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miércoles, 5 de febrero de 2025

Transferencia De David GM Comprendiendo al fascismo

 

Transferencia De David GM

Comprendiendo al fascismo

 

Cuando se cayó  el muro de Berlín , el mensaje de occidente capitalista fue muy claro , vengan al capitalismo y sean felices y es que la teoría funcionaba el capitalismo se basa en la explotación y los migrantes eran esa gran masa que podía ser explotada por un capitalismo industrial y sus países ese gran territorio que ha de ser saqueado, y es que si el capitalismo gano la guerra fría ya no había la necesidad de construir estados sino de adaptarse a la globalización pero el capitalismo se volvió pos industrial  y esa gran masa de migrantes se convirtió en un problema social, un problema social que el propio capitalismo generó  y que ahora siendo un capitalismo algorítmico pos humano "soluciona" de la peor manera desplazando el problema a los países tercermundistas los cuales colapsaran por seguir la receta que el propio capitalismo les obligo que sigan.

 

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Uno de los puntos menos percibidos en los que el estado es crucial para las empresas es decidir la proporción de los costos de producción que será efectivamente abonado por las empresas. Los economistas se refieren con frecuencia a costos externalizados. Lo que esto significa es que una cierta parte de costos de producción se transfieren de la hoja de balance de la firma a esa entidad amorfa externa, la sociedad. La posibilidad de externalizar costos puede parecer contraria a la premisa básica de la actividad capitalista. Se presume que una empresa produce para obtener ganancias, y que la ganancia consiste en la diferencia entre los recibos de venta y los costos de producción. La ganancia es pues la recompensa por una producción eficiente. La asunción tácita —y la justificación moral de la ganancia— es que el productor está cubriendo todos los costos. En la práctica, sin embargo, esto no sucede así. La ganancia es una recompensa no sólo por la eficiencia sino por un mayor acceso a la asistencia estatal. Pocos productores pueden pagar todos los costos de la producción. Existen tres diferentes costos que con frecuencia se externalizan de modo significativo: los costos de toxicidad; los costos de agotamiento de materiales y los costos de transportó. Casi todos los procesos de producción involucran un cierto nivel de toxicidad, es decir, cierto tipo de daño residual al medio ambiente, ya sea el deshecho de materiales o residuos químicos, o simplemente la transformación a largo plazo del sistema ecológico. El modo más barato para un productor [jara lidiar con los residuos es hacerlo a un lado, fuera de su propiedad. El modo más barato de lidiar con la transformación del sistema ecológico es pretender que no está teniendo lugar. Ambas opciones reducen los costos inmediatos de producción. Pero estos costos son entonces ex ternaliizados, en tanto que, ya sea en forma inmediata, o corno suele suceder, mucho más tarde, alguien pague las consecuencias negativas, por medio de una limpieza adecuada o una restitución del medio ambiente. Este alguien son todos los demás, los contribuyentes, a través de su instrumento, el estado. El segundo modo de externalizar costos es ignorar el agotamiento de los materiales. Al final, todo proceso productivo utiliza alguna materia prima, orgánica o inorgánica que es parte de los procesos de transformación que resulta en una mercadería "final" a ser vendida en el mercado. Las materias primas se agotan, algunas rápidamente, otras de manera muy lenta, la mayor parte a un ritmo intermedio. Una vez más, los costos de reemplazo casi nunca son parle de los costos internalizados de producción. Por ello, el mundo tiene que o bien renunciar al uso de dichos materiales o buscar de remplazados de alguna manera. En parte, eso se logra mediante la innovación, y uno puede argüir que en este caso el costo  económico del no reemplazo es ínfimo o nulo. Pero en muchos otros casos esto no es posible y entonces el estado debe intervenir una vez más en el proceso de recuperación o recreación de los materiales, y esto es, obviamente, pagado por alguien que no es quien se benefició con las ganancias. Un buen ejemplo de materiales que no han sido adecuadamente remplazados es la provisión de madera. Los bosques de Irlanda fueron (alados en el siglo XVII. Ya lo largo de la historia del sistema-mundo moderno, hemos estado talando bosques de todo tipo sin remplazarlos. Hoy discutimos las consecuencias de la falta de protección de la que está considerada la última selva tropical en todo el mundo, el área del Amazonas en Brasil. Por último, existe el costo del transporte. Mientras es cierto que las empresas suelen pagar un importe por el transporte de mercaderías que reciben o envían, rara vez pagan la totalidad de los costos. La creación de la infraestructura necesaria para el transporte —puentes, canales, vías de tren, aeropuertos— representa un costo muy importante, y este costo es, comúnmente pagado, en buena medida, no por las empresas que hacen uso de la infraestructura sino por la colectividad. La justificación es que los costos son tan masivos, y el beneficio para una compañía tan mínimos, que la infraestructura nunca sería creada si no fuera con la cobertura de una gran parte de los costos por el estado. Esto bien puede ser cierto, aunque un poco exagerado, pero sigue siendo evidencia del papel crítico que juega la participación estatal en el proceso incesante de acumulación de capital. 

 

Pero así como las empresas externalizan costos  los estados acaso no lo hacen, Trump como buen empresario mira que los estados tercer mundistas externalizan costos a costa suya, llenado de migrantes su país y estos transfiriendo remesas a sus países de orígenes pero Estados unidos y todas las potencias mundiales han externalizado costos  desde siempre ¿Quién sino ha generado el calentamiento global? Y quienes lo estamos pagando ¿Quién ha dotado de materias primas a los países del primer mundo sufriendo un costo social enorme? ¿Quiénes trasportan y permiten el trasporte libre de las mercancías de las potencias mundiales? Sin contar que fueron los migrantes los que construyeron las grandes infraestructuras de transporte de las potencias.

 

Pero hoy resurge un fascismo en todo el mundo que pretende una vez más imponer su orden, externalizando sus costos, urge comprenderlo para combatirlo y vencerlo entendiendo que todo el orden global institucional no sirve para nada ante esta amenaza y que el capitalismo es cada vez más un feudalismo del que nos tenemos que librar, David GM da luces importantísimas para comprender el fascismo    desde sus inicios modernos en la república de Weimar y de a pocos me ayuda a  analizar el fascismo actual.

      

ORÍGENES HISTÓRICOS DEL ANÁLISIS DE SISTEMAS-MUNDO: DE LAS DISCIPLINAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES A LAS CIENCIAS SOCIALES HISTÓRICAS

El análisis de sistemas-mundo se originó a principio de los años setenta corno una nueva perspectiva acerca de la realidad social. Algunos de sus conceptos habían estado en uso durante largo tiempo y otros eran nuevos o al menos no habían recibido un nombre hasta el momento. Los conceptos sólo pueden entenderse dentro del contexto de su tiempo. Esto es más cierto todavía en lo que respecta a perspectivas cuyos conceptos adquieren significado primariamente en relación con los demás, según el modo en que todos se combinen en un enfoque. Las nuevas perspectivas, además, por lo general se entienden mejor si uno las considera como una protesta contra otras anteriores. Las nuevas perspectivas sostienen siempre que las antiguas, las que gozan de mayor aceptación en su momento, son por un lado significativamente inadecuadas, erradas o tendenciosas, y por el otro que se convierten más en una barrera para la comprensión de la realidad social que en una herramienta para analizarla. Como cualquier otra perspectiva, el análisis de sistemas-mundo se construyó sobre la base de argumentaciones y críticas previas. En cierto sentido, prácticamente ninguna perspectiva puede ser enteramente nueva. Por lo general, siempre hay alguien que ha dicho ya algo similar algunos decenios o incluso siglos antes. Por ende, cuando decimos que una perspectiva es nueva, esto bien puede sólo significar que por primera vez el mundo está listo para considerar seriamente las ideas que encarna, y que, además, tal vez dichas ideas han sido reformuladas de manera tal que resultan más convincentes y accesibles a un número mayor de personas. La historia de la emergencia del análisis de sistemas-mundo está imbricada en la historia del sistemamundo moderno y las estructuras de saber que se desarrollaron como parte de ese sistema. Es por demás útil rastrear los comienzos de esta historia particular no en los años setenta sino a mediados del siglo XVIII. La economía-mundo capitalista había existido ya por espacio de dos siglos. El imperativo de la incesante acumulación de capital había generado una necesidad de cambio tecnológico constante, y una constante expansión de las fronteras (geográficas, psicológicas, intelectuales, científicas). Surgió, corno consecuencia, la necesidad de saber cómo sabemos y debatir acerca de cómo debemos saber. La afirmación milenaria según la cual las autoridades religiosas se arrogaban el ser la única vía de saber la verdad venía siendo desafiada en el sistema-mundo moderno hacía tiempo ya. Las alternativas seculares —esto es, no religiosas— recibían cada vez mejor aceptación. Los filósofos se prestaban a dicha tarea, sosteniendo que los seres humanos podían adquirir saber mediante el empleo de su intelecto, en oposición a la recepción de una verdad revelada por medio de autoridades o textos religiosos. Filósofos tales como Descartes y Spinoza —al margen de las diferencias entre uno y otro— buscaban relegar el saber teológico a un rincón privado, separado de las principales estructuras del saber. Mientras los filósofos desafiaban los dictados de los teólogos, afirmando que los seres humanos podían discernir la verdad directamente mediante el uso de sus facultades racionales, un grupo cada vez más numeroso de intelectuales se manifestaba de acuerdo respecto de la función de los teólogos, pero argumentaba también que la denominada intuición filosófica era una fuente de verdad tan arbitraria como la revelación divina. Estos intelectuales insistían en darle prioridad al análisis empírico de la realidad. Cuando Laplace a comienzos del siglo xix escribió un libro sobre los orígenes del sistema solar, Napoleón, a quien presentara el libro, le hizo notar que no había mencionado a Dios una sola vez en su grueso volumen. Laplace respondió: "No tengo necesidad de tal hipótesis, señor." Estos intelectuales serían a partir de entonces llamados científicos. No obstante, debemos recordar que al menos hasta fines del siglo XVIII no había una distinción clara entre ciencia y filosofía a la hora de definir el saber. En aquellos tiempos, Immanuel Kant encontraba perfectamente adecuado dar conferencias sobre astronomía y poesía así como también sobre metafísica. Escribió además un tratado sobre relaciones entre estados. El saber era considerado aún un campo unificado. Aproximadamente en ese momento a fines del siglo xvín, ocurrió lo que hoy denominamos "divorcio" entre la filosofía y la ciencia. Fue por insistencia de quienes defendían las "ciencias" empíricas que ocurrió este divorcio. Afirmaban que el único camino a la "verdad" era la teoría basada en la inducción a partir de

              observaciones empíricas, y que dichas observaciones tenían que ser realizadas de modo tal que otros pudieran repetirlas luego y así verificar dichas observaciones. Sostenían que las deducciones metafísicas eran especulativas y no poseían valor de "verdad". Se resistían, por tanto, a considerarse a sí mismos "filósofos". Fue también en esta época, y de hecho en gran parte como resultado de este divorcio, cuando tuvo nacimiento la universidad moderna. Construida sobre las bases de la universidad medieval, la universidad moderna es en realidad una estructura diferente. A diferencia de la universidad medieval, cuenta con profesores pagos, de tiempo completo, que casi nunca son clérigos y se agrupan no sólo en "facultades" sino también en "departamentos" o "cátedras" dentro de dichas facultades. Cada departamento afirma ser el lugar de una "disciplina" particular. Y los estudiantes prosiguen curriculum de estudios que a su vez desembocan en títulos definidos por el departamento dentro del cual han realizado sus estudios. La universidad medieval estaba dividida en cuatro facultades: teología, medicina, leyes y filosofía. Lo que ocurrió en el siglo XIX fue que en casi todas partes la facultad de filosofía se dividió en cuando menos dos facultades independientes: una que abarcaba las "ciencias", y otra, los demás teínas, denominados a veces "humanidades", "artes" o "letras" (o ambos), o bien conservando el antiguo nombre de "filosofía". La universidad institucionalizó así lo que C. P. Snow denominaría después "las dos culturas". Y ambas culturas estaban en guerra entre sí, cada una afirmando ser la única, o al menos la mejor, fuente de saber. Las ciencias ponían el acento en la investigación empírica (incluso experimental) y en la comprobación de hipótesis. Las humanidades ponían el acento en la intuición por empatía, denominada luego comprensión hermenéutica. El único legado que mantenemos hoy de aquella unidad perdida es que todas las artes y ciencias en la universidad ofrecen como título más alto el de PhD, doctor en filosofía.* Las ciencias le negaron a las humanidades la capacidad de discernir la verdad. Durante el anterior periodo, del saber unificado, la búsqueda de la verdad, lo bueno y lo bello estaba intrínsecamente relacionada, cuando no era idéntica. Pero ahora los científicos insistían en que su trabajo no tenía nada que ver con la búsqueda de lo bueno o lo bello, sino, simplemente, con lo verdadero. Dejaron la búsqueda de lo bueno y lo bello a los filósofos. Y muchos entre los filósofos aceptaron esta división del trabajo. Así, la división del saber en dos culturas devino en la creación de un alto muro divisorio entre la búsqueda de la verdad y la búsqueda de lo bueno y bello. Esto justificaba la afirmación de que los científicos eran neutrales frente a los "valores". En el siglo xix, las facultades de ciencias se dividieron en múltiples campos denominados disciplinas: física, química, geología, astronomía, zoología, matemática y otras. Las facultades de humanidades se dividieron en campos tales como filosofía, estudios clásicos (esto es, griego, latín y los escritos de la antigüedad), historia del arte, musicología, lenguas nacionales y literatura y los idiomas y literaturas de otras zonas lingüísticas. La pregunta más compleja era dentro de qué facultad debía posicionarse el estudio de la realidad social. La urgencia de tal estudio fue puesta en relieve por la Revolución francesa en 1789 y la agitación cultural que causó en el sistema-mundo moderno. La Revolución francesa propagó dos ideas bastante revolucionarias. La primera que el cambio político no era excepcional ni extraordinario sino algo normal y, por ende, constante. La segunda fue que la "soberanía" —el derecho de un estado a tomar decisiones autónomas dentro de su territorio— no radicaba en (pertenecía a) un monarca o legislatura sino al "pueblo" quien, por sí mismo, podía legitimar un régimen. Ambas ideas ganaron popularidad y fueron ampliamente adoptadas, sin importar los reveses políticos que sufriera la propia Revolución francesa. Si el cambio político se consideraba ahora normal y la soberanía radicaba en el pueblo, entonces se convertía en un imperativo común entender qué era y qué explicaba la naturaleza y ritmo del cambio, y cómo llegaba, o podía llegar, la "gente" a esas decisiones que se decía tomaba. Éste es el origen social de lo que más adelante se denominó ciencias sociales  Pero ¿qué eran las "ciencias sociales" y cómo se posicionaban en esta nueva guerra entre "las dos culturas?" No son preguntas fáciles de responder. De hecho, uno podría sostener que la cuestión nunca ha sido satisfactoriamente resuelta. En principio, lo que uno vería es que las ciencias sociales tendieron a ubicarse entre medio de las "ciencias puras" y las "humanidades". En medio, pero no cómodamente en el medio. Los científicos sociales no evolucionaron de modo independiente en una tercera vía de saber; en realidad se dividieron entre quienes se inclinaban más hacia lo "científico" o una "visión científica" de las ciencias sociales y quienes se indinaban más hacia una concepción "humanística". Las ciencias sociales parecían atadas a dos caballos que tiraban en dirección opuesta y las despedazaban. La más antigua de las ciencias sociales es desde luego la historia, actividad y etiqueta que se remonta a miles de años atrás. En el siglo XIX tuvo lugar una "revolución" en la historiografía vinculada al nombre de Leopold Ranke, quien acuñó el eslogan de que la historia debía ser escrita wie es eigentlick gewesen ist {como sucedió en realidad). Se oponía a la práctica de los historiadores dedicados a la hagiografía, narración de cuentos que glorificaba a monarcas o naciones, incluyendo cuentos inventados. Ranke proponía una historia más científica, que rechazara la especulación y la fábula. Ranke proponía también un método específico mediante el cual dicha historia podía ser escrita: la búsqueda de la descripción del acontecimiento en documentos de la misma época en que éste tuvo lugar. Finalmente, dichos documentos llegarían a ser almacenados en aquello que denominamos archivos. Al estudiar los documentos de los archivos, los nuevos historiadores partían del supuesto de que los actores ríe antaño habían escrito no para los futuros historiadores sino para revelar aquello que realmente pensaban en su momento, o al menos lo que querían que oíros creyeran. Desde ya, los historiadores aceptaban que dichos documentos debían ser cuidadosamente estudiados, para verificar que no hubiera fraude, pero una vez verificados, dichos documentos deberían ser considerados, por lo general, exentos de cualquier intromisión tendenciosa por parte de los historiadores posteriores. Para minimizar cualquier tendencia aún más, los historiadores sostendrán que sólo es posible escribir la historia del "pasado" y no la del "presente", ya que la escritura del presente traería consigo la impronta de las pasiones del momento. En todo caso, los archivos (controlados por las autoridades políticas) eran rara vez "abiertos" al historiador antes de transcurrido un largo periodo (entre cincuenta y cien años), por lo que normalmente no tenían acceso de ningún modo a los documentos relevantes del presente. (Afines del siglo xx, muchos gobiernos se vieron presionados por los políticos de la oposición a abrir sus archivos con mayor celeridad. Si bien dicha apertura ha tenido algún efecto, también parece cierto que los gobiernos han encontrado nuevos modos de guardar sus secretos.) Sin embargo, a pesar de este perfil más "científico", los nuevos historiadores no eligieron ubicarse en la facultad de ciencias sino en la de humanidades. Esto podría parecer extraño, ya que dichos historiadores rechazaban a los filósofos por sus afirmaciones especulativas. Además eran empiristas, y por lo tanto uno hubiese esperado que tuvieran una simpatía natural por los científicos. Pero eran empiristas que sospechaban, en general, de las generalizaciones a gran escala. No les interesaba llegar a leyes científicas, ni siquiera formular hipótesis, insistiendo con frecuencia en que cada "suceso" particular tenía que ser analizado en función de su propia historia particular. Sostenían que la vida social de los hombres era distinta de los fenómenos físicos analizados por los científicos puros debido a la influencia de la voluntad humana, y tal énfasis puesto en lo que hoy denominaríamos agencia humana los llevó a pensarse a sí mismos como "humanistas" antes que "científicos". Pero ¿qué sucesos fueron dignos de su consideración? Los historiadores tenían que tomar decisiones frente a los objetos de estudio. Que se basaran en documentos escritos en el pasado mostraba ya cierto prejuicio acerca de lo que podían estudiar, ya que dichos documentos de archivo habían sido escritos por personas vinculadas a las estructuras políticas (diplomáticos, burócratas, líderes políticos). Estos documentos revelaban muy poco acerca de los fenómenos que no estuvieran signados por acontecimientos políticos o diplomáticos. Más aún, esta aproximación presuponía que los historiadores se abocaban a una zona de estudio sobre la cual existían documentos escritos. En la práctica, los historiadores de! siglo xix tendían por lo tanto a estudiar principalmente su propio país y en segunda instancia otros países considerados "naciones históricas", lo que parecía significar naciones con una historia que podía ser documentada en archivos. Pero ¿en qué países estaban localizados semejantes historiadores? La abrumadora mayoría (probablemente el 95%) se encontraba en apenas cinco zonas: Francia, Gran Bretaña, los Estados Unidos y las varias partes de lo que luego se convertiría en Alemania e Italia. Por eso, al principio, se escribió y enseñó fundamentalmente la historia de estas cinco naciones. Había además otra cuestión a dirimir: ¿qué debía incluir la historia de un país como Francia o Alemania? ¿Cuáles eran sus fronteras, geográficas y temporales? La mayor parte de los historiadores decidieron llevarlas tan lejos como les fuera posible, utilizando los límites territoriales del presente o incluso los límites que se reclamaba a la fecha. La historia de Francia fue así la historia de todo lo que hubiera ocurrido dentro de los territorios de Francia tal como ésta era definida en el siglo XIX. Tal cosa era por cierto un poco arbitraria, pero servía a un propósito, el de reforzar los sentimientos nacionalistas contemporáneos, y fue por ende una práctica alentada por los propios estados. Sin embargo, dada la práctica de los historiadores a limitarse al estudio del pasado, tenían muy poco que decir frente a la situación contemporánea de sus países. Y los líderes políticos sentían la necesidad de obtener más información sobre el presente. Nuevas disciplinas surgieron con este propósito. Eran básicamente tres: economía, ciencias políticas y sociología. ¿Por qué, de todos modos, habría tres disciplinas para estudiar el presente pero sólo una para estudiar el pasado? Porque la ideología liberal dominante en el siglo xix sostenía que la modernidad se encontraba definida por la diferenciación de tres esferas sociales: el mercado, el estado y la sociedad civil. Las tres esferas operaban, se decía, de acuerdo con lógicas diferentes, y por ende era lo mejor mantenerlas separadas unas de otras, en la vida social y por tanto en la vida intelectual. Requerían ser estudiadas de modos diversos, apropiarlos a cada esfera: el mercado por economistas, el estado por politólogos y la sociedad civil por sociólogos. Otra vez surgió la pregunta: ¿cómo acceder a un conocimiento "objetivo" sobre estas tres esferas? Aquí, la respuesta fue distinta de la dada por los historiadores. En cada disciplina, el punto de vista que se tornó dominante fue que las esferas de la vida —el mercado, el estado y la sociedad civil— eran gobernadas por leyes que podían ser discernibles mediante el análisis empírico y la generalización inductiva. Era exactamente la misma postura que los científicos puros defendían respecto de sus objetos de estudio. Por ello denominamos a estas tres disciplinas nomotéticas (esto es, disciplinas en busca de leyes científicas) en oposición a la disciplina ideográfica que la historia aspira a ser (esto es, una disciplina predicada en la singularidad del fenómeno social). Otra vez vuelve a plantearse la pregunta ¿dónde debía concentrarse el estudio de los fenómenos contemporáneos? Los científicos sociales nomotéticos se encontraban en los mismos cinco países que los historiadores, y del mismo modo, se dedicaron básicamente al estudio de sus propios países (o cuanto mucho a la realización de comparaciones entre esos cinco países). Esto era sin duda una fuente de legitimación social, pero los científicos sociales nomotéticos expusieron además un argumento metodológico para justificar su elección. Dijeron que el mejor modo de evadir el prejuicio era el uso de datos cuantitativos, y que resultaba más probable encontrar dichos datos en sus propios países en el presente inmediato. Más aún, sostuvieron que aceptada la existencia de leyes generales reguladoras del comportamiento social, carecía de importancia el lugar donde los fenómenos fueran estudiados, puesto que aquello que resultase válido en un lugar y un momento determinados debía serlo en todo lugar y todo tiempo. ¿Por qué no estudiar entonces los fenómenos acerca de los cuales se contaba con datos más confiables; esto es los más cuan tincados y cuya obtención fuera posible repetir? Los científicos sociales tenían otro problema por delante. Las cuatro disciplinas en su conjunto (historia, economía, sociología y ciencias políticas) estudiaban, de hecho, sólo una pequeña parte del mundo. Pero en el siglo xix, esos cinco países imponían su dominio colonial en muchas otras regiones, e incluso sostenían relaciones comerciales y a veces bélicas con otras. Convenía estudiar el resto del mundo también. No obstante, el resto del mundo parecía ser un poco distinto, resultando inadecuado el uso de  estas cuatro disciplinas inspiradas en Occidente para el estudio de partes del mundo que no se consideraba "modernas". Como resultado, surgieron dos disciplinas adicionales. Una de ellas se denominó antropología. Los primeros antropólogos estudiaron pueblos que estaban bajo dominio colonial concreto o virtual. Partieron de la premisa de que los grupos que estudiaban no disfrutaban de la tecnología moderna, no contaban con sistemas de escritura propios y no poseían religiones que se extendieran más allá del propio grupo. Se los denominaba genéricamente "tribus": grupos relativamente pequeños (en términos de población y área ocupada) que observaban un conjunto común de costumbres, hablaban un idioma común y en algunos casos reconocían una estructura política común. En el lenguaje del siglo xix, se los consideraba pueblos "primitivos". Una condición esencial para el estudio de estos pueblos fue que cayeran bajo jurisdicción política de un estado moderno, garante del orden y el seguro acceso del antropólogo. Dado que estos pueblos eran culturalmente tan distintos de quienes los estudiaban, el principal modo de investigación fue el denominado de "observación participante": el investigador se instalaba en la población por un tiempo determinado, con el objeto de aprender su idioma y discernir la totalidad de sus usos y costumbres. A menudo, hacía uso de intermediaros locales como intérpretes, tanto lingüísticos como culturales. Se llamó a este ejercicio "escribir una etnografía", y se basaba en el "trabajo de campo" (opuesto a la investigación bibliográfica o de archivo). Se supuso que estos pueblos carecían de "historia", salvo aquella resultante de la instauración de dominio por parte de extranjeros "modernos", hecho entendido como un "contacto cultural" y por lo tanto un cambio cultural. Este cambio implicaba que el etnógrafo normalmente intentase reconstruir las costumbres tal como existían antes del contado cultural (relativamente reciente), bajo la suposición de que dichas costumbres habían existido desde tiempos inmemoriales hasta la imposición del control colonial. Los etnógrafos sirvieron, muchas veces, como los principales traductores de estos pueblos para esos extranjeros modernos que los gobernaban. Reponían en lenguaje comprensible a estos extranjeros la racionalidad subyacente a las costumbres locales. Resultaban por ende útiles a las autoridades coloniales, brindando información que posibilitaba a los gobernantes trabar mejor conocimiento respecto de qué podían o no podían (o no debían) hacer en su administración. El mundo de todos modos no estaba constituido únicamente por los estados "modernos" y los denominados pueblos primitivos. I labia vastas regiones fuera de la zona paneuropea que debían ser consideradas aquello que el siglo xix llamaba "altas civilizaciones", como era el caso de China, India, Persia o el mundo árabe. Todas estas zonas poseían ciertas características en común: escritura, un idioma dominante empleado en tal escritura y una sola religión "mundial" dominante que, sin embargo, no era el cristianismo. La razón de estas características comunes era, por supuesto, muy sencilla. Todas estas zonas habían sido en el pasado, y algunas continuaban siéndolo en su momento, el emplazamiento de "imperios-mundo" burocráticos que habían ocupado grandes superficies, y por ende desarrollado un idioma común, una religión común y muchas costumbres en común. Esto era lo que se quería decir al llamarlas "altas civilizaciones". Todas estas regiones compartían una característica más en el siglo xix. No eran ya tan poderosas militar o tecnológicamente como el mundo paneuropeo. Por consiguiente, el mundo paneuropeo no las consideraba "modernas". No obstante, sus habitantes claramente no encajaban en la descripción de hombre "primitivo", incluso según los estándares paneuropeos. La cuestión entonces era cómo estudiarlos y qué debía estudiarse de ellos. Dado que eran culturalmente tan distintos de los europeos, dado que tenían textos escritos en idiomas tan distintos de los del investigador europeo y dado que sus religiones eran tan distintas del cristianismo, parecía que aquellos que fueran a estudiarlas necesitarían de un largo y paciente entrenamiento en habilidades esotéricas si es que esperaban entenderlas en profundidad. La capacidad filológica era particularmente útil a la hora de descifrar textos religiosos antiguos. Quienes habían adquirido tal entrenamiento comenzaron a autodenominarse orientalistas, nombre derivado de la clásica distinción entre el Este y el Oeste que durante largo tiempo había existido dentro de la tradición intelectual europea ¿Y qué estudiaban los orientalistas? En algún sentido, puede decirse que también hacían etnografía; esto es, buscaban describir la totalidad de costumbres que develaban. Pero en gran medida éstas no eran etnografías basadas en el trabajo de campo, sino más bien derivadas de la lectura de textos. La pregunta que jamás dejaron de tener en mente fue cómo explicar que estas "altas civilizaciones" no fuesen "modernas" como el mundo paneuropeo. La respuesta que los orientalistas parecieron encontrar fue que algún componente cultural de estas civilizaciones había "detenido" su historia, imposibilitándolas de avanzar, como había hecho el mundo occidental y cristiano, hacia la modernidad. De lo que se seguía que estos países requerirían de la asistencia del mundo paneuropeo para avanzar hacia la modernidad. Los antropólogos etnógrafos que estudiaban los pueblos primitivos y los orientalistas que estudiaban las altas civilizaciones compartían un supuesto epistemológico. Unos y otros recalcaban la particularidad del grupo estudiado en oposición a un análisis de características humanas universales. Tendían por tanto a sentirse más cómodos del lado ídiográfico de la controversia que del nomotético. En su mayoría, se consideraban parte del campo humanístico y hermenéutico en la división entre dos culturas, más que del campo científico. El siglo xix fue testigo de la expansión y reproducción, en mayor o en menor escala, de las estructuras departamentales y de las tomas de posición aquí señaladas, en una universidad tras otra, en un país tras otro. Las estructuras de saber fueron tomando forma y las universidades les ofrecieron un hogar. Además, los académicos de cada disciplina comenzaron a crear estructuras organizativas extrauniversitarias para consolidar sus quintitas. Crearon publicaciones para cada disciplina. Crearon incluso categorías bibliográficas para agrupar los libros que supuestamente pertenecían a sus disciplinas. Continuaron expandiéndose y prevaleciendo por lo menos hasta 1945, en muchos aspectos incluso hasta los años sesenta. Sin embargo, en 1945 el mundo cambió de manera decisiva, y como resultado tal configuración de las ciencias sociales se vio sometida a importantes desafíos. Tres cosas tuvieron lugar en esa época. En principio, Estados Unidos se convirtió en la potencia hegemónica indiscutida del sistemamundo, y por ende su sistema universitario pasó a ser el más influyente. En segundo lugar, los países del entonces denominado Tercer Mundo se habían convertido en escenario de conflictos políticos y auto-afirmación geopolítica. Finalmente, la combinación de una economía-mundo en expansión con un fuerte incremento de las tendencias democratizantes llevaron a una expansión increíble del sistema universitario mundial (en términos de profesores, alumnos y número de universidades). Estos tres cambios conjuntos dieron por tierra con las estructuras de saber claramente definidas que se habían desarrollado y consolidado en los cien o ciento cincuenta años anteriores. Considérese en primer lugar el impacto de la hegemonía estadounidense y la autoafirmación del Tercer Mundo. Su acontecimiento conjunto dejó en claro que la división del trabajo dentro de las ciencias sociales —historia, economía, sociología y ciencias políticas para el estudio de Occidente; antropología y orientalismo para lo demás— era menos que inútil para quienes debían diseñar las políticas de acción de los Estados Unidos, Este país necesitaba académicos capaces de analizar el surgimiento del Partido Comunista Chino con mayor urgencia que académicos capaces de descifrar escritos taoístas; académicos capaces de interpretar la fuerza ríe los movimientos nacionalistas africanos o la concentración de la fuerza de trabajo en las urbes más que otros capaces de explicar la estructura de las relaciones familiares en los pueblos bantúes. Ni orientalistas ni etnógrafos eran de gran ayuda en este sentido. Había una solución: entrenar a los historiadores, economistas, sociólogos y politólogos para estudiar lo que estaba ocurriendo en otras partes del mundo. Éste fue el origen de un invento estadounidense —los "estudios de área"— que tuvo un enorme impacto en su sistema universitario (y posteriormente en el del resto del mundo). Pero ¿cómo podía conciliarse lo que parecía ser relativamente "ideográfico" en esencia —el estudio de un "área" geográfica o cultural— con las pretensiones nomotéticas de los economistas, sociólogos, politólogos y ahora incluso ciertos historiadores? Surgió entonces una ingeniosa solución intelectual a este dilema: el concepto de "desarrollo". La noción de desarrollo, según comenzó a ser utilizado el término a partir de 1945, estaba basada en un mecanismo explicativo familiar, una teoría de estadios. Quienes utilizaban este concepto presuponían que las unidades individuales —"sociedades nacionales"— se desarrollaban todas fundamentalmente de la misma manera (satisfaciendo así la demanda nomotética) pero a ritmo distinto (reconociendo las diferencias que parecían presentar los estados al presente). ¡Listo! Resultaba entonces posible introducir conceptos específicos para estudiar los "otros" del presente sosteniendo que, tarde o temprano, todos los estados terminarían siendo más o menos lo mismo. Este truco de ilusionismo tenía a su vez un costado práctico. Implicaba que el estado "más desarrollado" podía ofrecerse como modelo para los estados "menos desarrollados", exhortando a estos últimos a embarcarse en cierta suerte de acción mimética que les prometía hallar una mejor calidad de vida y una estructura de gobierno más liberal ("desarrollo político") al final del arco iris. Esto era obviamente una herramienta intelectual útil a los Estados Unidos, y su gobierno y sus instituciones hicieron todo lo posible para alentar la expansión de los estudios de área en las grandes (e incluso en las pequeñas) universidades. Por supuesto, en esa época existía una guerra fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. La Unión Soviética sabía reconocer algo bueno. Y adoptó también la noción de estadios de desarrollo. Por supuesto, los académicos soviéticos cambiaron la terminología por razones retóricas, pero el modelo básico era el mismo. Introdujeron, empero, un cambio significativo: la Unión Soviética, y no los Estados Unidos, era el modelo de estado utilizado por la versión soviética. Veamos ahora lo que sucede al considerar de manera conjunta el impacto de los estudios de área con la expansión del sistema universitario. La expansión significó un mayor número de personas en busca de un título de doctorado. Esto parece algo bueno, pero recuérdese el requisito de que las disertaciones doctorales sean contribuciones "originales" a la ciencia. Cada persona incorporada al trabajo de investigación implicó una mayor complejidad en la búsqueda de originalidad. Y esta dificultad favoreció el cazar en Finca ajena académica, dado que la originalidad se define según parámetros internos a cada disciplina. Los integrantes de las distintas disciplinas comenzaron a forjar subespecialidades en tenias anteriormente pertenecientes a otras disciplinas. Esto llevó a una considerable superposición y erosión de los estrictos límites interdisciplinarios. Ahora había sociólogos políticos, historiadores sociales y todas las demás combinaciones imaginables. Los cambios en el inundo real afectaron la autodefinición de los académicos. Las disciplinas antes especializadas en el mundo no occidental comenzaron a ser examinadas con sospecha política creciente por los países que tradicionalmente estudiaran. Como resultado, el término "orientalismo" fue desapareciendo de a poco, y sus antiguos profesionales se convirtieron en historiadores. La antropología se vio forzada a redefinir su perspectiva de modo radical, puesto que lanío el concepto de "primitivo" como la realidad que supuestamente reflejaba estaban desapareciendo. En cierto sentido, los antropólogos "volvieron a casa" y comenzaron a estudiar sus propios países de origen. En cuanto a las cuatro disciplinas restantes, tenían ahora por primera vez miembros especializándose en regiones del mundo de las que sus programas de estudio no se habían ocupado hasta entonces. La distinción entre zonas modernas y no modernas se desintegró. Todo esto llevó, por un lado, a una incertidumbre cada vez mayor respecto de las verdades tradicionales (lo que alguna vez se llamó "confusión" dentro de las disciplinas) y por el otro abrió camino a cuestionamientos heréticos de algunas de estas verdades, especialmente por parte del creciente grupo de académicos procedentes del mundo no occidental o de aquellos que formaban parte del cuadro de los académicos occidentales entrenados bajo los ya consolidados estudios de área. En el periodo que va de 1945 a 1970, cuatro debates prepararon la escena para la emergencia del análisis de sistemas-mundo: el concepto de centro-periferia desarrollado por la Comisión Económica Para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL) y la elaboración subsiguiente de la "teoría de la dependencia"; la utilidad del concepto marxista de "modo asiático de producción", debate que tuvo lugar entre los académicos comunistas; la discusión entre los historiadores de Europa occidental acerca de "la transición del feudalismo al capitalismo"; el debate acerca de "la historia total" y el triunfo de la escuela historiografía de los Anuales en Francia y en distintas partes del mundo después. Ninguno de estos debates era totalmente nuevo, pero en este periodo ocuparon el centro de la cuestión, arrojando como resultado un desafío enorme para las ciencias sociales tal como habían evolucionado hasta 1945. El par centro-periferia fue una contribución decisiva de los académicos del Tercer Mundo. Es cierto que algunos geógrafos alemanes habían sugerido algo similar ya en 1920, como también hiciera un grupo de sociólogos rumanos en los años treinta (época en que la estructura social de Rumania era bastante similar a la del Tercer Mundo, por cierto). De todos modos, no fue sino hasta los años cincuenta, con el trabajo de Raúl Prebisch y sus “jóvenes turcos" latinoamericanos en la CEPAL, que el tema pasó a ser cuestión relevante dentro del saber académico de las ciencias sociales. El punto de partida era muy sencillo. Sostenían que el comercio internacional no consistía en un intercambio entre pares. Algunos países eran económicamente más poderosos que otros (los de centro) y por ende podían negociar en términos que favorecían el desvío de la plusvalía de los países débiles (la periferia) al centro. Alguien lo llamaría luego "intercambio desigual". El análisis suponía un remedio para la desigualdad: que los estados periféricos emprendiesen acciones con el fin de instituir mecanismos que equilibrasen el intercambio en su mediano plazo. Desde luego, una idea tan simple dejaba de lado una enorme cantidad de detalles, dando lugar a encendidos debates. La discusión se planteó entre sus partidarios y quienes sostenían una visión más tradicional del comercio internacional planteada en lo fundamental por David Ricardo en el siglo xix, aquella según la cual si todos siguen su "ventaja comparativa", todos obtienen el máximo beneficio. Pero también se suscitaban discusiones internas al grupo de partidarios del modelo centro-periferia. ¿Cómo funcionaba? ¿Quién se beneficiaba realmente del intercambio desigual? ¿Qué medidas pudieran ser efectivas para contrarrestarlo? ¿Y hasta qué punto tales medidas requerían más de una acción política que de una regulación económica? Sobre este último tema fue que los teorizadores de la "dependencia" desarrollaron sus versiones corregidas del análisis de centro y periferia. Varios sostenían que la revolución política era un requisito previo de cualquier acción reguladora. La teoría de la dependencia, tal como se desarrolló en América Latina, parecía a primera vista básicamente una crítica de las políticas económicas implementadas y predicadas por las potencias occidentales (especialmente las de Estados Unidos). André Gunder Frank acuñó la frase "el desarrollo del sub-desarrollo" para describir los resultados de las políticas de las grandes corporaciones y los estados de las zonas centrales, y de los agentes interestatales que promovían el "libre comercio" en la economía-mundo. El subdesarrollo no era visto como un estado originario, cuya responsabilidad recaía en los países que eran subdesarrollados, sino como la consecuencia del capitalismo histórico. Pero las teorías de la dependencia planteaban también, tal vez incluso en mayor medida, una crítica a los partidos comunistas latinoamericanos. Estos partidos habían apoyado una teoría de los estadios de desarrollo según la cual los países latinoamericanos eran todavía feudales o "semifeudales", no habiéndose producido en ellos, por ende, la "revolución burguesa" que debía preceder a la "revolución proletaria". Deducían de ello que los activistas latinoamericanos debían colaborar con la denominada burguesía progresista para llevar a cabo la revolución burguesa, con el fin de que acto seguido el país pudiera avanzar hacia el socialismo. Los dependisteis, al igual que muchos inspirados por la Revolución cubana, sostuvieron que la línea oficial del comunismo no era más que una mera variante de la línea del gobierno de los Estados Unidos (constrúyanse en principio estados liberales burgueses y una clase media). Los dependentistas rebatieron esta linea de los partidos comunistas teóricamente, sosteniendo que los países latinoamericanos ya formaban parte del sistema capitalista y por eso ya mismo lo que necesitaban era una revolución socialista. Entre tanto, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, los países comunistas de Europa del Este y hacia el interior de los partidos comunistas francés e italiano, comenzaba un debate sobre el "modelo asiático de producción". Al delinear ligeramente la serie de estadios de las estructuras económicas a través de las cuales hubo evolucionado la humanidad, Marx agregó una categoría que le resultó difícil de  ubicar en la progresión lineal que describía. Lo llamó el "modo asiático de producción", usando el término para describirlos enormes y burocráticos imperios autocráticos que se desarrollaran a lo largo de la historia en China e India al menos. Se trataba exactamente de las "altas civilizaciones" de los orientalistas, cuyos textos Marx había estado leyendo. 

En los años treinta, Stalin decidió que el concepto no le gustaba. Al parecer pensó que podía ser utilizado como una descripción tanto de la historia rusa como del régimen que presidía. Emprendió una revisión de Marx que sencillamente eliminó el concepto de toda discusión legítima. La omisión generaba múltiples dificultades a los académicos soviéticos (y comunistas de otros países, también). Se veían forzados a estirar sus argumentos para hacer coincidir varios momentos de las historias de Rusia y Asia dentro de las categorías de "esclavitud" y "feudalismo", que seguían siendo legítimas. Pero no hubo uno que contradijera a Josef Stalin. Muerto Stalin en 1953, muchos académicos aprovecharon la ocasión para reabrir el debate, sugiriendo que tal vez pudiera haber algo interesante en aquella idea original de Marx. Hacerlo, sin embargo, implicó abrir nuevamente la cuestión de una serie de estados de desarrollo obligados, y por ende el desarrollismo como marco de análisis y directiva política. Obligó a estos intelectuales a entablar un diálogo con las ciencias sociales no marxistas del resto del mundo. Básicamente, este debate fue el equivalente académico del discurso de 1956 en que Jrushov, entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en el XX Congreso del Partido, denunció el "culto de la personalidad" tributado a Stalin y reconoció los "errores" de lo que hasta entonces había sido una política incuestionable;. Al igual que el discurso de Jrushov, el debate sobre el modo asiático de producción trajo consigo dudas, y un consiguiente resquebrajamiento de la rígida herencia conceptual del marxismo ortodoxo. Hizo posible una nueva mirada de las categorías de análisis decimonónicas, las del propio Marx incluso. Simultáneamente, entre los historiadores económicos de Occidente tenía lugar un debate acerca de los orígenes del capitalismo moderno. La mayoría de los participantes se consideraban a sí mismos marxistas, pero eran libres de cualquier tipo de restricción partidaria. El debate tuvo origen en la publicación de los Estudios sobre el desarrollo del capitalismo de Maurice Dobb en 1946. Dobb era un historiador económico marxista inglés. Paul Sweezy, economista marxista estadounidense, escribió un artículo cuestionando la explicación propuesta por Dobb de lo que ambos denominaban "la transición del feudalismo al capitalismo". Poco después, muchos más salieron a la palestra. Para aquellos que aceptaban la propuesta de Dobb, el tema se presentaba como una pugna de explicaciones endógenas versus exógenas. Dobb encontraba las raíces de la transición del feudalismo al capitalismo en elementos internos de los estados, específicamente en Inglaterra. Sweezy era acusado por Dobb y sus partidarios de privilegiar factores extemos, en particular los flujos comerciales, ignorando el papel fundamenta] desempeñado por los cambios ocurridos en la estructura productiva, y por ende las relaciones de clase. La respuesta de Sweezy y los suyos consideraba a Inglaterra como parte de una extensa zona de Europa mediterránea, cuyas transformaciones permitían dar cuenta de lo ocurrido en Inglaterra. Sweezy empleaba datos empíricos del trabajo de Henri Pirenne (historiador belga no marxista, antepasado de la escuela historiografía de los Anuales célebre por su explicación de cómo el surgimiento del Islam llevó a la interrupción de rutas comerciales con Europa occidental y su estancamiento económico). Quienes apoyaban a Dobb sostenían que Sweezy sobredimensionaba la importancia de! comercio (considerado una variable externa), ignorando el papel decisivo de las relaciones de producción (consideradas una variable interna). El debate era importante por varios motivos. Ante todo, parecía tener ramificaciones políticas (como los argumentos de los dependentistas). Las conclusiones acerca de los mecanismos de transición del feudalismo al capitalismo posiblemente tuvieran algo para decir acerca de una potencial transición del capitalismo al socialismo (como algunos de los contendientes, de hecho, señalaban de manera explícita).

 

En segundo lugar, el debate obligaba a muchas personas formadas como economistas a examinar con mayor detenimiento datos históricos, posibilitándoles la apertura a parte de los argumentos que el grupo francés de los Aúnales comenzaba a exponer. Tercero, era esencialmente un debate sobre la unidad de análisis, aunque nunca se utilizara tal terminología. El grupo de Sweezy cuestionaba la relevancia de tomar a un país, proyectado hacia atrás en el tiempo, como unidad hacia el interior de la cual debía ser analizada la acción social, en vez de alguna unidad mayor dentro de la cual se presentara una división del trabajo (como era el caso de la zona curopea-mediterránea). Cuarto, al igual que el debate acerca del modo asiático de producción, éste provocó la ruptura del caparazón de una versión del marxismo (que analizaba únicamente las relaciones de producción, y sólo dentro de los límites de los estados nacionales) que se había vuelto una ideología más que una propuesta académica abierta a la discusión. Casi todos los involucrados en este debate eran académicos anglo-parlantes. A diferencia de ellos, el grupo de los Anuales se originó en Francia y durante mucho tiempo tuvo resonancia únicamente en aquellas áreas del mundo intelectual donde la influencia cultural gala gozaba de mayor influencia: Italia, España, América Latina, Turquía y ciertas partes de Europa del Este. El grupo de los Aúnales había surgido en los años veinte como protesta, encabezada por Lucien Febvre y Marc Bloch, contra el perfil altamente idiográfico y empirista que dominaba la historiografía francesa, determinando su dedicación casi exclusiva a la historia política. El grupo de los Annales enunció varias contradoctrinas: la historiografía debía ser "total", es decir, debía lograr una imagen integrada del desarrollo histórico en todos los ámbitos sociales. El grupo de los Aúnales contrapuso varias doctrinas: la historiografía debía ser "total", esto es, debía concentrarse en una visión integrada del desarrollo histórico en todas las arenas sociales. De hecho, las bases económicas y sociales de este desarrollo eran considerados más importantes que la superficie política, y, aún más, era posible estudiarlas sistemáticamente, y no siempre en los archivos. Y las generalizaciones a largo plazo sobre los fenómenos históricos eran de hecho, no sólo posibles sino deseables. En los años entre las guerras, la influencia de los Anuales fue mínima. De pronto, después de 1945, floreció, y bajo la dirección de su líder en la segunda generación, Fernand Braudel, llegó a dominar la escena historiográfríca francesa primero y la ée muchas otras partes del mundo después. Comenzó por primera vez a penetrar el mundo angloparlante. Institucionalmente, el grupo de los Anuales presidía sobre una nueva institución universitaria en París, una institución construida sobre la premisa de que los historiadores tenían que aprender e integrar sus descubrimientos de otras disciplinas de las ciencias sociales tradicionalmente más nomotéticas, y que éstas, a su vez, tenían que devenir más "históricas" en su trabajo. La era braudeliana representaba tanto un ataque intelectual como institucional contra el aislamiento tradicional de las disciplinas de las ciencias sociales entre sí. Braudel propugnó un lenguaje sobre los tiempos sociales que dejó su impronta en trabajos futuros. Criticó la historia "acontecimiental", con lo que hacía referencia a la historiografía tradicional idiográfica, empiricista, y política como "polvo". Era polvo en un sentido doble; porque hablaba de fenómenos efímeros, y porque se metía en los ojos, impidiendo ver las verdaderas estructuras subyacentes. Pero Braudel también criticó la búsqueda de verdades atemporales y eternas, considerando el trabajo puramente nomotético de muchos científicos sociales como mítico. En medio de estos dos extremos, insistió en otros dos tiempos sociales que las dos culturas habían olvidado: el tiempo estructural (o de larga duración, pero no eterno, las estructuras básicas que subyacen a los sistemas históricos), y los procesos cíclicos dentro de las estructuras (o tendencias de mediano plazo, tales como las expansiones y contracciones de la economía mundial). Braudel también destacó el tema de la unidad del análisis. En su primer trabajo importante, insistió que el Mediterráneo del siglo XVI que había estado estudiando, constituía una "economía-mundo" (économie-mondé), he hizo de la historia de esta economía-mundo el objeto de su estudio. Estos cuatro debates tuvieron lugar esencialmente entre 1950 y 1960. Ocurrieron básicamente por separado, sin referencias mutuas, y con frecuencia sin conocimientos el uno del otro. Sin embargo, colectivamente, representaron tina crítica central a la estructura existente. Este levantamiento intelectual fue seguido por el choque cultural de las revoluciones de 1968, Y estos hechos juntaron las piezas dispersas. La revolución mundial de 1968 se ocupó primariamente de una serie de asuntos políticos centrales: la hegemonía de los Estados Unidos y su política internacional, que lo había llevado a la   guerra de Vietnam; la relativamente pasiva actitud de la Unión Soviética, a la que los revolucionarios de 1968 vieron en "colusión" con los Estados Unidos; la ineficacia de los movimientos tradicionales de la Vieja Izquierda en oposición al statu quo. Discutiremos estos temas más adelante. En este proceso de levantamiento, sin embargo, los revolucionarios de 1968, quienes contaban con su base más poderosa en las universidades de todo el mundo, comenzaron también a elevar una serie de temas respecto a las estructuras del saber. Al principio, hicieron preguntas referentes a la participación política directa de los académicos universitarios en trabajos que apoyaban el statu quo mundial, tal como los físicos que realizaban investigaciones vinculadas con la guerra y los científicos sociales que proveían material para los esfuerzos de contrainsurgencia. Luego, cuestionaron sobre áreas descuidadas del saber. En las ciencias sociales, esto significó las historias ignoradas de muchos grupos oprimidos: mujeres, grupos "minoritarios", poblaciones indígenas, grupos con identidades o prácticas sexuales alternativas. Pero, eventualmente, comenzaron a plantear cuestiones sobre las epistemologías subyacentes a las estructuras del saber. Es en este punto, a principio de los años setenta, cuando la gente comenzó a hablar explícitamente sobre los sistemas-mundo de análisis como una perspectiva. Los sistemas-mundo de análisis fueron un esfuerzo por combinar de manera coherente las preocupaciones respecto a la unidad de análisis, la preocupación por las temporalidades sociales y la preocupación por las barreras que se habían erigido entre las diferentes ciencias sociales. Los sistemas-mundo de análisis significaron antes que nada la sustitución de una unidad de análisis llamada "sistema-mundo" en vez de la unidad estándar de análisis, que había sido el estado nacional. En su conjunto, los historiadores habían estado analizando historias nacionales, los economistas economías nacionales, los politólogos estructuras políticas nacionales y los sociólogos sociedades nacionales. Los analistas de sistema-mundo enarcaron una escéptica ceja, cuestionando si estos objetos de estudio existían verdaderamente, y si en todo caso, eran los sitios de análisis más útiles. En lugar de los estados nacionales como objetos de estudio, los sustituyeron por "sistemas históricos" que, se argüía, habían existido hasta ese momento en sólo tres variantes; minisistemas, y "sistema-mundo" de dos tipos (economías-mundo e imperios-mundo). Nótese el guión en sistema-mundo y sus dos subcategorías, economías-mundo e imperios-mundo. La colocación de dicho guión intentaba señalar que se estaba haciendo referencia no a sistemas, economías o imperios de (todo) el mundo, sino sobre sistemas, economías e imperios que son un mundo (pero posiblemente y de hecho, usualmente, sin ocupar la totalidad del globo). Éste es un concepto inicial clave a entender. Afirma que en "sistema-mundo" estamos frente a una zona espaciotemporal que atraviesa múltiples unidades políticas y culturales, una que representa una zona integrada de actividad e instituciones que obedecen a ciertas reglas sistémicas. De hecho, por supuesto, el concepto fue aplicado inicialmente al "sistema-mundo moderno" el cual, se argumenta, toma la forma de una "economía-mundo". Este concepto adaptó el uso de Braudel en su libro sobre el Mediterráneo, y lo combinó con el análisis del centro-periferia de CEPAL. Se argumentó que la economía-mundo moderna era una economía-mundo capitalista. No la primera economía-mundo pero sí la primera economía-mundo en sobrevivir y florecer durante tanto tiempo, y logró esto al convertirse, precisamente, en completamente capitalista. Si la zona considerada como capitalista no fue pensada como un estado sino más bien como una economía-mundo, entonces la así llamada por Dobb explicación interna de la transición del feudalismo al capitalismo tenía poco sentido, puesto que suponía que la transición tuvo lugar múltiples veces, estado por estado, dentro del mismo sistema-mundo. Había en este modo de formular la unidad de análisis un subsiguiente vínculo con ideas previas. Karl Polanyi, el historiador económico húngaro (posteriormente británico) había insistido en la distinción entre tres formas de organización económica que él había denominado: recíproca (una suerte de toma y daca directo), redistributiva (en la cual los bienes iban del fondo de la escala social a lo más alto para retornar, en parte al fondo), y de mercado (en la cual el intercambio ocurría en forma monetaria en un espacio público). Las categorías de los tipos de sistemas históricos —minisistemas, imperios-mundo y economías-mundo— parecía ser otro modo de expresar las tres formas de organización económica de Polanyi. Los minisistemas utilizaban la reciprocidad, los imperios-mundo la redistribución, y las economías-mundo los intercambios de mercado. Las categorías de Prebisch también fueron incorporadas. Se afirmaba que una economía-mundo capitalista estaba marcada por una división axial de labor entre los procesos de producción centrales y los procesos de producción periféricos, lo cual daba como resultado un intercambio desigual favoreciendo a los involucrados en los procesos de producción (éntrales. Puesto que tales procesos tendían a agruparse en países específicos, uno podía abreviar la nomenclatura hablando de zonas centrales y periféricas (o incluso de estados centrales y periféricos) en tanto uno recordara que eran los procesos de producción y no los estados los que eran centrales o periféricos. En el análisis de sistemamundo, el centro-periferia es un concepto relacional, no un par de términos reificados, esto es, que tienen sentidos esenciales separados. ¿Qué es lo que convierte a un proceso de producción en central o periférico? Llegó a verse que la respuesta estaba en el grado en el cual cada proceso particular era relativamente monopolizado o de libre mercado. Los procesos que eran relativamente monopolizados eran mucho más gananciosos que aquellos que eran de libre mercado. Esto volvía a los países en los que se ubicaban los procesos centrales más solventes. Y dado el poder desigual de los productos monopolizados vis-á-vis los productos con muchos productores en el mercado, el resultado último del intercambio entre productos centrales y periféricos era un flujo de la plusvalía (queriendo decir en este caso una gran parte de las ganancias reales de múltiples producciones locales) hacia aquellos estados que tenían un mayor número de procesos centrales. La influencia de Braudel fue crucial en dos aspectos. Primero, en su trabajo más tardío sobre capitalismo y civilización, Braudel volvería a insistir en una marcada distinción entre la esfera del libre mercado y la esfera de los monopolios. El denominó sólo a esta última capitalismo y, lejos de ser la misma cosa que el libre mercado, afirmaba que el capitalismo era el "antimercado". Este concepto constituyó un asalto directo, tanto sustantivo como terminológicamente, en la conjunción de economistas clásicos (incluyendo a Marx) de mercado y capitalismo. Y, en segundo lugar, la insistencia de Braudel en la multiplicidad de tiempos sociales y su énfasis en el tiempo estructural —lo que él denominó longue durée— fueron centrales para el análisis de sistema-mundo. Para los analistas de sistema-mundo, la longue durée era la duración de un sistema histórico particular. Las generalizaciones sobre el funcionamiento de tal sistema debían evitar la trampa de parecer afirmaciones atemporales, verdades eternas. Si tales sistemas no eran eternos, entonces se seguía que tenían principios, vidas durante las cuales se "desarrollaban" y transiciones terminales. Por otro lado, esta perspectiva reforzaba la afirmación que la ciencia social debía ser histórica, observando los fenómenos por largos periodos a la vez que en amplios espacios. Pero también abrió, o reabrió, la pregunta sobre las "transiciones". Dobb y Sweezy habían presentado explicaciones bastante diferentes sobre la transición del feudalismo al capitalismo, pero compartían la convicción de que cualesquiera fuera lo que explicara la transición, ésta era un suceso inevitable. Esta convicción se reflejaba en la teoría del progreso de la Ilustración, que había sido sustento tanto del pensamiento clásico liberal como del pensamiento marxista clásico. Los analistas de sistema-mundo comenzaron a mostrarse escépticos frente a la inevitabilidad del progreso. Veían al progreso como una posibilidad más que como una certeza. Se preguntaban si uno podía incluso describir la construcción de una economía-mundo capitalista como progreso. Esta mirada escéptica les permitió incorporar dentro de una narrativa de la historia humana las realidades de aquellos sistemas que habían sido agrupados bajo el título de "modelo asiático de producción". Uno ya no tenía por qué preocuparse sobre si estas estructuras estaban ubicadas en algún punto en particular sobre la curva histórica. Y uno podía ahora preguntarse por qué la transición del feudalismo al capitalismo había tenido lugar (como si la posibilidad de que pudiera no haber ocurrido  fuera una alternativa real) y no asumir su inevitabilidad y buscar, sencillamente, cuáles fueron las causas inmediatas de la transición. El tercer elemento en el análisis de sistema-mundo fue su falta de respeto por las fronteras tradicionales en las ciencias sociales. Los analistas de sistema-mundo analizaban la totalidad del sistema social a lo largo de la longue durée. Se sentían por lo tanto en libertad de analizar materiales que en alguna oportunidad habían sido considerados dominio exclusivo de historiadores o economistas o politólogos o sociólogos y de analizarlos con un marco analítico común. El análisis resultante de los sistemas-mundo no era multidisciplinario, puesto que los analistas no estaban reconociendo la legitimidad intelectual de estas disciplinas. Estallan siendo unidisciplinarios. Por supuesto, esta trilogía de críticas —sistema-mundo antes que estados como unidad de análisis, la insistencia en la longue durée, y un enfoque unidisciplinario— representaban un ataque a muchas vacas sagradas. Era de esperar que se diera un contraataque. Este llegó, inmediata y vigorosamente, desde cuatro frentes: los positivistas nomotéticos, los marxistas ortodoxos, los autonomistas estatales y las particularistas culturales. La crítica central de cada uno había sido que sus premisas básicas no habían sido aceptadas por el análisis de sistema-mundo. Esto era, por supuesto, correcto, pero ni con mucho llegaba a convertirse en un argumento intelectual devastador. Los positivistas nomotéticos habían sostenido que el análisis de sistema-mundo era esencialmente una narrativa, que su teorizar se basaba en hipótesis que no habían sido sometidas a rigurosas pruebas. De hecho, con frecuencia argüían que muchas de las proposiciones de los análisis de sistema-mundo eran no verificables, y por ende, intrínsecamente inválidas. En parte, ésta es una crítica a una insuficiente (o no existente) cuantificación en la investigación. En parte, es una crítica a una insuficiente (o no existente) reducción de situaciones complejas a variables simples y claramente definidas. En parte, ésta es una sugerencia de la intromisión de premisas con carga de valor en el trabajo analítico. Por supuesto que ésta es, de hecho, el reverso de la crítica de los análisis de sistema-mundo al positivismo nomotético. Los analistas de sistema-mundo insisten que más que reducir situaciones complejas a variables más simples, el esfuerzo debería dirigirse a complejizar y contextualizar todas las denominadas variables más sencillas a fin de entender situaciones sociales reales. Los analistas de sistemamundo no se oponen a la cuantificación per se (cuan tincarían aquello que es de utilidad cuantificar), pero (como nos enseña aquel viejo chiste del borracho) siente que uno no tiene que buscar la llave perdida debajo del farol sólo porque la luz es ahí mejor (en donde hay mayor datos cuantificables). Uno busca por la información más apropiada en función del problema intelectual; uno no elige el problema porque existen datos firmes y cuantitativos. Este debate puede entenderse como lo que los franceses denominan diálogo de sordos. Al final, el asunto no es un tema abstracto sobre la metodología correcta sino sobre sí los analistas de sistema-mundo o los posilivistas nomotéticos pueden ofrecer una explicación más plausible sobre la realidad histórica y así echar luz sobre los cambios sociales sobre largos periodos y a gran escala. Si a veces pareciera que los positivistas nomotéticos dieran la impresión de insistir en una serie de restricciones intelectuales carentes de espacio y humor, los denominados marxistas ortodoxos no están muy lejos de ganarles la carrera. El marxismo ortodoxo está plagado de la imaginería de las ciencias sociales del siglo xix, la cual comparte con el liberalismo clásico; el capitalismo es el progreso inevitable sobre el feudalismo; el sistema fabril es el mecanismo de producción capitalista por excelencia; los procesos sociales son lineales; la base económica controla la menos fundamental superestructura política y cultural. La crítica de Robert Brenner, un historiador económico marxista ortodoxo, de los análisis de sistema-mundo es un buen ejemplo de este punto de vista. La crítica marxista a los análisis de sistema-mundo es por lo tanto que al discutir un eje centro-periferia en la división del trabajo, está siendo circulacionista y descuidando la base productiva de plusvalía y la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la variable explicativa del cambio social. Los análisis de sistema-mundo son acusados de fracasar al no tomar a las tareas no remuneradas como anacrónicas y en vías de extinción. Una vez más, los críticos invierten las críticas a ellos dirigidas. Los analistas de sistema-mundo han insistido en que la tarea remunerarla es sólo una de las muchas formas de  control riel trabajo dentro de un sistema capitalista, y no la más lucrativa de todas desde el punto de vista del capital. Han insistido en que la lucha de base y todas las otras formas de luchas sociales pueden ser entendidas y evaluadas sólo dentro de un sistema-mundo tomado como totalidad. Y han insistido en que los estados en una economía-mundo capitalista no tienen la autonomía o el aislamiento que hace posible calificarlos como poseedores de un modo particular de producción. La crítica de los autonomistas estatales es un poco el reverso de la crítica marxista ortodoxa. Mientras que los marxistas ortodoxos argüían que los análisis de sistema-mundo ignoran la centralidad determinante ríe los modos de producción, los autonomistas estatales arguyen que los análisis de sistemamundo tornan la esfera política en una zona cuyas realidades derivan de, y son determinadas por, la base económica. Las críticas del sociólogo Theda SKocpol y del politólogo Aristide Zolberg sostienen este punto, inspirados en el trabajo del historiador alemán Otto Hintze. Este grupo insiste que uno no puede explicar lo que sucede en el ámbito estatal o interestatal mediante el sencillo proceso de pensar en esas arenas como parte de una economía-mundo capitalista. Las motivaciones que gobiernan la acción en dichas arenas, sostienen, son autónomas y responden a otras presiones que el comportamiento del mercado. Finalmente, con el advenimiento de varios conceptos "pos-"ligados a los estudios culturales, los análisis de sistema-mundo han sido atacados con argumentos análogos a los utilizarlos por los autonomistas estatales. Se dice que el análisis de sistema-mundo deriva de la superestructura (en este caso, la esfera cultural) de la base económica y que desprecia la realidad central y autónoma de la esfera cultural (véase, por ejemplo, la crítica del sociólogo cultural Stanley Aronowitz). Se acusa a los analistas de sistema-mundo de cometer los errores tanto del positivismo nomotético como del marxismo ortodoxo, aunque los analistas de sistema-mundo se ven como críticos de ambas escuelas de pensamiento. Los análisis de sistema-mundo son acusados de ser apenas otra versión de una "gran narrativa". A pesar de la afirmación de que los análisis de sistema-mundo están abocados a la "historia total" se los acusa de economicistas, esto es, de dar prioridad a la esfera económica sobre otras esferas de la actividad humana. A pesar de su temprano y fuerte ataque contra el eurocentrismo, se lo acusa de ser eurocéntrico al no aceptar la autonomía irreducible de diferentes identidades culturales. En suma, que niega la centralidad de la "cultura". Por supuesto, los análisis de sistema-mundo son de hecho una gran narrativa. Los análisis de sistemamundo argumentan que todas las actividades de todas las formas de saber incluyen, necesariamente, grandes narrativas, pero que algunas de estas narrativas reflejan la realidad con mayor precisión que otras. En su insistencia sobre la historia total y la unidisciplinariedad, los analistas de sistema-mundo rechazan sustituir una llamada base cultural por una base económica. Más aún, como hemos dicho, buscan abolir las líneas entre los modelos de análisis económico, político y sociocultural. Sobre todo, los analistas de sistema-mundo no quieren deshacerse de todo. Estar en contra del cientificismo no es estar contra la ciencia. Estar en contra del concepto de estructuras atemporales no significa que las estructuras (enmarcadas en el tiempo) no existan. La convicción de que la presente organización de las disciplinas es un obstáculo a vencer no significa que no se haya arribado a un conocimiento colectivo (no importa qué tan provisional o heurístico). El estar en contra del particularismo disfrazado de universalismo no significa que todos los puntos de vista son igualmente válidos y que la búsqueda de un universalismo pluralista es fútil. Lo que estas cuatro críticas tienen en común es la impresión que los análisis de sistema-mundo carecen de un actor central en su narrativa de la historia. Para el positivismo nomotético, el actor es el individuo, homo rationalis. Para el marxismo ortodoxo, el actor es el proletariado industrial. Para los autonomistas estatales, es el hombre político. Para los particularistas culturales, cada uno de nosotros (diferente de todos los demás) es un actor comprometido con un discurso autónomo con el resto. Para el análisis de sistema-mundo, estos actores, al igual que la larga lista de estructuras que uno puede enumerar, son los productos de un proceso. No son elementos atómicos primordiales, sino que forman parte de una mezcla sistémica de la cual emergieron y sobre la cual actúan. Actúan libremente, pero su libertad está limitada por sus biografías y por las prisiones sociales de las que forman parte. El análisis de sus prisiones los libera en el grado sumo que pueden ser liberados. En la medida que analizamos nuestras prisiones sociales, nos liberamos de sus  límites hasta donde podemos ser liberados. Finalmente, debe recalcarse que para los analistas de sistema-mundo, el tiempo y el espacio —o mejor dicho el compuesto TiempoEspacio— no son realidades externas inmutables que se encuentran de alguna manera ahí afuera y dentro de cuyos marcos existe la realidad social. Los TiempoEspacios son construcciones reales que se encuentran en constante evolución y cuya construcción es parte componente de la realidad social que analizamos. Los sistemas históricos dentro de los que vivimos son, efectivamente, sistémicos, pero también son históricos. Permanecen iguales a lo largo del tiempo, pero no son idénticos de un minuto al siguiente. Ésta es una paradoja, pero no una contradicción. La habilidad para lidiar con esta paradoja, que no podemos evitar, es la principal tarea de las ciencias sociales históricas. Esto no es un acertijo, sino un desafío. 

 

Pero para nosotros la imagen paradojal  es aún mayor y es que no nos posicionamos en una episteme de sistema mundo sino que lo que intentamos es traspasarla, así a lo idiográfico - nomotético. Este par de términos fue inventado en Alemania a fines del siglo xix para describir lo que se denominaba Methodenstrát (batalla de los métodos) entre los científicos sociales, la cual reflejaba la división del trabajo académico en dos CULTURAS. Los científicos nomotéticos insistían en métodos reproducibles, "objetivos" (preferentemente cuantitativos) y veían como una de sus tareas el arribar a leyes generales que explicaran la realidad social. Los académicos idiográficos utilizaban mayoría de datos cualitativos, narrativos, y se consideraban a sí mismos humanistas, y preferían los métodos HERMENÉUTIGOS. Su preocupación principal era la interpretación, no las leyes, sobre las cuales eran, por lo menos, escépticos. (Destaquemos que lo idiográfico es diferente de lo ideográfico. "Idio" es un prefijo griego que significa específico, individual, propio de sí; por lo que idiográfico significa relativo o perteneciente a descripciones particulares, "ideo" es un prefijo derivado del latín y significa pintura, forma, idea; luego, lo ideográfico es lo que se relaciona a un sistema de escritura no alfabético, como los caracteres chinos.) 

 

Lo englobamos en lo arquetípico pascual y en lo experimental puro dharmico, así lo idiográfico no es otra cosa que es el estasis de la contemplación del ser logrando superar el no ser y lo nomotétitco el éxtasis de la experiencia pura cundo se logra superar el ser  y entonces el panorama científico integra tanto lo esotérico como lo exotérico empezando por la transferencia mágica pasando por la religión el arte y la filosofía hasta una ciencia cibernética,a si no estamos construidos por el poder sino por aquellos marginados del poder que han visto sus epistemes deslegitimadas y que ahora se integran en un proceso transferencial.

Y entonces el problema de permanencia y cambio se fundamenta en lo eterno del ser y en lo cambiante del no ser en el devenir, comprendiendo que ningún sistema es, pero se configura a partir del ser y que ningún cambio continua sin dejar espacio tiempo para la estabilización de sistemas que manifiestan al ser pero nunca plenamente, por eso todo sistema debe de ser superado así como todo sistema debe de tener su tiempo para estabilizarce  pero pasado ese tiempo debe de ser superado, hoy queda claro que el capitalismo debe de ser superado por un comunismo complementario, veamos al mercado capitalista para dar cuenta de su crisis cíclica y de cómo la externaliza  haciendo que la paguemos todos nosotros.     

        

 

El mercado

 

Una economía-mundo capitalista es una colección de muchas instituciones, cuya combinación da cuenta de sus procesos, todos los cuales están interrelacionados entre sí. Las instituciones básicas son el mercado, o mejor dicho, los mercados; las compañías que compiten en los mercados; los múltiples estados, dentro de un sistema interestatal; las unidades domésticas; las clases, y los grupos de estatus (la terminología de Weber, lo que algunos han dado en llamar en años recientes, "identidades")- Todas éstas son instituciones que han sido creadas dentro del marco de una economía-mundo capitalista. Por supuesto, tales instituciones tienen cierta similitud con instituciones que han existido en anteriores sistemas históricos a los que hemos dados los mismos o similares nombres. Pero el utilizar el mismo nombre para describir instituciones localizadas en diferentes sistemas históricos frecuentemente confunde, más que clarifica, el análisis. Es mejor pensar en el grupo de instituciones del sistema-mundo moderno como contextualmente específicas a éste. Comencemos con los mercados, puesto que éstos son habitual-mente considerados la característica esencial de un sistema capitalista. Un mercado es a la vez una estructura local concreta en la que los individuos o compañías compran y venden mercaderías, y una institución virtual a lo largo del espacio en donde tienen lugar los mismos tipos de intercambios. Qué tan grande y extendido esté el mercado virtual depende de las alternativas realistas que los vendedores y compradores tengan en un momento determinado. En principio, en una economía-mundo capitalista, el mercado virtual existe como totalidad en la economía-mundo. Pero corno habremos de ver, hay muchas veces interferencias en estas fronteras que crean mercados más estrechos y "protegidos". Existen, claro está, mercados virtuales separados para todos los bienes de consumo así como para el capital y para los distintos tipos de trabajo. Pero a lo largo del tiempo, también puede decirse que existe un solo mercado global virtual para todos los factores de producción combinados, más allá de las barreras que existen para su libre funcionamiento. Uno puede pensar en este mercado virtual completo como un imán que atrae a todos los productores y compradores y cuya atracción es un factor político constante en los procesos de decisión de todos: los estados, las compañías, las unidades domésticas, las clases y los grupos de estatus (o identidades) . Este mercado global virtual completo es una realidad en tanto que influye en todos los procesos de decisión, pero nunca funciona entera y libremente (esto es, sin interferencias). El mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Una de las razones por las que un mercado totalmente libre no es una realidad cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que volvería imposible la acumulación incesante de capital. Esto puede parecer una paradoja, porque es cierto que el capitalismo no puede funcionar sin mercados, y también es cierto que los capitalistas dicen con regularidad que están a favor del libre mercado. Pero los capitalistas necesitan, de hecho, mercados no completamente libres sino mercados parcialmente libres. La razón es obvia. Supongamos que existiera un mercado mundial en el que todos los factores de producción fueran completamente libres, como nuestros libros de texto los definen habitualmente; esto es, uno en donde los factores fluyeran sin restricciones, en donde hubiera un enorme número de compradores y un enorme número de vendedores, y en el cual existiera una perfecta información (esto es, que lodos los vendedores y todos los compradores supieran el estado exacto de todos los costos de producción). En un mercado de tal perfección, sería siempre posible para los compradores regatear con los vendedores hasta un nivel de ganancia absolutamente minúsculo (digamos de sólo un centavo), y este bajo nivel de ganancia haría del juego capitalista algo sin el más mínimo interés para los productores, removiendo el sustrato social básico de tal sistema. Lo que los vendedores prefieren siempre es un monopolio, porque entonces pueden crear un amplio margen relativo entre los costos de producción y los precios de venta, y por lo tanto obtener grandes porcentajes de ganancia. Por supuesto, los monopolios perfectos son extremadamente difíciles de crear, e infrecuentes, pero los cuasi-monopolios no lo son. Lo que uno necesita más que cualquier otra cosa es el apoyo de la maquinaria de un estado relativamente fuerte, uno que pueda apoyar a un cuasimonopolio. Hay muchos modos de realizarlo. Uno de los más fundamentales es el sistema de patentes que se reserva los derechos de una "invención" por un determinado número de años. Esto es lo que hace, básicamente, que los productos "nuevos" sean los más caros para los consumidores y los más ventajosos para los productores. Claro que las patentes son con frecuencia violadas y en todo caso, eventualmente expiran, pero, en general, protegen a un cuasimonopolio durante un tiempo. Incluso en ese caso, la producción protegida por patentes permanece sólo como cuasimonopolio, puesto que pueden existir otros productos en el mercado que no estén cubiertos por esa patente. Ése es el porqué de la situación normal de las denominadas industrias de punta (esto es, productos que son tanto nuevos como poseedores de un porcentaje importante del mercado global de productos) es un oligopolio antes que un monopolio absoluto. Los oligopolios son, empero, lo suficientemente buenos como para brindar una tasa de ganancia elevada, en especial desde que varias firmas con frecuencia, se asocian para minimizar la competencia de precios. Las patentes no son el único modo en el que los estados pueden crear cuásimonopolios. Las restricciones estatales a la importación y exportación (las denominadas medidas proteccionistas) son otra. Los subsidios estatales y los beneficios impositivos son una tercera. La capacidad de los estados fuertes para usar de su fuerza y prevenir que los estados más débiles desarrollen medidas contraproteccionistas son también otro modo. Y el papel de los estados como compradores a gran escala de ciertos productos dispuestos a pagar precios excesivos, es otro. Finalmente, las regulaciones que imponen un peso sobre los productores puede ser relativamente sencilla de absorber por los grandes productores pero paralizante para los pequeños productores, una asimetría cuyo resultado es la eliminación de los pequeños productores del mercado incrementado de esa manera el porcentaje del oligopolio. Las modalidades por la que los estados interfieren con el mercado virtual son tan extensas que constituyen un factor fundamental en la determinación de precios y ganancias. Sin tales interferencias, el sistema capitalista no podría prosperar y por lo tanto no podría sobrevivir. Sin embargo, existen dos características antimonopólicas intrínsecas a una economía-mundo capitalista. Antes que nada, la ventaja de un productor monopólico es la pérdida de otro productor. Los perdedores negociarán políticamente para eliminar las ventajas de los ganadores. Pueden realizar esto mediante pujas dentro de los estados en donde los productores monopólicos están ubicados, apelando a las doctrinas del libre mercado y ofreciendo su apoyo a los líderes políticos decididos a terminar con ciertas ventajas monopólicas particulares. O lo logran persuadiendo a otros estados a desafiar al monopolio del mercado global mediante el uso del poder estatal para apoyar a productores competitivos. Ambos métodos son utilizados. Por lo tanto, a lo largo del tiempo, todo cuasimonopolio es desmantelado por la entrada de nuevos productores al mercado. Los cuásimonopolios son, por ello, suicidas. Pero duran lo suficiente (digamos unos treinta años) como para asegurar una considerable acumulación de capital por aquellos que controlan los cuásimonopolios. Cuando un cuasimonopolio deja de existir, los grandes acumuladores de capital, sencillamente mueven su capital a nuevos productos de punta o a industrias de punta completamente nuevas. El resultado es un ciclo de industrias de punta. Las industrias de punta tienen vidas moderadamente breves, pero son constantemente sobrevividos por otras industrias de punta. Y así continúa el juego. Y las industrias que alguna vez fueran de punta, se vuelven más y más "competitivas", esto es, reducen más y más sus ganancias. Vemos este patrón cíe conducta en funcionamiento lodo el tiempo. Las compañías son los principales actores en el mercado. Las compañías son habitualmente las competidoras de oirás firmas que operan en el mismo mercado virtual. También están en conflicto con aquellas firmas de las que adquieren materia prima y de aquellas alas que les venden sus productos. La  furiosa rivalidad íntercapitalista es la regla. Y sólo los más fuertes y ágiles sobreviven. Debemos recordar que la bancarrota, o la absorción por una compañía más fuerte es el pan diario de las empresas capitalistas. No todos los empresarios capitalistas tienen éxito en la acumulación de capital. Lejos de ello. Si todos tuvieran éxito, cada uno de ellos obtendría muy poco capital. Por ello, los repetidos "fracasos" de compañías no sólo despejan de competidores débiles el área sino que son una condición sine qua non en la incesante acumulación de capital. Esto es lo que explica el constante proceso de concentración de capital. Estemos seguros, existe una contrapartida al crecimiento de las compañías, ya sea en forma horizontal (con el mismo producto), vertical (en diferentes pasos en la cadena de producción) o lo que podría denominarse ortogonal (con otros productos no vinculados estrechamente). El tamaño reduce los costos a través de las denominadas economías de escala. Pero el tamaño agrega costos de administración y coordinación y multiplica los riesgos de ineficacia gerencial. Como resultado de dicha contradicción, existe un repetido proceso de zigzag de compañías que se agrandan y que luego se reducen. Pero esto "o ha sido un sencillo ciclo de expansión y contracción. Ha habido, en todo el mundo, un incremento secular en el tamaño de las compañías, la totalidad del proceso histórico tiene la forma de un engranaje en donde por dos muescas que se avanza se retrocede una, en forma continua. El tamaño de las compañías tiene también consecuencias políticas directas. El gran tamaño da a las compañías mayor peso político pero las vuelve también más vulnerables al ataque político (por sus competidores, sus empleados, y sus consumidores). Pero en este caso la línea de fondo es la de un trinquete que incrementa, a lo largo del tiempo, la influencia política. La división axial del trabajo en una economía-inundo capitalista divide a la producción en productos centrales y productos periféricos. El concepto centro-periferia es relacional. Lo que queremos decir por centro-periferia es el grado de ganancia del proceso de producción. Puesto que la ganancia está directamente relacionada al grado de monopolización, lo que esencialmente significamos por procesos de producción centrales son aquellos controlados por cuasimonopolios. Los procesos periféricos son entonces los verdaderamente competitivos. Cuando ocurre el intercambio, los productos competitivos están en una posición más débil y los cuasimonopólicos en una posición más fuerte. En consecuencia, hay un flujo constante de plusvalía de los productores de productos periféricos hacia los productores de productos centrales. Esto es lo que se ha denominado intercambio desigual. Ciertamente, el intercambio desigual no es la única manera de transferir capital acumulado de regiones políticamente débiles a regiones políticamente fuertes. También está el pillaje, usado ampliamente durante las primeras épocas de incorporación de nuevas regiones a la economía-mundo (consideremos, por ejemplo, a los conquistadores y el oro de América). Pero el pillaje es autoexterminador. Es el caso típico de matar a la gallina que pone los huevos de oro. Empero, como las consecuencias son a mediano plazo y las ventajas a corto plazo, sigue existiendo mucho pillaje en el sistema-mundo moderno, aunque ahora solemos "escandalizarnos" cuando nos enteramos. Cuando Enron declara la quiebra, luego de procedimientos de transferencia de enormes cantidades de dinero a manos de unos pocos administradores, eso es, de hecho, pillaje. Cuando las "privatizaciones" de propiedades estatales las ponen bajo control de empresarios cuasi mañosos quienes abandonan con premura el país dejando empresas destrozadas a su paso, eso es pillaje. Suicida, sí, pero sólo luego de que se ha infligido mucho daño al sistema productivo mundial, y también a la salud de la economía-mundo capitalista. Puesto que los cuasimonopolios dependen de la protección de estados fuertes, están en su mayor parte ubicados —jurídica, física y en términos de propiedad— dentro de tales estados. Existe por ello una consecuencia geográfica en las relaciones centro-periferia. Los procesos centrales tienden a agruparse en unos pocos estados y a constituir la mayor parte de la actividad productiva en dichos estados- Los procesos periféricos tienden a estar desparramados a lo largo de un gran número de estados y constituyen la mayor parte de la actividad productiva en dichos estados. Por lo tanto, para abreviar, podemos hablar de estados centrales y estados periféricos, siempre y cuando recordemos que en verdad estamos hablando de una relación entre procesos productivos. Algunos estados poseen una mezcla  casi pareja de productos centrales y periféricos. Denominamos a éstos, estados semiperíféricos. Tienen, como veremos, propiedades políticas específicas. No es sin embargo adecuado referirse a procesos productivos semiperíféricos. Ya que, como hemos visto, los cuasimonopolios tienden a autodestruirse, lo que hoy es un proceso central se convertirá mañana en un proceso periférico. La historia económica del sistema-mundo moderno abunda en estos cambios, o degradación de productos, primero a países semiperiférco os y luego a los periféricos. Si alrededor del I 800 la producción de textiles era con toda probabilidad el proceso productivo central preeminente, hacia el 2000 era claramente uno de los procesos productivos periféricos menos gananciosos. En 1800 estos textiles eran producidos principalmente en muy pocos países (Inglaterra y algunos otros países del noroeste europeo); hacia el 2000 los textiles son producidos en todas partes del sistema-mundo, en particular los textiles baratos. Estos procesos se han repetido con muchos otros productos. Pensemos en el acero, los automóviles o incluso las computadoras. Este tipo de giro no ha tenido efecto en la estructura del sistema. En el 2000 existían otros procesos centrales (producción aeronáutica o ingeniería genética) que estaban concentrados en unos pocos países. ha habido siempre nuevos procesos centrales que remplazaron a los que se tornaron más competitivos y se reubicaron fuera de los estados en los que se encontraban originariamente. La función de cada estado es muy distinto vis-a-vis los procesos productivos dependiendo de la mezcla de procesos centrales-periféricos dentro de él. En los estados fuertes, que contienen un margen desproporcionado de procesos centrales, se tiende a priorizar su función romo protector ele los cuasimonopolios de los procesos centrales. En los estados muy débiles, que contienen un margen desproporcionado de procesos de producción periféricos, éstos son en general incapaces de hacer mucho para afectar la división axial del trabajo, y se ven de hecho forzados a aceptar el destino que les ha tocado en suerte. Los estados semiperiféricos tienen una mezcla relativamente pareja de procesos de producción y se hallan en una situación muy complicada. Bajo presión de los estados fuertes y presionando a los estados débiles, su mayor preocupación es mantenerse a distancia de la periferia y hacer lo posible para acceder al centro. Ninguna de las dos operaciones es sencilla, y ambas requieren de una considerable injerencia estatal en el mercado global. Estos estados semiperiféricos son los que implementan con mayor agresividad y en forma pública las denominadas políticas proteccionistas. Esperan, con ello, "proteger" sus procesos productivos de la competencia de compañías fuertes en el exterior a la vez que intentan mejorar la eficiencia de las compañías internas para que compitan mejor en el mercado global. Son receptores voraces de antiguas industrias de punta, en lo que hoy día se define como alcanzar el "desarrollo económico". En dicho esfuerzo, su competencia es oriunda no de los estados centrales sino de otros estados semiperiféricos, igualmente anhelantes de ser los receptores de la relocación, la cual no puede llegar a todos los aspirantes en forma simultánea ni en el mismo grado. En los comienzos del siglo XXI, algunos países destinados a ser denominados semiperiféricos son Corea del Sur, Brasil e India, países con fuertes industrias que exportan productos (por ejemplo, acero, automóviles y medicamentos) a zonas periféricas, pero que también se vinculan en forma habitual con zonas centrales como importadores de productos más "avanzados". La evolución natural de las industrias de punta —la lenta disolución de los cuasimonopolios— es lo que da cuenta de los ritmos cíclicos de la economía-mundo. Una industria de punta nueva dará un gran impulso a la expansión de la economía-mundo y resultará en una considerable acumulación de capital. Pero al mismo tiempo y naturalmente llevará a un empleo más extenso en la economía-mundo, salarios más elevados y a una sensación generalizada de prosperidad relativa. A medida que más y más firmas entran en el mercado del antiguo cuasimonopolio, existirá una "sobreproducción" (esto es, un exceso de producción para la demanda real efectiva en un momento determinado) y como consecuencia un incremento en el precio de la competencia (por la reducción de la demanda), que reducirá los márgenes de ganancia. En un momento determinado, se producirá una acumulación de productos sin vender que tendrá como consecuencia una reducción en la producción futura. Cuando esto sucede, tendemos a ver el anverso de la curva cíclica de la economía-mundo. Hablamos entonces de estancamiento o recesión en la economía-inundo. Las tasas de desempleo globales aumentan. Los productores buscan reducir costos a fin de mantener su porcentaje del mercado mundial. Uno de los mecanismos utilizados es la reubicación de los procesos de producción hacia zonas que han contado, históricamente, con salarios más bajos, esto es, en países semiperiféricos. Este cambio incrementa la presión en los niveles salariales de los procesos que aún permanecen en las zonas centrales, y dichos salarios también tienden a reducirse. La demanda efectiva que en un comienzo faltaba a causa de la sobreproducción ahora se convierte en falta por la reducción en la ganancia de los consumidores. En semejante situación, no todos los productores resultan perdedores. Existe un obvio y agudo incremento de la competencia entre el ahora diluido oligopolio que está abocado al presente en estos procesos productivos. Se enfrentan entre sí con ferocidad, con frecuencia, con la ayuda de sus maquinarias. Algunos estados y algunos productores tienen éxito en la "exportación del desempleo" desde uno de los estados centrales hacia los otros. Sistémicamente, existe una contracción, pero algunos estados centrales y en particular algunos estados semiperiféricos parecen resultar bastante favorecidos. El proceso que hemos descrito —la expansión de la economía-mundo en presencia de industrias de punta cuasimonopólicas y contracción de la economía-mundo cuando hay una reducción de la intensidad de los cuasimonopolios— puede dibujarse como una curva sinusoidal en donde observaremos fases A (expansión) y B (estancamiento). Un ciclo considerado una fase A seguido de una fase B es denominado, a veces, un ciclo Kondratieff, en honor al economista que describiera este fenómeno con claridad a comienzos del siglo xx. Los ciclos Kondratieff han sido hasta ahora de más o menos cincuenta a sesenta años de duración. Su duración exacta depende de las medidas políticas tomadas por los estados para evitar la fase B, y en especial las medidas tomadas para lograr la recuperación de una fase B sobre las bases de nuevas industrias de punta que puedan estimular una nueva fase A. Cuando un ciclo Kondratieff culmina, nunca vuelve la situación a donde estaba a comienzos del ciclo. Esto es así porque lo que fue implementado durante la fase B para salir de ella y volver a una fase A cambia de manera importante los parámetros del sistema-mundo. Los cambios que solucionan el problema inmediato (o de corto plazo) de la inadecuada expansión de la economía-mundo (un elemento esencial para mantener la posibilidad de la acumulación incesante de capital) logra un equilibrio de mediano plazo pero comienza a crear problemas en la estructura en el largo plazo. El resultado es lo que denominamos una tendencia secular. Una tendencia secular debe ser concebida como una curva cuya coordenada (o eje x) marca el tiempo y cuya ordenada (o eje y) mide un fenómeno marcando la proporción de un grupo con una característica particular. Si a lo largo del tiempo el porcentaje tiende a incrementarse de una manera lineal ascendente, significa que por definición (puesto que la ordenada está expresada en porcentajes) que en algún momento ya no podrá hacerlo. A esto denominamos llegar a la asíntota, o al cien por ciento. Ninguna característica puede alcanzar en ningún grupo más del ciento por ciento. Esto significa que en lo que resolvemos los problemas de mediano plazo con un movimiento ascendente de la curva, alcanzaremos eventualmente en el largo plazo el problema de acercarnos a la asíntota. Permítasenos sugerir un ejemplo de cómo esto funciona

 

en una economía-mundo capitalista. Uno de los problemas que observamos en los ciclos Kondratieff es que en determinado momento los procesos de producción más importantes se vuelven menos beneficiosos, y estos procesos comienzan a reubicarse a fin de reducir costos. Entretanto, existe un incremento del desempleo en zonas centrales y esto afecta la demanda global efectiva. Las compañías individuales reducen sus costos, pero la colectividad de compañías encuentra más difícil encontrar suficientes consumidores. Una manera de restaurar un nivel suficiente de demanda global efectiva es el incrementar los niveles salariales de los trabajadores ordinarios en las zonas centrales, algo que ha ocurrido con frecuencia hacia el final de los periodos Kondratieff B. Esto a su vez crea el tipo de demanda efectiva que es necesario para suministrar suficientes consumidores para nuevos productos líderes. Pero, obviamente, mayores niveles de pago significan menores márgenes de ganancia para los empresarios. A escala global esto puede compensarse expandiendo el número de trabajadores asalariados en otros lugares del planeta que estén dispuestos a trabajar por salarios más bajos. Esto puede hacerse mediante la convocatoria de nuevos individuos a la arena laboral, para quienes un salario más bajo representa de hecho un incremento en sus ingresos reales. Pero es obvio que cada vez que uno incorpora "nuevas" personas en la arena de trabajo asalariado, uno reduce el número de personas restantes fuera de la arena laboral. Llegará un momento en el que el grupo haya disminuido de (al modo que cese de existir en forma efectiva. Estamos entonces alcanzando la asíntota.

 

Obvio, un sistema capitalista necesita que existan trabajadores que ofrezcan su trabajo para el proceso productivo. Con frecuencia se afirma que tales trabajadores son proletarios, esto es, trabajadores asalariados que no cuentan con medios alternativos de sustento (porque carecen de tierras y no cuentan con dinero o reservas inmobiliarias). Esto no es del todo correcto. Casi todos los trabajadores están vinculados a otras personas en unidades domésticas que aglutinan habitual-mente a personas de distinto sexo y diferentes edades. Muchos, quizá la mayoría, en esas unidades domésticas pueden ser denominados familias, pero los lazos familiares no son, sin embargo, los únicos modos en los que las unidades domésticas se mantienen unidas. Las unidades domésticas cuentan con frecuencia con residencias en común, pero esto no es tan habitual como uno podría pensar. Una unidad doméstica típica consta de tres a diez personas quienes, en un largo plazo (digamos unos treinta años), juntan sus recursos e ingresos a fin de sobrevivir de modo colectivo. Las unidades domésticas no son internamente, en general, estructuras igualitarias, ni estructuras inamovibles (las personas nacen y mueren, entran o abandonan las unidades domésticas, y en todo caso envejecen y tienden así a alterar su papel económico). Lo que distingue a una unidad doméstica es alguna forma de obligación de suministrar el ingreso para el grupo y compartir el consumo resultante de dicho ingreso. Las unidades domésticas son muy diferentes de los clanes o tribus y de otros grupos o entidades numerosos y extendidos, los cuales con frecuencia comparten obligaciones de ayuda mutua e identidad pero que no comparten en forma habitual sus ingresos. O si existen entidades numerosas semejantes que comparten sus ingresos, son disfuncionales para el sistema capitalista. Debernos primero analizar lo que se comprende por "ingreso". Existen, hablando en general, cinco clases de ingresos en el sistema-mundo moderno. Y casi todas las unidades domésticas buscan y obtienen las cinco clases, aunque en diferentes proporciones (lo que resulta ser muy importante). Una clase obvia es el salario, lo que significa pago (habitualmente en papel moneda) por personas fuera del ámbito familiar por el trabajo de un miembro de la unidad doméstica realizado fuera de la unidad doméstica en algún proceso productivo. El salario puede ser ocasional o regular. Puede ser un pago por el tiempo empleado o por trabajo realizado (destajo). El salario tiene la ventaja para el empleador en ser "flexible" (lo que significa que la continuación del trabajo es una función de las necesidades del empleador), aunque los sindicatos, y otras formas de agrupación gremial de los trabajadores y las legislaciones estatales hayan con frecuencia limitado la flexibilidad empresarial de diversos modos. Aun así, los empleadores casi nunca están obligados a suministrar apoyo de por vida a trabajadores específicos. Pero por lo mismo, este sistema tiene desventajas para el empleador en tanto que a mayor cantidad de trabajadores necesite, puede que no los haya dispuestos al empleo, en especial si la economía está en expansión. Por ello, en un sistema de salarios, el empleador intercambia el que no se le requiera pagar a los trabajadores durante los periodos en los que no los necesita por la garantía de que los trabajadores estarán disponibles cuando sí los necesite

Una segunda y obvia fuente de ingresos para la unidad doméstica es la actividad de subsistencia. Habitualmente definimos este tipo de trabajo de modo muy estrecho, tomándolo sólo como el esfuerzo de personas rurales para cultivar alimentos y producir elementos para el consumo propio sin hacerlos pasar por un mercado. Ésta es, de hecho, una manera de la producción de subsistencia, y este tipo de trabajo ha ido declinando marcadamente en el sistema-mundo moderno, razón por la que sostenemos que la producción de subsistencia está desapareciendo. Al hacer uso de una definición tan restrictiva no tenemos sin embargo en cuenta las numerosas maneras en las que las actividades de subsistencia están en realidad aumentando en el mundo moderno. Cuando alguien cocina en su casa o friega los platos, es una producción de subsistencia. Cuando un dueño de casa ensambla un mueble que compra en un negocio, es producción de subsistencia. Y cuando un profesional usa una computadora para enviar un correo electrónico que, antaño, una secretaria (paga) hubiera mecanografiado, él o ella está enfrascado en una producción de subsistencia. La producción de subsistencia es una gran parte del ingreso de la unidad doméstica hoy en día en las zonas económicamente más afluentes de la economía-mundo capitalista. Un tercer tipo de ingreso de la unidad doméstica es el que podríamos llamar, en forma genérica, como pequeña producción mercantil. Una pequeña producción mercantil es definida como el producto producido en la unidad doméstica pero vendido por dinero en el mercado. Obviamente, este tipo de producción continúa estando ampliamente distribuida en las zonas más pobres de la economía-mundo pero no está del lodo ausente del resto de otras zonas. En las zonas más ricas solemos denominarla "free-lancing". Este tipo de actividad incluye no sólo el mercadeo de mercaderías producidas (incluyendo, por supuesto, los bienes intelectuales) sino también la pequeña producción mercantil. Guando un niño vende en la calle cigarrillos o fósforos de a uno a consumidores que no pueden asumir la compra de éstos en las cantidades en las que habitualmente se los vende, el niño está involucrado en la pequeña producción mercantil, siendo esta producción el desmontaje del paquete mayor y su transporte al mercado callejero. Un cuarto tipo de ingreso es aquel al que solemos denominar renta. La renta puede ser obtenida de alguna inversión mayor de capital (el ofrecimiento de departamentos urbanos para alquiler, o de habitaciones dentro de los departamentos) o por ventajas de ubicación (la colección de peaje en un puente privado) o por propiedad de capital (los cupones de los bonos o los intereses obtenidos en una caja de ahorro). Lo que hace que la renta sea tal es que es una propiedad y no un trabajo de ningún tipo lo que hace posible el ingreso. Por último, existe un quinto tipo de ingreso, el que en el mundo moderno denominamos pagos de transferencia. Éstos pueden definirse como ingresos de un individuo en virtud de una obligación ríe un tercero de proveerle de dicho ingreso. Este pago de transferencia puede originarse en personas cercanas a la unidad doméstica, como cuando se ofrecen regalos o préstamos de una generación a otra al momento del nacimiento, matrimonio o muerte. Tales pagos de transferencia entre unidades domésticas pueden realizarse sobre bases de reciprocidad (lo que en teoría asegura que no exista un ingreso extraen el lapso de una vida pero tiende a eliminar las necesidades de liquidez). O el pago de transferencia puede ocurrir mediante un esquema de seguros (en donde uno puede, al final, beneficiarse o no), o a través de la redistribución de una clase económica hacia otra. Tan pronto como pensamos sobre ello, caemos en la cuenta de la mancomunación de recursos que se produce en las unidades domésticas. Imaginemos una familia estadounidense de clase media, en la cual el hombre adulto tiene un trabajo (y tal vez tenga un segundo trabajo), la mujer adulta tiene una empresa de banquetes que maneja desde su casa, el hijo adolescente es repartidor de diarios y la hija de doce años es babysitter. Agreguemos a esto, quizá, la abuela que retira su pensión de viudez y quien también, en ocasiones hace de baby-sitter para un niño pequeño, y la habitación encima del garaje, la cual alquilan. O pensemos en una familia trabajadora de una unidad doméstica mexicana en la cual el hombre adulto ha migrado ilegal-mente a los Estados Unidos y envía dinero a la casa, la mujer adulta cultiva una pequeña huerta en la casa, la joven adolescente trabaja como doméstica (y recibe pago en efectivo y en especies) en un acaudalado hogar mexicano, y el joven preadolescente vende chucherías en el mercado del pueblo, luego de asistir a la escuela (o en vez de asistir a la escuela). Cada uno de nosotros podemos imaginar muchas más situaciones similares. En la práctica, pocas unidades domésticas funcionan sin los cinco tipos de ingreso. Pero uno puede darse cuenta en forma inmediata que las personas dentro de la unidad doméstica que tienden a proporcionar el ingreso pueden correlacionarse en categorías por sexo o edad. Esto es decir, muchas de estas tareas están definidas por edad y por género. El trabajo asalariado fue durante mucho tiempo considerado tierra de adultos desde los catorce o dieciocho años hasta los sesenta y cinco. La producción de subsistencia y de mercaderías menores fue en su mayor parte definida como el territorio de las mujeres adultas y de los niños y ancianos. La transferencia de ingresos por el estado ha estado circunscrita en su mayor parte al ingreso salarial, excepto por ciertas transferencias relacionadas con la crianza de niños. Mucha de la actividad política de los últimos cien años ha estado dirigida a superar la especificidad genérica de estas definiciones.

 

 

Como hemos señalado, la relativa importancia de las distintas formas de ingreso en unidades domésticas específicas ha variado grandemente. Distingamos dos variantes importantes: la unidad doméstica en donde el ingreso salarial da cuenta del cincuenta por ciento o más del total de los ingresos de toda la vida, y la unidad doméstica en donde da cuenta de menos. Llamemos a la primera "unidad doméstica proletaria" (puesto que parece depender en grado sumo del ingreso salarial, que es exactamente lo que el término proletariado supone invocar); y llamemos a la última entonces una "unidad doméstica semiprolelaria" (porque sin dudas existe un cierto porcentaje de ingreso por salarios para la mayoría de sus miembros). Si así lo hacemos, podremos observar que un empleador obtiene ventajas al emplear a aquellos asalariados que habitan unidades domésticas semiproletarias. En dondequiera que los trabajos asalariados constituyan un componente sustancia] del ingreso de la unidad doméstica, existe necesariamente un piso referente a cuánto puede recibir el trabajador asalariado. Este debe ser una cantidad que represente por lo menos una parte proporcional de los costos de reproducción de la unidad doméstica. Es por ello por lo que podemos pensar en un salario mínimo absoluto. Si, sin embargo, el trabajador asalariado es miembro de una unidad doméstica que es sólo semiproletaria, el trabajador asalariado puede ser remunerado con un sueldo por debajo del salario mínimo absoluto, sin poner en riesgo necesariamente la supervivencia de la unidad doméstica. La diferencia puede cubrirse con el ingreso adicional suministrado a través de otras fuentes y por lo común por otros miembros de la unidad doméstica. Lo que vemos que sucede en tales casos es que otros productores de ingresos en la unidad doméstica transfieren, de hecho, la plusvalía del empleador del sujeto asalariado más allá de lo que el mismo empleado asalariado pueda transferir, permitiendo así que el empleador pague menos que el salario mínimo absoluto. 

 

Pero esta economía transferencial puede ser la clave para subvertir todo el sistema y es que se basa en el afecto familiar, comunitario, otorgándole tiempo a los unidades familiares para que se formen en el arte del biotejido y se vuelvan a encontrar, pero para esto hay que salir del mito de desarrollo del capitalismo a la construcción e nuestro propio meta relato donde desarrollo  signifique desarrollo espiritual  y entonces el combate es ideológico, pro esto es tan importante comprender la ideologías y su nacimiento:  

 

 

 

 

Ideología conservadora

 

La primera ideología en nacer fue la de los conservadores. Ésta fue la ideología de quienes pensaban que la Revolución francesa y sus principios eran un desastre social. Casi inmediatamente, algunos textos básicos fueron escritos, uno por Edmund Burke en Inglaterra en 1790 y luego toda una serie por Joseph de Maistre en Francia. Ambos autores habían sido anteriormente reformistas moderados. Ambos anunciarían ahora una ideología archiconservadora como reacción a lo que veían como un peligroso intento de intervención radical en la estructura básica del orden social. Lo que particularmente los preocupaba era el argumento acerca de la infinita maleabilidad del orden social, su infinita posibilidad de mejoramiento y que la intervención política podía y debía acelerar los cambios. Los conservadores consideraban que semejante intervención era una soberbia, de características extremadamente peligrosas. Sus opiniones se basaban en una visión pesimista de la capacidad moral del hombre; encontraban falso e intolerable el optimismo fundamental de los revolucionarios franceses. Pensaban que cualquier carencia que existiera en el orden social en el que vivían causaría, en última instancia, menos daños que las instituciones que serían creadas como resultado de semejante soberbia. Luego de 1793 y del Reino del Terror, en el cual los revolucionarios franceses enviaron a otros revolucionarios franceses a la guillotina por no ser lo suficientemente revolucionarios, los ideólogos conservadores tendieron a formular sus opiniones diciendo que la revolución como proceso, llevaba, casi en forma inevitable a tales reinos del terror. Los conservadores eran, ¡mes, contrarrevolucionarios. Eran "reaccionarios" en el sentido de que estaban reaccionando contra los cambios drásticos de la revolución y deseaban "restaurar" lo que había comenzado a denominarse anden régime. Los conservadores no estaban necesariamente opuestos completamente a toda evolución de las costumbres y las leyes. Simplemente predicaban una profunda cautela e insistían que los únicos que podían decidir sobre tales cambios debían ser individuos responsables en las instituciones sociales tradicionales. Sospechaban en particular de la idea que cualquiera podía ser un ciudadano —en igualdad de derechos y deberes— puesto que la mayor parte de la gente, en su opinión ni tenía, ni tendría nunca, el juicio necesario para tomar decisiones sociopolíticas de importancia. Ellos ponían su confianza, en cambio, en la jerarquía política y las estructuras religiosas. En las más importantes, por supuesto, pero en cierto sentido, aún más en las estructuras locales: las mejores familias, la "comunidad," cualquier ente que cayera bajo el control de los notables. Y ponían su fe en la familia, esto es, la estructura familiar patriarcal y jerárquica. La fe en la jerarquía (como hecho inevitable y deseable) es la marca del conservadurismo. La estrategia política era clara: restaurar y mantener la autoridad de estas instituciones tradicionales, y someterse a sus dictados. Si el resultado era el cambio político muy lento, o la ausencia de cambio político, que lo fuera. Y si estas instituciones decidían implementar un proceso evolutivo lento, pues que lo fuera. El respeto por la jerarquía era, según criterio de los conservadores, la única garantía de orden. Los conservadores aborrecían la democracia, porque para ellos marcaba el fin del respeto por la jerarquía. Es más, sospechaban del acceso irrestricto a la educación, la cual para ellos debería estar reservada al entrenamiento de los cuadros dirigentes. Los conservadores creían que el golfo entre la capacidad de las clases altas y las clases bajas no era tan sólo insuperable sino parte básica del carácter humano y por lo tanto un designio celestial. La Revolución francesa, definida restrictivamente, no duró demasiado. Se trasmutó en el régimen de Napoleón Bonaparte quien traspuso su confianza universalista y fervor misionero en la expansión imperial francesa justificada por la herencia revolucionaria. Políticamente, la ideología conservadora estaba en ascenso en todas partes luego de 1794, y presumiblemente accedió al poder luego de la derrota de Napoleón en 1815 en una Europa dominada por la Sagrada Alianza. Quienes pensaban que cualquier retorno al antiguo régimen era tanto indeseable como imposible tuvieron que reagrupar-se y desarrollar una contraideología. Esta contraideología fue lo que se llamó liberalismo. 

 

 

Ideología liberal  

 

Los liberales deseaban distanciarse de cualquier asociación con el reino del terror pero salvar sin embargo lo que consideraban el espíritu subyacente que había surgido de la Revolución francesa. Insistían que el cambio no era tan sólo normal sino inevitable, porque vivían en un mundo de progreso constante hacia una sociedad justa. Reconocían que los cambios apresurados podían ser, y de hecho lo habían sido, contraproducentes, pero insistían en que las jerarquías tradicionales eran insostenibles y básicamente ilegítimas. El eslogan de la Revolución francesa que más los seducía era el de "carreras abiertas a los talentos" (la carriére ouverte aux talents), una idea hoy más comúnmente conocida mediante frases como "igualdad de oportunidades" y "merítocracia". Fue en torno de tales lemas que los liberales edificaron su ideología. Los liberales trazaban una distinción entre los distintos tipos de jerarquía. No estaban en contra de lo que consideraban jerarquías naturales, estaban en contra de las jerarquías heredadas. Las jerarquías naturales, argumentaban, no sólo eran naturales sino también aceptables para las masas populares y por lo tanto una base legítima y legitimada de autoridad, mientras que las jerarquías heredadas tornaban imposible la movilidad social. En contra de los conservadores que constituían el "Partido del Orden" los liberales se presentaban como el "Partido del Movimiento". Las situaciones cambiantes demandaban la reforma constante de las instituciones. Pero el consiguiente cambio social debería ocurrir a un ritmo natural (es decir, ni demasiado lento ni demasiado rápido). La pregunta que los liberales planteaban era quién debía tomar el liderazgo durante tales reformas necesarias. No ponían su confianza en las jerarquías tradicionales, nacionales o locales, clericales o seculares. Pero también sospechaban de las masas populares, la plebe, a la que consideraban esencialmente carente de educación y en consecuencia irracional. Esto significaba, concluían los liberales, que existía sólo un grupo capaz de asumir sobre sí la responsabilidad de decidir qué cambios eran necesarios: los especialistas. Los especialistas, por definición, entendían las realidades de cualquier sujeto que hubieran estudiado y por lo tanto eran los mejor capacitados para formular las reformas que eran necesarias y deseables. Los especialistas, por su capacitación, tendían a ser prudentes y perspicaces. Tomaban en cuenta tanto las posibilidades como los riesgos del cambio. Puesto que toda persona educada era especialista en algo, se seguía que a todos aquellos a los que se les permitiera ejercer el papel de ciudadanos serían personas educadas y por lo tanto especialistas. Otros individuos podían ser admitidos posteriormente en este papel, cuando hubieran recibido la educación adecuada que les permitiera sumarse a la sociedad de hombres educados y racionales. Pero, ¿qué tipo de educación? Los liberales argumentaban que la educación debía cambiar de eje, de las "tradicionales" formas del saber, lo que hoy denominamos humanidades, hacía la única base teórica de saber práctico: la ciencia. La ciencia (remplazando no sólo la teología sino también la filosofía) ofrecía el camino para el progreso material y tecnológico, y por lo tanto para el progreso moral. De todos los tipos de especialistas, los científicos representaban la cima del trabajo intelectual, el summum bonum. Sólo los líderes políticos que basaran los programas inmediatos en el saber científico eran guías confiables para el bienestar futuro. Como puede verse, el liberalismo era una ideología moderada en lo atinente a cambios sociales. De hecho, siempre destacó su moderación, su "centrismo" en la arena política. Alrededor de 1950, un liberal estadounidense, Arthur Schlesinger jr., escribió un libro sobre el liberalismo, al que tituló The Vital Center. En la primera mitad del siglo XIX, la escena ideológica era un conflicto básico entre los conservadores y los liberales. No había en verdad un grupo poderoso que abrazara una ideología más radical. Quienes se inclinaban al radicalismo, se asociaban con frecuencia a movimientos liberales como pequeños apéndices, o buscaban crear pequeños focos de opiniones divergentes. Se llamaban a sí mismos demócratas, o radicales, o a veces, socialistas. No tenían, obviamente, simpatía alguna por la ideología conservadora. Pero hallaban que los liberales, incluso aunque aceptaran la normalidad del cambio y apoyaran (por lo menos en teoría) el concepto de ciudadanía, eran extremadamente tímidos y tenían en realidad mucho miedo de todo cambio fundamental. Fue la "revolución mundial" de 1848 la que transformó el panorama ideológico de uno con dos contendientes ideológicos (conservadores contra liberales) en otro con tres: conservadores a la derecha,  liberales en el centro y radicales a la izquierda. ¿Qué sucedió en 1848? Esencialmente dos cosas. Por un lado, tuvo lugar la primera "revolución social" verdadera de la era moderna. Por un breve periodo, un movimiento apoyado por trabajadores urbanos pareció adquirir cierto poder en Francia, y este movimiento tuvo su resonancia en otros países. La preeminencia política de este grupo no habría de durar mucho. Pero fue un aterrador llamado de atención para quienes contaban con poder y privilegios. Al mismo tiempo, otra revolución, o serie de revoluciones que los historiadores denominaron "la primavera de las naciones". En un número de países, tuvieron lugar una serie de levantamientos nacionales o nacionalistas. Fueron igualmente derrotados, y asustaron del mismo modo a los que detentaban el poder. Esta combinación marcó el comienzo de un esquema con el que funcionaría el sistema-mundo durante los siguientes ciento cincuenta años y aún más: movimientos antisistémicos como actores políticos clave. 

 

De cómo los liberales vencieron a los radicales y a los conservadores:

 

La revolución mundial de 1848 fue una llamarada repentina que fue ahogada, y a la que siguió una profunda represión durante muchos años. Pero la revolución planteó numerosas preguntas en cuanto a estrategias, esto es, ideologías. Los conservadores sacaron una clara lección de estos hechos. Vieron que las ciegas tácticas reaccionarias del príncipe Metternich, quien sirviera durante cuarenta años como ministro de estado (en los hechos, como ministro de relaciones exteriores) de Austria-Hungría y que había sido el espíritu movilizador detrás de la Sagrada Alianza destinada a aplastar los movimientos revolucionarios europeos, y de todos los que se alineaban detrás de él, eran contraproducentes. Sus tácticas no servían a largo plazo ni para mantener las tradiciones ni para garantizar el orden. Por el contrario, provocaban ira, resentimiento y organizaciones subversivas y por lo tanto socavaban el orden. Los conservadores se dieron cuenta de que el único país en evitar una revolución en 1848 fue Inglaterra, aunque había padecido el movimiento radical más significativo de Europa en el decenio anterior. El secreto parecía ser el modelo de conservadurismo predicado y practicado en ese territorio entre 1820 y 1850 por Sir Robert Peel, el cual consistía en oportunas (pero limitadas) concesiones destinadas a minar a largo plazo la seducción de acciones radicales. En los siguientes dos decenios, Europa vio cómo las tácticas de Peel tomaron fuerza en lo que se denominó el "conservadurismo iluminado" que floreció no sólo en Inglaterra sino también en Francia y Alemania. 

 

 

Entretanto, los radicales sacaron conclusiones estratégicas de sus fracasos en las revoluciones de 1848. Ya no deseaban jugar el papel de apéndice de los liberales. Pero la espontaneidad, que había sido un recurso importante de los radicales anteriores a 1848 había demostrado tener sus límites. La violencia espontánea tenía el efecto de lanzar un papel al fuego. El fuego se alzaba pero con la misma rapidez se extinguía. Tal violencia no era un combustible duradero. Algunos radicales antes de 1848 habían presentado una alternativa, la creación de comunidades utópicas que retiraran su participación en la arena social. Pero este proyecto carecía de atractivo para la mayoría de la gente, y generó un impacto menor sobre la totalidad del sistema histórico que las rebeliones espontáneas. Los radicales buscaba una es trategia alternativa efectiva, y la encontrarían en la organización, una organización a largo plazo, sistemática, que preparara políticamente el terreno para un cambio social fundamental. Finalmente, los liberales también sacaron sus lecciones de las revoluciones de 1848. Se dieron cuenta de que era insuficiente predicar las virtudes de la confianza en los especialistas para llevar a cabo cambios sociales en el momento adecuado y de manera razonable. Tenían que operar activamente en la arena política para que los problemas les fueran presentados efectivamente a los especialistas. Y para ellos esto significó lidiar tanto con sus rivales conservadores como con los nuevos y emergentes rivales radicales. Si los liberales deseaban presentarse como el centro político, tenían que trabajan con un programa que fuera "centrista" en sus demandas, y con una serie de tácticas que los ubicara en algún lugar a medio camino entre la resistencia conservadora a cualquier cambio y la insistencia radical por cambios expeditivos. El periodo entre 1848 y la primera guerra mundial vio cómo se delineaba claramente un programa liberal para los países centrales del sistema-mundo moderno. Estos países buscaban establecerse corno "estados liberales"; esto es, estados basados en el concepto de ciudadanía, una serie de garantías contra la arbitrariedad de las autoridades y una cierta apertura en la vida pública. El   programa que los liberales desarrollaron tenía tres aspectos centrales: la gradual extensión del voto y, concomitantemente con éste y esencial para ello, la expansión del acceso a la educación; acrecentar la función del estado en la protección de sus ciudadanos contra los peligros en el lugar de trabajo, expandir las prestaciones sanitarias y el acceso a éstas y minimizar las fluctuaciones de ingreso en el ciclo vital, transformando a los ciudadanos de un estado en una "nación". Si uno observa detenidamente, estos tres elementos son una traducción del lema "libertad, igualdad y fraternidad" a la política pública. Hay dos cuestiones principales a tener en cuenta en este programa liberal. La primera es que había sido implementado en gran medida en el momento de la primera guerra mundial, al menos en el mundo paneuropeo. La segunda es que los partidos liberales no siempre fueron aquellos que más hicieron por implementar el programa. Es curioso, pero el programa liberal fue llevado a la práctica en buena medida por otros, no por los liberales, a consecuencia de la revisión de las estrategias de las tres ideologías que tuvo lugar luego de las revoluciones de 1848. Los liberales tendieron a retraerse, tímidos en la prosecución de su propio programa. Los conservadores, por su parle, decidieron que el programa liberal era modesto y esencialmente sensato. Comenzaron a legislarlo, la extensión del sufragio por Disraeli, la legalización de los sindicatos por Napoleón III, la invención del estado asistencialista de Bismarck. Y los radicales comenzaron a aceptar estas reformas limitadas, incluso a abogar por ellas, mientras construían su base organizativa para un acceso futuro al poder gubernamental. La combinación de estos tres giros tácticos por los tres grupos ideológicos determinó que el programa liberal se convirtiera en efecto en la característica definitoria común de la geocultura, los conservadores y los radicales habiéndose transformado en meras variantes o avatares de los liberales, con quienes sus diferencias se habían vuelto marginales más que fundamentales. Es en particular en el tercer pilar de la "fraternidad" que podemos observar una firme confluencia de las tres posturas ideológicas. ¿Cómo se crea una nación? Mediante el señalamiento de cómo la ciudadanía excluye a los otros que están fuera de ella. Uno crea una nación predicando el nacionalismo. El nacionalismo fue enseñado en el siglo XIX a través de tres instituciones esenciales: las escuelas primarias, el ejército y las fiestas nacionales. Las escuelas primarias fueron la estrella de los liberales, aplaudidas por los radicales y toleradas por los conservadores. Ellas convertían a los trabajadores y campesinos en ciudadanos con un mínimo de capacidad necesaria para llevar a cabo tas obligaciones nacionales: la famosa tríada de leer, escribir y aritmética. Las escuelas enseñaban las virtudes cívicas, eliminando los particularismos y prejuicios de las estructuras familiares. Y sobre todo, enseñaban el idioma nacional. A principios del siglo xix, pocos países europeos poseían en la práctica un idioma nacional único. A fines del siglo, la mayoría ya lo había adquirido. El nacionalismo se asegura mediante la hostilidad a los enemigos. La mayor parte de los estados en el centro buscan insuflar esta hostilidad hacia algún vecino, sobre alguna base cualquiera. Pero existe otra manera de hostilidad, en última instancia más importante, la del mundo paneuropeo contra el resto del mundo, una hostilidad institucionalizada como racismo. Este se encontraba en la difusión del concepto de "civilización", en singular, no en plural. El mundo paneuropeo, dominador económico político del sistema-mundo se definía a sí mismo como el corazón, la culminación de un proceso civiliza-torio que podía rastrearse a las presuntas raíces europeas en la antigüedad. Dado el estado de su civilización y tecnología en el siglo xix, el mundo paneuropeo sostenía que debía imponerse, tanto cultural como políticamente, a iodos los demás, el "yugo del hombre blanco" de Kipling, el "destino manifiesto" de los Estados Unidos, la mission civilisatrice de Francia. El siglo xix se convirtió en el siglo de un renovado imperialismo directo, con un detalle agregado. La conquista imperial ya no era sólo una acción del estado, o siquiera del estado alentado por las iglesias. Se había convertido en la pasión de la nación, la obligación de la ciudadanía. Y fue esta última parte del programa liberal que fuera asumido con pasión por los conservadores, quienes vieron en ella un método seguro para acallar las divisiones de clase y por lo tanto para garantizar el orden interno.   

 

 

Cuando virtualmente todos los partidos socialistas europeos optaron en 1914 por alinearse con las facciones nacionalistas durante la guerra, fue evidente que el análisis conservador sobre el efecto del nacionalismo en las antiguas clases peligrosas había sido correcto. El triunfo del liberalismo en definir la geocultura del sistema-mundo moderno en el siglo XIX y la mayor parte del xx fue institucionalmente posible por el desarrollo de los basamentos del estado liberal. Pero también fue posible por el alza y la creciente importancia de los movimientos antisistémicos. Esto puede parecer paradójico, puesto que los movimientos antisistémicos existen, en principio para socavar el sistema, no para sostenerlo. Sin embargo, las actividades de estos movimientos sirvieron en conjunto para reforzar considerablemente el sistema. La disección de esta aparente paradoja es crucial para entender el modo en el que la economía-mundo capitalista —en constante crecimiento tanto en tamaño como en riqueza y simultáneamente la polarización de sus beneficios— lo ha mantenido en su lugar. Dentro de los estados, los intentos de los grupos por lograr la inclusión como ciudadanos fue el foco central de los movimientos antisistémicos, esto es, de organizaciones que buscaban cambios fundamentales en la organización social. Buscaban, en cierto sentido implementar el lema de libertad, igualdad y fraternidad de un modo distinto del de los liberales. El primer grupo excluido en crear organizaciones importantes fue la clase trabajadora industrial urbana, a la que se conoce como proletariado. Este grupo estaba concentrado en unas pocas localidades urbanas y sus miembros tenían facilidad para comunicarse entre sí. Cuando comenzaron a organizarse, las condiciones de trabajo y el nivel de recompensa eran obviamente pobres. Y estos trabajadores desempeñaban una función clave en las más importantes actividades productivas que generaban plusvalía. Hacia mediados del siglo XIX las organizaciones del trabajo (los sindicatos) y las organizaciones políticas (los partidos socialistas y de los trabajadores) comenzaron a surgir, primero en los centros más importantes de producción industrial (Europa occidental y América del Norte) y luego en otras áreas. Durante la mayor parte del siglo XIX y buena parte del xx, las maquinarias estatales fueron hostiles a estas organizaciones, al igual que las empresas. Se daba por hecho que la lucha de clases se desarrollaba en un campo disparejo en el cual los "movimientos sociales" se enfrentaban en una difícil batalla para obtener sucesivas y relativamente pequeñas concesiones. Dentro de este patrón de sordas luchas políticas existía otro elemento que nos retorna a nuestra discusión sobre las unidades domésticas y los grupos de estatus c identidad. El movimiento social definía su lucha como la de los trabajadores contra los capitalistas. Pero ¿quiénes eran los trabajadores? En la práctica, tendían a ser definidos como adultos varones del grupo étnico dominante de un país determinado. Eran, en su mayoría, trabajadores calificados o semicalificados, con alguna educación, y constituían la mayor parte de la fuerza laboral industrial mundial en el siglo xix. Quienes estaban "excluidos" de esta categoría se daban cuenta que puesto que tenían muy poco espacio en las organizaciones socialistas/de trabajadores, tenían que organizarse en categorías de grupos de estatus (las mujeres por un lado, y los grupos raciales, religiosos, lingüísticos y étnicos por el otro). Estos grupos eran con frecuencia antisistémicos al igual que los movimientos de trabajadores y socialistas, pero definían sus reclamos de modo sustancialmente diferente. 

 

Sin embargo, al organizarse a lo largo de estos criterios, entraban en competencia y con frecuencia se oponían a las organizaciones de base clasista de los trabajadores. Desde 1830 hasta 1070, la historia de las relaciones entre estos dos tipos de movimientos antisistémicos fue de una gran tensión, incluso hostilidad, con, cuando mucho, ocasionales interludios de simpatía y cooperación. Más aún, durante este periodo, las múltiples organizaciones de grupos de estatus e identidad encontraron tan difícil el colaborar entre sí como el hacerlo con las organizaciones de trabajadores y socialistas. Como estas organizaciones de grupos de estatus e identidad definieran sus objetivos a largo plazo (y muchos de ellos no hablaban del asunto), sus objetivos a mediano plazo se agrupaban lodos en torno al tema de la extensión de los derechos de la ciudadanía a los grupos excluidos. Todos encontraban por lo menos resistencia, y con frecuencia activa hostilidad a sus propuestas de inclusión dentro del marco de ciudadanos plenos del estado liberal. Se enfrentaban a dos cuestiones estratégicas fundamentales. La primera fue decidir cuál estrategia de mediano plazo sería la más eficaz. La segunda fue qué tipo de alianzas debía establecer cada tipo de movimiento antisistémico con sus pares. Ninguna de estas dos cuestiones pudo ser resuelta fácil o sencillamente. Los grupos excluidos tenían ciertas dificultades obvias e inmediatas en su organización política. La ley, con frecuencia, limitaba de muchos modos, su derecho a organizarse. Los miembros potenciales eran en su mayor parte individualmente débiles en lo que respecta a su cuota de poder. Carecían en forma colectiva (o en su mayor parte en forma individual) de un acceso importante a fuentes de dinero. Las instituciones principales de los diversos estados tendían a ser hostiles a sus esfuerzos. Los grupos eran por lo tanto fácilmente oprimidos. En suma, el proceso de organización fue largo y lento, y pasaron la mayor parte de este periodo simplemente manteniéndose a flote como organizaciones. Un debate básico involucró decidir si era más importante para los grupos oprimidos el modificarse a sí mismo o el modificar las instituciones que los oprimían. Esto fue a veces expresado como la diferencia entre una estrategia cultural y una política. Por ejemplo, para un grupo nacionalista, ¿es más importante resucitar un agónico idioma nacional o elegir personas de su grupo para la legislatura? Para un movimiento de trabajadores, ¿es más importante rechazar la legitimidad de todos los estados (anarquismo) o la transformación de los estados existentes? Las luchas internas de los movimientos en cuestiones de estrategia eran feroces, persistentes, profundamente divisorias y apasionadamente abrazadas por sus participantes. Por cierto, ambos énfasis no eran de hecho mutuamente excluyentes, pero muchos sentían que los llevaban a direcciones estratégicas muy diferentes. En el caso de la opción cultural, si así podemos llamarla, fue que los cambios políticos eran vistos como superficiales y cooptativos y viciaban los objetivos subyacentes, radicales o anti-sistémicos. Existía además un argumento sociopsicológico, que el sistema mantenía a los individuos cautivos al organizar sus psiques, y que el desmantelar la socialización de estas psiques era un prerrequisito indispensable para el cambio social. El argumento de la opción política era que los proponentes de la opción cultural eran víctimas inocentes de espejismos, puesto que asumían que los poderes a cargo les permitirían llevar a cabo el tipo de cambios culturales profundos que imaginaban. Quienes argumentaban a favor de la opción política siempre enfatizaban la realidad del poder, e insistían que la transformación de las relaciones de poder, no el cambio de las psiques de los oprimidos, era el prerrequisito para cualquier cambio real. Lo que históricamente tuvo lugar fue que luego de treinta a cincuenta años de debate tanto amistoso como virulento, los proponentes de la opción política ganaron la batalla interna en lodos los movimientos antisistémicos. La constante supresión de las actividades de los movimientos de ambos signos por los poderes a cargo hizo que las opciones culturales en toda su variedad aparecieran como inviables para los movimientos antisistémicos. Más y más las personas se volcaron a la "militancia" y más y más los militantes se dedicaron a estar "bien organizados", y la combinación sólo podía ser llevada a cabo de manera eficiente por grupos que hubieran elegido la opción política. A comienzos del siglo XX, uno podía decir no sólo que la opción política había triunfado en el debate sobre la estrategia sino que los movimientos antisistémicos habían acordado —cada variante por separado, pero en forma paralela— en un plan de acción de dos pasos: primero, la obtención del poder estatal; segundo, la transformación del mundo/el estado/la sociedad. Claro que subsistía un profundo nivel de ambigüedad en esta estrategia de dos pasos. La primera pregunta era qué significaba obtener el poder estatal, y cómo podía llevarse a cabo. (La pregunta acerca de cómo transformar el mundo/el estado/la sociedad era debatida con menor frecuencia, tal vez porque era percibida como una pregunta hacia el futuro más que como una pregunta hacia el presente.) Por ejemplo, ¿el poder estatal se conseguía mediante la extensión del sufragio? ¿Mediante la participación en elecciones y entonces en los gobiernos? ¿Incluía el compartir el poder o el arrebatarle el poder a los otros? ¿Suponía cambios en las estructuras estatales o simplemente controlar las existentes? Ninguna de estas preguntas fue respondida en su totalidad, y la mayoría de las organizaciones sobrevivían de mejor modo   

cuando permitían a partisanos de distintas y a veces contradictorias posturas, permanecer en su seno. Incluso una vez que el plan de acción de dos pasos fue convertido en el foco central de la acción organizativa, los debates internos no cesaron. La pregunta entonces se convirtió en ¿cómo puede uno apropiarse de la maquinaria estatal? El debate clásico tuvo lugar entre la Segunda y Tercera Internacional, un debate que había comenzado antes, dentro del marco de los partidos socialdemócratas. Era con frecuencia, aunque erróneamente enmarcado, como el debate entre el reformismo y la actividad revolucionaria. Cuando Eduard Bernstein urgía al partido socialdemócrata alemán a adherirse a su "revisionismo" ¿qué era lo que estaba argumentando? Esencialmente, el eje de su argumentación incorporaba una serie de premisas sucesivas: La mayoría de la población era "trabajadora", esto es, trabajadores industriales y sus familiares. El voto universal (masculino) convertiría a todos los trabajadores en ciudadanos plenos. Los trabajadores podrían entonces votar según sus intereses, lo que significaba el apoyo al partido socialdemócrata. Ergo, una vez que existiera el voto masculino universal, los trabajadores llevarían al Partido Socialdemócrata al poder. Una vez en el poder, los socialdemócratas aprobarían la legislación necesaria para transformar el país en una sociedad socialista. Cada una de estas premisas sucesivas parecía lógica. Cada una de estas premisas resultó ser falsa. La postura revolucionaria era diferente. Su formulación clásica por Lenin, era que en muchos países los proletarios no constituían la mayoría de la población. En muchos países no existían procesos electorales libres, y si los había, la burguesía no respetaría los resultados si el proletariado intentara votar su acceso al poder. La burguesía, sencillamente, no lo permitiría. Los revolucionarios sugirieron una serie de contrapremisas: el proletariado urbano era el único actor histórico progresivo. Incluso los proletarios urbanos, para no hablar del resto de la población (trabajadores rurales, por ejemplo) no estaban siempre en sintonía con sus propios intereses. Los militantes de los partidos de trabajadores eran capaces de definir los intereses del proletariado urbano más claramente que el proletario promedio, y podían inducir a los trabajadores a que comprendieran sus propios intereses. Estos militantes podían organizarse de manera clandestina)' alcanzar el poder mediante una insurrección con la que ganarían el apoyo del proletariado urbano. Podrían entonces imponer una "dictadura del proletariado" y transformar el país en una sociedad socialista. Cada una de las sucesivas premisas parecía lógica. Cada una de estas premisas resultó ser falsa. Uno de los mayores problemas de los movimientos antisistémicos a fines del siglo Xix y la mayor parte de siglo xx fue su incapacidad para encontrar un terreno en común. La actitud dominante en cada variedad de movimiento antisistémicos fue que las quejas que sus adherentes articulaban eran las fundamentales y que las quejas de los otros movimientos era secundarias y servían como distracción. Cada variedad insistía que sus quejas debían ser resueltas en primera instancia. Cada una argüía que la solución exitosa de sus problemas crearía una situación en la cual las demás quejas podrían ser resueltas subsecuente y consecuentemente. Observamos esto en las difíciles relaciones entre los movimientos de trabajadores y socialistas y los movimientos de mujeres. La actitud de los sindicatos frente a los movimientos de mujeres era básicamente que el empleo de mujeres era un mecanismo utilizado por los empleadores para obtener mano de obra barata y que por lo tanto representaba una amenaza a los intereses de la clase trabajadora. La mayor parte de los trabajadores urbanos durante el siglo xix y buena parte del xx creían en un modelo social en el que las mujeres casadas serían amas de casa que permanecerían al margen del mercado laboral. En vez del acceso de las mujeres al mercado laboral, los sindicatos luchaban por obtener lo que se denomina "salario familiar" es decir, un salario suficiente para que el trabajador industrial masculino pueda mantenerse a sí mismo, a su esposa y a sus hijos menores. Los partidos socialistas se encontraban, en muchos casos, con más dudas sobre el papel de las organizaciones de mujeres. Con excepción de los grupos de mujeres que se definían como secciones de los partidos socialistas y cuyo objetivo era organizar a las esposas e hijas de los miembros del partido con  motivos educacionales, las organizaciones de mujeres eran consideradas organizaciones burguesas, puesto que su liderazgo provenía con frecuencia de la fila de mujeres burguesas, y sus objetivos eran percibidos cuando mucho como intereses secundarios de la clase trabajadora. En cuanto al voto femenino, mientras que en teoría los partidos socialistas estaban a favor de éste, en la práctica eran profundamente escépticos. Creían que las mujeres de clase trabajadora tenderían menos que los hombres a votar por los partidos socialistas por la influencia sobre ellas de las organizaciones religiosas que eran hostiles a los partidos socialistas. Las organizaciones de mujeres les devolvieron el favor. Veían al trabajador y a los movimientos socialistas como perpetradores de las actitudes patriarcales y de las políticas contra las que estaban luchando. Las mujeres de clase media en las organizaciones sufragistas con frecuencia argumentaban que eran más educadas que los hombres de clase trabajadora, y que de acuerdo con la lógica liberal, se seguía que se les debía otorgar primero a ellas los derechos de ciudadanas plenas, lo que históricamente no fue el caso en la mayoría de los países. Los derechos legales para heredar, manejar dinero, firmar contratos y en general actuar como individuos independientes a los ojos de la ley eran, en general, de mucha más importancia para las familias que contaban con propiedades. Y las campañas de las mujeres contra los problemas sociales (alcoholismo, maltrato de mujeres y niños) y por el control de sus propios cuerpos era con frecuencia dirigida de manera más inmediata contra los hombres de clase trabajadora que contra los hombres de clase media. La relación de los movimientos de trabajadores/sociales con los movimientos étnicos/nacionalistas exhibieron dificultades paralelas. Dentro de los países, los movimientos de trabajadores consideraban a los movimientos étnicos de cualquier tipo como mecanismos a través de los cuales se podía dividir a las clases trabajadoras. Las demandas de inclusión en el mercado laboral de los grupos étnicos y raciales oprimidos se encontró con la misma respuesta que las demandas de las mujeres. Eran vistas esencialmente como algo que servía a los intereses de los empresarios, haciendo posible la obtención de mano de obra barata. Muchos sindicatos buscaban excluir a tales "minorías" del mercado laboral, no por completo pero sí de los segmentos asalariados más altos del mercado laboral, que eran tradicionalmente reservados para los trabajadores del grupo étnico dominante. El impulso por excluir a las minorías también reforzaba la oposición a permitir la inmigración de zonas que pudieran aumentar o fortalecer las filas de dichas minorías. Incluso fortaleció la oposición a (o por lo menos la renuencia) los esfuerzos por eliminar una variedad de tipos de labor compulsiva, ya que esto haría posible que dichos trabajadores liberados compitieran en el mercado laboral libre. Una vez más, el antagonismo era aun mayor cuando era un asunto del movimiento de trabajadores/social y su relación con un movimiento puramente nacionalista, buscando la secesión del estado dentro del cual el movimiento de trabajadores se había constituido. Esto sucedía así ya fuera que el movimiento estuviera en una región del mismo país o en un territorio colonial "de ultramar" controlado por ese estado. Básicamente, el movimiento de trabajadores/social argumentaba que la "independencia" nacional no proporcionaría ninguna ventaja a las clases trabajadoras del país secedido. Podría incluso ser contraproducente si el viejo poder "imperial" contaba con una legislatura o una   estructura de poder menos hostil a los intereses de los trabajadores que el putativo poder "independiente". En todo caso, los partidos socialistas tendían a insistir que lodos los estados burgueses eran iguales y que la única cuestión importante era sí la clase trabajadora habría de acceder al poder en uno u otro estado. Por lo tanto, el nacionalismo era un espejismo y una distracción. Aquí también los movimientos nacionalistas pagaron con la misma moneda. Argumentaban que la opresión nacional era real, inmediata y abrumadora. Argumentaban que cualquier intento por seguir la agenda de los trabajadores significaba que el "pueblo" estaría dividido y por lo tanto debilitado en sus esfuerzos por asegurarse sus derechos como nación. Argüían que si hubiera problemas particulares atinentes a las clases trabajadoras, éstos podían ser resueltos de la mejor manera dentro del marco de un estado independiente. Y de hecho, las demandas culturales que presentaban (por ejemplo, las relaciona  das con el idioma) coincidían con los intereses directos de las clases trabajadoras del país que el movimiento nacionalista intentaba establecer, y que eran mucho más plausibles de utilizar el propuesto idioma nacional que el lenguaje oficial de la estructura política contra la cual los nacionalistas se rebelaban. Por último, las relaciones de las organizaciones de mujeres con los grupos étnicos/nacionalistas no eran mejores. Los mismos argumentos eran usados por ambas facciones. Por un lado, las organizaciones de mujeres sostenían que no ganaban nada con el incremento de los derechos ciudadanos de las minorías o por el logro de la independencia nacional. Pero también afirmaban con frecuencia que a las mujeres de clase media educadas se les negaba el voto mientras que a las minorías virtualmente iletradas o a los hombres inmigrantes se les daba el voto. En el caso de la independencia nacional, argumentaban que no era más probable que les fueran a dar los derechos tic los ciudadanos en el nuevo estado que lo que era en el antiguo. Una vez más, volvía el antagonismo. Los movimientos étnicos/nacionalistas veían a los movimientos de las mujeres como representantes de los intereses del grupo opresor, el grupo étnico dominante dentro de un país, el poder imperial en los territorios coloniales. Veían el problema de los derechos de las mujeres como secundario y uno que podía resolverse una vez que sus problemas fueran resueltos. No es que faltaran personas (e incluso grupos) que intentaran sobreponerse a estos antagonismos, y que sostuvieran la sinergia fundamental de los diversos movimientos. Estas personas buscaban la unificación de las luchas y en situaciones particulares consiguieron ciertos éxitos al respecto. Pero el cuadro de situación general de 1848 a por los menos 1945 era tal que los unificadores tenían escaso impacto en la configuración global de los movimientos antisistémicos. Las tres mayores variantes de estos movimientos eran 1] trabajadores/sociales, 2] étnico/nacionalistas y. 3] grupos de mujeres, y permanecían esencialmente en sus posiciones, cada uno librando la batalla por sus propias propuestas e ignorando o incluso enfrentándose a los demás. Por el otro lado, hasta un punto sorprendente, a pesar de su falta de coordinación (y ni hablar de cooperación) las estrategias de los diversos tipos de movimientos resultaron ser paralelas. La historia a largo plazo de estos movimientos es tal que a fines del siglo xx todos habían alcanzado su objetivo primordial —la integración formal a la ciudadanía— y ninguno había logrado su objetivo secundario de utilizar su control del estado para transformar a la sociedad.

 

 

 

 

 

 

Es aquí donde la transferencia de David MG entra:

 

En verdad que es un placer tener esta conversación y agradezco mucho el Revisionismo histórico contribuido por usted acerca del equivalente general/patrón Oro y su evolución mercadológica constante dentro de la lógicas anglosajonas de desarrollo económico/capitalista, fundamentadas en el equilibrio general del mercado/David Hume 1752 e Hipótesis de competencia perfecta, el Estado Estacionario o ley de Say. La libre circulación de capital de los países que se unían al uso del patrón Oro con fines de organización mercadológica interno-estructural, como diplomático-comerciales ejemplo la Union monetaria Latina a finales del siglo XVIII, incluso después de la guerra Franco-Prusiana 1871 etc tenían fallos como la omisión de las tasas de interés o la omisión de flujos internacionales de capital, retención de metales o bienes, inconvenientes solamente solucionados o sofisticados mediante la comisión Cunliffe, después de la Primera guerra mundial... Antes de la 1ww se presentaban estás dudas en Alemania y reflejan una profundidad racional respecto al ordenamiento Político del Estado de derecho y su relación a las lógicas capitalistas, así como cuestionamientos sobre ¿Que relación subsiste entre una organización transempresarial o multinacional del Capitalismo real y las actuales (1910-1915) estructuras políticas e institucionales? El economista Austro-Americano Joseph A. Schumpeter daba constancia de la tendencia de la universalización del Valor de cambio de las teorías Anglosajonas y cómo los Alemanes se oponían a un esquema en donde la oferta y la demanda espacializara una organizacion del mundo, sin permitir la superación de las contradicciones del viejo Estado, limitando su función al servicio de los económicamente poderosos, intereses clasistas, particulares. La era del Maquinismo inspiraba en ellos la idea de racionalizar e instrumentalizar Una organización, Nacional-Maquina la Nueva Verfassung. Distinta del liberalismo burges y Manchesteriano visto como una organización de oposición liberal, transempresarial, multinacional, monopolista frente a los Nacionalismos económicos , con tendencia a la explotación de la naturaleza y los recursos Humanos hasta la total dominación de la tierra. Proceso transitorio de que denominan Zivilization. Para ellos la Zivilization capitalistica occidental y su periferializacion era una transición historica Hacia la Kultur. Pero la Kultur tenía cimiento y era la síntesis misma de la asociación del trabajo Aleman y la financiación de un futuro próximo, Destino Kultur. En la era del maquinismo la Racionalidad instrumentalizada a nivel del Estado Nación, requiere de un pueblo Artísticamente educado, para poder darle funciones mas allá de las toleradas por el liberalismo contemporáneo como el de Hobbes. El pueblo educado es un producto de las relaciones Sociales propias del liberalismo económico capitalista. No una mercancía en el sentido clasico. La acumulación de conocimientos científicos/artisticos se convierte en un activo financiero Político, por su simbiosis trabajo, Arte para una MaschinenVolk. Schumpeter observaba en los mánagers alemanes una posicion más Racional;Naumann, Werner Sombart, Max Weber, Walter Ratenauu, ellos presentaban opciones que trataban de superar las formas y conceptos de las relaciones Sociales de producción capitalista tradicionales propias del liberalismo. Walter Ratenauu (Judío Pro-aleman asesinado por dudas antinacionales...Su gestión para minimizar las consecuencias del bloqueo a Alemania es evidente 1ww) presentó la idea de una organización comunitaria (con tendencia a la izquierda por el parlamentarismo sindical obrero socialista y a la derecha por la socialización de capitales privados en un Estado Monopolico).

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David

 

Aún no termino. Permite seguir antes de comentar.

 

 

file:///C:/Users/PC/Downloads/Dialnet-WeimarYLaMecanizacionDelMundo-4022112.pdf

Weimar y la mecanización del mundo.

 

 

Cristian Entonces digo que es una contracción la asociación de las lógicas capitalistas modernas, a la posición de los movimientos Fascistas, Eurocentricos, Cristianocentricos dadas las bases Históricas mencionadas. La asociación del pensamiento de Walter Ratenauu es asociable a la línea de pensamiento de Aimé Cesaire, Óliver Cox, Immanuel Wallerstein, Bernard Rusell respecto al capital histórico y el Sistema Mundo Imperial/moderno/Colonial/cristianocéntrico/Eurocentrico. Como constitucionalidad de la civilización occidental.

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David

 

Ok. Pensando en que los miembros del grupo no pudieran ver el artículo, subí las fotos.

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Editado

 

Continuaré explicando la asociación del pensamiento de Walter Ratenauu con el de Aimé Cesaire, Óliver Cox, Immanuel Wallerstein, Bernard Rusell respecto al Sistema mundo en representación del Capitalismo histórico y sus características Imperiales/moderno coloniales y la similitud con los conceptos de Zivilization capitalistica, Kultur. sin embargo debo recalcar, que existe un error de asociación del concepto Fascismo/Socialismo, a las lógicas capitalistas pertenecientes a la categoría Sistema mundo.

 

 

 

Adelante

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Cristian Entonces digo que es una ¿contracción? la asociación de las lógicas capitalistas modernas, a la posición de los movimientos Fascistas. A que te refieres con contracción

 

Fijate que Walter Ratenauu propuso un Socialismo de capitales Nacionalistas en contra de la periferializacion de la Zivilization capitalistica occidental 

 

 

Rathenau tiene una visión del Sistema mundo de los intelectuales contemporáneos

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David

 

Pero es precursora del Fascismo

 

 

 

El capital se periferializa entrando en conflicto con la unidad de análisis Estado Nación. Es una periferializacion monopolica sobre la soberanía de los Nacionalismos económicos. Básicamente un conflicto 

 

 

Si eso recién lo voy comprendiendo aunuqe fue asesinado por fascistas por querer pagar a francia

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Sorry pero que es ¿periferializa?

 

 

La expansión de una burbuja de desarrollo unipolar

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ya

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David

 

Entra en conflicto con las soberanías económicas con tendencia de izquierda

 

 

comprendo

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Enviaste

pero lo de contracción a que te refieres

 

 

 

Los vencedores de la 1 y 2 guerra mundial, defienden el Capitalismo y su proceso civilizatorio (excepción de Socialismo de izquierda). El Neoliberalismo, la Social democracia etcétera

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David

El fascismo se opuso

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David

Y la base material es amplia para poder afirmarlo

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David

 

La modernidad de la civilización Capitalista occidental llamada por los pensadores de la izquierda moderna Sistemas Mundo, es portadora de los e

 

 

 

Ya y   cuando haces el hilo a https://es.wikipedia.org/wiki/Aim%C3%A9_C%C3%A9saire a https://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_Cox y a https://es.wikipedia.org/wiki/Immanuel_Wallerstein con https://es.wikipedia.org/wiki/Walther_Rathenau  

Es porque los encuentras en la misma línea fascista?

Enviaste

 

Trato de encontrar los hilos de Rhatheau con Wallerstein y no los encuentro pero espero tu respuesta muchas gracias

Enviaste

 

Permíteme ir de haciendo la comparación de a poco.

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David

 

Ya yo lo permito pero surgen muchas preguntas David me anda este texto que da cuenta de que el fascismo nació en la república de Weimar:

 

Weimar y la mecanización del mundo.

Palabras clave: política / mecanización / racionalización / reconstrucción / subjetividad / proyecto Kultur und Kapitalismus Observamos en Alemania, antes de la primera Gran Guerra (1914-1918) opciones que tratan de superar las formas y concepciones de las relaciones sociales de producción capitalista tradicionales, propias del liberalismo. Walter Rathenau, quien será ministro para la Reconstrucción y luego de Exteriores, dueño de AEG y doscientas empresas más, ofrece la idea de una organización comunitaria que supere y suprima las contradicciones y disfunciones de lo económicoindustrial y la organización del trabajo en su interior, así como lo que él llama ya, lúcidamente, la «anarquía del mercado». Y lo hace a contracorriente de las propuestas anglosajonas de la teoría pre-clásica y marginalista en donde el equilibrio del mercado o «hipótesis de competencia perfecta» fundamenta la teoría económica del «equilibrio general» o «estado estacionario» (Ley de Say). Un esquema en donde el tiempo queda excluido en favor de una armoniosa y regulada espacialización del mundo, es decir: de la oferta y la demanda. Escritor de un «Breviarium Mysticum» en la Alemania de fin de siglo, presidirá AEG y escribirá Kritik der Zeit y Zur Mechanik des Geistes, lo que contribuye a explicar el cambio de atmósfera del mundo alemán en este período e ilustra la esterilidad de la propuesta de Schopenhauer, último convencido de la posibilidad de aquel equilibrio sin tiempo, fagocitado por la irrupción de las grandes transformaciones y la irrupción de nuevas fuerzas que toman forma oligopólica en el mercado. Sin embargo, en Alemania, la reflexión económica no se detiene en las cuestiones mercadológicas, precisamente por que no se posee ya ninguna fe en ellas. Y veremos que no sin razón. La reflexión alcanza a la naturaleza y funciones que debe alcanzar el Estado. Discípulo de Schmoeller y en general de toda la escuela histórica alemana, Rathenau desarrolla una concepción intervencionista del Estado en la vida económica. Y conviene recordar que hasta ese momento el Estado se limita, a grandes rasgos al menos, a preservar la Ley y el Orden en la sociedad civil. Pero, en el extremo, las propuestas de Rathenau y toda una corriente sin la que no tendría la menor relevancia, apuntan a la autonomía de lo político, mediante una revalorización del papel del Estado. Y eso, tanto liberal como marxianamente es contra natura. Y sin embargo, cabe interrogarse: ¿qué relación subsiste entre una organización transempresarial o multinacional del capitalismo real y las actuales (1910-1915) estructuras políticas e institucionales? Lógicamente, las transformaciones productivas imponen, cuestión de magnitud y complejidad, transformaciones del aparato institucional y político, es decir, organizativo.

 

Y el proyecto de Rathenau no consiste en reducir el Estado a fantasma especular de los económicamente poderosos: hay que consolidar el Estado, adecuarlo como entidad prepotente y autónoma por encima de los intereses clasistas de los particulares. No puede ser de otro modo, surge la contradicción: el viejo Estado, que refleja las relaciones entre lo económico-productivo y lo político, no puede efectuar su propia superación. Y por otra parte, tampoco el poder económico-oligopólico y multinacional, puede dar expresión a este nuevo Estado, puesto que aparecería deslegitimada y su prepotencia, mero abuso de poder. Surge la necesidad de redefinir las relaciones entre lo económico y lo político, su reciprocidad funcional:¿cómo conseguir que el poder, conjugue, funcionalice y socialice la pluralidad de la producción? No en vano la sociología del período recurre al tema de la élite y el carisma (Max Weber: Economía y sociedad), concepto ligado a la teología cristiana, que asume en Weber el valor de un ideal-tipo susceptible de determinar la conducta de todo actor social que se ve investido de una misión extraordinaria de cualquier naturaleza. El carisma define un tipo de legitimidad, lateral al racional, legal o tradicional, que Weber opone al democrático, pero en vistas al logro de esta democracia, un programa muy en la línea del pensamiento negativo también, cuyas consecuencias histórico-sintéticas, una vez más, se traducirán en reacción pura, que realmente llevará a cabo y encarnará este carisma. Este carisma —volvamos a Rathenau y Weber— debe ser capaz de llenar el vacío de legitimidad del nuevo Estado y capaz de dar «impulsos eléctricos», hacer circular la masa de poderes de hombres y mercancías, fuerza de trabajo, en fin, lo que ellos denominan «post-manchesteriana», haciendo alusión a la primacía de la revolución industrial británica, que consideran periclitada. Esa élite carismática, debe ser portadora de la KULTUR alemana, formada y educada para dirigir la extraordinaria fuerza del principio de organización organicista de lo alemán, que la forma oligopólica de Estado parece exaltar. Hay que aprovechar y aun hacer valer el evidente retraso industrial y económico respecto de Inglaterra: «Majestad, he aquí aquellas cosas que los ingleses pueden imitar de nuestras industrias alemanas. En las fábricas inglesas las instalaciones se amontonan unas encima de otras. En las nuestras, todo es pensado y proyectado unitariamente (...) Esa es nuestra organización. Tenemos como modelo el Estado prusiano y buscamos reproducirlo en menor escala». F. Naumann El importante economista austroamericano Schumpeter ha dado cuenta de la actitud «racionalizada», menos personalista de los managers alemanes respecto de los amos británicos.1 La organización monopolista requiere la monopolización sindical y aún más, requiere la parlamentarización de la clase obrera. Por otra parte, la organización monopolística exige una proyección política, más allá de la territorialidad estatal, noción que nutre la idea de una «Europa de las naciones», de Hitler a De Gaulle y de éste a la OTAN. Sin democratización, sin auténtico parlamento, no se darán las condiciones para la ejecución de una política transnacional correcta a todos los niveles. Por y para ello, hay que «responsabilizar», mejor co-rresponsabilizar a la clase obrera y su Movimiento Obrero, que de otro modo se opondría. El gran capital multinacional debe apoyar, luchar si cabe por el parlamentarismo, junto al movimiento obrero. Comprender él mismo y hacer comprender a aquél sus afinidades de intereses. No sólo económicas, sino también políticas, dado su carácter populista-productivo. Tenemos pues: un estado autónomo de cualquier interés inmediato de la burguesía civil y una clase obrera que debe «corresponsabilizarse» en el proceso  histórico, comprendido y asumido como una fase inevitable de la Zivilisation capitalística. Se tendrá pues un liberalismo «manchesteriano y salvaje» y su oposición de clase obrera, unidos en una teoría del Estado que no será ya mero reflejo de las clases dominantes, ni será instituto de mediación entre clases: este Estado se expresará conjuntamente –en una nueva síntesis–, como interventor político-estratégico en lo económico, pero también y sobre todo, apelando al carisma, encarnado por la síntesis cultural alemana: la Kultur. Su élite dirigente será técnico-burocrática y guía espiritual en uno, simultáneamente. Correrá a cargo de la Kultur populista y productiva de lo alemán cimentar este agregado. Y deberá ser así porque hay que asumir de una vez por todas, dado el retraso de Alemania, que el desarrollo capitalista multinacional no es reductible a mera forma económica: es inevitable Zivilisation material. Luego Kultur no es una abstracción vacía, es el destino actual de la Zivilisation, que debe pasar aquí y ahora, por esta síntesis. Kultur es visión peculiar del mundo de este Heimat, de esta comunidad alemana cuyo sentido de la organicidad sigue vivo, dada precisamente la «miseria alemana» de un mundo campesino y vinculado señorialmente a las pequeñas entidades comunales del municipio, principado, etc., dado que jamás se produjo una revolución racionalizadora y burguesa que diera forma a un Estado-Nación hasta fines del siglo XIX, y de la mano de Prusia. Se trata de superar, en Rathenau, la contradicción entre esta peculiar Kultur alemana y la Zivilisation, entendida esta última como producto de las luces francesas y su Revolución, de salvar la carencia de una tradición racional y republicana en la que se organizó el capitalismo europeo occidental, mediante un llamado a: 1°) la innovación tecnológica de los procesos productivos; 2º) la innovación organizativa de lo laboral. Las funciones del Estado irán mucho más allá que las que el liberalismo tolera. De hecho, el estado contemporáneo, como el de Hobbes en la Inglaterra del siglo XVII o la Francia de Luís XIV, no puede ser sino «socialista». Y lo será: socialismo de capitales. Para ello, sólo hay que «desencantar» el discurso socialistaobrero y hacerle comprender que, partiendo de firmes bases, es todavía sectario, un mero y particular punto de vista dentro de esa realidad histórica e irreversible que exige el Sozialismus universal. Luego el problema es para todos e interclasista: habrá que desprenderse de la particularidad propia, en favor de lo gregario de la Kultur; en favor de remontar esa dificultad histórica de las rivalidades clasistas basadas en el interés económico. Y todo, en favor de la PATRIA ALEMANA. Hay que sintetizar la mecanización y el alma alemana. Mechanisierung und Seele Rathenau se muestra lúcido hasta la profecía en su análisis: entiende que hay una cuestión pendiente en la Zivilisation capitalística que emprendieran las luces, es decir, la explotación de la naturaleza y los recursos humanos hasta la total dominación de la Tierra; Rathenau vislumbra que el capitalismo tiene algo de «providencial», una nostalgia o si se prefiere, una tendencia irrefrenable de sus fuerzas esenciales hacia el logro de una síntesis en forma de EstadoOrganismo, y expresable en el lenguaje de la Patria. Inútil clarificar que no hay más fuerza irrefrenable que la tendencia a la universalización del valor de cambio y que, efectivamente, el desideratum último de la lógica capitalista, también es la abolición de las contradicciones clasistas, resolviéndolas en una organicidad jerárquica y política, consumada hoy con el socialismo existente y la socialdemocracia occidental, tendente al capitalismo de Estado. Por lo demás, peculiaridades al margen, conocemos bien qué sea democracia orgánica en este país, pero no solamente él. El film de Losey, King and Country, especialmente la secuencia final del fusilamiento, deja poco lugar a dudas sobre el carácter no tan específicamente alemán de esa etapa histórica. De cualquier forma, Rathenau –de origen judío por cierto– advierte que el Kapital atraviesa una era mecánica, cuyo sentido es el de quebrar los viejos círculos sociales, las viejas jerarquías culturales, de la vieja ciudad y el campo. El maquinismo es el medio técnico apropiado para imponer finalidades y políticas nuevas, lo que conlleva ausencia de alma –Seele–, pero ésta es sólo una fase necesaria y transitoria, que abatirá las viejas comunidades, desacralizará las auras y laicizará el mundo hacía la PATRIA-ESTADO. La «fiebre revolucionario-tecnológica», la innovación general, la gran transformación de Alemania, exige nueva Kultur, nueva Seele, para imponer orden, forma. Y obsérvese: la exigencia es tan formal como funcional. El desarrollo capitalista exige, aquí, no sólo espíritu calculador (Geist), sino alma (Seele), aquélla que encarna la autoridad de la nueva Kultur del nuevo Estado. La mechanisierung es sólo un destino que cumplir, dilatar la vida económica y política, hacer crecer las necesidades de esta sociedad campesina y retrasada, así como los medios para satisfacerlas. Es desarrollo de la inteligencia y de la vida nerviosa de la metrópoli –nervenleben. Porque toda lucha hay que funcionalizarla en favor de la gran mecanización, Mecanización-Patria-Estado. Meca-nización y racionalización que impone esta fase histórica mediante la nueva Verfassung –organización–, fundada sobre una visión planetaria de la nueva política industrial, comercial, exterior, distinta del tradicional liberalísmo burgués y «manchesteriano». Werkbund El Programa cultural-político del Werkbund, por parte de Naumann, no es una simple propuesta entre otras –como entendió Loos–, sino la pretensión de expresar el objetivo cultural-artístico de este mundo mecanizado-racionalizado, donde el beneficio inmediato puede sacrificarse a miras políticas de mayor alcance y dentro de una mayor racionalidad que la propuesta por Loos, en la medida que se desprende del mecanismo de mercado, pura antigualla, respecto del Plan del Estado que articulará toda la vida productiva y reproductiva del Estado-Nación en el más inmenso programa jamás conocido. Y este programa consiste en que esta vida, debe ser transformada en el sentido de la más alta solidaridad organicista, un pleno espíritu de Staatleben –vida política–, que posee en Alemania inmensas potencialidades morales y estéticas que hay que educar, valorizar en el Volk que es pueblo, nación, trabajo. Los protagonistas del Werkbund no pretenden una corriente artístico-cultural y concurrente, sino una expresión completa de esta transición histórica de la Zivilisation capitalística occidental a Kultur. Es un destino. Y Naumann analiza la situación del artista: en primer lugar depende de lo impersonal del mercado como cualquier vulgar fabricante, mientras que antes de la edad de la mecanización británica dependía de una subvención, mecenazgo, poder; sus obras se dirigían a públicos fácilmente localizables, focalizados, y tenían sólidas tradiciones y raíces, ajenas a toda forma de nervenleben; pero en segundo lugar y en la era de la plena mecanización del mundo, de qué se trata: ¿sólo se da una mutación social y exterior a la obra? ¿O la mutación concierne a la propia obra? Responder significa interrogarse sobre la política comercial y social, cosa que Adolf Loos, desde perspectivas mercadológicas y en absoluto políticas, ni vislumbra porque: a) la prosperidad de Alemania depende del continuo desarrollo de sus mercados; b) no se trata sólo de un objetivo cuantitativo, sino también cualitativo, y más aún, germano (un argumento que a Loos hubiera tumbado no se sabe si de desesperación o risa); c) la consideración del «producto» del trabajo no basta en la medida que se consideran políticas económicas de vasto alcance. «El futuro de nuestra industria –dirá Naumann– depende del Arte, que da Valor a nuestros productos». Ni una concesión a Loos, este «cosmopolita frívolo» vienés o peor aún, acaso afrancesado. Ninguna concesión lingüística: siempre producto, jamás mercancía en el vocabulario del Werkbund. A la postre, la más «racional» teoría económica de la época rechaza también el concepto clásico de mercancía de Adam Smith, Ricardo, Malthus, Marx y Engels, étc, Ya no hay mercancía: si el consumidor es el agente dinámico de todo el sistema de ecuaciones, el producto final es un bien. Y el Arte es determinante en el proceso de valorización de este bien. Pero el arte no es mera conjugación con la máquina, sino que forma síntesis con ella. Naumann habla del «estilo nacional-popular» cuyo ideal es un maridaje máquina-pueblo, artísticamente educado. Maschinenvolk. Máquina-Arte son símbolo de esta Kultur, sólo inevitablemente capitalista. Pero son también posibilidad de producir una alma al capitalismo, Seele de esta Produktion, trabajo altamente cualificado. La intervención artística no añade nostalgia del pasado ni autonomía disciplinar estética al producto de la máquina –contra lo que argumenta Loos. La intervención artística y maquínica se resuelve en una original dación de forma al modo de producción contemporáneo que, correspondiéndose con el nuevo lenguaje de los economistas, llama bien a la vieja mercancía. Pasado el primer paleomaquinísmo –el inglés– la metrópoli se transforma en «grandioso paisaje artístico puro»: avenidas, fábricas, instalaciones. La Torre Eiffel es la nueva Acrópolis. Y no se trata de hacer descender el arte para ennoblecer el producto de la industria, sino que el producto-bien exprese tensión hacia la forma, hacia la Gestalt que se libera por, y del proceso mecánico. Por ello el Arte no puede ni debe obstaculizar la funcionalidad mecánica, sólo debe conferirle una línea (styling) al producto. Si los puentes, naves, estaciones, fábricas, producen formas y estilos a partir de su constituirse nueva necesidad, y a partir de los nuevos materiales y procedimientos, entonces todo ello encarna, es la nueva relación que ha cobrado forma entre la esfera de la producción y la esfera de la circulación. Y esta relación es la Seele, la nueva espiritualidad alemana. Werner Sombart, junto a Weber, sociólogo de máximo prestigio de la escuela histórica alemana, rechaza también, por su parte, el concepto de autonomía de lo estético. Analiza históricamente la relación entre arte y economía, y deduce: 1º) que siempre se dio una concordancia entre la artesanía y la economía. 2º) que se ha producido una desposesión ultrajante del artesano al privilegiar al intelectual-liberal y artista de la tradición burguesa. 3º) que comienza un tiempo irreversible de miseria y precariedad para el artista que depende de las leyes del mercado, tan implacables como impersonales. «El liberalismo –prosigue– crea el ‘artista puro’, pero con él el testimonio exacto de la miseria de su situación económico-social y del propio liberalismo». Habrá que convenir en que ésta es todavía una visión admitida, y no sólo alemana. Da pie a la teoría del antagonismo entre el arte y el capital. Y muchas formulaciones teóricas modernas son ininteligibles sin Werner Sombart, entre ellas las de la Escuela de Frankfurt. 

 

Sombart, como Naumann y Rathenau participan del criterio de que los artistas son auténtica figura de «San Jorge» que lucha por liberar a la princesa Arte de los mil dragones purulentos del beneficio y la lógica capitalista. Porque, ¿qué puede el artista contra el capital, atento sólo al lucro; contra una demanda masificada; contra una técnica cuyo solo fin es la utilidad, y que no ha sabido crear una estética propia? Y a todo ello tienen respuestas claras: no es posible oponerse radicalmente a la técnica. En sí y potencialmente, contiene una estética propia. Hay que cultivarla. El artista debe descubrir sus valores: su sinceridad racional. Si la producción puede multiplicar materiales y posibilidades, así como una organización del trabajo muy especializada, entonces el artista sólo debe desvelar, revelar la belleza que le es implícita. En cuanto triunfe en tal empresa, podrá decirse que ha dominado y educado los materiales y procedimientos de la producción, el nuevo trabajo y al propio público. Podrá, justo por él, realizarse la esperanza del nuevo Estado, Estado del Kapital: «Sozialismus», Y podrá erigirse en símbolo de una nueva Kultur capitalista, en donde el nuevo trabajo productivo es tanto más comercial y «penetrador de mercados» cuanto más artistizado. El empresario alemán, lo sabemos, ya rechaza la figura del empresario «manchesteriano»: el amo. Mitifica y mistifica su función social. En la novela El hombre sin atributos, de Musil, el personaje de Arnhein representa a Rathenau, un nostálgico de aquellas intuiciones heroicas del viejo empresario, aquellas decisiones improvisadas, elecciones entre mil y rápidas. Pero no es nostalgia de aquella fuerza primitiva a la que ahora sucede el cálculo, el programa, el «timing», la racionalidad estricta, los esquemas funcionales... Es nostalgia porque la gestión de los negocios ahora es a escala universal e impone la primacía de lo político: la organización. La gestión empresarial se hace ahora un problema de nuevas dimensiones y naturaleza. Hay que abordar la contratación colectiva de decenas de miles de obreros, mantener una relación política con las organizaciones de masas, una relación diplomática respecto al propio Estado, y de éste respecto a los demás estados. Por tanto, la organización monopólica que asume las fuerzas de la mecanización y racionalización, impone el problema de lo político y del Estado. El gerente de AEG no podrá ser ya sino un político. Behrens construye para AEG. Su obra no debe ser mero testimonio de este espíritu, sino resultado de su constructividad. La importancia de Behrens deriva de que no ornamenta la presencia de la ingeniería, sino en hacer aparecer a plenitud el cálculo y la finalidad. En las nuevas estructuras, en el uso de los materiales, en la distribución de los espacios internos, todo es ordenado y controlable. Se da una estrecha homologación entre la Gestalt arquitectónica y la funcionalidad de la organización del trabajo: la primera está expresamente concebida para el segundo. El aire y la luz se internan saludablemente en la fábrica, en donde se destaca en y por ellos, cada ángulo, cada rincón, cada opacidad. Y dice Behrens: «el motor debe ser más bello que un regalo de cumpleaños». La fábrica será lugar sacro del trabajo, que es producción de valor de esta Kultur/Zivilisation. Al interior, esta sacralidad aparece como claridad y funcionalidad, higiénica y eficiente; al exterior debe suscitar emoción, representar el corazón y la inteligencia de la Empresa alemana. La fachada de la Kleinmotorfabrik de Behrens, es símbolo de perfecta racionalidad y valor del trabajo. El Stil evoca historicísticamente un templo griego. La fachada queda hendida, entre monumentales pilastras que ciñen un espacio que se quiere separado, distante, del contexto urbano: la actividad que aparece tras esos muros debe parecer excepcional, a la vez racional y cualitativo, moderno pero ajeno a la mercadería. Y como en todo monumento, la fábrica es enfatizada respecto de la ciudad. Y si mantiene una relación con ella, es de dominio. 

 

Aquí emerge la Seele, el símbolo potente de la espiritualidad mecánica, alejada del vulgar materialismo angloamericano. Aquí, capital y trabajo, expresan la nueva ética dominante en la metrópoli, en donde la fábrica es su Iglesia. La mechaniserung es la dinámica de este edificio. Pero también es alianza del capital y el trabajo. Su Patria común. Que ésta es una auténtica revolución conservadora, no cabe duda, sin embargo hay que refinar criterios: sí capital y trabajo pueden aparecer aliados aunque precariamente en Alemania, ello tiene su base real: la unificación alemana, la construcción del estado alemán no tuvo lugar mediante una revolución burguesa, como en Europaa occidental y los EE.UU., sino mediante una simple unificación aduanera de los principados centroeuropeos, protagonizada por los «junker», terratenientes ajenos a toda actividad industrial capitalista. Frente a esa forma arcaica de propiedad aristocrática, capital y trabajo tienen efectivamernte elementos antagónicos comunes. Con la Gran Guerra de 1914 toda esa elaboración parece hundirse. La Kultur de Rathenau se tambalea ante el empuje de los liberales y el belicismo socialdemócrata. Empujado a la guerra, pese a sus criterios pacifistas, ejerce como ministro de exteriores y se encarga de la logística de los ejércitos. Se perfilarán en Alemania dos ideas axiales que, pese a sus bases comunes –que consisten en superar el viejo individualismo burgués, aprovechando el sentido de la organización germana y, de la mano de una Prusia supranacional, construir un estado industrial que supere la noción romántica del Imperio de los Habsburgo– se bifurcan peligrosamente. Una opción es la construcción de la Mitteleuropa, basada en una gran democracia transnacional, y de la mano del parlamentarismo, admitir la fatalidad histórica de la era de la gran máquina y la mecanización del mundo: el «Sozialismus»; la otra es la de invadir y anexionarse los territorios de habla alemana centroeuropeos: la «Deutschland über alles» del Nationale-Sozialismus hitleriano. Como ocurrirá con John Maynard Keynes en la Segunda Guerra Mundial, para Walter Rathenau la Primera Guerra es ocasión emergente para experimentar la bondad teórica. Su gestión permitirá resistir el bloqueo de Alemania. Quedará demostrado prácticamente que la anterior hegemonía de lo económico-productivo o esfera de la producción, pasa a la circulación política. La producción es sometida a un programa cuya dirección ostenta la Administración del Estado y en donde la multitud de empresas privadas pasan a depender, como unidades productivas, de los programas del Plan del Estado. Tras de la guerra y con el reconocimiento de su eficacia, Rathenau es nombrado ministro de la Reconstrucción: el control estatal y la planificación de la economía son, en adelante, indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas. Puesto que la competencia ahora es internacional, se precisa la colaboración de los sindicatos en el proyecto de un capital social y estatalizado. La inmensa tarea de socializar las fuerzas productivas precisa el protagonismo del Estado-Empresario —que Keynes teorizará mucho después—, auténtico centro de las elecciones político-económicas. La decisión empresarial privada estaba ahora subordinada a las decisiones políticas del capital como conjunto, socializado, como gran Estado-Capital-Empresa-Nación. Acaso es demasiado pronto. La República de Weimar sufre los embates revolucionarios de una clase obrera radicalizada, y la inflación galopante; y el proyecto no tiene tampoco el consenso de los sectores más arcaicos del capital. Es la Alemania del film Cabaret, de Berlin Alexanderplatz, de Fassbinder. Es decir, la eficacia práctica de este capitalismo organizado como socialismo, se define progresivamente en términos de «corporativismo autoritario». Las contraposiciones políticas corroen la noción de Rathenau. Falta la decisión y la autoridad, acaso el personaje envestido de carisma, según Max Weber, que faculte el tránsito y posibilite esa organización. Nadie pone en cuestión la especificidad de la Kultur, pero no se consensúa el dominio de esos procesos. Sí, en efecto, cabe declinar la elección de decisiones económicas en la figura del Estado-Empresario, al margen ahora de todo juicio de valor político, queda todavía por responder qué grupo de presión, de intereses, de doctrinas, de clase, operará en su interior. ¿Una élite? El viejo liberalismo y el marxismo-leninismo, opciones de clase, son implacables frente a esa pregunta e incrédulos respecto de toda «élite» sin raíces en amplios sectores sociales. El proyecto es impolítico. Cuando Rathenau caiga abatido a tiros por elementos ultranacionalistas, quedará manifiesto. Este judío comprometido con la Kultur alemana aparece todavía excesivamente cosmopolita. Su síntesis será utilizada y su proyecto reciclado. El «nazismo», emergente desde la profundidad de una Alemania de clases medias y constituida de pequeñas comunidades urbanas dispersas por el mundo rural arraigado al Heimat, implantará el nuevo orden, esta vez con el visto bueno del gran capital. Por fin el Nuevo Estado tendrá contenido social. Y su carácter progresivamente político vendrá dado por el recurso al mecanismo weberiano de legitimación carismática, imprescindible para un mayor apoyo popular urbano y metropolitano, obrero inclusive: Hitler. Conclusa definitivamente la era de la burguesía, sólo cabe el socialismo: nacional, parlamentario, democrático, en libertad o totalitario, pero «Sozialismus»: de la Unión Soviética al New Deal norteamericano. En todo caso: 1871-1917, la vieja subjetividad y el viejo significante formal se clausuran. Una autoabolición trágica, pero con ella tentativa de perseverar en el ser como equilibrio del no hacer, nirvana. Y observamos, en la enunciatividad, Schopenhauer –como figura mayor, no única–; en la visibilidad, Courbet, Turner, últimos significantes de lo cualitativo singular que se hacen mancha abstracta, hueco indiferente, materialidad polimórfica y sin sentido como la propia naturaleza. Le seguirá una revuelta contra sí que es escisión drástica, abandono de lastres cualitativos que no caben en la producción ni en la metrópolis. Una subjetividad que mutilándose trata de recomponerse con las nuevas fuerzas de la exterioridad para dominarlas (Macht) y plegarlas: constituyendo, así su nueva interioridad. Una nueva relación, esta vez bajo la primacía cézanniana y sin cualidades de una razón transparente; de una conciencia que formaliza la realidad y más puntualmente: la genera. En la enunciatividad, Nietzsche, el primer Wittgenstein del Tractatus; en la visibilidad, Cézanne, puntillismo, arquitectura de ingenieros, Adolf Loos. Obsérvese que cuando Nietzsche señala que el hombre debe ser superado, apunta a una composición distinta de las fuerzas del adentro y la subjetividad con las del Afuera (Vida, Trabajo, Lenguaje). Obsérvese que cuando Loos introduce diferenciaciones en el habitar y la casa, se refiere a espacios o esfera de vida todavía cualitativas que deben ser, por distintas, respetadas, exactamente como cuando Nietzsche apela a un arte del mediodía, tiempo cualitativo contra el del trabajo y el crepúsculo, horas adormecidas y cansinas que dedicamos residualmente al arte que debiera informar y vivificar nuestras vidas. En el hueco de lo místico del primer Wittgenstein, localizamos la última y más radical preservación de su singularidad, indecible, por ello no controlable ni manoseable ni permutable. En Loos, Nietzsche, Wittgenstein, grandes propuestas de la racionalización-logicización-sistematización del mundo, la tragedia por preservar el ego burgués pervive oculta e inexpresable. Por ello trágicamente escindidos todavía, en la subjetividad y en el significante formal. Y finalmente, observamos en la discusión LoosWerkbund, la historia de un no encuentro, pero bajo una misma dirección final. Loos es consecuente con un mundo que se inicia desde un mecanismo al que, buen burgués, está íntimamente allegado, pero periclita: el mercado. El Werkbund teoriza formalmente proyectos arcaicos desde una posición histórica tanto o más consecuente que Loos: la planificación económica del Estado, que autoritariamente o menos, supone un planteamiento más riguroso y moderno de la misma racionalizaciónlogicización-sistematización del mundo. Ya sin ningún pudor. Otra muestra de evolución no filiativa, no arborescente, sino, como en los actuales esquemas de la evolución, movimiento retrógrado y lateral. Captura de códigos, salto, contagio. Composición de reinos y escalas distintos. Un devenir orquídea de la avispa y devenir avispa de la orquídea. Sin descendencia alguna, sin pérdida de identidad, pero composición-articulaciónmaquinación productivas, porque aumentan la potencia del ser, siempre abierto a mayores composiciones, pero siempre expuesto al envenenamiento de cualquier descomposición. Ningún maniquí fascista; ningún «Wille zur Macht». Ninguna voluntad de poder. Simple composición de fuerzas, si se encuentran, en donde se expresará, sin más, la propia potencia. Aquella que sin conocer su razón de ser, ingenuamente, llamamos finalidad, proyecto. Narcís Irízar 1943-2006 Historiador, filósofo y economista. Profesor titular de Historia del Arte y de la Arquitectura II y III. ETSAB, UPC.  

 

 

Para mí todo esto es nuevo, pero me queda en claro que Hitler no aparece de la nada sino que hay todo un proceso súper estructural que lo anticipa y entonces ¿Hay todo un proceso súper estructural que anticipa a Trump?

 

 

 

La crisis de 1968

Fue la combinación de un descontento de larga data sobre el funcionamiento del sistema-mundo y la desilusión respecto a la capacidad de los movimientos antisistémicos de transformar al inundo que llevó a la revolución mundial de 1968. Las explosiones de 1968 contenían dos temas repetidos virtualmente en todas partes, independientemente del contexto local. Uno era el rechazo al poder hegemónico de los Estados Unidos, simultáneamente con una queja hacia la Unión Soviética, el presunto antagonista de los Estados Unidos, la cual parecía en connivencia con el orden mundial que los Estados Unidos habían establecido. Y el segundo era que los movimientos antisistémicos tradicionales no había cumplido sus promesas una vez que llegaron al poder. La combinación de estas dos quejas, largamente repetidas, constituyó un terremoto cultural. La multitud de levantamientos parecía un fénix y no consiguió elevar al poder a los múltiples revolucionarios de 1968, al menos no por mucho tiempo. Pero legitimaron y fortalecieron el sentimiento de desilusión no sólo con los antiguos movimientos antisistémicos sino también con las estructuras estatales que estos movimientos habían fortalecido. Las certezas a largo plazo de la esperanza evolutiva se había transformado en temor de que el sistema-mundo fuera inmutable. Este giro en los sentimientos de la población mundial, lejos de reforzar el statu quo, retiró el apoyo político y cultural a la economía-mundo capitalista. Los oprimidos del mundo ya no estaban más seguros de que la historia estaba de su lado. Ya no podrían ser entonas satisfechos con mejoras graduales, en la creencia que darían fruto- hijos y nietos. Ya no podrían ser convencidos de posponer las quejas del presente en nombre de un futuro beneficioso. En suma, los múltiples productores del sistema-mundo capitalista habían perdido el principal estabilizador oculto del sistema, el optimismo de los oprimidos. Y esta pérdida llegó en el peor momento posible, cuando la reducción de las ganancias comenzaba a hacerse sentir de manera pronunciada. El impacto cultural de 1968 desestabilizó el dominio automático del centro liberal, el cual había  

prevalecido en el sistema-mundo desde la anterior revolución mundial de 1848. La derecha y la izquierda se vieron libres de su función como avatares del liberalismo centrista y fueron capaces de afirmar, o mejor dicho, reafirmar sus valores más radicales. El sistema-mundo había entrado en el período de transición, y tanto la derecha como la izquierda estaban decididas a sacar ventajas del caos reinante para asegurar que sus valores prevalecieran en el nuevo sistema (o sistemas) que emergería, eventual mente, de la crisis. Los efectos inmediatos de la revolución mundial de 1968 parecieron ser una legitimación de los valores de la izquierda, sobre todo en lo concerniente a cuestiones de raza y sexo. El racismo había sido una característica prevaleciente del sistema-mundo moderno durante toda su existencia. Es cierto que su legitimidad había sido cuestionada durante dos siglos. Pero sólo después de la revolución mundial de 1968 una campaña extendida contra el racismo —llevada adelante por los mismos grupos oprimidos, a diferencia de las anteriores, dirigidas primariamente por liberales que ocupaban los estratos dominantes— se convirtió en un fenómeno central del escenario político mundial, tomando la forma tanto de militancia activa de las "minorías" en los movimientos de identidad en todas partes y de los intentos por reconstruir el mundo del saber, y llevar los temas derivados del racismo crónico central al centro del discurso intelectual. Junto con el debate sobre el racismo, sería difícil pasar por alto la ubicación central de la sexualidad en la revolución mundial de 1968. Ya sea que hablemos de políticas relacionadas con el género o con las preferencias sexuales, y eventualmente con la identidad transgénero, el impacto de 1968 fue el de llevar al frente lo que había sido una lenta transformación de las conductas sexuales en el medio siglo anterior y permitirle explotar en la escena social mundial, con enormes consecuencias para la ley, las prácticas de las costumbres, para las religiones y para los discursos intelectuales. Los movimientos antisistémicos tradicionales habían enfatizado en primer término los temas de poder estatal y estructuras económicas. Ambos temas habían retrocedido en la retórica militante de 1968 fente al espacio ocupado por cuestiones de raza y sexualidad. Esto presentaba un problema real a la derecha mundial. Los temas geopolíticos y económicos eran más sencillos para la derecha mundial que los socioculturales. Esto era debido a que la posición de los liberales centrista, quienes eran hostiles a cualquier desmantelamiento de las instituciones políticas y económicas básicas de la economía-mundo capitalista, pero eran simpatizantes latentes, aunque no militantes, de los cambios sociopolíticos preconizados por los militantes de las revoluciones de 1968 (y posteriores). Como resultado, la reacción pos-1968 fue una división, por un lado de los poderes establecidos por restaurar el orden y resolver algunas de las dificultades inmediatas resultantes de la disminución del margen de ganancia y en la otra una contrarrevolución cultural de base más restringida pero mucho más activa. Es importante distinguir los dos temas y por ende los dos tipos de alineamientos estratégicos. Entretanto la economía-mundo entraba por esta época en una larga fase Kondratieff B, la coalición de fuerzas de centro y derecha intentaban retrotraer los crecientes costos de producción en sus tres componentes. Buscaban reducir los niveles de remuneración. Buscaban reexternalizar los costos de insuflaos. Y buscaban reducir la tasación impositiva para el beneficio del estado de bienestar (educación, salud y garantías de ingresos). Esta ofensiva tomó muchas formas. El centro abandonó el tema del desarrollo (como manera de sobreponerse a la polarización global) y lo remplazó con el teína de la globalización, la que demandaba, en esencia, la apertura de todas las fronteras para el libre flujo de mercaderías y capital (pero no del trabajo). El régimen de Thatcher en el Reino Unido y el régimen de Reagan en los Estados Unidos asumió el liderazgo en la promoción de estas políticas, que fueron denominadas "neoliberalísmo" en la teoría y "el consenso de Washington" como política. El Foro Económico Mundial en Davos fue el lugar de promoción de la teoría y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la recientemente establecida Organización de Mundial de Coerció (OMC) se convirtieron en los principales implementadores del consenso de Washington

 

 

 

Las dificultades económicas que enfrentaban todos los gobiernos partir de 1970 (en particular en el Sur y en la antigua zona comunista) hizo extremadamente dificultosa para esos estados, gobernados por antiguos movimientos antisistémicos, la resistencia a las presiones de "ajuste estructural" y apertura de las fronteras. Como resultado, se logró una limitada reducción en los costos de producción mundiales, pero el éxito fue mucho menor de lo que esperaban los promotores de semejantes políticas, y muy por debajo de lo que era necesario para terminar con la reducción en el margen de ganancias. Más y más, los capitalistas buscaron aumentar sus ganancias en el área de la especulación financiera antes que en la de producción. Tales manipulaciones financieras pueden dar como resultado grandes ganancias para algunos operadores, pero volatilizan la economía-mundo y la someten a los cambios de cambio monetario y de empleo. Éste es, de hecho, una de las señales del aumento del caos. En el mundo de la política, la izquierda política global volvía sus objetivos electorales secundarios y comenzaba más bien, la organización de un "movimiento de movimientos", que fuera identificado con el Foro Social Mundial (FSM), que se reuniera inicialmente en Porto Alegre y al que se refiere con frecuencia como símbolo. El FSM no es una organización, sino un lugar de encuentro de militantes de muchos tipos e ideas, que se dedican a una variedad de tareas desde demostraciones colectivas mundiales o regionales a organizaciones locales en todo el mundo. Su lema, "otro mundo es posible", es expresivo en tanto que perciben que el sistema-inundo se encuentra en una crisis estructural y que las opciones políticas son reales. El mundo se enfrenta de manera creciente a una lucha en múltiples frentes entre el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. El dramático ataque de Osama bin Laden a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001 fue una señal más del caos global y del punto de inflexión en los alineamientos políticos. Permitió que aquellos a la derecha que intentaban cortar lazos con el centro, instauraran un programa centrado en afirmaciones unilaterales de los Estados Unidos, basadas en su fuerza militar, combinada con un intento por eliminar la evolución cultural del sistema-mundo que había tenido lugar luego de la revolución mundial de 1968 (en particular en las áreas de raza y sexualidad). En el proceso, buscaron liquidar muchas de las estructuras geopolíticas implementadas después de 1945, a las que veían como constrictoras de sus políticas. Pero estos esfuerzos amenazaban con empeorar la creciente inestabilidad del sistema-mundo. Ésta es la descripción empírica de una situación caótica en el sistema-mundo, ¿Qué se puede esperar en una situación semejante? Lo primero a remarcar es que lo que podemos esperar, lo que ya estamos viendo, son enormes fluctuaciones en todas las áreas institucionales del sistema-mundo. La economía-inundo está sujeta a agudas presiones especulativas, las cuales escapan al control de las más importantes instituciones financieras y organismos de control, tal como los bancos centrales. Un mayor nivel de violencia surge en todas partes y dosis grandes y pequeñas, y sobre periodos relativamente extensos. No hay nadie que detente el poder para acallar en forma efectiva semejantes levantamientos. Las restricciones morales con frecuencia reguladas por el estado y por las instituciones religiosas encuentran su eficacia considerablemente reducida. Por otro lado, sólo porque un sistema esté en crisis no significa que no continúe intentando funcionar de la manera habitual. Es lo que: intenta. En tanto que los modos habituales han determinado tendencias seculares que se acercan a sus asíntotas, el continuar con la metodología habitual sólo agrava la crisis, Sin embargo, la continuación de las acciones habituales será posiblemente el comportamiento de la mayoría de las personas. En el muy corto plazo, tiene sentido. Los modos habituales son los modos familiares, y prometen beneficios a corto plazo, o no serían los modos habituales. Precisamente porque las fluctuaciones son mayores, la mayor parte de la gente busca la seguridad en el mantenimiento de dicho comportamiento. Por cierto, toda clase de individuos buscarán, a mediano plazo, ajustes al sistema, los cuales, argumentarán, servirán para mitigar los problemas existentes. Esto es también un patrón de conducta habitual, y en el recuerdo de la mayoría de la gente, uno que funcionó en el pasado y que debería, por ende, volver a intentarse. El problema es que en una crisis sistémica, tales ajustes a mediano plazo tienen un efecto mínimo. Esto es, después de todo, lo que dijimos define a una crisis sistémica. Habrá quienes busquen caminos más transformativos, con frecuencia bajo la apariencia de ajustes a mediano  plazo. Esperan sacar ventaja de las grandes variaciones del periodo de transición para introducir cambios importantes en los modos operativos, lo que empujará al proceso en una de las direcciones de la bifurcación. Es esta última forma de comportamiento la que tendrá las mayores consecuencias. En la situación actual, es a la que hacemos referencia como la lucha entre el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. Esta lucha no está, quizás, en el centro de atención de la mayor parte de las personas. Y por supuesto, muchos de quienes se encuentran más activos en esta lucha pueden hallar útil el distraer la atención de la intensidad de la lucha y lo que en ella se juega, con la espera de lograr alguno de sus objetivos sin despertar la oposición que una proclama abierta de estos objetivos podría desatar. No hay demasiado que pueda decirse de una lucha que recién comienza a desarrollarse, una cuyas características centrales son: la total incertidumbre de su resultado y la opacidad de la lucha. Uno podría pensarla como el enfrentamiento entre valores fundamentales, incluso de "civilizaciones" entretanto no identifiquemos a cualquiera de las dos facciones con pueblos, razas, grupos religiosos, u otros grupos históricos existentes. El elemento clave del debate es el grado en el que cualquier sistema social, pero en este caso el futuro que estamos construyendo, se inclinará en una dirección o en la otra de los dos temas centrales de larga data en la organización social —la libertad y la igualdad— temas que están mucho más íntimamente ligados que lo que el pensamiento social en el sistema-mundo moderno ha estado dispuesto a admitir.

 

Y entonces comprendo que el despertar de la diferencian se dio en 1968 y que Trump y todo el neofascismo es una reacción a este despertar ,que solo puede ser superado con un despertar la lucha universal que integre también la diferencia, pero David ve en todo este despertar a la diferencia al Fascismo actuando  o no eso no queda claro yo he recibido su transferencia pero lo hago englobándolo retransferencialmente en la episte de sistema mundo de Immanuel Wallerstein https://www.youtube.com/watch?v=0bPNQGfnwQs teoría que David ve en conexión con un nuevo fascismo  ¿Cómo así? Más lo verdaderamente revolucionario apocalíptico para mi es poder entablar un dialogo superando el medio digital sin dejar que este nos fragmente y las diferencias culturales intelectuales sin dejar que estas nos pierdan, ¿Lo podremos lograr? Ahí está  la cuestión en transferirnos recuperando nuestra capacidad de concentración es ahí donde   alteramos significativamente al sistema.  

 

 

3 comentarios:

Christian Franco dijo...

Ausias Sole
David GM sabes usar un chat Gpt pero todo el mundo sabe
44 minutos
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Christian Franco Rodriguez
Autor
Ausias Sole Haz venido a fastidiar ¿Esto lo tienes diseñado? ¿Quien te manda? ¿O solo lo haces por placer? Si lees a David versas que su manera de redactar no tiene nada que ver con la inteligencia artificial de hecho me ha sido muy difícil comprenderlo y aun estoy tratando de hacerlo pero el valor obtenido leyéndolo vale mucho la pena y si te refieres a mi lo que hago es alterar sistemas en este texto altero la introducción de Wallerstein de los sistemas mundos para integrar en ella el dialogo con David https://sociologiadeldesarrolloi.wordpress.com/.../223976... así reconfiguramos la noción de sistema mundo desde dentro de su texto ¿Puede hacer esto una IA?

Christian Franco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Christian Franco dijo...

Gracias.
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David

Ideología de género. Otro tema interesante
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Enviaste
Tiene mucho que ver con el proceso de neofascismo actual
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David
Estoy observando precisamente eso
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Editado
Y la posición de la derecha internacional en asociar el Nazismo con la izquierda (es justificable por el lado del Socialismo, pero es antagónico al Carisma y la Hierocracia derivada del derecho divino y la selección natural)
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David

Para mí es ambiguo pues el Fascismo es un movimiento mixto, por lo conservador y socialista. Yo observo como usan el concepto para increpar mutuamente.
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Enviaste
Bien es un concepto mixto, claro
Por eso de derecha hacía la izquierda como de la izquierda a la derecha lo usan indiscriminadamente
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David
Y se crea una mayor confusión
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David
Esa confusión en este momento se a normalizado
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David

Y la opinión popular tiene esas características estéticas de percepción de la realidad en términos teóricos y Políticos
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Enviaste
Pienso que el uso tiene que ver con una guerra de imaginarios donde se intenta destruir la imagen del otro deslegitimandolo, si el fascismo hubiera triunfado no lo usarian de esa manera

De hecho triunfó el ala Sionista
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David
El Fascismo Sionista
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David
El Nacional Socialismo Israelí
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David

El Judaísmo se encuentra en la categoría Estado Nación (igual que los Nazis) pero también se encuentra dentro de la categoría Sistema mundo.
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Enviaste
si es cierto y ¿Entonces el fascismo vuelve a legitimarse?
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David
No.
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David

Fascismo es acorde a la religión te acuerdas que te mencioné
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Enviaste
Es decir vuelve a ganar la confianza de un sector grande de la población mundial
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David

En parte eso va a ocurrir
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Enviaste
Si pero no me queda claro en tu argumentación bien a que te refieres
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David
Claro Cristian es un poco complejo
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David

Voy a ir desarrollando el tema