Hoy es necesario ser radicalmente de izquierda para lograr
un nuevo centro
UNA NOCHE DE FUEGO Y CONFUSIÓN-
Testimonio de un compañero anarquista en Teheran
Anoche, mientras dormíamos, Israel atacó Irán. Los ataques
se dirigieron a Teherán, pero también a otras ciudades. Oí estruendos, vi
relámpagos; pensé que era una tormenta. Nada indicaba una guerra, especialmente
con las conversaciones entre Irán y Estados Unidos.
No fue hasta la mañana, a través de nuestro sindicato
anarquista (el Frente Anarquista), que supimos lo que realmente había sucedido:
múltiples ataques, muertes de civiles. Salí a investigar. La ciudad estaba
acordonada. El ejército y la policía bloqueaban el acceso a las zonas
afectadas. Aún quedaban bombas sin explotar en los edificios. En el hospital,
me impidieron entrar y la policía borró todas las fotos de mi teléfono. Según
un periodista presente en el lugar, al menos siete niños murieron.
Algunos lloraban. Otros, como era de esperar, se alegraban
por la muerte de figuras del régimen.
EL DÍA DESPUÉS: UN INFIERNO SIN ALARMA
En las horas siguientes, vi escenas apocalípticas. El cielo
estaba sembrado de misiles. El fuego caía sobre las carreteras. La gente huía
de Teherán: familias enteras, jóvenes trabajadores, ancianos. La gente esperaba
ayuda en las aceras. Los heridos, los quemados, dos muertos ante mis ojos.
Ninguna alarma. Ningún refugio. Nada.
Las pantallas gigantes transmitían la versión oficial: la
República Islámica había atacado Tel Aviv, Israel prometió represalias. Tengo
camaradas allí. Anarquistas, pacifistas, aquellos que se niegan a servir. No
queremos esta guerra.
UNA POBLACIÓN SOBREVIVIENTE
El aire está contaminado: las instalaciones nucleares han
sido atacadas. La gente enlata, almacena, huye de las grandes ciudades... y
luego regresa por falta de alternativas. Las carreteras están congestionadas.
Los medios estatales cantan himnos y difunden mentiras. La única fuente fiable:
Telegram y los canales por satélite.
Las protestas siguen siendo escasas. Demasiada policía,
demasiado miedo. Ayer, frente a los hospitales, las familias buscaban a sus
seres queridos desaparecidos. Gritaban. Lloraban. Se resistían.
SIN REFUGIO, SIN EVACUACIÓN
Las instituciones permanecen abiertas como si nada hubiera
pasado. No hay instrucciones de seguridad, ni sirenas, ni centros de acogida.
Es probable que haya fugas de productos químicos, pero no hay protocolos
establecidos.
Así que la gente abandona por voluntad propia: los negocios
cierran, los estudiantes se niegan a hacer sus exámenes, los funcionarios se
quedan en casa. Solo los servicios de emergencia siguen en pie.
A veces siento que solo sigo viva porque Israel (todavía) no
ataca zonas residenciales. Pero los incendios, la lluvia radiactiva, las balas
perdidas siguen matando gente.
Y no hay ayuda. Nada. Ni apoyo humanitario, ni
organizaciones externas, ni medicamentos; y las sanciones llevan años matando.
CUATRO IRÁNES, UN SOLO PAÍS BAJO BOMBAS
Debemos comprender que el pueblo iraní está fragmentado:
1. Una mayoría silenciosa que odia al régimen pero rechaza
la guerra. Sobreviven, huyen, lloran a los muertos mientras maldicen a los
líderes. 2. Los islamistas, leales al régimen, que hablan de martirio y quieren
tomar represalias. 3. Los monárquicos y liberales, a menudo proisraelíes, que
aplauden los ataques contra la Guardia Revolucionaria. 4. Los anarquistas y
activistas de izquierda, como nosotros: contra la República Islámica, pero
también contra Israel, contra todos los estados. Por la supervivencia, la ayuda
mutua, la autonomía.
¿CUÁL ES EL LUGAR DE LOS ANARQUISTAS EN ESTA GUERRA?
No estamos armados. No participamos en combate. Nuestra
tarea reside en otra: informar, rescatar, crear conexiones, frustrar la
propaganda. Ayudamos en la medida de lo posible: primeros auxilios,
retransmisión de información y concienciación sobre los riesgos químicos.
Cuidamos de los nuestros y de quienes no tienen a nadie.
Rechazamos la retórica simplista. Ni "todos los
israelíes deben morir" ni "los sionistas son nuestros
salvadores". Estamos atrapados entre dos fuegos: el fundamentalismo
religioso por un lado, el militarismo sionista por el otro.
Nuestro papel es ser puentes. Transmisores de ideas. Abrir
brechas en el fatalismo. Mantenernos firmes, incluso desarmados, incluso con
miedo.
DE LUTO POR EL MOVIMIENTO CONTRA LA GUERRA
Debo admitirlo: estoy triste. Profundamente triste. Hace
diez años, hablé con pacifistas israelíes. Rechazaban el servicio militar.
Kurdos, árabes, armenios, anarquistas. Soñábamos juntos con un Oriente Medio
libre, sin ejército, sin Estado.
Pero perdimos. No fuimos lo suficientemente fuertes para
evitar la guerra. No tuvimos suficiente apoyo. Hoy, la gente tiene miedo de
hablar de paz. Creen que sería traición. Que exigir el fin de las huelgas sería
rendirse ante el enemigo.
Y, sin embargo, todos quieren la paz. Pero nadie se atreve a
exigirla.
UNA VOZ EN EL VOLCÁN
No sé cuánto duraremos. Anoche mismo, los aviones rugieron
como una autopista en el cielo. Pero una cosa sé: mientras haya gente que se
preocupe, resista y se organice sin esperar al Estado, habrá semillas de
anarquía, incluso entre los escombros. CONCLUSIÓN: NO NORMALICEMOS LO
INSOPORTABLE
Ante todo, quiero agradecer sinceramente a todos los
compañeros que se tomaron el tiempo de escucharnos. En un mundo donde nos vemos
constantemente aplastados por fuerzas políticas, económicas y policiales, es
raro que aún tengamos espacio para hablar. Incluso sin bombas, la violencia nos
rodea: se manifiesta en alquileres impagables, papeleo interminable,
discriminación, cansancio y aislamiento. Una violencia silenciosa, presentada
como "normal", a la que nunca deberíamos acostumbrarnos.
Pero cuando estalla la guerra, esta violencia se desgarra
repentinamente a plena luz del día. Lo que se toleraba se vuelve insoportable.
Y entonces, paradójicamente, podemos hablar. Pude escribirles porque todo se ha
derrumbado. Porque, en el caos, las verdades más simples vuelven a ser
audibles.
Lo que quiero decirles es esto: no permitan que esta palabra
vuelva a silenciarse. No permitan que nuestro dolor —aquí en Irán, como en
otros lugares— quede relegado a un segundo plano, como si fuera meramente
"local", "específico", "cultural" o
"excepcional".
Porque, en verdad, compartimos la misma guerra: la que
libran los Estados contra nuestras vidas. Así que les imploro, camaradas: no
acepten la violencia cotidiana como algo normal. Rechacen la idea de que
tenemos que esperar a que los misiles impacten para reaccionar. No esperen a
que nuestro sufrimiento se vuelva espectacular para merecer su atención.
Alcemos la voz ahora. Organicémonos. Creemos espacios reales
de acción y apoyo mutuo. Para que la guerra aquí no se convierta en ruido de
fondo. Para que no se vean reducidos a meros "salvadores" ante
nuestro sufrimiento, sino más bien a cómplices de la lucha.
LLAMADO A LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL
Hoy, la situación es inestable, crítica, quizás al borde de
un desastre humanitario. Si Irán queda aislado del mundo, ya sea por las bombas
o por la censura de la República Islámica, difundan nuestra palabra. Cuéntennos
qué está sucediendo. Den voz a quienes se ven privados de ella.
No contamos con protección internacional. Las ONG son casi
inexistentes. Las sanciones agravan nuestro sufrimiento.
Si tienen contactos, influencia o conexiones en colectivos,
sindicatos, asociaciones o redes sanitarias, movilícenlos. Pidan ayuda médica
urgente, mayor vigilancia ante las violaciones y una mediación internacional
que trascienda la lógica estatal.
Pero, sobre todo, rechacen las narrativas simplistas. No
somos peones de Israel ni del régimen islámico. No creemos en bombas
"liberadoras" ni en mulás "resistentes". Estamos atrapados
entre dos máquinas de muerte, y estamos intentando, una y otra vez, construir
algo diferente.
Todavía no hay un éxodo masivo. Pero si la guerra se
extiende, las consecuencias serán terribles. Así que, camaradas, alcémonos
juntos. No para apoyar a un bando contra otro, sino para hacer oír otra voz: la
de la vida, la de la libertad y la solidaridad, contra todos los Estados, todas
las fronteras, todas las guerras.
Porque el anarquismo no funciono en Irán ni en ninguna parte
del mundo? Porque las personas en su relación social crean estados, lo terrible
es que la relación siempre termina siendo una relación de dominación y el
estado es la objetivación de esa relación ¿Puede el hombre sostener relaciones
que no se basen en la dominación? Sí, pero cuando el otro se vuelve un extraño
la dominación aparece con mucha más fuerza y esto siempre ocurre cuando las
comunidades crecen, así podemos alterar el estado pero este siempre nos contra
alterara, pero aún más peligroso que el estado es el mercado global, porque en
el estado aún hay un ideal de organización que intenta proteger al más débil
desde la ley, claramente en un doble vinculo porque el estado somete a los más
débiles, aunque actué en nombre de ellos, pero el mercado solo busca la
ganancia e imponerse ante el competidor, explotando recursos, personas,
información, más el mercado no actúa solo necesita del imperialismo de un orden
global que le permita expandirse, en este momento los que resisten a este orden
global son Rusia, China , Irán, Korea del norte, Venezuela, Cuba, entre muchos
otros países. esto quiere decir ¿Qué ellos son mejores que el imperio global?
Para nada, ellos pueden ser aún peores que los actuales amos del mundo, mucho
más con el poder biotecnológico que se va desarrollando pero en este momento
representan la posibilidad de un equilibrio y de un mundo multipolar ante un
occidente decadente que es capaz de todo para no perder su poder ¿Entonces
apoyamos a la resistencia global? Desde una lealtad critica por supuesto, es
necesario hoy ser radical de izquierda para lograr un nuevo centro.
¿Pero qué significa
ser un radical de izquierda?
¿Deconstruir toda universalidad para que no haya un centro y
así se de paso a las múltiples
diferencias?
¿Acabar con occidente para dar paso a la hegemonía oriental?
¿Pasar a una socialización que supere por fin la lucha de
clases?
¿Liberar a las personas de toda opresión?
Desde nuestro punto de vista todas las anteriores, pero con
tal radicalidad que pasemos al otro lado así si radicalizamos la deconstrucción,
logramos una redeconstrucción que permita un nuevo universal que entre en
comunión con las diferencias, asi acabamos con la hegemonía de occidente pero también
acabamos con todo intento hegemónico de Oriente complementando Oriente y Occidente,
radicalizamos la socialización desde las comunidades no desde los estados pero también
capitalizamos porque sin capitalización no hay socialización y nos liberamos de
toda opresión reconociendo al opresor que todos tenemos dentro.
¿Es esto posible?
No, es lo que realmente hay, esta no es una posibilidad a
construir, partimos de un fondo ontológico donde comprendemos que el ser y el
no ser son lo mismo y a la vez diferentes pero que en la conciencia humana se
produce una herida en un conflicto entre el ser y en no ser, la mejor manera de
dar cuenta de este conflicto es la religiosa, el hombre se rebela contra Dios,
muchos comprenden esta rebelión como un acto de libertad, el hombre en su libre
albedrio decide desobedecer a Dios pero
lo que no se comprende es que lo que está decidiendo el hombre es desobedecer al espíritu es decir a la
libertad que solo es libre en la comunión de amor y decide hacerlo para imponer su propio
dominio, donde no hay libertad produciendo una herida ontológica, que se
reproduce en todos los campos.
Así hemos explicado está herida ontológica desde lo
religioso
Pero esta se reproduce en lo psicológico en los complejos de
Edipo y Electra en las relaciones que conformaran lo imaginario y lo simbólico
de nuestro lenguaje
Así mismo lo Metafísico es una lucha entre lo esencial y lo
existencial que no es otra cosa que la reproducción de la herida.
Lo gnoseológico es una lucha entre el sujeto que no puede
volver a su unidad porque el retorno pasa por la negación de su propia
subjetividad.
Así como lo epistemológico es la lucha entre lo ideal y lo empírico
Y lo político entre lo conservador y lo liberal
Cuya base socio económica se debate entre una lucha de
clases por dominar las fuerzas, recursos y medios productivos.
Hemos en nuestros anteriores post, reflexionado sobre lo
religioso y para nosotros es claro volvemos a la comunión sintransferencial
entre lo pascual y lo dharmico y así la herida queda superada porque lo real no
tiene herida, es nuestra realidad la que esta lastimada.
0←1→(←0)←1←0←→1→0(1→) 0→1
Esta fórmula se aplica a todos los campos porque es una
formula ontología y el ser está en todo en lo político, gnoseológico, económico,
etc. La clave es que el otro se convierte en nuestro mediador lo cual solo es posible en el amor, no es como
el sexo donde usamos al otro para
nuestro placer y goce, aquí nosotros mediamos la herida, para el otro puede
integrarse, pero ¿Somos nosotros quien mediados? No es el logos en nosotros, el
único capaz de hacerse uno y hacerse nada el poema de Jorge Eduardo Eielson Sánchez lo expresa
mucho mejor:
Si todo lo que se anuda
Se anuda solamente
Todo se vuelve nada
Si se anuda un zapato
Se anuda también el pie
Y el zapato se vuelve todo
Si no se anuda nada no hay nudo
Ni pie ni nada y en lugar de todo
Hay de nuevo un zapato cuya medida
Es un número nulo que nos anuda a la nada
Y nuevamente
Al zapato
Claro pero para llegar a esto hay que sufrir desde más abajo
y así superar la herida
VOY A HABLAR DE LA ESPERANZA
Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo
ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro
este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si
no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese
artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también
lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy
sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.
Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que
no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello
tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido
dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es
del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas
aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual.
Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde
más arriba. Hoy sufro solamente.
Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan
lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de
mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la
suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!
Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran,
inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre
ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para
amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen
en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda.
Hoy sufro solamente.
Y
entonces se logra el Ajayu Watan
Y sabemos por fin que el hombre es inmortal desde la
semilla
Hoy que hablo a ustedes,
les hablo yo y en mí hay prójimos nuestros que les hablan, como en ustedes hay
conciencias lúcidas y honradas que al oírme entienden que la muerte fue
creación del alma enferma del hombre, causa para el destino satánico de la
conciencia después de la tumba. Y si los hombres no mueren, los pueblos que son
formación de hombres, tampoco pueden morir…”
Desde el alma de mi abadía de Couyou, miro las
aguas tranquilas del lago Titicaca y me digo que la vida continúa…
Pero miremos lo económico
desde este fondo ontológico donde tenemos:
1→0→10
Como: Dinero 1→Mercado 0→Capital 10
Y
1O ←1←0
Como:
Mercancía de uso 10←1 dinero← Mercancía de cambio
Siendo la primera la formula ontológica base de la capitalización y
la segunda la forma ontológica base de
la socialización
Pero para llegar a esto hagamos el viaje reflexivo partiendo
de Mariátegui y pasando por el capital de Marx hasta dar cuenta del tecno feudalismo en el
que se ha convertido el capitalismo informático actual:
EN POCO más de diez años, más de una veintena de trabajos,
cuya gran mayoría corresponde a la última década, han sido publicados sobre el
pensamiento y la acción de José Carlos Mariátegui. A pocos años del
cincuentenario de su muerte y a pocos meses del de la primera edición de sus 7
ensayos,se renueva y se amplía, nacional e internacionalmente, el interés por
estudiarlo, por encontrar su lugar y su significado en el desarrollo del
pensamiento revolucionario contemporáneo, al cual, como todos reconocen, hizo
originales y perdurables contribuciones. ¿Qué significa eso? ¿Qué significa hoy
reflexionar sobre Mariátegui? En el ámbito peruano es, ante todo, el testimonio
irrecusable del reencuentro, cada día más profundo, después de varias décadas,
entre el movimiento revolucionario de un proletariado que avanza a la conquista
de su madurez política y de la dirección de las luchas de los demás explotados
peruanos, y la memoria del hombre a quien debe la contribución central al
nacimiento de sus primeras organizaciones sindicales y políticas nacionales, y
la aún fecunda matriz de una teoría y de una orientación estratégica
revolucionarias en la sociedad peruana. En el plano internacional, europeo en
particular, el interés actual por Mariátegui, de algún modo forma parte del
activo proceso de revitalización de la investigación y la reflexión marxista,
en la brega por cancelar plenamente el largo período de su aherrojamiento y
anquilosamiento burocrático. Por reencontrar, también en este plano, las bases
genuinas de la vitalidad revolucionaria del marxismo en la propia obra de sus
creadores y 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA X en el rescate
de las aportaciones hechas por quienes, como Rosa Luxemburgo o Gramsci, fueron
relegados, durante ese período, a una discreta penumbra mistificatoria de su
herencia teórica. En ese proceso es inevitable reconocer ahora, por encima de
las fronteras eurocentristas que han constreñido el pensamiento marxista
occidental, la contribución creadora y vivificante de los revolucionarios
no-europeos al desarrollo del pensamiento marxista, y en especial de los que
provienen de lo que la ideología al uso ha bautizado como Tercer Mundo. En
América Latina, Mariátegui ocupa un sitial cimero. Desde la Segunda Guerra
Mundial, las más intensas y decisivas luchas revolucionarias han tenido escenarios
distantes de Europa. Triunfantes o derrotadas, aquellas han revelado en Asia,
África y América Latina, un nuevo territorio del pensamiento revolucionario, y
han colocado, junto a la lista de los “clásicos” europeos del marxismo, los
nuevos nombres cuyo pensamiento y acción ocupan hoy gran parte del debate
internacional: Mao, Ho Chi-Minh, Castro, Guevara, Amílcar Cabral, para citar
sólo a los más ilustres. Hoy el pensamiento marxista no podría ser concebido
solamente a través de la retina occidental. Y ahora, cuando las luchas de
clases vuelven a desarrollarse también en los propios centros del mundo
capitalista, el debate marxista actual en Europa o en Estados Unidos, no podría
prescindir de ese nuevo marco. De otro lado, en la crisis actual, no son
solamente las ilusiones burguesas, alimentadas por un largo período de
esplendor capitalista, las que están declinando y perdiendo su influencia en el
seno de la clase obrera. Son también las infecciones ideológicas de raíz
burocrática, que pierden terreno en el marxismo, como consecuencia de la
revitalización de las luchas de clases, no solamente en el orden capitalista,
sino también en Europa del Este, de modo cada vez más visible. Y en América
Latina, la historia trágica de las derrotas de los movimientos revolucionarios
después de Cuba, así como el reciente desarrollo de las luchas de clases en
algunos países como Perú, Ecuador, Colombia, principalmente, explica la
paralela intensidad de la búsqueda de nuevas bases para la teoría y la práctica
revolucionarias, distintas de las que fueron resultado del dominio de
direcciones burocrático-reformistas sobre las luchas de los explotados de este
continente. BIBLIOTECA AYACUCHO XI En este camino, el reencuentro de los
trabajadores peruanos con el pensamiento de Mariátegui, constituye todo un
signo: el ingreso de las luchas de clases en el Perú, en un período histórico
nuevo, caracterizado, fundamentalmente, por la depuración y la profundización,
en la misma medida, del carácter histórico de la sociedad peruana, y de la
madurez de clase de su proletariado. Y como todo reencuentro, en plena lucha,
es un debate, no una canonización. EL PERÚ DE MARIÁTEGUI: 1894-1930 José Carlos
Mariátegui nació en Moquegua el 14 de junio de 18941 , y murió en Lima el 16 de
abril de 1930. Su biografía forma parte, así, de un período excepcionalmente
significativo en la historia peruana, y que puede ser considerado como un
auténtico puente histórico entre la sociedad colonial y la actual, porque
durante él tiene lugar una compleja combinación entre los principales elementos
de la herencia colonial, apenas modificados superficialmente desde mediados del
siglo XIX, y los nuevos elementos que con la implantación dominante del capital
monopolista, de control imperialista, van produciendo una reconfiguración de
las bases económicas, sociales y políticas, de la estructura de la sociedad
peruana. La accidentada y compleja dialéctica del desarrollo y la depuración de
esa estructura, ha dominado desde entonces la historia peruana, ha enmarcado y
condicionado sus luchas sociales y políticas y definido los temas centrales de
su debate. Y aunque desde la crisis de 1930 hasta la actual, ese proceso de
depuración está en lo fundamental, realizado, el peso objetivo y subjetivo de
lo ocurrido durante ese período está aún, en muchos sentidos, presente. No es,
por eso, un azar, que algunos de los temas centrales del debate ideológico de
ese momento, sean todavía vigentes en el actual, 1. Mariátegui creía haber
nacido en Lima y en 1895. Actualmente, sin embargo, está plenamente probado que
nació en Moquegua, el 14 de junio de 1894. Véase de Guillermo Rouillon:
Bio-bibliografía de José Carlos Mariátegui, Lima, Universidad Nacional Mayor de
San Marcos, 1963; y La creación heroica de José Carlos Mariátegui. La edad de
piedra, Lima, Editorial Arica, 1975. Esta última obra, contiene una abundante
información sobre los antecedentes familiares de Mariátegui y sobre su vida
hasta 1919. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XII y por lo
cual el estudio de la obra de Mariátegui no tenga, en modo alguno, un interés
solamente histórico. Cuando Mariátegui nace, transcurrida una década desde la
derrota frente a Chile, el Perú está saliendo de los desastrosos efectos de esa
guerra, y en la víspera de un cambio político que marca, en la práctica, el
comienzo del nuevo período. En efecto, desarticulada la economía durante el
conflicto, debilitado consiguientemente el poder económico y político de los
núcleos de burguesía comercial y terrateniente de la costa, en plena
constitución antes de la guerra, y casi desmantelado el aparato estatal y el
orden político que, bajo la creciente dirección de esos núcleos burgueses,
estaba en desarrollo, tras la derrota el país había recaído bajo un nuevo
caudillaje militar, que era ante todo la representación política de la inconexa
clase terrateniente señorial del interior, dirigido por el general Andrés A.
Cáceres, el prestigioso jefe de la resistencia contra el invasor chileno. En
tales condiciones, los debilitados núcleos burgueses y las capas medias
urbanas, organizados desde antes de la guerra en el Partido Civil,
principalmente, se encontraron obligados no solamente a transar con el régimen
militarista-señorial, sino en cierto modo a sostenerlo. Asesinado su principal
dirigente, Manuel Pardo, en 1878, no disponían en ese momento de un jefe del
prestigio necesario para encabezar la oposición. Debido a ello, al final de esa
década era Nicolás de Piérola, jefe del Partido Demócrata, y antes
representante de las capas de comerciantes y terratenientes menores
provincianos y de orientación señorialista, quien surgía como vocero de la
oposición, consiguiendo al final, el tácito apoyo del Partido Civil, del cual
había sido opositor político antes de la guerra. La relativa reactivación de la
economía, permitía a los núcleos de burguesía comercial y terrateniente de la
costa volver a fortalecer su poder económico y forzar su regreso a la dirección
del Estado, apoyándose en el inmenso descontento popular, que la rigidez
autoritaria y la arbitrariedad y corrupción de los regímenes militares venía
acumulando, y que se alimentaba además de un generalizado sentimiento de
frustración nacional por la derrota. BIBLIOTECA AYACUCHO XIII Eso permitió a
Piérola canalizar ese descontento con una prédica populista y encabezar la
sublevación triunfante de 1895, que desalojando del poder al caudillaje militar
y lo que éste representaba, inauguró la precaria estructura política que duró
hasta 1919, pero, sobre todo, señaló el paso a un período de reconfiguración de
la estructura de la sociedad peruana. HISTORIA LOCAL Y COYUNTURA MUNDIAL Al
estudiar el proceso de expansión de la gran propiedad agraria en la Sierra del
Sur peruano, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, François Chevalier
señaló que ello fue el resultado del encuentro entre la “historia local y la
coyuntura mundial”2 . Tal conclusión es válida no solamente para ese problema
específico, sino también para el conjunto de la problemática peruana de ese
período. En el tránsito del siglo XIX, la “coyuntura mundial” estaba presidida
por dos fenómenos básicos: la expansión imperialista del capital monopólico y
la disputa entre las burguesías de Inglaterra y de Estados Unidos por la
hegemonía en el control de ese proceso, especialmente en lo que respecta a la
América Latina. La “historia local” estaba marcada, ante todo, por la
incipiencia del capitalismo, en el seno de una formación social cuya base
abrumadoramente predominante eran las relaciones precapitalistas de producción,
aunque ya ampliamente condicionadas por la expansión del capital comercial. De
ahí la consiguiente debilidad de los núcleos de burguesía, básicamente
mercantil y terrateniente, su aún precaria diferenciación como clase social
respecto de la clase terrateniente señorial, dominadora de campesinos
enfeudados y también, en gran parte, de campesinos independientes o agrupados
en comunidades. Y debido a lo cual, esos núcleos burgueses no habían logrado
aún adueñarse enteramente del poder político y llevar a cabo su propia
revolución democrática en la economía y en 2. François Chevalier, “L’expansion
de la grande proprieté dans le Haut-Perou au XXème Siècle”, Annales, 4,
Juillet-Août, 1966, pp. 821-825. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA XIV el Estado. La precariedad institucional del Estado, no solamente
por los efectos de la reciente guerra, sino también como expresión de la
debilidad burguesa y de la dispersión política de la clase terrateniente
señorial. Y en ese marco, finalmente, por un debate ideológico signado por un
sentimiento de “urgencia nacional”, unánimemente compartido, pero parejamente
cabal demostración de la perplejidad y el desconcierto ideológico y de la
incongruencia de los proyectos políticos de las principales fracciones
burguesas y señoriales dominantes. La inserción de esa historia local en la
coyuntura mundial, no podía dejar de implicar un dominio decisivo de la última
en la determinación de las características del nuevo período. Tres procesos
centrales conducen, desde entonces hasta 1930, la historia peruana: la
implantación y consolidación del capital monopolista, bajo control
imperialista, como dominante de una compleja combinación con las relaciones
precapitalistas de producción, hasta entonces dominantes; la reconstitución,
sobre esa base, de los intereses y de los movimientos de clases, y de sus modos
de relación en el Estado; y el desarrollo y renovación del debate
ideológico-político, en una primera etapa sólo dentro de las clases dominantes,
y después de 1919, entre ellas y las clases explotadas y medias. LA
IMPLANTACIÓN Y DOMINIO DEL CAPITAL MONOPÓLICO IMPERIALISTA Antes de fines del
siglo XIX, en el Perú se había iniciado la formación de incipientes núcleos de
relaciones capitalistas de producción, bajo modalidades primitivas de
acumulación, como consecuencia, principalmente, de la reactivación del comercio
internacional sobre la base del guano y del salitre, primero, y del algodón
posteriormente. Ese proceso tuvo lugar casi exclusivamente en la costa. Pero
permitió, también, la relativa dinamización del comercio interno y la
ampliación del capital comercial en las zonas más inmediatamente vinculadas a
la costa. Como resultado, fueron constituyéndose los primeros núcleos
importantes de burguesía comercial y terrateniente, desde luego principalmen
BIBLIOTECA AYACUCHO XV te en la costa. Sin embargo, esos núcleos burgueses no
surgían en condiciones de desarrollar una “revolución industrial” interna y
autónoma, porque se constituían ya como burguesía “compradora”, dependientes de
la burguesía industrial europea. Solamente algunos reducidos núcleos burgueses
se orientaban a la capitalización del beneficio comercial, acumulado en
precarios establecimientos manufactureros, en su mayoría semifabriles. Esa
dependencia congénita de la emergente burguesía peruana, no solamente limitó su
capacidad de acumulación interna, sino también contribuyó a desarrollar su
orientación consumista y su propensión a parasitar los ingresos fiscales,
procedentes de la renta guanera y salitrera y de los cuantiosos préstamos en
Inglaterra y Francia, que reforzaban la dependencia global del país respecto de
la burguesía europea. Y, asimismo, la condujo a acumular casi exclusivamente en
la producción agrícola exportable, destinada al mercado europeo y
norteamericano, y en la actividad comercial de importación de la producción
industrial de esos países3 . Esa burguesía, pues, tendía a desarrollarse
básicamente como burguesía terrateniente y comercial, bloqueando sus
posibilidades de avanzar hacia su “revolución industrial”. Debido a eso, no
estaba en condiciones, ni interesada, en llevar adelante su propia revolución
democrática en la economía y en el Estado, es decir, de avanzar hacia la
desintegración de las relaciones de producción de origen precapitalista,
serviles o comunales, para liberar mano de obra y recursos de producción, y
hacia la democratización del Estado, conforme a la ideología liberal
formalmente adoptada, sobre todo desde mediados de siglo. Por ello, no
solamente se encontraba colocada en situación de permitir la continuación del
predominio del precapitalismo y de su clase terrateniente dominante, sino que
también era incapaz de diferenciarse de ésta rápida y plenamente, ni social ni
ideológicamente. 3. Sobre este período y estas cuestiones, puede consultarse de
Heraclio Bonilla, Guano y burguesía en el Perú, Lima, IEP, 1974; de Jonathan
Levin, The Export Economies, Cambridge 1960; de Shane Hunt, Growth and Guano in
the 19th Century in Perú, Princeton University Press, 1973; y de Ernesto Yépez,
Perú 1820-1920: un siglo de desarrollo capitalista, Lima, IEP, 1972. 7 ENSAYOS
DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XVI Sin ser inexistentes, las bases
del capitalismo en el Perú eran no sólo precarias y débiles, sino, lo que
resultaba mucho más importante y decisivo, eran llevadas por una tendencia a la
deformación y a la dependencia, con todo lo que ello implica para el destino
histórico de la burguesía en el Perú. Sin embargo, los más poderosos grupos de
la emergente burguesía, influidos por un difuso positivismo introducido hacia
mediados de siglo4 , y enfrentados a la desorganización y corrupción
administrativa bajo los sucesivos regímenes militares, se movilizaron a fines
de la década de los 60 hacia la disputa del poder político con una ideología de
desarrollo nacional, lo que cristalizó en la formación del Partido Civil en
18715 y en el primer proyecto de desarrollo capitalista nacional, bajo la
conducción de Manuel Pardo, asumiendo el gobierno en 1872. A pesar de algunas
medidas de reforma administrativa y educacional, que mostraban su orientación
modernizante, este primer gobierno civil de la burguesía peruana, no fue capaz
de tocar ningún interés fundamental de la clase terrateniente, ni de
enfrentarse exitosamente a la grave crisis económica en que había encallado la
economía peruana a comienzos de los años 70, estrangulada por una deuda externa
crecida. Administrando una economía en crisis, e impotente para remover el piso
del poder de los terratenientes, no solamente fracasó en su intento de ganar el
apoyo de las masas populares urbanas, sino que tuvo que enfrentarse a ellas y a
los representantes políticos de los terratenientes, poniendo en evidencia los
límites y deformaciones de su desarrollo como clase. Se 4. Así lo afirma,
aunque sin referencias explícitas, Augusto Salazar Bondy, Historia de las ideas
en el Perú contemporáneo, Lima, Moncloa Editores, 1965. Véase t. 1, p. 3. 5.
Manuel Pardo fue el más importante ideólogo de la burguesía
comercial-terrateniente del Perú, en el siglo XIX. Fundó el Partido Civil, culminación
de un movimiento contra el militarismo caudillesco, preconizando la
modernización económica y administrativa del país, con una orientación
nacionalista que llegó inclusive a proponer la estatización del guano y del
salitre, los dos principales recursos de exportación del Perú en esa época,
aunque bajo su gestión presidencial no se tomó ninguna medida para eso. Su
pensamiento puede estudiarse en la compilación de sus escritos: El centenario
de Manuel Pardo, Lima, 1935, 2 v. También puede consultarse sobre los intentos
de modernización oligárquica en el Perú, de Howard Karno, The Oligarchy and the
Modernization of Perú (1870- 1920), Los Angeles, University of California
(tesis no publicada). BIBLIOTECA AYACUCHO XVII dice que fue en ese momento
cuando el término oligarquía, de tanta significación en nuestra historia, hizo
su ingreso en el Perú6 . Al término de la década de los 70 sobrevino el
conflicto con Chile y sus consecuencias enterraron definitivamente las
posibilidades de un proyecto de desarrollo capitalista nacional. Debido a ello,
la implantación del capitalismo, en tanto que relación social de producción
dominante, se lleva a cabo en el Perú ya bajo su forma monopólica y en esa
condición, bajo control imperialista de burguesías extranjeras, desde fines del
siglo XIX. El proceso de implantación del capital monopólico se inicia poco
después de la guerra con Chile, cuando en 1890 los tenedores de bonos de la
deuda externa, incrementada durante la guerra, obligaron al gobierno de Cáceres
a la firma del Contrato Grace, mediante el cual dichos acreedores se
organizaron en la Peruvian Corporation Ltd. y obtuvieron la concesión del
control de los ferrocarriles, por un período de 75 años. Piérola, al ocupar el
gobierno en 1895, desarrolló un modelo ya establecido, con una política
abiertamente destinada a atraer capital extranjero, que en la coyuntura era,
precisamente, capital monopólico. Entre 1895 y 1914, se habían instalado en el
Perú las primeras cuatro grandes corporaciones, la ya mencionada Peruvian
Corporation Ltd., Cerro de Pasco Corporation, Internacional Petroleum
Corporation, y Grace. La primera de capital británico y las demás
norteamericanas. Ocupaban, junto a otras empresas extranjeras menores, el lugar
de predominio en la minería, en el petróleo, en la agricultura de exportación y
en el transporte pesado. Y en la misma etapa, el capital imperialista conseguía
también el dominio de casi toda la banca, del comercio internacional y de la
empresa principal de servicio eléctrico. Después de la crisis económica
iniciada en 1913 y continuada durante la Primera Guerra Mundial (14-18), el
capital imperialista ocupó también el control de las empresas industriales más
importantes, en la textilería y otras ramas menores, consolidando su dominio de
la economía peruana, 6. Véase de Jorge Basadre, “La aristocracia y las clases
medias civiles en el Perú republica
en todos aquellos sectores donde se implantaba el capital
como relación social de producción, y dejando, de ese modo, a la burguesía
interna en una posición totalmente subordinada y, sobre todo, despojada de sus
principales recursos de producción7 . CAPITAL MONOPÓLICO Y PRECAPITAL El
capital monopólico se implanta en la economía peruana constituyendo núcleos de
relaciones capitalistas de producción, en los principales sectores productivos
de la economía cuya matriz previa era casi enteramente precapitalista. La
investigación social latinoamericana ha difundido la denominación de “enclave”
para esa forma de implantación del capital en estos países8 . El término, sin
embargo, contiene más una imagen que un concepto, pues más bien dificulta que
permite desocultar el tipo de relaciones que se establecen entre esos núcleos
de relaciones capitalistas de producción y la matriz de origen precapitalista.
Ausente un circuito interno de acumulación, integrador de los sectores
productivos, y liquidados en su nacimiento los elementos que llevaban a su
desarrollo9 , por la propia acción del capital imperialista, cada uno de los
sectores en los cuales éste se implanta en condición dominante, es articulado
al circuito capitalista nacional de donde proviene ese capital, esto es, a un
circuito externo de acumulación y de realización de la plusvalía generada en
esos núcleos capitalistas. 7. Acerca de la penetración del capital
norteamericano y sus consecuencias inmediatas en la economía peruana, aparte
del conocido estudio de James Carey, Perú and The United States, Notre Dame,
1964, hay recientes investigaciones con un enfoque más productivo: William
Bollinger, The Rise of United States Influence in the Peruvian Economy (1868-
1921), Berkeley, University of California, (tesis no publicada); Heraclio
Bonilla, “La emergencia del control norteamericano sobre la economía peruana”,
en Desarrollo Económico, 1977, No 64, v. 16; y hay amplia información en un
estudio sobre un período mayor, de Rosemary Thorp y Geoff Bertram,
Industrialización en una economía abierta. El caso del Perú en el período
1890-1940, Lima, Universidad Católica de Lima, publicación del CISEPA, 1974. 8.
El más célebre texto es el de Cardoso-Faletto, Dependencia y desarrollo en
América Latina, México, Siglo XXI, 1973. 9. Véase de Bollinger, op. cit.
BIBLIOTECA AYACUCHO XIX Debido a ello, ni la producción industrial interna, ni
el mercado interno del Perú, tienen interés para el capital monopolista durante
ese período, sino de manera limitada a las propias necesidades de exportación
de la producción industrial europea o norteamericana al país. Por su carácter
reducido y concentrado en núcleos, en determinadas ramas de producción, ese
capital no tendrá, tampoco, interés en una masiva liberación de mano de obra,
sino en la formación de un mercado limitado de fuerza de trabajo libre. Sobre
esas bases, el capital monopolista implantado en ese período, resulta en una situación
estructuralmente condicionada para no entrar en conflicto con las relaciones
precapitalistas de producción que predominan en el resto de la economía. Por el
contrario, las necesidades del capital implantado en tales condiciones,
encuentran en las relaciones precapitalistas un elemento decisivo para su
operación. En la medida en que el valor de la fuerza de trabajo explotada por
el capital monopólico, se constituye fundamentalmente en el área no capitalista
de la economía, la tasa de ganancia de ese capital resulta mucho más alta en
este país en relación con la que puede obtener en la economía metropolitana, en
las mismas ramas de producción. De ese modo, para el capital imperialista no
solamente no será necesaria la desintegración de las relaciones no
capitalistas, sino, por el contrario, su perduración será útil para sus
necesidades de acumulación, por el tiempo que requiera el mantenimiento de esta
modalidad de operación. Ese tiempo fue largo. Capital monopólico y precapital,
se combinarán así, contradictoriamente, en una estructura económica conjunta,
bajo el dominio del primero, en una tendencia de acentuación de ese dominio10.
Una de las consecuencias más importantes de esa configuración económica, será
–como Chevalier señala–11 la expansión de la gran propiedad 10. Sobre el modo
de implantación del capital monopólico en el Perú y sus implicaciones
económico-sociales y políticas, puede verse de Aníbal Quijano, “Imperialismo,
clases sociales y Estado en el Perú (1895-1930)”. Escrito en 1973, acaba de ser
publicado en Clases sociales y crisis política en América Latina, México, Siglo
XXI, 1977. 11. François Chevalier, op. cit. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA
REALIDAD PERUANA XX agraria bajo control de los terratenientes señoriales, en
toda la sierra peruana, y el consiguiente enfeudamiento de una mayor cantidad
de campesinado, bajo esa dominación. La ampliación del mercado interno de
productos alimenticios de origen agropecuario, conforme se ampliaban los
centros urbanos y la mano de obra en los “enclaves” y en actividades de
comercio y de servicios, impulsará a los terratenientes señoriales a extender
sus tierras y a contar con una masa mayor de campesinado para su explotación.
Esa expansión de la gran propiedad agraria y de campesinado enfeudado bajo el
dominio terrateniente señorial, no dejará de tener consecuencias sobre esta
clase. Una parte importante de ella se irá convirtiendo en burguesía
comercial-terrateniente, controlando capital comercial en medida muy
significativa en determinadas zonas12. Esa reactivación del mercado interno
impulsa la expansión del capital comercial, que pasa a servir como correa de
transmisión entre la producción mercantil procedente del área no capitalista y
las necesidades del capital monopólico. Y ello implica la ampliación de una
capa de pequeña y mediana burguesía comercial, intermediadora entre la
burguesía capitalista y los terratenientes señoriales y también una parte del
campesinado no directamente enfeudado. BURGUESÍA IMPERIALISTA Y BURGUESÍA
INTERNA: LA CUESTIÓN NACIONAL En el curso de la implantación del capital
monopólico, con esas modalidades, la burguesía comercial y terrateniente
formada en el período anterior, mientras era despojada de sus principales
recursos de producción y del control de su dominio nacional sobre el proceso
capitalista, fue también, sin embargo, impulsada a la acumulación capitalista
en los reducidos márgenes de operación que le habían sido impuestos, y en los
mismos sectores 12. Sobre este problema hay investigaciones demostrativas. Rodrigo
Montoya, El proceso histórico de articulación del capitalismo y el no
capitalismo. 1890-1977, Lima, Mosca Azul Editores, en prensa. BIBLIOTECA
AYACUCHO XXI y ramas de producción en que se implantaba el control de la
burguesía monopolista extranjera. De ese modo, en el mismo proceso, cumplía su
tránsito definitivo de su condición de burguesía básicamente comercial a la de
burguesía capitalista stricto sensu, y de otro lado, su opción histórica de
clase nacional dominante, quedaba castrada dando lugar a su constitución como
apéndice semicolonial de la burguesía imperialista, durante todo ese período.
Lo último, no solamente por el carácter minoritario y subordinado de la parte
de capital que quedaba bajo su control, sino, particularmente, por acumular en
los mismos cauces y modalidades impuestos por la burguesía imperialista
dominante. Las tasas de ganancia eran mucho más altas en las ramas de
producción exportable: algodón, caña de azúcar, minerales, lo que arrastraba a
la raquitizada burguesía peruana principalmente en esas ramas que dominaba ya
la burguesía imperialista. Y aun cuando, sobre todo después de la crisis de
mediados de la segunda década de este siglo, algunos grupos de capitalistas
peruanos pudieron acumular en la industria fabril y semifabril, consiguiendo
legislación protectora, eso no cambió en lo fundamental la situación
configurada. La nueva burguesía capitalista peruana no dejó de enriquecerse,
pero sólo a condición de la pérdida de su hegemonía en el proceso capitalista,
en el mismo momento en que éste ganaba el dominio en el conjunto de la
estructura económica del país. Las características y tendencias de este
proceso, no dejaron de ser percibidas y resistidas por algunas fracciones de la
burguesía peruana. Pero esas fracciones eran no solamente las más débiles,
sino, paradójicamente, las más apegadas a las tradiciones señorialistas de su
origen terrateniente. Y quienes, en el debate de fines de siglo, reclamaban
protección estatal para los capitalistas nacionales, señalando las vías de un
desarrollo capitalista bajo control nacional, eran solamente aislados
ideólogos, de filiación positivista, sin suficiente influencia en el seno de la
clase13. 13. Particularmente, Joaquín Capello y Luis Petriconi, Estudio sobre
la independencia económica del Perú, Lima, 1876. Reproducido en la serie
Biblioteca Peruana, 1971. De 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
XXII Por esos factores, las fracciones nacionalistas de la burguesía peruana
fueron debilitándose y perdiendo su lugar en la dirección de la clase, a lo
largo de las dos primeras décadas del siglo XX. Y cuando, como consecuencia de
la crisis del 14-18, la pugna hegemónica entre las burguesías norteamericana y
británica se resuelve en favor de la primera, estarán dadas en el Perú las
condiciones para que las fracciones más proimperialistas de la burguesía
interna, asuman la plena dirección de la clase y el lugar de ésta en la
dirección del Estado, derrotando a las fracciones más renuentes a la dominación
del capital norteamericano, en nombre del progreso y de la modernidad. Allí
culmina el proceso de semicolonalización de la burguesía peruana, ocasionando
la pérdida de su hegemonía nacional, incapacitándola para todo proyecto en esa
dirección y, en consecuencia, para toda movilización y organización política de
clase fuera del Estado, por un largo período. Con el golpe de Leguía en 1919 y
la desintegración del Partido Civil y de los otros menores, que no fueron
reemplazados por ningún otro en que la clase se organizara para dirigir al
Estado, se cierra esa etapa de las disputas por la hegemonía nacional14. LA
ASOCIACIÓN DE INTERESES DOMINANTES EN EL ESTADO: LA OLIGARQUÍA Sobre esa base
material (combinación de capitalismo monopólico y precapital bajo el dominio
del primero) y social (articulación de intereses entre burguesía y
terratenientes señoriales), definidas las relaciones de poder entre burguesía
imperialista e interna, se fue consolidando un Estado, cuya base es conformada
por esa asociación de intereses dominantes. Capello es útil también ver, para
apreciar su posición modernista y nacionalista, La sociología de Lima, Lima,
1895-1902, 4 v. y El problema de la educación pública, Lima, 1902. 14. Sobre el
proceso de reconstitución y crisis de la hegemonía oligárquica, v. de Aníbal
Quijano, El Perú en la crisis de los años treinta, Santiago, 1969. Reproducido
en América Latina en la crisis de los años treinta, México, Instituto de
Investigaciones Sociales, UNAM, 1977. Y el panorama histórico bien orientado de
Jesús Chavarría, “La desaparición del Perú colonial”, en Aportes, París, No 3,
enero 1972, pp. 120-155. BIBLIOTECA AYACUCHO XXIII Si bien la burguesía
peruana, reconstituida bajo esas condiciones, logra, en el curso de ese
proceso, volver a la dirección del Estado, no puede hacerlo sino admitiendo la
amplia influencia de la clase terrateniente señorial en todo el orden político
del país, y la representación de las fracciones terratenientes-comerciantes en
el seno mismo de la dirección del aparato estatal. En la medida en que no sólo
se mantiene sino se expande el dominio terrateniente sobre el campesinado, se
expande y se consolida también todo un sistema de poder político local y
regional, controlado por los terratenientes, sólo a través del cual y en
conflicto con él, puede el Estado central presidir la estructura nacional de
poder político. Los términos de “caciquismo” y de “gamonalismo”, designan ese
sistema de poder terrateniente. De ese modo, el Estado central es la
representación de una asociación de intereses de dominación, entre la burguesía
capitalista peruana y los terratenientes, ambos subordinados, aunque de
distinta manera, a la burguesía imperialista, en la medida en que ese Estado
administra y controla una formación social en cuya base son predominantes los
intereses de la burguesía imperialista. Y en tanto que el sistema de poder
local y aun regional, en las áreas de dominio terrateniente señorial y/o
comercial, no es atacado en su base, las relaciones de producción de origen
precapitalista, ahora articuladas a la lógica y a las necesidades de la
acumulación capitalista, ese Estado central es el remate de una estructura
global de poder político, una de cuyas bases y de vasta presencia en el país,
el caciquismo gamonal, no está integrado a él aunque sí vinculado de modo
conflictivo. En esas condiciones, por su estructura y por la lógica de su
movimiento histórico, tal sistema de poder –es decir, los intereses sociales
que lo constituyen y lo dominan– excluye totalmente la participación de las
masas campesinas a todo canal de influencia en el Estado central y en
particular en el orden del caciquismo gamonal local. Permite solamente
resquicios estrechos de participación de las capas medias que, sin embargo, se
van ampliando. Y rechaza la participación de los núcleos de proletariado que la
presencia del capital está constituyendo como nueva clase social. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XXIV El entero sistema de poder político
y su Estado central, por su específico carácter de clase, es decir, el que se deriva
de esta particular historia, asume, así, un carácter oligárquico. Oligarquía,
en el Perú, es un término que comenzó a usarse en el siglo pasado, bajo la
primera administración civil burguesa, designando un estilo de dominación
política. Pero la perduración de este estilo llevó a dotar al término de una
connotación más compleja, denominando ya no solamente a esta peculiar
combinación de intereses de dominación en el Estado, sino a las clases sociales
mismas que sostenían el Estado oligárquico. Ello no nos exime, no obstante, de
la necesidad de reconocer que, en rigor, el concepto de oligarquía mienta, en
el Perú, a esa estructura de poder político, con un Estado cuyo carácter de
clase no es depurado, ya que su dominio es compartido por clases que, como la
burguesía y los terratenientes señoriales o “gamonales” son, en la totalidad
histórica, conflictivas, pero que por determinaciones históricas particulares
aparecerán, durante un período, articulando contradictoriamente sus intereses
en el seno del mismo Estado. Y que, por el carácter de sus bases materiales,
implicaba el control monopólico de las clases dominantes sobre la orientación
de su comportamiento. El Estado que se reconstituye en el proceso de
implantación y de consolidación del dominio del capital monopolista
imperialista, estará caracterizado, así, por dos rasgos definitorios: su
indefinición nacional, debido al carácter semicolonial que asume la burguesía
interna que lo dirige; y su indefinición de clase, por constituirse como
articulación de intereses entre burguesía y terratenientes, y de lo cual
derivará su carácter oligárquico. A partir de entonces, el ciclo burgués de la
historia peruana no podrá encauzarse por una revolución democrático-burguesa,
en el sentido de una conquista burguesa del poder estatal, a la cabeza de las
clases dominadas y aburguesando su conciencia, para destruir la base material
del poder de la clase terrateniente señorial. El proceso burgués asumirá, en
cambio, el carácter sui generis de una “revolución antioligárquica y
nacionalista”. Esto es, de gradual, aunque conflictiva y eventualmente
violenta, depuración del contenido de clase del Estado, por el desplazamiento
gradual de los terratenientes señoriales y de las mismas fracciones burguesas
asociadas a ellos, de su lugar en la dirección del Estado. Y, de otro lado, por
intentos de rescate de la autonomía del dominio nacional de la clase burguesa.
Ninguno de estos planos del proceso, podría desarrollarse independientemente
del otro. La erradicación de la base material del poder señorial, habrá de ser
en la historia posterior, fundamentalmente el resultado de la gradual
generalización del capital, en tanto que relación social de producción, a todas
y cada una de las ramas de la economía del país. El lugar de esa clase en el
Estado se irá por ello reduciendo paulatinamente. Serán las luchas campesinas
las que acelerarán la desintegración del caciquismo gamonal, y muy
significativamente, entrando en conflicto con la burguesía dominante, en el
momento más fuerte y exitoso de sus luchas, desde fines de los años cincuenta.
Los intentos de rescate de la autonomía nacional del dominio de la burguesía
interna, si bien pudieron ser, en breves momentos, interés de minoritarias y
débiles fracciones burguesas, no fueron tanto la obra de la clase, dadas sus
raíces y las tendencias de su movimiento. Y por eso se encontraron sus
ideólogos y protagonistas entre las capas medias y populares bajo la influencia
de las primeras y tuvieron que llevarse a cabo, también significativamente, en
buena medida en contra de la opinión y de la conducta de la propia burguesía
interna. LUCHAS SOCIALES Y DEBATE IDEOLÓGICO ANTES DE 1919 Seis años antes del
nacimiento de Mariátegui, Manuel González Prada, en el célebre discurso del
Politeama15, había roto los fuegos de la primera fase de la batalla contra la
dominación oligárquica de los terratenientes, denunciando la incapacidad y la
corrupción de la clase dominante y de su instrumento militar, la sujeción de
las masas campesinas a la ignorancia y a la servidumbre, y llamando a la
juventud a la lucha contra esa situación nacional. 15. Compilado en Manuel
González Prada, Páginas libres, Madrid, Editorial América, 1915. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XXVI Pocos meses después, en el Teatro Olimpo,
arremetía contra la mediocridad y el servilismo hipócrita de los intelectuales
oficialistas, reclamando a la nueva generación “romper con el pacto infame de
hablar a media voz”16. Y, a fines del mismo año, publicaba “Propaganda y
ataque”17, señalando que el verdadero fundamento de la nación lo constituían
las masas indígenas y que hasta tanto ellas no estuvieran plenamente
representadas en el Estado, no se podía esperar un cambio sustantivo de los
problemas del país. De ese modo, armada de la implacable y bruñida violencia de
los apóstrofes de don Manuel, tomaba carta de ciudadanía política, por primera
y efímera vez en la historia peruana, una versión revolucionaria del
liberalismo, que no se paraba como hasta entonces, en la crítica de los vicios políticos
e ideológicos solamente, y avanzaba hasta poner en cuestión la base misma del
orden oligárquico, introduciendo en el debate nacional lo que será uno de sus
temas centrales por varias décadas, el problema del campesinado indio, y
estableciendo los primeros elementos consistentes de un proyecto
democrático-burgués avanzado, que no puede ser considerado como una mera
prolongación del liberalismo del período anterior. El tema del indio, y con él
una de las cuestiones centrales de todo el orden oligárquico, entraba al
debate, no solamente porque la derrota frente a Chile había puesto de
manifiesto de qué modo la dominación terrateniente sobre la masa indígena, en
un característico régimen de “colonialismo interno”, era el fundamento de la
falta de integración nacional, a su vez factor decisivo de esa derrota, sino
ante todo porque en ese mismo momento comenzaba un nuevo ciclo de las luchas
del campesinado indio en el país. Poco antes del discurso del Politeama, había
tenido lugar la primera gran insurrección del campesinado indio en esa etapa,
en el Callejón de Huaylas, Sierra Norte del Perú, y cuya fuerza y extensión
conmovieron amplios sectores de la opinión política e intelectual18. Esa
insurrección inauguraba el ciclo de intermitentes guerras campesinas contra la
domina16. Op. cit. 17. Op. cit. 18. Acerca de esa insurrección, Ernesto Reyna,
El Amauta Atusparia, Lima, Ed. Amauta, 1930. Prólogo de José Carlos Mariátegui,
Jorge Basadre, Historia de la República del BIBLIOTECA AYACUCHO XXVII ción
terrateniente, que dura hasta mediados de la década de los 30, precisamente
como reacción contra la expansión de la gran propiedad agraria, bajo control de
los terratenientes señoriales, impulsada por el nuevo interés que éstos
adquirían en este período, por el modo en que se establecían las relaciones con
la dominación del capital monopolista. No era, pues, sólo una coincidencia que
tres años después de esa insurrección vencida, tronara el discurso del
Politeama y se publicara “Propaganda y ataque”; que en el mismo año se
publicara también la primera novela indigenista, La trinidad del indio o
costumbres del interior, donde su autor, José T. Itolararres19, ponía en la
picota la trinidad del cura, el juez y el costeño, en la opresión del indio, y
que al año siguiente, Clorinda Matto de Turner, discípula de González Prada y
miembro del Círculo Literario que éste presidía, publicara Aves sin nido,
destinada a convertirse en la pieza más importante de la narrativa indigenista
peruana20. El ciclo de esta narrativa, es coetáneo del ciclo de las luchas del
campesinado indio contra la expansión del latifundio gamonal. Durante las tres
décadas siguientes, el propio González Prada dedicó una vigilante atención al
desarrollo de las luchas campesinas, apoyándolas desde la prensa, mientras
maduraba su concepción del problema del indio hasta su ensayo Nuestros
indios21, que dejó incompleto e inédito a su muerte en 1918, donde por primera
vez se vincula claramente la situación del indio al sistema vigente de
propiedad agraria, a los rasgos feudales en el régimen de la hacienda andina, y
al caciquismo local de los gamonales. Todavía él mismo un positivista liberal
en ese momento, al introducir este crucial incordio en el debate ideológico que
los demás positivistas liberales realizaban entonces sobre los problemas
nacionales, González Prada puso al descubierto los límites que el desarrollo de
clase de la burguesía peruana imponía al pensamiento de la mayor parte de sus
ideóloPerú, t. II, pp. 272-273. Aníbal Quijano, Los movimientos campesinos
contemporáneos de América Latina, en Lipset y Solari (eds.); Élites y
desarrollos en América Latina, Buenos Aires, 1966. 19. Seudónimo de José Torres
Lara. 20. La primera edición apareció en Valencia, España, en 1889. 21. En
Manuel González Prada, Horas de lucha, 2a ed., Callao, 1924. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XXVIII gos. Esos límites irán
acentuándose, conforme la implantación del capital monopolista y el dominio de
la burguesía imperialista iban reduciendo a la burguesía peruana a la condición
semicolonial, impidiéndole recoger ella misma las banderas de la revolución
democrática. Por ello, más que por las características personales de González
Prada, según opinará más tarde Mariátegui, el movimiento político que sus
inmediatos seguidores intentaron alzar con esa orientación, no tenía las bases
sociales necesarias para su desarrollo y se frustró al nacer, llevando al mismo
González Prada a transitar hacia un positivismo anarco, cuando toma parte en el
debate de las luchas del naciente proletariado a comienzos del siglo XX. Entre
fines del XIX y comienzos del siglo XX, ingresaba en la palestra ideológica
peruana la llamada generación del 900, la mayoría de cuyos más influyentes
miembros tenía también filiación positivista liberal, y era portavoz de las
fracciones más modernizantes de la burguesía peruana. Y no es que desconocieran
la existencia del problema indio en la falta de integración nacional. Pero de
una parte, su atención estaba más concentrada en los problemas institucionales
del Estado y las cuestiones políticas concomitantes con la actividad
capitalista en plena dinamización. Y, de otra parte, su visión del problema del
indio estaba inevitablemente mutilada por la aún indecisa diferenciación de su
clase con los terratenientes señoriales, orientándolos a discutir el problema
exclusivamente en términos culturales, y en particular morales y educacionales.
De allí que los temas de la educación y de la cultura, y la modernización
institucional del Estado, fueran, junto con la especulación
académico-filosófica, los ejes de su producción ideológica y fue en torno de
ellos que llevaron a cabo sus debates más resonantes. Todos ellos se reclamaban
de una postura nacionalista y modernista, acorde con su ideal positivista del
progreso. Algunos, como Francisco García Calderón22, desde una perspectiva
optimista, sin duda estimulada por la dinamización de la actividad económica
resultante de la penetra22. De Francisco García Calderón, véase: Le Pèrou
Contemporain, Paris, 1907; Les Démocraties Latines de l’Amerique, Paris, 1912;
y La creación de un continente, París, 1913. BIBLIOTECA AYACUCHO XXIX ción
capitalista imperialista, ponían su esperanza en el surgimiento de regímenes
como el de Porfirio Díaz y sus “científicos”, o el de Juan Vicente Gómez y el
“cesarismo democrático” que los intelectuales a su servicio proponían como
modelo, para establecer la integración nacional y salir de la anarquía
caudillesca hacia algo como esa inventada “pax porfiriana”, como marco del
reordenamiento nacional. Otros, como Víctor Andrés Belaúnde23, reconociendo que
“la nacionalidad no está formada todavía” y que “nuestro ideal debe ser
eminentemente nacionalista”, sólo podían reclamar la moralización y la
racionalización institucional del Estado, como recursos para lograr el
cumplimiento de tal ideal24. Y en un plano más concreto, Garland y Gubbins25
sostenían la necesidad de facilitar la entrada y la implantación del capital
extranjero, como camino de la modernización y el progreso del país. Atrás
habían quedado los reclamos de Capello y otros, y aun las proposiciones de
Manuel Pardo, para preservar el control nacional de los recursos, y la
protección estatal de los capitalistas nacionales para afianzarlo. Cuando las
necesidades del capital planteen exigencias de tecnificación y modernización a
la cultura y a la educación en el país, todavía la burguesía aparecerá dividida
entre quienes, como Manuel Vicente Villarán26 preconizan una educación
pragmática y de orientación técnica al alcance de las masas, y quienes como
Alejandro Deustua27 encontrarán la ocasión de destilar los más encostrados
prejuicios señoriales contra el indio, para oponerse, en nombre del progreso, a
una educación dirigida a las capas populares, reclamando una educación elitista
e intelectualista. 23. De Víctor Andrés Belaúnde, en ese período,
principalmente: La crisis presente, Lima, 1914; La realidad nacional, Lima,
1930, libro destinado a la refutación de los 7 ensayos de Mariátegui; véase
también sus Memorias, Lima, 1961 y 1962, 2 v. 24. V.A. Belaúnde, La crisis
presente, p. 98. 25. De Alejandro Garland, sobre todo, El Perú en 1906, Lima,
1907; y Reseña industrial del Perú, Lima, 1905. 26. De Manuel Vicente Villarán,
los ensayos reunidos en Estudios sobre la educación nacional, Lima, 1922; de
ellos, principalmente: “Las profesiones liberales en Perú”; “El factor
económico en la educación nacional”, Lima, 1905. 27. De Alejandro Deustua,
introductor de la filosofía de Bergson y de los neohegelianos italianos en el
Perú, acerca de este problema véase sus ensayos en La cultura nacional, Lima,
1937. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XXX Fue sin duda
debido a esta debilidad social y política de la burguesía peruana y de sus
ideólogos reconocidos, que al ir produciéndose los primeros grandes conflictos
sociales engendrados en el seno del nuevo capitalismo, el grueso de esos
intelectuales se encontraba enfrentado contra toda posibilidad de una
legislación que institucionalizara esas luchas y sus organizaciones como parte
de un régimen burgués. Sólo muy minoritarias fracciones, lideradas por quienes
como Billinghurst28 traían una formación hecha íntegramente en el extranjero,
intentaron abrir paso a esa legislación y aun apoyarse en esas luchas para
buscar una relativa democratización del Estado. Y, por supuesto, fue
rápidamente derrotado. En esas condiciones, ningún puente ideológico y político
podía ser establecido entre el naciente movimiento obrero y popular en las
ciudades y en los latifundios capitalistas de la costa y las fracciones
modernizantes de la burguesía, para cualquier tentativa exitosa de
democratización de las bases y la estructura institucional del Estado. Y las
capas medias de profesionales e intelectuales que iban ampliándose
gradualmente, vagamente, orientadas en esa dirección, comenzaban a ser
empujadas a colocarse políticamente más cerca del movimiento obrero y popular
que del establishment oligárquico. Y después de la crisis de mediados de la
segunda década de este siglo, frustrada la posibilidad de Billinghurst, las
tendencias en esa dirección se consolidaron. Aunque sin una relación orgánica
con las luchas del campesinado contra la expansión del gamonalismo, las del
naciente proletariado y de las capas medias y populares urbanas se
desarrollaban paralelamente en 28. Guillermo Billinghurst, rico comerciante,
nacido en Iquique cuando era aún territorio peruano, y educado en Santiago y
Valparaíso, fue alcalde de Lima y Presidente del Perú (1912-1914). Candidato
anticivilista de ideología populista y modernista, comandó el primer movimiento
de las masas de las capas medias y populares de Lima, para imponer su
candidatura contra la negativa oficialista, en un gran mitin callejero en que
con el lema del “pan grande”, las masas expresaban su protesta en la severa
situación económica bajo la crisis de ese momento, y hacían su ingreso en una
orientación antioligárquica que se clarifica y consolida desde entonces. Bajo
su fugaz gobierno hizo algunas concesiones al movimiento obrero, legalizando
las huelgas y sindicatos, lo que acarreó su caída por un golpe militar dirigido
por Benavides. Véase: Jorge Basadre, Historia, t. VIII; Quijano, El Perú en la
crisis de los años treinta, cit. No hay hasta ahora ningún estudio específico
sobre Billinghurst. BIBLIOTECA AYACUCHO XXXI esas primeras décadas. Desde la
primera gran huelga de los “braceros” de Chicama en 1912, las luchas por la
sindicalización, la legalización de la jornada de 8 horas, se hicieron más
fuertes y se generalizaron. Encontraron un punto de unión con las luchas políticas
por la democratización del Estado en las movilizaciones que impusieron la
candidatura de Billinghurst, bajo cuyo fugaz gobierno lograron las primeras
leyes de reconocimiento sindical. Y tras la caída de ese régimen, se
desarrollaron hasta imponer la legalización de la jornada de 8 horas, y su
primera central sindical en 1919, cuando ya la generación joven de los
intelectuales de las capas medias ingresaba también en la lucha por la
democratización de la educación superior, y el conflicto dentro de la burguesía
se resolvía en favor de su fracción más proimperialista, pero también menos
señorialista29. La implantación del capital en su fase monopólica durante esas
décadas, había ido reconfigurando las bases de la estructura de la sociedad
peruana, a través de una compleja combinación con la expansión del latifundio
señorial. Eso implicaba que en el mismo momento en que se desarrollaban las
luchas campesinas contra los terratenientes, estuvieran ya en escena las luchas
obreras bajo orientación anarquista y anarcosindicalista. Y mientras el Estado,
en representación de la asociación contradictoria de intereses de aquellas
clases dominantes, se enfrentaba a esa doble vertiente de las luchas de clases
de los dominados, al interior de la burguesía se iba produciendo una
diferenciación política que se resolvería por el triunfo de las fracciones más
ligadas a los intereses de la burguesía imperialista norteamericana, que
asentaba su hegemonía sobre la británica tras la guerra del 14-18. Y del mismo
modo, al interior de los terratenientes señoriales, sus sectores ligados más
directamente al capital comercial, iban apareciendo aliados a las fracciones
burguesas vencedoras, en el condominio inmediato del Estado. El golpe de Estado
de Leguía en 1919, y la política estatal de la década siguiente, la
desintegración de los partidos históricos de burgueses y terratenientes, así
como el debate ideológico nacional, fueron una cabal expresión de esas
tendencias y conflictos.
De un lado, el radicalismo burgués del primer González Prada
evolucionó al anarquismo, y formó parte de esa corriente ideológica en las
luchas y organizaciones del proletariado fabril, semifabril y rural. La posta
de ese radicalismo burgués, que la propia burguesía no recogió, ni amparó,
será, después de 1919, tomada y redefinida como corriente
“antioligárquico-nacionalista”, por las capas medias nuevas que se reclamaron
herederas del primer González Prada. El desarrollo de las luchas obreras
convergió, después de la guerra, con las luchas iniciales de las capas medias
intelectuales por la democratización de la educación y en esa coyuntura, ya
bajo el impacto de la onda de expansión internacional del socialismo, producto
de las luchas europeas y de la Revolución Rusa, en 1918 surgieron los primeros
brotes de una versión pequeño-burguesa del socialismo, influyendo sobre algunos
intelectuales y obreros. En cambio, el positivismo liberal cedía, en ese mismo
momento, su puesto rector en la ideología burguesa en favor del idealismo
bergsoniano, acogido entusiastamente por los representantes intelectuales de
las fracciones burguesas que perdían terreno en la lucha por la hegemonía30, y
esa tendencia fue consolidándose en la década siguiente, como reacción frente
al régimen leguiísta que había llegado al poder enarbolando los señuelos del
progreso y de la modernización, caros al positivismo, que utilizaba desde el
poder a algunos de los intelectuales positivistas, pero que, al mismo tiempo,
rebajaba los ideales positivistas a una función de taparrabo de una política de
venalidad, de corrupción, de arribismo y despotismo. Esa situación ayuda a
explicar por qué, en la década siguiente, el idea30. Principalmente Deustua y
Belaúnde, ya citados. Y José de la Riva Agüero; los dos últimos prologuistas y
comentadores de la tesis de Mariano Iberico, La filosofía de Enrique Bergson,
presentada en San Marcos en 1916. Iberico fue diputado por la derecha y por la
izquierda intelectual en el Perú, antes de 1930. En 1926, Mariátegui le
publicó, en su Editorial Minerva, El nuevo absoluto, en el cual Iberico
defendía el vitalismo bergsoniano como base filosófica del socialismo, desde
que éste tenía una vocación redentora y en “su profundo sentido, es una
voluntad religiosa”, posición que fue explícitamente comentada y apoyada por
Mariátegui en “25 años de sucesos extranjeros”, publicado ese mismo año,
incorporado después en Historia de la crisis mundial (v. 8 de las Obras
completas, en adelante OC). BIBLIOTECA AYACUCHO XXXIII lismo vitalista de
inspiración bergsoniana será utilizado contra el positivismo, simultáneamente
desde la derecha y desde la izquierda. LAS PRINCIPALES ETAPAS DE MARIÁTEGUI Ese
complejo escenario histórico fue el que produjo a Mariátegui y que desde 1918
en adelante fue también en parte su producto. Pues nadie como él, en el Perú,
fue simultáneamente tan hijo de su tiempo, como de su propia fuerza para
dominarlo. Al caracterizar su etapa anterior a su viaje a Europa en 1919 como
su “edad de piedra”, Mariátegui estableció una separación de su historia vital
en dos grandes etapas. Y, de modo general, esa división es admisible31. No hay
duda, en efecto, de que su estancia europea fue crucial para el desarrollo de
Mariátegui en todos los órdenes de su experiencia personal. Allí hizo su primer
aprendizaje marxista, decidió consagrar su vida al socialismo revolucionario en
el Perú, encontró a la compañera de su vida y universalizó su horizonte de
ideas y emociones. Es cierto, igualmente, que de entonces arranca lo
fundamental de su obra y de su influencia en la historia peruana. No obstante,
fue también el propio Mariátegui quien se encargó de recordar el significado de
su labor anterior a esa fecha, particularmente en los años inmediatamente
previos32. Y, en verdad, si la experiencia europea maduró y redefinió sus
opciones personales, fue sobre la base de una orientación establecida ya, en lo
fundamental, antes. Si bien son perceptibles rupturas significativas entre
ambas etapas, particularmente en su pensamiento político, en otros planos se
trata más bien de afirmamientos y desarrollos. 31. Ese juicio de Mariátegui ha
influido en sus herederos familiares, que hasta ahora no publican sus escritos
anteriores a 1919, en las llamadas OC, y en sus biógrafos como Rouillon, ya
citado. Diego Messeguer ha trazado recientemente, en un extenso estudio sobre
Mariátegui, una periodización más próxima a la realidad. Véase de Diego
Messeguer, José Carlos Mariátegui y su pensamiento revolucionario, Lima, IEP,
1974. 32. En comunicación enviada a la Primera Conferencia de Partidos
Comunistas de América Latina, en junio de 1929, Mariátegui señala: “el tratado
de Mariátegui con los tópicos nacionales no es, como algunos creen, posterior a
su regreso de Europa ... no hay que olvi 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA
REALIDAD PERUANA XXXIV Por eso, aunque no se trata aquí de reconstruir su
biografía, es necesario, especialmente para el lector no peruano, sumarizar
brevemente las principales etapas del desarrollo del pensamiento mariateguiano.
REPLIEGUE FÍSICO Y AVENTURA INTELECTUAL: 1894-1914 Mariátegui era el segundo de
tres hijos sobrevivientes, de un inestable matrimonio entre Francisco Javier
Mariátegui, limeño, de familia terrateniente encumbrada, nieto de un conocido
ideólogo liberal del mismo nombre, y de María Amalia Lachira, campesina del
pueblo de Sayan, en la sierra Norte de Lima. No conoció a su padre33. Cuando
tenía ocho años, en 1902, a su pobreza material y a la ausencia paterna, le
sobrevino una enfermedad que dejó baldada para siempre su pierna izquierda,
inmovilizándolo durante una larga convalecencia. En el ambiente religioso de su
familia, su enfermedad reforzó probablemente en el niño Mariátegui su adhesión
religiosa, dando lugar al desarrollo de inclinaciones místicas. Y, al mismo
tiempo, el repliegue forzoso consigo mismo le permitió iniciar la lectura de la
pequeña biblioteca dejada por su padre antes de eclipsarse del todo del hogar,
y comenzar su formación autodidacta procurándose ávidamente material de
lectura. Su inquietud desatada lo llevará poco después a estudiar francés por
su cuenta. Por la misma época comenzaría también a escribir sus primeros
versos34, de contenido místico-religioso. Esa experiencia infantil, de pobreza
y de ausencias, de enfermedad y de inactividad física, de soledad y de
melancolía, de religiosidad y de poética mística, de inquietas e interrogadoras
lecturas, es sin duda fundamendar que a los catorce o quince años, empezó a
trabajar en el periodismo y que, por consiguiente, a partir de esa edad tuvo
contacto con los acontecimientos y cosas del país, aunque para enjuiciarlos
carecía de puntos de vista sistemáticos”. En esa carta consigna su revista
Nueva Época y su periódico La Razón, así como su participación en la huelga
obrera de 1919. Véase el texto respectivo en Ricardo Martínez de la Torre,
Apuntes para una interpretación marxista de la historia del Perú, 4 v., t. II,
p. 403. 33. Rouillon, La edad de piedra, cit. 34. Op. cit., p. 70. BIBLIOTECA
AYACUCHO XXXV tal para la comprensión de la obra adulta mariateguiana. Cómo no
ver allí el origen de los resortes emocionales que atravesarán permanentemente
una parte de su desarrollo, y en especial esa tensión de agonista entre una
concepción metafísica de la existencia, alimento de una voluntad heroica de
acción, y las implicaciones necesarias de la adhesión al marxismo, que
caracterizan gran parte de su pensamiento. DEL COLONIALISMO A LA CRÍTICA SOCIAL
Y POLÍTICA: 1914-1919 Mariátegui entró como obrero alcanza-rejones al periódico
La Prensa, en 1909, y fue subiendo de posición hasta que en 1913 asumió la
redacción del periódico y a partir de 1914 comenzó a publicar con el seudónimo
de Juan Croniqueur. Juan Croniqueur, autodidacta de vasta y varia lectura,
principalmente literaria, espíritu crítico aún sin derrotero y temperamento
artístico, estación de un viaje hacia la identidad social y personal, peregrina
un tiempo, entre los 20 y 23 años, entre la influencia de D’Annunzio y el
esteticismo, la incursión por el mundo de la sociedad oligárquica, en su
calidad de cronista hípico y social (hasta llegó a dirigir El Turf), la crónica
literaria, retiros espirituales y poesía místico-sensual, y todavía, el mismo
año de la Revolución Rusa, organiza con otros periodistas de la bohemia
provinciana de Lima, una sesión de danza en el cementerio para Norka Ruskaya,
con el consiguiente escándalo de la beatería limeña. Mariátegui, pues, estaba
entonces principalmente ocupado en explorar sus posibilidades de encontrar un
lugar en el establishment social y cultural. Eran, sin embargo, los años de la
crisis y de la guerra mundial, del encrespamiento de las luchas de clases en
Europa, y en el Perú la etapa de intensificación de las luchas obreras, del
creciente descontento de las nuevas capas medias, y la agudización del debate y
del conflicto político dentro de las clases oligárquicas. Hasta 1916 no parecen
haber registros del impacto de esos procesos en Mariátegui. Y no obstante, fue
en el curso de esa etapa y sobre todo después de esa fecha, que fue despertando
en él la preocupación por las cuestiones políticas y sociales, agudizándose su
mirada crítica de la sociedad, lo que irá apareciendo inclusive en sus crónicas
de tono levemente irónico sobre temas banales. En 1916, con César Falcón, Félix
del Valle y bajo la dirección de Abraham Valdelomar, sus compañeros de La
Prensa, funda la revista Colónida, de la que se publicarán cuatro números y en
los cuales Mariátegui colabora con su producción literaria. Años después,
sostendrá que cuando colabora en Colónida era aún un “literato inficionado de
decadentismo y bizantinismo finiseculares”35. Eso era aún en efecto. A pesar de
ello, Colónida representaba ya el ingreso, aunque vacilante y confuso, de un
nuevo estado mental que portaba una generación intelectual heredera de las
enseñanzas de González Prada, que aprendía a rechazar la presencia de la
engolada mentalidad señorial y su academicismo. Y la actitud crítica en la
literatura, pronto se extenderá, en Mariátegui y su generación, a la crítica de
la sociedad y del Estado. No en vano Valdelomar había sido secretario de
Billinghurst durante su campaña a la presidencia de la República, que pudo
triunfar sobre los hombros de una inmensa movilización popular anticivilista. Y
Mariátegui, a la sazón, ya había conocido a González Prada y era amigo de su
hijo, poeta también, Alfredo González Prada. Y en ese mismo año, Mariátegui
publica en La Prensa, un artículo comentando irónicamente una conferencia de
Riva Agüero, y defendiendo el modernismo literario contra el academicismo. Riva
Agüero ya era, en ese momento, uno de los más destacados intelectuales de los
grupos más señoriales de la coalición oligárquica en el poder, y que ya en 1915
había fundado el Partido Nacional Democrático y el movimiento “futurista”, como
parte de una orientación de abandono del positivismo y de repliegue en un
idealismo reaccionario de raíz bergsoniana. Enjuiciando una década después ese
movimiento “futurista”, Mariátegui lo señalará como un movimiento de
“restauración colonialista y civilista en el pensamiento y en la literatura del
Perú”36. Fue, sin embargo, otro hecho lo que contribuyó a despertar su interés
político y al abandono de la negación de la política que era una de las mar35.
Carta a Samuel Glusberg, en OC, t. II, contracarátula. 36. 7 ensayos, Lima,
1968, 13a ed., p. 216. BIBLIOTECA AYACUCHO XXXVII cas de la experiencia
colónida. A mediados de 1916, la oposición leguiísta contra el régimen de José
Pardo (1915-1919), y con la participación de las corrientes que apoyaron a
Billinghurst, fundó un nuevo periódico, El Tiempo, y Mariátegui renunció a La
Prensa para incorporarse al nuevo diario. Allí fue encargado de la crónica
parlamentaria, que ejerció hasta 1919. A pesar de que en los dos años
siguientes, Mariátegui todavía intensificará sus incursiones en el mundo
oligárquico, escribiendo crónicas sociales e hípicas, y mantendrá su adhesión
religiosa escribiendo sobre temas costumbristas y religiosos (inclusive ganó en
1917 el premio de la Municipalidad de Lima, por su artículo “La Procesión
tradicional”), la concurrencia a los debates parlamentarios fue, seguramente,
una puerta de entrada a la observación y a la reflexión sobre los problemas
políticosociales del país y del mundo, tan intensamente agitados en esos mismos
años. El Parlamento peruano de esos años era el escenario en que se debatían
las opciones ideológicas y los conflictos políticos dentro de la coalición
dominante, poco antes de la derrota de las fracciones más señorialistas, tres
años después, con el golpe de Leguía. Eran también los años de la prédica
wilsoniana, cuyos ecos resonaban también en el Perú, junto con los de las
tempestades políticas europeas, particularmente el triunfo de la Revolución
Rusa, y los primeros impactos de la Revolución Mexicana, mientras se extendían
las luchas obreras y la influencia del anarquismo y el anarco-sindicalismo, y
los jóvenes de las nuevas capas medias intelectuales iniciaban su
enfrentamiento a la educación oligárquica en la Universidad. En la redacción de
El Tiempo convergían las corrientes positivistas liberales, de leguiístas y
billinghuristas, y más débilmente la influencia del gonzález-pradismo y las
primeras ideas socializantes. La influencia de esta atmósfera puede registrarse
en la creciente ironía de las crónicas de Mariátegui, en la nueva seguridad de
su prosa de tono polémico, presumiblemente también en la medida en que su
conocimiento de la fauna oligárquica, en su calidad de cronista de
publicaciones como El Turf y Lulú, le iba revelando una realidad que ya era
capaz de mirar como indeseable. Por ello, desde 1917, la casi totalidad de su
producción de periodista en El Tiempo, aparece ya consagrada exclusivamente a
los temas de la po 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XXXVIII
lítica nacional y ahora observada ya también desde fuera de los debates
parlamentarios. El periodismo comienza en Mariátegui a convertirse en un
vehículo de expresión de una nueva mirada crítica de la sociedad, como para
varios de sus compañeros de redacción, y principalmente César Falcón, Félix del
Valle y otros, ganados según parece antes que Mariátegui al interés por las
luchas sociales y las ideas socialistas, y que probablemente ejercieron una
importante influencia sobre él en esos años. Como la orientación de El Tiempo
ya les resulta muy moderada, a mediados de 1918 todos ellos se agrupan para
publicar la revista Nuestra Época, como vocero de una tendencia socializante,
inspirada en las ideas y en el modelo de la revista España, que en ese país
dirigía Luis Araquistain y donde colaboraba una parte de la generación del 98.
Unamuno entre ellos. La orientación ideológica y vital de José Carlos
Mariátegui comienza a definirse. Y no tardará en pagar sus primeras
consecuencias. Tras la publicación en esa revista de su artículo “Malas
tendencias: el deber del ejército y del Estado”, defendiendo la idea de emplear
más los recursos fiscales en la promoción de la educación y del trabajo, en
lugar de armas, un grupo de oficiales llegará hasta la redacción de El Tiempo,
en cuyos talleres se imprimía Nuestra Época, y maltrata físicamente al
indefenso y débil autor. Poco después, los redactores de Nuestra Época y otros
de la misma tendencia se agrupan en el Comité Organizador del Partido
Socialista. Uno de los miembros más influyentes, Luis Ulloa, propone convertir
ese grupo en partido, lo que Mariátegui y Falcón rechazan, apartándose del
grupo. Las inevitables dificultades resultantes de esos hechos, con los
directores de El Tiempo, empujan finalmente a Mariátegui y Falcón a fundar el
periódico La Razón, en mayo de 1919. Es el año y el mes de la gran huelga
obrera por las ocho horas y el abaratamiento de las subsistencias, y, al mismo
tiempo, del movimiento abierto de los estudiantes de San Marcos, por la reforma
universitaria, secuencia del movimiento de Córdoba, del año anterior. Es
también el año del golpe de Leguía. La Razón apoya enérgicamente ambos
movimientos, obrero y universitario, y de cierto modo toma parte en la campaña
leguiísta. El gobierno BIBLIOTECA AYACUCHO XXXIX de Pardo apresa a los
dirigentes de la huelga obrera, pero poco después Leguía, y ante la extensión de
la misma, se ve obligado a liberarlos. La gran manifestación obrera que celebra
ese hecho, llegará hasta las puertas del periódico, aclamando a Mariátegui, que
tuvo que pronunciar un discurso desde el balcón del local. Mariátegui ha
entrado, finalmente, en la lucha política al lado del naciente proletariado,
orientándose hacia el socialismo. Sus ideas socialistas, en ese momento,
corresponden aún, en rigor, a una orientación democrática radicalizada por
elementos socializantes. Pero está formada la base de su posterior afirmación
socialista revolucionaria; y el piso emocional de su temperatura de combate,
está liberado de sus afanes de esnobismo aristocratizante y esteticista. Al
arreciar el movimiento de los estudiantes reformistas, chocando con el rápido
repliegue del régimen de Leguía desde su inicial prédica democrática hacia el
despotismo pro imperialista que fue su marca, manteniéndose la movilización
obrera, La Razón se enfrenta críticamente a Leguía, hasta ser considerado por
éste como un peligro para su régimen. Después de la publicación de un editorial
que denunciaba “el tinglado de la patria nueva”, en agosto de ese año, se
prohíbe la circulación del periódico. Leguía, a través de un emisario
relacionado con Mariátegui, ofrece a Mariátegui y a Falcón optar entre la
cárcel o un viaje a Europa en calidad de agentes de propaganda del gobierno
peruano. Era en realidad, un poco disimulado destierro. Ambos optaron por el
viaje a Europa. Se dice que ese gesto de Leguía se debió al hecho de estar
casado con una parienta de Mariátegui, por la rama paterna37. Y en esas
gestiones familiares, sin duda influía el hecho de ser ya Mariátegui un
escritor e intelectual de renombre en el país. En octubre de 1919, Mariátegui
partió con destino a Europa. Después de una breve escala en Nueva York, llegó a
Francia primero y fue a fines de ese año a radicarse en Italia. Tenía 25 años.
37. Rouillon, op. cit., pp. 308-310. Transcribe la resolución gubernamental que
autoriza al Consulado Peruano en Génova, a pagar a Mariátegui un salario por su
labor de “agente de propaganda periodística en Italia”, a partir de enero de
1920. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XL LA EXPERIENCIA
EUROPEA Y EL APRENDIZAJE MARXISTA: 1919-1923 Mariátegui testimonió el impacto
emocional e intelectual de su breve estadía en la capital francesa. Con su
experiencia de periodista parlamentario, no dejó de asistir a algunas sesiones
de la Cámara de diputados. Pero fueron, sobre todo, el contacto personal con el
grupo Clarté y principalmente con Henri Barbusse y Romain Rolland, y su
asistencia a los mítines obreros de Belleville, lo que retendrá en su memoria.
Antes de salir del Perú había ya leído L’Enfer y leyó Le Feu apenas llegado a
París. Poco después conoció personalmente a Barbusse en las oficinas de Clarté.
El impacto debió ser recíproco y se estableció una relación duradera. Barbusse
no lo olvidó y su huella fue intensa en Mariátegui38. De su contacto con el
proletariado parisino en los mítines de Belleville, guardará una imagen impregnada
de uno de los temas recurrentes de la obra mariateguiana posterior, la emoción
religiosa: “Mis mejores recuerdos son los mítines de Belleville, donde sentí en
su más alta intensidad el calor religioso de las nuevas multitudes”, dirá más
tarde a uno de sus biógrafos39. A pesar de que París era la meca de la
peregrinación europea de la mayor parte de los intelectuales y artistas
latinoamericanos del período, Mariátegui escogió Italia como sede de su
experiencia europea. ¿Por qué Italia? Según Bazán, Mariátegui recordaba que “en
París, su metro, su clima húmedo y los grises impertérritos de su cielo
llegaron a quebrantar mi salud. Me dirigí sin más hacia el sur. Hacia Italia,
de donde me llamaba un viejo amigo mío, peruano”40. Dada la salud quebradiza de
Mariátegui, esa explicación es segura38. Armando Bazán, Mariátegui y su tiempo,
Santiago, 1939, consigna que Barbusse se refería a Mariátegui como “una
nouvelle lumière de l’Amerique, un specimen nouveau de l’homme americain” (p.
14). 39. Bazán, op. cit., p. 71. En la edición de 1969, v. 20 de las OC de
Mariátegui, ese texto ha sido cambiado por el siguiente: “mis mejores recuerdos
son los mítines de Belleville, donde sentí en su más alta intensidad la emoción
social revolucionaria de las nuevas multitudes” (p. 56), lo que es
evidentemente una falsificación contra el espíritu de Mariátegui. 40. Bazán,
1939, p. 71. BIBLIOTECA AYACUCHO XLI mente real. Pero no fue quizás la más
importante. Después de todo, él estaba habituado a los “grises impertérritos” y
a la humedad de Lima. Estuardo Núñez41 ha esclarecido bien que no fue
circunstancial enteramente la opción italiana de Mariátegui, demostrando la
influyente presencia de la cultura italiana en el Perú, a comienzos del siglo
XX, y la relativa familiaridad que Mariátegui y sus amigos más cercanos ya
tenían con ella. Valdelomar, que había ejercido notable influencia en la
orientación inicial de las actividades literarias y estéticas de Mariátegui, ya
había residido en Italia en la preguerra y publicó también unas Cartas de
Italia, como lo hará después Mariátegui, aunque sobre una temática totalmente
distinta. Y un personaje como Riva Agüero, tan antitéticamente opuesto a
Mariátegui, social e ideológicamente, coincidió con éste en Italia y juntos
caminaron en Roma, y no dejó de proclamar su adhesión a Italia, aunque por
motivos políticos distintos. Riva Agüero se hará fascista. Y puesto que la
estadía en Italia tuvo una influencia tan decisiva en la formación de
Mariátegui, en particular en el modo en que comenzó su encuentro con el
marxismo, es oportuno señalar que el idealismo neohegeliano y el actualismo, de
Croce y Gentile, ya estaban presentes en la atmósfera intelectual peruana desde
comienzos de la segunda década de este siglo, inspirando, junto con Bergson, una
de las corrientes filosóficas que, en ese entonces, debatía los problemas de la
cultura y de la educación en el Perú. Alejandro Deustua, tan influyente en esos
años en la oposición contra el positivismo, había publicado La cultura superior
en Italia ya en 191242, que el propio Mariátegui cita en sus 7 ensayos43.
Cuando Mariátegui llega a Italia, al fin del año 1919, el país estaba sacudido
por una grave crisis económica, sobre cuyo piso se enfrentaban las masas
obreras y los capitalistas, poniendo en crisis el liberalismo tanto como el
socialismo, entre cuyas brechas ascendía el fascismo. A ello se añadía un
sentimiento de frustración, porque las expectativas de expansión hacia los
Balcanes habían sido bloqueadas por los resultados de la Paz de Versalles. Y
ese sentimiento nacional de frustración, que sobre todo la pequeña burguesía
italiana destilaba, era uno de los alimentos de la propaganda nacionalista y
fascista, y en cuyo clima habían brotado los oropeles de la prédica de
D’Annunzio, su famosa marcha sobre Fiume y su Constitución44, que tanta
resonancia tendrían en el crecimiento del fascismo. Mariátegui encontró aún el
eco de la Constitución d’annunziana y apenas llegado, es sobre ese tema que
escribió (“El Estatuto del estado libre de Fiume”), en su calidad de
corresponsal de El Tiempo, de Lima, en cuyas páginas publicará sus
observaciones europeas45. Como Bazán recuerda46, el poético inicio de la
Constitución, no dejó de impactar en Mariátegui, d’annunziano en sus primeros
pasos de escritor: “La vida es bella y digna de ser bellamente vivida”,
reclamaba el poeta y Mariátegui lo recordará años más tarde, señalando que en
ese proyecto de Constitución existen elementos de comunismo, de filiación
utópica47. En su copiosa producción periodística como corresponsal de El
Tiempo, puede notarse la apasionada avidez con que Mariátegui vigila la
política italiana y europea en general, preocupado por los signos históricos de
la coyuntura más bien que en una interpretación teórica, como se reafirmará
después, ya en el Perú, al ordenar en un panorama global su visión de la crisis
europea: “Pienso que no es posible aprehender en una teoría el entero panorama
del mundo contemporáneo. Que no es posible, sobre todo, fijar en una teoría su
movimiento. Tenemos que explorarlo y conocerlo, episodio por episodio, faceta
por faceta. Nuestro juicio y nuestra imaginación se sentirán siempre en retardo
respecto de la totalidad del fenómeno”48. Es, sin embargo, en esos mismos años
que está iniciando su formación marxista y absorbiendo la atmósfera política e
intelectual del debate marxista en Italia, y asistiendo como testigo
privilegiado a las ocupaciones obreras de las fábricas, a las vacilaciones y a
las luchas internas del Partido 44. Véase de Robert Paris, Les Origines du Fascisme,
Paris, Flammarion, 1968, pp. 64-66. 45. Estuardo Núñez, op. cit. 46. Bazán, op.
cit., p. 72. 47. La escena contemporánea, OC, t. 1, p. 22. 48. Op. cit.,
Prólogo. BIBLIOTECA AYACUCHO XLIII Socialista Italiano y al nacimiento del
Partido Comunista Italiano, en el Congreso de Livorno (1921), donde quizás pudo
conocer a Gramsci49. De allí, sin duda, no obstante el carácter periodístico de
su indagación de la escena europea, que sobre todo a partir de 1921 se aprecia
la seguridad de su orientación y de su evaluación de los acontecimientos
políticos, la crisis de la democracia liberal y de su ideología, la crisis de
la socialdemocracia y el significado del fascismo, que son los temas dominantes
de sus crónicas50. En particular, su evaluación del fascismo y de los factores
que le dieron origen y que impulsaron su ascenso al poder, por la impotencia
del liberalismo y la crisis interna de la socialdemocracia italiana, cuya
mayoría adhería a una orientación reformista. Como lo señala uno de sus
comentaristas51, Mariátegui es una importante fuente para el estudio de la vida
política italiana de esa etapa. El año de 1921 parece haber sido el punto de
llegada a una nueva etapa, no solamente personal, sino del pensamiento político
de Mariátegui, pues entonces ya se considera un marxista: “desposé una mujer y
algunas ideas”, afirmará más tarde acerca de su experiencia en ese momento. La
atmósfera cultural e ideológica italiana de esos años, muy influida por la obra
de los filósofos neohegelianos y actualistas como Croce y Gentile, el primero
de los cuales contaba con la admiración de muchos de los ideólogos marxistas
más importantes del debate italiano de ese momento y al que Mariátegui conoció
personalmente, enmarcó e impregnó de modo importante el desarrollo de los estudios
de éste y, presumiblemente, el modo de su encuentro con el marxismo. Y, en
particular, su relación con Piero Gobetti, antiguo gentiliano, seguidor de
Croce, y liberal radicaliza49. No existe información concreta y eficiente
acerca de las posibles relaciones personales entre Mariátegui y Gramsci. Su
viuda afirma que se conocieron. En todo caso, es probable que Mariátegui haya
visto a Gramsci en Livorno, con ocasión del Congreso del Partido Socialista de
Italia, y probablemente lo leyera en L’Ordine Nuovo, que se publicaba ya cuando
Mariátegui residía en Italia. 50. Recopiladas principalmente en Cartas de
Italia (t. 15, OC), La escena contemporánea (t. 1, OC), El alma matinal (t. 3,
OC), principalmente. 51. Antonio Melis, “Mariátegui primer marxista de
América”, Mariátegui, tres estudios, Lima, Biblioteca Amauta, 1971. 7 ENSAYOS
DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XLIV do que colaboraba en L’Ordine
Nuovo, la revista del ala comunista del socialismo italiano, ejerció un impacto
reconocido y evidenciado por Mariátegui muchas veces en su obra posterior.
Asimismo, en Italia fue donde él se familiarizó con la obra de Sorel, que tanta
presencia llegó a tener en su concepción filosófica personal. Algunos, como
Robert Paris, han sugerido también que el aire de movimiento épico y heroico
que el mussolinismo fungía incorporar a la atmósfera emocional italiana, habría
tenido alguna parte en la evolución del sentido mítico-heroico presente en la
concepción mariateguiana de la existencia y atribuible también a algunos
revolucionarios italianos formados en ese período52. Italia, pues, fue una
estación decisiva en la formación de Mariátegui, intelectual, política y
emocionalmente, llegando a ser un permanente punto de referencia de su visión
de los problemas. Recorrió sus principales ciudades, se familiarizó con su
acervo histórico y cultural, se vinculó a algunas de las figuras del primer
plano intelectual y político del país, reorganizó su tesitura personal sobre el
mundo y pudo adquirir allí las bases de su prodigioso y vital aliento de
agonista. A comienzos de 1922, poco antes de abandonar Italia, acordó con
algunos peruanos su decisión de iniciar la acción socialista en el Perú. Entre
marzo de 1922 y marzo de 1923, Mariátegui recorrió Alemania, Austria, Hungría, Checoslovaquia
y, brevemente otra vez, Francia. De ese periplo da cuenta en sus crónicas,
impactado por la crisis social y política del continente, afirmándose en su
adhesión a la necesidad de una revolución socialista, su rechazo del reformismo
socialdemócrata y la para él declinación y crisis final de la democracia
liberal y de la cultura occidental, ya bajo la evidente influencia de sus
lecturas de Spengler53. No pudo llegar a Rusia, como era, obviamente, su gran
deseo, por las dificultades de salud de su mujer y de su hijo. Pero estaba
seguro de que Alemania sería pronto el segundo país soviéti52. Robert Paris,
“El marxismo latinoamericano de Mariátegui”, compilado en volumen del mismo
título, Buenos Aires, Ediciones Crisis, 1973. De este autor, véase también:
“Mariátegui, un ‘sorelisme’ ambigue”, en Aportes, No 22, 1977, pp. 178 y ss.;
“Mariátegui et Gobetti”, Bolletino, Milano, Centro di Studio Piero Gobetti,
marzo 1967; y su “Preface” a la edición francesa de los 7 ensayos, París,
Maspero. 53. Bazán, op. cit. BIBLIOTECA AYACUCHO XLV co de Europa, estimulado
por la atmósfera política de las calles de Berlín y las huelgas renanas54. En
marzo de 1923, se embarcó de regreso al Perú. DE REGRESO EN EL PERÚ: DOS ETAPAS
En la labor de Mariátegui en el Perú, desde el 18 de marzo en que llega, hasta
el 16 de abril de 1930, fecha de su muerte, pueden reconocerse dos etapas
principales: 1–. 1923-1928. Cuando Mariátegui llega al Perú, el movimiento de
la reforma universitaria y el movimiento obrero ya han avanzado en la relación
iniciada con motivo de las huelgas de 1919 y la iniciación de la lucha por la
reforma universitaria. Acordadas por el Congreso de Estudiantes del Cuzco en
1920, bajo la presidencia de Haya de la Torre, ya están en funciones las
Universidades Populares González Prada, cuyo propósito era desarrollar la
formación intelectual de los obreros, permitiendo también la formación de lo
que González Prada había reclamado antes, un Frente Único de Trabajadores
Manuales e Intelectuales. Entretanto, el gobierno de Leguía, tras un breve
inicio populista, ya ha hecho ostensible su viraje hacia el despotismo y hacia
el entreguismo a la dominación imperialista norteamericana. Y ese movimiento de
obreros y estudiantes, está enfrentado a esa política. Un mes después de la
llegada de Mariátegui, oponiéndose a una ceremonia de consagración del Perú al
“Corazón de Jesús”, decretada por Leguía, una tumultuosa manifestación de
obreros y estudiantes se enfrenta, el 23 de mayo, a la represión policial,
muriendo un obrero y un estudiante. Durante esa manifestación, el dinamismo y
la oratoria de Haya de la Torre lo llevan al comando de la movilización55.
Mariátegui no quiso participar en ese acto, por considerarlo ineficaz y
circunstancial. Haya y sus seguidores, considerarán después, que esa
manifestación fue el bautismo político del Frente Único de Trabajadores
Manuales e Intelectuales, que daría origen al APRA. Poco después, sin embargo,
Haya invitó a Mariátegui a participar en las Universidades Populares González
Prada. Y en junio de ese año, Ma54. Bazán, ibid. 55. Jorge Basadre, Perú,
problema y posibilidad, Lima, 1931. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA XLVI riátegui inicia un ciclo de conferencias sobre la crisis
mundial56, con lo cual comienza su propaganda socialista entre los obreros, y
el debate, cauteloso al comienzo, con el anarcosindicalismo dominante entre los
obreros politizados hasta entonces. Y cuando en octubre de ese año, el gobierno
de Leguía pasa a una represión sistemática contra los líderes de ese movimiento
y Haya y otros son deportados, Mariátegui asume la dirección de Claridad, la
revista que bajo dirección de Haya venía iniciando el debate ideológico contra
el régimen de Leguía. Y, al mismo tiempo, comienza a colaborar en Variedades, y
en Mundial, revistas de orientación liberal, donde sus temas dominantes serán,
por varios años, el fascismo y la Revolución Rusa, las principales figuras de
la política europea y las tendencias de la literatura y el arte europeo.
Mientras procura no enfrentar abiertamente al régimen de Leguía, de otro lado,
sin embargo, se dedica a intensificar sus contactos con los obreros, y es
encarcelado por breve tiempo, en enero de 1924. Aún está tratando de no chocar
abiertamente con las corrientes anarco-sindicalistas y con la naciente
influencia democrático-nacionalista en el medio obrero, como aparece de su
mensaje a los obreros por el 1o de mayo de 192457, donde insiste en que “somos
todavía pocos para dividirnos” y llama a orientarse por un programa de Frente Único,
siguiendo claramente las decisiones del III y IV Congreso de la III
Internacional58, sobre el Frente Único Proletario entre los revolucionarios y
el frente Único Antimperialista con las corrientes nacionalistas, aunque la
idea del partido y la autonomía política del socialismo revolucionario sobre
esa base, en lo cual insisten también las resoluciones de la III Internacional
antes de 1924, no están presentes. A fines de mayo de 1924, recrudece su
antigua enfermedad y se le amputa su pierna derecha, hasta entonces no
afectada. Desde entonces quedará fijado a una silla de ruedas. Su inagotable
coraje le permitirá sobreponerse a ello, y mantener una activa producción
periodística e intelectual en plena convalecencia y hacer aún más intensa su
actividad posterior59. 56. Historia de la crisis mundial, t. 8, OC. 57.
Martínez de la Torre, op. cit., p. 46. 58. Traducidas al español en “Los cuatro
primeros congresos de la Internacional Comunista”, Cuadernos de pasado y
presente, No 47, Buenos Aires, 1973. 59. Bazán, op. cit., p. 104. BIBLIOTECA
AYACUCHO XLVII Funda la Editorial Minerva para publicar una serie de libros
nacionales y extranjeros destinados a desarrollar la atmósfera intelectual y
anímica que permita romper la influencia ideológica oligárquica sobre la nueva
generación de intelectuales y artistas. En 1925 publica su colección de ensayos
sobre la Escena contemporánea, y comienza a estudiar concretamente la historia
económica-social y política peruana y su realidad de entonces, y para poder
tener una tribuna propia para todo ese vasto proyecto, funda en 1926 la revista
Amauta, tan central en su influencia sobre su tiempo peruano y latinoamericano.
Amauta fue, durante esa etapa, vehículo de debate con la ideología oligárquica,
en frente único con el nacionalismo democrático radical del APRA y Haya de la
Torre, y antena alerta a todos los movimientos intelectuales y artísticos de su
tiempo, dentro y fuera del Perú. 2–. A partir de 1928, hasta su muerte, la
labor de Mariátegui es marcada, ante todo, por el desarrollo y maduración de su
pensamiento político y sus trabajos de organización sindical y política del
proletariado peruano. En el primer terreno, definido ya el APRA como una
alternativa distinta y opuesta a la III Internacional en América Latina, mientras
al propio tiempo la orientación de ésta sufre un brusco viraje después de la
derrota de la revolución china en 1927, Mariátegui entra en polémica con el
APRA y decide la creación del Partido Socialista del Perú, rompiendo con el
APRA y con Haya de la Torre60. Paralelamente polemiza con el revisionismo de
Henri De Man, escribiendo su Defensa del marxismo y el mismo año de 1928
publica sus 7 ensayos. Al propio tiempo, organiza la Confederación General de
Trabajadores del Perú y comienza la publicación del periódico Labor para los
fines de la propaganda socialista entre los obreros. El año siguiente, 1929,
marca el comienzo de una etapa crucial en el desarrollo del pensamiento
revolucionario de Mariategui, que su muerte interrumpirá. En efecto, su
designación como miembro del Consejo General de la Liga contra el Imperialismo,
organismo de la III Internacional, en el segundo congreso de Berlín, a
comienzos del año, formaliza su vinculación orgánica con la III Internacional.
En tal calidad, su grupo es invi60. Martínez de la Torre, op. cit., pp. 272 y
ss. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XLVIII tado al Congreso
Constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo, en
mayo, y a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos Aires, en
junio del mismo año. Imposibilitado por su enfermedad de concurrir a estos dos
eventos de la III Internacional, Mariátegui envía con una delegación documentos
sobre el problema indígena, la situación política y las tareas sindicales del
movimiento obrero, para la reunión de Montevideo, y Punto de vista
antimperialista y El problema de las razas en América Latina, escrito en
colaboración con Hugo Pesce, para la reunión de Buenos Aires. Y, especialmente
en esta última, su posición política expresada en esos documentos, así como su
concepción del partido y del carácter y el programa estratégico de la
revolución peruana, entran en fuerte polémica con la dirección oficial de la
III Internacional en esa reunión61, iniciándose así una etapa en la cual, al
mismo tiempo, Mariátegui y su Partido Socialista del Perú entran a formar parte
de la III Internacional, y abren una polémica fundamental con la dirección
oficial de aquella. Las dificultades políticas de Mariátegui con el despotismo
de Leguía se hacen más graves. Al ser clausurado su periódico Labor, decide, a
fines de año, preparar su viaje a Buenos Aires, para ir a establecerse allí,
contando con las previas gestiones de Waldo Frank y de Samuel Glusberg. Pero el
empeoramiento de su salud se lo impedirá. Su actividad no cesa, sin embargo,
hasta su muerte el 16 de abril de 1930. Las banderas rojas de los sindicatos
obreros, La Internacional en miles de voces, acompañaron su féretro. El
proletariado organizado rindió homenaje a su primer dirigente socialista
revolucionario, y después los intelectuales de América a uno de sus
adelantados. EL DEBATE SOBRE EL PENSAMIENTO Y LA OBRA DE MARIÁTEGUI Mariátegui
muere en un momento crucial de la historia peruana, cuando los conflictos
sociales acumulados desde comienzos de siglo estallan, bajo el impacto local de la crisis económica
internacional, en la más grave crisis política antes de la actual. Durante
ella, revolución y contrarrevolución dominaron la escena nacional por primera
vez de manera abierta, hasta la derrota de los movimientos revolucionarios62.
El proletariado peruano y el movimiento revolucionario no pudieron contar con
la lucidez de su conductor, mientras la dirección del partido que él organizara
era asumida, precisamente, por la tendencia contra la cual él había iniciado
una polémica fundamental y que ahora abandonaba lo medular del pensamiento de
Mariátegui, a la sombra de su propio nombre. La disputa por su herencia teórica
y política y el debate sobre su pensamiento, se iniciaron inmediatamente
después de su muerte, entre el nacionalismo radical aprista de esos años y los
seguidores de la III Internacional, terciando en ella los portavoces
intelectuales de la coalición oligárquica63. Empero, después de la derrota del
movimiento popular revolucionario, y consolidado nuevamente el poder
oligárquico, a través de sucesivas dictaduras militares y civiles, el
pensamiento de Mariátegui fue virtualmente enterrado durante casi treinta años,
hasta que el nuevo desarrollo de las luchas de clases en el Perú y en el mundo,
y la crisis política de la dirección del movimiento comunista oficial, lo han
devuelto al primer plano del debate político actual en el Perú, sobre todo
desde la década pasada. 62. Véase de Aníbal Quijano, El Perú en la crisis de los
años treinta, ya citado. 63. En la revista Claridad, de Buenos Aires, se
publicaron, de la parte aprista, de Manuel Seoane, “Contraluces de Mariátegui”;
de Luis E. Heysen, “Mariátegui, bolchevique d’annunziano”; de Carlos M. Cox,
“Reflexiones sobre José Carlos Mariátegui”; fueron contestados por Armando
Bazán, “La defensa de Amauta”; por Juan Vargas, “En defensa de José Carlos
Mariátegui”; y con un interesante debate sobre “Aprismo y Marxismo”, de Jorge
Núñez Valdivia. Todos estos artículos están compilados en El marxismo
latinoamericano de Mariátegui, Buenos Aires, 1973. Escritores liberales como
Sanín Cano, Jesualdo y otros tomaron parte en esos homenajes en Claridad,
Repertorio Americano y otras publicaciones. Sus artículos están incorporados al
t. 10 de las OC. Por su parte, los adláteres peruanos del fascismo
mussoliniano, se dedicaron a atacar a Mariátegui. RivaAgüero publicó su
“Origen, desarrollo e influencia del fascismo en el Perú”, Revista de la
Universidad Católica de Lima, t. V, No 30, haciendo un encendido elogio del
fascismo; Raúl Ferrero publicó Marxismo y nacionalismo, Lima, 1934, que es la
pieza ideológica más destacada del fascismo peruano. Y desde la tienda católica
reaccionaria, V.A. Belaúnde publicaba La realidad nacional, ya citado, y Mario
Alzamora Valdez, El marxismo filosófico, Lima, 1934. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA L Si bien es verdad que la derrota del
movimiento revolucionario fue determinante en ese entierro, fue también la
derrota de la dirección revolucionaria del proletariado y del socialismo
revolucionario frente al APRA, un factor importante, que gravitó en el
posterior desarrollo del pensamiento social y político peruano hasta no hace
mucho, oscureciendo la memoria política de una clase obrera que, sin embargo,
se había orientado resueltamente por la línea de Mariátegui, en los años
inmediatamente anteriores a la muerte del Amauta, pero que después de la
derrota de los años treinta fue cayendo bajo la influencia dominante del
aprismo, que ya declinante llegó aún hasta mediados de los años sesenta. La
responsabilidad central en ese retroceso político del proletariado peruano,
debe cargarse ante todo a la orientación errónea e inconducente que los
seguidores de la III Internacional stalinista imprimieron al pensamiento y a la
práctica políticos del Partido Comunista Peruano (nombre y carácter que el
Partido Socialista del Perú, fundado por Mariátegui, asumió a su muerte),
distintos y opuestos en aspectos esenciales respecto de las líneas principales
del programa estratégico que Mariátegui había comenzado a desarrollar, en
polémicas con la dirección oficial de la III Internacional, en el último año
antes de morir. También, sin duda, la ignorancia acerca del pensamiento y la
acción mariateguianos, para la mayor parte de los miembros de las generaciones
siguientes dentro y fuera de la clase obrera, durante toda esa etapa, fue
mantenida por el hecho de que sus herederos familiares iniciaron con mucho
retardo (1959), la publicación de la producción periodística, literaria,
sociológica y política de Mariátegui, hasta el punto de que los textos
políticos más importantes y en especial los de su polémica con la dirección
latinoamericana oficial de la III Internacional, no fueron publicados dentro de
la serie de sus Obras Completas, sino en 1969 y aun así de modo incompleto, ya
que solamente en las rápidas reediciones posteriores se ha ido exhumando otros
materiales para el volumen respectivo64. Y aún no 64. En la edición de 1977,
han sido incorporados dos nuevos materiales, que precisan la visión
mariateguiana acerca de la presencia y papel del capitalismo en el Perú. Pero
aún faltan otros textos. Ya Moretic observó en 1970, que en las llamadas Obras
completas, no han sido incluidos artículos de los cuatro que Mariátegui
escribió sobre Trotzky, que tra BIBLIOTECA AYACUCHO LI aparece uno de sus
textos fundamentales65, ni se ha vuelto a publicar los textos correspondientes
a su “edad de piedra”, hasta 1919. Irónico destino para quien fundó una
editorial, cuyo prestigio actual proviene, precisamente, del masivo interés por
la obra mariateguiana y que obliga a sucesivas reediciones de cada uno de los
volúmenes que se vienen publicando. LAS CUATRO CARAS DE UN MITO En la ya
extensa y engamada investigación sobre Mariátegui, no son todavía numerosos los
esfuerzos de una reconquista crítica de lo que en su pensamiento sigue teniendo
la vigencia de una genuina y fecunda matriz teórica para el proletariado
revolucionario del Perú actual. Su copiosa y en gran parte inorgánica producción,
y las importantes diferencias registrables en la evolución de su pensamiento,
entre las varias etapas y los diversos planos de su reflexión, han dado lugar a
varios y contrapuestos intentos de recuperación mistificatoria de matices y
áreas particulares de la obra mariateguiana, para distintos intereses
político-sociales. Y esa parcelación de una obra compleja y con frecuencia
incongruente, ha ido enmalezando de tal modo el camino del reencuentro de
Mariátegui, que es lícito decir que de ese boscaje de varias visiones
separadas, es la imagen de un mito lo que surge para ocupar el lugar de la
historia. Cuatro son, principalmente, los rostros que se entrecruzan para
componer ese mito: 1–. El que han procurado armar los representantes de las
corrientes reformistas socializantes de las capas medias intelectuales,
adversas al tan de la separación de éste del gobierno, de su expulsión del
partido y de su exilio: “El partido bolchevique y Trotzky” (Variedades,
31-1-1925); “Trotzky y la oposición comunista” (Variedades, 25-11-1928), y “El
exilio de Trotzky” (Variedades, 25-11-1919). En los dos primeros, Mariátegui
apoya cautamente a Trotzky, pero en el último justifica el exilio. Véase de
Yerko Moretic, José Carlos Mariátegui, Santiago, 1970, p. 153. 65. Mariátegui
consideraba el libro sobre política e ideología peruanas, como “la exposición
de sus puntos de vista sobre la revolución socialista en el Perú”. Conforme lo
iba escribiendo fue enviándolo a su amigo César Falcón para que lo editara en
España, durante 1928 y 1929. Falcón nunca dio cuenta de los envíos. Ya a su
regreso al Perú, muerto Mariátegui, afirmó no haberlo recibido nunca. Martínez
de la Torre, op. cit., p. 404. Puede medirse la significación de esa pérdida. 7
ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LII marxismo y al socialismo
revolucionario, y que actúan en la política peruana, desde mediados de los años
cincuenta, fungiendo de ala izquierda humanista de los últimos intentos
reformistas, desde Belaúnde a Velasco. Dentro de esta vertiente, unos, como
Salazar Bondy, oponiéndose, desde una posición influida por el Merleau-Ponti de
Les Aventures de la Dialectique y Humanisme et Terreur, al “marxismo dogmático”
(en realidad a la versión de la burocracia dirigente del movimiento comunista
oficial), han tratado de encontrar en Mariátegui lo que sería un “marxismo
abierto”, resaltando como demostración presunta la presencia del bergsonismo en
su postura antipositivista, la idea del mito, de origen soreliano, en su
concepción del mundo, y la huella del humanismo idealista del neohegeliano
Croce o de Gobetti en la ideología mariateguiana66. Otros, como Hernando
Aguirre Gamio para demostrar que no hay que ser marxista para ser socialista,
han buscado recomponer un Mariátegui que casi no era marxista o lo era de
manera adjetiva, puesto que no sólo reconocía el valor del sentimiento
religioso sino partía de él, admitía su creencia en Dios, y hacía explícita su
concepción metafísica de la existencia, fundada en la idea soreliana del mito y
en la centralidad de la voluntad agonista del individuo, tan cara a Unamuno, en
la historia67. Así, Aguirre Gamio cree haber encontrado las bases para
emparentar la ideología mariateguiana y el misticismo irracionalista de un
Berdiaev. 2–. Junto a aquellos, los representantes de las corrientes hoy
democrático-burguesas como el APRA y nacionalistas, el “velasquismo”, cada uno
por sus propias necesidades en la arena actual de la lucha de clases en el
Perú, se esfuerzan hoy día en recuperar a Mariátegui para su propio lote. El APRA,
desde la muerte de Mariátegui, ha navegado entre dos aguas, por distintas
necesidades en distintos momentos, con relación a la obra mariateguiana. En un
primer momento, apenas muerto el Amauta, el APRA se establecía en el Perú y el
aprismo en varios otros países de América Latina, como una corriente
democrático-nacionalista radical, que se proclamaba 66. Augusto Salazar Bondy,
Historia de las ideas en el Perú contemporáneo, Lima, Moncloa Editores, 1965 (2
v.). Véase t. II, pp. 311-337. 67. Hernando Aguirre Gamio, Mariátegui, destino
polémico, Lima, 1975. BIBLIOTECA AYACUCHO LIII como la más idónea alternativa
de la revolución latinoamericana, inspirada en el marxismo, en contra de la III
Internacional, en ese momento en pleno viraje hacia su postura de ultraizquierda
de comienzos de los años treinta. Era necesario para el APRA, por eso, recalcar
la adhesión de Mariátegui a la III Internacional y diferenciarse nítidamente de
su posición. Y esa fue la intención de los artículos con que los dirigentes apristas
en el exilio, participaron en los homenajes necrológicos a Mariátegui, en
Claridad y otras revistas. Algunos, como Cox y Seoane, reconocieron las altas
calidades humanas e intelectuales del hombre, pero ubicándolo alejado de la
realidad. Otros, como Heysen, llevando su encono personal hasta calificarlo
como “bolchevique d’annunziano”, mientras citaba la frase de Haya, según la
cual “Mariátegui ha hecho del problema de la tierra el renegar el fascismo.
Pero el fascismo no puede renegar a D’Annunzio”68. Sin embargo, ya a fines de
los años 50, conforme las masas populares peruanas comenzaban confusamente su
descontento con el APRA, al ir depurándose el contenido de clase de la política
aprista asumiendo los intereses de la burguesía modernizante y renunciando a su
radicalismo nacionalista, los intelectuales apristas comenzaron a sentir la
necesidad de una nueva legitimación, a través de la recuperación aprista de
Mariátegui. Chang Rodríguez69 fue el primero en sostener que aquél no dejó de
ser aprista ideológicamente hasta su muerte, y que sólo las intrigas de los
agentes de la III Internacional, aprovechándose de la enfermedad de los últimos
meses de Mariátegui, lo llevaron a romper con Haya y con el APRA.
Consecuentemente, trató de demostrar que el pensamiento mariateguiano es,
fundamentalmente, heredero en línea recta del de González Prada, como el de
Haya, por supuesto. Actualmente, esa tentación aprista es casi una urgencia.
Tras la experiencia del militarismo reformista en el Perú y del militarismo fascistoide
en los demás países del cono sur, el APRA asume una postura socialdemócrata
como alternativa a la una y a la otra. Esa posición, en las presentes
circunstancias peruanas, no es ya la bandera de un intento de revolución 68.
Véase El marxismo latinoamericano de Mariátegui, citado. 69. Eugenio
Chang-Rodríguez, La literatura política de González Prada, Mariátegui y Haya de
la Torre, México, 1957, pp. 127-203. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA LIV antimperialista, sino la de una consolidación de la democracia
burguesa bajo las condiciones establecidas de una asociación entre el capital
monopólico internacional y el reducido capital monopólico interno, depurada ya
del sueño velasquista de pretensión de la hegemonía del capital estatal. Pero
no se trata de una empresa con fáciles ganancias. Las masas obreras están
terminando de emanciparse del liderazgo aprista y se orientan hacia el
socialismo revolucionario, en cuya dirección gravitan también grandes sectores
de las otras capas dominadas. Dada esta situación, no es sorprendente que el
APRA haya vuelto a exhibir en su prensa el recuerdo de sus preliminares
impregnaciones marxistas, ni que como aval frente a esas masas, la recuperación
de Mariátegui comience a ser un tópico recurrente en la propaganda aprista. De
lo último, el reciente libro de Luis Alberto Sánchez70 es un claro ejemplo,
aunque también de la torsión mental que esta tentativa no puede dejar de
implicar aun para sus propios autores en su actual ubicación. Y no ha faltado,
desde luego, en el apogeo del “velasquismo”, la apelación, con propósito de
legitimación frente a las masas, a la inevitable cita del “ni calco ni copia”
de Mariátegui, para contrabandear la obra de ese régimen como una opción
revolucionaria original, “ni capitalista ni comunista”, o de la frase
“peruanicemos el Perú” que Mariátegui adoptara, para cohonestar, con el apoyo
del PCP, un nacionalismo parcial e inconsecuente como toda una revolución71.
3–. Del otro lado, los seguidores y voceros del movimiento comunista fiel a la
dirección moscovita, dentro y fuera del Perú han comenzado, desde hace algunos
años, a desplegar un enérgico esfuerzo de divulgación de su particular memoria
de la vida y la obra de Mariátegui, buscando imponer, a un público ya
sospechoso e inquieto por demasiadas razones, una figura de cuyo pensamiento
son resaltados solamente ciertos rasgos y ele70. Luis Alberto Sánchez, Apuntes
para una biografía del Apra, Lima, Mosca Azul Editores, 1978. 71. Discurso del
general Juan Velasco Alvarado, al inaugurar el VI Congreso Latinoamericano de
Industriales, publicado en El Peruano, 6 de abril de 1971. Véase también el
comentario elogioso de Jorge del Prado, secretario general del Partido
Comunista Peruano, en “La ideología de Mariátegui”, compilado en el volumen
Vigencia de José Carlos Mariátegui, Lima, 1972, p. 4. BIBLIOTECA AYACUCHO LV
mentos que permiten presentarlo como el anticipado teórico de la actual
ideología y de la práctica del Partido Comunista Peruano y como fiel intérprete
de la dirección de la III Internacional staliniana. Del conjunto del
pensamiento mariateguiano se minimiza, a veces hasta el ridículo, los elementos
de filiación no marxista y la huella de influencias recibidas y depuradas en
diversas etapas de su formación72. De la relación con el APRA y con Haya de la
Torre, se rescata el certero valor de su polémica, pero no se examina ni se
explica su etapa de colaboración por varios años73. De sus relaciones con la
III Internacional, se recalca su adhesión y se pasa por alto su polémica final
o se la minimiza74. Inclusive, la fundación por Mariátegui de un Partido
Socialista del Perú, como partido no exclusivamente obrero pero bajo la
dirección de una línea proletaria, y de una célula comunista, se la explica por
las dificultades del clima represivo de entonces, para hacer pasar con
naturalidad el actual Partido Comunista como el fundado por Mariátegui, a pesar
de los documentos conocidos del debate sobre el carácter del partido75. Y, en
fin, de la concepción mariateguiana de la naturaleza particular de la formación
social peruana, dentro del mundo capitalista, así como de las líneas centrales
de un programa estratégico específico para aquella, dentro de la revolución
socialista internacional, se escamotea todo aquello que no concurra al apoyo de
la línea de una “revolución antimperialista y antifeudal” del actual PCP,
contra los textos explícitos de Mariátegui76. A la antigua y grosera acusación
de “populista”, que todos reconocen ahora como parte del 72. Del Prado, op.
cit.; Adalbert Dessau, Literatura y sociedad en las obras de José Carlos
Mariátegui, Mariátegui, tres estudios, Lima, Biblioteca Amauta, 1971; sin
embargo, otros como Álvaro Mosquera, han eludido esa tentación y debaten
críticamente esas influencias en la obra de Mariátegui. Véase su “Aproximación
al estudio de la ideología de Mariátegui”, Vigencia de José Carlos Mariátegui,
citado. 73. Del Prado, op. cit., Manfred Kossok, “José Carlos Mariátegui y su
aporte al desarrollo de las ideas marxistas en el Perú”, en Mariátegui, tres
estudios, Lima, Biblioteca Amauta, 1971. 74. Ibidem; Semionov-Shulgovsky, “El
papel de Mariátegui en la formación del Partido Comunista del Perú”, El
marxismo latinoamericano de Mariátegui, citado. 75. Ibidem. 76. Del Prado, op.
cit.; Semionov-Shulgovsky, op. cit.; José Martínez, “Mariátegui y la Revolución
Peruana”, Vigencia de José Carlos Mariátegui, ya citado. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LVI ambiente staliniano de los años
treinta77, le sustituye así la adjudicación de teórico de la revolución en dos
etapas, una democrático-burguesa, nacionalista además en el caso peruano, y
otra socialista, que no obstante sus orígenes mencheviques, sirve tan bien a la
línea política del PC peruano, desde mediados de los años treinta. Es verdad que,
no tan urgidos como rusos o peruanos por esa construcción sobre Mariátegui,
otros estudiosos europeos como Melis no han dejado de reconocer el valor del
esfuerzo mariateguiano de “situar los rasgos específicos de una formación
económico-social en un modelo general de desarrollo histórico”78, pero no han
llevado esa comprobación al análisis de las implicaciones políticas de tal
esfuerzo, para el carácter del proceso revolucionario peruano. Por lo demás, en
su trabajo hay anotaciones de interés sobre la relación entre Mariátegui y la
historia italiana y sobre los paralelos posibles entre aquél y Gramsci, que
todavía requieren de mayor documentación. Y del mismo modo, en Dessau pueden
encontrarse contribuciones útiles para el examen de las ideas mariateguianas
sobre las relaciones entre literatura y sociedad79. Empero, no solamente los
ideólogos e historiadores pro-soviéticos son los que tratan ahora de una
reapropiación de Mariátegui. Después de la división del Partido Comunista
Peruano, entre los seguidores de la dirección rusa y los de la china, a
comienzos de la década pasada, no podía faltar en el debate sobre Mariátegui el
esfuerzo de los “prochinos”, para convertirlo en teórico de la revolución de la
“nueva democracia” y de la “liberación nacional”, y de la revolución en dos
etapas80, o de su más reciente versión peruana “revolución nacional democrática
popular”81. 4–. Y para no faltar en esta liza, una parte de los trotzkistas han
comenzado su propia polémica con Mariátegui, acusándolo de ser responsable de
la ampliación y la consolidación del APRA en la dirección de las ma77. Tanto
Dessau como Semionov-Shulgovsky, reconocen que esas acusaciones corresponden al
ambiente político stalinista durante ese período sas peruanas, por haber
tardado, en obediencia a las consignas de la III Internacional, en romper su
colaboración con el APRA y en comenzar la organización del partido del
proletariado, llegando a calificarlo de nacionalista “hostil al marxismo”82, lo
que supone el completo olvido de su contribución esencial al estudio de la
historia social y la sociedad peruana, y de sus fundamentales ideas sobre el
carácter y las modalidades de la revolución peruana, que lo llevaron al final
de su vida a polemizar dentro de la III Internacional, y que constituyen,
precisamente, el piso sobre el cual Mariátegui se levanta entre los más
importantes marxistas latinoamericanos. Ya puede, pues, apreciarse que no es
sencilla tarea para los estudiosos de Mariátegui, abrirse paso entre esta densa
mitificación y mistificación que de su pensamiento y de su acción política,
sobre todo, se ha venido acumulando y cuyo tiempo de perduración puede no ser
corto. No es, sin embargo, casual que así suceda. Primero, porque es la más
completa demostración de la importancia de Mariátegui en el actual debate
peruano y en alguna medida en el internacional. Segundo, porque en su
producción intelectual como en su acción política, no son inexistentes las
bases para todas y cada una de esas tentativas de recuperación o de negación
parcelaria de la obra revolucionaria del Amauta. El pensamiento de Mariátegui
fue desarrollándose en el curso de una frenética exploración personal del
horizonte histórico de su tiempo, ramificándose en una insólita riqueza de
facetas y en diversos planos, y fue madurando sobre todo a medida en que fue
concretándose su condición de dirigente revolucionario del proletariado
peruano, y conforme éste, en gran parte bajo su influencia, comenzaba a alzarse
a un piso nuevo de organización y de conciencia. Aunque no ha sido consecuente
con la metodología implícita en su afirmación, es un acierto de Jorge del Prado
señalar que “la personalidad de Mariátegui fue desarrollándose simultáneamente
que la personalidad de la clase obrera” peruana83. Pero ello implica la
necesidad de aproximarse a 82. En “Mariátegui y el trotzkismo”, publicado en la
revista Comunismo, año II, No III, septiembre de 1974, pp. 24 y ss. 83. Jorge
del Prado, “José Carlos Mariátegui y su época”, en Unidad, semanario del PSP,
15 de abril de 1965, p. 4. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
LVIII su estudio no como a un compendio sistemático y cerrado, lo que suele
hacerse, sino como a un proceso que, como el de cualquier hombre abrasado por
la pasión del conocimiento y de la acción, va haciéndose y rehaciéndose en todo
o en parte, en función de la atmósfera en que vive en cada momento, de las
herencias ideológicas y emocionales recibidas, de las necesidades particulares
de la polémica en cada situación, de la disponibilidad o no de ideas y de conocimientos
dentro del horizonte de la reflexión de su tiempo, lo que pocos ensayan. Y
mucho más el de un hombre como Mariátegui, autodidacto desde las bases de su
formación, en lucha sin tregua contra la adversidad física y el tiempo. Lo
esencial de su obra fue hecho en siete años, y no de modo sistemático, sino
frente a las necesidades polémicas y vitales de esos tensos años. Contra esa
manera de conocer, conspira, inclusive, la forma en que han sido compilados y
editados los trabajos de Mariátegui, por afinidades temáticas, con frecuencia
establecidas arbitrariamente por los editores o compiladores, más bien que por
su lugar en las etapas del desarrollo de la formación de su autor. Por todo
ello, desafortunadamente, nos faltan aún estudios organizados dentro de esa
perspectiva, que permitan seguir el movimiento de su reflexión y las razones de
sus búsquedas y perplejidades, en lugar del habitual ordenamiento de citas,
cosechables para muy distintas razones en una producción por igual copiosa y no
sistemática. Y estas páginas no pueden, tampoco, por su carácter y por sus
límites, escapar a esas dificultades. Pues no se trata aquí de otra cosa sino
de marcar ciertas señales necesarias para la exploración del territorio
mariateguiano, que como pocos en América Latina debe ser hoy día urgente y
plenamente explorado y reconocido. MARIÁTEGUI EN LA FUNDACIÓN DEL MARXISMO EN
AMÉRICA LATINA Mariátegui no fue, ciertamente, ni el primero, ni el único que,
antes de 1930, contribuyó a la introducción del marxismo en América Latina, y a
la educación y organización políticas de la clase obrera de estos países den
BIBLIOTECA AYACUCHO LIX tro del socialismo revolucionario. En la misma época,
actuaban Recabarren en Chile, Codovilla y Ponce en Argentina, Mella en Cuba,
Pereyra en Brasil, y las primeras ideas marxistas ya habían comenzado antes a
circular, en pequeños cenáculos, en México, a través de Rhodakanaty y otros.
Inclusive, algunos de ellos pudieron, quizás, acceder a un conocimiento
intelectual del marxismo más elaborado que el de Mariátegui84. ¿Por qué,
entonces, cuando todos los demás sólo pueden ser estudiados ante todo por
razones históricas, Mariátegui sigue vigente? ¿Por qué, no obstante las
insuficiencias y las incongruencias de su formación de pensador marxista, ocupa
aún un lugar decisivo en nuestro actual debate? Algunos, como Dessau, contestan
que fue el atraso del desarrollo histórico del Perú y de la mayor parte de los
países latinoamericanos, lo que favoreció a Mariátegui para lograr una obra “de
resultados relevantes para todos los países latinoamericanos”, ya que en otros,
como Argentina y Chile, “los pensadores progresistas y revolucionarios se veían
obligados a renovar y adaptar tradiciones estancadas o cubiertas por procesos
históricos ulteriores”, como, según Dessau, habrían sido los casos de
Ingenieros y de Ponce85. Y añade que “además, tienen (las enseñanzas de
Mariátegui) la particularidad de que él concibió su obra desde el principio
como una empresa de trascendencia nacional orientada a la vez a organizar a la
clase obrera y a orientar a sus aliados”86. Sin embargo, el hecho de que el
sedimento ideológico liberal o socialista fuera en el Perú menor que en otros
países, puede otorgar a Mariátegui una nitidez mayor a su gloria de fundador,
pero ¿de qué modo responde por la originalidad, no meramente cronológica, y por
la perdurable validez de su contribución al marxismo y a la revolución en
América Lati84. Por ejemplo, Jaime Labastida sostiene que Aníbal Ponce logró
una formación marxista teóricamente más consistente que la de Mariátegui, no
obstante reconocer que Ponce no intentó la investigación crítica de la historia
y la sociedad argentinas. Pero este es, precisamente, el problema. Porque ¿cómo
se demuestra la profundidad real de la asimilación del instrumental teórico y
metodológico marxista, si no se lo lleva al descubrimiento de una realidad
histórica concreta? Véase de Jaime Labastida, Introducción a humanismo y
revolución, selección de ensayos de Aníbal Ponce, México, Siglo XXI, 1973, 2a
ed. 85. Dessau, op. cit., p. 72. 86. Op. cit., p. 73. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LX na? ¿De qué modo podía favorecer a esa
calidad de su obra, el tener que lidiar con el atraso histórico-social e
intelectual del medio peruano de esa época? ¿No concibieron Recabarren o Mella
su propia obra como “una empresa de trascendencia nacional”? Más certero y
perspicaz, Melis señala en Mariátegui “su propósito de situar los rasgos
específicos de una formación económico-social en un modelo de desarrollo histórico,
lo cual es lo único que confiere un valor auténticamente científico al
marxismo, más allá de toda interpretación deformadora en el sentido del
historicismo idealista”87. En otros términos, es el marxismo de Mariátegui y
menos el atraso o adelanto relativos del Perú y otros países, lo que da cuenta
del valor y de la vigencia de su obra. Esa es, en verdad, la respuesta. Si
Mariátegui fue capaz de dejar una obra en la cual los revolucionarios de
América Latina y de otros países, pueden aún encontrar y reconstruir una matriz
de indiscutible fecundidad para las tareas de hoy, se debe ante todo al hecho
de haber sido, entre todos los que contribuyeron a la implantación del marxismo
en la América Latina de su tiempo, el que más profunda y certeramente logró apropiarse
–y no importa si de modo más intuitivo que sistemático y elaborado, o cruzado
con preocupaciones metafísicas– aquello que, como Melis apunta, “confiere un
valor auténticamente científico (revolucionario, pues, A.Q.) al marxismo”. Esto
es, su calidad de marco y punto de partida para investigar, conocer, explicar,
interpretar y cambiar una realidad histórica concreta, desde dentro de ella
misma. En lugar de ceñirse a la “aplicación” del aparato conceptual marxista
como una plantilla clasificatoria y nominadora, adobada de retórica ideológica,
sobre una realidad social determinada, como durante tanto tiempo fue hecho
entre nosotros, lo mismo por los herederos de la retina eurocentrista que por
los seguidores de la “ortodoxia” de la burocracia oficial del movimiento
comunista, después de Lenin. Más allá de las limitaciones de su formación, en
una vida corta y como pocas dura, sujeta también a las limitaciones del
horizonte de ideas y de conocimientos de su tiempo sobre los problemas
específicos de la historia 87. Melis, op. cit., p. 30. BIBLIOTECA AYACUCHO LXI
peruana y latinoamericana: más allá de nuestros acuerdos y desacuerdos con sus
formulaciones concretas, como investigador y como dirigente político del
proletariado revolucionario, es por aquellas razones que Mariátegui tiene hoy
el sitial de un fundador y de un guía actual para el marxismo en América
Latina. Es, por eso, desde esta perspectiva y en función de ella, que debe
hacerse el debate de su pensamiento y de su acción, y el balance de los elementos
que concurrieron a su desarrollo. En particular, de aquellos de origen no
marxista que llegaron a tener presencia destacada en su formación intelectual y
emocional, como la concepción, en muchos aspectos metafísica, que atravesaba su
fascinada avidez por explorar todos los ámbitos de la experiencia humana sobre
la tierra, o su admiración por figuras que hoy nadie admira, como Sorel, o su
frecuente referencia a Dios y al sentido religioso de su vocación política.
Nada añade a Mariátegui la minimización inútil de esos elementos en su
pensamiento, como unos procuran, ni le rebaja destacarlos por sobre todos los
demás, como otros hacen. No está en ellos, ni el valor ejemplar de su vida, ni
lo perdurable de su lugar histórico entre nosotros. LOS PROBLEMAS EN EL
MARXISMO DE MARIÁTEGUI A partir de esas consideraciones, dos áreas de problemas
pueden señalarse, principalmente, en el modo mariateguiano de asumir el
marxismo: 1–. La no resuelta tensión entre una concepción del marxismo como
teoría de la sociedad y de la historia, y método de interpretación y acción
revolucionaria, de un lado, y filosofía de la historia, apta para recibir las
aguas de otras vertientes filosóficas que contribuyeran a la permanencia de la
voluntad de acción revolucionaria, de otro lado. 2–. Vinculada a la anterior,
la insistencia en la centralidad de la voluntad individual como fundamento de
la acción histórica, y por ello en la necesidad de un alimento de fe y de
fundamento metafísico para la restauración de una moral humana despojada de los
lastres de la conciencia burguesa. En el primer plano, son muchos los pasajes
de su varia producción escrita donde esa tensión está presente, aunque como
tensión teórica ob 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXII
jetiva, más bien que como tensión psicológica o subjetivamente percibida por
Mariátegui. Pero es sobre todo en Defensa del marxismo88, escrita en su madurez
(1928), contra el revisionismo de Henri de Man (Más allá del marxismo), a donde
hay que acudir para tomar su más ordenada y explícita reflexión sobre ese
problema. En esos ensayos, Mariátegui aparece preocupado fundamentalmente con
problemas de carácter ético-filosóficos, más bien que con problemas de carácter
epistemológico o metodológico, o sobre éstos sólo por implicación, en
particular sobre el problema del determinismo y la voluntad, o del materialismo
y la producción de valores espirituales. Posada señala, a propósito de ese
texto, que “Mariátegui no plantea en su obra una problemática metodológica y
ella carece de un conjunto de conceptos filosóficos estructurados. El marxismo
era para él fruto exclusivamente de la confrontación, no fruto de la ciencia y
de una práctica teórica. Mariátegui representa en Latinoamérica la tesis de que
el marxismo se define como tal en la controversia, descalificándose así
implícitamente su valor como teoría”89. Pero, si lo primero es en gran medida
cierto, lo último es mucho más el testimonio de la presencia, en Posada, de esa
infección althuseriana que distingue entre “práctica teórica” y “práctica
política”, como dos cuestiones separadas, lo que no son sino, tan mal llamadas
de ese modo, dos momentos de una misma práctica. Lo cierto es, sin embargo, que
Mariátegui sostiene que “El materialismo histórico no es, precisamente, el materialismo
metafísico o filosófico, ni es una filosofía de la historia, dejada atrás por
el progreso científico. Marx no tenía por qué crear más que un método de
interpretación histórica de la sociedad actual”90. (El subrayado es mío, A.Q.).
No se plantea, pues, el aparato epistemológico que funda ese “método de
interpretación histórica”, ni parece distinguir que, además de método, y de
interpretación, el marxismo es una teoría de la sociedad, es decir, con la
capacidad de dar cuenta de las leyes que mueven la sociedad y de los elementos
que concurren a la constitución de esas leyes, y de donde nace su poder
explicativo y de interpretación. “Vana es toda tentativa –afirma más adelante–
de catalogarla (a la crítica marxista) como una simple teoría científica,
mientras obre en la historia como evangelio y método de un movimiento de masas.
Porque “el materialismo histórico –habla de nuevo Croce– surgió de la necesidad
de darse cuenta de una determinada configuración social, no ya de un propósito
de investigación de los factores de la vida histórica; y se formó en la cabeza
de políticos y revolucionarios, no ya de fríos y acompasados sabios de biblioteca”91.
(Subrayado mío, A.Q.). Mariátegui se apoya en Croce, admitiendo la idea
contenida en la frase subrayada, extraña y aun adversa a la naturaleza del
marxismo, para relievar de éste solamente su dimensión de método de
interpretación y de acción, idea que aparece reiterada en otros pasajes de este
y otros textos. En refuerzo de su opinión según la cual “Marx no tenía por qué
crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad actual”,
Mariátegui parece levantar el problema de la necesidad de una filosofía de la
historia para completar la obra de Marx, y para ello apela a otras fuentes
filosóficas. “Si Marx –dice Mariátegui– no pudo basar su plan político ni su
concepción histórica en la biología de De Vries, ni en la psicología de Freud,
ni en la física de Einstein; ni más ni menos que Kant en su elaboración
filosófica tuvo que contentarse con la física newtoniana y la ciencia de su
tiempo: el marxismo –o sus intelectuales– en su curso posterior, no ha pasado
de asimilar lo más sustancial y activo de la especulación filosófica e
histórica posthegeliana o post-racionalista. Georges Sorel, tan influyente en
la formación espiritual de Lenin, ilustró el movimiento revolucionario
socialista –con un talento que Henri de Man no ignora, aunque en su volumen
omita toda cita del autor de Reflexiones sobre la violencia– a la luz de la
filosofía bergsoniana, continuando a Marx que, cincuenta años antes, lo había
ilustrado a la luz de la filosofía de Hegel, Fichte y Feuerbach”92. Y añade
inmediatamente: “Vitalismo, activismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de
estas corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a 91. Ibid., pp. 36-37.
92. Ibid., pp. 38-39. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXIV
la revolución, han quedado al margen del movimiento intelectual marxista.
William James no es ajeno a la teoría de los mitos sociales de Sorel, tan
señaladamente influida, de otra parte, por Wilfredo Pareto”93. De ese modo, una
curiosa amalgama de tendencias filosóficas, todas no solamente ajenas sino
opuestas al marxismo, ingresan a componer una suerte de filosofía de la
historia, que para Mariátegui no sólo no contradice, sino complementa y
enriquece, o como él dice “ilustra”, al marxismo. No ignora Mariátegui que la
base epistemológica del marxismo es materialista y dialéctica: “La concepción
materialista de Marx nace, dialécticamente, como antítesis de la concepción
idealista de Hegel. Y esta misma relación no aparece muy clara a críticos tan
sagaces como Croce”94. No obstante, no es tampoco seguro que la epistemología
dialéctica y materialista, y no solamente un método de interpretación histórica
materialista por reconocer una base material en la historia, sea lo que
Mariátegui está poniendo de relieve en esa afirmación. Porque vuelve a citar a
Croce (“éste es uno de los representantes más autorizados de la filosofía
idealista, cuyo dictamen parecerá a todos más decisivo que cualquier
deploración jesuita de la inteligencia pequeño burguesa”), respaldando su idea
de que la denominación de materialista cumplía en Marx y Engels la función de
subrayar que la cuestión social no es una cuestión moral. La larga cita de
Croce continúa: “Y, finalmente, no carece en esto de eficacia la denominación
de ‘materialismo’, que hace pensar en seguida en el interés bien entendido y en
el cálculo de los placeres. Pero es evidente que la idealidad y lo absoluto de
la moral, en el sentido filosófico de tales palabras, son presupuesto del
socialismo”95. Es sin duda por esas oscilaciones, que Robert Paris ha creído
ver en la Defensa del marxismo, una “tentativa de espiritualización del
marxismo” coincidente con la de Gentile, aunque su adhesión posterior al
fascismo hace de Croce una autoridad mayor, con la mediación de Gobetti96. No
es eso tan claro. Mariátegui se opone explícitamente a toda espiri93. Ibid, p.
39. 94. Ibid, p. 36. 95. Ibid, pp. 47-48. 96. Paris, El marxismo
latinoamericano de Mariátegui, ya citado, p. 14. BIBLIOTECA AYACUCHO LXV
tualización del marxismo: “la primera posición falsa en esta meditación –dice
refiriéndose a ello– es la de suponer que una concepción materialista del
universo no sea apta para producir grandes valores espirituales”97. No se
trata, por tanto, de una espiritualización. El problema es otro: la dialéctica
materialista, como epistemología y como método, parece excluida como problema
del debate, para ser reemplazada por otro, materialismo y valores espirituales,
un problema ético-metafísico. Un sesgo equivalente guía la discusión sobre el
problema del determinismo. Vuelve el problema moral a dominar el planteamiento,
trátese del carácter voluntarista del socialismo, sin perjuicio de su “fondo
determinista”, o de la “moral de productores” que es el sello de un
proletariado cuando ingresa a la historia como clase social, y del sentido
heroico y creador del socialismo: “El carácter voluntarista del socialismo no
es, en verdad, menos evidente, aunque sí menos entendido por la crítica, que su
fondo determinista. Para valorarlo, basta, sin embargo, seguir el desarrollo
del movimiento proletario, desde la acción de Marx y Engels en Londres, en los
orígenes de la I Internacional, hasta su actualidad, dominada por el primer
experimento de Estado socialista: la URSS. En ese proceso, cada palabra, cada
acto del marxismo tiene un acento de fe, de voluntad, de convicción heroica y
creadora, cuyo impulso sería absurdo buscar en un mediocre y pasivo sentimiento
determinista”98. Aquí, sin embargo, bajo la cara externa de problema
ético-filosófico, Mariátegui maneja una intuición certera: el lugar fundamental
de la praxis en la determinación de la historia, y la relación esencial entre
la acción de los condicionamientos objetivos (externos a la conciencia) y la
acción consciente, como integrantes de las mismas leyes de movimiento de la
sociedad, como momentos recíprocamente activos en la constitución de la praxis
global de la sociedad. Y ese problema surge más claramente aún, bajo esa luz,
cuando sostiene: “En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de
lo sublime y heroico de su ascensión, el proletariado 97. Defensa del marxismo,
p. 85. 98. Ibid., p. 58. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
LXVI debe elevarse a una ‘moral de productores’, muy distante y muy distinta de
la ‘moral de los esclavos’ de que oficiosamente se empeñan en proveerlo sus
gratuitos profesores de moral, horrorizados de su materialismo”99. La
conciencia ocupa su lugar exacto en la praxis, y ésta en la determinación de la
historia. 3–. Aquella necesidad que Mariátegui sentía de una filosofía de la
historia, en la cual cupieran al mismo tiempo la obra de Marx y todas las otras
vertientes filosóficas “en lo que podían aportar a la revolución”, asume en su
pensamiento la forma de una lucha contra el positivismo, para lo cual se afirma
en una concepción según la cual la acción humana requiere bases metafísicas, y
en particular la acción revolucionaria, pues sólo la fe permite sobrepasar un
“pasivo determinismo” y galvanizar la voluntad de acción y sostener el
heroísmo. Esa concepción se emparenta al existencialismo que, con la difusión
de la obra de Heidegger y de Kierkegaard y la vuelta de Nietzsche, dominó una
gran parte del debate filosófico inmediatamente posterior a la Segunda Guerra
Mundial, impregnando también el propio debate marxista a través de la obra de
Jean-Paul Sartre. Mariátegui conoció la obra de Nietzsche y no es sorprendente,
por todo eso, que sea una cita de ese autor que encabece los 7 ensayos y que su
huella, y especialmente la de su Zaratustra, se registre en diversos pasajes de
la producción mariateguiana. “Los revolucionarios, como los fascistas, se
proponen por su parte vivir peligrosamente. En los revolucionarios, como en los
fascistas, se advierte análogo impulso romántico, análogo humor quijotesco”,
sostiene Mariátegui en 1925100, tras citar un trozo de un discurso de
Mussolini, en el cual el nietzscheano “vive peligrosamente” y las
reminiscencias del pórtico de la Constitución d’annunziana de Fiume, son
explícitas. Y más adelante, en el mismo texto, afirma “La vida, más que
pensamiento, quiere ser hoy acción, esto es, combate. El hombre contemporáneo
tiene necesidad de fe. Y la única fe, que puede ocupar su yo profundo, es una
fe combativa. No volverán, quién sabe hasta cuándo, los tiempos de 99. Ibid.,
pp. 60-61. 100. El alma matinal, v. 3, OC, p. 17. BIBLIOTECA AYACUCHO LXVII
vivir con dulzura. La dulce vida pre-bélica no generó sino escepticismo y
nihilismo. Y de la crítica de este escepticismo y nihilismo, nace la ruda, la
fuerte, la perentoria necesidad de una fe y de un mito que mueva a los hombres
a vivir peligrosamente”101. Proclamando que “ni la razón ni la ciencia pueden
satisfacer toda la necesidad de infinito que hay en el hombre” y que
“únicamente el mito posee la preciosa virtud de llenar su yo profundo”, llega a
decir Mariátegui que el hombre “como la filosofía lo define, es un animal
metafísico. No se vive fecundamente sin una concepción metafísica de la vida.
El mito mueve al hombre en la historia. Sin un mito la existencia del hombre no
tiene ningún sentido histórico. La historia la hacen los hombres poseídos e
iluminados por una creencia, por una esperanza superhumana; los demás hombres
son el coro anónimo del drama”102. Nietzsche, otra vez. Pareciera, así, que
Mariátegui se hunde en un misticismo irracionalista; contra la razón y la
ciencia, opone el mito y la fe. Contra la idea marxista según la cual es la
lucha de clases la que mueve la historia, recurre a la idea del superhombre
nietzscheano. Y todavía, más adelante, afirma que “Hace algún tiempo que se
constata el carácter religioso, místico, metafísico del socialismo”103. No es
así, exactamente. Mariátegui enfrenta un doble enemigo: el escepticismo
nihilista, el “alma desencantada” (Ortega y Gasset), y al mismo tiempo, el
positivismo y el cientificismo de esa raíz, entre cuyos polos está desgarrada
la inteligencia burguesa entre las dos crisis y las dos guerras. Citando un
poema (La danza delante del arca) de Henri Frank, observa que a pesar de la
“voluntad de creer” del poeta, “el arca está vacía” y que el poeta tiene que
partir en busca de Dios, como la demostración de que la cultura burguesa está
en crisis y que el escepticismo es infecundo. Pero, de otro lado, “los
filósofos nos aportan una verdad análoga a la de los poetas. La filosofía
contemporánea ha barrido el mediocre edificio positivista. Ha esclarecido y
demarcado los modestos confines de la ra101. Ibid., pp. 17-18. 102. Ibid., pp.
18-19. 103. Ibid., p. 22. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
LXVIII zón. Y ha formulado las actuales teorías del mito y de la acción. Inútil
es, según estas teorías, buscar una verdad absoluta. La verdad de hoy no será
la verdad de mañana. Una verdad es válida sólo para una época. Contentémonos
con una verdad relativa”104. Y en la lucha contemporánea, esa es para Mariátegui
la ventaja del proletariado sobre la burguesía: el primero tiene una postura
afirmativa; contra el escepticismo y el nihilismo, tiene una fe y un mito.
Contra el positivismo, es, además, relativista. La burguesía, en cambio, es
prisionera de la negación escéptica o de su chato positivismo105. Para él,
pues, es, sobre esa base, que la voluntad de acción revolucionaria adquiere un
fundamento seguro: el mito. Y la lucha contra el conformismo y la mediocridad
burguesas, tiene dos caras: “el pesimismo de la realidad y el optimismo del
ideal”, según la frase tomada de Vasconcelos y que evoca, como todo el mundo
advierte, la que Gramsci adoptara106 de Romain Rolland. Así como en su debate
con Henri de Man, los problemas del materialismo y el determinismo son colocados
por Mariátegui dentro de una perspectiva ético-filosófica, aquí la lucha contra
el positivismo encuentra, también, la misma ubicación, en el mismo plano que el
problema del conformismo y el escepticismo nihilista, las cuestiones
metodológicas están ausentes, y los fundamentos epistemológicos del debate
marxista contra el positivismo, no se plantean, y son reemplazados por la
metafísica: “lo metafísico –insiste– ha recuperado su antiguo rol en el mundo
después del fracaso de la experiencia positivista. Todos sabemos que el propio
positivismo cuando ahondó su especulación se tornó metafísico”107. No hay,
pues, duda de que Mariátegui ensambló en su formación intelectual, una
concepción del marxismo como “método de interpretación histórica y de acción” y
una filosofía de la historia de explícito contenido metafísico y religioso.
104. Ibid., pp. 20-21. 105. Ibid., p. 22. 106. Ibid., p. 28. 107. Ibid., p.
146. BIBLIOTECA AYACUCHO LXIX LAS FUENTES DEL MARXISMO Y DE LA FILOSOFÍA DE LA
HISTORIA MARIATEGUIANOS Dessau afirma que “resulta evidente que Mariátegui se
ocupó relativamente poco de la economía política marxista que, sin embargo, es
uno de los tres elementos fundamentales del marxismo-leninismo. Parece que este
hecho, que no puede tener que ver con la poca accesibilidad de los textos,
porque El Capital ya existía traducido a idiomas que Mariátegui sabía leer, se
debe en primer lugar a que los teóricos italianos, incluso Gramsci, no
prestaron mucha atención a la economía política marxista, concentrándose más en
la filosofía y en la teoría política y prestando mucha atención a los problemas
espirituales y culturales, lo que estaba en consonancia con las preocupaciones
del propio Mariátegui”108. En la misma línea, Messeguer cree que “Mariátegui se
acercó al marxismo” a través de Croce y Labriola, y que recibió un “marxismo
filtrado a través de Sorel, Gramsci, Clarté, los líderes rusos y aun autores no
marxistas como A. Tilgher, P. Gobetti y B. Croce”109. Y Paris, que es sin duda
quien más detenidamente ha investigado las fuentes de la formación intelectual
de Mariátegui en Europa, aporta una evidencia consistente sobre la influencia
del bergsonismo soreliano y del neohegelianismo de Gentile, Croce y Gobetti, en
la filosofía de la historia mariateguiana110. No está, sin embargo, establecido
suficientemente a través de cuáles textos fue Mariátegui asimilando el
marxismo, y de qué forma gravitaron en ese aprendizaje las influencias
verificadas. Como advierte Paris, si bien Mariátegui se apoyó numerosas veces
en la autoridad de Croce en su polémica con De Man, especialmente, no dejó de
hacer explícito en ningún momento su reconocimiento de la posición liberal y no
marxista de Croce, lo mismo que la de Gobetti. Por ello, el neohegelianismo
crociano o su versión radicalizada en Gobetti, aparece en Mariátegui más bien
como un 108. Dessau, op. cit., p. 83. 109. Messeguer, op. cit., pp. 136-141.
110. Paris, op. cit. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXX
constante punto de referencia y como una atmósfera que envuelve de modo
“latente” (Paris), su reflexión sobre la historia y la filosofía. Es cierto,
sin embargo, que Croce medió –como lo demuestra Paris– en el conocimiento de
Mariátegui acerca de Labriola y que la huella de su lectura, particularmente
del Materialismo Storico ed Economia marxistica de Croce, es registrable en el
modo mariateguiano de ensamblar la “metodología marxista de interpretación
histórica” en una filosofía de la historia. En cambio la influencia de Sorel, y
a través de él, principalmente, del Bergson de La evolución creadora, es mucho
más directa en Mariátegui y éste no ocultó su inmensa admiración por el
ideólogo del “sindicalismo revolucionario”. De él toma la idea del mito social
como fundamento de la fe y de la acción revolucionaria de las multitudes, así
como antídoto contra el escepticismo de los intelectuales y alimento esencial
de una concepción metafísica de la existencia. Reflexiones sobre la violencia,
de Sorel, ocupa un lugar tan privilegiado en la admiración de Mariátegui y son
tantas veces las citas de este autor a las que recurre como apoyo y autorizada
palabra, que Dessau ha podido decir que pareciera que “conoció más a Sorel que
a Lenin”111. Para Mariátegui, Sorel es “uno de los más altos representantes del
pensamiento francés del siglo XX”112, y Reflexiones sobre la violencia,
“representan por su magnitud y consecuencias históricas, otro de los libros del
nuevo siglo”113, poco después de afirmar que La evolución creadora, de Bergson,
a cuyo conocimiento y admiración llegó a través de Sorel, “constituye, en todo
caso, un acontecimiento mucho más considerable que la creación del reino
servio-croata-sloveno, conocido también con el nombre de Yugoslavia”114. Y no
titubea en repetir una afirmación del periódico Journal de Genéve,recogida en
el artículo del propio Sorel, “Pour Lenine”, según la cual aquél tuvo una
influencia muy grande en la “formación espiritual” de Lenin115. Y todavía en
los 7 ensayos lo coloca junto a 111. Dessau, op. cit., p. 83. 112. El alma
matinal, p. 23. 113. Historia de la crisis mundial, p. 200. 114. Op. cit., p.
198. 115. Defensa del marxismo, pp. 17-19. BIBLIOTECA AYACUCHO LXXI Marx, ya
que para Mariátegui “(la civilización) de Marx y de Sorel es una civilización
industrial” y Sorel es un “economista moderno”116. En su combate contra el
positivismo, Mariátegui apela ante todo a la autoridad de Bergson-Sorel:
“superando las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época,
Sorel encuentra en Bergson y los pragmatistas, ideas que vigorizan el
pensamiento socialista, restituyéndolo a la misión revolucionaria de la cual lo
habían gradualmente alejado el aburguesamiento intelectual y espiritual de los
partidos y de sus parlamentarios, que se satisfacían en el campo filosófico con
el historicismo más chato y el evolucionismo más pávido...”117. Cincuenta años
después, sorprende en un hombre como Mariátegui esa desaforada admiración a un
pensamiento tan confuso y prescindible como el de Sorel. Sorprende aún más que
crea en la gran influencia de Sorel sobre Lenin, a pesar de conocer y citar el
Materialismo y empiriocriticismo del último, donde Sorel es vapuleado como
“confusionista bien conocido” y una de esas personas que “no pueden pensar más
que contrasentidos”118, y donde Lenin se dedica a demoler prolijamente todas
aquellas corrientes filosóficas que, como las que Sorel defiende, encarnan la
hostilidad reaccionaria al marxismo. Por lo demás, como hace bien en anotarlo
Paris119, las obras que contienen ya todo el fundamento del “leninismo”, fueron
publicadas por Lenin antes de la aparición de Reflexiones sobre la violencia.
Sin embargo, la sorpresa no debe ser mucha, si se recuerda que en la atmósfera
del debate ideológico italiano durante los años de la estadía de Mariátegui,
Sorel tenía una presencia importante y que, en general, en Europa, el llamado
sindicalismo revolucionario, cuyo ideólogo más conocido era aquél, llegó en los
años de la primera postguerra a tener una influencia amplia entre obreros e
intelectuales revolucionarios. 116. 7 ensayos, pp. 52 y 66. 117. Defensa del
marxismo, p. 17. 118. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Moscú, Ediciones
en Lenguas Extranjeras, 1948, p. 336. 119. Paris, op. cit., p. 19. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXXII Mariátegui habría conocido a Sorel
en Italia, por sus vinculaciones con Croce. Pero quizás también conocía,
leyendo el Ordine Nuovo, que el propio Gramsci no ocultaba su deferente
consideración para con Sorel, no obstante su explícita condenación del
“sindicalismo revolucionario” y su advertencia de que no había en Sorel un
método consistente que pudiera usarse con resultados siempre eficaces120. A
pesar de lo cual, Gramsci elogiaba en Sorel haber heredado “un poco de las
virtudes de sus dos maestros: la áspera lógica de Marx y la conmovida y plebeya
elocuencia de Proudhon”, por lo cual “su palabra no puede dejar indiferentes a
los obreros turineses”121. Y Gramsci no podía, sin embargo, ignorar que la
apología soreliana de la violencia no desembocaba en la destrucción del capitalismo
y de la burguesía, sino que estaba explícitamente concebida como un mecanismo
de utilización de la lucha de clases y de su violencia, para galvanizar de
nuevo la voluntad de la burguesía, impidiendo su apoltronamiento, para alcanzar
el “perfeccionamiento histórico de la sociedad capitalista”. Mariátegui,
tampoco. En efecto, Sorel sostenía que “La violencia proletaria no solamente
puede asegurar la revolución futura, sino mucho más aún parece ser el único
medio del cual disponen las sociedades europeas, embotadas por el
humanitarismo, para recuperar su antigua energía. Esta violencia fuerza al
capitalismo a preocuparse únicamente de su función material y tiende a
devolverle las cualidades belicosas que antes poseía. Una clase obrera
creciente y sólidamente organizada puede forzar a la clase capitalista a
mantenerse ardiente en la lucha industrial; si frente a una burguesía
hambrienta de riquezas y de conquista, se yergue un proletariado unido y
revolucionario, la sociedad capitalista alcanzará su perfección histórica”.
“Así la violencia proletaria ha devenido un factor esencial al marxismo.
Agreguemos, una vez más, que ella tendrá por efecto, si es conducida
convenientemente, de suprimir el socialismo parlamentario, que no podrá más
pasar como dirigente de las clases obreras y como guardián del orden”122. 120.
Gramsci, L’Ordine Nuovo, Milano, Einaudi, 3a ed., 1954, p. 146. 121. Gramsci,
op. cit., pp. 460-461. 122. Georges Sorel, Reflexions sur la Violence, Paris,
Marcel Rivière, 3a ed., 1936, p. 120. BIBLIOTECA AYACUCHO LXXIII Sorel estaba,
pues, interesado menos en la revolución socialista del proletariado, cuanto en
la destrucción del orden burgués liberal y socialdemócrata. Nada sorprende, en
consecuencia, que enfatizara el sindicalismo y no la lucha por el Estado como
estrategia revolucionaria, y que fuera el fascismo mussoliniano el que mejor
entendiera el mensaje soreliano. Es obvio que ni Gramsci ni Mariátegui podían
compartir esa entraña contrarrevolucionaria que la fraseología revolucionaria
soreliana encerraba. No obstante no disimularon su aprecio por el maestro del
“sindicalismo revolucionario”. Pero lo que en el primero era una muy consciente
y discriminadora atención al sorelismo, en Mariátegui aparece como una
admiración tan grande que lo lleva a ponerlo en la estantería marxista nada
menos que junto al propio Marx. Y aunque parece probable que no conociera la
obra teórica de Rosa Luxemburgo, por ejemplo, y la del propio Engels quizás
principalmente a través de Croce, no hay modo de justificar hoy esa admiración.
De todos modos, lo que resulta demostrable es que esas influencias en la
formación intelectual y espiritual de Mariátegui, provienen en una medida
principal del hecho de que su aprendizaje marxista fue realizado dentro de la
particular atmósfera italiana de comienzos de los años veinte. Eso, no
obstante, no equivale a decir, como Messeguer, que Mariátegui recibió solamente
un “marxismo filtrado” por Croce, Sorel o Gobetti. Mariátegui conoció de
primera mano varias de las obras más importantes de Marx, Lenin, Kautsky,
Hilferding, Trotzky, Bujarin, a los cuales cita en sus principales trabajos. Y
aunque es dudoso como medida de lo que un hombre lee, el registro de su
biblioteca, Vanden123 ha podido establecer que la biblioteca personal de Mariátegui
contenía todas esas obras, anotadas y subrayadas por su dueño. Surge, entonces,
la pregunta necesaria acerca de por qué Mariátegui acordaba un lugar tan
prominente en su pensamiento a la obra de Croce, Gobetti y, especialmente, de
Sorel, y a través de éste, a la influencia del bergsonismo y del pragmatismo, y
en menor medida del Unamuno de 123. Harry Vanden, Mariátegui, influencias en su
formación ideológica, Lima, Biblioteca Amauta, 1975. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXXIV Agonía del cristianismo y
Sentimiento trágico de la vida. Y otra aún más difícil: ¿en qué medida todas
esas influencias están presentes en su obra de investigador de la historia
social y política peruana, y de teórico de la revolución socialista en América Latina?
Sobre la primera, no soy el primero en sospechar que la angustia mariateguiana,
su necesidad de una concepción heroica de la existencia y de fundamentos
metafísicos para su voluntad de acción revolucionaria, tienen mucho que ver con
el pasado de inclinaciones místico-religiosas y estéticas del Mariátegui
anterior al viaje a Europa, y cuyo confrontamiento con el materialismo marxista
no pudo ser resuelto a través de una discusión en el terreno epistemológico y
metodológico, dadas las insuficiencias implicadas en su formación enteramente
autodidacta, y encontró un cauce ético-filosófico de solución que, no por ser
teóricamente inconsistente, era menos eficaz psicológicamente en el Mariátegui
maduro. A ello contribuyó mucho el carácter mismo del debate ideológico
italiano y el predominio de las cuestiones culturales y políticas, pero sobre
esa base de la propia formación de Mariátegui. Cuando a su regreso de Europa,
Mariátegui encuentra el positivismo rebajado a la ideología del corrupto
arribismo del período de Leguía, su convicción de que el positivismo era
responsable del reformismo parlamentario de la social-democracia, y de la
crisis del liberalismo, que se habían revelado impotentes para contener el
fascismo el uno, y para desarrollar la revolución socialista la otra, quedará
fortalecida. Y, a pesar de que la más reaccionaria inteligencia peruana se
apoyaba en el vitalismo bergsoniano contra el positivismo, él se sentirá
justificado en el uso del mismo bebedero ideológico para combatir al positivismo
y a Leguía. Lo que le parecía importante no era el origen y la relación de esas
ideas con el marxismo, sino su eficacia, en un determinado momento histórico,
para coadyuvar a la causa de la revolución moviendo a las mentes fuera del
conformismo que, en el Perú, era naturalmente equivalente a sostener el orden
oligárquico-imperialista. De allí, por ejemplo, la adopción de la idea del mito
social, como instrumento para movilizar a las masas indias, que no estaban en
condiciones de acceder a un plano más elaborado del conocimiento de la teoría
revolucionaria; “el vulgo no sutiliza tanto”, dirá una vez, para sostener la
necesidad del mito. Se equivoca, por eso, Paris, al sostener que la adhesión de
Mariátegui a Sorel y a su idea del mito social, era sólo una expresión del
recóndito reconocimiento que aquél tenía, de que en las condiciones peruanas la
idea misma de una revolución socialista era un mito, al cual tenía que
aferrarse para continuar actuando y difundiendo el socialismo124. Sería necio
decir que toda esa ideología que en Mariátegui enmarcaba al marxismo, era sólo
exterior e instrumental, o que el lugar que tenía en su pensamiento fuera
superficial o pequeño. No; estaba en la capa más honda de la tensión emocional
del hombre. Pero es necesario, también reconocer que él hacía de esa ideología
un uso particular y consciente; piso emocional y ético para mover el ánimo y la
conducta propia y ajena hacia la revolución socialista. Por todo eso, carecen
igualmente de asidero real la idea acuñada por Salazar Bondy, sobre un
“marxismo abierto” que en Mariátegui sería la alternativa a un “marxismo
dogmático”, o la aún más peregrina pretensión de Aguirre Gamio sobre un
Mariátegui ideólogo de un socialismo religioso pariente del de Berdiaev. Es más
correcto señalar que no todo en el pensamiento mariateguiano era marxista y que
en su polémica contra el revisionismo y el positivismo, son las cuestiones
ético-filosóficas las que tienen primacía sobre las epistemológicas y
metodológicas, acerca de las cuales su formación era insuficiente. Robert Paris
ha señalado que esos problemas y en especial la impronta soreliana en el
pensamiento de Mariátegui, “hace que resulte tan ambiguo el aparato conceptual
de los 7 ensayos, así como tan difícil en todo momento la clarificación
política e ideológica de este mismo período”125. Y Posada parece retener a
duras penas la tentación de tirar el niño junto con el agua sucia, afirmando
que Mariátegui corresponde “más bien a la fase de gestación del marxismo en América
Latina…, no consciente de la especificidad teórica de la filosofía
marxista”126, sin duda porque él mis124. Paris, op. cit., pp. 33-34. 125.
Paris, op. cit., p. 21. 126. Posada, op. cit., p. 14. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXXVI mo estaba más interesado en la
“práctica teórica” autónoma, ajena al marxismo. Lo que hoy nos asombra en la
obra mariateguiana es que a pesar de sus ambigüedades conceptuales y de la
insuficiencia de su formación teórica, haya logrado hacer los descubrimientos
teóricos más importantes de la investigación marxista de su tiempo en y sobre
América Latina, que constituyen puntos de partida necesarios para la crítica
revolucionaria actual de nuestra sociedad. Porque es por eso que la obra de
Mariátegui es importante en la historia del Perú o de América Latina, y no
porque en ella se encuentren todas esas ambigüedades, o por cuanta admiración
tenía por Sorel o Croce o Unamuno. Y no es acaso muy grande el riesgo de decir
que, de algún modo, sus descubrimientos marxistas de la realidad fundamental
del Perú de su tiempo, fueron la conquista de una mentalidad cuya autonomía y
osadía intelectual, eran apoyadas inclusive en esos elementos, teóricamente
espurios y, sin embargo, psicológicamente eficaces para permitir que no se
plegara simplemente a una adhesión acrítica a las “ortodoxias” burocráticas.
Porque fue la enhiesta voluntad de acción revolucionaria del hombre, y no
importa si alimentada por una concepción metafísica de la existencia
individual, lo que le permitió llevar a la práctica lo que está implicado en la
XI Tesis sobre Feuerbach, por debajo de su apariencia de reclamo ético: quien
quiera conocer la realidad ha de saber que sólo puede lograrlo en combate con
ella, metiéndose dentro de ella, para transformarla. O renunciar al
conocimiento profundo y contentarse con el de su apariencia. Y eso es lo que,
más allá de la connotación voluntarista a la que todos aluden, otorga su más
pleno sentido a su admirativo elogio de la frase de Lenin, en boca de Unamuno: “Tanto
peor para la realidad”. LA CONTRIBUCIÓN MARXISTA DE MARIÁTEGUI AL
DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA LATINA Lo fundamental de la producción mariateguiana
sobre los problemas peruanos, con implicaciones sobre toda América Latina, está
contenida en sus 7 ensayos y en las recopilaciones que forman los volúmenes de
Ideolo BIBLIOTECA AYACUCHO LXXVII gía y política, Peruanicemos al Perú, Temas
de educación, Temas de nuestra América, y en los documentos sobre la
organización y debate del Partido Socialista del Perú, reproducidos por
Martínez de la Torre en sus Apuntes para una interpretación marxista de la
historia del Perú”127. Desaparecido hasta hoy el único libro orgánico que
Mariátegui produjo, sobre la evolución política e ideológica del Perú,
anunciada en la “Advertencia” de los 7 ensayos, junto a éstos, son los
materiales que están reunidos en Ideología y política los de mayor
significación política, y en especial Punto de vista antimperialista, escrito
casi un año antes de su muerte y expresión del punto más alto de su madurez
política. Debe esperarse una mayor difusión de estos materiales fuera del Perú,
ya que conociendo solamente los 7 ensayos no puede obtenerse una cabal
apreciación de la originalidad y del valor de la contribución marxista de su
autor. El conjunto de sus investigaciones sobre la historia económico-social y
política del Perú, de sus trabajos editoriales y culturales, así como su acción
de organizador sindical y político y los lineamientos de una perspectiva
estratégica de la revolución peruana, que alcanzó a trazar antes de su muerte,
dan cuenta de que, desde su regreso y en especial desde 1925, Mariátegui se
enfrentó a los problemas peruanos a través de una triple polémica. Esta fue
desenvolviéndose conforme avanzaba en el reconocimiento de la realidad peruana
y latinoamericana, y maduraba su vinculación política concreta con el
movimiento obrero y con el entero movimiento popular. Esa triple polémica lo
enfrentó, sucesivamente, a los ideólogos del orden oligárquico-imperialista, al
nacionalismo democrático aprista, entonces radicalizado con elementos
socializantes y marxizantes, y a la dirección oficial de la III Internacional
en América Latina. No es mi propósito aquí, en el marco de un ensayo
introductorio, presentar y discutir cada uno de los elementos de esa polémica y
en cada una de sus etapas, sino aquello que, en mi opinión, constituye lo más
original y de ese modo más valioso y perdurable de su contribución a nuestro
conocimiento de la realidad concreta del Perú.
LA NATURALEZA ESPECÍFICA DE LA FORMACIÓN SOCIAL PERUANA Al
enjuiciar la evolución de la economía peruana desde la Primera Guerra Mundial,
Mariátegui constata que con la implantación de la industria moderna, el dominio
del capital financiero, y la definición de la disputa hegemónica entre Estados
Unidos e Inglaterra en favor del primero, se ha acelerado la inserción de la
economía peruana en el orden capitalista internacional, y que eso se traduce,
además, en un “reforzamiento de la hegemonía de la costa en la economía peruana”,
porque en esa región es donde más plenamente se implanta el capitalismo, en la
industria y en los latifundios capitalistas. Como consecuencia, verifica que se
produce “el desenvolvimiento de una clase capitalista, dentro de la cual cesa
de prevalecer como antes la antigua aristocracia. La propiedad agraria conserva
su potencial; pero declina la de los apellidos virreinales. Se constata el
robustecimiento de la burguesía”128. Sobre esa base y dentro de esa
perspectiva, concluye: “Apuntaré una constatación final: la de que en el Perú
actual coexisten tres economías diferentes. Bajo el régimen de economía feudal
nacido de la Conquista subsisten en la sierra algunos residuos vivos todavía de
la economía comunista indígena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una
economía burguesa que, por lo menos en su desarrollo mental, da la impresión de
una economía retardada”129. En otros términos, tres modos de producción
coexisten en el Perú. Pero, bajo la “hegemonía de la costa”, esto es, del
capitalismo, aunque éste da “la impresión de una economía retardada”, es decir,
en nuestra jerga actual, subdesarrollada, es por eso que se “robustece la
burguesía”, ya diferenciada como clase aparte de la “antigua aristocracia”, o
sea de los terratenientes señoriales, y éstos “dejan de prevalecer como antes”.
A la hegemonía del capital en la economía, corresponde la hegemonía de la
burguesía en la sociedad. 128. 7 ensayos, pp. 23-24. 129. Ibid., p. 24.
BIBLIOTECA AYACUCHO LXXIX Más adelante observa que los sectores capitalistas
(minería, comercio, transportes), están en manos del capital extranjero, y que
la burguesía criolla carece de los atributos empresariales de la europea o
norteamericana: “El capitalista, o mejor el propietario, criollo, tiene el
concepto de la renta antes que el de la producción. El sentimiento de aventura,
el ímpetu de la creación, el poder organizador, que caracterizan al capitalista
auténtico, son entre nosotros casi desconocidos”130. Esa condición de la
burguesía criolla, es el resultado de dos determinaciones. Su relación con el
capital extranjero, con el cual se “han contentado con servir de
intermediarios”131, de un lado, y su relación con los rezagos feudales en la
costa capitalista y el predominio del feudalismo en la sierra132. Con genial
perspicacia, afirma: “En el Perú, contra el sentido de la emancipación
republicana, se ha encargado al espíritu del feudo –antítesis y negación del
espíritu del burgo– la creación de una economía capitalista”133. Este enfoque
del carácter de la economía peruana, como compleja y contradictoria
articulación entre capital y precapital, bajo la hegemonía del primero, del
mismo modo como todavía se articulan “feudalismo” y “comunismo indígena”, en la
sierra, ambos bajo el capital, produciendo efectos no solamente sobre la lógica
del desenvolvimiento económico sino también sobre la mentalidad de las clases,
es el hallazgo básico de la investigación mariateguiana, y de donde se
derivarán sus desarrollos sobre el carácter y las perspectivas de la revolución
peruana. Aparte del debate, hasta hoy inacabado, sobre el problema del
“feudalismo colonial” y del “comunismo incaico”, que eran visiones compartidas
ampliamente con las corrientes democrático-nacionalistas y Haya de la Torre134,
quien desde 1923 venía sosteniendo en el exilio esas tesis, ese enfoque
mariateguiano era el único que en toda América Latina podía, en ese momento,
dar cuenta de la especificidad profunda, de la originali130. Ibid., p. 29. 131.
Ibid., p. 26. 132. Ibid., pp. 25-29. 133. Ibid., p. 29. 134. Haya de la Torre,
Obras completas, Lima, Editorial Mejía Baca, 1977, t. I, pp. 67 y 85. 7 ENSAYOS
DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXXX dad del proceso histórico de
estas formaciones sociales dentro de su común pertenencia a la legalidad
general del orden capitalista imperialista. Era el único enfoque que no era ni
un invento de la realidad, ni una mera “aplicación” exterior de las categorías
marxistas a nuestra realidad. Y fue desde esta base que Mariátegui pudo después
diferenciarse nítidamente del APRA y de Haya de la Torre, no obstante sus
amplias y abiertas coincidencias sobre numerosos otros aspectos del debate
sobre el orden oligárquico-imperialista, como lo testimonian los mismos 7
ensayos si se los confronta con la producción de Haya de la Torre, anterior en
este debate. Y, asimismo, en ese enfoque se fundará inmediatamente después su
polémica contra la orientación oficial de la III Internacional, al ingresar
ésta en su viraje posterior al fracaso de su intervención en la revolución
china, en 1927. Él podía no tener suficiente formación metodológica, tener una
parte de su pensamiento sujeto a la influencia de ideólogos no marxistas; eso,
como se ve, no impidió que elaborara un enfoque en el cual la teoría
materialista de la historia y su fundamento dialéctico, están en la práctica
plenamente presentes. Y la investigación actual no ha hecho sino confirmar este
descubrimiento fundamental de Mariátegui, como he procurado mostrarlo en las
primeras páginas de este texto. Mariátegui logra poner de manifiesto cómo, a
pesar de sus diferencias profundas, los tres modos vigentes de producción
concurren a la configuración de una misma y unitaria estructura
económico-social, sobre la base de su articulación recíproca bajo la lógica
hegemónica del capital. Esa concepción contrasta inequívocamente con la visión
dualista elaborada por Haya, y adoptada más tarde por los seguidores de la
propia III Internacional y los ideólogos del modernismo desarrollista, tan en
boga hasta no hace mucho en América Latina. Y, al mismo tiempo, en esa
concepción mariateguiana estaba y está, necesariamente, implicada una oposición
fundamental a la idea de una secuencia, derivada de un razonamiento lógico
abstracto pero en modo alguno dialéctico marxista, entre una etapa
revolucionaria antifeudal previa a una anticapitalista, como la experiencia
europea sugería y aún sigue sugiriendo a muchos, en la medida en que las luchas
de clases que eran BIBLIOTECA AYACUCHO LXXXI determinadas por esta particular
cambiación histórica, no podían desenvolverse, en tanto que revolucionarias, de
otro modo que afectando no solamente al conjunto de esa estructura, sino a su
eje articulador y dominante en primer término; esto es, al capitalismo. Y en
tanto que dentro de este capitalismo era el capital monopólico imperialista el
dominante, el ataque al capital era, al mismo tiempo y no en dos tiempos, un
ataque al imperialismo y al capitalismo como tal. No hay que ser muy perspicaz,
tras el largo y fatigoso camino recorrido por el debate latinoamericano de las
dos últimas décadas, para ver que la teoría de la revolución por etapas es
heredera y tributaria entrañable de la teoría dualista de nuestras formaciones
sociales, entre un sector feudal y otro capitalista, que sólo tienen en común
un territorio jurídicamente delimitado por un país o un continente. Unidad de
elementos contradictorios, en una determinada y concreta situación histórica,
donde se combinan desiguales niveles de desarrollo, interpenetrándose y
condicionándose constantemente y donde no se puede destruir uno de sus
elementos sin afectar el conjunto y a la inversa, es la visión categóricamente
marxista y dialéctica que nos entrega Mariátegui como formulación específica y
como postura epistemológico-metodológica. Es verdad, sin embargo, y sería
ocioso negarlo, que esa concepción no llegó a ser plena y sistemáticamente
elaborada por Mariátegui, y aparece en buena medida intuida y poco consolidada.
De otro lado es notorio que la mayor atención de Mariátegui se concentra en el
análisis del sector no capitalista de la economía, como tema dominante de su
investigación y de su reflexión económico-social. Eso no indica, no obstante,
sino el hecho de que el problema del campesinado era obviamente el tema central
de todo el debate político de la época en el Perú, cubierto en abrumador
predominio por las corrientes democráticonacionalistas que Haya acaudillaba,
mientras que la figura marxista de Mariátegui fue, durante la mayor parte del
período, solitaria. Y, de otro lado, el hecho demostrable de que el propio pensamiento
mariateguiano compartía en amplia medida muchas de las concepciones ambientes,
lo que sin duda era facilitado porque hasta 1928 Haya estaba en su fase
ideológica más radical y bajo una apreciable influencia marxista. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA LXXXII A pesar de eso, es también
demostrable que aun dentro de esa común perspectiva, la base del enfoque
mariateguiano lleva a diferencias sustantivas en la teorización del problema
campesino y del feudalismo. Aparte del hecho de que el dualismo no está
presente en Mariátegui, mientras que para Haya y sus seguidores lo que existía
en la estructura económica de la sierra era un feudalismo total, de origen
colonial, Mariátegui coloca el problema en otra perspectiva. Lo que él observa
en la sierra como predominante, y como rezagos en la costa capitalista, es un
“semi-feudalismo” en la economía, y un “gamonalismo” como forma específica de
la dominación política local de los terratenientes135. ¿Por qué “semi-feudal”?
Mariátegui no ofrece una respuesta directa. “Las expresiones de la feudalidad
sobreviviente –afirma– son dos: latifundio y servidumbre”136. Pero, al mismo
tiempo, plantea que “la hora de ensayar en el Perú el método liberal, la
fórmula individualista, ha pasado ya”137. ¿Por qué? Porque la liquidación de la
feudalidad hace ya parte, para él, del problema de la liquidación del conjunto
del orden vigente, dominado por el capital, como acaba de señalarlo
inmediatamente antes. En otros términos, la feudalidad existente en la sierra es
tal feudalismo sólo si se lo considera separadamente de su lugar en el conjunto
de la estructura económica del país. Tomado dentro de este conjunto, es decir,
articulado al capital y bajo su dominio, es “semifeudal”. Si la solución del
problema del campesinado indio y del problema agrario es la destrucción de la
feudalidad, eso no puede realizarse sino dentro del proceso global de la
revolución anticapitalista. Ni antes, ni después, como enfáticamente sostiene
al discutir el problema del indio en particular138. Por ello, la lucha del
proletariado contra el capital, en la costa, es indesligable de la del
campesinado contra la feudalidad. Y ambas son la base de la revolución
socialista indoamericana, como sostendría después. La misma diferente
perspectiva entre Haya y Mariátegui se encuentra a propósito del problema de la
“comunidad indígena” y de su lugar en el 135. 7 ensayos, pp. 44 y ss. 136.
Ibid., p. 43. 137. Ibid., p. 44. 138. Ibid., p. 32. BIBLIOTECA AYACUCHO LXXXIII
proceso revolucionario. Ambos compartían la tesis del carácter “comunista
primitivo” de la sociedad incaica, de la cual procedía la “comunidad indígena”,
como elemento superviviente de ese “comunismo incaico”. Haya había formulado
esa tesis poco antes de Mariátegui, siguiendo a Von Hanstein, Ernesto Quesada y
Tomás Joyce139 e insistirá en ella en artículos publicados en la propia Amauta,
en 1926 y 1928140. Inclusive, en una carta a Gabriel del Mazo, en junio de
1925, Haya propone una solución del problema indígena o campesino, que
eliminando el feudalismo revierta la tierra a la comunidad, “como se trata
ahora de hacerlo en Rusia. Colectivismo o Socialismo”, y añade líneas más
adelante, que “la nueva comuna rusa –ya lo ha dicho Montandon en Clarté– es la
vieja comunidad incaica modernizada”141. Empero, mientras que en Haya esa
solución colectivista del problema agrario hace parte de un desarrollo
capitalista, en un régimen de capitalismo de Estado, para Mariátegui esa misma
fórmula de resolver el problema agrario e indígena hace parte de una perspectiva
socialista de reorganización de la entera sociedad peruana. Después de la
muerte de Mariátegui, Miroshevsky publicó en 1942 una crítica a Mariátegui en
Dialéctica, la revista del Partido Comunista de Cuba142 acusándolo de
“populista” y “representante de la democracia revolucionaria” primero y después
de “propagandista del socialismo pequeño burgués” y de la “revolución campesina
socialista”, por sostener que la “comunidad indígena” podía ser el punto de
partida para una reorganización socialista de la estructura agraria, dentro de
una revolución socialista en el Perú. Ese artículo era un eco algo tardío de la
polémica entre Mariátegui y la III Internacional stalinista, en 1929.
Mariátegui estaba limitado por el horizonte del conocimiento científico de su
tiempo acerca del problema de la sociedad incaica, y en coincidencia con Haya
de la Torre, Castro Pozo143, Valcárcel144, y dentro de la clásica
esquematización de la evolución histórica en cinco modos de producción del
marxismo de esa época, antes del redescubrimiento del concepto de modo de
producción asiático en Marx, admitió la tesis del carácter comunista primitivo
de la sociedad incaica, aunque reconociendo el despotismo teocrático del Estado
inca, y en ese sentido yendo más lejos que la simplificación de Engels sobre la
“barbarie media” en que habría estado esa sociedad, que todavía hoy repiten con
ingenuidad algunos comentaristas peruanos de esas tesis de Mariátegui145. Eso,
sin embargo, en nada apoya la banal tergiversación que Miroshevsky fabrica
sobre el lugar que Mariátegui plantea para el destino de la “comunidad
indígena” en el proceso de la revolución socialista peruana, pues aquí vuelve a
encontrarse una de las más originales y valiosas contribuciones del Amauta para
el problema de la revolución peruana en ese período, y que coinciden, sin que
él lo supiera, con algunas ideas de Lenin sobre el problema del pasaje al
socialismo de sociedades en que todavía quedaban amplios sectores
precapitalistas. En efecto, en el informe presentado en nombre de la Comisión
sobre el problema nacional y colonial, al Segundo Congreso de la Internacional
Comunista, en 1920, Lenin sostenía que “La Internacional comunista debe
establecer y justificar, en el plano teórico, el principio de que con la ayuda
del proletariado de los países avanzados, los países atrasados pueden arribar
al régimen soviético y, pasando por ciertas etapas de desarro143. Hildebrando
Castro Pozo, Nuestra comunidad indígena, Lima, 1919 y Del ayllu al
cooperativismo socialista, Lima, 1934. 144. Luis Eduardo Valcárcel, De la vida
incaica, Lima, 1925; Del ayllu al imperio, Lima, 1926 y Tempestad en los Andes,
Lima, 1927, publicado en la Editorial Minerva, de Mariátegui, con prólogo de
éste. 145. Véase la reciente compilación Los modos de producción en el Perú,
Lima, 1977. 146. Lenin, Oeuvres, t. XXXI, p. 252. En el Congreso de la
Internacional Comunista, de 1920, Lenin polemizando con N. Roy, delegado hindú,
sostenía que “el campesinado sujeto a dominación semifeudal podría asimilar
plenamente la organización soviética” bajo conducción política comunista en una
línea proletaria, aun si no era posible un movimiento puramente proletario.
Citado en Garaudy, Le Problème Chinoise, Paris, Ed. Seghers, 1967, pp. 77-84.
BIBLIOTECA AYACUCHO LXXXV llo, al comunismo, evitando el estadio
capitalista”146, desechando así enérgica y nítidamente esa suerte de
“economismo” que sostiene que no es posible saltar la etapa capitalista bajo
ninguna condición histórica, tan cara a los mencheviques, al revisionismo de
Bernstein (Conditions du Socialisme) y al stalinismo después. Por lo demás,
esas tesis leninistas provenían directamente de Marx y Engels, quienes en el
Prefacio a la traducción rusa del Manifiesto, en 1882, señalaban que: “En
Rusia, junto a la especulación capitalista que se desarrolla febrilmente y de
la propiedad agraria burguesa en plena formación, más de la mitad de la tierra
es propiedad comunal de los campesinos. Se trata, por tanto, de saber si [en]
la comunidad campesina rusa, esta forma ya descompuesta de la antigua propiedad
comunal de la tierra, pasará directamente a la forma comunista superior de la
propiedad agraria, o bien ella debe seguir primero el mismo proceso de
disolución que ha sufrido en el curso del desarrollo histórico de Occidente”.
“La única respuesta que se puede dar hoy día a esta cuestión es la siguiente:
si la Revolución Rusa da la señal de una revolución obrera en Occidente, y si
las dos se complementan, la propiedad comunal actual de Rusia podrá servir de
punto de partida a una evolución comunista”147. Mariátegui redescubría, en
suelo peruano y por su cuenta, ideas con una ya larga e ilustre historia en el
desarrollo de la teoría revolucionaria marxista, precisamente porque venía de
hacer aquel descubrimiento fundamental ya señalado, como la base de todo su
enfoque teórico acerca del carácter de la sociedad peruana y de sus
perspectivas revolucionarias. Y era lo que, en sus propios términos, puede ser
calificado como “determinismo pávido” y “positivismo chato”, infectando profundamente
la nueva “ortodoxia” burocrática de la III Internacional stalinista, el único e
ineficaz respaldo a la torpe argumentación de Miroshevsky en representación de
esa dirección. 147. Marx-Engels, Prefacio a la edición rusa del Manifiesto
comunista citado en Garaudy, op. cit., p. 58. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA
REALIDAD PERUANA LXXXVI LA CRÍTICA MARIATEGUIANA DEL APRA Y DE LA DIRECCIÓN DE
LA III INTERNACIONAL Aunque con fundamentales diferencias en las bases de sus
respectivos enfoques, tal como queda señalado, las coincidencias ideológicas y
políticas entre Mariátegui y la corriente nacionalista democrática que lideraba
Haya de la Torre, fueron relativamente amplias en tanto que durante la etapa
entre 1923 y 1928, el debate ideológico peruano estaba centrado básicamente en
el esclarecimiento de la sobrevivencia de los elementos de origen colonial en
la sociedad vigente y en el carácter oligárquico del Estado y de la cultura. Y
Mariátegui tomó parte activa en las tareas intelectuales y políticas del frente
único que entonces constituía el APRA, entre las capas medias nuevas que
emergían y el naciente proletariado y el campesinado. El carácter de Amauta, la
revista de Mariátegui, correspondió a ese contexto, en su pluralidad ideológica
unificada por su connotación antioligárquica y nacionalista, dentro de la cual
la propaganda socialista de Mariátegui tenía un lugar destacado, pero sin una
nítida diferenciación. Eso se prolongará, aunque en una línea de creciente
depuración, hasta el No 17 de septiembre de 1928, en que Mariátegui anuncia, en
el célebre editorial “Aniversario y balance”, la definición socialista de la
revista. Del mismo modo, en tanto que los 7 ensayos fueron publicados desde
1926 en Amauta, y aparecieron como volumen solamente en 1928, puede apreciarse
que, no obstante las diferencias básicas de enfoque, son muchos los aspectos
específicos en los cuales se puede registrar coincidencias entre el pensamiento
de Haya y el de Mariátegui, particularmente en todo aquello que se refiere a
los problemas de la colonia y al carácter oligárquico de la cultura. Es útil
comparar, en ese sentido, la producción de ambos hasta 1927, en que las
diferencias comienzan a precisarse y sistematizarse. Aquella ubicación de
Mariátegui dentro de una política poco diferenciada en un frente único
democrático-nacionalista radicalizado que encarnaba el APRA, no correspondía
solamente a la gradual maduración y depuración de su propio enfoque sobre la
realidad concreta, sino también coincidía ostensiblemente con la orientación
política que, después de la BIBLIOTECA AYACUCHO LXXXVII muerte de Lenin, la
dirección stalinista había conseguido imponer en la III Internacional.
Apoyándose formalmente en las resoluciones del II, III y IV Congreso de la
Internacional, la dirección stalinista había terminado por enfatizar las
coincidencias circunstanciales sobre las diferencias y la necesaria autonomía
política, como señalan aquellas resoluciones, en la política de frente único
antimperialista. Esa política era conducida principalmente en Asia y en
particular en el caso de China, donde se condujo al Partido Comunista hasta su
integración y casi disolución dentro del Kuo Min Tang, hasta su fracaso, que
culminaría con las masacres de Shangai en marzo de 1927 y el baño de sangre de
la heroica “Comuna de Cantón” del proletariado chino, en diciembre del mismo
año, bajo las balas del ejército del Kuo Min Tang conducido por Chiang-Kaishek.
Y puesto que Haya de la Torre definía entonces al APRA como el Kuo Min Tang
latinoamericano, Mariátegui pudo sentirse justificado no solamente en su
participación dentro del APRA, sino en la cautela y lentitud de la
diferenciación y autonomización política frente a la corriente
democrático-nacionalista predominante dentro de ese frente único. A pesar de que
sus tareas de organizador sindical y su propaganda socialista fueron intensas y
reales, es también efectivo que solamente al final de esa etapa, Mariátegui se
concentró en la polémica diferenciadora y en la organización política autónoma
de la corriente socialista dentro del frente, en 1928. Hasta comienzos de 1927,
la dirección de la III Internacional estaba aún claramente interesada en atraer
a su órbita al APRA y presumiblemente en ganar la adhesión del propio Haya de
la Torre. Pero al hacerse claro el fracaso de la política con el Kuo Min Tang
en China, y la cada vez más definida actitud de Haya como alternativa
latinoamericana a la III Internacional, la ruptura será inevitable. Todavía,
sin embargo, Haya es invitado al Congreso Antimperialista de Bruselas, en
febrero de 1927, un mes antes de la masacre de Shangai, y a pesar de la
enérgica oposición de algunos dirigentes comunistas latinoamericanos, Mella
principalmente, la conducta de la dirección de la Internacional aún es ambigua
frente a Haya y al APRA. Pero, a partir de entonces, los campos son claramente
demarcados y opuestos. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
LXXXVIII De su lado, Haya entra en una acelerada actividad de organizador y
propagandista del APRA como alternativa a la III Internacional, y ya no como
frente único sino como un Partido donde deben integrarse los componentes de ese
frente, bajo la dirección de las clases medias, y bajo un comando férreamente
centralizado. Y frente a eso, los dirigentes de los partidos comunistas ya
formados como tales en América Latina, lo combaten resueltamente, Mella sale a
la palestra con su folleto ¿Qué es el APRA?, a comienzos de 1928 en México. Y
Mariátegui, aunque todavía da cabida en el mismo momento al artículo
definitorio de Haya “Sobre el papel de las clases medias”, en Amauta, comienza
un intercambio polémico con Haya y con los grupos apristas en el exilio, lo que
lleva a la ruptura final y a la formación del Partido Socialista del Perú, en
el segundo semestre de 1928, paralelamente a la definición socialista de
Amauta. La polémica exige a Mariátegui sistematizar y depurar su enfoque de la
realidad peruana y latinoamericana y su pensamiento político concreto, cuyas
bases últimas ya eran formuladas desde 1926. Y es entonces cuando Mariátegui
pone en juego su excepcional perspicacia para penetrar la realidad específica,
históricamente determinada, de la realidad peruana y latinoamericana, alzándose
como el más fecundo y profundo teórico y dirigente marxista revolucionario de
su tiempo en América Latina. César Germaná, en un lúcido estudio recientemente
publicado148, ha contrastado sistemáticamente el pensamiento mariateguiano y el
de Haya, para demostrar la validez original y la vigencia del primero,
confirmada enteramente en la experiencia histórica desde la crisis de los años
treinta hasta hoy. Empero, no es solamente contra el APRA y contra Haya que
Mariátegui endereza su crítica revolucionaria. En el curso de esa polémica, no
puede dejar de hacer el balance crítico de la experiencia de la dirección
oficial de la III Internacional, dentro y fuera de América Latina, y en
especial en China. Y, como consecuencia, es llevado a polemizar con esa
dirección, tanto sobre el problema de las especificidades históricas de las
for148. César Germaná, “La polémica Haya-Mariátegui. Reforma o Revolución en el
Perú”, Cuadernos de Sociedad y Política, Lima, No 2, 1977, colección dirigida
por Aníbal Quijano. BIBLIOTECA AYACUCHO LXXXIX maciones sociales
latinoamericanas, dentro del orden imperialista internacional, como, y más
claramente, sobre el carácter de la revolución y del partido, con ocasión de la
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, en junio de 1929, en Buenos
Aires. El eje de la polémica contra el APRA y contra Haya, así como con la dirección
de la III Internacional stalinista, es el carácter específico del imperialismo
en América Latina, y su papel ordenador en las tendencias de las luchas de
clases. Sobre esa base, en ambos frentes de su polémica, avanza hasta descubrir
el carácter específico, en ese período, de la revolución en estos países y el
del partido destinado a su dirección. EL CARÁCTER DEL IMPERIALISMO Y SUS
IMPLICACIONES SOBRE LA LUCHA DE CLASES Frente al APRA y Haya de la Torre,
Mariátegui pone de relieve el contenido de clase del imperialismo, como más
significativo que su contenido nacional, y como determinante del propio rol del
problema nacional dentro del imperialismo, y sobre cuya base solamente puede
aprehenderse la naturaleza y el movimiento histórico concreto de las luchas de
clases en América Latina. Para el APRA y para Haya de la Torre, el imperialismo
se define por dos rasgos básicos: 1) el carácter extranjero del origen y de la
propiedad del capital invertido en nuestros países; 2) en tanto que es sólo a
través de esa inversión que el capitalismo aparece en éstos, tal capitalismo es
incipiente. Consiguientemente, el imperialismo es, contrariamente a lo que
Lenin afirma, la primera fase del capitalismo entre nosotros y, en esa
condición, un primer y necesario paso progresivo contra la feudalidad de origen
colonial149. 149. V.R. Haya de la Torre, El antimperialismo y el Apra, Lima,
1972, pp. 18-19. François Bourricaud, en un libro escrito más bien con simpatía
hacia el APRA y Haya de la Torre, no ha podido dejar de observar que “tal
ideología se construyó sobre la base de abruptas antítesis” y que el “peso del
esquema dualista” explica a qué “peligros de rigidez expone al Apra antes de
librarlo a los riesgos del oportunismo cuando Víctor Raúl Haya de la Torre
quiera imprimir más flexibilidad a su acción”. Véase Poder y sociedad en el
Perú contemporáneo, Buenos Aires, Ediciones Sur, 1967, p. 139. 7 ENSAYOS DE
INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XC Aparte de la tesis de que el
imperialismo implica en América Latina la constitución de una dualidad
histórica entre capitalismo y feudalismo, entre los que sólo es común el
territorio geográfico y jurídico (país), que recorre toda su obra, en Haya el
imperialismo asume así un carácter ambiguo: al mismo tiempo es la dominación extranjera,
indeseada, y la iniciación del progreso, deseado y necesario. Para Mariátegui,
en cambio, no solamente no hay tal dualismo, como ya quedó demostrado antes,
sino que el imperialismo es, ante todo, capital monopólico en expansión
internacional, y su emergencia constituye la internacionalización de la
estructura del capital, en tanto que relación social de producción. Es decir,
es sobre todo el carácter de clase de la dominación imperialista lo que así se
pone al descubierto: capital monopólico, explotador del trabajo; burguesía
monopolista, explotadora de la clase obrera. Y solamente a partir de ello,
puede ubicarse apropiadamente la relación nacional: burguesía extranjera sobre
trabajador peruano o latinoamericano150. De esa manera, en pleno acuerdo con
Lenin, citado explícitamente, la penetración imperialista en América Latina, es
la de la última fase del capitalismo y no de su primera, como Haya quiere para
resaltar su “originalidad” frente a Lenin. Debido a ello, y no tanto por lo
extranjero de su origen y control, el capital que penetra en América Latina no
puede operar como el capital competitivo operó en las fases previas del
desarrollo capitalista en Europa o en Estados Unidos: “La época de la libre
concurrencia en la economía capitalista ha terminado en todos los campos y
aspectos. Estamos en la época de los monopolios, vale decir de los imperios.
Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista.
Los primeros puestos están asignados. El destino de estos países, dentro del
orden capitalista, es el de simples colonias”151, afirma Mariátegui. En
consecuencia, cuanto más se expanda el capitalismo y se modernice en nuestros
países, tanto mayor será la presencia del capital monopólico y del imperialismo que en él se funda: “A
medida que crezca su capitalismo, y en consecuencia, la penetración
imperialista, tiene que acentuarse ese carácter (semicolonial) de su economía”
dice ya en las primeras líneas de Punto de vista antimperialista152. En el
período que Mariátegui estudia el capital imperialista, que domina en nuestra
economía está, por su articulación con el mercado externo, interesado casi
exclusivamente en acumular en la producción exportable de materias primas, en
su comercialización y financiamiento. No tiene necesidad de ampliar rápidamente
ni el mercado interno de bienes de producción industrial interna, ni el de mano
de obra libre. No sólo no necesita, sino que requiere no enfrentarse
conflictivamente con los intereses de los terratenientes gamonales153. De ello
no se deriva, sin embargo, la inevitabilidad de la permanencia de esa
asociación de intereses entre la burguesía imperialista y los terratenientes
gamonales, para todo el tiempo. Aquí Mariátegui se enfrenta simultáneamente al
pensamiento aprista, según el cual es necesaria la alianza con el capital
interno y la burguesía interna nacionalista para enfrentar esa alianza
imperialista terrateniente, y a la dirección de la III Internacional, para la
cual, lo revelaba la experiencia en China y la aplicación menchevique de las
tesis leninistas de los anteriores congresos de la Internacional, la alianza
con la burguesía progresista y nacionalista es imprescindible, inclusive bajo
su comando, para la lucha antimperialista y antifeudal. Mariátegui se pregunta:
“¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente
en nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase
terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzada y
completamente con la lucha antimperialista?”. Y responde luego: “Ciertamente,
el capitalismo usa el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la
clase políticamente dominante. Pero sus intereses económicos no son los mismos.
La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la
práctica sus impulsos más 152. Ibid., p. 86. 153. 7 ensayos, pp. 78-80. 7
ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XCII marcadamente
nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo
imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en
manos de la clase más numerosa, que satisfaciendo ciertas reivindicaciones
apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores
condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del
capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creación de la pequeña
propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los
privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo de
modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de la
feudalidad entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese
movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del
crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del
imperialismo: que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se
constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la
‘democratización’ de la propiedad del suelo, que los viejos aristócratas se
vean desplazados por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e
influyente –y por lo mismo más apta para garantizar la paz social– nada de esto
es contrario a los intereses del imperialismo”154. ¿Mariátegui profeta del
ulterior destino aprista y “velasquista”, de las experiencias peronistas y
democristianas? Nada de eso. Es el más lúcido y penetrante análisis marxista
revolucionario de las tendencias centrales del movimiento histórico de las
formaciones sociales latinoamericanas, lo que esta notable formulación pone en
evidencia, enfrentando al aprismo y, al propio tiempo, haciendo el balance
crítico de las implicaciones de la política de la III Internacional en el Asia,
para América Latina, en plena Conferencia Comunista Latinoamericana de Buenos
Aires, en 1929. Señalando las diferencias específicas entre el papel del
imperialismo en Centroamérica y en Suramérica, y aludiendo implícitamente al
problema del imperialismo en Asia, Mariátegui sostiene que para los países de
América del Sur, por su estructura y por su política, el imperialismo no supone
el mismo problema colonial que para los otros, y que en conse154. Ideología y
política, pp. 92-93. BIBLIOTECA AYACUCHO XCIII cuencia no se trata aquí de una
política de liberación nacional como interés percibido por la burguesía o la
pequeña burguesía, y que justifique aliarse y subordinarse a ella en la lucha
revolucionaria. Sitúa así, desde dentro de las determinaciones históricas
concretas de las formaciones sociales latinoamericanas del Sur, el papel político
de las burguesías nacionales respecto del imperialismo, y los límites
inevitables en la oposición pequeño burguesa al imperialismo, ciega para el
contenido de clase de esta dominación. A través de la crítica al APRA,
Mariátegui se enfrenta a la línea política central de la III Internacional
stalinista, sosteniendo la inviabilidad histórica de una burguesía con sentido
nacional y progresista: “Pretender que en esta capa social prenda un
sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones
distintas representa un factor en la lucha antimperialista en los países
semicoloniales avasallados por el imperialismo, en los últimos decenios en
Asia, sería un grave error”155. Y haciendo explícita su crítica a la dirección
de la Internacional, aclara: “Ya en nuestra discusión con los dirigentes del
aprismo, reprobando su tendencia a proponer a la América Latina un Kuo Min
Tang, como modo de evitar la imitación europeísta y acomodar la acción
revolucionaria a una apreciación exacta de nuestra propia realidad, sosteníamos
hace más de un año la siguiente tesis”156, la que alude a la importancia de los
factores culturales, en la común defensa, por parte de burgueses y
trabajadores, de la nacionalidad avasallada en países donde dentro de una
cultura común se diferencian las clases sociales y sus subculturas, al
contrario de lo que ocurre en el Perú y los países andinos, donde una oposición
cultural agudiza el conflicto de clases y lleva a la burguesía a robustecer su
identificación con los intereses extranjeros, con los cuales ya está asociado
en la economía. Contra la tesis aprista de la necesidad de la dirección de las
clases medias en el frente revolucionario antimperialista, Mariátegui se apoya
en la experiencia mexicana reciente para demostrar la necesaria inconsecuencia
del nacionalismo de la pequeña burguesía en la lucha contra el impe155. Ibid.,
pp. 85-86. 156. Ibid., p. 86. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA XCIV rialismo, porque en nuestros países, por sobre el problema
nacional, “el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado” y “No hay
razón para recurrir a vagas fórmulas populistas tras de las cuales no pueden
dejar de prosperar tendencias reaccionarias” como ocurrió en México157. Porque,
aclara Mariátegui, “¿qué cosa puede oponer a la penetración capitalista la más
demagógica pequeña burguesía? Nada, sino palabras. Nada, sino una temporal
borrachera nacionalista. El asalto del poder por el antimperialismo, como
movimiento demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la
conquista del poder por las masas proletarias, por el socialismo. La revolución
socialista encontraría su más encarnizado y peligroso enemigo –peligro por su
confusionismo, por su demagogia– en la pequeña burguesía afirmada en el poder,
ganado mediante sus voces de orden”158. De esa manera, desde dentro de las
determinaciones históricas concretas, específicas, que mueven a las formaciones
sociales latinoamericanas del Sur y del Norte, a partir del modo en que se
implanta el capital imperialista, en articulación con el precapital, y sobre la
base de la previa historia colonial que escindió la cultura peruana y otras, en
un conflicto cultural radical, Mariátegui desoculta el papel ordenador del
capital monopólico imperialista, en la economía y en el contenido y orientación
concreta de los intereses y de los movimientos de las clases sociales, para
demostrar la incorrección científica y su correlato político oportunista, en
toda política que, como la del APRA y la de la dirección stalinista de la III
Internacional, pretenda apoyarse solamente en el problema nacional planteado
por la dominación imperialista, subordinando a ello el problema de clase. EL
CARÁCTER DE LA REVOLUCIÓN: “SOCIALISMO INDOAMERICANO” “La misma palabra
Revolución, en esta América de las pequeñas revoluciones, se presta bastante al
equívoco. Tenemos que reivindicarla rigurosa e intransigentemente. Tenemos que
restituirle su sentido estricto y cabal. 157. Ibid., p. 92. 158. Ibid., p. 91.
BIBLIOTECA AYACUCHO XCV La revolución latinoamericana, será, nada más y nada
menos, que una etapa, una fase de la revolución mundial. Será simple y
puramente, la revolución socialista. A esta palabra se puede agregar, según los
casos, todos los adjetivos que queráis: ‘antimperialista’, ‘agrarista’,
‘nacionalista-revolucionaria’. El socialismo los supone, los antecede, los
abarca a todos”159. Esta rotunda afirmación que Mariátegui estampa en el
editorial de la nueva etapa de Amauta al romper con el APRA, en 1928, destaca
dos de los elementos cruciales de la concepción política de su madurez. En
primer término, acorde con su enfoque de que el orden capitalista es una
totalidad, toda revolución socialista en cualquiera de sus partes, es parte de
la revolución mundial contra el capitalismo, y no se enclaustra en una remisión
solamente a los problemas internos de un país. En algún sentido, anticipa lo
que, acaso, habría sido su posición sobre el “socialismo en un solo país”, que
en ese momento estaba ya en el aire. En segundo lugar, como toda revolución profunda
y genuina, la de América Latina no puede sino estar destinada, en primer
término, a dar cuenta y a resolver los problemas específicos de su realidad, en
el momento y en el contexto concreto en que tiene lugar. De allí, la referencia
al problema antimperialista, como solución de clase del problema nacional, y al
problema agrario, que tal como ya lo establecía en sus 7 ensayos, aparece como
el problema medular del período y no puede tener solución efectiva sino dentro
del desarrollo de una transición socialista. El socialismo latinoamericano
“supone” la solución de esos problemas, porque sólo en él son “abarcados”
realmente, y por ello es la perspectiva estratégica de la revolución socialista
y no de otra, la que está antes de todo, la que “antecede” a todo. Ambos
elementos son reiterados, un año después en la Primera Conferencia Comunista
Latinoamericana de Buenos Aires: “En conclusión, somos antimperialistas porque
somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo
el socialismo como sistema antagónico llamado a sucederlo, porque en la lucha
contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad
con las masas revolucionarias de Europa”160. 159. Ibid., pp. 247-248. 160.
Ibid., p. 95. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA XCVI Más cerca
de Perón y de Haya que de Marx, Ramos comenta este texto: “cada palabra es un
error”, sostiene en su confusión161, plegándose a la acusación aprista acerca
del europeísmo de Mariátegui. Y, a su turno, los jefes del Partido Comunista
Peruano, no ocultan su esfuerzo por encajar a Mariátegui la idea de una
revolución en dos etapas, contra las explícitas afirmaciones de su “guía”162,
para oponerse a esa misma acusación. Mariátegui continúa enfrentando, hoy, el nacionalismo
democrático burgués y pequeño burgués y, al mismo tiempo, el oportunismo
reformista-burocrático del movimiento comunista oficial. En ese momento, Haya y
los apristas sostenían que el único modo de rescatar la realidad específica de
América Latina en una estrategia revolucionaria, era basarse en el problema
nacional y no en el problema de clase para enfrentar al imperialismo. La
revolución era en su carácter esencial y específico, una revolución
antimperialista en ese sentido. Sólo un Estado antimperialista, fundado en una
alianza nacional de clases nacionalistas, podía resolver al mismo tiempo las
dos cuestiones de fondo: la necesidad del capital, que tal Estado podía
controlar en beneficio del desarrollo nacional; y la emancipación nacional, al producir
la integración nacional y liberarla de la dominación imperialista. Además, esa
perspectiva estratégica era la única que permitiría el siguiente paso al
socialismo. A su modo, Haya se plegaba, en el fondo, a la tesis de las dos
etapas de la revolución y a la del carácter antifeudal y antimperialista de su
primera etapa, por lo cual ésta tenía que estar bajo la dirección de las clases
medias y sostener el capital163. De su lado, la dirección de la III
Internacional, equipada con las tesis sobre la Cuestión China, de Stalin, había
puesto en práctica de modo consistente una política no muy distinta en la
fundamental. Y antes de 1930, aun después del fracaso de esa experiencia china,
estaba aún empeñada en la orientación antimperialista y no socialista en América
Latina, organi161. Jorge Abelardo Ramos, “La discusión sobre Mariátegui”, en El
marxismo latinoamericano de Mariátegui, ya citado, p. 157. 162. Jorge de Prado,
op. cit.; y José Martínez, op. cit. 163. Haya de la Torre, Sobre el papel de
las clases medias, Obras completas, t. 1, pp. 171-175; El antimperialismo y el
APRA, ya citado. BIBLIOTECA AYACUCHO XCVII zando las Ligas Antimperialistas,
aunque inmediatamente después, en plena crisis internacional del 30, viraría
intempestivamente hacia una política ultraizquierdista, cuyas primeras puntas
estaban ya en el debate de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, de
junio de 1929. Mariátegui se enfrentaba, pues, a ambas direcciones, cuando en
su texto presentado a esa Conferencia y que no fue aprobado, declara: “El
antimperialismo, para nosotros, no constituye, ni puede constituir, por sí solo
un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder.
El antimperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras
y campesinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos
negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las
clases, no suprime su diferencia de intereses”164, reclamando una estrategia
socialista. En América Latina, insiste Mariátegui, esa línea es inconducente a
la revolución de los explotados. América Latina no es Asia, y sólo los países
centroamericanos pueden aquí ser escenario de una estrategia revolucionaria de
“liberación nacional” sin, al mismo tiempo, liberación de clase. En el resto,
“el factor clasista es más decisivo” por el carácter del desarrollo capitalista
y de la dominación nacional imperialista. Varias décadas después, en combate
con su propia y específica realidad, Amílcar Cabral descubrirá exactamente lo
mismo: “Una de las distinciones importantes entre la situación colonial y
neocolonial reside en las perspectivas de la lucha. En el caso colonial (en el
que la “Nación-Clase” combate contra las fuerzas de represión de la burguesía
del país colonizador) puede conducir, al menos en apariencia, a una solución
nacionalista (revolución nacional): la Nación conquista su independencia y
adopta, en hipótesis, la estructura económica que más le conviene. El caso
neocolonial (en que las clases trabajadoras y sus aliados, luchan
simultáneamente contra la burguesía imperialista y la clase dirigente nativa)
no se resuelve por una solución nacionalista; exige la destrucción de la
estructura capitalista implantada por el imperialismo en el territorio nacional,
y postula justamente una solución socialista. Esta distinción resulta
principalmen164. Ideología y política, p. 90. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA
REALIDAD PERUANA XCVIII te, de la diferencia de nivel de las fuerzas
productivas en los dos casos, y de la consiguiente agravación de la lucha de
clases”165. Empero, ¿de qué socialismo hablaba Mariátegui? Los apristas habían
difundido contra él la acusación de europeísta, porque postulaba una solución
socialista de los problemas peruanos y latinoamericanos, lo que, en opinión de
Haya y sus seguidores, equivalía a tratar la realidad latinoamericana como si
fuera de la Europa, donde el capitalismo estaba ya plenamente establecido y el
proletariado era una clase numerosa y madura, apta para dirigir el proceso de
una revolución socialista, mientras que en América Latina, la nacionalidad
estaba aún en formación, la feudalidad era dominante, el capitalismo estaba “en
su primera fase”, y el proletariado era una clase en incipiente constitución.
Por ello los apristas reclamaban un amplio frente social y político dirigido
por las clases medias, para contender con esa realidad y resolver aquellos
problemas, tal como la experiencia mexicana y china demostraban como la más
viable alternativa. Una visión superficial y parcelaria de la realidad, daba a
esa prédica aprista una persuasiva apariencia de realismo. El propio
Mariátegui, antes de 1927, había expresado con frecuencia su apoyo y su
esperanza en los procesos de México y de China, donde las corrientes y
organizaciones socialistas combatían bajo la dirección de la burguesía y
pequeña burguesía nacionalistas y revolucionarias. Pero, de un lado, su propia
investigación de la realidad latinoamericana bajo la dominación imperialista,
con sus específicos rasgos, era ya una base teórica cuyo desarrollo y
depuración sistemática conducía a una opción diferente. Y, de otro lado, la
orientación que comenzaba a tomar el proceso mexicano, y la desastrosa
experiencia del Kuo Min Tang chino y de la política allí seguida por la III Internacional,
se constituían como lecciones que en convergencia con su propio enfoque de la
situación latinoamericana, reforzaban su opción socialista revolucionaria. Él
no podía, sin embargo, desconocer que la visión aprista de la realidad
latinoamericana no era descaminada en todas y cada una de sus partes, aunque
las bases de esa visión fueran radicalmente equivocadas. En 165. Amílcar
Cabral, “L’Arme de la Téorie”, Partisans, No 6-7, 1966. BIBLIOTECA AYACUCHO
XCIX efecto, aunque moviéndose dentro una tendencia de creciente subordinación
a la hegemonía del capital, los rezagos serviles y semiserviles aprisionaban
aún a una inmensa mayoría de la población trabajadora, situando el problema
agrario y campesino en una perspectiva totalmente diferente de la europea. Los
terratenientes gamonales tenían una presencia muy grande en el orden político,
no solamente en el caciquismo local, sino en el seno del propio Estado central.
El proletariado era realmente una minoría, y aunque de extraordinaria
combatividad y militancia, su educación socialista y su organización política
no hacían más que comenzar, principalmente bajo la acción del propio
Mariátegui. Y estaba también allí el problema nacional, en su doble dimensión:
la dominación imperialista y la desintegración social y política interna. No
obstante, su investigación demostraba que no había, ni podría haber más
adelante, una clase burguesa nacionalista con interés y con capacidad de
disputar revolucionariamente a la burguesía imperialista el dominio nacional. Y
que, aun cuando bajo determinadas condiciones no existentes en el Perú y en la
mayor parte de América Latina, eso pudiera ocurrir, México y China demostraban
los límites cortos de una política puramente nacionalista y democrática, que no
incluyera desde la partida la posibilidad de destrucción del capital como tal.
Aunque la pequeña burguesía podía llegar más lejos en su verbalismo, en la
práctica no iba tampoco más allá del capitalismo nacional. Y en esa medida,
todos los problemas de fondo, nacionales y sociales, no quedaban resueltos, ni
siquiera dentro de los límites de resolución que el propio capitalismo moderno
permitía. En la era del imperialismo, la generalización y desarrollo del
capitalismo en nuestros países, no podía implicar sino la modificación de los
términos de la dominación, pero al mismo tiempo su ampliación y su
profundización. Esas eran las conclusiones presentadas en Punto de vista
antimperialista y en El problema de las razas en América Latina, a la
Conferencia Comunista de Buenos Aires. Por todo ello, Mariátegui levanta contra
el nacionalismo aprista, el socialismo, pero, al mismo tiempo, la orientación
oficial de la III Internacional, tras el fracaso de su política en China,
iniciaba un viraje hacia una política de la cual las alianzas con los
movimientos nacionalistas pequeño burgueses
serán excluidas, el lugar acordado a los problemas sociales del campesinado
antes, será sustituido por los problemas nacionales supuestos de esas masas,
como bases de una política que con el nombre de proletaria era, en el fondo,
obrerista y burocrática. Las primeras puntas de ese viraje están ya activas en
el debate de Buenos Aires, en 1929, y se harán predominantes luego, hasta
mediados de los años treinta. Y, frente a esas opciones, Mariátegui levanta como
la opción revolucionaria que nace de la realidad concreta, lo que él denomina
el “socialismo indoamericano”. “Profesamos abiertamente el concepto de que nos
toca crear el socialismo indo-americano, de que nada es tan absurdo como copiar
literalmente fórmulas europeas, de que nuestra praxis debe corresponder a la
realidad que tenemos delante”, afirma Mariátegui ya en 1928, en una carta
escrita a los grupos del APRA en el exilio, definiendo posiciones con Haya166.
Y el mismo año, al presentar la nueva etapa de Amauta ya desprendida del APRA y
definida como socialista, reitera: “No queremos, ciertamente, que el socialismo
sea en América ni calco ni copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar
vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo
indoamericano. He ahí una misión digna de una generación nueva”167. ¿Cómo
concebía Mariátegui el “socialismo indoamericano”? EL DEBATE DE BUENOS AIRES:
CARÁCTER DEL PARTIDO Y DEL PROGRAMA El Secretariado Latino de la III
Internacional, ya desde 1927, había urgido al grupo de Mariátegui en Lima a
organizar inmediatamente un Partido Comunista, integrante de la Internacional,
para oponerse a la influencia aprista entre los obreros, una vez que se produjo
la ruptura entre la Internacional y el APRA en el Congreso Antimperialista de
Bruselas168. No obstante, Mariátegui y su grupo demoraron un año, antes de
decidir la organización de un partido diferente del APRA, y,
significativamente, 166. Martínez de la Torre, op. cit., t. II, p. 300. 167.
Ideología y política, pp. 246-253. 168. Martínez de la Torre, op. cit., pp.
392-396. BIBLIOTECA AYACUCHO CI al hacerlo, acordaron fundar no un partido
comunista, sino el Partido Socialista del Perú, cuyo Comité Organizador quedó
constituido el 7 de octubre de 1928, con Mariátegui como su secretario general.
El año previo transcurrió entre la activa correspondencia del debate interno
del APRA, y la maduración y depuración del pensamiento del propio Mariátegui.
La explicación de esa decisión, diferente de la que la III Internacional
recomendaba con apremio, se encuentra en los textos preparatorios para el
programa del Partido Socialista del Perú, y en los documentos enviados a la
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (El problema de las razas en
América Latina y Punto de vista antimperialista) en junio de 1929, en Buenos
Aires, y en el debate que sobre ellos y el carácter del partido y del programa
se suscitó en esa reunión, entre la dirección latinoamericana de la
Internacional y la delegación enviada por Mariátegui y su Partido Socialista
del Perú. En los documentos de la fundación del Partido Socialista y de la
elaboración de su programa, el partido es definido con un doble carácter: de un
lado, sus bases sociales son las masas obreras y el campesinado; de otro lado,
su dirección es proletaria169. “La organización de los obreros y campesinos,
con carácter netamente clasista, constituye el objeto de nuestro esfuerzo y
nuestra propaganda y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la
burguesía nacional”, reza el artículo primero del documento de fundación. Y más
adelante, en el artículo 3, se reitera y precisa: “La lucha política exige la
creación de un partido de clase, en cuya formación y orientamiento se esforzará
tenazmente por hacer prevalecer sus puntos de vista revolucionarios clasistas.
De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité
concurrirá a la constitución de un partido socialista, basado en las masas
obreras y campesinas organizadas”. Y, de su lado, el documento preparatorio del
programa del partido, se abre con una declaración doctrinal según la cual,
reconociendo el carácter internacional de la economía y el del movimiento
revolucionario del proletariado, “el Partido Socialista adapta su praxis a las
circunstancias concre169. Op. cit., pp. 397-402. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE
LA REALIDAD PERUANA CII tas del país; pero obedece a una amplia visión de clase
y las mismas circunstancias nacionales están subordinadas al ritmo de la
historia mundial”. Reiterando su concepción del imperialismo, en una ajustada
línea leninista, Mariátegui afirma que “La praxis del socialismo marxista en
este período es la del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es el método
revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido
Socialista del Perú lo adopta como su método de lucha”. Con ese método
marxista-leninista en el análisis de la realidad peruana, Mariátegui descubre
que “bajo el régimen burgués enfeudado a los intereses imperialistas, coludido
con la feudalidad gamonalista y clerical, y las taras y rezagos de la
feudalidad colonial”, no es posible la solución de los problemas sociales ni de
los problemas nacionales del país. “La emancipación de la economía del país es
posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la
lucha antimperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular
primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa que
el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir”. Casi medio
siglo después, los jefes del actual Partido Comunista Peruano, han hecho el
esfuerzo de encontrar en ese último párrafo la justificación de su propia tesis
de las dos etapas separadas de un proceso revolucionario conducente al
socialismo170. Pero no advierten la contradicción que eso significa con la
contraposición que Mariátegui establece entre la necesidad de resolver las
“tareas democrático-burguesas”, y la incapacidad estructural del “régimen
burgués”, para cumplirlas. Pero el movimiento del razonamiento mariateguiano se
precisa en seguida: “El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las
comunidades que en las grandes empresas agrícolas, los elementos de una
solución socialista de la cuestión agraria, solución que tolerará en parte la
explotación de la tierra por los pequeños agricultores ahí donde el yanaconazgo
o la pequeña propiedad recomiendan dejar a la gestión individual, en tanto que
se avanza en la gestión colectiva de la agricultura, las zonas donde ese género
de explotación prevalece. Pero esto, lo mismo 170. Del Prado, op. cit.; José
Martínez, op. cit. BIBLIOTECA AYACUCHO CIII que el estímulo que se preste al
libre resurgimiento del pueblo indígena, a la manifestación creadora de sus
fuerzas y espíritu nativos, no significa en lo absoluto una romántica y
antihistórica tendencia de reconstrucción o resurrección del socialismo
incaico, que correspondió a condiciones históricas completamente superadas y
del cual sólo quedan como factor aprovechable, dentro de una técnica de
producción perfectamente científica, los hábitos de cooperación y de socialismo
de los campesinos indígenas. El socialismo presupone la técnica, la ciencia, la
etapa capitalistas; y no puede importar el menor retroceso en la adquisición de
las conquistas de la civilización moderna, sino por lo contrario la máxima y
metódica aceleración de la incorporación de esas conquistas en la vida
nacional”. Y más adelante: “Cumplida su etapa democrático-burguesa, la
revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria. El
partido del proletariado, capacitado por la lucha para el ejercicio del poder y
el desarrollo de su propio programa, realiza en esa etapa las tareas de la
organización y defensa del orden socialista”. No hay información disponible
acerca del conocimiento o no, que Mariátegui podía haber tenido de las Tesis de
Abril, de Lenin, o del debate acerca de la revolución permanente. Por eso
mismo, lo que es notable en el despliegue del razonamiento mariateguiano, es la
nitidez de su concepción acerca del proceso de la revolución socialista como
una transición. Esto es, durante la cual se articulan de modo necesario las
tareas y los problemas que corresponden a la revolución democrática que la
burguesía ya es inapta para realizar bajo su dominio, y los que corresponden al
socialismo, como socialización de los recursos de producción y de la
apropiación de los productos, una vez que las masas logran levantar como Estado
sus organizaciones de poder, en todo tipo de formación social donde el capital
se presente aún articulado con el pre-capital, pero ya bajo su hegemónico
dominio. Y, precisamente, el descubrimiento sustantivo de Mariátegui, al
investigar las modalidades específicas de implantación del capital monopolista
y sus implicaciones sobre los intereses y el movimiento de las clases sociales,
en el Perú, era lo que conducía a considerar o interpretar la formación social
peruana en ese específico sentido. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA CIV Y no se trata, como puede apreciarse de sus textos, de una idea
simplista de proceso “ininterrumpido”, como hoy se estila decir, entre una
etapa democrático-burguesa diferenciada y separada y previa a una etapa
socialista. Cuando Mariátegui señala que “cumplida su etapa democrático-burguesa,
la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria”,
se cuida bien de precisar en seguida: “En esa etapa (el partido del
proletariado) realiza las tareas de organización y defensa del orden
socialista”. En otros términos, al mismo tiempo en que están llevándose a cabo
las “tareas” democrático-burguesas, están ya en curso las tareas
específicamente socialistas, dentro de un mismo y único proceso, durante el
cual ese proceso va depurándose en su contenido de clase, “deviene” proletaria
conforme madura la transición. Así, las “tareas democrático-burguesas” asumen,
desde la partida, en el proceso, un sentido tendencial no burgués, pues están
enmarcadas y condicionadas por el carácter socialista del proceso global. Por
eso y para eso, la dirección proletaria de la revolución es la piedra de toque.
Y ello sólo puede ser asegurado por un partido cuya dirección sea proletaria.
Pero, en las condiciones concretas del Perú, señala Mariátegui, eso no supone
un partido obrero, sino uno de base social más amplia, y en el caso peruano,
obrera y campesina fundamentalmente. Es, por lo tanto, el carácter de clase de
su línea política estratégica, de su dirección (no sólo de sus dirigentes), lo
que define el carácter de clase del partido. ¿Qué tipo de poder político, cuál
estructura de Estado, implica esa revolución, ese “socialismo indoamericano”?
Mariátegui no tuvo tiempo de desarrollar su teoría hasta lograr una respuesta
precisa. Pero el movimiento de su razonamiento, el carácter del partido y de la
revolución, apuntan evidentemente a un poder de las masas explotadas todas,
bajo la dirección del proletariado; es decir, de una línea proletaria de
dirección. En las condiciones peruanas de la época, la gran mayoría de las
masas explotadas eran aún campesinas, y la clase obrera una reducida minoría.
En tales condiciones, la dictadura del proletariado es, al comienzo, la
dirección proletaria de un poder estatal de base social más amplia, donde el
campesinado tiene un lugar fundamental. Pero, en su “devenir” va depu
BIBLIOTECA AYACUCHO CV rándose, convirtiéndose en sus objetivos y en su
programa, proletaria cada vez más. Es decir, el carácter de clase del Estado
revolucionario va depurándose en un sentido de acentuación del carácter
proletario del poder, conforme va depurándose la estructura social básica de la
sociedad en la transición socialista. Ese concepto de la dictadura del
proletariado, ya había sido enfatizado por Lenin en el II Congreso de la III
Internacional, en el debate con N. Roy, y en un sentido claro está implicado ya
en el proceso de la propia Revolución Rusa, como el mismo Lenin lo esclarece en
su polémica con Kautsky, en La Revolución proletaria y el renegado Kautsky, que
Mariátegui ciertamente conocía. Era exactamente el mismo momento en el cual Mao
recogía críticamente la experiencia de la revolución china hasta 1927, a partir
de su célebre Informe sobre la encuesta en Hunan. El desarrollo de la reflexión
de Mao, lo lleva a caracterizar la revolución china en esa etapa, como “antimperialista
y antifeudal”, es decir, nacional y democrática. Pero su realización ya no
puede ser la obra de la burguesía, sino la de un amplio movimiento de masas,
donde el campesinado, por su volumen y su lugar en la sociedad china,
desempeñaría un rol fundamental, pero bajo la dirección del proletariado. Y
también en Mao, dadas esas condiciones de la sociedad china, esa dirección
proletaria no era concebida tanto como la dirección física de la clase obrera
china, minoritaria y diezmada bajo la represión de Kuo Min Tang, sino la de una
línea política que asume los intereses del proletariado chino e internacional,
en el partido comunista. Única garantía de que la revolución comenzada de ese
modo, se desenvolviera sin interrupción hacia el socialismo. Mao llamó a ese
proceso como algo sui generis, una “nueva democracia”171, fase de transición al
socialismo. El paralelo con el razonamiento de Mariátegui señala las
convergencias y las 171. Mao Tse-tung, La Nouvelle Démocratie, Paris, Editions
Sociales, 1951. Acerca del debate sobre los problemas de la revolución china,
véase también de Stalin, Obras, v. 9, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras,
1954, pp. 209 y ss. y v. 10, pp. 10-39; de Trotsky, León Trotsky en China,
Nueva York, Monad Press, 1976; de Stuart Schram, The Political Thought of Mao
Tse-tung, London, Pall Mall Press, 1964; Helene Carrere d’Encausse et Stuart
Schram, Le Marxisme et l’Asie, Armand Colin, 1965; y de Garaudy, op. cit. 7
ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA CVI diferencias de fondo. Es
Mariátegui que alcanza una precisión teórica más limpia e históricamente
verificada. La propia revolución china, tras la conquista del poder por el
Partido Comunista bajo la dirección de Mao, es una demostración de ello:
combinación, desde la partida, de las tareas democráticas y las socialistas,
inclusive en el campo. Así, las tareas democráticas son “nuevas”, sui generis,
esto es, no propiamente burguesas, porque hacen parte de un proceso global de
contenido tendencialmente socialista en el largo plazo, y ya parcialmente
socialista en el corto. La delegación enviada por Mariátegui y el Partido
Socialista del Perú, a la Primera Conferencia de los Partidos Comunistas de
América Latina, de Buenos Aires, llevaba esa perspectiva estratégica sobre la
revolución peruana y latinoamericana. Los dos textos centrales que esa
delegación llevaba, fueron escritos por Mariátegui: El problema de las razas en
América Latina y Punto de vista antimperialista, además de los documentos sobre
el Partido Socialista del Perú. La dirección oficial de la III Internacional en
esa Conferencia, debatió y criticó con dureza esos planteamientos, y no fue
aprobado el documento principal, Punto de vista antimperialista172. Frente a la
posición mariateguiana de que el problema del campesinado indígena era de
carácter económico-social y político (servidumbre y semiservidumbre, caciquismo
gamonal, bajo dominio imperialista), Codovilla y otros respondieron con el
planteamiento de la “autodeterminación nacional” de los campesinos quechuas y
aymaras. Así, ofrecían al campesinado una salida “nacional”, y los problemas de
su explotación de clase le eran escamoteados. Frente al planteamiento
mariateguiano sobre el carácter del partido, como organización política de base
social obrera y campesina, bajo dirección política proletaria, la dirección
oficial de la III Internacional staliniana, insiste en el carácter obrero del
partido, pues según ellos es en la composición social, ante todo, donde reside
el carácter proletario del partido. Frente al problema del carácter de clase de
la revolución, esa dirección insiste en lo “antimperialista y antifeudal”. No
obstante, contra Ma172. Martínez de la Torre, op. cit., pp. 402-485. BIBLIOTECA
AYACUCHO CVII riátegui, se opone a toda táctica de alianzas con los movimientos
nacionalista-democráticos pequeño-burgueses, como el APRA, apelando a la
experiencia china. Sin embargo, el Partido Socialista del Perú logró
mantenerse, aunque en una posición especial, dentro de la III Internacional.
Pero, apenas muerto Mariátegui, la III Internacional envió al grupo dirigente
de ese partido, un largo documento173, en el cual se reiteran las tesis
oficiales de esa dirección internacional, y se urge a cambiar el nombre del
partido por el Partido Comunista Peruano y a someterse a la disciplina de la
III Internacional. Coincidiendo con ello, llega a Lima Eudocio Ravines, miembro
importante de la dirección latinoamericana de la Internacional stalinista, y en
el debate con la dirección del Partido Socialista del Perú, logra imponer las
directivas de la Internacional. En la reunión del 20 de mayo de 1930, y tras la
separación de algunos miembros de la dirección del Partido Socialista, y con la
oposición de Martínez de la Torre, quien defendía las posiciones de Mariátegui,
habiendo sido su más cercano colaborador antes de su muerte, el partido se
convierte en el Partido Comunista Peruano, miembro de la III Internacional.
Martínez de la Torre renunciaría después174. Eudocio Ravines, elegido
secretario general del Partido Comunista peruano, asume inmediatamente la tarea
de “liquidación del Amautismo”175, esto es, la ideología mariateguiana. No
muchos años después, Ravines pasaría con armas y bagajes al servicio del
imperialismo y de la fracción más reaccionaria de la burguesía peruana. En la
crisis política que estallaba en el Perú en ese preciso momento, 173. Ibid.,
pp. 497-508. 174. Ibid., pp. 508-519. 175. En la sesión del 20 de septiembre de
1962, en la Cámara de Diputados del Perú, Sandro Mariátegui, hijo mayor de José
Carlos y en ese momento diputado del partido Acción Popular, de Belaúnde, tras
declarar que “me molesta que el nombre de mi padre se mencione en un debate de
carácter político” (!), afirmó que Eudocio Ravines “alentaba a sus huestes” con
el slogan de “Hay que liquidar el amautismo”. Citado en Sánchez, op. cit., p.
190. También Romualdo Valle, en su “Prólogo” a figuras y aspectos de la vida
mundial (v. 17, OC), consigna que “Hay que acabar con el amautismo” era el
slogan de Ravines, op. cit., p. 12. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA CVIII gran parte de las capas medias y populares eran organizadas y
lideradas por el APRA y por Haya de la Torre, orientándose hacia un
nacionalismo democrático radical. De su lado, los sindicatos obreros urbanos y
mineros, agrupados en la Confederación General de Trabajadores, fundada por
Mariátegui, pasaron a ser dirigidos por el Partido Comunista. Dieron una
heroica lucha, bajo la represión más severa, contra la dictadura
oligárquico-militar. Pero la dirección de la III Internacional estaba ya, en
ese momento, en pleno curso de su período ultraizquierdista, que duraría hasta
mediados de esa década. Bajo su disciplina, el Partido Comunista peruano,
condenaba al APRA como fascista, rechazando de ese modo toda convergencia táctica
con el más importante movimiento de masas bajo orientación “antimperialista y
antifeudal”, de las capas medias. Llamaba a los campesinos a luchar por la
“autodeterminación de las nacionalidades quechua y aymara”, más bien que por la
tierra y la liquidación del latifundio y la servidumbre. Y por todo ello, el
heroico movimiento obrero dirigido por el partido, fue quedando aislado
políticamente, lo mismo que el movimiento popular democrático-nacionalista
dirigido por el APRA, facilitándose así la represión y la derrota de ambos
movimientos. Tras esa derrota, el campo para el enraizamiento de la influencia
aprista en el seno de las masas populares del Perú, incluidas las masas obreras
hasta entonces dirigidas hacia el socialismo, quedaba pavimentado por un largo
período. Por su parte, la dictadura militar oligárquica, logró la destrucción
de la Confederación General de Trabajadores, ilegalizando todo el movimiento
sindical y político de las masas. Pasada esa etapa ultraizquierdista de la III
Internacional staliniana, ésta amparó en América Latina el predominio
ideológico del “browderismo” (Earl Browder era el líder del Partido Comunista
de los Estados Unidos), que significó la aplicación mecánica, y en el caso
peruano reaccionaria, de una política destinada a la colaboración con las
burguesías nacionales y progresistas (que eran, según Mariátegui, inexistentes
e inviables en el Perú), en una línea “antimperialista y antifeudal” y para una
estrategia revolucionaria en dos etapas. La ya dudosa táctica de los “frentes
populares” en Europa, encontraba así en América Latina una corres BIBLIOTECA
AYACUCHO CIX pondencia política que, en el caso peruano, tenía casi nada en
común con el pensamiento de Mariátegui y con la realidad. Inútil ejercitarse en
el “ifismo”, preguntándose cuál habría sido la posición y la práctica políticas
de Mariátegui frente a esos vaivenes de la línea general de esa Internacional.
En China, Mao siguió, con éxito, una conducta pragmática: pertenencia y
autonomía, en la III Internacional bajo Stalin. ESCRITURA Y CRÍTICA LITERARIA
EN MARIÁTEGUI Yo no tengo competencia para discutir con profundidad y acaso ni
siquiera con propiedad, este tema. Sólo quiero apuntar un par de ideas. La
primera, es que Mariátegui, con Vallejo y Eguren, es uno de los tres más
importantes escritores del movimiento que se inicia bajo el estímulo y la obra
de Valdelomar, en el Perú. A Vallejo y a Eguren, lo emparenta la tensión
metafísica de su visión personal de la historia176, presente en la escritura
mariateguiana, a través de esa particular intensidad emocional registrable en
la nerviosa concisión de la frase. Y que, se me ocurre, no puede ser atribuida
únicamente a su largo ejercicio de periodista, ni puede ser calibrada solamente
como un atuendo técnico externo, en quien sostenía que era el espíritu y no la
técnica meramente lo que expresa los cambios en la sensibilidad estética de un
período. Y aunque hoy su lenguaje ha envejecido en parte, esa intensidad
emocional de agonista, la concisión de la frase, la economía de palabras de su
escritura, mantienen vigentes la modernidad actual de su prosa. La segunda, es
que la postura estética que se va elaborando en sus muy numerosos artículos y
ensayos de crítica literaria, puede ser mirada en dos planos. Uno, referido a
sus juicios sobre el proceso de la literatura peruana, contenidos en sus 7
ensayos. En ellos, Mariátegui aparece inten176. Mariátegui sostiene que: “mi
concepción estética se unimisma, en la intimidad de mi conciencia, con mis
convicciones morales, políticas y religiosas, y que, sin dejar de ser
concepción estrictamente estética, no puede operar independientemente o
diversamente”, 7 ensayos, p. 182. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERUANA CX tando menos un enfoque clasista del fenómeno literario, que empeñado
en acelerar y ampliar la emancipación de la producción literaria peruana de su
tiempo, del andamiaje mental oligárquico y colonialista. Inclusive su esbozo de
periodización del proceso literario peruano, en colonial, cosmopolita y
nacional, y no en períodos marcados por regímenes de clase, así lo demuestran.
En ese sentido, la posición de Mariátegui hace parte de un movimiento
ideológico nacionalista-democrático, en cuyo seno surge la estética que ha
dominado la crítica y la historia literarias del Perú, desde los años 20 de
este siglo, como lo apunta Mirko Lauer177, al iniciar el enjuiciamiento de la
obra histórica y crítica de Luis Alberto Sánchez, la principal de todo este
período. El otro, concierne al parentesco de la obra crítico-literaria de Mariátegui,
con las posiciones antiburguesas y antiburocráticas surgidas en el debate
posterior al dominio danoviano del “realismo socialista”. En particular, con el
“realismo crítico” lukacsiano178, y la más reciente, anticipada en mucho por la
obra de Mariátegui, discusión sobre lo “real maravilloso” o “realismo mágico”,
tan actual en la crítica y la producción literaria narrativa de América Latina,
y de la cual García Márquez, Carpentier, Rulfo o Arguedas, suelen ser
considerados como principales exponentes. Contra lo colonial y lo oligárquico
en el Perú, Mariátegui opuso el cosmopolitismo, el regionalismo y el
indigenismo, en busca de la afirmación del carácter nacional de nuestra
literatura. Contra lo burgués en Europa (lo burocrático estaba aún en brote no
percibido), opuso el realismo como antídoto del encubrimiento; pero, al mismo
tiempo, contra el realismo chato de la literatura burguesa y populista, sostuvo
la libertad imaginativa. Lo “real maravilloso”, como camino al descubrimiento
de la realidad global más profunda. El “realismo crítico”, como desocultamiento
de la dominación dentro de esa realidad. Antena universal y creadora, para él
la información abierta, la crítica y la libertad estéticas son los alimentos de
un arte de vanguardia. Sin perder 177. Mirko Lauer, Luis Alberto Sánchez. Notas
sobre el pensamiento burgués en la crítica literaria peruana, Lima, 1978
(mimeo). 178. Véase de Georges Lukács, La Signification Présente du Realisme
Critique, Paris, Gallimard, 1960. BIBLIOTECA AYACUCHO CXI de vista que en todo
nacimiento magmático son numerosos los riesgos de impurezas y desorientaciones,
defendió enfáticamente la libertad de experimentación artística y literaria, a
condición de su autenticidad, de que no se encerrara en un formalismo tecnicista
o en la pura negación. Y contra las fáciles tentaciones de encasillar la
perspectiva de una clase revolucionaria en la cultura, dentro de los cortos
moldes de un régimen político determinado o en el dudoso gusto de una
burocracia, se apoyó en una perspectiva histórica de largo plazo y en la
fecundidad creadora de las masas en el movimiento de la historia. Por todo
ello, también en este terreno, Mariátegui es una fuente necesaria para el
actual debate sobre estas cuestiones en América Latina179. A PARTIR DE
MARIÁTEGUI A casi ya cincuenta años de su muerte, Mariátegui sigue siendo la
experiencia intelectual fundamental del Perú del siglo XX. Hoy día, en el Perú
y en América Latina toda, con la solitaria excepción de Cuba, el capitalismo y
a través de éste la dominación imperialista se han generalizado y profundizado.
El proletariado está pasando plenamente al primer plano del escenario político,
conquistando la dirección 179. No obstante que en la obra publicada de
Mariátegui, cerca de un cuarenta por ciento está dedicado a la crítica
literaria y a la reflexión sobre las relaciones entre sociedad y literatura,
este aspecto de su labor es, en general, poco conocido y estudiado. La gran
atención que prestó a esos problemas, muestra que no se trata sólo de un tributo
a sus inclinaciones literarias, sino de su convicción sobre la importancia
política de primer orden que esos problemas tienen, en la lucha ideológica por
el surgimiento de una cultura nueva en el curso de la revolución socialista. En
ese sentido, su obra se asemeja a la de Trotsky, crítico literario y teórico de
la crítica literaria, cuya orientación siguió Mariátegui, y se emparenta con la
visión gramsciana del lugar de estas cuestiones en la lucha revolucionaria.
Aparte de las referencias que se encuentran en muchas de las historias
literarias de América Hispana, como las de Bazin, Henríquez Ureña, Zum Felde,
Anderson Imbert, el único estudio específico que conozco es el de Yerko
Moretic, José Carlos Mariátegui. Su vida e ideario. Su concepción del realismo,
Santiago, Chile, 1970. Véase Partes III y IV. También hay indicaciones útiles
en Dessau, op. cit., que lo considera “fundador de la ciencia literaria
marxista en América Latina”. Puede verse también, de Augusto Tamayo Vargas, “El
proceso de la literatura”, Presencia y proyección de los 7 ensayos, Lima,
Editorial Amauta, 1976. 7 ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA CXII
de las masas explotadas. Bajo su influencia, una nueva inteligencia
revolucionaria pugna por liberarse de las apariencias realistas de las quimeras
desarrollistas burguesas y pequeño-burguesas, y de sus andaderas
neopositivistas, así como del reformismo obrero-burocrático internacionalmente
en crisis. Lo que Mariátegui alcanzó a descubrir como tendencias profundas del
movimiento histórico de nuestras formaciones sociales, es ahora una situación
consolidada. Históricamente victorioso de su combate contra el ambiguo
nacionalismo democrático aprista y contra el dogmatismo oportunista de la
dirección stalinista en la III Internacional, el tiempo de Mariátegui es hoy
más presente que nunca y más fecunda su voz. El proletariado peruano puede
enorgullecerse legítimamente de haber nacido al socialismo revolucionario y de
poder madurar, todavía, bajo las enseñanzas de un Amauta de esa talla,
rescatando su primera y más perdurable lección: conocer y transformar la
realidad desde dentro de ella misma. En este camino, el reencuentro con
Mariátegui es un punto de partida.
Aníbal Quijano
Hemos copiado toda la introducción de Quijano a los 7
ensayos de Mariategui la cual se puede leer mucho mejor en este documento https://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/mariategui_7_ensayos.pdf
Lo hacemos porque coincidimos en gran parte con la
valoración que hace Quijano del pensamiento de Mariategui el cual supera por lejos el dogmatismo
marxista y al aprismo de doble escopeta pero se hace necesaria una crítica
actual de Mariategui en su vertiente caviar, en la vertiente Maoista de Sendero
y en los indianismos actuales la cual realizaremos cuando toquemos el ensayo de
la lucha regional contra el centralismo
por ahora con lo que nos quedamos es con
este indio comunismo como la base para alterar al imperialismo global, es decir
para fundamentar una otredad ante el poder hegemónico, pero ¿Qué es ser indio? Nosotros no comprendemos lo
indio etno culturalmente sino ontológicamente por lo tanto el ser indio es ir
al origen ontológico donde todo entre en comunión con todo.