensan los que critican la
cuestión de la dependencia en el orden mundial, es un tema central en Marx
–pero desde una ontología del “espacio” (centro-periferia) y el “tiempo”
(antes-después; trabajo pasado, trabajo acumulado y “Reino de la libertad”). En
tercer lugar, no sólo hay dos actos independientes (comprar y vender), sino
también escisión o separación independiente de diversos sujetos, personas,
productores, posesores de mercancía y dinero en posiciones autónomas, opuestas
y hasta contradictorias. Pero, además, aparece una “clase mercantil (mercantile
class)” (77,44-78,1; 70,8) entre los productores y consumidores: “Entre los
consumidores se inserta una clase mercantil (Kaufmannss- tand), una clase que
no hace sino comprar para vender, y vender para volver a comprar, y que en tal
operación no tiene por finalidad la posesión de las mercancías como productos,
sino simplemente obtener valores de cambio como tales, como dinero. . . La
finalidad del comercio no es directamente el consumo sino la adquisición de
dinero” (74,19-37; 66,45-67,18). Es decir, hay dos silogismos diferentes. El
primero se enuncia: M-D/D-M. Para comprenderlo nos referiremos al esquema 8. La
mercancía (M para Marx, M2 del esquema) se cambia por dinero (D para Marx, D1
en el esquema). El acto de intercambio M-D se indica con la flecha b. El
productor que vende (SP2 ) se apropia del dinero (flecha c) y con dicho dinero
compra otra mercancía (M1 ) (flecha d). De tal manera que vende (M-D) para
comprar y usar otra mercancía (D-M). Este intercambio queda en el nivel de la
producción y de los productores. El “fin (Zweck)” (136,10; 115,37) es la
mercancía y el consumo. Por el contrario, el silogismo de la ganancia
mercantil, es inmanente a la pura circulación, y se enuncia: D-M/M-D. En este
caso el miembro de la clase mercantil posee dinero (D en Marx, D1 en el esquema
8), y lo invierte comprando una mercancía (M o M2 ) (flecha b). Pero esta
mercancía de un productor (SP2 ) se vende ahora a otra persona, el consumidor
(flecha e). El consumidor-comprador (Co) paga la mercancía con dinero (D para
Marx, D2 en el esquema) el que pasa a ser poseído por el vendedor-mercantil
(flecha f). El dinero invertido al comienzo (D1 ) es menos que el poseído con
posteriorídad de dicha circulación (Kreisläufen) (136,4; 115,33). En este
segundo caso el dinero es el “fin (Zweck)” y la mercancía un “medio (Mittel)”
(136,11; 115,39): “En esta separación está ya contenida la posibilidad de las
crisis co- merciales” (75,5-6; 67,30-31). En cuarto lugar, el valor de cambio
se presenta de dos maneras diferentes: como dinero (D1 ) y como mercancía (M1
), es decir: “Aun existiendo solamente en el cambio, se contrapone como capa- cidad
universal de cambio a la capacidad particular de cambio pro- pia de las
mercancías” (76,19-21; 68,36-37). Por su parte el mismo dinero también cae en
contradicción, ya que “es mercancía particular (aunque sólo sea un signo), y
por lo tanto en su cambio por otras mercancías está sometido a su vez a
condiciones de cambio particulares, las cuales contradicen su
intercambiabilidad universal e incondicionada” (76,25-29; 68,40-69,3). El
dinero (D1 ) se presenta como oro (MI ) en el nivel de una mercancía particular
que puede ser usada como joya, tesoro, e intercambiada como mercancía
determinada por otras mercancías determinadas (pan, p.ej.). Todo esto determina
muchas relaciones complejas que habrá que dilucidar.
4.2. TRABAJO “SOCIAL” Y TRABAJO “COMUNITARIO” (77,37-102,2;
70,1-90,9) Marx vuelve a la cuestión de los “bonos- horario” de los
proudhonianos, para mostrar una vez más el carácter superficial de la reforma
que se propone. Muestra como, en último término, el banco debería comprar todas
las mercancías y venderlas a los trabajadores, a los que pagaría por su trabajo
bonos-horaríos. Pero además de “comprador universal” y “vendedor universal”,
debería aun organizar la producción misma, fijando el tiempo necesario para
cada producto:
“El banco sería, entonces, además del comprador y vendedor
uni- versal también el productor universal. En realidad, sería o bien el
gobierno despótico de la producción y el administrador de la distri- bución o
bien sólo un board que llevaría los libros y la contabilidad de la sociedad
trabajadora comunitaria. La socialización de los medios de producción está aquí
presupuesta, etc. Los saintsimo- nianos hacían del banco el papado de la
producción” (83,3-10; 73,35-43). De todas maneras, la solución tanto
proudhoniana como saintsimoniana se situaba en el nivel de la circulación y
dejaba intacto el carácter individual abstracto del trabajo del productor.
Veamos esto por partes, porque es esencial para la comprensión de la posición
de Marx. Para los economistas capitalistas “cada uno persigue su interés
privado, y sólo su interés privado, y de ese modo, sin saberlo, sirve al
interés privado de todos, al interés general” (83,34-36; 74,16-19). Cada
individuo aislado es un “todo” inconexo. Es la circulación, el “mundo” de las
mercancías, el valor de cambio el que da el “carácter social” al trabajo: “El
carácter social (gesellschaftliche) de la actividad, así como la forma social
del producto y la participación del individuo en la pro- ducción, se presentan
aquí como algo ajeno (Fremdes) y con su carácter cósico (Sachliches) frente a
los individuos. . . En el valor de cambio el vínculo social entre las personas
se transforma en rela- ción social de las cosas” (84,38-85,6; 75,13-25). De
otra manera. Los individuos solitarios sólo se comunican en cuanto uno produce
una mercancía para el mercado que intercambia por otra mercancía que otro
produjo para el mismo mercado (se cambia VCl por VC2 ) y la fundamental
“relación social” de los productores (SPl y SP2 ) sólo se realiza en la
circulación. Marx indica tres fases históricas. En primer lugar, cuando existe
gran “dependencia personal” (como en el feudalismo), relación p.ej. directa del
señor con el siervo, que son las “primeras formas sociales”. En el capitalismo
se da una segunda fase: “La independencia personal fundada en la dependencia de
las cosas es la segunda forma importante. . . La necesidad misma de transfor-
mar el producto o la actividad de los individuos ante todo en la forma de valor
de cambio, de dinero, y de que sólo en esta forma de cosa ellas adquieran y
manifiesten su poder social” (85,20-86,8; 75,39-76,24). Para Marx, en este
contexto, “social” es un carácter negativo, perverso de las relaciones entre
los hombres, entre los productores. No hay un “cara-a-cara” entre los trabajadores
(SPl y SP2 ) (véase parágrafo 17.1), sino una relación cosificada en el
mercado, entre las cosas. En este sentido el “dinero es una relación social”
(84,14ss.; 74,14ss.). De la misma manera, entre los productores y las
mercancías “el valor es su relación social” (66,1; 59,40). El dinero es así una
mediación necesaria para socializar las relaciones humanas, en sí mismas estas
relaciones no existen, son abstractas. El hombre sólo se relaciona en el
“mundo” de las mercancías, en el mercado y fuera de él son totalidades
solipsistas. Ésta es la crítica ética fundamental de Marx contra el capitalismo
y contra su pretendida “libertad de los individuos” –que en realidad es
enajenación individualista. Por el contrario, hay una tercera fase: “La libre
individualidad, fundada en el desarrollo universal de los individuos y en la
subordinación de su productividad comunitaria (gemeinschaftlichen), social,
como patrimonio social, constituye el tercer estadio. . . La producción social.
. . está subordinada a los individuos y controlada comunitariamente
(gemeinsames) por ellos como un patrimonio. . . [Es un] libre cambio entre
individuos asociados sobre el fundamento de la apropiación y del control co-
munitario de los medios de producción. Esta última asociación no tiene nada de
arbitrario: ella presupone el desarrollo de condiciones materiales y
espirituales” (85,25-86,33; 75,42-77,4). Para Marx, la resolución del “mal”2 de
la sociedad no se sitúa en el nivel de la circulación, donde el dinero es
necesario y es el que en última instancia constituye la “socialidad” (la
“intercambiabilidad”) de los productos y las personas. Por el contrario, la
cuestión se sitúa en el nivel de la producción, en la organización del trabajo
mismo de los individuos, cara-acara, en la proximidad primera de la libre
asociación, distribución del trabajo en una división decidida y controlada
comunitariamente desde el origen. Los productos y las mercancías son “sociales”
porque la producción es “comunitariamente” articulada: “En lugar de una división
del trabajo, que se genera necesariamente en el intercambio de valores de
cambio, se tendrá una organización (Organisation) del trabajo que tiene como
consecuencia la por- ción que corresponde al individuo en el consumo
comunitario (gemeinschaftlichen ). . . [En este ] caso el carácter social de la
pro- ducción es presupuesto, y la participación en el mundo de los productos
[no de las mercancías], en el consumo, no es mediada por el cambio de productos
de trabajo o de trabajos recíprocamente in- dependientes” (100,30-41; 89,1-11).
En esta “producción comunitaria” (101,16; 89,26) los
trabajadores no sólo tendrían una apropiación comunitaria de los medios de
producción, sino el pleno control con conciencia del proceso total de la misma
producción, ya que “economía del tiempo y repartición planificada (planmässige)
del tiempo del trabajo entre las distintas ramas de la producción resultan
siempre la primera ley económica sobre el fundamento de la producción
comunitaria” (101,27-31; 89,38-41). La crítica de Marx se levanta contra los
socialismos de su tiempo,3 y nos da, de paso, un marco teórico para criticar a
ciertos socialismos “reales” de la última parte del siglo xx. Critica a los
proudhonianos por su fetichismo bancario, dinerario, al querer cifrar todo en
la negación del dinero y nada más. A los saintsimonianos igualmente los critica
por socializar sólo los medios de producción y llevar nuevamente la solución al
nivel bancario. A ciertos socialismos “reales” de nuestro siglo los criticaría
desde estos principios claramente enunciados: “Los individuos universalmente
desarrollados, cuyas relaciones sociales en cuanto relaciones propias y
comunitarias están ya some- tidas a su propio control (Kontrolle) comunitario,
no son producto de la naturaleza, sino de la historia” (89,42-90,1; 79,39-43).
Quizá en ciertos países socialistas, donde los trabajadores piden controlar,
participar con conciencia, en todo el proceso productivo, desde el plan nacional hasta la
organización de la fábrica, se está promoviendo este tercer estado o fase del
que habla Marx. Ya que, de hecho, en muchos socialismos “reales” más pareciera
que se realiza el proyecto proudhoniano de un “gobierno despótico” como la
producción y distribución total. Será necesario, desde la posición de Marx,
llegar en dichos países socialistas actuales a una democratización, a una
“comunitarización” de la planificación, del control, de la conciencia
productiva misma. Para ello habrá que definir, políticamente, ámbitos de
conflictos negociables donde los trabajadores tengan acceso, participación,
control. Es evidente que campesinos del feudalismo y marginales preindustriales
no podían de un día para otro tomar dichas responsabilidades “comunitarias”.
Pero después de decenios es ahora un derecho de los trabajadores. En este caso
el producto sería “social” desde su fundamento, y el lugar de trabajo sería un
espacio humano de cara-a-cara, de la proximidad, de la libertad real, de la
igualdad justa, de la fraternidad concreta.4 Desde este punto de vista se puede
entender que la “proximidad” originaria de una organización comunitaria del
trabajo se sitúa en la exterioridad de un sistema donde el ser social es
otorgado por el “mundo” de las mercancías (ajeno, alienado). Deberemos
profundizar estos aspectos ontológicos (circulación) desde la exterioridad del
productor (exterioridad metafísica).
4.3. TIEMPO DE TRABAJO DINERO Y EL REPRESENTANTE MATERIAL DE LA
RIQUEZA (93,7-118,24 y 138,10-148,11; 82,30-101,24 y 117,27-126,15) En este
parágrafo debemos analizar una doble relación. En primer lugar, la relación
entre tiempo de trabajo y dinero.
En segundo lugar, entre dinero y su sujeto material. Ambas
cuestiones están relacionadas. El discurso comienza recordando que “dado que el
trabajo es movimiento,5 su medida natural es el tiempo.6 El barter en su forma
más primitiva supone al trabajo como sustancia y al tiempo de trabajo como
medida de la mercancía. . . La mercancía es valor de cambio sólo en cuanto se
expresa en otra cosa, y por lo tanto, como relación” (140,32-39; 119,37-43).
Marx es un genio teórico de la “relación”. Sabe pensar siempre un término de la
relación articulado al otro término desde el fundamento de ambos extremos. Pero
hay una dificultad: la relación “tiempo de trabajo-dinero” exige una mediación
(otra relación intermedia): “El tiempo de trabajo no puede él mismo ser
inmediatamente el dinero, precisamente porque de hecho él existe siempre sólo
en productos particulares. . . Pero como valor de cambio el tiempo de trabajo.
. . expresa su carácter de cuota o su cantidad” (96,14-36; 85,4-25). El dinero
tiene un estatuto “universal” –en cuanto es convertible en todos los productos posibles.
El trabajo es particular, pero “para ser inmediatamente –hemos citado al
comienzo de este capítulo– el dinero universal debería ser desde el principio.
. . trabajo universal, vale decir, ser puesto desde el comienzo como un
elemento de la producción universal”, tal como ocurre en el “trabajo
comunitario” –descrito en el parágrafo 4.2. Pero no es el caso del capitalismo,
en el cual el trabajo es “social” sólo en el “mundo” de las mercancías –a
través del valor de cambio de su producto como mercancía. En este caso
“perverso” el trabajo puede devenir universal sólo a través del valor de
cambio, y sólo a través del valor de cambio el tiempo de trabajo puede
determinar (y ser determinado) por el dinero. En este caso el “tiempo de
trabajo actualmente necesario” (59,23; 54,8-9) es lo que determina el valor de
cambio (del producto, mercancía) como equivalente general de todo producto
posible. Es decir, toda mercancía se mide en última instancia por el tiempo de
trabajo (la mercancía tiene un “valor relativo a”, mientras que el tiempo de
trabajo necesario, según la media de la productividad actual, es el
“equivalente universal”). Ahora, si se toma una mercancía (medida por el tiempo
de trabajo) que merced a sus cualidades naturales pudiera ser la referencia de todas
las demás mercancías, sólo en este caso llegamos a la noción de dinero, pero la
particularidad de la mercancía (ser “oro”, p.ej.) pareciera contradecir su
función de universalidad. Se establece así una nueva relación: entre el dinero
y su soporte material o entre la función de ser dinero de una mercancía
particular “El sujeto (Subjekt) en el que este símbolo [el dinero] es represen-
tado no es un sujeto indiferente. . . La investigación sobre los meta- les
preciosos como sujetos de la relación de dinero y sus encarnacio- nes no es
exterior, como cree Proudhon” (102,16-22; 90,16-22). Esta cuestión es
fundamental en un análisis materialista. El ser dinero no es una función
absolutamente independiente del trabajo humano; caeríamos en el fetichismo del
dinero si no se define su relación trascendental a su sujeto material. Es en el
sujeto material donde se liga el dinero al trabajo humano (última instancia del
ser real del dinero). El trabajo se objetiva en el producto, y un cierto
producto particular es dinero. El tiempo de trabajo mide o determina el valor
de uso, y el valor de uso, ahora valor de cambio, como equivalente general es
el dinero (medido en última instancia por el tiempo del trabajo). El hombre, el
trabajador, sigue siendo siempre el fundamento del ser del dinero: su esencia.
Si en el sistema capitalista, el hombre alcanza su estatuto de “social” a
través del dinero (como el estatuto universal del valor en el mercado o “mundo”
de las mercancías), esto muestra, con toda claridad, la inversión de la
realidad. Marx relaciona por primera vez, directamente, en los Grundrisse y de
manera explícita, el valor de uso y el valor de cambio: “La primera forma del
valor es el valor de uso (Gebrauchswert), lo cotidiano, lo que expresa la
relación del individuo con la naturaleza. La segunda forma es el valor de
cambio (Tauschwert) junto (neben: cursivas de Marx) al valor de uso, su
disposición en referencia a valo- res de uso ajenos, su relación social, que
originalmente podía ser llamado a su vez valor de uso dominical (sonntläglichen
), que trascien- de la necesidad inmediata” (106,3-9; 93,26-31). La relación,
siempre la relación, entre el dinero y el material del dinero (el sujeto
material: oro p.ej.) se funda en la relación primera entre el valor de cambio (fundamento
del dinero) y el valor de uso (fundamento de las cualidades materiales del
dinero). El análisis físico y químico del oro y la plata,7 la función ya
económica del oro y plata y sus mutuas “oscilaciones” de valor entre ellas y
los demás metales, plantea siempre la misma cuestión. Estos metales preciosos,
que fue (en el caso del oro) “el primer metal descubierto como metal” (105,34;
93,15), dicen relación, en cuanto a su valor (de uso) a un “necesario rough
labor (arduo trabajo)” (105,39; 93,20). Si el valor de cambio del metal
precioso se transforma en equivalente general de todo otro valor de cambio, el
equivalente fundamental del mismo equivalente general sigue siendo, siempre, el
tiempo de trabajo. Ésta es la manera antropológica y siempre desfetichizada con
la que razona Marx: “Para decir cuánto oro está contenido en una mercancía
determi- nada, es suficiente determinar el tiempo de trabajo realizado en las
distintas mercancías, y equipararlo al tiempo de trabajo que produce
directamente el oro” (139,9-13; 118,22-26). El metal precioso (como el valor de
cambio sobrante) es como una mercancía “dominical”, festiva, que sobra y que se
puede así usar no en un consumo inmediato, sino como mediación del intercambio.
Pero, de todas maneras, se encuentra fundada, dicha mercancía, en el trabajo
humano. Se soluciona así la contradicción indicada al comienzo y la doble
relación. El tiempo de trabajo no puede ser inmediatamente dinero, por una
parte; y, por otra, la relación “tiempo de trabajo-dinero” y “dinero-soporte
material” se sintetizan de la siguiente manera: El tiempo de trabajo mide el
valor de cambio de ambas mercancías (ya que el trabajo determina el valor de
uso), y el valor de cambio de la Mercancía2 (esquema 10) es el equivalente
general de todas las mercancías que ocupan el lugar de la Mercancíal . El
dinero no es sino la función que cumple, de equivalente general, la Mercancía2
, fundada, tanto en su ser determinado (oro) como en su cantidad intercambiable
(valor de cambio) en el trabajo y su tiempo.
4.4. FUNCIONES DEL DINERO (118,27-138,9; 101,25-117,26 y
148,12-174,18; 126,16-148,37) Aunque este parágrafo merecería una mayor
extensión, dada la claridad con la que Marx expone la cuestión, sólo
recordaremos los pasos esenciales de su discurso. Las “funciones” del dinero,
todas ellas, salen ya del ámbito de la producción y se circunscriben al ámbito
de la “circulación” (del intercambio, para hablar como en la “Introducción” de
estos Grundrisse). La “circulación” es el ámbito más superficial pero, al mismo
tiempo, el primero que enfrenta a la conciencia cotidiana. Por ello, desde el
comienzo “es preciso ante todo establecer el concepto general (allgemeine
Begriff) de la circulación” (120, 1-2; 102,36-37.8 a] La “circulación” como
fundamento ontológico de todas las funciones del dinero ¿En que consiste la
“esencia” de la circulación o su “concepto general” (en abstracto, entonces)?
Marx trata la cuestión en muchos lugares de estas páginas: “Una determinación
esencial (wesentliche Bestimmung) de la circu- lación es la de que hace
circular valores de cambio (productos o trabajo), o mejor valores de cambio
determinados como precios (Preise)” (120,30-32; 103,12-14). “Es una nota
esencial de la circulación el que el cambio se presenta como un proceso, como
un todo fluido de compras y ventas” (130,21-23; 110,44-45). “. . . Esta
renovación constante del mismo proceso constituye de hecho un momento esencial
(wesentliches Moment) de la circulación” (131,32- 33; 111,42-43). Veamos la
cosa desde su origen. Para Marx, el punto de referencia trascendental positivo,
más allá del horizonte ontológico de la circulación (por ello guarda
exterioridad), es siempre la “asociación de hombres libres”: “La relación
social de los individuos entre sí como poder sobre los individuos. . . es un
resultado necesario del hecho de que el punto de partida no es el individuo
social libre”
Es decir, como el origen del producto no es una comunidad de
hombres realmente libres, sino asalariados abstractos solipsistas que adquieren
su socialidad en la. “misma circulación”, y sólo en ella, el ámbito de la
circulación es el horizonte ontológico de constitución de socialidad –en el
capitalismo: “La circulación, por ser una totalidad del proceso social
(Totalität des gesellschaftlichen Prozesses), es también la primera forma (Form
) en la que la relación social. . . se presenta (erscheint) no sólo como algo
independiente de los individuos, sino también como el conjunto del mismo
movimiento social” (131,13-17; 111,27-31). Para Marx, y ahora de manera
definitiva, hasta su muerte, el horizonte de la circulación es el último
constitutivo ontológico del “ser social” capitalista –como diría Lukács. Para
Marx, en cambio, la última fundamentación metafísica (si por meta-física se
entiende el ámbito más allá del ser del sistema vigente, el capitalismo) es el
trabajo humano comunitario, autoconsciente y libre (el futuro “Reino de la
libertad”). La cuestión definitiva es: ¿Dónde se encuentra el orden en última
instancia fundamental, la esencia o el ser de lo económico? ¿En el orden de la
circulación (el intercambio) o en el orden de la producción (del trabajo
humano)? El último fundamento de la circulación será el valor (en su momento:
el capital); el último origen trascendental a la circulación, más allá
(analéctico) de la circulación es el trabajo humano, el trabajo vivo, el mismo
hombre. ¡Todo esto está en juego! y Marx no tiene duda en afirmar al hombre y
su trabajo como el horizonte radical desde donde “aparece” (orden fenoménico)
la totalidad de la circulación (que será después el “mundo”, en su sentido
hegeliano ontológico, de las mercancías). En el orden ontológico de la
circulación los productos “aparecen” como mercancías con un cierto “precio”. El
precio es el número (el arithmós de Aristóteles al que Marx hace relación) o
medida del valor del producto, ahora mercancía, en dinero. Ésta es la cuestión;
el dinero es un “ente”, un “instrumento” que “aparece” desde la esencia de la
circulación. Es más, el dinero es el “ente” que posibilita la existencia misma
de la esencia de la circulación: sin dinero no hay circulación, pero la
circulación es la esencia, el ser o fundamento del dinero. La circulación es la
totalidad; el dinero es un ente. Las “funciones” de este ente muy particular
tocan a la posibilidad de la existencia de la esencia de la circulación. Veamos
cómo. b] El dinero “como medida de valor” El “ente” (Dasein) se muestra o
“aparece” (fenómeno) en primer lugar como medida de valor: “La primera forma
del dinero corresponde a un nivel inferior de intercambio y de trueque, cuando
el dinero aparece todavía más en su determinación como medida (Mass) que como
instrumento de cambio efectivo. . . El hecho de que una mercancía particular se
presente (erscheint) como sujeto-dinero de la cualidad-dinero de todas las
mercancías, se desprende de la esencia (Wesen) misma del valor de cambio”
(95,2-19; 84,5-18). La esencia de la circulación funda la esencia del dinero,
la cual esencia se “aparece” ónticamente como “medida-de” un valor de cambio.
La esencia del valor de cambio es la “intercambiabilidad” (Austauschbarkeit,
dice Marx repetidas veces). Porque una mercancía puede ser cambiada por otra,
significa que tienen un valor equivalente a otro. La mercancía quemide-a-otra,
que en realidad puede ser cualquier mercancía (por ejemplo, los bueyes en
Homero, 102,4; 90,11; o la mandioca en el Brasil prehistórico), en cuanto
medida es ya dinero. Ninguna mercancía puede medirse a sí misma, pero todas
pueden medir a otra; pero no sólo a otra, sino a otra de otro. Para Robinson no
es necesaria ninguna medida (de un producto con respecto a otro) porque no
intercambia con nadie: está solo. La “intercambiabilidad” como esencia del
valor de cambio no sólo supone “otra mercancía” sino “otra persona”, y por ello
es relación social (o comunitaria). En cuanto “número” (arithmós en griego) la
mercancía es siempre “en potencia” (dynámei escribe Marx citando a Aristóteles:
59,7; 53,38) medida de toda otra mercancía. Pero el acto de “medir” (poner en
relación actual un término con otro) sólo lo puede hacer el hombre (“en el
alma”, decía Aristóteles). Por ello la función del dinero “como medida” de
valor de otra mercancía es una “relación” ideal o una referencia ideal de un
término con otro (de allí el “idealmente” en 65,1-2; 59,1): “El dinero es el
medio material en el cual los valores de cambio son sumergidos y reciben una
configuración correspondiente a su deter- minación universal” (95,37-40;
84,34-36). La determinación universal permite la intercambiabilidad de las
mercancías. El fundamento del intercambio o de la medida previa de una sobre
otra se origina en que ambas son producto del mismo “trabajo humano objetivado”
La función “medida-del-valor” del dinero se expresa de la siguiente manera. El
dinero puede medir (flecha a del esquema 10) una mercancía en cuanto ambas son
tiempo de trabajo objetivado. La expresión (flecha b) del valor de cambio
medido por el dinero es el precio. El “precio” (como concepto) es la
“aparición” en la circulación de la “mercancía-medida” actualmente por el
dinero (no en potentia sino actualiter, como gustaba decir Marx). En este
sentido “la mercancía es valor de cambio, pero tiene precio” (123,21-22;
105,17-18). Por ello el precio es una relación externa al valor de cambio
(véase esquema 7). Lo de “externo (Aussere)” nos muestra que se trata de algo
superficial, aparente, fuera-de: “fuera-de” el orden fundamental de la
producción y del trabajo humano. Y por ello “el precio es una propiedad de la
mercancía, una determinación en la que ella es representada (vorgestellt) como
dinero. . . como dinero puesto idealmente” (123,30-34; 105,24- 28). El dinero
evalúa o mide “realmente” al valor de cambio (flecha a), y el valor de cambio
es puesto “idealmente” como dinero (flecha b)
El dinero “como medio de circulación” Dos cuestiones deben
entenderse aquí. La diferencia entre el ser puesto del valor de cambio
“idealmente” y “realmente” como dinero, y los momentos esenciales de la
circulación que definen al dinero como “medio de circulación”. La mercancía “aparece”
en la circulación como teniendo un precio (expresión exterior del valor
intrínseco de trabajo objetivado en el valor de uso/valor de cambio),
abstractamente. En concreto, el precio es una determinación que posibilita los
dos momentos esenciales de la circulación, la compra y la venta: “En cuanto a
la compra y la venta, los dos momentos esenciales (wesentlichen Momente) de la
circulación, son recíprocamente indiferentes y separados en el espacio y en el
tiempo. . . Pero en cuanto ellas son dos momentos esenciales de un todo único,
debe haber un momento en el que la figura autónoma es violentamen- te rota y la
unidad interna es restablecida. . . en la determinación del dinero como
mediador” (132,22-32; 112,32-41). Comprar es transformar dinero (D) en una mercancía
(M). Vender es transformar, en forma inversa, una mercancía (M) en dinero (D).
Ambos actos parten de dos personas diversas, espacial y temporalmente,9 y con
movimiento inverso.10 Pero determinan dos movimientos esencialmente diversos:
M-D-M: se vende una mercancía por dinero para comprar otras mercancías D-M-D:
se compra con dinero una mercancía para adquirir dinero
Los puntos de partida y de llegada son diversos. En el
primero el dinero (D) es medio de intercambio. En el segundo la mercancía (M)
es el medio de intercambio. En el primer caso el dinero es un “instrumento” de
intercambio. En el segundo caso la mercancía es lo materialmente intercambiado.
En ambos casos ocurre lo siguiente: “Si, en los precios, los valores de cambio
son transformados ideal- mente en dinero, en el intercambio, en la compraventa,
ellos son realmente transformados en dinero, cambiados por dinero” (127, 7-9;
108,9-12). El dinero no es el que realiza la “circulación real” de las
mercancías –en el “espacio” y el “tiempo” un camión puede hacerlo realmente–,
11 pero realmente se transforma simbólicamente en la mercancía, en tanto
“transfiere así el título sobre la mercancía al comprador”: “Lo que el dinero
hace circular no son las mercancías sino los títu- los de propiedad sobre
ellas” (128,10-13; 109,4-6). Es en este sentido que “el dinero es no sólo
representante de los precios de las mercancías, sino también signo” (147,
28-30; 125,35-36). En cuanto medida del valor el dinero se “representa” en el
precio; en cuanto medio de circulación el dinero es “signo” de la mercancía. Es
“representación” en cuanto aparece en forma de; es “signo” en cuanto aparece
por. El valor de cambio “idealmente” mide a otro valor (primera “función”), o
el valor de cambio “realmente” significa otro valor (segunda “función”:
instrumento de cambio). En cuanto “instrumento” de la circulación será
necesario ver cuestiones tales como cantidad de circulante, espacio y tiempo
(velocidad) de la circulación del dinero, etc. Cabe todavía destacarse una
cuestión. El cómo Marx describe la transformación de la mercancía en dinero
(M-D) o de dinero en mercancía (D-M). Uno niega al otro y lo expulsa: “Surge
ciertamente una diferencia específica entre la mercancía que está en
circulación y el dinero que está en circulación. La mercancía es expulsada de
la circulación en un punto determinado. . . La determinación del dinero, por el
contrario “consiste en perma- necer en la circulación. . . como perpetuum
mobile” (136,16-25; 115,44-116,6). Volveremos sobre la cuestión en el capítulo
del capital (véase el parágrafo 11.1). d] El dinero “como dinero”
(152,23-171,40; 129,39-146,33) Al dinero estrictamente “como dinero” le caben
todavía tres determinaciones propias: como tesoro, como medio de pago y como
moneda mundial. d.1.] Como tesoro (152,23-161,15; 129,39-137,25). El dinero
“como dinero” aparece bajo la forma de “una existencia autónoma fuera de la
circulación” (152,30; 129,41);12 es decir, el dinero como una realidad
independiente en su “corporalidad metálica” (oro, plata, etc.). El “tesoro”
(objetos de lujo, joyas de oro y de plata, etc.) es una “acumulación de
dinero”, pero por sus cualidades naturales de mercancía, en potentia. Dos
reflexiones caben destacarse. En primer lugar, la autonomía o independencia del
tesoro con respecto a la circulación es sólo aparente: “Su autonomía es
solamente una apariencia; su independencia de la circulación no es en realidad
más que una forma de relacionarse con ella. . . Su entrada en la circulación
debe ser también un momento de su permanecer-dentro-de-sí (Beisichbleibens) y
este permanecer- dentro-de-sí también un entrar en la circulación”
(170,10-171,2; 145,14-45). El “tesoro” acumulado, ocultado, retirado es
negación del dinero actualiter en cuanto tal; y por ello, en cierta manera,
retirarlo de la circulación es negarlo. Además, el “tesoro” encontrado fuera de
la circulación no enriquece sino que empobrece (y, nuevamente, este tema es
fundamental para la cuestión de la dependencia, y al período “dinerario” del
mercantilismo en los siglos XVI y XVII):
“Allí donde el dinero no deriva de la circulación –como en
España– sino que se lo encuentra directamente, empobrece a la nación. . .”
(160,6-8; 136,21-23). Por ello, dichos siglos XVI y XVII (“la época antecedente
al desarrollo de la sociedad industrial moderna se inaugura con la sed
universal de dinero”; 160,1-3; 136,16-18), Marx los llamaría el tiempo del
“mercantilismo monetarista” (“. . . im Monetar, Merkantil)”. Ese tesoro
autonomizado, independizado, nos habla ya del fetichismo del dinero (de los
Manuscritos del 44): “Sobre el dinero como carnicero de todas las cosas, como
Moloch al cual todo es sacrificado, como déspota de las mercancías. . . El
dinero figura efectivamente como el Moloch a cuyo altar es sacrifi- cada la
riqueza real” (133,20-26; 113,22-26).13 “De su figura de siervo [el dinero] en
la que se presenta como simple medio de circu- lación, se vuelve de improviso
soberano y dios en el mundo de las mercancías. Representa la existencia
celestial de las mercancías” (156,15-18; 133,4-7). “La codicia es posible
también sin dinero. . . La sed de placeres en su forma universal y la avaricia
son las dos formas particulares de codicia. . .” (157,14-20; 134,1-6).14 Se
elaboran así, objetiva y subjetivamente, el problema del fetichismo, del culto
al fetiche y la posición subjetiva de sus adoradores. Por ahora, como en los
Manuscritos de144, sólo el dinero es fetichizado en forma de “tesoro”
–posteriormente la cuestión del fetichismo será extendida a la mercancía y a
las diversas formas de capital. d.2.] Como medio de pago (148,19ss; 126,16ss.).
Si el tesoro es una cierta existencia autónoma del dinero como dinero, el
dinero “como forma de pago” es otra de sus formas de existencia: “En la
circulación. . . está siempre supuesta la simultaneidad de los dos polos del
cambio. Pero puede surgir una diferencia temporal entre la existencia de las
mercancías a cambiar. Puede estar en la naturaleza de los procesos
recíprocamente referidos que uno ocurra hoy mientras que el correlativo se produzca
un año después” (171, 41-172,3; 146,34-39). Cuando el dinero es puesto como
representante autónomo del valor de cambio, como “valor de cambio autonomizado”
(172,24; 147,14), puede diferirse un pago y utilizar en el presente una
mercancía. Para poder postergar el pago el dinero es ya considerado “una
mercancía universal, representante de la riqueza universal . No es un dinero
tan autónomo como el tesoro, pero es más autónomo que un mero “instrumento de
circulación” sin capacidad de autonomía. d.3.] Como moneda mundial
(161,20-162,34; 137,26-138, 39). No es lo mismo dinero que moneda, porque “el
dinero (Geld) bajo la forma de medio de circulación es moneda (Münze)”
(161,20-21; 137,26-27). El dinero (p.ej. oro) dice relación a su sujeto
material, en cambio la moneda es completamente independiente. Un producto
cuando es “monetarizado” es negado en cuanto a su valor de uso. Para que vuelva
la moneda a ser dinero es necesario “desmonetarizarla (demonetisiert)” (161,24;
137,30): se presenta simplemente como “oro” y no como “moneda de oro” (la
desmonetarización es el acto por el que se funde la moneda para obtener sólo
oro). Como dinero tiene la mercancía un carácter universal; como moneda, en
cambio, asume sólo un carácter “nacional local” (161,27; 137,33). La moneda es
el dinero que recibe un “título político y habla por así decirlo una lengua
distinta en los distintos países”. Pero desmonetarizado se universaliza
nuevamente: “El dinero pierde su carácter nacional y actúa como medio de cam-
bio entre las naciones, medio de cambio universal, pero no ya en cuento signo,
sino en cuanto determinada cantidad de oro y de plata. . . El oro y la plata
(desempeñan) un papel importante en la creación del mercado mundial
(Weltmarkts). . . El oro y la plata son ahora moneda, pero lo son en cuanto
moneda mundial. . . la mer- cancía accesible en todos los lugares” (161,37
-162,34; 138,1- 39). Todo esto comenzó en la Edad Moderna con el descubrimiento
de América Latina y es el origen histórico de la cuestión de la dependencia.15
El “mercado mundial” es, por otra parte, el horizonte último concreto “en
donde” hay que desarrollar el discurso crítico (y también la cuestión de la
dependencia).16 Mirando hacia atrás, en los dos últimos capítulos, que tratan
del “Capítulo del dinero”, podemos ver que todo comenzó como una crítica contra
Darimon, donde se descubre lo “superficial” de la cuestión del dinero (3.1); lo
que exige “descender” hacia la producción, hasta el valor (3.2) ; para
“retornar” posteriormente de nuevo a la circulación, al precio y el valor de
mercado (3.3). Marx emprende posteriormente su propio discurso, partiendo de la
producción misma (3.4). Vemos así que las reflexiones de la “Introducción” no
fueron sólo por moda que se realizaron. Después, comienza la construcción
sistemática de la esencia del dinero, pero de manera inicial, con vaivenes, con
“idas y venidas”, sin ninguna sistematicidad, por supuesto. Desde las cuatro
“contradicciones” entre la mercancía y el dinero (4.1), propone por primera vez
el horizonte crítico desde donde se sitúa personalmente: la “productividad
comunitaria” (la utopía con estatuto dialéctico) (4.2). Esta utopía no es
ideología ni categoría racional, sino el horizonte crítico desde donde Marx
puede constituir las categorías y realizar el movimiento dialéctico (es el
fundamento mismo de la racionalidad marxista, como el posterior “Reino de la
Libertad”). En la construcción de la categoría dinero parte del tiempo de
trabajo, que mide el valor de cambio y funda el ser del dinero, siendo el propio
trabajo (y su tiempo) el que produce el soporte material del mismo dinero
(4.3). Desde la circulación (4.4), fundada en la producción, es posible definir
las “funciones” del dinero. Como mercancía, entre las mercancías, que “mide” el
valor de otra mercancía (b); como “medio de circulación” (c). El dinero “como
dinero” aparece, en cambio, con diversos grados de autonomía con respecto a las
otras mercancías, como tesoro (d.l), como medio de pago (d.2), como moneda
mundial (d.3). En la “moneda mundial” el dinero alcanza su síntesis: el dinero
es al mismo tiempo universal (mundial) siendo sin embargo una moneda
determinada (oro o plata). Toda la reflexión, metódicamente, se encuentra
siempre en un alto grado de abstracción, es decir, un alto grado de separación
de muchas variables, de muchas determinaciones concretas. En primer lugar,
porque el proceso teórico se desarrolla en el solo ámbito de la circulación o
el intercambio simple. Pero era necesario ir de lo simple a lo complejo, de lo
abstracto a lo concreto. El primer paso, hacia lo concreto, sería preguntarse
por la relación entre el dinero (como objeto) y su posesor (sujeto). La
referencia de la objetividad a la subjetividad como propiedad será la
transición hacia el “Capítulo del capital”. “La propiedad es puesta aquí
únicamente –Marx indica nuevamente un momento metódico de abstracción– como
apropiación del pro- ducto del trabajo a través del trabajo y del producto del
trabajo ajeno a través del propio trabajo”
La conciencia no puede superar su propia contradicción
Princesa ligera ¿Entonces no vale la pena pensar? Pues
pensando solo conseguiríamos desgarrarnos.
Como viviendo, como trabajando, repasemos el movimiento todo
comienza con la donación de la bondad y el retorno a esta bondad por medio de
la fe , el logos es Fe, pero mira su inversión.
1→0→1
↓
0→←1→←1
¿En dónde se está invirtiendo?
Princesa ligera-En un misterio dharmico conflictuado en
contratransferencia
He aquí el trabajo el logos es trabajo, este es el gran
aporte de Marx, que de alguna manera ya está presente en Aristóteles el cual
invierte a Platón pero en Marx la ontología de la energía como trabajo y este
trabajo como base de todo el capital es fundacional por fin se ha logrado un
materialismo, no basado en la naturaleza sino en su transformación, este es el espíritu
objetivo, lo que no comprende Marx es que el trabajo es un reflejo de la bondad
divina de su misterio pascual y no lo puede comprender porque el trabajo ha
quedado enajenado por el capital, si pudiéramos liberal al trabajo de su enajenación
entonces el espíritu absoluto vuelve a sí mismo y se realiza como santidad.
Así tenemos 1(Bondad)→(fe)0→trabajo
intelectual←1→trabajo material←0 (Fe)→1Santidad.
Y entonces solo entonces el espíritu absoluto
se realiza pero para esto el trabajo no puede estar enajenado sino ser
consciente de simismo.
De hecho el movimiento del espíritu es Espíritu absoluto,
Espíritu revelado (arte) recrear , Espíritu subjetivo (filosofía) saber.
1→0→1(espíritu absoluto)→0→1→0(espíritu revelado)→1→0→10(espíritu
subjetivo)
Pero ninguno de estos espíritu pueden realizarce sino se
objetiva y si no supera esa subjetividad para alcanzar su absolución.
Asi como hemos explicaco el Espiritu absoluto solo puede
realizarce como santo si supera el trabajo, es decir si su trabajo es reflejo
de la bondad y como tal manifestación de la belleza aletheia , esto noe s
posible si el trabajo está enajenado.
El espíritu revelado no alcanza su creatividad sino traspasa
él libido
Y el espíritu subjetivo no alcanza su libertad si no
traspasa a la voluntad.
Pero libido, voluntad están inscritas en el movimiento del
trabajo son esenciales a este movimiento así como la recreación poética y el
conocer este inscritos en el movimiento mediado por la fe donde la bondad deviene y se redime por
esto lo fundamental es el trabajo y liberarlo de la transferencia capitalista
que lo deshumaniza es lo más importante, si queremos realzar el espíritu, así que
es un grave error separar lo idealista de lo materialista , el Espíritu se
concreta materialmente y lo material es decir el trabajo solo se libera espiritualmente.
Princesa ligera- Pero para Marx la religión es opio y lo que
toca ya no es interpretar la realidad sino transformarla.
Si una interpretación de la realidad no es posible su
transformación pero aun más toda
interpretación es una
transformación y solo en esa transformación se realiza.
Así la filosofía no es un especular en lo abstracto, sino un
traspasar lo concreto aun si este traspasar nos cueste la viva como le costó a Sócrates y por lo mismo es una realización del
proceso religioso.
Princesa ligera- Así no lo entiende Marx, ni mucho menos los
Marxistas.
Lo sé y en tanto más se tarden en comprender
más divididos estaremos y no se lograra ni la revolución ni el evangelio.
Princesa ligera-¿Entonces no hay revolución sin evangelio?
Y no hay evangelio sin revolución si el espíritu está la comunidad lo comparte todo.
Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las
cosas en común;
Y todos los que creían estaban juntos; y tenían todas las cosas
comunes;
Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes
entre sí;
Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las
cosas en común;
Los creyentes permanecían constantemente unidos y compartían entre
sí todas las cosas;
Todos los creyentes se reunían en un mismo lugar y compartían todo
lo que tenían.
Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común:
Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común:
Todos los creyentes permanecían unidos y compartían sus bienes.
En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo
compartían.
En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo
compartían.
Pero comprendamos
como es que se realiza esta enajenación del trabajo por el capital, para que
podamos lograr un trabajo alterador que no puede ser subsumido en la lógica del
capital.
“En la conciencia” significa: “para la conciencia” de los
que intercambian. Es decir, Marx está describiendo el estatuto ideológico de un
discurso económico que descubre la lógica de determinaciones abstractas como si
fueran la realidad misma. En el intercambio se produce una situación perfecta,
ideal, en la que cada sujeto del intercambio tiene una “libertad total”; siendo
la “transacción voluntaria, sin ninguna violencia de ambas partes”; en la que
cada uno se pone como “medio” para el otro “en esta función de servicio”, y al
mismo tiempo como “fin”, en “el interés egoísta”, ya que “el interés general es
precisamente la generalidad de los intereses egoístas” (182, 38-183,5; 156,11-23).
Así la economía política burguesa, desde una ideología que parte de la
abstracción como realidad (un mecanismo ideológico ingenuo pero efectivo),
pretende que el capitalismo permite al mismo tiempo una igualdad y libertad
total de los individuos y un respeto absoluto a la propiedad de los productos
del trabajo, que se intercambian por las mutuas necesidades: “Éstas, como ideas
puras, son meras expresiones idealizadas de aquél [el intercambio] al
desarrollarse en relaciones jurídicas, polí- ticas y sociales” (183,12-14;
156,30-31). Todo esto está supuesto en el valor de cambio, que exige igualdad
de sujetos, libres, igualdad de mercancías para ser intercambiadas,
reciprocidad, y respeto, por último, de la propiedad (que sólo se funda en el
mismo trabajo).
Marx desea mostrar lo que se oculta detrás de esta ideología
científica (o de esta ciencia con componentes ideológicos): “En el desarrollo
ulterior del valor de cambio todo esto cambiará y se mostrará finalmente que la
propiedad privada del producto del propio trabajo se identifica con la
separación de trabajo y propiedad. De este modo el trabajo será igual a crear
propiedad ajena, y la pro- piedad, a dominar trabajo ajeno” (174,13-18;
148,32-37). Marx explica que “la verdad es que el vínculo entre los individuos
que intercambian se funda en cierta coerción” (183,31-33; 156,45-157,3). Claro
es que para la ideología de la economía política dicha coerción es sólo “la
indiferencia de los otros individuos ante mi necesidad” –es decir, si me veo
forzado a vender mi trabajo, p.ej., en realidad no es coerción sino simple
necesidad–, ya que “en la medida en que estoy determinado y forzado por mis
necesidades, es sólo mi propia naturaleza la que me coacciona” (183,34-40;
157,4-9). Y más bien son las necesidades que tiene el que parece forzado, las
que coaccionan a otros a entrar en el intercambio (y a comprarle, p. ej., su
fuerza de trabajo). En el fondo de este discurso económico burgués, se hace
pasar, ahistóricamente, lo abstracto por real: “No poner de relieve en esta
concepción las connotaciones históri- cas. . . en las cuales los individuos ya
no se vinculan entre sí mera- mente como sujetos del intercambio. . . sino que
establecen entre sí relaciones determinadas” (185,35-40; 158,41-159,3). La
no-historicidad del discurso permite no descubrir las, posiciones ya
determinadas, tales como las de posesión del dinero (después capital) o la
desposesión de sus medios de producción y de su tierra (como campesino
expulsado y empobrecido). Ambos sujetos “aparecen” como iguales siendo en
realidad (no abastracta sino concretamente) desiguales, determinados por una
historia de posesión del producto del trabajo del otro y desposesión del propio
producto del trabajo. Marx indica que esta “ciencia” que sólo se queda en “esas
determinaciones abstractas” que son “las primeras en aparecer”, olvida
demasiadas determinaciones concretas: “Por un lado se olvida desde un principio
que el supuesto del valor de cambio, en cuanto base objetiva del sistema
productivo en su conjunto, incluye ya en sí la coerción del individuo. . . Se
olvida que todo ello presupone además la división del trabajo, etc., . . . Se
desconoce, por otra parte, que las formas superiores. . . del inter- cambio. .
. de ninguna manera quedan fijas en su carácter determi- nado sjmple. . . No se
ve, por último, que ya en la determinación simple del valor de cambio y del
dinero se encuentra latente la con- tradición entre el trabajo asalariado y el
capital” (186,16-39; 159, 18-42). La cuestión es, entonces, que real e históricamente
uno de los sujetos del intercambio (A) se ha transformado en el posesor del
dinero, y que otro sujeto del intercambio (B) sólo es un asalariado que vende
su trabajo. Por ello, aun los socialistas franceses, que ven sólo en el dinero
la causa de todos los males, caen en una ideología deformante: “El deseo de que
el valor de cambio no se desarrolle en capital, o que el trabajo que produce
valor de cambio no se vuelva trabajo asalariado, es tan piadoso como estúpido”
(187,20- 23; 160,20-22). Los bonos-horarios ni eliminan el dinero ni impiden
que éste se haga capital; no impide tampoco que el obrero sea un asalariado. En
realidad no arregla nada, y esto porque ha confundido, en su utopismo, “la
conformación ideal (idealen Gestalt)” del capitalismo (que tiene su
“conformación real”) con el socialismo. La “conformación ideal” del capitalismo
es la idealización abstracta de la circulación simple donde los sujetos y
mercancías son iguales y equivalentes. Es decir, los socialistas utópicos
querrían realizar fácticamente la circulación simple, y destruir desde esa
“imagen refleja” la situación real del valor de cambio desarrollado
complejamente en la histórica sociedad burguesa. Tanto se equivocan
ideológicamente al desarrollar una ciencia, permaneciendo en la circulación
simple, los economistas burgueses, como se equivocan también los socialistas
utópicos que toman la abstracta circulación simple por ideal a realizar en la
vida cotidiana futura. La ciencia económica capitalista llega así a ser una enorme
tautología. Por ejemplo: “El salario es el pago por un servicio que un
individuo presta a otro . . .La ganancia también es el pago por un servicio que
un indivi- duo presta a otro. Por consiguiente el salario y la ganancia son
idén- ticos” (188,27.32; 161, 30-34). En este manejo ideológico seudocientífico
(“ni siquiera es formalmente científica”) “las categorías económicas se
convierten en más y más nombres para la misma relación de siempre” (188,15-16;
161,14-16), y todo queda en el nivel del “sentido común”, y partiendo y
regresando siempre a la circulación simple. Por el contrario, Marx elaborará
diversos niveles de complejidad, y de la circulación simple pasará a los grados
más desarrollados de circulación; y de allí a la producción y el trabajo.
En su nivel profundo, fundamental, el capital es producción.
En un doble sentido: fruto de la producción, instrumento de producción; y al
mismo tiempo síntesis: proceso autorreproductivo desde su permanencia como
“relación social”. Veamos esto por partes.
a] Permanencia (196,30-201,41; 168,43-173,21) La circulación
precede al capital, pero el capital pone los términos (las mercancías) de la
circulación. En cuanto pone los términos el capital “es trabajo acumulado
(realizado), hablando con propiedad trabajo objetivado” (196,30-31; 168,43-44).
Si el capital es valor, el valor es fruto del trabajo, la productualidad del
producto (véase esquema 13) dice relación constitutiva al trabajo: 10 “Si bien
todo capital es trabajo objetivado que sirve como medio para una nueva
producción, no todo trabajo objetivado que sirve como medio para una nueva
producción, es capital. El capital es concebido como cosa, no como relación “
(197,31-35; 169, 34-35). ¿Qué significa esto? ¿Un simple juego de palabras? De
ninguna manera. En el pasado al objetivar el hombre su trabajo en una
herramienta, la transformaba por ello mismo en un medio para nueva producción.
Pero no es capital, porque el capital es el único medio de producción que
consiste en su esencia en ser “valor”, valor que es relación social
(intercambiabilidad) que termina por autorreproducirse: “El intercambio no se
detuvo en la creación formal de valores de cambio, sino que de manera necesaria
evolucionó hasta someter (unterwerfen) la propia producción al valor de cambio”
(198, 23-25; 170,23-26). El hecho de que el valor “ponga-debajo” (unter-werfen)
o domine, subsuma (un nuevo acto de subsunción) a la misma producción como
constituyendo un momento interno de su ser, cambia esencialmente este “medio de
producción”. En realidad el capital no es un instrumento, un ente, una cosa,
sino que es un “proceso”, una totalidad que permanece en el tiempo: fruto del
trabajo, instrumento del trabajo, totalidad que incluye al trabajo y al
producto del trabajo; un círculo que se retuerce sobre sí mismo, “en cuyos
diversos momentos siempre (immer) es capital” (198,5-6; 170,6-7): “La primera
determinación del capital consiste pues en que el valor de cambio salido de la
circulación y premisa de ésta, se conserva en ella y mediante ella no se pierde
al entrar en ella; la circulación no es el movimiento en que desaparece el
valor de cambio, sino, antes bien, el movimiento de su propia presentación como
valor de cambio, su propia realización como valor de cambio. . . Es en el
capital, por vez primera, donde el valor de cambio se pone como tal, y de tal
manera se conserva en la circulación; vale decir, no pierde su sustancia, sino
que se transforma siempre en otras sustan- cias, se realiza en una totalidad de
las mismas. . . Mantiene en cada una de las diferentes sustancias la identidad
consigo mismo. Perma- nece siempre como dinero y como mercancía. . . sólo en
tanto constituye un ciclo de intercambios que permanentemente se re-
nueva” El valor –aunque aquí Marx habla
repetidamente del valor “de cambio”– como tal es lo que permite la subsistencia
o sobrevivencia (permanencia) del capital en sus “diferentes sustancias”; es
decir, determinaciones esenciales o formas de aparición (dinero, mercancía,
producto, etc.). En la circulación simple, cuando el comprador invierte su
dinero, éste es negado (deja de existir para él) y sale de la circulación como
mercancía (que se consume). Tanto el dinero como la mercancía han sido negados
y no tienen permanencia. Bajo la forma de capital, en cambio, el dinero se lo
niega como mercancía pero permanece como valor. El valor o la esencia última
del capital es la totalidad (como la serpiente) que se transforma en diversas
sustancias (como las pieles del animal en su metamorfosis). Su “identidad
(Identität)” –otra manera de denominar el ser para Hegel– no se modifica en la
diferencia: los entes diferentes (dinero, mercancía, etc.)son siempre
manifestaciones de la misma esencia (del capital):
“El carácter imperecedero a que aspira el dinero. . . lo
alcanza el capital, que se conserva precisamente al entregarse a la
circulación. El capital, en cuanto valor de cambio. . . se conserva en cada uno
de los momentos contenidos en la circulación simple; pero además adopta
alternativamente la forma del uno y del otro. . . Cada una de las
determinaciones es al mismo tiempo la relación con la deter- minación
contrapuesta. . . La identidad, la forma de la universalidad que conserva, es
la de ser valor de cambio Cada
determinación aparece en el “mundo” de la mercancía con la apariencia de ser un
ente autónomo. En realidad ellas son (dinero, mercancía, etc.) momentos o
formas, diferencias, de una identidad que las comprende y a través de las
cuales permanece. El capital en su carácter de inmortal (Unvergänglichkeit) se
conserva en su universalidad (valor) gracias y a través de sus determinaciones
fenoménicas (dinero, mercancía). La temporalidad del capital, y su duración que
continúa a través de la continua negación de sus determinaciones, es ya una
característica del capital en relación con todas las otras formas de riqueza.
b] Como proceso (202,1-206,35; 173,22-177,32) Como
conclusión podemos indicar que hasta ahora “la única determinación en que el
capital está puesto como diferencia del valor de cambio inmediato y el dinero,
consiste en la de ser un valor de cambio que se conserva y se perpetúa en la
circulación y mediante ella” (202,2-5; 173,23-27). Pero hay una segunda
determinación o característica que diferencia el capital del simple valor de
cambio o el dinero, y consiste en que el capital “pone” los términos de su
propia circulación. Es decir, la mera circulación manipula las mercancías pero
no las produce (no las “pone”). El capital, en cambio, circula las mercancías
que él mismo produce. El capital “surge de la circulación, por tanto la
presupone, pero al mismo tiempo parte de sí mismo como supuesto frente a ella”
(202,20-21; 173, 39-41). En la circulación simple, hemos dicho, la mercancía
comprada se consume (se niega) y el dinero invertido subsiste autónomamente
(“como ceniza inorgánica” también negado en acto). Son dos entes separados
(mercancía y dinero), mutuamente negados. En cambio, en el capital, aunque el
dinero “salga” a la circulación (es el modo como el valor “sale” a través del
dinero) se niega en la mercancía. La mercancía es consumida, pero no como lo
hace el consumidor que come el pan (en la circulación simple): “Para que esa
salida sea real, el valor de cambio debe convertirse, sí, en objeto de la
necesidad y ser consumido como tal, pero debe ser consumido por el trabajo y
así reproducirse de nuevo”
El valor, que nunca se niega como tal sino que niega sus
determinaciones pero siempre permanece en otra (se niega como dinero pero se
afirma como mercancía; se niega posteriormente como mercancía pero se recupera
como dinero), logra ahora “aumentar su valor”. En la circulación simple, en
principio e igualdad de condiciones, el valor circula pero no crece (igual
dinero por igual mercancía y viceversa). En el capital (o el valor en la forma
de capital) el valor logra aumentar, no sólo permanecer, y todo como un
proceso: “El valor de cambio se pone a sí mismo sólo como valor de cambio,
mientras se valoriza (verwertet), es decir aumenta su valor. El dine- ro. . .
ha perdido como capital su rigidez y se ha transformado, de cosa palpable, en
un proceso. Por lo demás, el trabajo ha modifica- do su relación con su
condición de objeto: también ha regresado a sí mismo. Este retorno consiste en
que el trabajo objetivado en el valor de cambio pone al trabajo vivo (lebendige
Arbeit) como medio de la reproducción de ese valor, mientras que
originariamente el valor de cambio sólo aparecía como un producto del trabajo”
(203, 21-31; 174,39-175,4). El genio reflexivo de Marx ha llegado a un punto
culminante. Su potencia teórica manifiesta en estos textos uno de los momentos
supremos de la capacidad abstractiva y real. La esencia del capital ha sido ya
descrita, abstractamente, en su totalidad. Sin embargo, habrá que desarrollar
lo aquí anotado. De todas maneras ya podemos concluir que el valor en la
circulación simple se diferencia del valor como capital, no sólo por la
“conservación de su identidad”, sino por su capacidad de “reproducción de sí
mismo” (203,20-21; 174,38-39). En resumen, el mismo valor en el intercambio
simple “pasa” a ser subsumido en el capital:
“El capital no es una relación simple, sino un proceso en
cuyos diversos momentos nunca deja de ser capital” (198,4-6; 170,5-7) “. . . El
mismo valor de cambio, el valor de cambio como sujeto (Subjekt), se pone ora
como mercancía, ora como dinero, y justa- mente el movimiento consiste en
ponerse en esta doble determina- ción, y en conservarse en cada una de ellas
como su contraria, en la mercancía como dinero y en el dinero como mercancía. .
. El valor de cambio puesto como unidad de la mercancía con el dinero es el
capital, y ese propio ponerse se presenta como la circulación del capital. (La
cual, empero, es la línea en espiral, una curva que se amplía, no un simple
círculo)” (206,24-35; 177,22-32). La referencia hegeliana es evidente.ll La
unidad, por otra parte, es la esencia; unidad de la identidad y la diferencia,
y la identidad de los diferentes. El valor es la unidad de la mercancía y el
dinero como capital que permanece en el tiempo de un proceso como totalidad de
múltiples determinaciones. Ahora Marx ha madurado suficientemente el problema,
y, por ello, en el nuevo plan que se impone (203,39-204,21 ; 175,9-36) –que ya
hemos tratado en el capítulo 2.4–, aparece ya el “concepto general de capital”,
aunque todavía con cierta confusión la articulación interna de la cuestión.
7. DE LA EXTERIORIDAD A LA SUBSUNCIÓN: CAPITAL Y TRABAJO
(206,36-261,40; 177,33-227,9) (Cuaderno II, desde la página 18, hasta el
Cuaderno III, hasta la página 21 del manuscrito original, entre noviembre y
diciembre de 1857) “Lo único diferente al trabajo objetivado es el trabajo
no-objeti- vado, que aún se está objetivando, el trabajo como subjetividad
(Subjektivität). O, de otra manera, el trabajo objetivado, es decir como
trabajo existente en el espacio (räumlich), se puede situar en contradicción en
cuanto trabajo pasado al existente en el tiempo (zeitlich). Por cuanto debe
existir como algo temporal, como algo vivo (lebendig), sólo puede existir como
sujeto vivo, en el que existe como capacidad, como posibilidad, por ende como
trabajador. El único valor de uso, pues, que puede constituir una contradicción
(Gegensatz) con el capital, es el trabajo (y precisamente el trabajo que crea
valor, o sea el trabajo productivo)”
Para Marx, el capitalismo como totalidad se funda en el
capital, siendo el capital la esencia de todo lo que aparece en el mundo de las
mercancías (el ámbito fenoménico de la conciencia cotidiana). La ontología
piensa la cuestión del ser. Marx desarrolla toda una ontología del capital (y
por ello del capitalismo). Más allá del horizonte que el capital constituye,
como lo absolutamente “diferente” –nosotros hemos expresado este concepto, con
la noción de “distinción”–,1 se encuentra el “no-capital”, la exterioridad, el
otro (como alguien, como “sujeto vivo”): el trabajador como capacidad y
subjetividad creadora de valor. Es exactamente la cuestión de la
“exterioridad”. El momento en el que el trabajo (n en el esquema 12) sea
incorporado al capital (flecha a), por el acto de subsunción, el trabajo, de su
absoluta autonomía externa queda incorporado a la esencia del capital como una
de sus determinaciones: es el trabajo como capital. Tenemos así, como en el
caso del dinero, la mercancía o el producto, una cuarta determinación. El
trabajo como trabajo autónomo (la contradicción absoluta del capital); el
trabajo como capital, y, posteriormente, la aparición del capital como trabajo
(el asalariado frente a la máquina, p.ej., en el proceso productivo de la
valorización del capital mismo).
7.1. LA CONTRADICCIÓN CAPITAL Y TRABAJO (206,36-237,39;
177,33-205,6) De lo que se trata, nada menos, es de la cuestión de la capacidad
autorreproductiva que el capital posee a diferencia de todo otro valor de
cambio (o de uso) en la historia de la humanidad. a] La exterioridad de la
persona del trabajador: la pobreza absoluta Cuál no será mi asombro al leer las
líneas que copio de inmediato. No las había pensado nunca hasta este momento
–aquí en Oaxtepec en diciembre de 1983. Algunos colegas me aconsejaban
simplificar la Filosofía de la liberación y hacerla más comprensible. Otros
colegas hasta han ironizado la cuestión de la exterioridad, el otro como nada
de sentido, el más-allá metafísico del ser, etc., tesis fundamentales de
nuestro pensamiento. Ante el texto que copiamos, esperamos, pueda surgir una
nueva generación filosófica que tome con respeto cuestiones de fondo,
profundas. Marx nos lo autoriza. Léase con detenimiento esta larga cita que
explicaremos por partes después: “La disociación entre la propiedad y el
trabajo se presenta como ley necesaria de este intercambio entre el capital y
el trabajo. El traba- jo, puesto como no-capital (Nicht-Kapital) en cuanto tal,
es: 1) Trabajo no-objetivado, concebido negativamente (aun en el caso de ser
objetivo: lo no-objetivo en forma objetiva). En cuanto tal, es no-materia
(Nicht-Rohstoff) prima, no-instrumento de trabajo, no-producto en bruto: el
trabajo disociado de todos los medios de trabajo y objetos de trabajo, de toda
su objetividad; el trabajo vivo (lebendige), existente como abstracción de
estos aspectos de su realidad real (realen Wirklichkeit) (igualmente no-valor);
este despo- jamiento total, esta desnudez de toda objetividad, esta existencia
puramente subjetiva del trabajo. El trabajo como pobreza absoluta (absolute
Armut): la pobreza no como carencia, sino como exclu- sión plena de la riqueza
objetiva. O también –en cuanto es el no- valor existente (der existirende
Nicht-Wert), y por ello un valor de uso puramente objetivo, que existe sin
mediación, esta objetividad puede ser solamente una objetividad no separada de
la persona (Person): solamente una objetividad que coincide con su inmediata
corporalidad (Leiblichkeit). Como la objetividad es puramente in- mediata, es,
asimismo, no-objetividad inmediata. En otras palabras: una objetividad que de
ningún modo es exterior (ausser) a la existen- cia inmediata del individuo
mismo.
2) Trabajo no-objetivado, no-valor, concebido positivamente,
o negatividad que se relaciona consigo misma: es la existencia no-objetivada,
es decir inobjetiva, o sea subjetiva, del trabajo mismo. El trabajo no como
objeto, sino como actividad; no como auto- valor, sino como la fuente viva del
valor. . . No es en absoluto una contradicción afirmar, pues, que el trabajo
por un lado es la pobre- za absoluta como objeto, y por otro es la posibilidad
universal de la riqueza como sujeto y como actividad; o más bien, que ambos
tér- minos de esta contradicción se condicionan mutuamente y derivan de la
esencia del trabajo, ya que éste, como ente (Dasein) absoluta- mente
contradictorio con respecto al capital, es un presupuesto del capital y, por
otra parte, presupone a su vez al capital” (235,34-236, 29; 203,8-45).
Pido bien perdón por el enorme texto citado, pero se trata,
en mi lectura, de la página filosófica más importante de Marx en los
Grundrisse, y valía la pena no cortar su genial discurso. De esos que en la
historia de la filosofía mundial hay muy pocos. En efecto, ante reflexiones
como éstas muchos marxistas dogmáticos y de manuales protestarán airados. De
todas maneras no pueden negar que es de Marx. Lo que les resultaría difícil, si
no imposible, sería explicarlo y ponerlo como origen de un discurso
revolucionario latinoamericano. a.1] El momento de la negatividad. El
intercambio entre el capital y el trabajo (representado en el esquema 14) parte
de dos términos contradictorios: el capital, que posee trabajo pasado
objetivado como dinero, y el trabajo, que empobrecido sólo tiene que venderse a
sí mismo. Pero antes aun del intercambio, cuando el trabajador no ha trabajado
todavía para el capital, en su exterioridad original, es un “trabajo todavía
noobjetivado”. En cuanto “no”-objetivado es nada; negatividad para el capital;
“son fantasmas que quedan fuera (ausserhalb) de su reino”, y este texto del
Manuscrito del 44, II, continúa: “La existencia abstracta del hombre como un
puro hombre de tra- bajo (Arbeitsmenschen), que por eso puede diariamente
precipitarse desde su plena nada (Nichts) en la nada absoluta (absolute
Nichts), en su inexistencia social que es su real inexistencia.”2 Por ahora nos
estamos refiriendo sólo a la primera “nada” (su “plena nada”), el no-ser del
que permanece todavía fuera del intercambio. Como “fuera” (en la exterioridad)
es noobjetivado, por ello no-capital, no-materia primera, etcétera. Es decir,
en el “mundo” del capital (o lo constituido bajo su horizonte) el trabajador no
es ningún ente: nada. Más allá del capital (y todavía no subsumido; n del
esquema 12) es la noobjetividad (por cuando todavía no es objeto; o si es
objeto, en cuanto no-objetivado es no-objeto: un obrero desempleado). Si la
riqueza es el capital, el que está fuera es la “pobreza absoluta”. Nada de
sentido, nada de realidad, improductivo, inexistente, “no-valor”. A esta
posición de la persona la hemos llamado “el Otro”.3 Pero téngase en cuenta que
el trabajador, en tanto hombre, puede devenir siempre –aun cuando sea un
asalariado– “el Otro” que la totalidad del capital. De hecho, entonces, en su
origen, en el “cara-a-cara” que enfrenta el trabajador ante el capital (el
capitalista en concreto), el trabajo es nada todavía. De otra manera: el
trabajo “no se hace real hasta tanto el capital no lo solicita, no lo pone en
movimiento, ya que la actividad sin objeto no es nada (nichts)” (207,21-23;
178,12-14). En su juventud había escrito: “El trabajador sólo existe como
trabajador en la medida en que existe para sí como capital (als Kapital), y
sólo existe como capital en cuanto existe para él un capital. La existencia del
capital es su exis- tencia, su vida.”4 El obrero que, en su cuerpo
(corporalidad, “rostro” que enfrenta materialmente), se presenta ante el
capital para pedir trabajo, pero cuando todavía no ha objetivado trabajo
alguno, no existe para el capital; su presencia, su “persona” es una
“no-objetividad inmediata”: inmediatamente se percibe su presencia pero todavía
como “existencia puramente subjetiva”, “trabajo vivo existente como
abstracción” y no como realidad (porque para el capital, la totalidad del ser,
el trabajador es real sólo y porque es “en acto” productivo). Resumiendo, como
ente intramundano, como cosa ante la conciencia, como mercancía posible pero
actualmente nomercancía, el trabajador, su trabajo es pura negatividad.
a.2] El momento de la positividad. En un segundo aspecto,
Marx define el momento analéctico por excelencia: toda negación de la negación
parte de la afirmación de la exterioridad (dialéctica positiva y no sólo
negativa como la hegeliana).5 El trabajo no-objetivado, nada en el mundo de las
mercancías, se afirma como subjetividad, como actividad, cuando se “relaciona
consigo misma”. Lo exterior, la alteridad del trabajo no-objetivado, el otro
que el capital (el no-capital más allá del ser –el “ser” del capital es el
valor: “no-valor”–) se afirma a sí mismo “como la fuente viva del valor
(lebendigen Quelle des Werts)”.6 La “fuente” es el hontanar más allá del
fundamento (el valor del capital) de la totalidad como tal. Más allá (metá en
griego) del ser (fýsis en griego) está lo meta-físico, la transontológico, la
exterioridad del capital: el trabajo como actividad de la subjetividad
humano-viviente, corporalidad, rostro y manos sensibles. Es por ello que cuando
venda su trabajo, “expondrá” (como “expone” su cuerpo el héroe ante el pelotón
de fusilamiento o la muchacha de la clase explotada su “propio cuerpo” en la
prostitución) su misma corporalidad a ser deglutido por el capital. Pero antes
del intercambio, el trabajador (a diferencia del esclavo o del siervo del
feudalismo) se afirma como otro, como persona. Esto lo había también escrito
muy claramente en su juventud, pero como objetivación del trabajo fuera del
capital: “Supongamos que hubiéramos producido en tanto que hombres: cada uno de
nosotros habría afirmado (bejaht) en su producción tanto al otro como a sí
mismo. 1) Yo habría objetivado mi indivi- dualidad y su peculiaridad en mi
producción, habría por tanto go- zado doblemente: durante la actividad, la
experiencia de una expresión vital individual, y, al contemplar el objeto, la
alegría individual de saber que mi personalidad es un poder objetivo. . . Mi
trabajo sería expresión vital libre, por tanto goce de la vida. Bajo las condi-
ciones de la propiedad privada es enajenamiento de la vida. . . Bajo las
condiciones de la propiedad privada, la enajenación de mi indi- vidualidad es
tal, que esta actividad me resulta detestable, es un tormento.”
Nos resultaría muy largo mostrar hasta la identidad
terminológica, no sólo de concepto, entre el texto de 1844 en París y el de
1857 en Londres que estamos comentando. En ambos el trabajador, como actividad,
como subjetividad carnal, es exterior originariamente al capital (ya la
propiedad que el capital tiene de su propio trabajo, posteriormente a la
subsunción inclusiva). En cuanto actividad es la “posibilidad universal de la
riqueza”, ya que toda riqueza es producto del trabajo del hombre. Esta potencia
“externa” al capital (inicialmente) se presenta al capital como “pobreza
absoluta”, “desnudez de toda objetividad”, “existencia puramente subjetiva del
trabajo”: el pobre. Retomaremos en el capítulo 17 estas cuestiones radicales
para una filosofía latinoamericana, tal como la hemos entendido nosotros (más
allá de todo pretendido populismo).
b] Del cara-a-cara al contrato de intercambio Hemos ya dado
el primer paso en la descripción, al indicar la radical contradicción entre los
términos de la relación: “El primer supuesto consiste en que de un lado esté el
capital y del otro el trabajo, ambos como figuras autónomas y en contradicción;
ambos, pues, también como recíprocamente ajenos” (206,40-207, 2; 177,37-39).
Pero si pueden presentarse en un mismo “mundo” –el de las mercancías al fin,
para vender y comprar– es porque han acontecido situaciones históricas
concretas (y desarrollo lógico de las categorías, al mismo tiempo).
Transformación de los trabajadores rurales en asalariados.
El trabajo como subjetividad, el trabajador como exterioridad y no-capital
deviene, sin embargo, una mercancía en el mercado; “el mercado, que al
principio aparecía en la economía como determinación abstracta, adquiere
dimensiones totales” (222,1-2; 191,1-2). ¿Cómo es que llega al mercado? ¿Cómo
es que “libremente” se expone y vende su trabajo? ¿No hay una coacción
progresiva e invisible? De otra manera, la subsunción del trabajo libre en
trabajo asalariado se produce por un proceso histórico bien preciso: “En
Inglaterra, por ejemplo, en el siglo XVI y comienzos del XVII la importación de
mercancías holandesas hizo que fuera esencialmente decisivo el surplus de lana
ofrecido por Inglaterra en intercambio. Para producir más lana se convirtió a
las tierras de labranza en pastu- ras para las ovejas. . . Con ello no sólo se
modificó el modo de pro- ducción, sino que se disolvieron todas las relaciones
de población. . .” (196,7-20; 168,20-32). “Holanda influyó de este modo sobre
Ingla- terra en el curso del siglo XVI y de la primera mitad del XVII. En esos
mismos países el proceso ya se había consumado y la agricultura había sido
sacrificada a la ganadería, y el trigo se obtenía de países atrasados
(zurückgebliebnen Ländern) como Polonia, etc., mediante la importación”
(219,31-36; 189,2-6). Si a esto agregamos que: “Allí donde el dinero no deriva
de la circulación –como en España– sino que se lo encuentra directamente,
empobrece la nación, mientras que aquellas naciones que deben trabajar para
arrancárselo a los espa- ñoles desarrollan (entwickeln) las fuentes de la
riqueza y se enrique- cen realmente” (160,6-10; 136,21-25).8 Por sus colonias,
además, España absorbe la mano sobrante del campo (los conquistadores y colonos
en América Latina), y esto produce igualmente la inexistencia de auténticos
asalariados en España. Sin revolución industrial –los comuneros o burgueses
fueron derrotados en Valladar en 1521 por Carlos V– en la metrópolis, las
colonias latinoamericanas fueron periferias de la semiperiferia (España) de la
Europa industrial. Por el contrario en Inglaterra: “La prosperidad de la tierra
se encarece aquí [en Inglaterra] artifi- cialmente para transformar a los
trabajadores [del campo] en asala- riados, hacer que el capital opere como tal
y así volver productiva la nueva colonia; en ella debe desarrollarse la
riqueza, en lugar de emplearla, como en América [Latina], para su entrega
transitoria a los asalariados” (220,24-28; 189,33-38). Debemos, en la filosofía
latinoamericana, poner en relación la cuestión de la subsunción en el capital
industrial de la producción agrícola feudal (teniendo en cuenta las mediaciones
y transición) con la cuestión colonial –como lo ha hecho Mauro Marini.9 Lo
cierto es que el campesino, empobrecido y desposeído de su tierra e
instrumentos de labranza, parte a las manufacturas primero y a las fábricas
después –otros parten como colonos a las colonias, para sólo a fines del siglo
XIX o en el XX efectuar el mismo tránsito que los campesinos europeos
realizaron desde el siglo XV: “El capital surge de la circulación y pone al
trabajo como trabajo asalariado. . . Se deja ver, empero, que con ello sólo ha
creado al trabajo asalariado como su supuesto universal. . . La propiedad mo-
derna de la tierra se manifiesta. . . por la transformación de los tra-
bajadores rurales en asalariados” (220,33-221,1; 189,42-190,5). El trabajo se
presenta como la “pobreza absoluta” también, porque enfrenta al capital con su
pura corporalidad sensible inmediatamente, en su “desnudez de toda objetividad”,
como “despojamiento total” de una subjetividad laborante necesitada, con
hambre, desnuda, sin casa, enfermo. . . ¡Ecce homo! b.2.] El intercambio
desigual. En efecto, “cara-a-cara” el trabajador y el capitalista están ya en
condiciones opuestas pero distintas, ya que “los extremos aquí confrontados son
específicamente diferentes” (207,4-5; 177,42-43). El intercambio es el
siguiente: “1) El trabajador intercambia su mercancía –el trabajo, el valor de
uso que como mercancía también tiene un precio, como todas las demás
mercancías–, por determinada suma de valores de cambio, determinada suma de
dinero, que el capital cede”
El trabajador vende (flecha a del esquema 14, donde VU es
valor de uso) un cierto tiempo de su capacidad, de su corporalidad viviente
como fuerza de trabajo. Y la intercambia por dinero (flecha b, donde VC es
valor de cambio: el capital como dinero), precio de su mercancía: salario.10
Para el trabajador es un intercambio simple. “2) El capitalista recibe a cambio
el trabajo mismo, el trabajo como actividad valorizante (wertsetzende); es
decir, recibe a cambio la fuer- za productiva que mantiene y reproduce al
capital y que, con ello, se transforma en fuerza productora y reproductora del
capital, en una fuerza perteneciente al propio capital” (215,28-33; 185,18-22)
El capitalista compra (flecha a) la actividad valorizante o fuerza creadora de
valor y la paga con dinero (flecha b). En realidad la venta y la compra del
capitalista son “dos procesos distintos” (216,18-19; 186,5-6). Como la compra-venta,
como contrato, da el título de propiedad sobre la mercancía, es en ese momento
que se produce el acto ontológico de la subsunción: el trabajo del obrero es
ahora “trabajo como capital” –ha sido subsumido como un momento del capital
mismo, que sólo espera el comenzar a efectivizarse en el momento que el
trabajador inicie su jornada de trabajo. El trabajador, de “nada” exterior o
alteridad no-objetivada, pasa ahora a ser una subjetividad poseída, cuyo
trabajo en potencia (dynámei le gustaba decir a Marx en griego) ha dejado de
ser del trabajador. En esto consiste “la disociación entre la propiedad y el
trabajo” –con el que comienza Marx el texto largo que citamos en el comienzo de
este parágrafo 7.1.a–, y ahora se entiende también aquello de que el trabajo
“es un presupuesto del capital y, por otra parte, presupone su vez al capital”
(final de dicho texto). El trabajo produce el capital (que no es sino “trabajo
objetivado”), pero desde el intercambio por contrato de trabajo asalariado el
ser del trabajador “presupone” ahora al capital, es un momento del mismo
capital (el trabajo como capital, una de las determinaciones esenciales del
capital y una de las formas de su aparición). Es ahora que desde su “plena
nada” –como exterioridad todavía no objetivada– la subjetividad del trabajador
se torna “nada absoluta” –del texto del Manuscrito del 44, II, citado arriba.
La “nada absoluta” del trabajador es ser, ahora y simplemente, un asalariado:
un ente fundado en el ser del capital. Como subsumido en el ser del capital el
asalariado es “la posibilidad universal de la riqueza como sujeto y como
actividad”, pero no para ser gozado y usufructuado por el trabajador, sino por
el capital. En el intercambio el trabajador recibe dinero. Por ello origina el
silogismo: M-D-D-M. Vende su trabajo (M) por dinero (D) y con ese dinero (D)
compra mercancía para el consumo (M), por ejemplo pan. Consume riqueza pero no
se apropia de riqueza: no se enriquece. “Pertenece totalmente a la circulación
habitual” (216,32-33; 186,19-20). Por el contrario el capitalista recibe fuerza
productiva creadora de valor. Origina otro silogismo: D-M-M-D. Cede su dinero
(D) por trabajo (M), y pone al trabajo como actividad a producir mercancías (M)
que podrá vender por más dinero (D). El valor del capital inicial (D) se ha
mantenido y reproducido. Este segundo proceso “es un proceso cualitativamente
diferente y sólo por error se le puede considerar como intercambio del tipo que
fuere” (216,33-36; 186,21-23). De todas maneras el trabajo ha sido subsumido,
subyugado, ontológicamente incluido en el capital (n pasa por la flecha a a ser
N, una determinación del capital, en el esquema 12), pero es la única
determinación esencial del capital propiamente creadora (ex nihilo) del valor,
del ser del capital –y esto en la invisibilidad del mecanismo mismo, tanto por
parte del trabajador como por parte del capitalista mismo.
“El trabajo no es tan sólo el valor de uso enfrentado al
capital, sino que es el valor de uso del capital mismo. Como no-ser de los valores
en cuanto objetivados, el trabajo es su ser en cuanto no-objetivados, su ser
ideal: la posibilidad de los valores, y como actividad, lo que pone los
valores. . . Mediante el intercambio con el obrero, el capital se ha apropiado
del trabajo mismo; éste se ha convertido en uno de sus elementos y opera ahora,
como vitalidad fructífera, sobre la objetividad del capital, meramente
existente y por lo tanto muerta.
El trabajador, dominado, coaccionado, obligado a
transformarse en asalariado se comporta . . . “. . .como Esaú [que] vendió su
primogenitura por un plato de lentejas. [Así el trabajador] cede su fuerza
creadora (schöpferische Kraft) por la capacidad de trabajo como magnitud
existente. Más bien tiene que empobrecerse. . . ya que la fuerza creadora de su
trabajo como fuerza del capital, se establece frente a él como un Poder ajeno.
Enajena (entäussert) su trabajo como fuerza producti- va de la riqueza; el
capital se lo apropia en cuanto tal. Por ende, en este acto de intercambio está
puesta la separación de trabajo y pro- piedad en el producto del trabajo, de
trabajo y riqueza”
“El plusvalor (Mehrwert) que el capital tiene al término del
proce- so de producción –un plusvalor que, como precio mayor (höherer Preis)
del producto, se realiza tan sólo en la circulación, pero que, tal como todos
los precios que se realizan en ella, por estar ya ideal- mente presupuestos a
la misma, están determinados antes de entrar en aquélla– significa, si
expresamos esto con arreglo al concepto general del valor de cambio, que el
tiempo de trabajo –o la cantidad de trabajo (expresada estáticamente, la
magnitud del trabajo se pre- senta como cantidad espacial, pero expresada
dinámicamente sólo es mensurable por el tiempo)– objetivado en el producto es
mayor que el dado en los componentes originarios del capital. Ello es sólo
posible cuando el trabajo objetivado en el precio del trabajo es menor que el
tiempo de trabajo vivo que ha sido comprado con él”
“Para que aumente el valor de la ganancia (Profit) tiene que
haber un tercero cuyo valor se reduzca. Cuando se afirma que el capitalis- ta
gasta 30 de los 100 en materia prima, 20 en maquinaria, 50 en salario, y luego
vende estos 100 en 110, se pasa por alto que si hubiera tenido que desembolsar
60 por el salario no habría obteni- do ganancia alguna, salvo que obtuviera
además de los 110, un 8.2%, etc. Intercambia su producto por otro cuyo valor
está determinado por el tiempo de trabajo en él empleado. . . El excedente
(surplus) no surge de la circulación, aunque tan solo en ella se realiza. . .
En la misma medida en que se acrecienta la fuerza productiva del tra- bajo,
decrece el valor del salario”
“Si el obrero sólo necesita media jornada de trabajo para
vivir un día entero, sólo necesita, para que subsista su existencia como
obrero, trabajar medio día. La segunda mitad de la jornada laboral es trabajo
forzado, plustrabajo (surplus-Arbeit). Lo que desde el punto de vista del
capital se presenta como plusvalor, desde el punto de vista del obrero se
presenta exactamente como plustrabajo (Mehrarbeit) por encima de su necesidad
como obrero, o sea, por encima de su necesidad inmediata para el mantenimiento
de su con- dición vital”
Para Marx, entonces, el obrero “como obrero” no es lo mismo
que el obrero “como hombre”. En el primer caso su vida consiste simplemente en
usar su fuerza productiva, en el segundo vive cumpliendo necesidades también
culturales y espirituales. Tenemos aquí ya, en germen, el concepto de “trabajo
necesario”. La cuestión más interesante es, por último, cómo es que el
capitalismo ha logrado obligar a realizar “trabajo forzado” sin que el obrero
lo perciba como tal en su conciencia. Es que el capital encubre la “relación de
dominación” bajo el aspecto del “trabajo asalariado”: “El capital como capital
no existe contrapuesto a ellos [los traba- jadores], ya que la riqueza
autonomizada en general sólo existe sea por medio del trabajo forzado directo,
la exclavitud; sea por el trabajo forzado mediado, el trabajo asalariado. Al
trabajo forzado directo se le contrapone la riqueza no como capital, sino como
rela- ción de dominación”
El “plustrabajo” que, el obrero entrega al capital –en el
nivel profundo, III– es percibido como un contrato justo de intercambio igual
–en el nivel II. El capital en-cubre el plustrabajo no pagado dentro del
salario. Allí se encuentra “el surgimiento (Entstehung) del valor” (268,1;
232,25) como plusvalor. Esto no lo han visto claramente ni Ricardo (268, 3ss.;
232,26ss.) ni siquiera los fisiócratas (268,37ss.; 233,17ss.), ni A. Smith
(270,21ss.; 234,33ss.). Sólo un concepto de capital como proceso permite que el
mismo capital “aparezca” en la circulación y la producción, y se “realice” por
último nuevamente en la circulación, y, de esta manera, incluya al proceso de
producción de plusvalor en su interior: “El capital mismo como mediador entre
la producción y la circula- ción” (274,7-8; 237,37-38). “El capital es la
unidad inmediata del producto y el dinero, o mejor entre la producción y la
circulación” (275,1-2; 238,26-27). Y, porque esto es así, el capital encubre al
obrero su propia autogestación, produce plustrabajo en un intercambio desigual
como si fuera igual; el plustrabajo al ser objetivado es el plusvalor.
Subjetivamente, en el trabajador, el plustrabajo es el creador del plusvalor,
como momento objetivo del capital como capital. ¿Cómo es posible que el capital
logre el tal plustrabajo?
8.2. EL PLUSTRABAJO-PLUSVALOR COMO PROCESO CIVILIZADOR
(276,1-284,34; 239,23-247,14) Marx comienza tratando, como la característica
fundamental de la cuestión del plusvalor, lo que después llamará en El capital
plusvalor “relativo”, antes que el plusvalor “absoluto”. Y esto es bien
explicable si se entiende lo expuesto anteriormente. El plusvalor que pasa más
inadvertido a la conciencia (del trabajador y del mismo capitalista) es aquel
“puesto” por el mismo capital (como maquinaria p.ej., lo que llamará
posteriormente “capital constante”) y no por el mero aumento absoluto del
tiempo de trabajo (plusvalor absoluto), que es más fácilmente percibido por la
conciencia como “relación de dominación” pura y simple. Por ello Marx comienza
por el grado más desarrollado de surgimiento de plusvalor, para investigar
posteriormente el grado más primitivo (como categoría y en la historia).
Para poder autovalorizarse el capital necesita más
plustrabajo: “El gran sentido histórico del capital es el de crear este
plustrabajo, trabajo superfluo desde el punto de vista del mero valor de uso,
de la mera subsistencia [del trabajador]. Su cometido histórico está cumplido.
. . por el desarrollo de las fuerzas productivas (Produk- tivkräfte) del
trabajo, a las que azuza continuamente el capital –en su afán ilimitado de
enriquecimiento. . .–, desarrollo que ha alcan- zado un punto tal que la
posesión y conservación de la riqueza gene- ral por una parte exigen tan sólo
un tiempo de trabajo menor para la sociedad entera, y que por otra la sociedad
laboriosa se relaciona científicamente con el proceso de su reproducción
progresiva. . . En su aspiración incesante por la forma universal de riqueza,
el capital, empero, impulsa al trabajo más allá de los límites de su necesidad
natural y crea así los elementos materiales para el desa- rrollo de. . . una
necesidad producida históricamente [que] ha susti- tuido a la natural. Por esta
razón el capital es productivo; es decir, es una relación esencial, para el
desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Sólo deja de serlo cuando el
desarrollo de estas fuerzas pro- ductivas halla un límite en el capital mismo
[sic]” (266,18-267,11; 321,4-40). “Hence the great civilising influence of
capital” (362,9; 313,21-22).2 El trascender las necesidades establecidas es el
progreso, la civilización en general. Claro es que el capital ha superado los
límites establecidos no como servicio al hombre sino como servicio a la
valorización del mismo capital. Por cuanto “el capital es la tendencia
permanente a crear más plusvalor, el límite cuantitativo del plusvalor se le
presenta tan sólo como barrera natural, como necesidad, a la que constantemente
procura derribar” (277,2-5; 240,21-22). El fin del capitalismo se encuentra,
por ello mismo, cuando el capital “halla un límite en el capital mismo” –pero
es una cuestión que trataremos casi al final de este comentario. Vencer los
límites es aumentar la productividad: “El incremento de la fuerza productiva
del trabajo vivo aumenta el valor del capital (o disminuye el valor del
obrero), no porque au- mente la cantidad de los productos. . . sino porque
reduce el trabajo necesario (notwendigen Arbeit), o sea que, en la misma
proporción en que éste disminuye, crea plustrabajo, o, lo que es lo mismo,
plusvalor” (282,10-17; 244,33-245,4).
Siendo el “trabajo necesario” aquel que le permite al obrero
consumir, por mediación del dinero recibido como precio del trabajo vivo
objetivado (el salario), para subsistir “como obrero” (mero productor y no
“como hombre”), todo se dirige a reducir “la proporción entre el trabajo
necesario y el plustrabajo. El plusvalor es exactamente igual al plustrabajo;
el incremento de uno de ellos está medido exactamente por la reducción del
tiempo necesario” (282,24-28; 245,11-15). Pero, no debe olvidarse que si es
verdad que “cuando menos es el tiempo que necesita la sociedad para producir
trigo, ganado, etc., tanto más tiempo gana para otras producciones, materiales
y espirituales. . . Economía del tiempo: a esto se reduce finalmente toda
economía” (101,17-23; 89,27-33). Si esto es verdad cuando el hombre produce
comunitariamente para sí mismo, en cuanto el ahorro de tiempo necesario está
fundado por el capital, dicho ahorro de trabajo vivo no es para el hombre sino
para acrecentar la valorización del capital. De todas maneras, lo que le llama
la atención a Marx –y es el origen remoto de la crisis– es que hay una
proporción inversa entre ahorro de tiempo necesario y valorización del capital.
Aunque se aumente al doble la productividad el valor del capital aumenta sólo
la mitad: “Si el trabajo necesario fuera igual a 1/4 del día de trabajo vivo. .
. o 2/8 [el aumento del valor por una productividad doble sería] 1/4 dividido
entre 2, o igual a 2/8-1/8 igual a 1/8”
En este ejemplo la productividad aumentó el doble (100%),
mientras que el plusvalor pasó de ser 3/4 de la jornada de trabajo (75%) a 7/8
de dicha jornada (87.5%). El plusvalor sólo aumentó un 12.5% contra un 100% de
la productividad. Esto nos lleva a otra conclusión: “Cuando mayor sea el
plusvalor del capital antes del aumento de la fuerza productiva, tanto mayor
será la cantidad de plustrabajo o plusvalor presupuestos del capital, o tanto
menor desde ya la frac- ción de la jornada de trabajo (Arbeitstag) que
constituye el equiva- lente del obrero, que expresa el trabajo necesario, y
tanto menos el crecimiento del plusvalor recibido por el capital gracias al
aumento de la fuerza productiva” (283,27-35; 246,9-15). Esto será esencial para
comprender la cuestión de la dependencia, cuando se enfrenten capitales con
diversa inclusión previa de plusvalor, porque “cuanto más desarrollado sea” ya
el capital. . . tanto más formidablemente tendrá que desarrollar la fuerza
productiva para valorizarse a sí mismo” (283, 36-38; 246,17-19). El impulso
“civilizador” del capital, o la necesidad de autovalorizarse de manera
desesperada venciendo nuevos límites cada vez más altos, lejanos, difíciles; es
el producto de la tendencia que Marx defíne: “La autovalorización del capital,
se vuelve más difícil en la medida en que ya esté valorizado” (284,6-8;
246,28-29). De todas maneras, este análisis es una abstracción, en cuanto se
eliminan metódicamente muchas variables. La inclusión de muchas otras variables
concretas modificarán las conclusiones, pero esto “corresponde ya a la teoría
de la ganancia” (284,22; 247,3), que se sitúa en el nivel más complejo y
superficial de la circulación (niveles I y II del esquema 15). Como podemos
observar, para Marx, la cuestión del plusvalor se sitúa, en cambio, en el
pasaje del “trabajo” (T) al “producto” (P), como determinaciones abstractas del
capital (es el momento del proceso del capital comprendido con el corchete x en
el esquema 15).
8.3. INCREMENTO DEL VALOR. PLUSTRABAJO RELATIVO Y ABSOLUTO
(285,1-299,2; 247,16-259,21) Como ya hemos dicho, Marx se interesa
principalmente en el modo más oculto de plusvalor, el plusvalor relativo, pero
por ahora bajo la forma de plustrabajo relativo: “Si el capital ya ha
incrementando tanto el plustrabajo que toda la jornada de trabajo vivo ha sido
consumida en el proceso de produc- ción (y tomamos aquí la jornada de trabajo
como la cantidad natural de tiempo de trabajo que el obrero puede poner a
disposición. . .), el incremento de la fuerza productiva no puede aumentar al
tiempo de trabajo” (286,1-9; 248,9-16). Si el obrero trabaja 16 horas llega al
límite de su resistencia y se enferma, muere. No es posible aumentar más el
plustrabajo natural o absoluto; pero, en cambio, por medio del aumento técnico
de la productividad se puede llegar a mayor producción en el mismo tiempo (es
decir, a reducir el trabajo necesario): “[En este caso el] valor no ha crecido
porque haya crecido la canti- dad de trabajo absoluta, sino la relativa; o sea
que no ha crecido la cantidad total de trabajo. . . [No ha habido] ningún
incremento absoluto de plustiempo (plustiempo de trabajo), sino que la cantidad
de trabajo necesario ha disminuido, y por esta razón ha aumentado el
plustrabajo relativo” (286,15-21; 248,22-29). En el ejemplo anterior (esquema
16) el obrero siempre ha trabajado el día entero (8/8), con una cierta cuota de
plutiempo (Surpluszeit) (3/4 de la jornada); luego de doblar la productividad
aumenta el plustiempo (7/8) y baja el tiempo necesario (de 1/4 a 1/8). El
descenso de tiempo necesario es lo mismo que disminución de salario real, ya
que se le pagará igual precio por un trabajo que produce más. Allí se encuentra
el secreto y el fundamento de la ganancia en la circulación (que se tratará
después). De todas maneras, Marx va viendo con mayor claridad la cuestión, al
indicar “que el elemento de la acumulación de los capitales, según el propio
Ricardo, está puesto tan plenamente por el plustrabajo relativo –y no podría
ser de otro modo– como por el absoluto” (289,37-40; 251,27-30). Hay entonces
plustiempo durante el cual se cumple un plustrabajo que se objetiva en
plusvalor. Es absoluto cuando simplemente se le agrega tiempo natural (si “el
obrero hubiera trabajado 10 horas en lugar de 8, hubiese aumentado su tiempo
absoluto de trabajo”; 289,13-14; 251,1-3). Es relativo cuando indica una
proporción entre aumento de productividad, disminución del tiempo necesario y
por ello incremento absoluto de plusvalor (aunque descenso de la tasa o índice
del plusvalor, como ya Marx lo va descubriendo). Por esto, realizado un
incremento de valor se hace cada vez más difícil repetirlo, como hemos dicho,
porque el capital debe aplicarse a aumentar el plustrabajo con mejoras que
cuestan demasiado: “Todo incremento de la masa del capital aplicado puede
aumentar la fuerza productiva no sólo en una proporción aritmética, sino
geométrica, mientras que sólo puede incrementar en una proporción mucho menor la
ganancia. . . El efecto que el incremento del capital ejerce sobre el aumento
de la fuerza productiva es infinitamente superior al que el incremento de la
fuerza productiva ejerce sobre el crecimiento del capital”
De todas maneras el capital se las arregla para incrementar
su valor, no sólo por el aumento relativo por la mayor productividad, sino
también por el aumento absoluto, por el mayor tiempo de trabajo. También hay
otro medio de incremento: “Dinámicamente puede realizarse un nuevo trabajo vivo
(sea po- niendo en movimiento el trabajo anteriormente dormido), o crean- do
nuevos obreros (activando la población). . . sea logrando el mismo resultado al
introducir trabajo objetivado en un nuevo país, median- te la ampliación del
comercio” (292,30-40; 254,2-13). Véase cómo Marx relaciona, como modos de
incremento posible del valor, el aumento de la población en las metrópolis y la
inclusión de la población de las colonias –en una misma cuestión de plustrabajo
absoluto. En efecto, el mismo Ricardo “en ninguna parte analiza el crecimiento
de la población como un elemento del incremento de los valores de cambio”
(292,30-31; 254,40-42). Esto determina todo un círculo: “Los capitales se
acumulan con más rapidez que la población; con ello sube el salario; con ello
la población; con ello el precio de los cereales; con ello la dificultad de la
producción y con ello [la di- ficultad del incremento de] los valores de
cambio”
“Hemos visto hasta ahora cómo, mediante el proceso de
valoriza- ción el capital 1) ha conservado su valor merced al intercambio. . .
con el trabajo vivo; 2) ha aumentado, creando un plusvalor. Como resultado de
esta unidad del proceso de producción y del de valori- zación, se presenta
ahora el producto del proceso, es decir, el capital mismo surge, en cuanto
producto, del proceso cuyo supuesto era él; como producto que es valor; o el
valor mismo se presenta como producto. . . Este valor en cuanto tal es dinero.
. . y para ser puesto como dinero tiene que realizarse (realisieren)
primeramente en el intercambio en cuanto tal”
En primer lugar, el capital tiende a disminuir el tiempo
necesario mediante el incremento de la fuerza productiva; con esto “reduce los
costos de producción”, es decir es una “desvalorización constante del capital
existente” (354,10-25; 306,14-27). En efecto, al disminuir el tiempo de trabajo
en el mismo producto disminuye su valor. Con ello, todos los productos del
mismo tipo se desvalorizan: hay aniquilación de capital –esto tendrá mucha
importancia en el enfrentamiento de capitales más desarrollados del centro
contra los menos desarrollados de la periferia: habrá aniquilación de capital
periférico. Esta desvalorización es un momento esencial del ser del capital,
del capital en general, de los capitales concretos, de las ramas de la
producción y en la relación entre naciones. En vista de la cuestión de la
dependencia obsérvese esta formulación: “Un crecimiento general y repentino de
las fuerzas productivas desvalorizaría relativamente todos los valores
existentes, objetivados por el trabajo en un estadio inferior de las fuerzas
productivas, y por consiguiente aniquilaría capital existente, así como capacidad
de trabajo existente”
El capital puede ser aniquilado (vernichtet), y ese destino
está en su esencia. En segundo lugar, siendo el capital también dinero, y
sabiendo que el dinero es “la forma de realización del capital”
(364,34; 315,33) o la forma del capital en cuanto valor
propiamente dicha, cuando el dinero se transforma (metamorfosis del capital) en
mercancía puede (siempre es posible, in potentia) no llegar a realizarse
nuevamente como dinero. En esta posibilidad de no realización en dinero (pura
potencia frecuentemente actualidad) estriba la esencial desvalorización del
capital. En el proceso del capital (del dinero a la mercancía y el retorno al
dinero) hay muchos momentos donde el “fracaso (Scheiterns)” es posible: “Si
este proceso fracasa, y la posibilidad (Möglichkeit) de tal fracaso está dada
en cada caso por la simple separación (Trennung), [de cada fase], el dinero del
capitalista se habrá transformado en un producto sin valor (wertloses)”
(355,2-5; 306,45-307,2). Las “posibilidades” de desvalorización se producen en
el “pasaje” (Übergang) del dinero que “entra” en la circulación al “comprar”
trabajo y medios de producción (flecha a del esquema 18). Puede igualmente
“perderse” en el mismo proceso de producción (flecha b); o en la puesta del
producto en el mercado (flecha c); o en la venta de la mercancía (flecha d); es
decir, que no lograría realizarse o recuperarse como dinero. Como puede
observarse, hay sólo un momento esencial de valorización: en la producción del
producto (flecha x) (donde entra trabajo vivo: T, usando los medios de
producción: Mp). En esta siempre posible desvalorización se encuentra el
fundamento esencial de la crisis y la competencia (y por ello el sentido de la
cuestión de la dependencia). Ya lo veremos. Esta desvalorización, como hemos
repetido, es potencial:
“Suceda esto o no [la desvalorización], en todo caso la
desvaloriza- ción constituye un momento del proceso de valorización. . . Si me-
diante el proceso de producción se reproduce el capital como valor y nuevo
valor, al mismo tiempo se le pone como no-valor (Nichtwert), como algo que no
se valoriza mientras no entra en el intercambio. . . [Ya que] el nuevo valor
tan sólo puede realizarse en la venta” (355, 6-44; 307,4-40). Marx se centra,
ahora, sólo en el momento del “pasaje” de la mercancía al dinero (venta: flecha
d). Muestra que el capital encuentra así “barreras que quedan al margen del
mismo” (356,13-14; 308,8-9), ya que el capital no tiene dominio sobre lo que
está “fuera” de su control, y dichos factores incontrolables se le manifiestan
como “límites” o “barreras” (crisis y competencia, sobreproducción todo en
potencia, como posibilidades que surgen desde su esencia): “Para la mercancía
la primera barrera, por consiguiente, es el con- sumo mismo, la necesidad que
se tenga de ella” (356,22-23; 308, 16-17).2 El que muchos posibles compradores
necesiten la mercancía no está (del todo, aunque hoy hay proceso de propaganda
que permiten “asegurar” este pasaje) en la esencia del capital: está fuera de
él. Es decir, no hay seguridad sobre “la magnitud existente del consumo o de la
capacidad de consumo. . . Como valor de uso el producto tiene en sí mismo una
barrera –precisamente la barrera de la necesidad que de él existe, la que no se
mide por la necesidad del productor, sino por la necesidad total de quienes
intercambian” (356,35-357,13; 308, 28-309,6). Por otra parte, hay que
“encontrar un equivalente disponible para ella” (356,27-28; 308,21-22): “En
cuanto nuevo valor. . . parece existir una barrera a la magnitud de los
equivalentes disponibles, ante todo dinero. . . El plusvalor (se comprende que
respecto del valor originario) requiere plusequi- valente (Surplusäquivalent)”
(357,16-21; 309,11-15).
Es decir, si hay nuevo valor en el “mundo de las mercancías”
(plusvalor), no se sabe de dónde habría “plusdinero (Surplusgeld)” (358,39;
310,25). Si se produce este “másdinero”, simplemente se desvalorizaría el
resto. Por último, si hubiera necesidad del consumo de la mercancía y dinero
disponible, es necesario venderlo, ya que “para renovarse (el capital), todo el
producto tiene que transformarse en dinero, y no como en fases antiguas de la
producción, cuando el intercambio sólo comprendía la producción de excedentes y
los productos excedentes, pero de ningún modo todos los productos” (357,35-39;
309,29-33). Todo producto que quede en manos del capitalista se aniquila en su
valor –no así en el esclavismo, feudalismo, etcétera. Esto no quiere decir que
Marx piense que el capitalismo, debido a sus contradicciones esenciales,
desaparecerá de inmediato o pronto: “Problema aparte es el de cómo, en la
producción fundada en el capital, se eliminan asuntiva (aufgehoben) y
constantemente esas contradicciones, pero también constantemente se las repro-
duce. . . Lo importante es, por ahora [metódicamente], comprobar la existencia
de tales contradicciones. Todas las contradicciones de la circulación reviven
bajo una forma nueva” (357,41-358,8; 309,35-41). Téngase esto muy en cuenta
para una teoría de la dependencia, donde se “reavivarán” todas las
contradicciones. El capital encuentra entonces “barreras”: como valor, “la producción
ajena” (la del que vende su trabajo); como valor de uso (mercancía), “el
consumo ajeno”. Esas “ajenidades” no controlables son su potencial perenne
desvalorización esencial. En tercer lugar, “en el concepto general del capital”
deben considerarse también “las condiciones exteriores” de su valorización –y
como “exteriores” no son tampoco controlables. Esto se juega tanto al nivel del
plusvalor absoluto como del relativo. La producción de plusvalor absoluto
necesita “la producción de una esfera de la circulación constantemente
ampliada. . . La tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en
la idea misma del capital. Todo límite se le presenta como una barrera a
salvar” (359,25-360, 11; 311,12-28). ¿No es acaso una actualización de la desvalorización
del capital, por ejemplo, el estrechamiento de la esfera de la circulación que
se produce con la liberación nacional (mercado nacional) de los países
periféricos? ¿No estará esta razón, por último, en el fondo de la guerra por la
liberación centroamericana (y latinoamericana en definitiva)? Pueden sacarse
muchos corolarios, desde la esencia del capital, para la cuestión de la
dependencia. Por su parte, la producción de plusvalor relativo exige igualmente
una ampliación: “Primeramente, ampliación cuantitativa del consumo existente;
segundo: creación de nuevas necesidades, difundiendo las existentes en un
círculo más amplio; tercero: producción de nuevas necesida- des y
descubrimiento y creación de nuevos valores de uso” (360, 24-28; 312,6-10). En
cuarto lugar, y como resultado de lo anterior, ahora se puede comprender que la
superproducción y la crisis son, simplemente, la actualización del proceso
siempre potencial de desvalorización esencial del capital: “Toda la
controversia en torno a si la superproducción es posible y necesaria desde el
punto de vista del capital, gira alrededor de si el proceso de valorización del
capital en la producción pone directa- mente su valorización en la circulación,
o de sí su valorización puesta en el proceso de producción es su valorización
real” (363, 14-19; 314,17-22). Si la valorización (confundiendo plusvalor con
ganancia) se produce en la venta (flecha d del esquema 18) (circulación),
superproducción significaría haber producido demasiado. Si la valorización se
produce en la producción (flecha x) la superproducción es en realidad otro
fenómeno: “Hay superproducción o, lo que es lo mismo, producción [cuando] no
[es] transformable en dinero, no transformable en valor, produc- ción que no se
confirma en la circulación” (364,38-41; 315,37-40). Que haya un “producto
ofrecido invendible” significa que “la oferta y la demanda” no son “idénticas”.
La posibilidad de la no-identidad o del “desequilibrio” se funda en la esencia
del capital y en la separación de sus fases (mercancía-dinero) dentro de un
proceso simultáneo de desvalorización. Es por ello por lo que “la crisis
general de la superproducción” (365,39; 316,33-34) simplemente es la “gran
borrasca”, la actualización de la contradicción que anida en la esencia del
capital como desvalorización constante. De la misma manera, porque el capital
tiene la “tendencia” esencial a procurar desmesuradamente “plustrabajo,
plusproductividad, plusconsumo (Surplusarbeit, Surplusproduktivität
Surpluskonsum)” (366,8-9; 316,42-43), destruye siempre el equilibrio ya
establecido de una “producción proporcionada (proportionate production)” (que
iguala la oferta a la demanda). Es decir, por la violencia siempre renovada de
poner más plusvalor es “la competencia esa tendencia interna del capital [que]
se presenta como coerción a que lo somete el capital ajeno” (366,9-11;
316,44-317,1). Véase entonces que, para Marx desde un punto de vista metódico y
dentro de la consideración del capital “en general”, la competencia no es otra
cosa que “la naturaleza interna del capital, su determinación esencial. . .
[de] poner y eliminar continuamente la proportionate production” (366,23-31;
317,13-20); y, todo esto, antes de considerar a la circulación como tal y el
enfrentamiento entre muchos capitales –es decir, se trata del análisis de la
competencia y la circulación en el capital en general: no en un capital sino en
la esencia del capital.
“En una crisis –en una depreciación general de los precios–
hasta cierto punto se produce, al mismo tiempo, una desvalorización o
aniquilación general de capital. . . La aniquilación de valor y capital que se
opera en una crisis coincide con –o equivale a– un creci- miento general de las
fuerzas productivas, el cual no acontece por obra de un aumento real de la
fuerza productiva del trabajo (no cabe aquí [sic] analizar en qué medida ocurre
ese aumento a consecuen- cia de las crisis), sino por la disminución del valor
efectivo de las materias primas, máquinas, capacidad de trabajo. . . El otro
aspecto de la crisis se resuelve en una disminución real de la producción, del
trabajo vivo, a fin de restaurar la relación correcta entre el trabajo
necesario y el plustrabajo, sobre la cual en última instancia se fun- damenta
todo”
Ésta sí que es una “última instancia (letzter Instanz)” de
toda crisis: la relación entre trabajo pagado y trabajo no-pagado. La crisis es
el estado de “violencia” generalizado, cuando unos capitales desaparecen (y
países también) –y que incluye guerras, como las mal llamadas dos “guerras mundiales”
que sólo fueron intracapitalistas por la hegemonía del mundo capitalista (que
perdió Inglaterra y ganó Estados Unidos, defi- . nitivamente en 1945). En la
crisis, la actitud de “valentía”14 guerrera es esencial, donde la lucha de un
capital contra otro, de una rama contra otra, y de un país contra otro –que
debe explicar la cuestión de la dependencia– vuelve actual el dicho de Hobbes:
Homo homini lupus. Todo esto exigido porque un “proceso de desvalorización”
carcome al capital como totalidad y, para sobrevivir, el capital inmola sus
miembros menos desarrollados (subdesarrollados: capitales individuales, ramas
atrasadas, países periféricos, en la “competencia” despiadada de la crisis)
para “aparecer” nuevamente renovado en un nuevo nivel aún más desarrollado de
las fuerzas productivas: superando la crisis y poniendo (desde los supuestos de
la superación) las condiciones de posibilidad para la próxima crisis, más
profunda, más esencial, más cerca del fin. Pero el capital tendrá, todavía,
muchas maneras para salir victorioso. . . mientras los oprimidos (el trabajo
vivo en el capital, las clases trabajadoras en los países desarrollados y los
pueblos de los países periféricos) no demuestren su voluntad de liberación. . .
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