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domingo, 24 de julio de 2022

Campos ontológicos Lo emocional

 

 

 

 

 

Campos ontológicos

Lo emocional

El amor y el odio en la levedad del ser y la gravedad del devenir

El grave problema de nuestro tiempo es  el ascender espiritualmente, si comprendemos que lo real es El espíritu mismo en su levedad del ser como un motor inmóvil y la realidad es la gravedad del devenir donde el Espíritu se materializa causando todas las contratransferencias y esfuerzos, sabremos que cualquier otredad que informe nuestra mente deformándola, lo que pretende es que no ascendamos espiritualmente, por esto todo poder falso se basa en impedir el ascenso espiritual para continuar con su dominio. Así la represión no  es una contra transferencia al deseo sino al propio espíritu que se manifiesta en ese deseo que no es otra cosa sino su anhelo por ascender a la integración divina en el amor perfecto donde se descubre el ser.    

Más es justamente el amor el que permite este ascenso veamos los campos ontológicos hasta aquí expuestos.

Hemos visto el del trabajo que nos sitúa  en la gravedad del devenir, lograr desde el trabajo ascender a la levedad del ser requiere de toda la técnica que suprima toda técnica y deje al espíritu manifestarse pero para esto tiene que superarse el segundo campo ontológico el del libido y salir del bucle contra transferencial, logrando una sin transferencia que nos lleve al chi y su flujo como el carnicero que sabe cortar la carne en el Zhuangzi más la clave está en el campo ontológico  emocional.

¿Qué  es un campo ontológico?

Es el fluctuar de la transferencia del ser

En esa fluctuación reconocemos 7 niveles

El del trabajo una fluctuación energética con mucho  esfuerzo donde el ser tiende a la contratransferencia.

El libido una fluctuación donde el ser queda atrapado en bucles sin lograr integrarse ni realizarse. 

  El chi o qi donde el ser por fin logra la transferencia, este es campo ontológico del poder donde se pasa de la gravead del devenir a la levedad del ser

El campo emocional donde se despolariza el ser logrando la conversión y la sintransferencia

 

El campo del logos donde se da el discurrir

El campo del Espíritu

Y el campo del ser en sí mismo o campo divino donde se supera todo campo y el ser simplemente es.

 

 

Por ahora comprendamos el campo emocional

Nosotros al nacer quedamos en un campo emocional polarizado y con nosotros el ser que está en nosotros.

¿Qué es el ser?

El ser es Dios y él nos transfiere el ser en la creación dándonos entidad

Ese  darnos entidad es un invertirse del ser en el no ser.

Así que en relación con Dios somos un ente que no es cuya tarea es convertirse al ser.

Este convertirse siempre será un acto emocional donde nos despolarizamos de la lucha contra Dios y aceptamos rendirnos a él.

Este proceso se dará sintiendo culpa la cual nos llevara un suicidio volitivo.

Y aun nacimiento Espiritual donde el arquetipo que es Cristo actuara en nosotros.

Más somos bebes espirituales tendientes en nuestra voluntad carnal a la polarización emocional.

¿Qué es esta polarización emocional?

Es un bloquear el amor y toda su conmoción, en la que la morimos y nacemos  

Todo movimiento del Espíritu esta llevado por esta conmoción.

Y nosotros naturalmente bloqueamos esta conmoción

Endurecemos nuestro corazón.

El odio y el amor mueven toda la energía

Nosotros evitamos ambos para lograr un equilibrio en la polarización donde aparentamos un estar bien mientras estamos bloqueados por dentro.

El odio polariza de tal manera las cosas en una contratransferencia que hace posible el salto a una sintransferencia donde se dé  la despolarización.

Pero esto exige una decisión espiritual un perdonar, más es Dios mismo el que espiritualmente nos conmueve emocionalmente.

Toda ética debe estar basada en esta conmoción.

Siendo no una ética materialista o formal como la de Kant  

         

   1ª. Toda Ética material ha de ser forzosamente Ética de bienes y de fines.

La ética no es material es decir no busca la felicidad, la encuentra en el cumplimiento de su deber pero su deber no nace de un racionalismo formal sino de una conmoción emocional, el arquetipo nos da una ley natural espiritual que será la base para la ética material y formal pero que no puede cumplirse en ninguna de ellas, porque solo en la conmoción amorosa encuentra su camino esté  pasara por lo formal y material superándolo.   

 

2ª. Toda Ética material tiene, forzosamente, validez inductiva, empírica y a posteriori tan sólo; únicamente la Ética formal es a priori, con certeza independiente de la experiencia inductiva.

Más allá del a priori  y el a posteriori, es decir antes del a priori y des pues del aposteriori está  el sentimiento de paz o de culpa, que podemos anular de nuestra conciencia por medio de una decisión en la que reprimimos nuestros sentimientos lo cual nos enfermara psicológicamante.

 3ª. Toda Ética material es forzosamente Ética del éxito, y sólo una Ética formal puede reclamar la disposición de ánimo, o el querer ínsito en esa disposición de ánimo, como primitivos depositarios de los valores bueno y malo.

La bondad es emocional se siente cuando logramos despolarizarnos y entran en comunión con nuestros prójimos y con Dios, así mismo la maldad se siente en la soledad desesperada.  

 4ª. Toda Ética material es forzosamente hedonismo y se funda en la existencia de estados de placer sensible producidos por los objetos. Sólo una Ética formal es capaz de evitar la referencia al estado de placer sensible, al mostrar los valores morales y fundamentar las normas morales que en ellos descansan.

La emoción no nace de un estado de placer del libido no se trata de destensar nuestra psiquis, en la emoción hay un sentimiento y en el sentimiento hay un sentir el Espíritu y sus arquetipos, esta se manifestara materialmente conmoviendo nuestra conciencia, el amor nos llevara la levedad del ser el odio a la gravedad del devenir. En este sentir hay valor produciéndose una axiología, podemos invertir estos valores y manipular emocionalmente más el espíritu luchara dentro nuestro para lograr la conversión, más la decisión será nuestra y entonces no se trata de negar la ética formal sino de negarla dialécticamente ni tampoco negar la ética material sino de negarla dialécticamente, la felicidad no está  en los fines alcanzados, ni la paz en el deber cumplido   sin miramientos, sino en la realización Espiritual donde el amor en un camino de dolor y gozo nos lleva al encuentro con los otros y nosotros mismos despolarizando nuestros campos emocionales.        

 

5ª. Toda Ética material es necesariamente heterónoma; sólo la Ética formal puede fundamentar y afianzar la autonomía de la persona.

La Autonomía es una religación espiritual con Dios y con los otros hecha emocionalmente sino es solo soledad y orgullo, entonces la ética integra lo heterónomo y lo autónomo en lo espiritual emocional siendo diferente en cada caso particular.

 6ª. Toda Ética material conduce a la mera legalidad del obrar, y sólo la Ética formal puede fundamentar la moralidad del querer.

El Verdadero Deber es un querer divino y ese querer divino está  en  el amor por lo mismo no se trata de tomar conciencia y actuar en consecuencia sino de conmovernos interiormente y en esa conmoción ser capaces de reflexionar en la imagen de Cristo y actuar materialmente en él.     

7ª. Toda Ética material coloca la persona al servicio de sus propios estados o de las cosas-bienes extrañas; sólo la Ética formal puede descubrir y fundamentar la dignidad de la persona.

La dignidad, la grandeza está  en el corazón misericordioso no en el sacrificio racional.   

 8ª. Toda Ética material debe, en último término, colocar el fundamento de las valoraciones éticas en el egoísmo instintivo de la organización de la naturaleza humana, y sólo la Ética formal puede fundamentar una ley moral independiente de todo egoísmo y de toda peculiar organización de la naturaleza humana, ley generalmente válida para todo ser racional.

El fundamento del hombre no es su voluntad egoísta sino su luz espiritual interior a la que se niega a seguir su voluntad egoísta pero de nada sirve un deber sin amor si yo reprimo mi voluntad tarde o temprano me terminara ganando, tengo que morir y nacer, tengo que despolarizar mi campo realmente y ser vulnerable.    

 

 

Prólogo a la segunda edición alemana La primera edición de esta obra estaba ya agotada desde hace largo tiempo; la considerable demora con que aparece la segunda edición se debe a las adversas circunstancias de nuestros días. Esta segunda edición es una reimpresión exacta de la primera. El pensamiento que por un momento le vino al autor de proceder a una refundición y complementación de la obra, donde habría encontrado acomodo y evaluación la múltiple y dispar crítica suscitada por las ideas de esta obra, fue rechazado en seguida. A este respecto le fue decisiva la consideración de que el autor no se veía obligado a pensar de un modo distinto en ningún punto esencial de la obra, y, por otra parte, que la obra, ya recargada en sí de ideas comprimidas y digresiones a otros dominios de la filosofía, se hubiera complicado aún más. El lector debe aguardar de este prólogo una breve aclaración sobre tres puntos: sobre el efecto científico que hasta ahora ejerció el libro; sobre el puesto que a esta obra corresponde en el contexto de los trabajos del autor publicados desde su aparición en el Anuario de filosofía e investigación fenomenológica y de los que están próximos a publicarse; finalmente, sobre la relación del espíritu de la obra con el espíritu del tiempo, radicalmente cambiado desde la aparición primera del libro. El autor puede decir con alegría y satisfacción que, en general, el efecto de la primera edición logró un curso más bien hondo que extenso, y que la crítica ha sido menor que las incitaciones positivas que ha comunicado al pensar filosófico en los temas de la Ética. Aparte de los trabajos de los investigadores más jóvenes estimulados por él, se han ocupado en la crítica del libro: E. Cohn, en Logos, VII; Messer, en el Anuario de Pedagogía, 1918; N. Hartmann, en la revista Las ciencias del espíritu; Kerler, en varios de sus agudos trabajos, singularmente en Max Scheler y el impersonalismo ético; O. Külpe le atribuye, en su Introducción a la filosofía, un puesto digno de consideración entre los nuevos ensayos para la fundamentación de la Ética. Más valiosos le son al autor los estímulos que sus doctrinas han ofrecido para la continuación de la tarea. Consisten aquellos, parte en una amplia 27 aceptación de los resultados de éstas, parte en complementos y desarrollos de los pensamientos del autor, parte en sus resúmenes y popularizaciones. Rastros de estos variados estímulos hállanse en E. Spranger (Formas de vida), A. Messer (Ética), H. Driesch (Filosofía de lo orgánico), D. von Hildebrand (en el Anuario de filosofía e investigación fenomenológica), en el trabajo de E. Stein sobre la proyección sentimental, en un libro ruso de Lossky y en J. Volkelt: La conciencia estética. El autor ignora si se halla influido o no por su obra el profundo y agudo libro de A. Meinong La presentación emocional, que se acerca mucho, en la teoría de la esencia y la aprehensión de los valores, a la doctrina axiológica expuesta en la presente obra (en oposición acusada con los trabajos más antiguos de A. Meinong acerca de la teoría de los valores). La obra no se halla citada en este libro de Meinong, pero el autor tiene sus motivos, basados en informes personales, para saber que la obra ha sido leída y estimada por Meinong. En todo caso, el autor se alegra de la coincidencia objetiva con el ilustre investigador. Moore, en Inglaterra, ha defendido una concepción parecida en muchos puntos acerca del problema de los valores. El concepto y la fundamentación del “principio de solidaridad” y la nueva teoría acerca de las formas esenciales de los grupos humanos, que aquí han sido presentados, han ejercido un influjo considerable en la filosofía social. La existencia de una jerarquía objetiva material de los valores, que se nos impone de un modo evidente, ha sido reconocida hoy, a su vez, por muchos investigadores. La crítica de la Ética de Kant contenida en esta obra no ha tenido una influencia apreciable en los defensores de la filosofía kantiana, que se hallan demasiado ocupados consigo mismos, ni ha producido tampoco ningún ensayo serio de refutación. Las explicaciones, importantes para la teoría del autor, sobre la doctrina del conocimiento psicológico, los modos de las asociaciones psíquicas, la esencia del estar dado del “cuerpo”, y en general las exposiciones de la teoría del conocimiento, particularmente la nueva concepción del estímulo y de la sensación que el libro incluye, han sido tomadas muy poco en cuenta —quizá porque, como dice H. Driesch, estos temas se han expuesto en una “conexión muy lejana a la realidad”—. El autor intentará desarrollar con más exactitud y penetración estos pensamientos en dos trabajos que ahora tiene entre manos, relativos a la teoría del conocimiento y al problema del espíritu-alma-cuerpo. Esta obra tiene una posición central en el conjunto de los trabajos que 28 Prólogo a la segunda edición alemana hasta ahora ha publicado el autor, por cuanto contiene no sólo la fundamentación de la Ética, sino que, además, incluye una serie de puntos muy esenciales de partida —si bien no todos— de su pensamiento filosófico en general. En cuanto a las promesas, hechas al final de la obra, de desarrollar los pensamientos ya en ella expresados acerca de la esencia de la religión y la teoría de los “tipos de personas valiosas” en una teoría de la “experiencia esencial de lo divino” y en una obra sobre “prototipos y caudillos”, no le ha sido hasta ahora posible al autor cumplir más que la primera, en su libro De lo eterno en el hombre, que apareció hace poco, y en el que se ha tratado de ofrecer, con el título de “Problemas de la religión”, la teoría de esa “experiencia esencial” citada. En él también se ha desarrollado la teoría complementaria de esta obra acerca de las relaciones entre “religión y Moral”. El tomo II de Lo eterno en el hombre, que versará sobre “prototipos y caudillos”, ha de cumplir la segunda promesa. Aplicaciones concretas de los principios fundamentales de la Ética general, aquí explicados, a una serie de problemas aislados y a cuestiones del tiempo van contenidos en los dos tomos que llevan el título Derrocamiento de los valores (segunda edición de Artículos y ensayos); en el libro El genio de la guerra, en el trabajo sobre “Las causas del odio a Alemania”, y, por fin, en los trabajos sobre “Sociología y teoría de la concepción del mundo” que aparecerán en breve, y en una nueva edición ampliada de Guerra y reconstrucción. La nueva edición ampliada del libro del autor sobre la simpatía, que ahora está en prensa y que aparecerá con el título de Esencia y formas de la simpatía, completa la presente obra en la dirección de una apreciación ética del sentido de la vida emocional. A este libro se han de añadir, dentro de una colección que lleva el título general de Las leyes del sentido de la vida emocional, tres pequeños volúmenes sobre El sentimiento de vergüenza, El sentimiento del honor y El sentimiento de temor. El “principio de solidaridad”, rigurosamente fundamentado por primera vez en el presente libro, y la “teoría de las formas esenciales de los grupos humanos”, que se halla en estrecha conexión con aquel principio, han de hallar su aplicación —en una obra especial acerca del solidarismo como base de la filosofía social y la filosofía de la historia— al enjuiciamiento del conjunto de la Edad Moderna de Europa (particularmente al problema del capitalismo). El espíritu que anima la Ética que aquí se expone es el de un objetivismo y un absolutismo éticos rigurosos. En otro aspecto puede llamarse el Prólogo a la segunda edición alemana 29 punto de vista del autor “intuitivismo emocional” o “apriorismo material”. Por fin, al autor le resulta de tal importancia el principio aquí expuesto de que todos los valores, incluso todos los valores posibles de las cosas, y también los de las organizaciones y comunidades impersonales, están subordinados a los valores personales, que ha llegado a subtitular el presente trabajo “Nuevo ensayo de un personalismo”. Para su satisfacción, el autor puede confirmar que el absolutismo ético y el objetivismo axiológico, tanto en Alemania como en el extranjero, han hecho progresos considerables desde la aparición de este libro, y que las opiniones tradicionales del relativismo y subjetivismo éticos han perdido mucho terreno gracias a ello. La juventud alemana, especialmente, parece hallarse tan cansada del relativismo inconsistente como del formalismo vacío y estéril de Kant y de la unilateralidad de la idea del deber en su Ética. El pensamiento central que Pascal acuñó con su concepto del ordre du cœur y de la logique du cœur ha encontrado, precisamente en el fondo del extraordinario désordre du cœur de nuestros días, oídos bien abiertos. Al mismo tiempo, se va llegando a ver como una dirección falsa de una forma del ethos convertida en historia la traición a la alegría y el amor, que son las fuentes más hondas del ser y la acción morales; traición de la que hemos de inculpar al falso heroísmo del trabajo y del deber, que han sido enseñados en toda su amplitud a partir de Kant en Alemania y en la filosofía alemana. Este libro lo ha perseguido hasta su guarida, y nuestro trabajo acerca de El Resentimiento en la Moral ha intentado inquirir sus bases histórico-psicológicas menos dignas. En cambio, el estricto personalismo de esta obra y la teoría, unida a él estrechamente, acerca del “bien individual y objetivamente válido” y del “destino” moral individual de cada persona, parece hallarse en una oposición aún más aguda que en los días de la aparición primera de este libro con las corrientes “socialistas” de la época, y también —según nuestro parecer— con la desmesurada sobreacentuación de la “organización” y la “comunidad” dentro de las iglesias cristianas. A este respecto he de manifestar: en la Ética del autor queda eliminado todo llamado “individualismo”, con sus consecuencias erróneas y desafortunadas, en virtud de la teoría de la corresponsabilidad primitiva de cada persona para la salvación moral del todo que constituye el “reino de las personas” (principio de solidaridad). Para el autor no es lo valioso moral una persona “aislada”, sino únicamente la persona que se sabe originariamente vinculada con Dios, dirigida en amor hacia el mun30 Prólogo a la segunda edición alemana do, y que se siente unida solidariamente con el todo del mundo del espíritu y con la humanidad. Mas, precisamente porque la teoría del autor emplaza en el centro vivo de la persona individual de cada uno los cuidados de la comunidad y sus formas, ha de rechazar con energía, e incluso con aspereza, cualquier dirección del ethos que haga depender el valor de la persona, esencial y originariamente, de su relación con un mundo de bienes y una comunidad que existe independiente de aquella persona, o bien permite que ese valor sea absorbido por aquellas “relaciones”. Por consiguiente, el autor contrapone la clara evidencia del principio —manifiesto, en su opinión— de que “el valor de la persona es superior a todo valor de cosas, organizaciones y comunidades”, a la corriente de nuestros días, que, en definitiva, iría a parar —como dijo al morir el filósofo inglés Herbert Spencer— a que “ningún hombre puede hacer lo que quiere, sino únicamente lo que se le dice”. El principio más importante y esencial que esta obra ha pretendido fundamentar y transmitir con la mayor integridad es que el sentido y el valor finales de todo este universo se mide, en último término, exclusivamente por el puro ser (no por el rendimiento) y por la bondad más perfecta que sea posible, por la rica plenitud y el íntegro despliegue, por la más pura belleza y por la armonía más íntima de las personas, en las que se concentran y potencian a veces todas las energías del cosmos. El fundamento mismo espiritual del universo —sea lo que sea en realidad— merece sólo el nombre de “Dios” en tanto y hasta tanto que es “personal”. Este problema, evidentemente, no puede decidirlo espontáneamente la filosofía sólo (véase De lo eterno en el hombre); su solución podemos experimentarla tan sólo a través de la posible respuesta que el fundamento mismo del universo participa a nuestra alma en el acto religioso. Max Scheler Colonia, septiembre de 1921    

 

Max Scheler alterándome

         

 

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