Transferencia De David GM
Comprendiendo al fascismo
Cuando se cayó el
muro de Berlín , el mensaje de occidente capitalista fue muy claro , vengan al
capitalismo y sean felices y es que la teoría funcionaba el capitalismo se basa
en la explotación y los migrantes eran esa gran masa que podía ser explotada
por un capitalismo industrial y sus países ese gran territorio que ha de ser
saqueado, y es que si el capitalismo gano la guerra fría ya no había la
necesidad de construir estados sino de adaptarse a la globalización pero el
capitalismo se volvió pos industrial y
esa gran masa de migrantes se convirtió en un problema social, un problema
social que el propio capitalismo generó y que ahora siendo un capitalismo algorítmico
pos humano "soluciona" de la peor manera desplazando el problema a
los países tercermundistas los cuales colapsaran por seguir la receta que el
propio capitalismo les obligo que sigan.
Uno de los puntos menos percibidos en los que el estado es
crucial para las empresas es decidir la proporción de los costos de producción
que será efectivamente abonado por las empresas. Los economistas se refieren
con frecuencia a costos externalizados. Lo que esto significa es que una cierta
parte de costos de producción se transfieren de la hoja de balance de la firma
a esa entidad amorfa externa, la sociedad. La posibilidad de externalizar
costos puede parecer contraria a la premisa básica de la actividad capitalista.
Se presume que una empresa produce para obtener ganancias, y que la ganancia
consiste en la diferencia entre los recibos de venta y los costos de
producción. La ganancia es pues la recompensa por una producción eficiente. La
asunción tácita —y la justificación moral de la ganancia— es que el productor
está cubriendo todos los costos. En la práctica, sin embargo, esto no sucede
así. La ganancia es una recompensa no sólo por la eficiencia sino por un mayor
acceso a la asistencia estatal. Pocos productores pueden pagar todos los costos
de la producción. Existen tres diferentes costos que con frecuencia se
externalizan de modo significativo: los costos de toxicidad; los costos de
agotamiento de materiales y los costos de transportó. Casi todos los procesos
de producción involucran un cierto nivel de toxicidad, es decir, cierto tipo de
daño residual al medio ambiente, ya sea el deshecho de materiales o residuos
químicos, o simplemente la transformación a largo plazo del sistema ecológico.
El modo más barato para un productor [jara lidiar con los residuos es hacerlo a
un lado, fuera de su propiedad. El modo más barato de lidiar con la
transformación del sistema ecológico es pretender que no está teniendo lugar.
Ambas opciones reducen los costos inmediatos de producción. Pero estos costos son
entonces ex ternaliizados, en tanto que, ya sea en forma inmediata, o corno
suele suceder, mucho más tarde, alguien pague las consecuencias negativas, por
medio de una limpieza adecuada o una restitución del medio ambiente. Este
alguien son todos los demás, los contribuyentes, a través de su instrumento, el
estado. El segundo modo de externalizar costos es ignorar el agotamiento de los
materiales. Al final, todo proceso productivo utiliza alguna materia prima,
orgánica o inorgánica que es parte de los procesos de transformación que
resulta en una mercadería "final" a ser vendida en el mercado. Las
materias primas se agotan, algunas rápidamente, otras de manera muy lenta, la
mayor parte a un ritmo intermedio. Una vez más, los costos de reemplazo casi
nunca son parle de los costos internalizados de producción. Por ello, el mundo
tiene que o bien renunciar al uso de dichos materiales o buscar de remplazados
de alguna manera. En parte, eso se logra mediante la innovación, y uno puede
argüir que en este caso el costo económico
del no reemplazo es ínfimo o nulo. Pero en muchos otros casos esto no es
posible y entonces el estado debe intervenir una vez más en el proceso de
recuperación o recreación de los materiales, y esto es, obviamente, pagado por
alguien que no es quien se benefició con las ganancias. Un buen ejemplo de
materiales que no han sido adecuadamente remplazados es la provisión de madera.
Los bosques de Irlanda fueron (alados en el siglo XVII. Ya lo largo de la
historia del sistema-mundo moderno, hemos estado talando bosques de todo tipo
sin remplazarlos. Hoy discutimos las consecuencias de la falta de protección de
la que está considerada la última selva tropical en todo el mundo, el área del
Amazonas en Brasil. Por último, existe el costo del transporte. Mientras es
cierto que las empresas suelen pagar un importe por el transporte de
mercaderías que reciben o envían, rara vez pagan la totalidad de los costos. La
creación de la infraestructura necesaria para el transporte —puentes, canales,
vías de tren, aeropuertos— representa un costo muy importante, y este costo es,
comúnmente pagado, en buena medida, no por las empresas que hacen uso de la
infraestructura sino por la colectividad. La justificación es que los costos
son tan masivos, y el beneficio para una compañía tan mínimos, que la
infraestructura nunca sería creada si no fuera con la cobertura de una gran
parte de los costos por el estado. Esto bien puede ser cierto, aunque un poco
exagerado, pero sigue siendo evidencia del papel crítico que juega la
participación estatal en el proceso incesante de acumulación de capital.
Pero así como las empresas externalizan costos los estados acaso no lo hacen, Trump como buen
empresario mira que los estados tercer mundistas externalizan costos a costa
suya, llenado de migrantes su país y estos transfiriendo remesas a sus países de
orígenes pero Estados unidos y todas las potencias mundiales han externalizado
costos desde siempre ¿Quién sino ha
generado el calentamiento global? Y quienes lo estamos pagando ¿Quién ha dotado
de materias primas a los países del primer mundo sufriendo un costo social
enorme? ¿Quiénes trasportan y permiten el trasporte libre de las mercancías de
las potencias mundiales? Sin contar que fueron los migrantes los que
construyeron las grandes infraestructuras de transporte de las potencias.
Pero hoy resurge un fascismo en todo el mundo que pretende
una vez más imponer su orden, externalizando sus costos, urge comprenderlo para
combatirlo y vencerlo entendiendo que todo el orden global institucional no
sirve para nada ante esta amenaza y que el capitalismo es cada vez más un
feudalismo del que nos tenemos que librar, David GM da luces importantísimas para
comprender el fascismo desde
sus inicios modernos en la república de Weimar y de a pocos me ayuda a analizar el fascismo actual.
ORÍGENES HISTÓRICOS DEL ANÁLISIS DE SISTEMAS-MUNDO: DE LAS
DISCIPLINAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES A LAS CIENCIAS SOCIALES HISTÓRICAS
El análisis de sistemas-mundo se originó a principio de los
años setenta corno una nueva perspectiva acerca de la realidad social. Algunos
de sus conceptos habían estado en uso durante largo tiempo y otros eran nuevos
o al menos no habían recibido un nombre hasta el momento. Los conceptos sólo
pueden entenderse dentro del contexto de su tiempo. Esto es más cierto todavía
en lo que respecta a perspectivas cuyos conceptos adquieren significado
primariamente en relación con los demás, según el modo en que todos se combinen
en un enfoque. Las nuevas perspectivas, además, por lo general se entienden
mejor si uno las considera como una protesta contra otras anteriores. Las
nuevas perspectivas sostienen siempre que las antiguas, las que gozan de mayor
aceptación en su momento, son por un lado significativamente inadecuadas,
erradas o tendenciosas, y por el otro que se convierten más en una barrera para
la comprensión de la realidad social que en una herramienta para analizarla.
Como cualquier otra perspectiva, el análisis de sistemas-mundo se construyó
sobre la base de argumentaciones y críticas previas. En cierto sentido,
prácticamente ninguna perspectiva puede ser enteramente nueva. Por lo general,
siempre hay alguien que ha dicho ya algo similar algunos decenios o incluso
siglos antes. Por ende, cuando decimos que una perspectiva es nueva, esto bien
puede sólo significar que por primera vez el mundo está listo para considerar
seriamente las ideas que encarna, y que, además, tal vez dichas ideas han sido
reformuladas de manera tal que resultan más convincentes y accesibles a un
número mayor de personas. La historia de la emergencia del análisis de
sistemas-mundo está imbricada en la historia del sistemamundo moderno y las
estructuras de saber que se desarrollaron como parte de ese sistema. Es por
demás útil rastrear los comienzos de esta historia particular no en los años
setenta sino a mediados del siglo XVIII. La economía-mundo capitalista había
existido ya por espacio de dos siglos. El imperativo de la incesante
acumulación de capital había generado una necesidad de cambio tecnológico
constante, y una constante expansión de las fronteras (geográficas,
psicológicas, intelectuales, científicas). Surgió, corno consecuencia, la
necesidad de saber cómo sabemos y debatir acerca de cómo debemos saber. La
afirmación milenaria según la cual las autoridades religiosas se arrogaban el
ser la única vía de saber la verdad venía siendo desafiada en el sistema-mundo
moderno hacía tiempo ya. Las alternativas seculares —esto es, no religiosas—
recibían cada vez mejor aceptación. Los filósofos se prestaban a dicha tarea,
sosteniendo que los seres humanos podían adquirir saber mediante el empleo de
su intelecto, en oposición a la recepción de una verdad revelada por medio de
autoridades o textos religiosos. Filósofos tales como Descartes y Spinoza —al
margen de las diferencias entre uno y otro— buscaban relegar el saber teológico
a un rincón privado, separado de las principales estructuras del saber.
Mientras los filósofos desafiaban los dictados de los teólogos, afirmando que
los seres humanos podían discernir la verdad directamente mediante el uso de
sus facultades racionales, un grupo cada vez más numeroso de intelectuales se
manifestaba de acuerdo respecto de la función de los teólogos, pero argumentaba
también que la denominada intuición filosófica era una fuente de verdad tan
arbitraria como la revelación divina. Estos intelectuales insistían en darle
prioridad al análisis empírico de la realidad. Cuando Laplace a comienzos del
siglo xix escribió un libro sobre los orígenes del sistema solar, Napoleón, a
quien presentara el libro, le hizo notar que no había mencionado a Dios una
sola vez en su grueso volumen. Laplace respondió: "No tengo necesidad de
tal hipótesis, señor." Estos intelectuales serían a partir de entonces
llamados científicos. No obstante, debemos recordar que al menos hasta fines
del siglo XVIII no había una distinción clara entre ciencia y filosofía a la
hora de definir el saber. En aquellos tiempos, Immanuel Kant encontraba
perfectamente adecuado dar conferencias sobre astronomía y poesía así como
también sobre metafísica. Escribió además un tratado sobre relaciones entre
estados. El saber era considerado aún un campo unificado. Aproximadamente en
ese momento a fines del siglo xvín, ocurrió lo que hoy denominamos
"divorcio" entre la filosofía y la ciencia. Fue por insistencia de
quienes defendían las "ciencias" empíricas que ocurrió este divorcio.
Afirmaban que el único camino a la "verdad" era la teoría basada en
la inducción a partir de
observaciones
empíricas, y que dichas observaciones tenían que ser realizadas de modo tal que
otros pudieran repetirlas luego y así verificar dichas observaciones. Sostenían
que las deducciones metafísicas eran especulativas y no poseían valor de
"verdad". Se resistían, por tanto, a considerarse a sí mismos
"filósofos". Fue también en esta época, y de hecho en gran parte como
resultado de este divorcio, cuando tuvo nacimiento la universidad moderna.
Construida sobre las bases de la universidad medieval, la universidad moderna
es en realidad una estructura diferente. A diferencia de la universidad
medieval, cuenta con profesores pagos, de tiempo completo, que casi nunca son
clérigos y se agrupan no sólo en "facultades" sino también en
"departamentos" o "cátedras" dentro de dichas facultades.
Cada departamento afirma ser el lugar de una "disciplina" particular.
Y los estudiantes prosiguen curriculum de estudios que a su vez desembocan en
títulos definidos por el departamento dentro del cual han realizado sus
estudios. La universidad medieval estaba dividida en cuatro facultades:
teología, medicina, leyes y filosofía. Lo que ocurrió en el siglo XIX fue que en
casi todas partes la facultad de filosofía se dividió en cuando menos dos
facultades independientes: una que abarcaba las "ciencias", y otra,
los demás teínas, denominados a veces "humanidades",
"artes" o "letras" (o ambos), o bien conservando el antiguo
nombre de "filosofía". La universidad institucionalizó así lo que C.
P. Snow denominaría después "las dos culturas". Y ambas culturas
estaban en guerra entre sí, cada una afirmando ser la única, o al menos la
mejor, fuente de saber. Las ciencias ponían el acento en la investigación
empírica (incluso experimental) y en la comprobación de hipótesis. Las
humanidades ponían el acento en la intuición por empatía, denominada luego
comprensión hermenéutica. El único legado que mantenemos hoy de aquella unidad
perdida es que todas las artes y ciencias en la universidad ofrecen como título
más alto el de PhD, doctor en filosofía.* Las ciencias le negaron a las
humanidades la capacidad de discernir la verdad. Durante el anterior periodo,
del saber unificado, la búsqueda de la verdad, lo bueno y lo bello estaba
intrínsecamente relacionada, cuando no era idéntica. Pero ahora los científicos
insistían en que su trabajo no tenía nada que ver con la búsqueda de lo bueno o
lo bello, sino, simplemente, con lo verdadero. Dejaron la búsqueda de lo bueno
y lo bello a los filósofos. Y muchos entre los filósofos aceptaron esta
división del trabajo. Así, la división del saber en dos culturas devino en la
creación de un alto muro divisorio entre la búsqueda de la verdad y la búsqueda
de lo bueno y bello. Esto justificaba la afirmación de que los científicos eran
neutrales frente a los "valores". En el siglo xix, las facultades de
ciencias se dividieron en múltiples campos denominados disciplinas: física,
química, geología, astronomía, zoología, matemática y otras. Las facultades de
humanidades se dividieron en campos tales como filosofía, estudios clásicos
(esto es, griego, latín y los escritos de la antigüedad), historia del arte,
musicología, lenguas nacionales y literatura y los idiomas y literaturas de
otras zonas lingüísticas. La pregunta más compleja era dentro de qué facultad
debía posicionarse el estudio de la realidad social. La urgencia de tal estudio
fue puesta en relieve por la Revolución francesa en 1789 y la agitación cultural
que causó en el sistema-mundo moderno. La Revolución francesa propagó dos ideas
bastante revolucionarias. La primera que el cambio político no era excepcional
ni extraordinario sino algo normal y, por ende, constante. La segunda fue que
la "soberanía" —el derecho de un estado a tomar decisiones autónomas
dentro de su territorio— no radicaba en (pertenecía a) un monarca o legislatura
sino al "pueblo" quien, por sí mismo, podía legitimar un régimen.
Ambas ideas ganaron popularidad y fueron ampliamente adoptadas, sin importar
los reveses políticos que sufriera la propia Revolución francesa. Si el cambio
político se consideraba ahora normal y la soberanía radicaba en el pueblo,
entonces se convertía en un imperativo común entender qué era y qué explicaba la
naturaleza y ritmo del cambio, y cómo llegaba, o podía llegar, la
"gente" a esas decisiones que se decía tomaba. Éste es el origen
social de lo que más adelante se denominó ciencias sociales Pero ¿qué eran las "ciencias
sociales" y cómo se posicionaban en esta nueva guerra entre "las dos
culturas?" No son preguntas fáciles de responder. De hecho, uno podría
sostener que la cuestión nunca ha sido satisfactoriamente resuelta. En
principio, lo que uno vería es que las ciencias sociales tendieron a ubicarse entre
medio de las "ciencias puras" y las "humanidades". En
medio, pero no cómodamente en el medio. Los científicos sociales no
evolucionaron de modo independiente en una tercera vía de saber; en realidad se
dividieron entre quienes se inclinaban más hacia lo "científico" o
una "visión científica" de las ciencias sociales y quienes se
indinaban más hacia una concepción "humanística". Las ciencias
sociales parecían atadas a dos caballos que tiraban en dirección opuesta y las
despedazaban. La más antigua de las ciencias sociales es desde luego la
historia, actividad y etiqueta que se remonta a miles de años atrás. En el
siglo XIX tuvo lugar una "revolución" en la historiografía vinculada
al nombre de Leopold Ranke, quien acuñó el eslogan de que la historia debía ser
escrita wie es eigentlick gewesen ist {como sucedió en realidad). Se oponía a
la práctica de los historiadores dedicados a la hagiografía, narración de
cuentos que glorificaba a monarcas o naciones, incluyendo cuentos inventados.
Ranke proponía una historia más científica, que rechazara la especulación y la
fábula. Ranke proponía también un método específico mediante el cual dicha
historia podía ser escrita: la búsqueda de la descripción del acontecimiento en
documentos de la misma época en que éste tuvo lugar. Finalmente, dichos
documentos llegarían a ser almacenados en aquello que denominamos archivos. Al
estudiar los documentos de los archivos, los nuevos historiadores partían del
supuesto de que los actores ríe antaño habían escrito no para los futuros
historiadores sino para revelar aquello que realmente pensaban en su momento, o
al menos lo que querían que oíros creyeran. Desde ya, los historiadores
aceptaban que dichos documentos debían ser cuidadosamente estudiados, para
verificar que no hubiera fraude, pero una vez verificados, dichos documentos
deberían ser considerados, por lo general, exentos de cualquier intromisión
tendenciosa por parte de los historiadores posteriores. Para minimizar
cualquier tendencia aún más, los historiadores sostendrán que sólo es posible
escribir la historia del "pasado" y no la del "presente",
ya que la escritura del presente traería consigo la impronta de las pasiones
del momento. En todo caso, los archivos (controlados por las autoridades políticas)
eran rara vez "abiertos" al historiador antes de transcurrido un
largo periodo (entre cincuenta y cien años), por lo que normalmente no tenían
acceso de ningún modo a los documentos relevantes del presente. (Afines del
siglo xx, muchos gobiernos se vieron presionados por los políticos de la
oposición a abrir sus archivos con mayor celeridad. Si bien dicha apertura ha
tenido algún efecto, también parece cierto que los gobiernos han encontrado
nuevos modos de guardar sus secretos.) Sin embargo, a pesar de este perfil más
"científico", los nuevos historiadores no eligieron ubicarse en la
facultad de ciencias sino en la de humanidades. Esto podría parecer extraño, ya
que dichos historiadores rechazaban a los filósofos por sus afirmaciones
especulativas. Además eran empiristas, y por lo tanto uno hubiese esperado que
tuvieran una simpatía natural por los científicos. Pero eran empiristas que
sospechaban, en general, de las generalizaciones a gran escala. No les
interesaba llegar a leyes científicas, ni siquiera formular hipótesis,
insistiendo con frecuencia en que cada "suceso" particular tenía que
ser analizado en función de su propia historia particular. Sostenían que la
vida social de los hombres era distinta de los fenómenos físicos analizados por
los científicos puros debido a la influencia de la voluntad humana, y tal
énfasis puesto en lo que hoy denominaríamos agencia humana los llevó a pensarse
a sí mismos como "humanistas" antes que "científicos". Pero
¿qué sucesos fueron dignos de su consideración? Los historiadores tenían que
tomar decisiones frente a los objetos de estudio. Que se basaran en documentos
escritos en el pasado mostraba ya cierto prejuicio acerca de lo que podían
estudiar, ya que dichos documentos de archivo habían sido escritos por personas
vinculadas a las estructuras políticas (diplomáticos, burócratas, líderes
políticos). Estos documentos revelaban muy poco acerca de los fenómenos que no
estuvieran signados por acontecimientos políticos o diplomáticos. Más aún, esta
aproximación presuponía que los historiadores se abocaban a una zona de estudio
sobre la cual existían documentos escritos. En la práctica, los historiadores
de! siglo xix tendían por lo tanto a estudiar principalmente su propio país y
en segunda instancia otros países considerados "naciones históricas",
lo que parecía significar naciones con una historia que podía ser documentada
en archivos. Pero ¿en qué países estaban localizados semejantes historiadores?
La abrumadora mayoría (probablemente el 95%) se encontraba en apenas cinco zonas:
Francia, Gran Bretaña, los Estados Unidos y las varias partes de lo que luego
se convertiría en Alemania e Italia. Por eso, al principio, se escribió y
enseñó fundamentalmente la historia de estas cinco naciones. Había además otra
cuestión a dirimir: ¿qué debía incluir la historia de un país como Francia o
Alemania? ¿Cuáles eran sus fronteras, geográficas y temporales? La mayor parte
de los historiadores decidieron llevarlas tan lejos como les fuera posible,
utilizando los límites territoriales del presente o incluso los límites que se
reclamaba a la fecha. La historia de Francia fue así la historia de todo lo que
hubiera ocurrido dentro de los territorios de Francia tal como ésta era
definida en el siglo XIX. Tal cosa era por cierto un poco arbitraria, pero servía
a un propósito, el de reforzar los sentimientos nacionalistas contemporáneos, y
fue por ende una práctica alentada por los propios estados. Sin embargo, dada
la práctica de los historiadores a limitarse al estudio del pasado, tenían muy
poco que decir frente a la situación contemporánea de sus países. Y los líderes
políticos sentían la necesidad de obtener más información sobre el presente.
Nuevas disciplinas surgieron con este propósito. Eran básicamente tres:
economía, ciencias políticas y sociología. ¿Por qué, de todos modos, habría
tres disciplinas para estudiar el presente pero sólo una para estudiar el
pasado? Porque la ideología liberal dominante en el siglo xix sostenía que la
modernidad se encontraba definida por la diferenciación de tres esferas
sociales: el mercado, el estado y la sociedad civil. Las tres esferas operaban,
se decía, de acuerdo con lógicas diferentes, y por ende era lo mejor
mantenerlas separadas unas de otras, en la vida social y por tanto en la vida
intelectual. Requerían ser estudiadas de modos diversos, apropiarlos a cada
esfera: el mercado por economistas, el estado por politólogos y la sociedad
civil por sociólogos. Otra vez surgió la pregunta: ¿cómo acceder a un
conocimiento "objetivo" sobre estas tres esferas? Aquí, la respuesta
fue distinta de la dada por los historiadores. En cada disciplina, el punto de
vista que se tornó dominante fue que las esferas de la vida —el mercado, el
estado y la sociedad civil— eran gobernadas por leyes que podían ser
discernibles mediante el análisis empírico y la generalización inductiva. Era
exactamente la misma postura que los científicos puros defendían respecto de
sus objetos de estudio. Por ello denominamos a estas tres disciplinas
nomotéticas (esto es, disciplinas en busca de leyes científicas) en oposición a
la disciplina ideográfica que la historia aspira a ser (esto es, una disciplina
predicada en la singularidad del fenómeno social). Otra vez vuelve a plantearse
la pregunta ¿dónde debía concentrarse el estudio de los fenómenos contemporáneos?
Los científicos sociales nomotéticos se encontraban en los mismos cinco países
que los historiadores, y del mismo modo, se dedicaron básicamente al estudio de
sus propios países (o cuanto mucho a la realización de comparaciones entre esos
cinco países). Esto era sin duda una fuente de legitimación social, pero los
científicos sociales nomotéticos expusieron además un argumento metodológico
para justificar su elección. Dijeron que el mejor modo de evadir el prejuicio
era el uso de datos cuantitativos, y que resultaba más probable encontrar
dichos datos en sus propios países en el presente inmediato. Más aún,
sostuvieron que aceptada la existencia de leyes generales reguladoras del
comportamiento social, carecía de importancia el lugar donde los fenómenos
fueran estudiados, puesto que aquello que resultase válido en un lugar y un
momento determinados debía serlo en todo lugar y todo tiempo. ¿Por qué no
estudiar entonces los fenómenos acerca de los cuales se contaba con datos más
confiables; esto es los más cuan tincados y cuya obtención fuera posible
repetir? Los científicos sociales tenían otro problema por delante. Las cuatro
disciplinas en su conjunto (historia, economía, sociología y ciencias
políticas) estudiaban, de hecho, sólo una pequeña parte del mundo. Pero en el
siglo xix, esos cinco países imponían su dominio colonial en muchas otras
regiones, e incluso sostenían relaciones comerciales y a veces bélicas con
otras. Convenía estudiar el resto del mundo también. No obstante, el resto del
mundo parecía ser un poco distinto, resultando inadecuado el uso de estas cuatro disciplinas inspiradas en
Occidente para el estudio de partes del mundo que no se consideraba
"modernas". Como resultado, surgieron dos disciplinas adicionales.
Una de ellas se denominó antropología. Los primeros antropólogos estudiaron
pueblos que estaban bajo dominio colonial concreto o virtual. Partieron de la
premisa de que los grupos que estudiaban no disfrutaban de la tecnología
moderna, no contaban con sistemas de escritura propios y no poseían religiones
que se extendieran más allá del propio grupo. Se los denominaba genéricamente
"tribus": grupos relativamente pequeños (en términos de población y
área ocupada) que observaban un conjunto común de costumbres, hablaban un idioma
común y en algunos casos reconocían una estructura política común. En el
lenguaje del siglo xix, se los consideraba pueblos "primitivos". Una
condición esencial para el estudio de estos pueblos fue que cayeran bajo
jurisdicción política de un estado moderno, garante del orden y el seguro
acceso del antropólogo. Dado que estos pueblos eran culturalmente tan distintos
de quienes los estudiaban, el principal modo de investigación fue el denominado
de "observación participante": el investigador se instalaba en la
población por un tiempo determinado, con el objeto de aprender su idioma y
discernir la totalidad de sus usos y costumbres. A menudo, hacía uso de
intermediaros locales como intérpretes, tanto lingüísticos como culturales. Se
llamó a este ejercicio "escribir una etnografía", y se basaba en el
"trabajo de campo" (opuesto a la investigación bibliográfica o de
archivo). Se supuso que estos pueblos carecían de "historia", salvo
aquella resultante de la instauración de dominio por parte de extranjeros
"modernos", hecho entendido como un "contacto cultural" y
por lo tanto un cambio cultural. Este cambio implicaba que el etnógrafo
normalmente intentase reconstruir las costumbres tal como existían antes del
contado cultural (relativamente reciente), bajo la suposición de que dichas
costumbres habían existido desde tiempos inmemoriales hasta la imposición del
control colonial. Los etnógrafos sirvieron, muchas veces, como los principales
traductores de estos pueblos para esos extranjeros modernos que los gobernaban.
Reponían en lenguaje comprensible a estos extranjeros la racionalidad
subyacente a las costumbres locales. Resultaban por ende útiles a las
autoridades coloniales, brindando información que posibilitaba a los
gobernantes trabar mejor conocimiento respecto de qué podían o no podían (o no
debían) hacer en su administración. El mundo de todos modos no estaba
constituido únicamente por los estados "modernos" y los denominados
pueblos primitivos. I labia vastas regiones fuera de la zona paneuropea que
debían ser consideradas aquello que el siglo xix llamaba "altas
civilizaciones", como era el caso de China, India, Persia o el mundo
árabe. Todas estas zonas poseían ciertas características en común: escritura,
un idioma dominante empleado en tal escritura y una sola religión
"mundial" dominante que, sin embargo, no era el cristianismo. La
razón de estas características comunes era, por supuesto, muy sencilla. Todas
estas zonas habían sido en el pasado, y algunas continuaban siéndolo en su
momento, el emplazamiento de "imperios-mundo" burocráticos que habían
ocupado grandes superficies, y por ende desarrollado un idioma común, una
religión común y muchas costumbres en común. Esto era lo que se quería decir al
llamarlas "altas civilizaciones". Todas estas regiones compartían una
característica más en el siglo xix. No eran ya tan poderosas militar o
tecnológicamente como el mundo paneuropeo. Por consiguiente, el mundo
paneuropeo no las consideraba "modernas". No obstante, sus habitantes
claramente no encajaban en la descripción de hombre "primitivo",
incluso según los estándares paneuropeos. La cuestión entonces era cómo
estudiarlos y qué debía estudiarse de ellos. Dado que eran culturalmente tan
distintos de los europeos, dado que tenían textos escritos en idiomas tan
distintos de los del investigador europeo y dado que sus religiones eran tan
distintas del cristianismo, parecía que aquellos que fueran a estudiarlas
necesitarían de un largo y paciente entrenamiento en habilidades esotéricas si
es que esperaban entenderlas en profundidad. La capacidad filológica era
particularmente útil a la hora de descifrar textos religiosos antiguos. Quienes
habían adquirido tal entrenamiento comenzaron a autodenominarse orientalistas,
nombre derivado de la clásica distinción entre el Este y el Oeste que durante
largo tiempo había existido dentro de la tradición intelectual europea ¿Y qué
estudiaban los orientalistas? En algún sentido, puede decirse que también
hacían etnografía; esto es, buscaban describir la totalidad de costumbres que develaban.
Pero en gran medida éstas no eran etnografías basadas en el trabajo de campo,
sino más bien derivadas de la lectura de textos. La pregunta que jamás dejaron
de tener en mente fue cómo explicar que estas "altas civilizaciones"
no fuesen "modernas" como el mundo paneuropeo. La respuesta que los
orientalistas parecieron encontrar fue que algún componente cultural de estas
civilizaciones había "detenido" su historia, imposibilitándolas de
avanzar, como había hecho el mundo occidental y cristiano, hacia la modernidad.
De lo que se seguía que estos países requerirían de la asistencia del mundo
paneuropeo para avanzar hacia la modernidad. Los antropólogos etnógrafos que
estudiaban los pueblos primitivos y los orientalistas que estudiaban las altas
civilizaciones compartían un supuesto epistemológico. Unos y otros recalcaban
la particularidad del grupo estudiado en oposición a un análisis de
características humanas universales. Tendían por tanto a sentirse más cómodos
del lado ídiográfico de la controversia que del nomotético. En su mayoría, se
consideraban parte del campo humanístico y hermenéutico en la división entre
dos culturas, más que del campo científico. El siglo xix fue testigo de la
expansión y reproducción, en mayor o en menor escala, de las estructuras
departamentales y de las tomas de posición aquí señaladas, en una universidad
tras otra, en un país tras otro. Las estructuras de saber fueron tomando forma
y las universidades les ofrecieron un hogar. Además, los académicos de cada
disciplina comenzaron a crear estructuras organizativas extrauniversitarias
para consolidar sus quintitas. Crearon publicaciones para cada disciplina.
Crearon incluso categorías bibliográficas para agrupar los libros que
supuestamente pertenecían a sus disciplinas. Continuaron expandiéndose y
prevaleciendo por lo menos hasta 1945, en muchos aspectos incluso hasta los
años sesenta. Sin embargo, en 1945 el mundo cambió de manera decisiva, y como
resultado tal configuración de las ciencias sociales se vio sometida a importantes
desafíos. Tres cosas tuvieron lugar en esa época. En principio, Estados Unidos
se convirtió en la potencia hegemónica indiscutida del sistemamundo, y por ende
su sistema universitario pasó a ser el más influyente. En segundo lugar, los
países del entonces denominado Tercer Mundo se habían convertido en escenario
de conflictos políticos y auto-afirmación geopolítica. Finalmente, la
combinación de una economía-mundo en expansión con un fuerte incremento de las
tendencias democratizantes llevaron a una expansión increíble del sistema
universitario mundial (en términos de profesores, alumnos y número de
universidades). Estos tres cambios conjuntos dieron por tierra con las
estructuras de saber claramente definidas que se habían desarrollado y
consolidado en los cien o ciento cincuenta años anteriores. Considérese en
primer lugar el impacto de la hegemonía estadounidense y la autoafirmación del
Tercer Mundo. Su acontecimiento conjunto dejó en claro que la división del
trabajo dentro de las ciencias sociales —historia, economía, sociología y
ciencias políticas para el estudio de Occidente; antropología y orientalismo
para lo demás— era menos que inútil para quienes debían diseñar las políticas
de acción de los Estados Unidos, Este país necesitaba académicos capaces de
analizar el surgimiento del Partido Comunista Chino con mayor urgencia que
académicos capaces de descifrar escritos taoístas; académicos capaces de
interpretar la fuerza ríe los movimientos nacionalistas africanos o la
concentración de la fuerza de trabajo en las urbes más que otros capaces de
explicar la estructura de las relaciones familiares en los pueblos bantúes. Ni
orientalistas ni etnógrafos eran de gran ayuda en este sentido. Había una
solución: entrenar a los historiadores, economistas, sociólogos y politólogos
para estudiar lo que estaba ocurriendo en otras partes del mundo. Éste fue el
origen de un invento estadounidense —los "estudios de área"— que tuvo
un enorme impacto en su sistema universitario (y posteriormente en el del resto
del mundo). Pero ¿cómo podía conciliarse lo que parecía ser relativamente
"ideográfico" en esencia —el estudio de un "área"
geográfica o cultural— con las pretensiones nomotéticas de los economistas,
sociólogos, politólogos y ahora incluso ciertos historiadores? Surgió entonces
una ingeniosa solución intelectual a este dilema: el concepto de
"desarrollo". La noción de desarrollo, según comenzó a ser utilizado
el término a partir de 1945, estaba basada en un mecanismo explicativo
familiar, una teoría de estadios. Quienes utilizaban este concepto presuponían
que las unidades individuales —"sociedades nacionales"— se
desarrollaban todas fundamentalmente de la misma manera (satisfaciendo así la
demanda nomotética) pero a ritmo distinto (reconociendo las diferencias que
parecían presentar los estados al presente). ¡Listo! Resultaba entonces posible
introducir conceptos específicos para estudiar los "otros" del
presente sosteniendo que, tarde o temprano, todos los estados terminarían
siendo más o menos lo mismo. Este truco de ilusionismo tenía a su vez un
costado práctico. Implicaba que el estado "más desarrollado" podía
ofrecerse como modelo para los estados "menos desarrollados",
exhortando a estos últimos a embarcarse en cierta suerte de acción mimética que
les prometía hallar una mejor calidad de vida y una estructura de gobierno más
liberal ("desarrollo político") al final del arco iris. Esto era
obviamente una herramienta intelectual útil a los Estados Unidos, y su gobierno
y sus instituciones hicieron todo lo posible para alentar la expansión de los
estudios de área en las grandes (e incluso en las pequeñas) universidades. Por
supuesto, en esa época existía una guerra fría entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética. La Unión Soviética sabía reconocer algo bueno. Y adoptó
también la noción de estadios de desarrollo. Por supuesto, los académicos
soviéticos cambiaron la terminología por razones retóricas, pero el modelo
básico era el mismo. Introdujeron, empero, un cambio significativo: la Unión
Soviética, y no los Estados Unidos, era el modelo de estado utilizado por la
versión soviética. Veamos ahora lo que sucede al considerar de manera conjunta
el impacto de los estudios de área con la expansión del sistema universitario.
La expansión significó un mayor número de personas en busca de un título de
doctorado. Esto parece algo bueno, pero recuérdese el requisito de que las
disertaciones doctorales sean contribuciones "originales" a la
ciencia. Cada persona incorporada al trabajo de investigación implicó una mayor
complejidad en la búsqueda de originalidad. Y esta dificultad favoreció el
cazar en Finca ajena académica, dado que la originalidad se define según
parámetros internos a cada disciplina. Los integrantes de las distintas
disciplinas comenzaron a forjar subespecialidades en tenias anteriormente
pertenecientes a otras disciplinas. Esto llevó a una considerable superposición
y erosión de los estrictos límites interdisciplinarios. Ahora había sociólogos
políticos, historiadores sociales y todas las demás combinaciones imaginables.
Los cambios en el inundo real afectaron la autodefinición de los académicos.
Las disciplinas antes especializadas en el mundo no occidental comenzaron a ser
examinadas con sospecha política creciente por los países que tradicionalmente
estudiaran. Como resultado, el término "orientalismo" fue
desapareciendo de a poco, y sus antiguos profesionales se convirtieron en
historiadores. La antropología se vio forzada a redefinir su perspectiva de
modo radical, puesto que lanío el concepto de "primitivo" como la
realidad que supuestamente reflejaba estaban desapareciendo. En cierto sentido,
los antropólogos "volvieron a casa" y comenzaron a estudiar sus
propios países de origen. En cuanto a las cuatro disciplinas restantes, tenían
ahora por primera vez miembros especializándose en regiones del mundo de las
que sus programas de estudio no se habían ocupado hasta entonces. La distinción
entre zonas modernas y no modernas se desintegró. Todo esto llevó, por un lado,
a una incertidumbre cada vez mayor respecto de las verdades tradicionales (lo
que alguna vez se llamó "confusión" dentro de las disciplinas) y por
el otro abrió camino a cuestionamientos heréticos de algunas de estas verdades,
especialmente por parte del creciente grupo de académicos procedentes del mundo
no occidental o de aquellos que formaban parte del cuadro de los académicos
occidentales entrenados bajo los ya consolidados estudios de área. En el
periodo que va de 1945 a 1970, cuatro debates prepararon la escena para la
emergencia del análisis de sistemas-mundo: el concepto de centro-periferia
desarrollado por la Comisión Económica Para América Latina de las Naciones
Unidas (CEPAL) y la elaboración subsiguiente de la "teoría de la dependencia";
la utilidad del concepto marxista de "modo asiático de producción",
debate que tuvo lugar entre los académicos comunistas; la discusión entre los
historiadores de Europa occidental acerca de "la transición del feudalismo
al capitalismo"; el debate acerca de "la historia total" y el
triunfo de la escuela historiografía de los Anuales en Francia y en distintas
partes del mundo después. Ninguno de estos debates era totalmente nuevo, pero
en este periodo ocuparon el centro de la cuestión, arrojando como resultado un
desafío enorme para las ciencias sociales tal como habían evolucionado hasta
1945. El par centro-periferia fue una contribución decisiva de los académicos
del Tercer Mundo. Es cierto que algunos geógrafos alemanes habían sugerido algo
similar ya en 1920, como también hiciera un grupo de sociólogos rumanos en los
años treinta (época en que la estructura social de Rumania era bastante similar
a la del Tercer Mundo, por cierto). De todos modos, no fue sino hasta los años
cincuenta, con el trabajo de Raúl Prebisch y sus “jóvenes turcos"
latinoamericanos en la CEPAL, que el tema pasó a ser cuestión relevante dentro
del saber académico de las ciencias sociales. El punto de partida era muy
sencillo. Sostenían que el comercio internacional no consistía en un
intercambio entre pares. Algunos países eran económicamente más poderosos que
otros (los de centro) y por ende podían negociar en términos que favorecían el
desvío de la plusvalía de los países débiles (la periferia) al centro. Alguien
lo llamaría luego "intercambio desigual". El análisis suponía un
remedio para la desigualdad: que los estados periféricos emprendiesen acciones
con el fin de instituir mecanismos que equilibrasen el intercambio en su
mediano plazo. Desde luego, una idea tan simple dejaba de lado una enorme
cantidad de detalles, dando lugar a encendidos debates. La discusión se planteó
entre sus partidarios y quienes sostenían una visión más tradicional del
comercio internacional planteada en lo fundamental por David Ricardo en el siglo
xix, aquella según la cual si todos siguen su "ventaja comparativa",
todos obtienen el máximo beneficio. Pero también se suscitaban discusiones
internas al grupo de partidarios del modelo centro-periferia. ¿Cómo funcionaba?
¿Quién se beneficiaba realmente del intercambio desigual? ¿Qué medidas pudieran
ser efectivas para contrarrestarlo? ¿Y hasta qué punto tales medidas requerían
más de una acción política que de una regulación económica? Sobre este último
tema fue que los teorizadores de la "dependencia" desarrollaron sus
versiones corregidas del análisis de centro y periferia. Varios sostenían que
la revolución política era un requisito previo de cualquier acción reguladora.
La teoría de la dependencia, tal como se desarrolló en América Latina, parecía a
primera vista básicamente una crítica de las políticas económicas implementadas
y predicadas por las potencias occidentales (especialmente las de Estados
Unidos). André Gunder Frank acuñó la frase "el desarrollo del
sub-desarrollo" para describir los resultados de las políticas de las
grandes corporaciones y los estados de las zonas centrales, y de los agentes
interestatales que promovían el "libre comercio" en la
economía-mundo. El subdesarrollo no era visto como un estado originario, cuya
responsabilidad recaía en los países que eran subdesarrollados, sino como la
consecuencia del capitalismo histórico. Pero las teorías de la dependencia
planteaban también, tal vez incluso en mayor medida, una crítica a los partidos
comunistas latinoamericanos. Estos partidos habían apoyado una teoría de los
estadios de desarrollo según la cual los países latinoamericanos eran todavía
feudales o "semifeudales", no habiéndose producido en ellos, por
ende, la "revolución burguesa" que debía preceder a la
"revolución proletaria". Deducían de ello que los activistas
latinoamericanos debían colaborar con la denominada burguesía progresista para
llevar a cabo la revolución burguesa, con el fin de que acto seguido el país
pudiera avanzar hacia el socialismo. Los dependisteis, al igual que muchos
inspirados por la Revolución cubana, sostuvieron que la línea oficial del
comunismo no era más que una mera variante de la línea del gobierno de los
Estados Unidos (constrúyanse en principio estados liberales burgueses y una
clase media). Los dependentistas rebatieron esta linea de los partidos
comunistas teóricamente, sosteniendo que los países latinoamericanos ya
formaban parte del sistema capitalista y por eso ya mismo lo que necesitaban
era una revolución socialista. Entre tanto, en la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, los países comunistas de Europa del Este y hacia el
interior de los partidos comunistas francés e italiano, comenzaba un debate
sobre el "modelo asiático de producción". Al delinear ligeramente la
serie de estadios de las estructuras económicas a través de las cuales hubo
evolucionado la humanidad, Marx agregó una categoría que le resultó difícil de ubicar en la progresión lineal que describía.
Lo llamó el "modo asiático de producción", usando el término para
describirlos enormes y burocráticos imperios autocráticos que se desarrollaran
a lo largo de la historia en China e India al menos. Se trataba exactamente de
las "altas civilizaciones" de los orientalistas, cuyos textos Marx
había estado leyendo.
En los años treinta, Stalin decidió que el concepto no le
gustaba. Al parecer pensó que podía ser utilizado como una descripción tanto de
la historia rusa como del régimen que presidía. Emprendió una revisión de Marx
que sencillamente eliminó el concepto de toda discusión legítima. La omisión
generaba múltiples dificultades a los académicos soviéticos (y comunistas de
otros países, también). Se veían forzados a estirar sus argumentos para hacer
coincidir varios momentos de las historias de Rusia y Asia dentro de las categorías
de "esclavitud" y "feudalismo", que seguían siendo
legítimas. Pero no hubo uno que contradijera a Josef Stalin. Muerto Stalin en
1953, muchos académicos aprovecharon la ocasión para reabrir el debate,
sugiriendo que tal vez pudiera haber algo interesante en aquella idea original
de Marx. Hacerlo, sin embargo, implicó abrir nuevamente la cuestión de una
serie de estados de desarrollo obligados, y por ende el desarrollismo como
marco de análisis y directiva política. Obligó a estos intelectuales a entablar
un diálogo con las ciencias sociales no marxistas del resto del mundo.
Básicamente, este debate fue el equivalente académico del discurso de 1956 en
que Jrushov, entonces secretario general del Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS), en el XX Congreso del Partido, denunció el "culto de la
personalidad" tributado a Stalin y reconoció los "errores" de lo
que hasta entonces había sido una política incuestionable;. Al igual que el
discurso de Jrushov, el debate sobre el modo asiático de producción trajo
consigo dudas, y un consiguiente resquebrajamiento de la rígida herencia
conceptual del marxismo ortodoxo. Hizo posible una nueva mirada de las
categorías de análisis decimonónicas, las del propio Marx incluso.
Simultáneamente, entre los historiadores económicos de Occidente tenía lugar un
debate acerca de los orígenes del capitalismo moderno. La mayoría de los
participantes se consideraban a sí mismos marxistas, pero eran libres de
cualquier tipo de restricción partidaria. El debate tuvo origen en la
publicación de los Estudios sobre el desarrollo del capitalismo de Maurice Dobb
en 1946. Dobb era un historiador económico marxista inglés. Paul Sweezy,
economista marxista estadounidense, escribió un artículo cuestionando la
explicación propuesta por Dobb de lo que ambos denominaban "la transición
del feudalismo al capitalismo". Poco después, muchos más salieron a la
palestra. Para aquellos que aceptaban la propuesta de Dobb, el tema se
presentaba como una pugna de explicaciones endógenas versus exógenas. Dobb
encontraba las raíces de la transición del feudalismo al capitalismo en
elementos internos de los estados, específicamente en Inglaterra. Sweezy era
acusado por Dobb y sus partidarios de privilegiar factores extemos, en
particular los flujos comerciales, ignorando el papel fundamenta] desempeñado
por los cambios ocurridos en la estructura productiva, y por ende las
relaciones de clase. La respuesta de Sweezy y los suyos consideraba a
Inglaterra como parte de una extensa zona de Europa mediterránea, cuyas
transformaciones permitían dar cuenta de lo ocurrido en Inglaterra. Sweezy
empleaba datos empíricos del trabajo de Henri Pirenne (historiador belga no
marxista, antepasado de la escuela historiografía de los Anuales célebre por su
explicación de cómo el surgimiento del Islam llevó a la interrupción de rutas
comerciales con Europa occidental y su estancamiento económico). Quienes
apoyaban a Dobb sostenían que Sweezy sobredimensionaba la importancia de!
comercio (considerado una variable externa), ignorando el papel decisivo de las
relaciones de producción (consideradas una variable interna). El debate era
importante por varios motivos. Ante todo, parecía tener ramificaciones
políticas (como los argumentos de los dependentistas). Las conclusiones acerca
de los mecanismos de transición del feudalismo al capitalismo posiblemente
tuvieran algo para decir acerca de una potencial transición del capitalismo al
socialismo (como algunos de los contendientes, de hecho, señalaban de manera
explícita).
En segundo lugar, el debate obligaba a muchas personas
formadas como economistas a examinar con mayor detenimiento datos históricos,
posibilitándoles la apertura a parte de los argumentos que el grupo francés de
los Aúnales comenzaba a exponer. Tercero, era esencialmente un debate sobre la
unidad de análisis, aunque nunca se utilizara tal terminología. El grupo de
Sweezy cuestionaba la relevancia de tomar a un país, proyectado hacia atrás en
el tiempo, como unidad hacia el interior de la cual debía ser analizada la acción
social, en vez de alguna unidad mayor dentro de la cual se presentara una
división del trabajo (como era el caso de la zona curopea-mediterránea).
Cuarto, al igual que el debate acerca del modo asiático de producción, éste
provocó la ruptura del caparazón de una versión del marxismo (que analizaba
únicamente las relaciones de producción, y sólo dentro de los límites de los
estados nacionales) que se había vuelto una ideología más que una propuesta
académica abierta a la discusión. Casi todos los involucrados en este debate
eran académicos anglo-parlantes. A diferencia de ellos, el grupo de los Anuales
se originó en Francia y durante mucho tiempo tuvo resonancia únicamente en
aquellas áreas del mundo intelectual donde la influencia cultural gala gozaba de
mayor influencia: Italia, España, América Latina, Turquía y ciertas partes de
Europa del Este. El grupo de los Aúnales había surgido en los años veinte como
protesta, encabezada por Lucien Febvre y Marc Bloch, contra el perfil altamente
idiográfico y empirista que dominaba la historiografía francesa, determinando
su dedicación casi exclusiva a la historia política. El grupo de los Annales
enunció varias contradoctrinas: la historiografía debía ser "total",
es decir, debía lograr una imagen integrada del desarrollo histórico en todos
los ámbitos sociales. El grupo de los Aúnales contrapuso varias doctrinas: la
historiografía debía ser "total", esto es, debía concentrarse en una
visión integrada del desarrollo histórico en todas las arenas sociales. De hecho,
las bases económicas y sociales de este desarrollo eran considerados más
importantes que la superficie política, y, aún más, era posible estudiarlas
sistemáticamente, y no siempre en los archivos. Y las generalizaciones a largo
plazo sobre los fenómenos históricos eran de hecho, no sólo posibles sino
deseables. En los años entre las guerras, la influencia de los Anuales fue
mínima. De pronto, después de 1945, floreció, y bajo la dirección de su líder
en la segunda generación, Fernand Braudel, llegó a dominar la escena
historiográfríca francesa primero y la ée muchas otras partes del mundo
después. Comenzó por primera vez a penetrar el mundo angloparlante.
Institucionalmente, el grupo de los Anuales presidía sobre una nueva
institución universitaria en París, una institución construida sobre la premisa
de que los historiadores tenían que aprender e integrar sus descubrimientos de
otras disciplinas de las ciencias sociales tradicionalmente más nomotéticas, y
que éstas, a su vez, tenían que devenir más "históricas" en su
trabajo. La era braudeliana representaba tanto un ataque intelectual como
institucional contra el aislamiento tradicional de las disciplinas de las
ciencias sociales entre sí. Braudel propugnó un lenguaje sobre los tiempos
sociales que dejó su impronta en trabajos futuros. Criticó la historia
"acontecimiental", con lo que hacía referencia a la historiografía
tradicional idiográfica, empiricista, y política como "polvo". Era
polvo en un sentido doble; porque hablaba de fenómenos efímeros, y porque se
metía en los ojos, impidiendo ver las verdaderas estructuras subyacentes. Pero
Braudel también criticó la búsqueda de verdades atemporales y eternas,
considerando el trabajo puramente nomotético de muchos científicos sociales
como mítico. En medio de estos dos extremos, insistió en otros dos tiempos
sociales que las dos culturas habían olvidado: el tiempo estructural (o de
larga duración, pero no eterno, las estructuras básicas que subyacen a los
sistemas históricos), y los procesos cíclicos dentro de las estructuras (o
tendencias de mediano plazo, tales como las expansiones y contracciones de la
economía mundial). Braudel también destacó el tema de la unidad del análisis.
En su primer trabajo importante, insistió que el Mediterráneo del siglo XVI que
había estado estudiando, constituía una "economía-mundo"
(économie-mondé), he hizo de la historia de esta economía-mundo el objeto de su
estudio. Estos cuatro debates tuvieron lugar esencialmente entre 1950 y 1960.
Ocurrieron básicamente por separado, sin referencias mutuas, y con frecuencia
sin conocimientos el uno del otro. Sin embargo, colectivamente, representaron
tina crítica central a la estructura existente. Este levantamiento intelectual
fue seguido por el choque cultural de las revoluciones de 1968, Y estos hechos
juntaron las piezas dispersas. La revolución mundial de 1968 se ocupó
primariamente de una serie de asuntos políticos centrales: la hegemonía de los
Estados Unidos y su política internacional, que lo había llevado a la guerra de Vietnam; la relativamente pasiva
actitud de la Unión Soviética, a la que los revolucionarios de 1968 vieron en
"colusión" con los Estados Unidos; la ineficacia de los movimientos
tradicionales de la Vieja Izquierda en oposición al statu quo. Discutiremos
estos temas más adelante. En este proceso de levantamiento, sin embargo, los
revolucionarios de 1968, quienes contaban con su base más poderosa en las
universidades de todo el mundo, comenzaron también a elevar una serie de temas
respecto a las estructuras del saber. Al principio, hicieron preguntas
referentes a la participación política directa de los académicos universitarios
en trabajos que apoyaban el statu quo mundial, tal como los físicos que
realizaban investigaciones vinculadas con la guerra y los científicos sociales
que proveían material para los esfuerzos de contrainsurgencia. Luego,
cuestionaron sobre áreas descuidadas del saber. En las ciencias sociales, esto
significó las historias ignoradas de muchos grupos oprimidos: mujeres, grupos
"minoritarios", poblaciones indígenas, grupos con identidades o
prácticas sexuales alternativas. Pero, eventualmente, comenzaron a plantear
cuestiones sobre las epistemologías subyacentes a las estructuras del saber. Es
en este punto, a principio de los años setenta, cuando la gente comenzó a
hablar explícitamente sobre los sistemas-mundo de análisis como una
perspectiva. Los sistemas-mundo de análisis fueron un esfuerzo por combinar de
manera coherente las preocupaciones respecto a la unidad de análisis, la
preocupación por las temporalidades sociales y la preocupación por las barreras
que se habían erigido entre las diferentes ciencias sociales. Los
sistemas-mundo de análisis significaron antes que nada la sustitución de una
unidad de análisis llamada "sistema-mundo" en vez de la unidad
estándar de análisis, que había sido el estado nacional. En su conjunto, los
historiadores habían estado analizando historias nacionales, los economistas
economías nacionales, los politólogos estructuras políticas nacionales y los
sociólogos sociedades nacionales. Los analistas de sistema-mundo enarcaron una
escéptica ceja, cuestionando si estos objetos de estudio existían
verdaderamente, y si en todo caso, eran los sitios de análisis más útiles. En
lugar de los estados nacionales como objetos de estudio, los sustituyeron por
"sistemas históricos" que, se argüía, habían existido hasta ese
momento en sólo tres variantes; minisistemas, y "sistema-mundo" de
dos tipos (economías-mundo e imperios-mundo). Nótese el guión en sistema-mundo
y sus dos subcategorías, economías-mundo e imperios-mundo. La colocación de
dicho guión intentaba señalar que se estaba haciendo referencia no a sistemas,
economías o imperios de (todo) el mundo, sino sobre sistemas, economías e
imperios que son un mundo (pero posiblemente y de hecho, usualmente, sin ocupar
la totalidad del globo). Éste es un concepto inicial clave a entender. Afirma
que en "sistema-mundo" estamos frente a una zona espaciotemporal que
atraviesa múltiples unidades políticas y culturales, una que representa una
zona integrada de actividad e instituciones que obedecen a ciertas reglas
sistémicas. De hecho, por supuesto, el concepto fue aplicado inicialmente al
"sistema-mundo moderno" el cual, se argumenta, toma la forma de una
"economía-mundo". Este concepto adaptó el uso de Braudel en su libro
sobre el Mediterráneo, y lo combinó con el análisis del centro-periferia de
CEPAL. Se argumentó que la economía-mundo moderna era una economía-mundo
capitalista. No la primera economía-mundo pero sí la primera economía-mundo en
sobrevivir y florecer durante tanto tiempo, y logró esto al convertirse,
precisamente, en completamente capitalista. Si la zona considerada como
capitalista no fue pensada como un estado sino más bien como una
economía-mundo, entonces la así llamada por Dobb explicación interna de la
transición del feudalismo al capitalismo tenía poco sentido, puesto que suponía
que la transición tuvo lugar múltiples veces, estado por estado, dentro del
mismo sistema-mundo. Había en este modo de formular la unidad de análisis un
subsiguiente vínculo con ideas previas. Karl Polanyi, el historiador económico
húngaro (posteriormente británico) había insistido en la distinción entre tres
formas de organización económica que él había denominado: recíproca (una suerte
de toma y daca directo), redistributiva (en la cual los bienes iban del fondo
de la escala social a lo más alto para retornar, en parte al fondo), y de
mercado (en la cual el intercambio ocurría en forma monetaria en un espacio
público). Las categorías de los tipos de sistemas históricos —minisistemas,
imperios-mundo y economías-mundo— parecía ser otro modo de expresar las tres
formas de organización económica de Polanyi. Los minisistemas utilizaban la
reciprocidad, los imperios-mundo la redistribución, y las economías-mundo los
intercambios de mercado. Las categorías de Prebisch también fueron
incorporadas. Se afirmaba que una economía-mundo capitalista estaba marcada por
una división axial de labor entre los procesos de producción centrales y los
procesos de producción periféricos, lo cual daba como resultado un intercambio
desigual favoreciendo a los involucrados en los procesos de producción
(éntrales. Puesto que tales procesos tendían a agruparse en países específicos,
uno podía abreviar la nomenclatura hablando de zonas centrales y periféricas (o
incluso de estados centrales y periféricos) en tanto uno recordara que eran los
procesos de producción y no los estados los que eran centrales o periféricos.
En el análisis de sistemamundo, el centro-periferia es un concepto relacional,
no un par de términos reificados, esto es, que tienen sentidos esenciales
separados. ¿Qué es lo que convierte a un proceso de producción en central o
periférico? Llegó a verse que la respuesta estaba en el grado en el cual cada proceso
particular era relativamente monopolizado o de libre mercado. Los procesos que
eran relativamente monopolizados eran mucho más gananciosos que aquellos que
eran de libre mercado. Esto volvía a los países en los que se ubicaban los
procesos centrales más solventes. Y dado el poder desigual de los productos
monopolizados vis-á-vis los productos con muchos productores en el mercado, el
resultado último del intercambio entre productos centrales y periféricos era un
flujo de la plusvalía (queriendo decir en este caso una gran parte de las
ganancias reales de múltiples producciones locales) hacia aquellos estados que
tenían un mayor número de procesos centrales. La influencia de Braudel fue
crucial en dos aspectos. Primero, en su trabajo más tardío sobre capitalismo y
civilización, Braudel volvería a insistir en una marcada distinción entre la
esfera del libre mercado y la esfera de los monopolios. El denominó sólo a esta
última capitalismo y, lejos de ser la misma cosa que el libre mercado, afirmaba
que el capitalismo era el "antimercado". Este concepto constituyó un
asalto directo, tanto sustantivo como terminológicamente, en la conjunción de
economistas clásicos (incluyendo a Marx) de mercado y capitalismo. Y, en
segundo lugar, la insistencia de Braudel en la multiplicidad de tiempos
sociales y su énfasis en el tiempo estructural —lo que él denominó longue
durée— fueron centrales para el análisis de sistema-mundo. Para los analistas
de sistema-mundo, la longue durée era la duración de un sistema histórico particular.
Las generalizaciones sobre el funcionamiento de tal sistema debían evitar la
trampa de parecer afirmaciones atemporales, verdades eternas. Si tales sistemas
no eran eternos, entonces se seguía que tenían principios, vidas durante las
cuales se "desarrollaban" y transiciones terminales. Por otro lado,
esta perspectiva reforzaba la afirmación que la ciencia social debía ser
histórica, observando los fenómenos por largos periodos a la vez que en amplios
espacios. Pero también abrió, o reabrió, la pregunta sobre las
"transiciones". Dobb y Sweezy habían presentado explicaciones
bastante diferentes sobre la transición del feudalismo al capitalismo, pero
compartían la convicción de que cualesquiera fuera lo que explicara la
transición, ésta era un suceso inevitable. Esta convicción se reflejaba en la
teoría del progreso de la Ilustración, que había sido sustento tanto del
pensamiento clásico liberal como del pensamiento marxista clásico. Los
analistas de sistema-mundo comenzaron a mostrarse escépticos frente a la
inevitabilidad del progreso. Veían al progreso como una posibilidad más que
como una certeza. Se preguntaban si uno podía incluso describir la construcción
de una economía-mundo capitalista como progreso. Esta mirada escéptica les
permitió incorporar dentro de una narrativa de la historia humana las
realidades de aquellos sistemas que habían sido agrupados bajo el título de
"modelo asiático de producción". Uno ya no tenía por qué preocuparse
sobre si estas estructuras estaban ubicadas en algún punto en particular sobre
la curva histórica. Y uno podía ahora preguntarse por qué la transición del
feudalismo al capitalismo había tenido lugar (como si la posibilidad de que
pudiera no haber ocurrido fuera una
alternativa real) y no asumir su inevitabilidad y buscar, sencillamente, cuáles
fueron las causas inmediatas de la transición. El tercer elemento en el
análisis de sistema-mundo fue su falta de respeto por las fronteras
tradicionales en las ciencias sociales. Los analistas de sistema-mundo analizaban
la totalidad del sistema social a lo largo de la longue durée. Se sentían por
lo tanto en libertad de analizar materiales que en alguna oportunidad habían
sido considerados dominio exclusivo de historiadores o economistas o
politólogos o sociólogos y de analizarlos con un marco analítico común. El
análisis resultante de los sistemas-mundo no era multidisciplinario, puesto que
los analistas no estaban reconociendo la legitimidad intelectual de estas
disciplinas. Estallan siendo unidisciplinarios. Por supuesto, esta trilogía de
críticas —sistema-mundo antes que estados como unidad de análisis, la
insistencia en la longue durée, y un enfoque unidisciplinario— representaban un
ataque a muchas vacas sagradas. Era de esperar que se diera un contraataque.
Este llegó, inmediata y vigorosamente, desde cuatro frentes: los positivistas
nomotéticos, los marxistas ortodoxos, los autonomistas estatales y las
particularistas culturales. La crítica central de cada uno había sido que sus
premisas básicas no habían sido aceptadas por el análisis de sistema-mundo.
Esto era, por supuesto, correcto, pero ni con mucho llegaba a convertirse en un
argumento intelectual devastador. Los positivistas nomotéticos habían sostenido
que el análisis de sistema-mundo era esencialmente una narrativa, que su
teorizar se basaba en hipótesis que no habían sido sometidas a rigurosas
pruebas. De hecho, con frecuencia argüían que muchas de las proposiciones de
los análisis de sistema-mundo eran no verificables, y por ende, intrínsecamente
inválidas. En parte, ésta es una crítica a una insuficiente (o no existente)
cuantificación en la investigación. En parte, es una crítica a una insuficiente
(o no existente) reducción de situaciones complejas a variables simples y
claramente definidas. En parte, ésta es una sugerencia de la intromisión de
premisas con carga de valor en el trabajo analítico. Por supuesto que ésta es,
de hecho, el reverso de la crítica de los análisis de sistema-mundo al
positivismo nomotético. Los analistas de sistema-mundo insisten que más que
reducir situaciones complejas a variables más simples, el esfuerzo debería
dirigirse a complejizar y contextualizar todas las denominadas variables más
sencillas a fin de entender situaciones sociales reales. Los analistas de
sistemamundo no se oponen a la cuantificación per se (cuan tincarían aquello
que es de utilidad cuantificar), pero (como nos enseña aquel viejo chiste del
borracho) siente que uno no tiene que buscar la llave perdida debajo del farol
sólo porque la luz es ahí mejor (en donde hay mayor datos cuantificables). Uno
busca por la información más apropiada en función del problema intelectual; uno
no elige el problema porque existen datos firmes y cuantitativos. Este debate
puede entenderse como lo que los franceses denominan diálogo de sordos. Al
final, el asunto no es un tema abstracto sobre la metodología correcta sino
sobre sí los analistas de sistema-mundo o los posilivistas nomotéticos pueden
ofrecer una explicación más plausible sobre la realidad histórica y así echar
luz sobre los cambios sociales sobre largos periodos y a gran escala. Si a
veces pareciera que los positivistas nomotéticos dieran la impresión de
insistir en una serie de restricciones intelectuales carentes de espacio y
humor, los denominados marxistas ortodoxos no están muy lejos de ganarles la
carrera. El marxismo ortodoxo está plagado de la imaginería de las ciencias
sociales del siglo xix, la cual comparte con el liberalismo clásico; el
capitalismo es el progreso inevitable sobre el feudalismo; el sistema fabril es
el mecanismo de producción capitalista por excelencia; los procesos sociales
son lineales; la base económica controla la menos fundamental superestructura
política y cultural. La crítica de Robert Brenner, un historiador económico
marxista ortodoxo, de los análisis de sistema-mundo es un buen ejemplo de este
punto de vista. La crítica marxista a los análisis de sistema-mundo es por lo
tanto que al discutir un eje centro-periferia en la división del trabajo, está
siendo circulacionista y descuidando la base productiva de plusvalía y la lucha
de clases entre la burguesía y el proletariado como la variable explicativa del
cambio social. Los análisis de sistema-mundo son acusados de fracasar al no
tomar a las tareas no remuneradas como anacrónicas y en vías de extinción. Una
vez más, los críticos invierten las críticas a ellos dirigidas. Los analistas
de sistema-mundo han insistido en que la tarea remunerarla es sólo una de las
muchas formas de control riel trabajo
dentro de un sistema capitalista, y no la más lucrativa de todas desde el punto
de vista del capital. Han insistido en que la lucha de base y todas las otras
formas de luchas sociales pueden ser entendidas y evaluadas sólo dentro de un
sistema-mundo tomado como totalidad. Y han insistido en que los estados en una
economía-mundo capitalista no tienen la autonomía o el aislamiento que hace
posible calificarlos como poseedores de un modo particular de producción. La
crítica de los autonomistas estatales es un poco el reverso de la crítica
marxista ortodoxa. Mientras que los marxistas ortodoxos argüían que los
análisis de sistema-mundo ignoran la centralidad determinante ríe los modos de
producción, los autonomistas estatales arguyen que los análisis de sistemamundo
tornan la esfera política en una zona cuyas realidades derivan de, y son
determinadas por, la base económica. Las críticas del sociólogo Theda SKocpol y
del politólogo Aristide Zolberg sostienen este punto, inspirados en el trabajo
del historiador alemán Otto Hintze. Este grupo insiste que uno no puede
explicar lo que sucede en el ámbito estatal o interestatal mediante el sencillo
proceso de pensar en esas arenas como parte de una economía-mundo capitalista.
Las motivaciones que gobiernan la acción en dichas arenas, sostienen, son
autónomas y responden a otras presiones que el comportamiento del mercado.
Finalmente, con el advenimiento de varios conceptos "pos-"ligados a
los estudios culturales, los análisis de sistema-mundo han sido atacados con
argumentos análogos a los utilizarlos por los autonomistas estatales. Se dice
que el análisis de sistema-mundo deriva de la superestructura (en este caso, la
esfera cultural) de la base económica y que desprecia la realidad central y
autónoma de la esfera cultural (véase, por ejemplo, la crítica del sociólogo
cultural Stanley Aronowitz). Se acusa a los analistas de sistema-mundo de
cometer los errores tanto del positivismo nomotético como del marxismo
ortodoxo, aunque los analistas de sistema-mundo se ven como críticos de ambas
escuelas de pensamiento. Los análisis de sistema-mundo son acusados de ser
apenas otra versión de una "gran narrativa". A pesar de la afirmación
de que los análisis de sistema-mundo están abocados a la "historia
total" se los acusa de economicistas, esto es, de dar prioridad a la
esfera económica sobre otras esferas de la actividad humana. A pesar de su
temprano y fuerte ataque contra el eurocentrismo, se lo acusa de ser
eurocéntrico al no aceptar la autonomía irreducible de diferentes identidades
culturales. En suma, que niega la centralidad de la "cultura". Por
supuesto, los análisis de sistema-mundo son de hecho una gran narrativa. Los
análisis de sistemamundo argumentan que todas las actividades de todas las
formas de saber incluyen, necesariamente, grandes narrativas, pero que algunas
de estas narrativas reflejan la realidad con mayor precisión que otras. En su
insistencia sobre la historia total y la unidisciplinariedad, los analistas de
sistema-mundo rechazan sustituir una llamada base cultural por una base
económica. Más aún, como hemos dicho, buscan abolir las líneas entre los
modelos de análisis económico, político y sociocultural. Sobre todo, los
analistas de sistema-mundo no quieren deshacerse de todo. Estar en contra del
cientificismo no es estar contra la ciencia. Estar en contra del concepto de
estructuras atemporales no significa que las estructuras (enmarcadas en el
tiempo) no existan. La convicción de que la presente organización de las
disciplinas es un obstáculo a vencer no significa que no se haya arribado a un conocimiento
colectivo (no importa qué tan provisional o heurístico). El estar en contra del
particularismo disfrazado de universalismo no significa que todos los puntos de
vista son igualmente válidos y que la búsqueda de un universalismo pluralista
es fútil. Lo que estas cuatro críticas tienen en común es la impresión que los
análisis de sistema-mundo carecen de un actor central en su narrativa de la
historia. Para el positivismo nomotético, el actor es el individuo, homo
rationalis. Para el marxismo ortodoxo, el actor es el proletariado industrial.
Para los autonomistas estatales, es el hombre político. Para los
particularistas culturales, cada uno de nosotros (diferente de todos los demás)
es un actor comprometido con un discurso autónomo con el resto. Para el
análisis de sistema-mundo, estos actores, al igual que la larga lista de
estructuras que uno puede enumerar, son los productos de un proceso. No son
elementos atómicos primordiales, sino que forman parte de una mezcla sistémica
de la cual emergieron y sobre la cual actúan. Actúan libremente, pero su
libertad está limitada por sus biografías y por las prisiones sociales de las
que forman parte. El análisis de sus prisiones los libera en el grado sumo que
pueden ser liberados. En la medida que analizamos nuestras prisiones sociales,
nos liberamos de sus límites hasta donde
podemos ser liberados. Finalmente, debe recalcarse que para los analistas de
sistema-mundo, el tiempo y el espacio —o mejor dicho el compuesto
TiempoEspacio— no son realidades externas inmutables que se encuentran de
alguna manera ahí afuera y dentro de cuyos marcos existe la realidad social.
Los TiempoEspacios son construcciones reales que se encuentran en constante
evolución y cuya construcción es parte componente de la realidad social que
analizamos. Los sistemas históricos dentro de los que vivimos son,
efectivamente, sistémicos, pero también son históricos. Permanecen iguales a lo
largo del tiempo, pero no son idénticos de un minuto al siguiente. Ésta es una
paradoja, pero no una contradicción. La habilidad para lidiar con esta
paradoja, que no podemos evitar, es la principal tarea de las ciencias sociales
históricas. Esto no es un acertijo, sino un desafío.
Pero para nosotros la imagen paradojal es aún mayor y es que no nos posicionamos en
una episteme de sistema mundo sino que lo que intentamos es traspasarla, así a lo
idiográfico - nomotético. Este par de términos fue inventado en Alemania a
fines del siglo xix para describir lo que se denominaba Methodenstrát (batalla
de los métodos) entre los científicos sociales, la cual reflejaba la división
del trabajo académico en dos CULTURAS. Los científicos nomotéticos insistían en
métodos reproducibles, "objetivos" (preferentemente cuantitativos) y
veían como una de sus tareas el arribar a leyes generales que explicaran la
realidad social. Los académicos idiográficos utilizaban mayoría de datos
cualitativos, narrativos, y se consideraban a sí mismos humanistas, y preferían
los métodos HERMENÉUTIGOS. Su preocupación principal era la interpretación, no
las leyes, sobre las cuales eran, por lo menos, escépticos. (Destaquemos que lo
idiográfico es diferente de lo ideográfico. "Idio" es un prefijo
griego que significa específico, individual, propio de sí; por lo que
idiográfico significa relativo o perteneciente a descripciones particulares,
"ideo" es un prefijo derivado del latín y significa pintura, forma,
idea; luego, lo ideográfico es lo que se relaciona a un sistema de escritura no
alfabético, como los caracteres chinos.)
Lo englobamos en lo arquetípico pascual y en lo experimental
puro dharmico, así lo idiográfico no es otra cosa que es el estasis de la
contemplación del ser logrando superar el no ser y lo nomotétitco el éxtasis de
la experiencia pura cundo se logra superar el ser y entonces el panorama científico integra
tanto lo esotérico como lo exotérico empezando por la transferencia mágica pasando
por la religión el arte y la filosofía hasta una ciencia cibernética,a si no
estamos construidos por el poder sino por aquellos marginados del poder que han
visto sus epistemes deslegitimadas y que ahora se integran en un proceso transferencial.
Y entonces el problema de permanencia y cambio se fundamenta
en lo eterno del ser y en lo cambiante del no ser en el devenir, comprendiendo
que ningún sistema es, pero se configura a partir del ser y que ningún cambio
continua sin dejar espacio tiempo para la estabilización de sistemas que
manifiestan al ser pero nunca plenamente, por eso todo sistema debe de ser
superado así como todo sistema debe de tener su tiempo para estabilizarce pero pasado ese tiempo debe de ser superado, hoy
queda claro que el capitalismo debe de ser superado por un comunismo
complementario, veamos al mercado capitalista para dar cuenta de su crisis cíclica
y de cómo la externaliza haciendo que la
paguemos todos nosotros.
El mercado
Una economía-mundo capitalista es una colección de muchas
instituciones, cuya combinación da cuenta de sus procesos, todos los cuales
están interrelacionados entre sí. Las instituciones básicas son el mercado, o
mejor dicho, los mercados; las compañías que compiten en los mercados; los
múltiples estados, dentro de un sistema interestatal; las unidades domésticas;
las clases, y los grupos de estatus (la terminología de Weber, lo que algunos
han dado en llamar en años recientes, "identidades")- Todas éstas son
instituciones que han sido creadas dentro del marco de una economía-mundo
capitalista. Por supuesto, tales instituciones tienen cierta similitud con
instituciones que han existido en anteriores sistemas históricos a los que
hemos dados los mismos o similares nombres. Pero el utilizar el mismo nombre
para describir instituciones localizadas en diferentes sistemas históricos
frecuentemente confunde, más que clarifica, el análisis. Es mejor pensar en el
grupo de instituciones del sistema-mundo moderno como contextualmente
específicas a éste. Comencemos con los mercados, puesto que éstos son
habitual-mente considerados la característica esencial de un sistema
capitalista. Un mercado es a la vez una estructura local concreta en la que los
individuos o compañías compran y venden mercaderías, y una institución virtual
a lo largo del espacio en donde tienen lugar los mismos tipos de intercambios.
Qué tan grande y extendido esté el mercado virtual depende de las alternativas
realistas que los vendedores y compradores tengan en un momento determinado. En
principio, en una economía-mundo capitalista, el mercado virtual existe como
totalidad en la economía-mundo. Pero corno habremos de ver, hay muchas veces
interferencias en estas fronteras que crean mercados más estrechos y
"protegidos". Existen, claro está, mercados virtuales separados para
todos los bienes de consumo así como para el capital y para los distintos tipos
de trabajo. Pero a lo largo del tiempo, también puede decirse que existe un
solo mercado global virtual para todos los factores de producción combinados,
más allá de las barreras que existen para su libre funcionamiento. Uno puede
pensar en este mercado virtual completo como un imán que atrae a todos los
productores y compradores y cuya atracción es un factor político constante en
los procesos de decisión de todos: los estados, las compañías, las unidades
domésticas, las clases y los grupos de estatus (o identidades) . Este mercado
global virtual completo es una realidad en tanto que influye en todos los
procesos de decisión, pero nunca funciona entera y libremente (esto es, sin
interferencias). El mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un
mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Una
de las razones por las que un mercado totalmente libre no es una realidad
cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que volvería imposible la
acumulación incesante de capital. Esto puede parecer una paradoja, porque es
cierto que el capitalismo no puede funcionar sin mercados, y también es cierto
que los capitalistas dicen con regularidad que están a favor del libre mercado.
Pero los capitalistas necesitan, de hecho, mercados no completamente libres
sino mercados parcialmente libres. La razón es obvia. Supongamos que existiera
un mercado mundial en el que todos los factores de producción fueran
completamente libres, como nuestros libros de texto los definen habitualmente;
esto es, uno en donde los factores fluyeran sin restricciones, en donde hubiera
un enorme número de compradores y un enorme número de vendedores, y en el cual
existiera una perfecta información (esto es, que lodos los vendedores y todos
los compradores supieran el estado exacto de todos los costos de producción).
En un mercado de tal perfección, sería siempre posible para los compradores
regatear con los vendedores hasta un nivel de ganancia absolutamente minúsculo
(digamos de sólo un centavo), y este bajo nivel de ganancia haría del juego
capitalista algo sin el más mínimo interés para los productores, removiendo el
sustrato social básico de tal sistema. Lo que los vendedores prefieren siempre
es un monopolio, porque entonces pueden crear un amplio margen relativo entre
los costos de producción y los precios de venta, y por lo tanto obtener grandes
porcentajes de ganancia. Por supuesto, los monopolios perfectos son extremadamente
difíciles de crear, e infrecuentes, pero los cuasi-monopolios no lo son. Lo que
uno necesita más que cualquier otra cosa es el apoyo de la maquinaria de un
estado relativamente fuerte, uno que pueda apoyar a un cuasimonopolio. Hay
muchos modos de realizarlo. Uno de los más fundamentales es el sistema de
patentes que se reserva los derechos de una "invención" por un
determinado número de años. Esto es lo que hace, básicamente, que los productos
"nuevos" sean los más caros para los consumidores y los más
ventajosos para los productores. Claro que las patentes son con frecuencia
violadas y en todo caso, eventualmente expiran, pero, en general, protegen a un
cuasimonopolio durante un tiempo. Incluso en ese caso, la producción protegida
por patentes permanece sólo como cuasimonopolio, puesto que pueden existir
otros productos en el mercado que no estén cubiertos por esa patente. Ése es el
porqué de la situación normal de las denominadas industrias de punta (esto es,
productos que son tanto nuevos como poseedores de un porcentaje importante del
mercado global de productos) es un oligopolio antes que un monopolio absoluto.
Los oligopolios son, empero, lo suficientemente buenos como para brindar una
tasa de ganancia elevada, en especial desde que varias firmas con frecuencia,
se asocian para minimizar la competencia de precios. Las patentes no son el
único modo en el que los estados pueden crear cuásimonopolios. Las
restricciones estatales a la importación y exportación (las denominadas medidas
proteccionistas) son otra. Los subsidios estatales y los beneficios impositivos
son una tercera. La capacidad de los estados fuertes para usar de su fuerza y
prevenir que los estados más débiles desarrollen medidas contraproteccionistas
son también otro modo. Y el papel de los estados como compradores a gran escala
de ciertos productos dispuestos a pagar precios excesivos, es otro. Finalmente,
las regulaciones que imponen un peso sobre los productores puede ser
relativamente sencilla de absorber por los grandes productores pero paralizante
para los pequeños productores, una asimetría cuyo resultado es la eliminación
de los pequeños productores del mercado incrementado de esa manera el
porcentaje del oligopolio. Las modalidades por la que los estados interfieren
con el mercado virtual son tan extensas que constituyen un factor fundamental
en la determinación de precios y ganancias. Sin tales interferencias, el
sistema capitalista no podría prosperar y por lo tanto no podría sobrevivir.
Sin embargo, existen dos características antimonopólicas intrínsecas a una
economía-mundo capitalista. Antes que nada, la ventaja de un productor
monopólico es la pérdida de otro productor. Los perdedores negociarán
políticamente para eliminar las ventajas de los ganadores. Pueden realizar esto
mediante pujas dentro de los estados en donde los productores monopólicos están
ubicados, apelando a las doctrinas del libre mercado y ofreciendo su apoyo a
los líderes políticos decididos a terminar con ciertas ventajas monopólicas
particulares. O lo logran persuadiendo a otros estados a desafiar al monopolio
del mercado global mediante el uso del poder estatal para apoyar a productores
competitivos. Ambos métodos son utilizados. Por lo tanto, a lo largo del
tiempo, todo cuasimonopolio es desmantelado por la entrada de nuevos
productores al mercado. Los cuásimonopolios son, por ello, suicidas. Pero duran
lo suficiente (digamos unos treinta años) como para asegurar una considerable
acumulación de capital por aquellos que controlan los cuásimonopolios. Cuando
un cuasimonopolio deja de existir, los grandes acumuladores de capital,
sencillamente mueven su capital a nuevos productos de punta o a industrias de
punta completamente nuevas. El resultado es un ciclo de industrias de punta.
Las industrias de punta tienen vidas moderadamente breves, pero son
constantemente sobrevividos por otras industrias de punta. Y así continúa el
juego. Y las industrias que alguna vez fueran de punta, se vuelven más y más
"competitivas", esto es, reducen más y más sus ganancias. Vemos este
patrón cíe conducta en funcionamiento lodo el tiempo. Las compañías son los
principales actores en el mercado. Las compañías son habitualmente las
competidoras de oirás firmas que operan en el mismo mercado virtual. También
están en conflicto con aquellas firmas de las que adquieren materia prima y de
aquellas alas que les venden sus productos. La furiosa rivalidad íntercapitalista es la
regla. Y sólo los más fuertes y ágiles sobreviven. Debemos recordar que la
bancarrota, o la absorción por una compañía más fuerte es el pan diario de las
empresas capitalistas. No todos los empresarios capitalistas tienen éxito en la
acumulación de capital. Lejos de ello. Si todos tuvieran éxito, cada uno de
ellos obtendría muy poco capital. Por ello, los repetidos "fracasos"
de compañías no sólo despejan de competidores débiles el área sino que son una
condición sine qua non en la incesante acumulación de capital. Esto es lo que
explica el constante proceso de concentración de capital. Estemos seguros, existe
una contrapartida al crecimiento de las compañías, ya sea en forma horizontal
(con el mismo producto), vertical (en diferentes pasos en la cadena de
producción) o lo que podría denominarse ortogonal (con otros productos no
vinculados estrechamente). El tamaño reduce los costos a través de las
denominadas economías de escala. Pero el tamaño agrega costos de administración
y coordinación y multiplica los riesgos de ineficacia gerencial. Como resultado
de dicha contradicción, existe un repetido proceso de zigzag de compañías que
se agrandan y que luego se reducen. Pero esto "o ha sido un sencillo ciclo
de expansión y contracción. Ha habido, en todo el mundo, un incremento secular
en el tamaño de las compañías, la totalidad del proceso histórico tiene la
forma de un engranaje en donde por dos muescas que se avanza se retrocede una,
en forma continua. El tamaño de las compañías tiene también consecuencias
políticas directas. El gran tamaño da a las compañías mayor peso político pero
las vuelve también más vulnerables al ataque político (por sus competidores,
sus empleados, y sus consumidores). Pero en este caso la línea de fondo es la
de un trinquete que incrementa, a lo largo del tiempo, la influencia política.
La división axial del trabajo en una economía-inundo capitalista divide a la
producción en productos centrales y productos periféricos. El concepto
centro-periferia es relacional. Lo que queremos decir por centro-periferia es
el grado de ganancia del proceso de producción. Puesto que la ganancia está
directamente relacionada al grado de monopolización, lo que esencialmente
significamos por procesos de producción centrales son aquellos controlados por
cuasimonopolios. Los procesos periféricos son entonces los verdaderamente
competitivos. Cuando ocurre el intercambio, los productos competitivos están en
una posición más débil y los cuasimonopólicos en una posición más fuerte. En
consecuencia, hay un flujo constante de plusvalía de los productores de
productos periféricos hacia los productores de productos centrales. Esto es lo
que se ha denominado intercambio desigual. Ciertamente, el intercambio desigual
no es la única manera de transferir capital acumulado de regiones políticamente
débiles a regiones políticamente fuertes. También está el pillaje, usado
ampliamente durante las primeras épocas de incorporación de nuevas regiones a
la economía-mundo (consideremos, por ejemplo, a los conquistadores y el oro de
América). Pero el pillaje es autoexterminador. Es el caso típico de matar a la
gallina que pone los huevos de oro. Empero, como las consecuencias son a
mediano plazo y las ventajas a corto plazo, sigue existiendo mucho pillaje en
el sistema-mundo moderno, aunque ahora solemos "escandalizarnos"
cuando nos enteramos. Cuando Enron declara la quiebra, luego de procedimientos
de transferencia de enormes cantidades de dinero a manos de unos pocos
administradores, eso es, de hecho, pillaje. Cuando las
"privatizaciones" de propiedades estatales las ponen bajo control de
empresarios cuasi mañosos quienes abandonan con premura el país dejando
empresas destrozadas a su paso, eso es pillaje. Suicida, sí, pero sólo luego de
que se ha infligido mucho daño al sistema productivo mundial, y también a la
salud de la economía-mundo capitalista. Puesto que los cuasimonopolios dependen
de la protección de estados fuertes, están en su mayor parte ubicados
—jurídica, física y en términos de propiedad— dentro de tales estados. Existe
por ello una consecuencia geográfica en las relaciones centro-periferia. Los
procesos centrales tienden a agruparse en unos pocos estados y a constituir la
mayor parte de la actividad productiva en dichos estados- Los procesos
periféricos tienden a estar desparramados a lo largo de un gran número de
estados y constituyen la mayor parte de la actividad productiva en dichos
estados. Por lo tanto, para abreviar, podemos hablar de estados centrales y
estados periféricos, siempre y cuando recordemos que en verdad estamos hablando
de una relación entre procesos productivos. Algunos estados poseen una mezcla casi pareja de productos centrales y
periféricos. Denominamos a éstos, estados semiperíféricos. Tienen, como
veremos, propiedades políticas específicas. No es sin embargo adecuado
referirse a procesos productivos semiperíféricos. Ya que, como hemos visto, los
cuasimonopolios tienden a autodestruirse, lo que hoy es un proceso central se
convertirá mañana en un proceso periférico. La historia económica del
sistema-mundo moderno abunda en estos cambios, o degradación de productos,
primero a países semiperiférco os y luego a los periféricos. Si alrededor del I
800 la producción de textiles era con toda probabilidad el proceso productivo
central preeminente, hacia el 2000 era claramente uno de los procesos
productivos periféricos menos gananciosos. En 1800 estos textiles eran
producidos principalmente en muy pocos países (Inglaterra y algunos otros
países del noroeste europeo); hacia el 2000 los textiles son producidos en
todas partes del sistema-mundo, en particular los textiles baratos. Estos
procesos se han repetido con muchos otros productos. Pensemos en el acero, los
automóviles o incluso las computadoras. Este tipo de giro no ha tenido efecto
en la estructura del sistema. En el 2000 existían otros procesos centrales
(producción aeronáutica o ingeniería genética) que estaban concentrados en unos
pocos países. ha habido siempre nuevos procesos centrales que remplazaron a los
que se tornaron más competitivos y se reubicaron fuera de los estados en los
que se encontraban originariamente. La función de cada estado es muy distinto
vis-a-vis los procesos productivos dependiendo de la mezcla de procesos
centrales-periféricos dentro de él. En los estados fuertes, que contienen un
margen desproporcionado de procesos centrales, se tiende a priorizar su función
romo protector ele los cuasimonopolios de los procesos centrales. En los
estados muy débiles, que contienen un margen desproporcionado de procesos de
producción periféricos, éstos son en general incapaces de hacer mucho para
afectar la división axial del trabajo, y se ven de hecho forzados a aceptar el
destino que les ha tocado en suerte. Los estados semiperiféricos tienen una
mezcla relativamente pareja de procesos de producción y se hallan en una
situación muy complicada. Bajo presión de los estados fuertes y presionando a los
estados débiles, su mayor preocupación es mantenerse a distancia de la
periferia y hacer lo posible para acceder al centro. Ninguna de las dos
operaciones es sencilla, y ambas requieren de una considerable injerencia
estatal en el mercado global. Estos estados semiperiféricos son los que
implementan con mayor agresividad y en forma pública las denominadas políticas
proteccionistas. Esperan, con ello, "proteger" sus procesos
productivos de la competencia de compañías fuertes en el exterior a la vez que
intentan mejorar la eficiencia de las compañías internas para que compitan
mejor en el mercado global. Son receptores voraces de antiguas industrias de
punta, en lo que hoy día se define como alcanzar el "desarrollo
económico". En dicho esfuerzo, su competencia es oriunda no de los estados
centrales sino de otros estados semiperiféricos, igualmente anhelantes de ser
los receptores de la relocación, la cual no puede llegar a todos los aspirantes
en forma simultánea ni en el mismo grado. En los comienzos del siglo XXI,
algunos países destinados a ser denominados semiperiféricos son Corea del Sur,
Brasil e India, países con fuertes industrias que exportan productos (por
ejemplo, acero, automóviles y medicamentos) a zonas periféricas, pero que
también se vinculan en forma habitual con zonas centrales como importadores de
productos más "avanzados". La evolución natural de las industrias de
punta —la lenta disolución de los cuasimonopolios— es lo que da cuenta de los
ritmos cíclicos de la economía-mundo. Una industria de punta nueva dará un gran
impulso a la expansión de la economía-mundo y resultará en una considerable
acumulación de capital. Pero al mismo tiempo y naturalmente llevará a un empleo
más extenso en la economía-mundo, salarios más elevados y a una sensación
generalizada de prosperidad relativa. A medida que más y más firmas entran en
el mercado del antiguo cuasimonopolio, existirá una "sobreproducción"
(esto es, un exceso de producción para la demanda real efectiva en un momento
determinado) y como consecuencia un incremento en el precio de la competencia
(por la reducción de la demanda), que reducirá los márgenes de ganancia. En un
momento determinado, se producirá una acumulación de productos sin vender que
tendrá como consecuencia una reducción en la producción futura. Cuando esto
sucede, tendemos a ver el anverso de la curva cíclica de la economía-mundo.
Hablamos entonces de estancamiento o recesión en la economía-inundo. Las tasas
de desempleo globales aumentan. Los productores buscan reducir costos a fin de
mantener su porcentaje del mercado mundial. Uno de los mecanismos utilizados es
la reubicación de los procesos de producción hacia zonas que han contado,
históricamente, con salarios más bajos, esto es, en países semiperiféricos.
Este cambio incrementa la presión en los niveles salariales de los procesos que
aún permanecen en las zonas centrales, y dichos salarios también tienden a
reducirse. La demanda efectiva que en un comienzo faltaba a causa de la
sobreproducción ahora se convierte en falta por la reducción en la ganancia de
los consumidores. En semejante situación, no todos los productores resultan
perdedores. Existe un obvio y agudo incremento de la competencia entre el ahora
diluido oligopolio que está abocado al presente en estos procesos productivos.
Se enfrentan entre sí con ferocidad, con frecuencia, con la ayuda de sus
maquinarias. Algunos estados y algunos productores tienen éxito en la
"exportación del desempleo" desde uno de los estados centrales hacia
los otros. Sistémicamente, existe una contracción, pero algunos estados
centrales y en particular algunos estados semiperiféricos parecen resultar
bastante favorecidos. El proceso que hemos descrito —la expansión de la
economía-mundo en presencia de industrias de punta cuasimonopólicas y
contracción de la economía-mundo cuando hay una reducción de la intensidad de
los cuasimonopolios— puede dibujarse como una curva sinusoidal en donde
observaremos fases A (expansión) y B (estancamiento). Un ciclo considerado una
fase A seguido de una fase B es denominado, a veces, un ciclo Kondratieff, en
honor al economista que describiera este fenómeno con claridad a comienzos del
siglo xx. Los ciclos Kondratieff han sido hasta ahora de más o menos cincuenta
a sesenta años de duración. Su duración exacta depende de las medidas políticas
tomadas por los estados para evitar la fase B, y en especial las medidas
tomadas para lograr la recuperación de una fase B sobre las bases de nuevas
industrias de punta que puedan estimular una nueva fase A. Cuando un ciclo
Kondratieff culmina, nunca vuelve la situación a donde estaba a comienzos del
ciclo. Esto es así porque lo que fue implementado durante la fase B para salir
de ella y volver a una fase A cambia de manera importante los parámetros del
sistema-mundo. Los cambios que solucionan el problema inmediato (o de corto
plazo) de la inadecuada expansión de la economía-mundo (un elemento esencial
para mantener la posibilidad de la acumulación incesante de capital) logra un
equilibrio de mediano plazo pero comienza a crear problemas en la estructura en
el largo plazo. El resultado es lo que denominamos una tendencia secular. Una
tendencia secular debe ser concebida como una curva cuya coordenada (o eje x)
marca el tiempo y cuya ordenada (o eje y) mide un fenómeno marcando la
proporción de un grupo con una característica particular. Si a lo largo del
tiempo el porcentaje tiende a incrementarse de una manera lineal ascendente,
significa que por definición (puesto que la ordenada está expresada en
porcentajes) que en algún momento ya no podrá hacerlo. A esto denominamos
llegar a la asíntota, o al cien por ciento. Ninguna característica puede
alcanzar en ningún grupo más del ciento por ciento. Esto significa que en lo
que resolvemos los problemas de mediano plazo con un movimiento ascendente de
la curva, alcanzaremos eventualmente en el largo plazo el problema de
acercarnos a la asíntota. Permítasenos sugerir un ejemplo de cómo esto funciona
en una economía-mundo capitalista. Uno de los problemas que
observamos en los ciclos Kondratieff es que en determinado momento los procesos
de producción más importantes se vuelven menos beneficiosos, y estos procesos
comienzan a reubicarse a fin de reducir costos. Entretanto, existe un incremento
del desempleo en zonas centrales y esto afecta la demanda global efectiva. Las
compañías individuales reducen sus costos, pero la colectividad de compañías
encuentra más difícil encontrar suficientes consumidores. Una manera de
restaurar un nivel suficiente de demanda global efectiva es el incrementar los
niveles salariales de los trabajadores ordinarios en las zonas centrales, algo
que ha ocurrido con frecuencia hacia el final de los periodos Kondratieff B.
Esto a su vez crea el tipo de demanda efectiva que es necesario para
suministrar suficientes consumidores para nuevos productos líderes. Pero,
obviamente, mayores niveles de pago significan menores márgenes de ganancia
para los empresarios. A escala global esto puede compensarse expandiendo el
número de trabajadores asalariados en otros lugares del planeta que estén
dispuestos a trabajar por salarios más bajos. Esto puede hacerse mediante la
convocatoria de nuevos individuos a la arena laboral, para quienes un salario
más bajo representa de hecho un incremento en sus ingresos reales. Pero es
obvio que cada vez que uno incorpora "nuevas" personas en la arena de
trabajo asalariado, uno reduce el número de personas restantes fuera de la
arena laboral. Llegará un momento en el que el grupo haya disminuido de (al
modo que cese de existir en forma efectiva. Estamos entonces alcanzando la
asíntota.
Obvio, un sistema capitalista necesita que existan
trabajadores que ofrezcan su trabajo para el proceso productivo. Con frecuencia
se afirma que tales trabajadores son proletarios, esto es, trabajadores
asalariados que no cuentan con medios alternativos de sustento (porque carecen
de tierras y no cuentan con dinero o reservas inmobiliarias). Esto no es del
todo correcto. Casi todos los trabajadores están vinculados a otras personas en
unidades domésticas que aglutinan habitual-mente a personas de distinto sexo y
diferentes edades. Muchos, quizá la mayoría, en esas unidades domésticas pueden
ser denominados familias, pero los lazos familiares no son, sin embargo, los únicos
modos en los que las unidades domésticas se mantienen unidas. Las unidades
domésticas cuentan con frecuencia con residencias en común, pero esto no es tan
habitual como uno podría pensar. Una unidad doméstica típica consta de tres a
diez personas quienes, en un largo plazo (digamos unos treinta años), juntan
sus recursos e ingresos a fin de sobrevivir de modo colectivo. Las unidades
domésticas no son internamente, en general, estructuras igualitarias, ni
estructuras inamovibles (las personas nacen y mueren, entran o abandonan las
unidades domésticas, y en todo caso envejecen y tienden así a alterar su papel
económico). Lo que distingue a una unidad doméstica es alguna forma de
obligación de suministrar el ingreso para el grupo y compartir el consumo resultante
de dicho ingreso. Las unidades domésticas son muy diferentes de los clanes o
tribus y de otros grupos o entidades numerosos y extendidos, los cuales con
frecuencia comparten obligaciones de ayuda mutua e identidad pero que no
comparten en forma habitual sus ingresos. O si existen entidades numerosas
semejantes que comparten sus ingresos, son disfuncionales para el sistema
capitalista. Debernos primero analizar lo que se comprende por
"ingreso". Existen, hablando en general, cinco clases de ingresos en
el sistema-mundo moderno. Y casi todas las unidades domésticas buscan y
obtienen las cinco clases, aunque en diferentes proporciones (lo que resulta
ser muy importante). Una clase obvia es el salario, lo que significa pago
(habitualmente en papel moneda) por personas fuera del ámbito familiar por el
trabajo de un miembro de la unidad doméstica realizado fuera de la unidad
doméstica en algún proceso productivo. El salario puede ser ocasional o
regular. Puede ser un pago por el tiempo empleado o por trabajo realizado
(destajo). El salario tiene la ventaja para el empleador en ser
"flexible" (lo que significa que la continuación del trabajo es una
función de las necesidades del empleador), aunque los sindicatos, y otras
formas de agrupación gremial de los trabajadores y las legislaciones estatales
hayan con frecuencia limitado la flexibilidad empresarial de diversos modos.
Aun así, los empleadores casi nunca están obligados a suministrar apoyo de por
vida a trabajadores específicos. Pero por lo mismo, este sistema tiene
desventajas para el empleador en tanto que a mayor cantidad de trabajadores
necesite, puede que no los haya dispuestos al empleo, en especial si la
economía está en expansión. Por ello, en un sistema de salarios, el empleador
intercambia el que no se le requiera pagar a los trabajadores durante los
periodos en los que no los necesita por la garantía de que los trabajadores
estarán disponibles cuando sí los necesite
Una segunda y obvia fuente de ingresos para la unidad
doméstica es la actividad de subsistencia. Habitualmente definimos este tipo de
trabajo de modo muy estrecho, tomándolo sólo como el esfuerzo de personas
rurales para cultivar alimentos y producir elementos para el consumo propio sin
hacerlos pasar por un mercado. Ésta es, de hecho, una manera de la producción
de subsistencia, y este tipo de trabajo ha ido declinando marcadamente en el
sistema-mundo moderno, razón por la que sostenemos que la producción de
subsistencia está desapareciendo. Al hacer uso de una definición tan restrictiva
no tenemos sin embargo en cuenta las numerosas maneras en las que las
actividades de subsistencia están en realidad aumentando en el mundo moderno.
Cuando alguien cocina en su casa o friega los platos, es una producción de
subsistencia. Cuando un dueño de casa ensambla un mueble que compra en un
negocio, es producción de subsistencia. Y cuando un profesional usa una
computadora para enviar un correo electrónico que, antaño, una secretaria
(paga) hubiera mecanografiado, él o ella está enfrascado en una producción de
subsistencia. La producción de subsistencia es una gran parte del ingreso de la
unidad doméstica hoy en día en las zonas económicamente más afluentes de la
economía-mundo capitalista. Un tercer tipo de ingreso de la unidad doméstica es
el que podríamos llamar, en forma genérica, como pequeña producción mercantil.
Una pequeña producción mercantil es definida como el producto producido en la
unidad doméstica pero vendido por dinero en el mercado. Obviamente, este tipo
de producción continúa estando ampliamente distribuida en las zonas más pobres
de la economía-mundo pero no está del lodo ausente del resto de otras zonas. En
las zonas más ricas solemos denominarla "free-lancing". Este tipo de
actividad incluye no sólo el mercadeo de mercaderías producidas (incluyendo,
por supuesto, los bienes intelectuales) sino también la pequeña producción
mercantil. Guando un niño vende en la calle cigarrillos o fósforos de a uno a
consumidores que no pueden asumir la compra de éstos en las cantidades en las que
habitualmente se los vende, el niño está involucrado en la pequeña producción
mercantil, siendo esta producción el desmontaje del paquete mayor y su
transporte al mercado callejero. Un cuarto tipo de ingreso es aquel al que
solemos denominar renta. La renta puede ser obtenida de alguna inversión mayor
de capital (el ofrecimiento de departamentos urbanos para alquiler, o de
habitaciones dentro de los departamentos) o por ventajas de ubicación (la
colección de peaje en un puente privado) o por propiedad de capital (los
cupones de los bonos o los intereses obtenidos en una caja de ahorro). Lo que
hace que la renta sea tal es que es una propiedad y no un trabajo de ningún
tipo lo que hace posible el ingreso. Por último, existe un quinto tipo de
ingreso, el que en el mundo moderno denominamos pagos de transferencia. Éstos
pueden definirse como ingresos de un individuo en virtud de una obligación ríe
un tercero de proveerle de dicho ingreso. Este pago de transferencia puede
originarse en personas cercanas a la unidad doméstica, como cuando se ofrecen
regalos o préstamos de una generación a otra al momento del nacimiento,
matrimonio o muerte. Tales pagos de transferencia entre unidades domésticas
pueden realizarse sobre bases de reciprocidad (lo que en teoría asegura que no
exista un ingreso extraen el lapso de una vida pero tiende a eliminar las
necesidades de liquidez). O el pago de transferencia puede ocurrir mediante un
esquema de seguros (en donde uno puede, al final, beneficiarse o no), o a
través de la redistribución de una clase económica hacia otra. Tan pronto como
pensamos sobre ello, caemos en la cuenta de la mancomunación de recursos que se
produce en las unidades domésticas. Imaginemos una familia estadounidense de
clase media, en la cual el hombre adulto tiene un trabajo (y tal vez tenga un
segundo trabajo), la mujer adulta tiene una empresa de banquetes que maneja
desde su casa, el hijo adolescente es repartidor de diarios y la hija de doce
años es babysitter. Agreguemos a esto, quizá, la abuela que retira su pensión
de viudez y quien también, en ocasiones hace de baby-sitter para un niño
pequeño, y la habitación encima del garaje, la cual alquilan. O pensemos en una
familia trabajadora de una unidad doméstica mexicana en la cual el hombre
adulto ha migrado ilegal-mente a los Estados Unidos y envía dinero a la casa,
la mujer adulta cultiva una pequeña huerta en la casa, la joven adolescente
trabaja como doméstica (y recibe pago en efectivo y en especies) en un
acaudalado hogar mexicano, y el joven preadolescente vende chucherías en el
mercado del pueblo, luego de asistir a la escuela (o en vez de asistir a la
escuela). Cada uno de nosotros podemos imaginar muchas más situaciones
similares. En la práctica, pocas unidades domésticas funcionan sin los cinco
tipos de ingreso. Pero uno puede darse cuenta en forma inmediata que las
personas dentro de la unidad doméstica que tienden a proporcionar el ingreso
pueden correlacionarse en categorías por sexo o edad. Esto es decir, muchas de
estas tareas están definidas por edad y por género. El trabajo asalariado fue
durante mucho tiempo considerado tierra de adultos desde los catorce o
dieciocho años hasta los sesenta y cinco. La producción de subsistencia y de
mercaderías menores fue en su mayor parte definida como el territorio de las
mujeres adultas y de los niños y ancianos. La transferencia de ingresos por el
estado ha estado circunscrita en su mayor parte al ingreso salarial, excepto
por ciertas transferencias relacionadas con la crianza de niños. Mucha de la actividad
política de los últimos cien años ha estado dirigida a superar la especificidad
genérica de estas definiciones.
Como hemos señalado, la relativa importancia de las
distintas formas de ingreso en unidades domésticas específicas ha variado
grandemente. Distingamos dos variantes importantes: la unidad doméstica en
donde el ingreso salarial da cuenta del cincuenta por ciento o más del total de
los ingresos de toda la vida, y la unidad doméstica en donde da cuenta de
menos. Llamemos a la primera "unidad doméstica proletaria" (puesto
que parece depender en grado sumo del ingreso salarial, que es exactamente lo
que el término proletariado supone invocar); y llamemos a la última entonces
una "unidad doméstica semiprolelaria" (porque sin dudas existe un
cierto porcentaje de ingreso por salarios para la mayoría de sus miembros). Si
así lo hacemos, podremos observar que un empleador obtiene ventajas al emplear
a aquellos asalariados que habitan unidades domésticas semiproletarias. En
dondequiera que los trabajos asalariados constituyan un componente sustancia]
del ingreso de la unidad doméstica, existe necesariamente un piso referente a
cuánto puede recibir el trabajador asalariado. Este debe ser una cantidad que
represente por lo menos una parte proporcional de los costos de reproducción de
la unidad doméstica. Es por ello por lo que podemos pensar en un salario mínimo
absoluto. Si, sin embargo, el trabajador asalariado es miembro de una unidad
doméstica que es sólo semiproletaria, el trabajador asalariado puede ser
remunerado con un sueldo por debajo del salario mínimo absoluto, sin poner en
riesgo necesariamente la supervivencia de la unidad doméstica. La diferencia
puede cubrirse con el ingreso adicional suministrado a través de otras fuentes
y por lo común por otros miembros de la unidad doméstica. Lo que vemos que
sucede en tales casos es que otros productores de ingresos en la unidad
doméstica transfieren, de hecho, la plusvalía del empleador del sujeto
asalariado más allá de lo que el mismo empleado asalariado pueda transferir,
permitiendo así que el empleador pague menos que el salario mínimo absoluto.
Pero esta economía transferencial puede ser la clave para
subvertir todo el sistema y es que se basa en el afecto familiar, comunitario,
otorgándole tiempo a los unidades familiares para que se formen en el arte del
biotejido y se vuelvan a encontrar, pero para esto hay que salir del mito de
desarrollo del capitalismo a la construcción e nuestro propio meta relato donde
desarrollo signifique desarrollo
espiritual y entonces el combate es
ideológico, pro esto es tan importante comprender la ideologías y su nacimiento:
Ideología conservadora
La primera ideología en nacer fue la de los conservadores.
Ésta fue la ideología de quienes pensaban que la Revolución francesa y sus
principios eran un desastre social. Casi inmediatamente, algunos textos básicos
fueron escritos, uno por Edmund Burke en Inglaterra en 1790 y luego toda una
serie por Joseph de Maistre en Francia. Ambos autores habían sido anteriormente
reformistas moderados. Ambos anunciarían ahora una ideología archiconservadora
como reacción a lo que veían como un peligroso intento de intervención radical
en la estructura básica del orden social. Lo que particularmente los preocupaba
era el argumento acerca de la infinita maleabilidad del orden social, su infinita
posibilidad de mejoramiento y que la intervención política podía y debía
acelerar los cambios. Los conservadores consideraban que semejante intervención
era una soberbia, de características extremadamente peligrosas. Sus opiniones
se basaban en una visión pesimista de la capacidad moral del hombre;
encontraban falso e intolerable el optimismo fundamental de los revolucionarios
franceses. Pensaban que cualquier carencia que existiera en el orden social en
el que vivían causaría, en última instancia, menos daños que las instituciones
que serían creadas como resultado de semejante soberbia. Luego de 1793 y del
Reino del Terror, en el cual los revolucionarios franceses enviaron a otros
revolucionarios franceses a la guillotina por no ser lo suficientemente revolucionarios,
los ideólogos conservadores tendieron a formular sus opiniones diciendo que la
revolución como proceso, llevaba, casi en forma inevitable a tales reinos del
terror. Los conservadores eran, ¡mes, contrarrevolucionarios. Eran
"reaccionarios" en el sentido de que estaban reaccionando contra los
cambios drásticos de la revolución y deseaban "restaurar" lo que
había comenzado a denominarse anden régime. Los conservadores no estaban
necesariamente opuestos completamente a toda evolución de las costumbres y las
leyes. Simplemente predicaban una profunda cautela e insistían que los únicos
que podían decidir sobre tales cambios debían ser individuos responsables en
las instituciones sociales tradicionales. Sospechaban en particular de la idea
que cualquiera podía ser un ciudadano —en igualdad de derechos y deberes—
puesto que la mayor parte de la gente, en su opinión ni tenía, ni tendría
nunca, el juicio necesario para tomar decisiones sociopolíticas de importancia.
Ellos ponían su confianza, en cambio, en la jerarquía política y las
estructuras religiosas. En las más importantes, por supuesto, pero en cierto
sentido, aún más en las estructuras locales: las mejores familias, la
"comunidad," cualquier ente que cayera bajo el control de los notables.
Y ponían su fe en la familia, esto es, la estructura familiar patriarcal y
jerárquica. La fe en la jerarquía (como hecho inevitable y deseable) es la
marca del conservadurismo. La estrategia política era clara: restaurar y
mantener la autoridad de estas instituciones tradicionales, y someterse a sus
dictados. Si el resultado era el cambio político muy lento, o la ausencia de
cambio político, que lo fuera. Y si estas instituciones decidían implementar un
proceso evolutivo lento, pues que lo fuera. El respeto por la jerarquía era,
según criterio de los conservadores, la única garantía de orden. Los
conservadores aborrecían la democracia, porque para ellos marcaba el fin del
respeto por la jerarquía. Es más, sospechaban del acceso irrestricto a la
educación, la cual para ellos debería estar reservada al entrenamiento de los
cuadros dirigentes. Los conservadores creían que el golfo entre la capacidad de
las clases altas y las clases bajas no era tan sólo insuperable sino parte
básica del carácter humano y por lo tanto un designio celestial. La Revolución
francesa, definida restrictivamente, no duró demasiado. Se trasmutó en el
régimen de Napoleón Bonaparte quien traspuso su confianza universalista y
fervor misionero en la expansión imperial francesa justificada por la herencia
revolucionaria. Políticamente, la ideología conservadora estaba en ascenso en
todas partes luego de 1794, y presumiblemente accedió al poder luego de la
derrota de Napoleón en 1815 en una Europa dominada por la Sagrada Alianza.
Quienes pensaban que cualquier retorno al antiguo régimen era tanto indeseable
como imposible tuvieron que reagrupar-se y desarrollar una contraideología.
Esta contraideología fue lo que se llamó liberalismo.
Ideología liberal
Los liberales deseaban distanciarse de cualquier asociación
con el reino del terror pero salvar sin embargo lo que consideraban el espíritu
subyacente que había surgido de la Revolución francesa. Insistían que el cambio
no era tan sólo normal sino inevitable, porque vivían en un mundo de progreso
constante hacia una sociedad justa. Reconocían que los cambios apresurados
podían ser, y de hecho lo habían sido, contraproducentes, pero insistían en que
las jerarquías tradicionales eran insostenibles y básicamente ilegítimas. El
eslogan de la Revolución francesa que más los seducía era el de "carreras
abiertas a los talentos" (la carriére ouverte aux talents), una idea hoy
más comúnmente conocida mediante frases como "igualdad de
oportunidades" y "merítocracia". Fue en torno de tales lemas que
los liberales edificaron su ideología. Los liberales trazaban una distinción
entre los distintos tipos de jerarquía. No estaban en contra de lo que
consideraban jerarquías naturales, estaban en contra de las jerarquías
heredadas. Las jerarquías naturales, argumentaban, no sólo eran naturales sino
también aceptables para las masas populares y por lo tanto una base legítima y
legitimada de autoridad, mientras que las jerarquías heredadas tornaban
imposible la movilidad social. En contra de los conservadores que constituían
el "Partido del Orden" los liberales se presentaban como el
"Partido del Movimiento". Las situaciones cambiantes demandaban la
reforma constante de las instituciones. Pero el consiguiente cambio social
debería ocurrir a un ritmo natural (es decir, ni demasiado lento ni demasiado
rápido). La pregunta que los liberales planteaban era quién debía tomar el
liderazgo durante tales reformas necesarias. No ponían su confianza en las
jerarquías tradicionales, nacionales o locales, clericales o seculares. Pero
también sospechaban de las masas populares, la plebe, a la que consideraban
esencialmente carente de educación y en consecuencia irracional. Esto
significaba, concluían los liberales, que existía sólo un grupo capaz de asumir
sobre sí la responsabilidad de decidir qué cambios eran necesarios: los
especialistas. Los especialistas, por definición, entendían las realidades de
cualquier sujeto que hubieran estudiado y por lo tanto eran los mejor
capacitados para formular las reformas que eran necesarias y deseables. Los
especialistas, por su capacitación, tendían a ser prudentes y perspicaces.
Tomaban en cuenta tanto las posibilidades como los riesgos del cambio. Puesto
que toda persona educada era especialista en algo, se seguía que a todos
aquellos a los que se les permitiera ejercer el papel de ciudadanos serían
personas educadas y por lo tanto especialistas. Otros individuos podían ser
admitidos posteriormente en este papel, cuando hubieran recibido la educación
adecuada que les permitiera sumarse a la sociedad de hombres educados y
racionales. Pero, ¿qué tipo de educación? Los liberales argumentaban que la
educación debía cambiar de eje, de las "tradicionales" formas del
saber, lo que hoy denominamos humanidades, hacía la única base teórica de saber
práctico: la ciencia. La ciencia (remplazando no sólo la teología sino también
la filosofía) ofrecía el camino para el progreso material y tecnológico, y por
lo tanto para el progreso moral. De todos los tipos de especialistas, los
científicos representaban la cima del trabajo intelectual, el summum bonum.
Sólo los líderes políticos que basaran los programas inmediatos en el saber
científico eran guías confiables para el bienestar futuro. Como puede verse, el
liberalismo era una ideología moderada en lo atinente a cambios sociales. De hecho,
siempre destacó su moderación, su "centrismo" en la arena política.
Alrededor de 1950, un liberal estadounidense, Arthur Schlesinger jr., escribió
un libro sobre el liberalismo, al que tituló The Vital Center. En la primera
mitad del siglo XIX, la escena ideológica era un conflicto básico entre los
conservadores y los liberales. No había en verdad un grupo poderoso que
abrazara una ideología más radical. Quienes se inclinaban al radicalismo, se
asociaban con frecuencia a movimientos liberales como pequeños apéndices, o
buscaban crear pequeños focos de opiniones divergentes. Se llamaban a sí mismos
demócratas, o radicales, o a veces, socialistas. No tenían, obviamente,
simpatía alguna por la ideología conservadora. Pero hallaban que los liberales,
incluso aunque aceptaran la normalidad del cambio y apoyaran (por lo menos en
teoría) el concepto de ciudadanía, eran extremadamente tímidos y tenían en
realidad mucho miedo de todo cambio fundamental. Fue la "revolución
mundial" de 1848 la que transformó el panorama ideológico de uno con dos
contendientes ideológicos (conservadores contra liberales) en otro con tres:
conservadores a la derecha, liberales en
el centro y radicales a la izquierda. ¿Qué sucedió en 1848? Esencialmente dos
cosas. Por un lado, tuvo lugar la primera "revolución social"
verdadera de la era moderna. Por un breve periodo, un movimiento apoyado por
trabajadores urbanos pareció adquirir cierto poder en Francia, y este
movimiento tuvo su resonancia en otros países. La preeminencia política de este
grupo no habría de durar mucho. Pero fue un aterrador llamado de atención para
quienes contaban con poder y privilegios. Al mismo tiempo, otra revolución, o
serie de revoluciones que los historiadores denominaron "la primavera de
las naciones". En un número de países, tuvieron lugar una serie de
levantamientos nacionales o nacionalistas. Fueron igualmente derrotados, y
asustaron del mismo modo a los que detentaban el poder. Esta combinación marcó
el comienzo de un esquema con el que funcionaría el sistema-mundo durante los
siguientes ciento cincuenta años y aún más: movimientos antisistémicos como
actores políticos clave.
De cómo los liberales vencieron a los radicales y a los
conservadores:
La revolución mundial de 1848 fue una llamarada repentina
que fue ahogada, y a la que siguió una profunda represión durante muchos años.
Pero la revolución planteó numerosas preguntas en cuanto a estrategias, esto
es, ideologías. Los conservadores sacaron una clara lección de estos hechos.
Vieron que las ciegas tácticas reaccionarias del príncipe Metternich, quien
sirviera durante cuarenta años como ministro de estado (en los hechos, como
ministro de relaciones exteriores) de Austria-Hungría y que había sido el
espíritu movilizador detrás de la Sagrada Alianza destinada a aplastar los
movimientos revolucionarios europeos, y de todos los que se alineaban detrás de
él, eran contraproducentes. Sus tácticas no servían a largo plazo ni para
mantener las tradiciones ni para garantizar el orden. Por el contrario,
provocaban ira, resentimiento y organizaciones subversivas y por lo tanto socavaban
el orden. Los conservadores se dieron cuenta de que el único país en evitar una
revolución en 1848 fue Inglaterra, aunque había padecido el movimiento radical
más significativo de Europa en el decenio anterior. El secreto parecía ser el
modelo de conservadurismo predicado y practicado en ese territorio entre 1820 y
1850 por Sir Robert Peel, el cual consistía en oportunas (pero limitadas)
concesiones destinadas a minar a largo plazo la seducción de acciones
radicales. En los siguientes dos decenios, Europa vio cómo las tácticas de Peel
tomaron fuerza en lo que se denominó el "conservadurismo iluminado"
que floreció no sólo en Inglaterra sino también en Francia y Alemania.
Entretanto, los radicales sacaron conclusiones estratégicas
de sus fracasos en las revoluciones de 1848. Ya no deseaban jugar el papel de
apéndice de los liberales. Pero la espontaneidad, que había sido un recurso
importante de los radicales anteriores a 1848 había demostrado tener sus
límites. La violencia espontánea tenía el efecto de lanzar un papel al fuego.
El fuego se alzaba pero con la misma rapidez se extinguía. Tal violencia no era
un combustible duradero. Algunos radicales antes de 1848 habían presentado una
alternativa, la creación de comunidades utópicas que retiraran su participación
en la arena social. Pero este proyecto carecía de atractivo para la mayoría de
la gente, y generó un impacto menor sobre la totalidad del sistema histórico
que las rebeliones espontáneas. Los radicales buscaba una es trategia
alternativa efectiva, y la encontrarían en la organización, una organización a
largo plazo, sistemática, que preparara políticamente el terreno para un cambio
social fundamental. Finalmente, los liberales también sacaron sus lecciones de
las revoluciones de 1848. Se dieron cuenta de que era insuficiente predicar las
virtudes de la confianza en los especialistas para llevar a cabo cambios
sociales en el momento adecuado y de manera razonable. Tenían que operar
activamente en la arena política para que los problemas les fueran presentados
efectivamente a los especialistas. Y para ellos esto significó lidiar tanto con
sus rivales conservadores como con los nuevos y emergentes rivales radicales.
Si los liberales deseaban presentarse como el centro político, tenían que
trabajan con un programa que fuera "centrista" en sus demandas, y con
una serie de tácticas que los ubicara en algún lugar a medio camino entre la
resistencia conservadora a cualquier cambio y la insistencia radical por
cambios expeditivos. El periodo entre 1848 y la primera guerra mundial vio cómo
se delineaba claramente un programa liberal para los países centrales del
sistema-mundo moderno. Estos países buscaban establecerse corno "estados
liberales"; esto es, estados basados en el concepto de ciudadanía, una
serie de garantías contra la arbitrariedad de las autoridades y una cierta
apertura en la vida pública. El programa
que los liberales desarrollaron tenía tres aspectos centrales: la gradual
extensión del voto y, concomitantemente con éste y esencial para ello, la
expansión del acceso a la educación; acrecentar la función del estado en la
protección de sus ciudadanos contra los peligros en el lugar de trabajo,
expandir las prestaciones sanitarias y el acceso a éstas y minimizar las
fluctuaciones de ingreso en el ciclo vital, transformando a los ciudadanos de
un estado en una "nación". Si uno observa detenidamente, estos tres
elementos son una traducción del lema "libertad, igualdad y
fraternidad" a la política pública. Hay dos cuestiones principales a tener
en cuenta en este programa liberal. La primera es que había sido implementado
en gran medida en el momento de la primera guerra mundial, al menos en el mundo
paneuropeo. La segunda es que los partidos liberales no siempre fueron aquellos
que más hicieron por implementar el programa. Es curioso, pero el programa
liberal fue llevado a la práctica en buena medida por otros, no por los
liberales, a consecuencia de la revisión de las estrategias de las tres
ideologías que tuvo lugar luego de las revoluciones de 1848. Los liberales
tendieron a retraerse, tímidos en la prosecución de su propio programa. Los
conservadores, por su parle, decidieron que el programa liberal era modesto y
esencialmente sensato. Comenzaron a legislarlo, la extensión del sufragio por
Disraeli, la legalización de los sindicatos por Napoleón III, la invención del
estado asistencialista de Bismarck. Y los radicales comenzaron a aceptar estas
reformas limitadas, incluso a abogar por ellas, mientras construían su base
organizativa para un acceso futuro al poder gubernamental. La combinación de
estos tres giros tácticos por los tres grupos ideológicos determinó que el
programa liberal se convirtiera en efecto en la característica definitoria
común de la geocultura, los conservadores y los radicales habiéndose
transformado en meras variantes o avatares de los liberales, con quienes sus
diferencias se habían vuelto marginales más que fundamentales. Es en particular
en el tercer pilar de la "fraternidad" que podemos observar una firme
confluencia de las tres posturas ideológicas. ¿Cómo se crea una nación?
Mediante el señalamiento de cómo la ciudadanía excluye a los otros que están
fuera de ella. Uno crea una nación predicando el nacionalismo. El nacionalismo
fue enseñado en el siglo XIX a través de tres instituciones esenciales: las
escuelas primarias, el ejército y las fiestas nacionales. Las escuelas
primarias fueron la estrella de los liberales, aplaudidas por los radicales y
toleradas por los conservadores. Ellas convertían a los trabajadores y campesinos
en ciudadanos con un mínimo de capacidad necesaria para llevar a cabo tas
obligaciones nacionales: la famosa tríada de leer, escribir y aritmética. Las
escuelas enseñaban las virtudes cívicas, eliminando los particularismos y
prejuicios de las estructuras familiares. Y sobre todo, enseñaban el idioma
nacional. A principios del siglo xix, pocos países europeos poseían en la
práctica un idioma nacional único. A fines del siglo, la mayoría ya lo había
adquirido. El nacionalismo se asegura mediante la hostilidad a los enemigos. La
mayor parte de los estados en el centro buscan insuflar esta hostilidad hacia
algún vecino, sobre alguna base cualquiera. Pero existe otra manera de
hostilidad, en última instancia más importante, la del mundo paneuropeo contra el
resto del mundo, una hostilidad institucionalizada como racismo. Este se
encontraba en la difusión del concepto de "civilización", en
singular, no en plural. El mundo paneuropeo, dominador económico político del
sistema-mundo se definía a sí mismo como el corazón, la culminación de un
proceso civiliza-torio que podía rastrearse a las presuntas raíces europeas en
la antigüedad. Dado el estado de su civilización y tecnología en el siglo xix,
el mundo paneuropeo sostenía que debía imponerse, tanto cultural como
políticamente, a iodos los demás, el "yugo del hombre blanco" de
Kipling, el "destino manifiesto" de los Estados Unidos, la mission
civilisatrice de Francia. El siglo xix se convirtió en el siglo de un renovado
imperialismo directo, con un detalle agregado. La conquista imperial ya no era
sólo una acción del estado, o siquiera del estado alentado por las iglesias. Se
había convertido en la pasión de la nación, la obligación de la ciudadanía. Y
fue esta última parte del programa liberal que fuera asumido con pasión por los
conservadores, quienes vieron en ella un método seguro para acallar las
divisiones de clase y por lo tanto para garantizar el orden interno.
Cuando virtualmente todos los partidos socialistas europeos
optaron en 1914 por alinearse con las facciones nacionalistas durante la
guerra, fue evidente que el análisis conservador sobre el efecto del
nacionalismo en las antiguas clases peligrosas había sido correcto. El triunfo
del liberalismo en definir la geocultura del sistema-mundo moderno en el siglo
XIX y la mayor parte del xx fue institucionalmente posible por el desarrollo de
los basamentos del estado liberal. Pero también fue posible por el alza y la
creciente importancia de los movimientos antisistémicos. Esto puede parecer
paradójico, puesto que los movimientos antisistémicos existen, en principio
para socavar el sistema, no para sostenerlo. Sin embargo, las actividades de
estos movimientos sirvieron en conjunto para reforzar considerablemente el
sistema. La disección de esta aparente paradoja es crucial para entender el
modo en el que la economía-mundo capitalista —en constante crecimiento tanto en
tamaño como en riqueza y simultáneamente la polarización de sus beneficios— lo
ha mantenido en su lugar. Dentro de los estados, los intentos de los grupos por
lograr la inclusión como ciudadanos fue el foco central de los movimientos
antisistémicos, esto es, de organizaciones que buscaban cambios fundamentales
en la organización social. Buscaban, en cierto sentido implementar el lema de
libertad, igualdad y fraternidad de un modo distinto del de los liberales. El
primer grupo excluido en crear organizaciones importantes fue la clase
trabajadora industrial urbana, a la que se conoce como proletariado. Este grupo
estaba concentrado en unas pocas localidades urbanas y sus miembros tenían
facilidad para comunicarse entre sí. Cuando comenzaron a organizarse, las
condiciones de trabajo y el nivel de recompensa eran obviamente pobres. Y estos
trabajadores desempeñaban una función clave en las más importantes actividades
productivas que generaban plusvalía. Hacia mediados del siglo XIX las
organizaciones del trabajo (los sindicatos) y las organizaciones políticas (los
partidos socialistas y de los trabajadores) comenzaron a surgir, primero en los
centros más importantes de producción industrial (Europa occidental y América
del Norte) y luego en otras áreas. Durante la mayor parte del siglo XIX y buena
parte del xx, las maquinarias estatales fueron hostiles a estas organizaciones,
al igual que las empresas. Se daba por hecho que la lucha de clases se
desarrollaba en un campo disparejo en el cual los "movimientos
sociales" se enfrentaban en una difícil batalla para obtener sucesivas y
relativamente pequeñas concesiones. Dentro de este patrón de sordas luchas políticas
existía otro elemento que nos retorna a nuestra discusión sobre las unidades
domésticas y los grupos de estatus c identidad. El movimiento social definía su
lucha como la de los trabajadores contra los capitalistas. Pero ¿quiénes eran
los trabajadores? En la práctica, tendían a ser definidos como adultos varones
del grupo étnico dominante de un país determinado. Eran, en su mayoría,
trabajadores calificados o semicalificados, con alguna educación, y constituían
la mayor parte de la fuerza laboral industrial mundial en el siglo xix. Quienes
estaban "excluidos" de esta categoría se daban cuenta que puesto que
tenían muy poco espacio en las organizaciones socialistas/de trabajadores,
tenían que organizarse en categorías de grupos de estatus (las mujeres por un
lado, y los grupos raciales, religiosos, lingüísticos y étnicos por el otro).
Estos grupos eran con frecuencia antisistémicos al igual que los movimientos de
trabajadores y socialistas, pero definían sus reclamos de modo sustancialmente
diferente.
Sin embargo, al organizarse a lo largo de estos criterios,
entraban en competencia y con frecuencia se oponían a las organizaciones de
base clasista de los trabajadores. Desde 1830 hasta 1070, la historia de las
relaciones entre estos dos tipos de movimientos antisistémicos fue de una gran
tensión, incluso hostilidad, con, cuando mucho, ocasionales interludios de
simpatía y cooperación. Más aún, durante este periodo, las múltiples
organizaciones de grupos de estatus e identidad encontraron tan difícil el
colaborar entre sí como el hacerlo con las organizaciones de trabajadores y
socialistas. Como estas organizaciones de grupos de estatus e identidad
definieran sus objetivos a largo plazo (y muchos de ellos no hablaban del
asunto), sus objetivos a mediano plazo se agrupaban lodos en torno al tema de
la extensión de los derechos de la ciudadanía a los grupos excluidos. Todos
encontraban por lo menos resistencia, y con frecuencia activa hostilidad a sus
propuestas de inclusión dentro del marco de ciudadanos plenos del estado
liberal. Se enfrentaban a dos cuestiones estratégicas fundamentales. La primera
fue decidir cuál estrategia de mediano plazo sería la más eficaz. La segunda
fue qué tipo de alianzas debía establecer cada tipo de movimiento antisistémico
con sus pares. Ninguna de estas dos cuestiones pudo ser resuelta fácil o
sencillamente. Los grupos excluidos tenían ciertas dificultades obvias e
inmediatas en su organización política. La ley, con frecuencia, limitaba de
muchos modos, su derecho a organizarse. Los miembros potenciales eran en su
mayor parte individualmente débiles en lo que respecta a su cuota de poder.
Carecían en forma colectiva (o en su mayor parte en forma individual) de un
acceso importante a fuentes de dinero. Las instituciones principales de los
diversos estados tendían a ser hostiles a sus esfuerzos. Los grupos eran por lo
tanto fácilmente oprimidos. En suma, el proceso de organización fue largo y
lento, y pasaron la mayor parte de este periodo simplemente manteniéndose a
flote como organizaciones. Un debate básico involucró decidir si era más
importante para los grupos oprimidos el modificarse a sí mismo o el modificar
las instituciones que los oprimían. Esto fue a veces expresado como la
diferencia entre una estrategia cultural y una política. Por ejemplo, para un
grupo nacionalista, ¿es más importante resucitar un agónico idioma nacional o
elegir personas de su grupo para la legislatura? Para un movimiento de
trabajadores, ¿es más importante rechazar la legitimidad de todos los estados
(anarquismo) o la transformación de los estados existentes? Las luchas internas
de los movimientos en cuestiones de estrategia eran feroces, persistentes,
profundamente divisorias y apasionadamente abrazadas por sus participantes. Por
cierto, ambos énfasis no eran de hecho mutuamente excluyentes, pero muchos
sentían que los llevaban a direcciones estratégicas muy diferentes. En el caso
de la opción cultural, si así podemos llamarla, fue que los cambios políticos
eran vistos como superficiales y cooptativos y viciaban los objetivos
subyacentes, radicales o anti-sistémicos. Existía además un argumento
sociopsicológico, que el sistema mantenía a los individuos cautivos al
organizar sus psiques, y que el desmantelar la socialización de estas psiques
era un prerrequisito indispensable para el cambio social. El argumento de la
opción política era que los proponentes de la opción cultural eran víctimas
inocentes de espejismos, puesto que asumían que los poderes a cargo les
permitirían llevar a cabo el tipo de cambios culturales profundos que
imaginaban. Quienes argumentaban a favor de la opción política siempre
enfatizaban la realidad del poder, e insistían que la transformación de las
relaciones de poder, no el cambio de las psiques de los oprimidos, era el prerrequisito
para cualquier cambio real. Lo que históricamente tuvo lugar fue que luego de
treinta a cincuenta años de debate tanto amistoso como virulento, los
proponentes de la opción política ganaron la batalla interna en lodos los
movimientos antisistémicos. La constante supresión de las actividades de los
movimientos de ambos signos por los poderes a cargo hizo que las opciones
culturales en toda su variedad aparecieran como inviables para los movimientos
antisistémicos. Más y más las personas se volcaron a la "militancia"
y más y más los militantes se dedicaron a estar "bien organizados", y
la combinación sólo podía ser llevada a cabo de manera eficiente por grupos que
hubieran elegido la opción política. A comienzos del siglo XX, uno podía decir
no sólo que la opción política había triunfado en el debate sobre la estrategia
sino que los movimientos antisistémicos habían acordado —cada variante por
separado, pero en forma paralela— en un plan de acción de dos pasos: primero,
la obtención del poder estatal; segundo, la transformación del mundo/el
estado/la sociedad. Claro que subsistía un profundo nivel de ambigüedad en esta
estrategia de dos pasos. La primera pregunta era qué significaba obtener el
poder estatal, y cómo podía llevarse a cabo. (La pregunta acerca de cómo
transformar el mundo/el estado/la sociedad era debatida con menor frecuencia,
tal vez porque era percibida como una pregunta hacia el futuro más que como una
pregunta hacia el presente.) Por ejemplo, ¿el poder estatal se conseguía
mediante la extensión del sufragio? ¿Mediante la participación en elecciones y
entonces en los gobiernos? ¿Incluía el compartir el poder o el arrebatarle el
poder a los otros? ¿Suponía cambios en las estructuras estatales o simplemente
controlar las existentes? Ninguna de estas preguntas fue respondida en su
totalidad, y la mayoría de las organizaciones sobrevivían de mejor modo
cuando permitían a partisanos de distintas y a veces
contradictorias posturas, permanecer en su seno. Incluso una vez que el plan de
acción de dos pasos fue convertido en el foco central de la acción
organizativa, los debates internos no cesaron. La pregunta entonces se
convirtió en ¿cómo puede uno apropiarse de la maquinaria estatal? El debate
clásico tuvo lugar entre la Segunda y Tercera Internacional, un debate que
había comenzado antes, dentro del marco de los partidos socialdemócratas. Era
con frecuencia, aunque erróneamente enmarcado, como el debate entre el
reformismo y la actividad revolucionaria. Cuando Eduard Bernstein urgía al partido
socialdemócrata alemán a adherirse a su "revisionismo" ¿qué era lo
que estaba argumentando? Esencialmente, el eje de su argumentación incorporaba
una serie de premisas sucesivas: La mayoría de la población era
"trabajadora", esto es, trabajadores industriales y sus familiares.
El voto universal (masculino) convertiría a todos los trabajadores en
ciudadanos plenos. Los trabajadores podrían entonces votar según sus intereses,
lo que significaba el apoyo al partido socialdemócrata. Ergo, una vez que existiera
el voto masculino universal, los trabajadores llevarían al Partido
Socialdemócrata al poder. Una vez en el poder, los socialdemócratas aprobarían
la legislación necesaria para transformar el país en una sociedad socialista.
Cada una de estas premisas sucesivas parecía lógica. Cada una de estas premisas
resultó ser falsa. La postura revolucionaria era diferente. Su formulación
clásica por Lenin, era que en muchos países los proletarios no constituían la
mayoría de la población. En muchos países no existían procesos electorales
libres, y si los había, la burguesía no respetaría los resultados si el
proletariado intentara votar su acceso al poder. La burguesía, sencillamente,
no lo permitiría. Los revolucionarios sugirieron una serie de contrapremisas: el
proletariado urbano era el único actor histórico progresivo. Incluso los
proletarios urbanos, para no hablar del resto de la población (trabajadores
rurales, por ejemplo) no estaban siempre en sintonía con sus propios intereses.
Los militantes de los partidos de trabajadores eran capaces de definir los
intereses del proletariado urbano más claramente que el proletario promedio, y
podían inducir a los trabajadores a que comprendieran sus propios intereses.
Estos militantes podían organizarse de manera clandestina)' alcanzar el poder
mediante una insurrección con la que ganarían el apoyo del proletariado urbano.
Podrían entonces imponer una "dictadura del proletariado" y
transformar el país en una sociedad socialista. Cada una de las sucesivas premisas
parecía lógica. Cada una de estas premisas resultó ser falsa. Uno de los
mayores problemas de los movimientos antisistémicos a fines del siglo Xix y la
mayor parte de siglo xx fue su incapacidad para encontrar un terreno en común.
La actitud dominante en cada variedad de movimiento antisistémicos fue que las
quejas que sus adherentes articulaban eran las fundamentales y que las quejas
de los otros movimientos era secundarias y servían como distracción. Cada
variedad insistía que sus quejas debían ser resueltas en primera instancia.
Cada una argüía que la solución exitosa de sus problemas crearía una situación
en la cual las demás quejas podrían ser resueltas subsecuente y
consecuentemente. Observamos esto en las difíciles relaciones entre los
movimientos de trabajadores y socialistas y los movimientos de mujeres. La
actitud de los sindicatos frente a los movimientos de mujeres era básicamente
que el empleo de mujeres era un mecanismo utilizado por los empleadores para
obtener mano de obra barata y que por lo tanto representaba una amenaza a los
intereses de la clase trabajadora. La mayor parte de los trabajadores urbanos
durante el siglo xix y buena parte del xx creían en un modelo social en el que
las mujeres casadas serían amas de casa que permanecerían al margen del mercado
laboral. En vez del acceso de las mujeres al mercado laboral, los sindicatos
luchaban por obtener lo que se denomina "salario familiar" es decir,
un salario suficiente para que el trabajador industrial masculino pueda
mantenerse a sí mismo, a su esposa y a sus hijos menores. Los partidos
socialistas se encontraban, en muchos casos, con más dudas sobre el papel de
las organizaciones de mujeres. Con excepción de los grupos de mujeres que se
definían como secciones de los partidos socialistas y cuyo objetivo era
organizar a las esposas e hijas de los miembros del partido con motivos educacionales, las organizaciones de
mujeres eran consideradas organizaciones burguesas, puesto que su liderazgo
provenía con frecuencia de la fila de mujeres burguesas, y sus objetivos eran
percibidos cuando mucho como intereses secundarios de la clase trabajadora. En
cuanto al voto femenino, mientras que en teoría los partidos socialistas estaban
a favor de éste, en la práctica eran profundamente escépticos. Creían que las
mujeres de clase trabajadora tenderían menos que los hombres a votar por los
partidos socialistas por la influencia sobre ellas de las organizaciones
religiosas que eran hostiles a los partidos socialistas. Las organizaciones de
mujeres les devolvieron el favor. Veían al trabajador y a los movimientos
socialistas como perpetradores de las actitudes patriarcales y de las políticas
contra las que estaban luchando. Las mujeres de clase media en las
organizaciones sufragistas con frecuencia argumentaban que eran más educadas
que los hombres de clase trabajadora, y que de acuerdo con la lógica liberal,
se seguía que se les debía otorgar primero a ellas los derechos de ciudadanas plenas,
lo que históricamente no fue el caso en la mayoría de los países. Los derechos
legales para heredar, manejar dinero, firmar contratos y en general actuar como
individuos independientes a los ojos de la ley eran, en general, de mucha más
importancia para las familias que contaban con propiedades. Y las campañas de
las mujeres contra los problemas sociales (alcoholismo, maltrato de mujeres y
niños) y por el control de sus propios cuerpos era con frecuencia dirigida de
manera más inmediata contra los hombres de clase trabajadora que contra los
hombres de clase media. La relación de los movimientos de trabajadores/sociales
con los movimientos étnicos/nacionalistas exhibieron dificultades paralelas.
Dentro de los países, los movimientos de trabajadores consideraban a los
movimientos étnicos de cualquier tipo como mecanismos a través de los cuales se
podía dividir a las clases trabajadoras. Las demandas de inclusión en el
mercado laboral de los grupos étnicos y raciales oprimidos se encontró con la
misma respuesta que las demandas de las mujeres. Eran vistas esencialmente como
algo que servía a los intereses de los empresarios, haciendo posible la
obtención de mano de obra barata. Muchos sindicatos buscaban excluir a tales
"minorías" del mercado laboral, no por completo pero sí de los
segmentos asalariados más altos del mercado laboral, que eran tradicionalmente
reservados para los trabajadores del grupo étnico dominante. El impulso por
excluir a las minorías también reforzaba la oposición a permitir la inmigración
de zonas que pudieran aumentar o fortalecer las filas de dichas minorías.
Incluso fortaleció la oposición a (o por lo menos la renuencia) los esfuerzos
por eliminar una variedad de tipos de labor compulsiva, ya que esto haría
posible que dichos trabajadores liberados compitieran en el mercado laboral
libre. Una vez más, el antagonismo era aun mayor cuando era un asunto del
movimiento de trabajadores/social y su relación con un movimiento puramente
nacionalista, buscando la secesión del estado dentro del cual el movimiento de
trabajadores se había constituido. Esto sucedía así ya fuera que el movimiento
estuviera en una región del mismo país o en un territorio colonial "de
ultramar" controlado por ese estado. Básicamente, el movimiento de trabajadores/social
argumentaba que la "independencia" nacional no proporcionaría ninguna
ventaja a las clases trabajadoras del país secedido. Podría incluso ser
contraproducente si el viejo poder "imperial" contaba con una
legislatura o una estructura de poder
menos hostil a los intereses de los trabajadores que el putativo poder
"independiente". En todo caso, los partidos socialistas tendían a
insistir que lodos los estados burgueses eran iguales y que la única cuestión
importante era sí la clase trabajadora habría de acceder al poder en uno u otro
estado. Por lo tanto, el nacionalismo era un espejismo y una distracción. Aquí
también los movimientos nacionalistas pagaron con la misma moneda. Argumentaban
que la opresión nacional era real, inmediata y abrumadora. Argumentaban que
cualquier intento por seguir la agenda de los trabajadores significaba que el
"pueblo" estaría dividido y por lo tanto debilitado en sus esfuerzos
por asegurarse sus derechos como nación. Argüían que si hubiera problemas
particulares atinentes a las clases trabajadoras, éstos podían ser resueltos de
la mejor manera dentro del marco de un estado independiente. Y de hecho, las
demandas culturales que presentaban (por ejemplo, las relaciona das con el idioma) coincidían con los
intereses directos de las clases trabajadoras del país que el movimiento
nacionalista intentaba establecer, y que eran mucho más plausibles de utilizar
el propuesto idioma nacional que el lenguaje oficial de la estructura política
contra la cual los nacionalistas se rebelaban. Por último, las relaciones de
las organizaciones de mujeres con los grupos étnicos/nacionalistas no eran
mejores. Los mismos argumentos eran usados por ambas facciones. Por un lado,
las organizaciones de mujeres sostenían que no ganaban nada con el incremento
de los derechos ciudadanos de las minorías o por el logro de la independencia
nacional. Pero también afirmaban con frecuencia que a las mujeres de clase
media educadas se les negaba el voto mientras que a las minorías virtualmente
iletradas o a los hombres inmigrantes se les daba el voto. En el caso de la
independencia nacional, argumentaban que no era más probable que les fueran a
dar los derechos tic los ciudadanos en el nuevo estado que lo que era en el
antiguo. Una vez más, volvía el antagonismo. Los movimientos
étnicos/nacionalistas veían a los movimientos de las mujeres como
representantes de los intereses del grupo opresor, el grupo étnico dominante
dentro de un país, el poder imperial en los territorios coloniales. Veían el
problema de los derechos de las mujeres como secundario y uno que podía
resolverse una vez que sus problemas fueran resueltos. No es que faltaran
personas (e incluso grupos) que intentaran sobreponerse a estos antagonismos, y
que sostuvieran la sinergia fundamental de los diversos movimientos. Estas
personas buscaban la unificación de las luchas y en situaciones particulares
consiguieron ciertos éxitos al respecto. Pero el cuadro de situación general de
1848 a por los menos 1945 era tal que los unificadores tenían escaso impacto en
la configuración global de los movimientos antisistémicos. Las tres mayores
variantes de estos movimientos eran 1] trabajadores/sociales, 2]
étnico/nacionalistas y. 3] grupos de mujeres, y permanecían esencialmente en
sus posiciones, cada uno librando la batalla por sus propias propuestas e
ignorando o incluso enfrentándose a los demás. Por el otro lado, hasta un punto
sorprendente, a pesar de su falta de coordinación (y ni hablar de cooperación)
las estrategias de los diversos tipos de movimientos resultaron ser paralelas.
La historia a largo plazo de estos movimientos es tal que a fines del siglo xx
todos habían alcanzado su objetivo primordial —la integración formal a la
ciudadanía— y ninguno había logrado su objetivo secundario de utilizar su control
del estado para transformar a la sociedad.
Es aquí donde la transferencia de David MG entra:
En verdad que es un placer tener esta conversación y
agradezco mucho el Revisionismo histórico contribuido por usted acerca del
equivalente general/patrón Oro y su evolución mercadológica constante dentro de
la lógicas anglosajonas de desarrollo económico/capitalista, fundamentadas en
el equilibrio general del mercado/David Hume 1752 e Hipótesis de competencia perfecta,
el Estado Estacionario o ley de Say. La libre circulación de capital de los
países que se unían al uso del patrón Oro con fines de organización
mercadológica interno-estructural, como diplomático-comerciales ejemplo la
Union monetaria Latina a finales del siglo XVIII, incluso después de la guerra
Franco-Prusiana 1871 etc tenían fallos como la omisión de las tasas de interés
o la omisión de flujos internacionales de capital, retención de metales o
bienes, inconvenientes solamente solucionados o sofisticados mediante la
comisión Cunliffe, después de la Primera guerra mundial... Antes de la 1ww se
presentaban estás dudas en Alemania y reflejan una profundidad racional
respecto al ordenamiento Político del Estado de derecho y su relación a las
lógicas capitalistas, así como cuestionamientos sobre ¿Que relación subsiste
entre una organización transempresarial o multinacional del Capitalismo real y
las actuales (1910-1915) estructuras políticas e institucionales? El economista
Austro-Americano Joseph A. Schumpeter daba constancia de la tendencia de la
universalización del Valor de cambio de las teorías Anglosajonas y cómo los
Alemanes se oponían a un esquema en donde la oferta y la demanda espacializara
una organizacion del mundo, sin permitir la superación de las contradicciones
del viejo Estado, limitando su función al servicio de los económicamente
poderosos, intereses clasistas, particulares. La era del Maquinismo inspiraba
en ellos la idea de racionalizar e instrumentalizar Una organización, Nacional-Maquina
la Nueva Verfassung. Distinta del liberalismo burges y Manchesteriano visto
como una organización de oposición liberal, transempresarial, multinacional,
monopolista frente a los Nacionalismos económicos , con tendencia a la
explotación de la naturaleza y los recursos Humanos hasta la total dominación
de la tierra. Proceso transitorio de que denominan Zivilization. Para ellos la
Zivilization capitalistica occidental y su periferializacion era una transición
historica Hacia la Kultur. Pero la Kultur tenía cimiento y era la síntesis
misma de la asociación del trabajo Aleman y la financiación de un futuro
próximo, Destino Kultur. En la era del maquinismo la Racionalidad
instrumentalizada a nivel del Estado Nación, requiere de un pueblo
Artísticamente educado, para poder darle funciones mas allá de las toleradas
por el liberalismo contemporáneo como el de Hobbes. El pueblo educado es un
producto de las relaciones Sociales propias del liberalismo económico
capitalista. No una mercancía en el sentido clasico. La acumulación de
conocimientos científicos/artisticos se convierte en un activo financiero
Político, por su simbiosis trabajo, Arte para una MaschinenVolk. Schumpeter
observaba en los mánagers alemanes una posicion más Racional;Naumann, Werner
Sombart, Max Weber, Walter Ratenauu, ellos presentaban opciones que trataban de
superar las formas y conceptos de las relaciones Sociales de producción
capitalista tradicionales propias del liberalismo. Walter Ratenauu (Judío
Pro-aleman asesinado por dudas antinacionales...Su gestión para minimizar las
consecuencias del bloqueo a Alemania es evidente 1ww) presentó la idea de una
organización comunitaria (con tendencia a la izquierda por el parlamentarismo
sindical obrero socialista y a la derecha por la socialización de capitales
privados en un Estado Monopolico).
Enter
David
Aún no termino. Permite seguir antes de comentar.
file:///C:/Users/PC/Downloads/Dialnet-WeimarYLaMecanizacionDelMundo-4022112.pdf
Weimar y la mecanización del mundo.
Cristian Entonces digo que es una contracción la asociación
de las lógicas capitalistas modernas, a la posición de los movimientos
Fascistas, Eurocentricos, Cristianocentricos dadas las bases Históricas
mencionadas. La asociación del pensamiento de Walter Ratenauu es asociable a la
línea de pensamiento de Aimé Cesaire, Óliver Cox, Immanuel Wallerstein, Bernard
Rusell respecto al capital histórico y el Sistema Mundo Imperial/moderno/Colonial/cristianocéntrico/Eurocentrico.
Como constitucionalidad de la civilización occidental.
Enter
David
Ok. Pensando en que los miembros del grupo no pudieran ver
el artículo, subí las fotos.
Enter
Editado
Continuaré explicando la asociación del pensamiento de
Walter Ratenauu con el de Aimé Cesaire, Óliver Cox, Immanuel Wallerstein,
Bernard Rusell respecto al Sistema mundo en representación del Capitalismo
histórico y sus características Imperiales/moderno coloniales y la similitud
con los conceptos de Zivilization capitalistica, Kultur. sin embargo debo
recalcar, que existe un error de asociación del concepto Fascismo/Socialismo, a
las lógicas capitalistas pertenecientes a la categoría Sistema mundo.
Adelante
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Enviaste
Cristian Entonces digo que es una ¿contracción? la
asociación de las lógicas capitalistas modernas, a la posición de los
movimientos Fascistas. A que te refieres con contracción
Fijate que Walter Ratenauu propuso un Socialismo de
capitales Nacionalistas en contra de la periferializacion de la Zivilization
capitalistica occidental
Rathenau tiene una visión del Sistema mundo de los
intelectuales contemporáneos
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David
Pero es precursora del Fascismo
El capital se periferializa entrando en conflicto con la
unidad de análisis Estado Nación. Es una periferializacion monopolica sobre la
soberanía de los Nacionalismos económicos. Básicamente un conflicto
Si eso recién lo voy comprendiendo aunuqe fue asesinado por
fascistas por querer pagar a francia
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Enviaste
Sorry pero que es ¿periferializa?
La expansión de una burbuja de desarrollo unipolar
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Enviaste
ya
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David
Entra en conflicto con las soberanías económicas con
tendencia de izquierda
comprendo
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Enviaste
pero lo de contracción a que te refieres
Los vencedores de la 1 y 2 guerra mundial, defienden el
Capitalismo y su proceso civilizatorio (excepción de Socialismo de izquierda).
El Neoliberalismo, la Social democracia etcétera
Enter
David
El fascismo se opuso
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David
Y la base material es amplia para poder afirmarlo
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David
La modernidad de la civilización Capitalista occidental
llamada por los pensadores de la izquierda moderna Sistemas Mundo, es portadora
de los e
Ya y cuando haces el hilo a https://es.wikipedia.org/wiki/Aim%C3%A9_C%C3%A9saire a https://es.wikipedia.org/wiki/Oliver_Cox y a https://es.wikipedia.org/wiki/Immanuel_Wallerstein con https://es.wikipedia.org/wiki/Walther_Rathenau
Es porque los encuentras en la misma línea fascista?
Enviaste
Trato de encontrar los hilos de Rhatheau con Wallerstein y
no los encuentro pero espero tu respuesta muchas gracias
Enviaste
Permíteme ir de haciendo la comparación de a poco.
Enter
David
Ya yo lo permito pero surgen muchas preguntas David me anda
este texto que da cuenta de que el fascismo nació en la república de Weimar:
Weimar y la mecanización del mundo.
Palabras clave: política / mecanización / racionalización /
reconstrucción / subjetividad / proyecto Kultur und Kapitalismus Observamos en
Alemania, antes de la primera Gran Guerra (1914-1918) opciones que tratan de
superar las formas y concepciones de las relaciones sociales de producción
capitalista tradicionales, propias del liberalismo. Walter Rathenau, quien será
ministro para la Reconstrucción y luego de Exteriores, dueño de AEG y
doscientas empresas más, ofrece la idea de una organización comunitaria que
supere y suprima las contradicciones y disfunciones de lo económicoindustrial y
la organización del trabajo en su interior, así como lo que él llama ya,
lúcidamente, la «anarquía del mercado». Y lo hace a contracorriente de las
propuestas anglosajonas de la teoría pre-clásica y marginalista en donde el
equilibrio del mercado o «hipótesis de competencia perfecta» fundamenta la
teoría económica del «equilibrio general» o «estado estacionario» (Ley de Say).
Un esquema en donde el tiempo queda excluido en favor de una armoniosa y regulada
espacialización del mundo, es decir: de la oferta y la demanda. Escritor de un
«Breviarium Mysticum» en la Alemania de fin de siglo, presidirá AEG y escribirá
Kritik der Zeit y Zur Mechanik des Geistes, lo que contribuye a explicar el
cambio de atmósfera del mundo alemán en este período e ilustra la esterilidad
de la propuesta de Schopenhauer, último convencido de la posibilidad de aquel
equilibrio sin tiempo, fagocitado por la irrupción de las grandes
transformaciones y la irrupción de nuevas fuerzas que toman forma oligopólica
en el mercado. Sin embargo, en Alemania, la reflexión económica no se detiene
en las cuestiones mercadológicas, precisamente por que no se posee ya ninguna
fe en ellas. Y veremos que no sin razón. La reflexión alcanza a la naturaleza y
funciones que debe alcanzar el Estado. Discípulo de Schmoeller y en general de
toda la escuela histórica alemana, Rathenau desarrolla una concepción
intervencionista del Estado en la vida económica. Y conviene recordar que hasta
ese momento el Estado se limita, a grandes rasgos al menos, a preservar la Ley
y el Orden en la sociedad civil. Pero, en el extremo, las propuestas de
Rathenau y toda una corriente sin la que no tendría la menor relevancia,
apuntan a la autonomía de lo político, mediante una revalorización del papel
del Estado. Y eso, tanto liberal como marxianamente es contra natura. Y sin
embargo, cabe interrogarse: ¿qué relación subsiste entre una organización
transempresarial o multinacional del capitalismo real y las actuales (1910-1915)
estructuras políticas e institucionales? Lógicamente, las transformaciones
productivas imponen, cuestión de magnitud y complejidad, transformaciones del
aparato institucional y político, es decir, organizativo.
Y el proyecto de Rathenau no consiste en reducir el Estado a
fantasma especular de los económicamente poderosos: hay que consolidar el
Estado, adecuarlo como entidad prepotente y autónoma por encima de los
intereses clasistas de los particulares. No puede ser de otro modo, surge la
contradicción: el viejo Estado, que refleja las relaciones entre lo
económico-productivo y lo político, no puede efectuar su propia superación. Y
por otra parte, tampoco el poder económico-oligopólico y multinacional, puede
dar expresión a este nuevo Estado, puesto que aparecería deslegitimada y su
prepotencia, mero abuso de poder. Surge la necesidad de redefinir las
relaciones entre lo económico y lo político, su reciprocidad funcional:¿cómo
conseguir que el poder, conjugue, funcionalice y socialice la pluralidad de la
producción? No en vano la sociología del período recurre al tema de la élite y
el carisma (Max Weber: Economía y sociedad), concepto ligado a la teología
cristiana, que asume en Weber el valor de un ideal-tipo susceptible de
determinar la conducta de todo actor social que se ve investido de una misión
extraordinaria de cualquier naturaleza. El carisma define un tipo de
legitimidad, lateral al racional, legal o tradicional, que Weber opone al
democrático, pero en vistas al logro de esta democracia, un programa muy en la
línea del pensamiento negativo también, cuyas consecuencias
histórico-sintéticas, una vez más, se traducirán en reacción pura, que
realmente llevará a cabo y encarnará este carisma. Este carisma —volvamos a
Rathenau y Weber— debe ser capaz de llenar el vacío de legitimidad del nuevo
Estado y capaz de dar «impulsos eléctricos», hacer circular la masa de poderes
de hombres y mercancías, fuerza de trabajo, en fin, lo que ellos denominan
«post-manchesteriana», haciendo alusión a la primacía de la revolución
industrial británica, que consideran periclitada. Esa élite carismática, debe
ser portadora de la KULTUR alemana, formada y educada para dirigir la
extraordinaria fuerza del principio de organización organicista de lo alemán,
que la forma oligopólica de Estado parece exaltar. Hay que aprovechar y aun
hacer valer el evidente retraso industrial y económico respecto de Inglaterra:
«Majestad, he aquí aquellas cosas que los ingleses pueden imitar de nuestras industrias
alemanas. En las fábricas inglesas las instalaciones se amontonan unas encima
de otras. En las nuestras, todo es pensado y proyectado unitariamente (...) Esa
es nuestra organización. Tenemos como modelo el Estado prusiano y buscamos
reproducirlo en menor escala». F. Naumann El importante economista
austroamericano Schumpeter ha dado cuenta de la actitud «racionalizada», menos
personalista de los managers alemanes respecto de los amos británicos.1 La
organización monopolista requiere la monopolización sindical y aún más,
requiere la parlamentarización de la clase obrera. Por otra parte, la
organización monopolística exige una proyección política, más allá de la
territorialidad estatal, noción que nutre la idea de una «Europa de las
naciones», de Hitler a De Gaulle y de éste a la OTAN. Sin democratización, sin
auténtico parlamento, no se darán las condiciones para la ejecución de una
política transnacional correcta a todos los niveles. Por y para ello, hay que
«responsabilizar», mejor co-rresponsabilizar a la clase obrera y su Movimiento
Obrero, que de otro modo se opondría. El gran capital multinacional debe
apoyar, luchar si cabe por el parlamentarismo, junto al movimiento obrero.
Comprender él mismo y hacer comprender a aquél sus afinidades de intereses. No
sólo económicas, sino también políticas, dado su carácter populista-productivo.
Tenemos pues: un estado autónomo de cualquier interés inmediato de la burguesía
civil y una clase obrera que debe «corresponsabilizarse» en el proceso histórico, comprendido y asumido como una
fase inevitable de la Zivilisation capitalística. Se tendrá pues un liberalismo
«manchesteriano y salvaje» y su oposición de clase obrera, unidos en una teoría
del Estado que no será ya mero reflejo de las clases dominantes, ni será
instituto de mediación entre clases: este Estado se expresará conjuntamente –en
una nueva síntesis–, como interventor político-estratégico en lo económico,
pero también y sobre todo, apelando al carisma, encarnado por la síntesis
cultural alemana: la Kultur. Su élite dirigente será técnico-burocrática y guía
espiritual en uno, simultáneamente. Correrá a cargo de la Kultur populista y
productiva de lo alemán cimentar este agregado. Y deberá ser así porque hay que
asumir de una vez por todas, dado el retraso de Alemania, que el desarrollo
capitalista multinacional no es reductible a mera forma económica: es
inevitable Zivilisation material. Luego Kultur no es una abstracción vacía, es
el destino actual de la Zivilisation, que debe pasar aquí y ahora, por esta
síntesis. Kultur es visión peculiar del mundo de este Heimat, de esta comunidad
alemana cuyo sentido de la organicidad sigue vivo, dada precisamente la
«miseria alemana» de un mundo campesino y vinculado señorialmente a las
pequeñas entidades comunales del municipio, principado, etc., dado que jamás se
produjo una revolución racionalizadora y burguesa que diera forma a un
Estado-Nación hasta fines del siglo XIX, y de la mano de Prusia. Se trata de
superar, en Rathenau, la contradicción entre esta peculiar Kultur alemana y la
Zivilisation, entendida esta última como producto de las luces francesas y su
Revolución, de salvar la carencia de una tradición racional y republicana en la
que se organizó el capitalismo europeo occidental, mediante un llamado a: 1°)
la innovación tecnológica de los procesos productivos; 2º) la innovación
organizativa de lo laboral. Las funciones del Estado irán mucho más allá que
las que el liberalismo tolera. De hecho, el estado contemporáneo, como el de
Hobbes en la Inglaterra del siglo XVII o la Francia de Luís XIV, no puede ser
sino «socialista». Y lo será: socialismo de capitales. Para ello, sólo hay que
«desencantar» el discurso socialistaobrero y hacerle comprender que, partiendo
de firmes bases, es todavía sectario, un mero y particular punto de vista
dentro de esa realidad histórica e irreversible que exige el Sozialismus
universal. Luego el problema es para todos e interclasista: habrá que
desprenderse de la particularidad propia, en favor de lo gregario de la Kultur;
en favor de remontar esa dificultad histórica de las rivalidades clasistas
basadas en el interés económico. Y todo, en favor de la PATRIA ALEMANA. Hay que
sintetizar la mecanización y el alma alemana. Mechanisierung und Seele Rathenau
se muestra lúcido hasta la profecía en su análisis: entiende que hay una
cuestión pendiente en la Zivilisation capitalística que emprendieran las luces,
es decir, la explotación de la naturaleza y los recursos humanos hasta la total
dominación de la Tierra; Rathenau vislumbra que el capitalismo tiene algo de
«providencial», una nostalgia o si se prefiere, una tendencia irrefrenable de
sus fuerzas esenciales hacia el logro de una síntesis en forma de
EstadoOrganismo, y expresable en el lenguaje de la Patria. Inútil clarificar
que no hay más fuerza irrefrenable que la tendencia a la universalización del
valor de cambio y que, efectivamente, el desideratum último de la lógica
capitalista, también es la abolición de las contradicciones clasistas,
resolviéndolas en una organicidad jerárquica y política, consumada hoy con el
socialismo existente y la socialdemocracia occidental, tendente al capitalismo
de Estado. Por lo demás, peculiaridades al margen, conocemos bien qué sea
democracia orgánica en este país, pero no solamente él. El film de Losey, King
and Country, especialmente la secuencia final del fusilamiento, deja poco lugar
a dudas sobre el carácter no tan específicamente alemán de esa etapa histórica.
De cualquier forma, Rathenau –de origen judío por cierto– advierte que el
Kapital atraviesa una era mecánica, cuyo sentido es el de quebrar los viejos
círculos sociales, las viejas jerarquías culturales, de la vieja ciudad y el
campo. El maquinismo es el medio técnico apropiado para imponer finalidades y
políticas nuevas, lo que conlleva ausencia de alma –Seele–, pero ésta es sólo
una fase necesaria y transitoria, que abatirá las viejas comunidades,
desacralizará las auras y laicizará el mundo hacía la PATRIA-ESTADO. La «fiebre
revolucionario-tecnológica», la innovación general, la gran transformación de
Alemania, exige nueva Kultur, nueva Seele, para imponer orden, forma. Y
obsérvese: la exigencia es tan formal como funcional. El desarrollo capitalista
exige, aquí, no sólo espíritu calculador (Geist), sino alma (Seele), aquélla
que encarna la autoridad de la nueva Kultur del nuevo Estado. La mechanisierung
es sólo un destino que cumplir, dilatar la vida económica y política, hacer
crecer las necesidades de esta sociedad campesina y retrasada, así como los
medios para satisfacerlas. Es desarrollo de la inteligencia y de la vida
nerviosa de la metrópoli –nervenleben. Porque toda lucha hay que
funcionalizarla en favor de la gran mecanización, Mecanización-Patria-Estado.
Meca-nización y racionalización que impone esta fase histórica mediante la
nueva Verfassung –organización–, fundada sobre una visión planetaria de la
nueva política industrial, comercial, exterior, distinta del tradicional
liberalísmo burgués y «manchesteriano». Werkbund El Programa cultural-político
del Werkbund, por parte de Naumann, no es una simple propuesta entre otras
–como entendió Loos–, sino la pretensión de expresar el objetivo
cultural-artístico de este mundo mecanizado-racionalizado, donde el beneficio
inmediato puede sacrificarse a miras políticas de mayor alcance y dentro de una
mayor racionalidad que la propuesta por Loos, en la medida que se desprende del
mecanismo de mercado, pura antigualla, respecto del Plan del Estado que
articulará toda la vida productiva y reproductiva del Estado-Nación en el más
inmenso programa jamás conocido. Y este programa consiste en que esta vida,
debe ser transformada en el sentido de la más alta solidaridad organicista, un
pleno espíritu de Staatleben –vida política–, que posee en Alemania inmensas
potencialidades morales y estéticas que hay que educar, valorizar en el Volk
que es pueblo, nación, trabajo. Los protagonistas del Werkbund no pretenden una
corriente artístico-cultural y concurrente, sino una expresión completa de esta
transición histórica de la Zivilisation capitalística occidental a Kultur. Es
un destino. Y Naumann analiza la situación del artista: en primer lugar depende
de lo impersonal del mercado como cualquier vulgar fabricante, mientras que
antes de la edad de la mecanización británica dependía de una subvención, mecenazgo,
poder; sus obras se dirigían a públicos fácilmente localizables, focalizados, y
tenían sólidas tradiciones y raíces, ajenas a toda forma de nervenleben; pero
en segundo lugar y en la era de la plena mecanización del mundo, de qué se
trata: ¿sólo se da una mutación social y exterior a la obra? ¿O la mutación
concierne a la propia obra? Responder significa interrogarse sobre la política
comercial y social, cosa que Adolf Loos, desde perspectivas mercadológicas y en
absoluto políticas, ni vislumbra porque: a) la prosperidad de Alemania depende
del continuo desarrollo de sus mercados; b) no se trata sólo de un objetivo
cuantitativo, sino también cualitativo, y más aún, germano (un argumento que a
Loos hubiera tumbado no se sabe si de desesperación o risa); c) la
consideración del «producto» del trabajo no basta en la medida que se
consideran políticas económicas de vasto alcance. «El futuro de nuestra
industria –dirá Naumann– depende del Arte, que da Valor a nuestros productos».
Ni una concesión a Loos, este «cosmopolita frívolo» vienés o peor aún, acaso
afrancesado. Ninguna concesión lingüística: siempre producto, jamás mercancía
en el vocabulario del Werkbund. A la postre, la más «racional» teoría económica
de la época rechaza también el concepto clásico de mercancía de Adam Smith,
Ricardo, Malthus, Marx y Engels, étc, Ya no hay mercancía: si el consumidor es
el agente dinámico de todo el sistema de ecuaciones, el producto final es un
bien. Y el Arte es determinante en el proceso de valorización de este bien.
Pero el arte no es mera conjugación con la máquina, sino que forma síntesis con
ella. Naumann habla del «estilo nacional-popular» cuyo ideal es un maridaje
máquina-pueblo, artísticamente educado. Maschinenvolk. Máquina-Arte son símbolo
de esta Kultur, sólo inevitablemente capitalista. Pero son también posibilidad
de producir una alma al capitalismo, Seele de esta Produktion, trabajo
altamente cualificado. La intervención artística no añade nostalgia del pasado
ni autonomía disciplinar estética al producto de la máquina –contra lo que
argumenta Loos. La intervención artística y maquínica se resuelve en una
original dación de forma al modo de producción contemporáneo que,
correspondiéndose con el nuevo lenguaje de los economistas, llama bien a la vieja
mercancía. Pasado el primer paleomaquinísmo –el inglés– la metrópoli se
transforma en «grandioso paisaje artístico puro»: avenidas, fábricas,
instalaciones. La Torre Eiffel es la nueva Acrópolis. Y no se trata de hacer
descender el arte para ennoblecer el producto de la industria, sino que el
producto-bien exprese tensión hacia la forma, hacia la Gestalt que se libera
por, y del proceso mecánico. Por ello el Arte no puede ni debe obstaculizar la
funcionalidad mecánica, sólo debe conferirle una línea (styling) al producto.
Si los puentes, naves, estaciones, fábricas, producen formas y estilos a partir
de su constituirse nueva necesidad, y a partir de los nuevos materiales y
procedimientos, entonces todo ello encarna, es la nueva relación que ha cobrado
forma entre la esfera de la producción y la esfera de la circulación. Y esta
relación es la Seele, la nueva espiritualidad alemana. Werner Sombart, junto a
Weber, sociólogo de máximo prestigio de la escuela histórica alemana, rechaza
también, por su parte, el concepto de autonomía de lo estético. Analiza
históricamente la relación entre arte y economía, y deduce: 1º) que siempre se
dio una concordancia entre la artesanía y la economía. 2º) que se ha producido
una desposesión ultrajante del artesano al privilegiar al intelectual-liberal y
artista de la tradición burguesa. 3º) que comienza un tiempo irreversible de
miseria y precariedad para el artista que depende de las leyes del mercado, tan
implacables como impersonales. «El liberalismo –prosigue– crea el ‘artista
puro’, pero con él el testimonio exacto de la miseria de su situación
económico-social y del propio liberalismo». Habrá que convenir en que ésta es
todavía una visión admitida, y no sólo alemana. Da pie a la teoría del
antagonismo entre el arte y el capital. Y muchas formulaciones teóricas
modernas son ininteligibles sin Werner Sombart, entre ellas las de la Escuela
de Frankfurt.
Sombart, como Naumann y Rathenau participan del criterio de
que los artistas son auténtica figura de «San Jorge» que lucha por liberar a la
princesa Arte de los mil dragones purulentos del beneficio y la lógica
capitalista. Porque, ¿qué puede el artista contra el capital, atento sólo al
lucro; contra una demanda masificada; contra una técnica cuyo solo fin es la
utilidad, y que no ha sabido crear una estética propia? Y a todo ello tienen
respuestas claras: no es posible oponerse radicalmente a la técnica. En sí y
potencialmente, contiene una estética propia. Hay que cultivarla. El artista
debe descubrir sus valores: su sinceridad racional. Si la producción puede
multiplicar materiales y posibilidades, así como una organización del trabajo
muy especializada, entonces el artista sólo debe desvelar, revelar la belleza
que le es implícita. En cuanto triunfe en tal empresa, podrá decirse que ha
dominado y educado los materiales y procedimientos de la producción, el nuevo
trabajo y al propio público. Podrá, justo por él, realizarse la esperanza del
nuevo Estado, Estado del Kapital: «Sozialismus», Y podrá erigirse en símbolo de
una nueva Kultur capitalista, en donde el nuevo trabajo productivo es tanto más
comercial y «penetrador de mercados» cuanto más artistizado. El empresario
alemán, lo sabemos, ya rechaza la figura del empresario «manchesteriano»: el
amo. Mitifica y mistifica su función social. En la novela El hombre sin
atributos, de Musil, el personaje de Arnhein representa a Rathenau, un
nostálgico de aquellas intuiciones heroicas del viejo empresario, aquellas
decisiones improvisadas, elecciones entre mil y rápidas. Pero no es nostalgia
de aquella fuerza primitiva a la que ahora sucede el cálculo, el programa, el
«timing», la racionalidad estricta, los esquemas funcionales... Es nostalgia
porque la gestión de los negocios ahora es a escala universal e impone la
primacía de lo político: la organización. La gestión empresarial se hace ahora
un problema de nuevas dimensiones y naturaleza. Hay que abordar la contratación
colectiva de decenas de miles de obreros, mantener una relación política con
las organizaciones de masas, una relación diplomática respecto al propio
Estado, y de éste respecto a los demás estados. Por tanto, la organización
monopólica que asume las fuerzas de la mecanización y racionalización, impone
el problema de lo político y del Estado. El gerente de AEG no podrá ser ya sino
un político. Behrens construye para AEG. Su obra no debe ser mero testimonio de
este espíritu, sino resultado de su constructividad. La importancia de Behrens
deriva de que no ornamenta la presencia de la ingeniería, sino en hacer
aparecer a plenitud el cálculo y la finalidad. En las nuevas estructuras, en el
uso de los materiales, en la distribución de los espacios internos, todo es
ordenado y controlable. Se da una estrecha homologación entre la Gestalt
arquitectónica y la funcionalidad de la organización del trabajo: la primera
está expresamente concebida para el segundo. El aire y la luz se internan
saludablemente en la fábrica, en donde se destaca en y por ellos, cada ángulo,
cada rincón, cada opacidad. Y dice Behrens: «el motor debe ser más bello que un
regalo de cumpleaños». La fábrica será lugar sacro del trabajo, que es
producción de valor de esta Kultur/Zivilisation. Al interior, esta sacralidad
aparece como claridad y funcionalidad, higiénica y eficiente; al exterior debe
suscitar emoción, representar el corazón y la inteligencia de la Empresa
alemana. La fachada de la Kleinmotorfabrik de Behrens, es símbolo de perfecta
racionalidad y valor del trabajo. El Stil evoca historicísticamente un templo
griego. La fachada queda hendida, entre monumentales pilastras que ciñen un
espacio que se quiere separado, distante, del contexto urbano: la actividad que
aparece tras esos muros debe parecer excepcional, a la vez racional y
cualitativo, moderno pero ajeno a la mercadería. Y como en todo monumento, la
fábrica es enfatizada respecto de la ciudad. Y si mantiene una relación con
ella, es de dominio.
Aquí emerge la Seele, el símbolo potente de la
espiritualidad mecánica, alejada del vulgar materialismo angloamericano. Aquí,
capital y trabajo, expresan la nueva ética dominante en la metrópoli, en donde
la fábrica es su Iglesia. La mechaniserung es la dinámica de este edificio.
Pero también es alianza del capital y el trabajo. Su Patria común. Que ésta es
una auténtica revolución conservadora, no cabe duda, sin embargo hay que
refinar criterios: sí capital y trabajo pueden aparecer aliados aunque
precariamente en Alemania, ello tiene su base real: la unificación alemana, la
construcción del estado alemán no tuvo lugar mediante una revolución burguesa,
como en Europaa occidental y los EE.UU., sino mediante una simple unificación
aduanera de los principados centroeuropeos, protagonizada por los «junker»,
terratenientes ajenos a toda actividad industrial capitalista. Frente a esa
forma arcaica de propiedad aristocrática, capital y trabajo tienen
efectivamernte elementos antagónicos comunes. Con la Gran Guerra de 1914 toda
esa elaboración parece hundirse. La Kultur de Rathenau se tambalea ante el
empuje de los liberales y el belicismo socialdemócrata. Empujado a la guerra,
pese a sus criterios pacifistas, ejerce como ministro de exteriores y se
encarga de la logística de los ejércitos. Se perfilarán en Alemania dos ideas
axiales que, pese a sus bases comunes –que consisten en superar el viejo
individualismo burgués, aprovechando el sentido de la organización germana y,
de la mano de una Prusia supranacional, construir un estado industrial que
supere la noción romántica del Imperio de los Habsburgo– se bifurcan
peligrosamente. Una opción es la construcción de la Mitteleuropa, basada en una
gran democracia transnacional, y de la mano del parlamentarismo, admitir la
fatalidad histórica de la era de la gran máquina y la mecanización del mundo:
el «Sozialismus»; la otra es la de invadir y anexionarse los territorios de
habla alemana centroeuropeos: la «Deutschland über alles» del
Nationale-Sozialismus hitleriano. Como ocurrirá con John Maynard Keynes en la
Segunda Guerra Mundial, para Walter Rathenau la Primera Guerra es ocasión
emergente para experimentar la bondad teórica. Su gestión permitirá resistir el
bloqueo de Alemania. Quedará demostrado prácticamente que la anterior hegemonía
de lo económico-productivo o esfera de la producción, pasa a la circulación
política. La producción es sometida a un programa cuya dirección ostenta la
Administración del Estado y en donde la multitud de empresas privadas pasan a
depender, como unidades productivas, de los programas del Plan del Estado. Tras
de la guerra y con el reconocimiento de su eficacia, Rathenau es nombrado ministro
de la Reconstrucción: el control estatal y la planificación de la economía son,
en adelante, indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas.
Puesto que la competencia ahora es internacional, se precisa la colaboración de
los sindicatos en el proyecto de un capital social y estatalizado. La inmensa
tarea de socializar las fuerzas productivas precisa el protagonismo del
Estado-Empresario —que Keynes teorizará mucho después—, auténtico centro de las
elecciones político-económicas. La decisión empresarial privada estaba ahora
subordinada a las decisiones políticas del capital como conjunto, socializado,
como gran Estado-Capital-Empresa-Nación. Acaso es demasiado pronto. La
República de Weimar sufre los embates revolucionarios de una clase obrera radicalizada,
y la inflación galopante; y el proyecto no tiene tampoco el consenso de los
sectores más arcaicos del capital. Es la Alemania del film Cabaret, de Berlin
Alexanderplatz, de Fassbinder. Es decir, la eficacia práctica de este
capitalismo organizado como socialismo, se define progresivamente en términos
de «corporativismo autoritario». Las contraposiciones políticas corroen la
noción de Rathenau. Falta la decisión y la autoridad, acaso el personaje
envestido de carisma, según Max Weber, que faculte el tránsito y posibilite esa
organización. Nadie pone en cuestión la especificidad de la Kultur, pero no se
consensúa el dominio de esos procesos. Sí, en efecto, cabe declinar la elección
de decisiones económicas en la figura del Estado-Empresario, al margen ahora de
todo juicio de valor político, queda todavía por responder qué grupo de
presión, de intereses, de doctrinas, de clase, operará en su interior. ¿Una
élite? El viejo liberalismo y el marxismo-leninismo, opciones de clase, son
implacables frente a esa pregunta e incrédulos respecto de toda «élite» sin
raíces en amplios sectores sociales. El proyecto es impolítico. Cuando Rathenau
caiga abatido a tiros por elementos ultranacionalistas, quedará manifiesto.
Este judío comprometido con la Kultur alemana aparece todavía excesivamente
cosmopolita. Su síntesis será utilizada y su proyecto reciclado. El «nazismo»,
emergente desde la profundidad de una Alemania de clases medias y constituida
de pequeñas comunidades urbanas dispersas por el mundo rural arraigado al
Heimat, implantará el nuevo orden, esta vez con el visto bueno del gran
capital. Por fin el Nuevo Estado tendrá contenido social. Y su carácter
progresivamente político vendrá dado por el recurso al mecanismo weberiano de
legitimación carismática, imprescindible para un mayor apoyo popular urbano y
metropolitano, obrero inclusive: Hitler. Conclusa definitivamente la era de la
burguesía, sólo cabe el socialismo: nacional, parlamentario, democrático, en
libertad o totalitario, pero «Sozialismus»: de la Unión Soviética al New Deal
norteamericano. En todo caso: 1871-1917, la vieja subjetividad y el viejo
significante formal se clausuran. Una autoabolición trágica, pero con ella
tentativa de perseverar en el ser como equilibrio del no hacer, nirvana. Y
observamos, en la enunciatividad, Schopenhauer –como figura mayor, no única–;
en la visibilidad, Courbet, Turner, últimos significantes de lo cualitativo
singular que se hacen mancha abstracta, hueco indiferente, materialidad
polimórfica y sin sentido como la propia naturaleza. Le seguirá una revuelta
contra sí que es escisión drástica, abandono de lastres cualitativos que no
caben en la producción ni en la metrópolis. Una subjetividad que mutilándose
trata de recomponerse con las nuevas fuerzas de la exterioridad para dominarlas
(Macht) y plegarlas: constituyendo, así su nueva interioridad. Una nueva
relación, esta vez bajo la primacía cézanniana y sin cualidades de una razón
transparente; de una conciencia que formaliza la realidad y más puntualmente: la
genera. En la enunciatividad, Nietzsche, el primer Wittgenstein del Tractatus;
en la visibilidad, Cézanne, puntillismo, arquitectura de ingenieros, Adolf
Loos. Obsérvese que cuando Nietzsche señala que el hombre debe ser superado,
apunta a una composición distinta de las fuerzas del adentro y la subjetividad
con las del Afuera (Vida, Trabajo, Lenguaje). Obsérvese que cuando Loos
introduce diferenciaciones en el habitar y la casa, se refiere a espacios o
esfera de vida todavía cualitativas que deben ser, por distintas, respetadas,
exactamente como cuando Nietzsche apela a un arte del mediodía, tiempo
cualitativo contra el del trabajo y el crepúsculo, horas adormecidas y cansinas
que dedicamos residualmente al arte que debiera informar y vivificar nuestras vidas.
En el hueco de lo místico del primer Wittgenstein, localizamos la última y más
radical preservación de su singularidad, indecible, por ello no controlable ni
manoseable ni permutable. En Loos, Nietzsche, Wittgenstein, grandes propuestas
de la racionalización-logicización-sistematización del mundo, la tragedia por
preservar el ego burgués pervive oculta e inexpresable. Por ello trágicamente
escindidos todavía, en la subjetividad y en el significante formal. Y
finalmente, observamos en la discusión LoosWerkbund, la historia de un no
encuentro, pero bajo una misma dirección final. Loos es consecuente con un
mundo que se inicia desde un mecanismo al que, buen burgués, está íntimamente
allegado, pero periclita: el mercado. El Werkbund teoriza formalmente proyectos
arcaicos desde una posición histórica tanto o más consecuente que Loos: la
planificación económica del Estado, que autoritariamente o menos, supone un
planteamiento más riguroso y moderno de la misma
racionalizaciónlogicización-sistematización del mundo. Ya sin ningún pudor.
Otra muestra de evolución no filiativa, no arborescente, sino, como en los
actuales esquemas de la evolución, movimiento retrógrado y lateral. Captura de
códigos, salto, contagio. Composición de reinos y escalas distintos. Un devenir
orquídea de la avispa y devenir avispa de la orquídea. Sin descendencia alguna,
sin pérdida de identidad, pero composición-articulaciónmaquinación productivas,
porque aumentan la potencia del ser, siempre abierto a mayores composiciones,
pero siempre expuesto al envenenamiento de cualquier descomposición. Ningún
maniquí fascista; ningún «Wille zur Macht». Ninguna voluntad de poder. Simple
composición de fuerzas, si se encuentran, en donde se expresará, sin más, la
propia potencia. Aquella que sin conocer su razón de ser, ingenuamente,
llamamos finalidad, proyecto. Narcís Irízar 1943-2006 Historiador, filósofo y
economista. Profesor titular de Historia del Arte y de la Arquitectura II y
III. ETSAB, UPC.
Para mí todo esto es nuevo, pero me queda en claro que
Hitler no aparece de la nada sino que hay todo un proceso súper estructural que
lo anticipa y entonces ¿Hay todo un proceso súper estructural que anticipa a Trump?
La crisis de 1968
Fue la combinación de un descontento de larga data sobre el
funcionamiento del sistema-mundo y la desilusión respecto a la capacidad de los
movimientos antisistémicos de transformar al inundo que llevó a la revolución
mundial de 1968. Las explosiones de 1968 contenían dos temas repetidos
virtualmente en todas partes, independientemente del contexto local. Uno era el
rechazo al poder hegemónico de los Estados Unidos, simultáneamente con una
queja hacia la Unión Soviética, el presunto antagonista de los Estados Unidos,
la cual parecía en connivencia con el orden mundial que los Estados Unidos
habían establecido. Y el segundo era que los movimientos antisistémicos
tradicionales no había cumplido sus promesas una vez que llegaron al poder. La
combinación de estas dos quejas, largamente repetidas, constituyó un terremoto
cultural. La multitud de levantamientos parecía un fénix y no consiguió elevar
al poder a los múltiples revolucionarios de 1968, al menos no por mucho tiempo.
Pero legitimaron y fortalecieron el sentimiento de desilusión no sólo con los
antiguos movimientos antisistémicos sino también con las estructuras estatales
que estos movimientos habían fortalecido. Las certezas a largo plazo de la
esperanza evolutiva se había transformado en temor de que el sistema-mundo
fuera inmutable. Este giro en los sentimientos de la población mundial, lejos
de reforzar el statu quo, retiró el apoyo político y cultural a la
economía-mundo capitalista. Los oprimidos del mundo ya no estaban más seguros
de que la historia estaba de su lado. Ya no podrían ser entonas satisfechos con
mejoras graduales, en la creencia que darían fruto- hijos y nietos. Ya no
podrían ser convencidos de posponer las quejas del presente en nombre de un
futuro beneficioso. En suma, los múltiples productores del sistema-mundo
capitalista habían perdido el principal estabilizador oculto del sistema, el
optimismo de los oprimidos. Y esta pérdida llegó en el peor momento posible,
cuando la reducción de las ganancias comenzaba a hacerse sentir de manera
pronunciada. El impacto cultural de 1968 desestabilizó el dominio automático
del centro liberal, el cual había
prevalecido en el sistema-mundo desde la anterior revolución
mundial de 1848. La derecha y la izquierda se vieron libres de su función como
avatares del liberalismo centrista y fueron capaces de afirmar, o mejor dicho,
reafirmar sus valores más radicales. El sistema-mundo había entrado en el
período de transición, y tanto la derecha como la izquierda estaban decididas a
sacar ventajas del caos reinante para asegurar que sus valores prevalecieran en
el nuevo sistema (o sistemas) que emergería, eventual mente, de la crisis. Los
efectos inmediatos de la revolución mundial de 1968 parecieron ser una legitimación
de los valores de la izquierda, sobre todo en lo concerniente a cuestiones de
raza y sexo. El racismo había sido una característica prevaleciente del
sistema-mundo moderno durante toda su existencia. Es cierto que su legitimidad
había sido cuestionada durante dos siglos. Pero sólo después de la revolución
mundial de 1968 una campaña extendida contra el racismo —llevada adelante por
los mismos grupos oprimidos, a diferencia de las anteriores, dirigidas
primariamente por liberales que ocupaban los estratos dominantes— se convirtió
en un fenómeno central del escenario político mundial, tomando la forma tanto
de militancia activa de las "minorías" en los movimientos de
identidad en todas partes y de los intentos por reconstruir el mundo del saber,
y llevar los temas derivados del racismo crónico central al centro del discurso
intelectual. Junto con el debate sobre el racismo, sería difícil pasar por alto
la ubicación central de la sexualidad en la revolución mundial de 1968. Ya sea
que hablemos de políticas relacionadas con el género o con las preferencias
sexuales, y eventualmente con la identidad transgénero, el impacto de 1968 fue
el de llevar al frente lo que había sido una lenta transformación de las
conductas sexuales en el medio siglo anterior y permitirle explotar en la
escena social mundial, con enormes consecuencias para la ley, las prácticas de
las costumbres, para las religiones y para los discursos intelectuales. Los
movimientos antisistémicos tradicionales habían enfatizado en primer término
los temas de poder estatal y estructuras económicas. Ambos temas habían
retrocedido en la retórica militante de 1968 fente al espacio ocupado por
cuestiones de raza y sexualidad. Esto presentaba un problema real a la derecha
mundial. Los temas geopolíticos y económicos eran más sencillos para la derecha
mundial que los socioculturales. Esto era debido a que la posición de los
liberales centrista, quienes eran hostiles a cualquier desmantelamiento de las
instituciones políticas y económicas básicas de la economía-mundo capitalista,
pero eran simpatizantes latentes, aunque no militantes, de los cambios
sociopolíticos preconizados por los militantes de las revoluciones de 1968 (y
posteriores). Como resultado, la reacción pos-1968 fue una división, por un lado
de los poderes establecidos por restaurar el orden y resolver algunas de las
dificultades inmediatas resultantes de la disminución del margen de ganancia y
en la otra una contrarrevolución cultural de base más restringida pero mucho
más activa. Es importante distinguir los dos temas y por ende los dos tipos de
alineamientos estratégicos. Entretanto la economía-mundo entraba por esta época
en una larga fase Kondratieff B, la coalición de fuerzas de centro y derecha
intentaban retrotraer los crecientes costos de producción en sus tres
componentes. Buscaban reducir los niveles de remuneración. Buscaban
reexternalizar los costos de insuflaos. Y buscaban reducir la tasación
impositiva para el beneficio del estado de bienestar (educación, salud y
garantías de ingresos). Esta ofensiva tomó muchas formas. El centro abandonó el
tema del desarrollo (como manera de sobreponerse a la polarización global) y lo
remplazó con el teína de la globalización, la que demandaba, en esencia, la
apertura de todas las fronteras para el libre flujo de mercaderías y capital
(pero no del trabajo). El régimen de Thatcher en el Reino Unido y el régimen de
Reagan en los Estados Unidos asumió el liderazgo en la promoción de estas
políticas, que fueron denominadas "neoliberalísmo" en la teoría y
"el consenso de Washington" como política. El Foro Económico Mundial
en Davos fue el lugar de promoción de la teoría y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y la recientemente establecida Organización de Mundial de
Coerció (OMC) se convirtieron en los principales implementadores del consenso
de Washington
Las dificultades económicas que enfrentaban todos los
gobiernos partir de 1970 (en particular en el Sur y en la antigua zona
comunista) hizo extremadamente dificultosa para esos estados, gobernados por antiguos
movimientos antisistémicos, la resistencia a las presiones de "ajuste
estructural" y apertura de las fronteras. Como resultado, se logró una
limitada reducción en los costos de producción mundiales, pero el éxito fue
mucho menor de lo que esperaban los promotores de semejantes políticas, y muy
por debajo de lo que era necesario para terminar con la reducción en el margen
de ganancias. Más y más, los capitalistas buscaron aumentar sus ganancias en el
área de la especulación financiera antes que en la de producción. Tales
manipulaciones financieras pueden dar como resultado grandes ganancias para
algunos operadores, pero volatilizan la economía-mundo y la someten a los
cambios de cambio monetario y de empleo. Éste es, de hecho, una de las señales
del aumento del caos. En el mundo de la política, la izquierda política global
volvía sus objetivos electorales secundarios y comenzaba más bien, la
organización de un "movimiento de movimientos", que fuera
identificado con el Foro Social Mundial (FSM), que se reuniera inicialmente en
Porto Alegre y al que se refiere con frecuencia como símbolo. El FSM no es una
organización, sino un lugar de encuentro de militantes de muchos tipos e ideas,
que se dedican a una variedad de tareas desde demostraciones colectivas
mundiales o regionales a organizaciones locales en todo el mundo. Su lema,
"otro mundo es posible", es expresivo en tanto que perciben que el
sistema-inundo se encuentra en una crisis estructural y que las opciones
políticas son reales. El mundo se enfrenta de manera creciente a una lucha en
múltiples frentes entre el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. El
dramático ataque de Osama bin Laden a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre
de 2001 fue una señal más del caos global y del punto de inflexión en los
alineamientos políticos. Permitió que aquellos a la derecha que intentaban
cortar lazos con el centro, instauraran un programa centrado en afirmaciones
unilaterales de los Estados Unidos, basadas en su fuerza militar, combinada con
un intento por eliminar la evolución cultural del sistema-mundo que había
tenido lugar luego de la revolución mundial de 1968 (en particular en las áreas
de raza y sexualidad). En el proceso, buscaron liquidar muchas de las
estructuras geopolíticas implementadas después de 1945, a las que veían como
constrictoras de sus políticas. Pero estos esfuerzos amenazaban con empeorar la
creciente inestabilidad del sistema-mundo. Ésta es la descripción empírica de
una situación caótica en el sistema-mundo, ¿Qué se puede esperar en una
situación semejante? Lo primero a remarcar es que lo que podemos esperar, lo
que ya estamos viendo, son enormes fluctuaciones en todas las áreas
institucionales del sistema-mundo. La economía-inundo está sujeta a agudas
presiones especulativas, las cuales escapan al control de las más importantes
instituciones financieras y organismos de control, tal como los bancos
centrales. Un mayor nivel de violencia surge en todas partes y dosis grandes y
pequeñas, y sobre periodos relativamente extensos. No hay nadie que detente el
poder para acallar en forma efectiva semejantes levantamientos. Las
restricciones morales con frecuencia reguladas por el estado y por las
instituciones religiosas encuentran su eficacia considerablemente reducida. Por
otro lado, sólo porque un sistema esté en crisis no significa que no continúe
intentando funcionar de la manera habitual. Es lo que: intenta. En tanto que
los modos habituales han determinado tendencias seculares que se acercan a sus
asíntotas, el continuar con la metodología habitual sólo agrava la crisis, Sin
embargo, la continuación de las acciones habituales será posiblemente el
comportamiento de la mayoría de las personas. En el muy corto plazo, tiene
sentido. Los modos habituales son los modos familiares, y prometen beneficios a
corto plazo, o no serían los modos habituales. Precisamente porque las
fluctuaciones son mayores, la mayor parte de la gente busca la seguridad en el
mantenimiento de dicho comportamiento. Por cierto, toda clase de individuos
buscarán, a mediano plazo, ajustes al sistema, los cuales, argumentarán,
servirán para mitigar los problemas existentes. Esto es también un patrón de
conducta habitual, y en el recuerdo de la mayoría de la gente, uno que funcionó
en el pasado y que debería, por ende, volver a intentarse. El problema es que
en una crisis sistémica, tales ajustes a mediano plazo tienen un efecto mínimo.
Esto es, después de todo, lo que dijimos define a una crisis sistémica. Habrá
quienes busquen caminos más transformativos, con frecuencia bajo la apariencia
de ajustes a mediano plazo. Esperan
sacar ventaja de las grandes variaciones del periodo de transición para
introducir cambios importantes en los modos operativos, lo que empujará al
proceso en una de las direcciones de la bifurcación. Es esta última forma de
comportamiento la que tendrá las mayores consecuencias. En la situación actual,
es a la que hacemos referencia como la lucha entre el espíritu de Davos y el
espíritu de Porto Alegre. Esta lucha no está, quizás, en el centro de atención
de la mayor parte de las personas. Y por supuesto, muchos de quienes se
encuentran más activos en esta lucha pueden hallar útil el distraer la atención
de la intensidad de la lucha y lo que en ella se juega, con la espera de lograr
alguno de sus objetivos sin despertar la oposición que una proclama abierta de
estos objetivos podría desatar. No hay demasiado que pueda decirse de una lucha
que recién comienza a desarrollarse, una cuyas características centrales son:
la total incertidumbre de su resultado y la opacidad de la lucha. Uno podría
pensarla como el enfrentamiento entre valores fundamentales, incluso de
"civilizaciones" entretanto no identifiquemos a cualquiera de las dos
facciones con pueblos, razas, grupos religiosos, u otros grupos históricos
existentes. El elemento clave del debate es el grado en el que cualquier
sistema social, pero en este caso el futuro que estamos construyendo, se
inclinará en una dirección o en la otra de los dos temas centrales de larga
data en la organización social —la libertad y la igualdad— temas que están
mucho más íntimamente ligados que lo que el pensamiento social en el
sistema-mundo moderno ha estado dispuesto a admitir.
Y entonces comprendo que el despertar de la diferencian se
dio en 1968 y que Trump y todo el neofascismo es una reacción a este despertar
,que solo puede ser superado con un despertar la lucha universal que integre también
la diferencia, pero David ve en todo este despertar a la diferencia al Fascismo
actuando o no eso no queda claro yo he
recibido su transferencia pero lo hago englobándolo retransferencialmente en la
episte de sistema mundo de Immanuel Wallerstein https://www.youtube.com/watch?v=0bPNQGfnwQs
teoría que David ve en conexión con un nuevo fascismo ¿Cómo así? Más lo verdaderamente
revolucionario apocalíptico para mi es poder entablar un dialogo superando el
medio digital sin dejar que este nos fragmente y las diferencias culturales
intelectuales sin dejar que estas nos pierdan, ¿Lo podremos lograr? Ahí está la cuestión en transferirnos recuperando
nuestra capacidad de concentración es ahí donde alteramos
significativamente al sistema.
3 comentarios:
Ausias Sole
David GM sabes usar un chat Gpt pero todo el mundo sabe
44 minutos
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Christian Franco Rodriguez
Autor
Ausias Sole Haz venido a fastidiar ¿Esto lo tienes diseñado? ¿Quien te manda? ¿O solo lo haces por placer? Si lees a David versas que su manera de redactar no tiene nada que ver con la inteligencia artificial de hecho me ha sido muy difícil comprenderlo y aun estoy tratando de hacerlo pero el valor obtenido leyéndolo vale mucho la pena y si te refieres a mi lo que hago es alterar sistemas en este texto altero la introducción de Wallerstein de los sistemas mundos para integrar en ella el dialogo con David https://sociologiadeldesarrolloi.wordpress.com/.../223976... así reconfiguramos la noción de sistema mundo desde dentro de su texto ¿Puede hacer esto una IA?
Gracias.
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David
Ideología de género. Otro tema interesante
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Enviaste
Tiene mucho que ver con el proceso de neofascismo actual
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David
Estoy observando precisamente eso
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Editado
Y la posición de la derecha internacional en asociar el Nazismo con la izquierda (es justificable por el lado del Socialismo, pero es antagónico al Carisma y la Hierocracia derivada del derecho divino y la selección natural)
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David
Para mí es ambiguo pues el Fascismo es un movimiento mixto, por lo conservador y socialista. Yo observo como usan el concepto para increpar mutuamente.
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Enviaste
Bien es un concepto mixto, claro
Por eso de derecha hacía la izquierda como de la izquierda a la derecha lo usan indiscriminadamente
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David
Y se crea una mayor confusión
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David
Esa confusión en este momento se a normalizado
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David
Y la opinión popular tiene esas características estéticas de percepción de la realidad en términos teóricos y Políticos
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Enviaste
Pienso que el uso tiene que ver con una guerra de imaginarios donde se intenta destruir la imagen del otro deslegitimandolo, si el fascismo hubiera triunfado no lo usarian de esa manera
De hecho triunfó el ala Sionista
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David
El Fascismo Sionista
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David
El Nacional Socialismo Israelí
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David
El Judaísmo se encuentra en la categoría Estado Nación (igual que los Nazis) pero también se encuentra dentro de la categoría Sistema mundo.
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Enviaste
si es cierto y ¿Entonces el fascismo vuelve a legitimarse?
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David
No.
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David
Fascismo es acorde a la religión te acuerdas que te mencioné
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Enviaste
Es decir vuelve a ganar la confianza de un sector grande de la población mundial
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David
En parte eso va a ocurrir
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Enviaste
Si pero no me queda claro en tu argumentación bien a que te refieres
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David
Claro Cristian es un poco complejo
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David
Voy a ir desarrollando el tema
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