WIEVIORKA, Michel. "El Terrorismo, la violencia política en el mundo". Ed. Plaza & Janes/Cambio 16. Barcelona, 1988.
Este trabajo se centra en el estudio de casos de grupos terroristas cuya procedencia tiene significación social y que tomaron forma de derivaciones ligadas hacia ideologías de extrema izquierda.
CAPÍTULO 1. MOVIMIENTO, ANTIMOVIMIENTO SOCIAL Y TERRORISMO.
Cuando se radicaliza el terrorismo, se rompe la relación entre el sentido que él mismo se atribuye y la sin razón con que lo miran sus supuestos representados. En esta radicalización se produce una hiperconcentración de sentido, negándose la relación con el nexo social político. Esta hiperconcentración ocurre cuando, luego de haber seguido una espiral de violencia ascendente, el terrorismo ha mantenido las significaciones que al inicio animaban sus actos pero de una forma cada vez mas ideológica, asegurándose unas maneras que le son propias y que son sólo comprensibles desde dentro. Maneras que se expresan a través de las armas y una abundante producción discursiva.
A pesar que los movimientos sociales continúan siendo su referencia, los grupos terroristas no tienen ninguna relación concreta con ellos. Un grupo terrorista es por tanto un antimovimiento social que invierte las tres dimensiones de un verdadero movimiento social (identidad, oposición y totalidad) y en lugar de integrarlas, las fusiona.
En la acción terrorista no es necesaria la encarnación de las aspiraciones sociales. Es decir, la inversión de las tres dimensiones del movimiento social (producida en el antimovimiento social) se ha degradado todavía mas, al punto que terminan funcionando por si solas. Los grupos terroristas, se hallan proféticamente[1] en constante proceso de disociación y ruptura.
Refiriéndose a una esencia o identificación subjetivas a la historia, luchando contra enemigos objetivados y clamando por la ruptura, invierten las categorías del movimiento social, se apartan de las del antimovimiento y las condensan en un todo ideológicamente coherente. (pp.27)
- Así, se invierte la identidad del movimiento social al devenir antimovimiento. Su identidad deja de relacionarse con la identidad social para relacionarse con una figura, un principio o un proyecto. La identidad se vuelve meta o infra social.
Más adelante se desestructura la identidad del antimovimiento al devenir en terrorismo. Se desemboca en un subjetivismo que basa su identidad en la entrega absoluta. Se piensa entonces que la población alienada necesita de la conciencia del grupo terrorista, debido a que se encuentran alienados, son incapaces de actuar, y no toman conciencia de su papel histórico.
- Se invierte la oposición del movimiento social al devenir antimovimiento, ya que el adversario se transforma en imagen de guerra y es buscado paranoicamente tanto dentro como fuera del grupo.
Más adelante se desestructura la oposición del antimovimiento al devenir en terrorismo, cuando se produce una objetivación del enemigo que lleva a su eliminación.
- Se invierte la totalidad del movimiento social al devenir antimovimiento, cuando el grupo se distancia del proyecto del movimiento social y piensa en la necesidad de un cambio profundo. En los casos más extremos, se llama al todo o nada en la necesidad de romper con el orden actual.
Más adelante se desestructura la totalidad del antimovimiento social al devenir en terrorismo, cuando se disuelve en una ruptura que funciona como lucha a muerte. Lo más importante no es crear una nueva sociedad sino destruir el orden actual.
Estas tres inversiones y degradaciones tienden a condensarse en un conjunto ideológicamente coherente[2], y este conjunto puede traducirse (o no) en violencia o sectarismo. Sin embargo, no se puede asociar toda la violencia del antimovimiento con el terrorismo. Es cuando esta violencia deja de ser el reflejo de la voluntad de la comunidad que podemos hablar recién de violencia terrorista.
El terrorismo entonces en una forma invertida del movimiento y desestructurada del antimovimiento. Esta degradación lleva al terrorista hacia conductas bélicas, y a la necesidad de tejer alianzas que suponen cálculos y estrategias procedentes de la imagen de una lucha ilimitada que reduce el mundo a un mero campo de fuerzas.
Pero, ¿Es posible que surja del seno de un movimiento social, un antimovimiento y luego un fenómeno terrorista?
Para responder esta pregunta Wieviorka analiza los movimientos obreros que, como todo movimiento social, tiene dos caras o aspectos que pueden aparecer disociados pero que se respaldan mutuamente.
- Una luminosa, creadora de proyectos capaces de impugnar a los que "actualmente" dirigen la sociedad y que dan la capacidad de negociar (es la conciencia orgullosa de los obreros de oficio al reconocerse dotados de una destreza).
- La otra es sombría, defensiva, excluida, alienada y colérica, tentada por la ruptura y la revuelta, más cercana al antimovimiento (conciencia proletaria sin principios positivos, como el oficio o la destreza, con una imagen más difusa de su adversario quien es reconocido únicamente en los agentes que le son mas próximos, como el capataz) Sin la conciencia sombría, la conciencia luminosa pierde su carga de ruptura y su capacidad de hablar en nombre de una liberación social general.
Así, responde Wieviorka:
En un mundo obrero sobreexplotado, en una coyuntura de gran incertidumbre política, puede suceder que la violencia social parezca llegar a un nivel político y dirigirse hacia la formación de un fenómeno terrorista. Sin embargo, o bien estos episodios revisten de hecho, como en el caso de los luditas, una conciencia orgullosa enfrentada a diversas amenazas sociales que hay que apartar y más tarde solucionar, o bien agrupan alrededor de agentes políticos externos (llegados probablemente de Lyon, en el caso de la Banda Negra) a una población limitada, clase más peligrosa que laboriosa, y marginada en cuanto a las luchas que tienen sus raíces en el trabajo y en la producción. (pp.34)
"No se pasa directamente de una violencia obrera a una violencia terrorista. Si el movimiento obrero puede transformarse por sí mismo en terrorismo no es porque contenga en su seno elementos de antimovimiento: el terrorismo es un proceso exógeno, dirigido por la intervención de actores específicos, exteriores al movimiento obrero, así como a sus zonas más sensibles a las modalidades del antimovimiento"(pp.36)
El movimiento obrero por si mismo, al disociar su cara de sombra (proletaria) y su cara de luz (orgullosa), puede aportar los elementos de un fundamentalismo obrero que los actores políticos pueden transformar en violencia terrorista.
Pero usualmente, los estudios de los movimientos revolucionarios no distinguen entre el movimiento social y las fuerzas políticas, ni analizan el movimiento obrero en sí mismo y en sus relaciones específicas con la violencia. La mayoría de estudios no toma en cuenta que las fuerzas revolucionarias pueden movilizar a los actores más decadentes y a los menos integrados del movimiento obrero, mostrando su poca preocupación por expresar el ascenso y la transformación del movimiento social.
Para terminar el capítulo, es importante también diferenciar lógica de acción terrorista de método de acción terrorista. Un Método de acción terrorista no implica necesariamente la existencia de un grupo terrorista. Por ejemplo, un movimiento de liberación nacional luego de pasar por ciertas coyunturas difíciles termina usando métodos terroristas. La lógica de acción es una desviación por la que unos grupos se separan de la comunidad a la que apelan, intentando luego radicalizar su lucha por medio de una acción voluntarista.
CAPÍTULOIII. LOS INTELECTUALES Y EL TERRORISMO
Los actos de violencia social que desembocan en formas de conducta organizadas, se dan por lo general gracias a la intervención (ideológica y práctica) de agentes específicos (profetas o partidos).
Contra más se acercan al terrorismo, el carácter de su acción se hace más autónomo. Sin embargo, es necesario aclarar que los modelos de acción violenta no se reducen al plano intelectual. No sólo por que en la práctica los llamados intelectuales no resultan siendo más que simples estrategas. Sino por que aquello que suele denominarse teoría de la acción violenta, es en realidad resultado de una labor que los propios actores políticos aplican sobre sí mismos y no el resultado de una comprensión de la situación. Es decir, no es resultado de una abstracción ni de una comprensión intelectual.
Los intelectuales (o profetas) de los grupos insurgentes, producen representaciones y abstracciones sin preocuparse por los hechos reales. Esta filiación con lo absoluto desligada de lo concreto y de las posibilidades reales, puede llevar al todo o nada, a la defensa de las certezas absolutas y al terrorismo.
Siguiendo la denominación de clérigos con que Julien Benda prefiere llamar a estos actores, Wieviorka dice:
"Los clérigos producen representaciones abstractas y apelan tanto más a su absoluto y al derribo del orden establecido, cuanto están apartados del campo de los asuntos públicos y pueden desarrollar cómodamente sus ideas, sin preocuparse por los hechos reales o posibilidades de reforma (...) La filiación por lo absoluto, por el todo o nada, el llamamiento a la ruptura y, consecuentemente, el terrorismo, serían obra de los clérigos más marginados y, por lo tanto, condicionados por su posición relativa frente al poder."(pp.60)
La posible situación de marginación y frustración de estos personajes es un punto importante a tomar en cuenta. Tanto Raymond Aron como Lewis Coser y Michel Confio nos ilustran a los "clérigos" o intelectuales como seres que han vivido experiencias de exclusión y resentimiento ante la sociedad.
Sin embargo, esto no nos debería llevar a simplificar la responsabilidad del intelectual sobre la lucha armada, las variantes de acción y percepción son muchas. Sartre por ejemplo, primero apoyó y luego frenó a los maos de la izquierda proletaria en los 70´. Otros intelectuales como Charles Maurras plantearon el compromiso intelectual como un problema moral y teórico. Y la justicia estatal suele jugar entre dos opciones que son, como dice Bernard-Henri Lévy, "muy poco satisfactorias": Una, hace del intelectual un chivo expiatorio a partir de acusaciones a ideólogos que no estuvieron necesariamente implicados en la formación del grupo insurgente. Y la otra, remite el problema a la propia conciencia del intelectual supuestamente implicado.
Así pues, el papel de la ideología es indisociable del transcurso de la violencia terrorista. Y la complejidad de esta violencia, nos obliga a dar mayor atención a los procesos de ruptura y desviación ideológica que a los de continuidad.
Para algunos autores y algunas propuestas investigativas, se debe establecer la relación entre la práctica terrorista y sus fuentes ideológicas. Dándose mayor importancia a la continuidad que a la ruptura. Puede verse en el terrorismo, como dice Philippe Raynaud
"...un fenómeno estrictamente ideológico, la persecución de una idea, la lógica de una idea que, en la última instancia, emancipa completamente al que la mantiene de toda relación con la experiencia concreta y con la realidad."(pp.64)
Esta propuesta puede criticarse de dos formas. La primera: No se examinan las condiciones o las circunstancias de producción de los textos en que se basa el discurso terrorista. Muchos de estos fueron escritos en prisión o en distintas circunstancias de la trayectoria del grupo. La segunda: Al definir la ideología terrorista, se da prioridad a los elementos doctrinarios y no a las situaciones en que estos se han aplicado. Y se da más importancia a la continuidad histórica de la ideología que a la ruptura y derrocamiento de la matriz intelectual de la que provenían los terroristas.
La importancia del análisis de la ruptura en lugar del de la continuidad ideológica, se comprueba a partir de la presentación de diversos casos como el de los grupos paraterroristas en la Francia de la pre-guerra, el de la ruptura de la ETA con el PNV, e incluso el del curioso origen cristiano de muchos militantes en el movimiento palestino y en el terrorismo italiano.
También se refleja en la "renovación" de las fórmulas marxistas-leninistas por parte de muchos grupos guerrilleros foquistas.
De esta manera, el marxismo leninismo clásico vio en el compromiso intelectual la prosecución de valores como la razón, la justicia, y la verdad. Y planteó que el "intelectual orgánico" debía ponerse al servicio de la clase obrera, ya que sus únicas dos opciones eran, la adhesión a una opción política a favor de los amos o a favor de los servidores. Es en Francia donde este modelo se quiebra por los compromisos personales y concretos que los intelectuales fueron adquiriendo, y la contradicción que se dio entre estos y el movimiento de mutación cultural de los años 60´ y 70´. La duda en la ciencia y el rechazo de los valores industriales no pudieron ser seguidos por los intelectuales, disolviéndose la clásica figura del intelectual comprometido y reemplazándose por la del clérigo que no encuentra otro receptáculo que las fórmulas de un marxismo-leninismo pero de carácter renovado. Más adelante, la experiencia maoísta demostró otras vías de cambio distintas a la bolchevique. La noción de revolución se completó con la de guerrilla y pensó que era posible crear una situación revolucionaria que salte las mediaciones políticas clásicas y maneje las armas en nombre del pueblo pero sin el pueblo.
Entonces, las crisis ideológicas pueden aparecer como procesos de continuidad y ruptura en las representaciones e intervenciones de los intelectuales. Y pueden también aparecer concentradas en espacios y tiempos definidos en los que se opera la manipulación de las ideas.
Uno de los lugares en el que esto último sucede es en las Universidades, lugar de donde muy a menudo procede la violencia.
Son dos los procesos que eventualmente se combinan en la práctica histórica de las Universidades. La producción de intelectuales y la constitución de movimientos estudiantiles. Así,
En el primer caso, los estudiante a los que agrupa constituyen una intelligentsia; en el segundo, éstos se inscriben en el terreno de una acción propiamente estudiantil. La primera de estas dos definiciones significa que la Universidad es el lugar donde se forman las élites políticas e intelectuales, donde se encontrará y formarán grupos organizados y de donde saldrán los dirigentes de eventuales movimientos de lucha armada., al margen de toda referencia estudiantil específica. La segunda quiere decir que la Universidad es el centro de movimientos que cuestionan la organización de la producción y difusión del conocimiento, situada así a un nivel sociológicamente menos elevado que las condiciones de vida y de trabajo de los estudiantes.(pp.72)
Más adelante añade,
A partir del momento en que el sentido de la acción deja de tener una especificidad estudiantil para producirse al margen de la Universidad, comienza el proceso que conduce, a través del populismo, a una acción terrorista que culminará mucho más tarde. (pp.72)
La deserción estudiantil que se dio en las Universidades de Francia e Italia de los 60´ y 70, la de los jama´at islamiyya en Egipto de los 70´ y la de Sendero Luminoso en Perú, dan muestra de la ruptura del sentido de la acción al dejar de ser estudiantes y al alejarse de sus significaciones iniciales.
CAPÍTULO V. LA VIVENCIA DEL TERRORISMO
Entre el desarrollo del movimiento terrorista y la vivencia de este, existe un vínculo directo. Son dos las tesis que explican la forma de vivencia terrorista.
- Existencia de una lógica propia a la violencia y la autoproducción de la espiral que desemboca en terrorismo.
Esta tesis supone conductas que no pueden mas que exacerbarse y actos irracionales que obedecen a una cierta lógica
Lógica en primerísimo lugar de la clandestinidad. Ligarse a una vida subterránea significa romper lazos profesionales, de amistad, familiares, para penetrar en un universo que funciona según su propio ritmo (...) La experiencia de la clandestinidad, al aislar al actor en un grupo, al mantenerle dentro de organizaciones que le dictan hasta sus actos más personales, más íntimos, moldea mentalidades, desarrolla ciertos rasgos de la personalidad y atrofia otros. Crea hábitos de comportamiento enteramente centrados en la seguridad y la eficacia de la acción, a menudo también fundados en la sospecha. (pp.87)
Con el paso del tiempo y la llegada de los primeros incidentes armados (ya sea por accidente o por torpeza) tanto la represión como la clandestinidad misma acrecientan las prácticas violentistas. Este mecanismo se refuerza por procesos ideológicos que legitiman las prácticas y que vinculan a quienes lo realizan. La necesidad de más armas relaciona al grupo con los proveedores haciendo que en determinadas circunstancias terminen como mercenarios. A esto hay que añadir los conflictos intra e inter organizativos que pueden ser incompresibles desde fiera, pero que pueden llevar al grupo a situaciones en las que se dudaba penetrar y terminan actuando incluso cuando las acciones se consideraban políticamente innecesarias. El reclutamiento de nuevos militantes en estas circunstancia ya no pasa tanto por las capacidades o intereses políticos sino por el gusto que estos tengan por la guerra, por lo que sus acciones (exageraciones) individuales pueden comprometer a la organización.
- La relación guerrera que se establece entre los actores terroristas y aquellos que los reprimen.
Esta tesis coloca a un nivel relativamente autónomo tanto al grupo insurgente como al Estado que lo combate. Así, todo se reduce a una guerra en la que apenas cuentan los golpes asestados y recibidos y en la que las formas extremas de violencia están dominadas por una estricta relación de fuerza.
Ambas perspectivas resultan insuficientes debido a que olvidan el trabajo ideológico del actor y no se interesan por las transformaciones que pueden llevar a una pérdida de significado, así:
La idea de un juego bélico, de dos o varios contrincantes, que arrastra al actor violento a la sobrepuja terrorista, así como la idea de un engranaje autoproducido, deben ser completadas por aquello que está en el núcleo de la producción terrorista: los procesos de inversión por los que una acción colectiva se desprende de las significaciones que inicialmente le daban sentido. (pp.92)
En el próximo capítulo se recorrerá esta última idea, la de la inversión del sentido. Antes de eso el autor analiza un lugar donde la vivencia terrorista es de vital importancia, la prisión.
Las cárceles son un espacio cerrado donde los militantes insurgentes al relacionarse con presos comunes. Debido a los sentimientos y experiencias anteriores de estos últimos, pueden ser llevados (sobre todo si son rebeldes) hacia prácticas políticas.
En estos recintos las posiciones mas duras (a veces por la fuerza) se imponen a las más prudentes y la presión moral mantiene un clima de oposición radical al Estado. Así mismo, pueden ser utilizadas para buscar un apoyo de la opinión pública a partir de la demostración del carácter inhumano del Estado en el trato a los presos, intentando reconstruir un movimiento que ya no tiene bases sociales.
CAPÍTULO VI. LA INVERSIÓN
La inversión es una tarea ideológica y práctica por la que un actor se aparta de la vivencia de aquellos en cuyo nombre actúa, se sume en el terrorismo y se convierte en la futura heterónoma de un combate que no es el suyo, o lo es muy accesoriamente. (pp.96)
No hay que subestimar ni la importancia de la estrategia confrontativa ni la de la lógica interna en la evolución de las organizaciones de lucha armada. Pero hay que también tener en cuenta que, como acción política que es, el terrorismo crea un sentido para sus protagonistas.
El trabajo de administrar el sentido, como subrayan aquellos que tejen la compleja genealogía de los orígenes intelectuales del terrorista, consiste en dar forma a una "política ideológica", (...) Pero dicho trabajo se define también y sobre todo en relación con la escena social y política de donde la violencia emerge.(pp.96)
La relación a la que la cita se refiere, está justo en el alejamiento de las luchas concretas de las que el terrorismo surge. Este alejamiento se produce a través de distintos mecanismos que Wieviorka analiza a continuación:
- La inversión simple por alejamiento del movimiento de referencia.
Se produce por un distanciamiento entre un movimiento social y un actor político que pretende representarlo. No se refiere a la falta de vías de comunicación a causa de la represión estatal sino a la inversión de intereses. Esta inversión se da a partir de la afirmación fundamentalista de un proyecto que no corresponde a las aspiraciones del actor social, o a partir de la asunción del movimiento social por su faz sombría. Así:
"Ya no existe entonces una relación concreta, real, con la base social, y todo llega a ser posible y legítimo, toda vez que el actor se ha atribuido el monopolio del significado. Este proceso de inversión simple es diferente, y depende de que el movimiento social al que se refiere esté en crisis y se degrade ante todo en antimovimiento, o más bien se institucionalice hasta el punto de abandonar cualquier proyecto de transformación general de la sociedad."(pp.98)
- La inversión hacia arriba.
Es un caso raro de inversión pero en sentido opuesto al anterior, como el terrorismo anarquista de fines del siglo XIX, en el que los obreros no sólo se sublevaban contra el orden sino que -debido a la falta de significado y acción social- los terroristas sentían que lo esencial de su acción social estaba en el futuro.
"Este terrorismo cesa cuando el vacío se colma y se impone la imagen positiva de un movimiento obrero que, a través del mito de la huelga general y con el desarrollo del mercado de trabajo, puede aportar la esperanza de una sociedad nueva y justa.(pp.104)
Las ideologías que los unen son doctrinas libertarias que no posibilitan la formación de una organización y que por lo tanto, no estructura ni en lo ideológico ni en lo práctico su acción.
- La fusión.
"Hablaremos de fusión para designar, un poco a la manera de Sartre, el momento en que se opera en un grupo la totalización, que es la condición necesaria, aunque no suficiente, para la violencia, presente o futura. Se trata de una etapa corriente que consiste en condensar, en un discurso y una práctica unificados, elementos de sentidos contradictorios o hasta el momento disociados en la práctica social y política. (pp.105)
Esta asociación lleva por necesidad a contradicciones y una de las vías de salida es la violencia. Esta síntesis (o superación de la contradicción) les permite objetivar un adversario que a menudo toma la forma de un orden, como "el Estado", "el Imperialismo", "Occidente", etc.
"La fusión, cuando desemboca en el terrorismo, tiende siempre a disolver los diversos componentes que dan sentido a la acción y a reducirlos, a fin de cuentas, a puro subjetivismo. El actor encarna por sí solo toda clase de luchas, todas las liberaciones le están condicionadas. La ruptura que provoca por el recurso a las armas es, a la vez, existencial y política, resuelve de un solo gesto un inmenso conjunto de problemas con los que él se autoidentifica"(pp.107)
Paralelamente al razonamiento sociológico que trata la fusión y el sincretismo, se puede hacer uno psicológico apoyándonos en la teoría de la disonancia cognoscitiva que intenta mostrar cómo las conductas humanas crean sentido, y nos recuerda la existencia de un sujeto en la acción. En esta teoría, la disonancia o existencia simultánea de elementos de conocimiento que no concuerdan, conllevan un esfuerzo por parte del individuo para hacerlos concordar mejor
- Escisiones y fraccionamiento del espacio de la violencia.
"Por homogénea que pueda parecer, una organización que practica la lucha armada, incluso si está limitada a un puñado de individuos, está siempre surcada por debates, por conflictos que provienen de su carácter político."(pp.109)
Constantemente se producen escisiones y recomposiciones que dan cuenta de la tarea ideológica que el actor realiza sobre sí mismo .Así, estas escisiones puede llevar a un fraccionamiento del grupo, dando lugar a que varias organizaciones compartan un espacio de lucha armada, diferenciándose tan sólo por la forma en que orientan los significados de la acción, por la importancia que dan a cada uno de estos significados y por su posición en el proceso de inversión.
Es posible también que luego de la experiencia violentista, el grupo efectúe un retorno al significado ya sea regresando a prácticas de lucha social, o diluyéndose. Esta disolución es sólo posible cuando una sola organización monopoliza la violencia, ya que se basa en la voluntad y habilidad de sus dirigentes para disolver el grupo. Pero si son muchas organizaciones y el espacio queda fragmentado, entonces la disolución de un grupo no hace sino alimentar a los otros grupos.
- "Militares" y políticos.
El control de las armas es sumamente complejo,
"La práctica de las armas, efectivamente, tiende siempre a escapar del control político-ideológico de los que la han impulsado y quisieran organizarla."(pp.111)
Por ejemplo, cuando la militarización se produce de un desdoblamiento entre la acción política o de masas y la clandestina, el desfase es casi estructural y la acción militar impone su propio ritmo. Si en cambio, la organización inicial goza de un (muy) amplio asentamiento, la acción militar puede alentar la acción de grupos lejanos a la cúpula, pero que se unifican a duras penas en función de ella.
En estos casos, los dirigentes se ven obligados a asumir estas acciones (sufriendo el distanciamiento por rechazo de la opinión pública) o a negarlas (con lo cual pueden ser desacreditados y perder credibilidad)
La autonomización de la acción militar tiene múltiples y posibles variaciones que en general van en desmedro de la acción política. Sin embargo, este conflicto no suele ser utilizado por los gobiernos en su lucha contra los grupos insurgentes
"Fusiones, escisiones y tensiones entre "militares" y "políticos" indican que el espacio del terrorismo no está nunca definido de manera estable. Esta constatación llega a no ser raramente el centro de la acción antiterrorista, que se basa más a menudo en la represión y la información que en una política que apunte a reducir la violencia aprovechando su carácter fluctuante y heterogéneo"(pp.112)
[1] "El profeta -dice Vidal- es agente de mutación, hombre de trabajo, actor de paso. De paso por la muerte de la relación social, después de haber crucificado palabras y cuerpos"(pp.29)
[2] Coherente en tanto todo tiene un lugar y una interpretación en su ideología.
miércoles, 28 de febrero de 2007
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