El final de la utopía
Por: Herbert Marcuse
Artículo del filósofo, crítico social y teórico político
germano-estadounidense, Herbert Marcuse, titulado "El final de la Utopia,
publicado en el libro del mismo nombre en el año 1968, por la Editorial Ariel
S.A .
He de empezar por una perogrullada: que hoy día toda forma del mundo
vivo, toda transformación del entorno técnico y natural es una posibilidad
real; y que su topos es histórico. Hoy día podemos convertir el mundo en un
infierno; como ustedes saben, estamos en el buen camino para conseguirlo.
También podemos transformarlo en todo lo contrario. Este final de la
utopía. —esto es, la refutación de las ideas y las teorías que han utilizado la
utopía como denuncia de posibilidades históricosociales— se puede entender ahora,
en un sentido muy preciso, como final de la historia, en el sentido, a saber —y
de esto propiamente quiero discutir hoy con ustedes— en el sentido de que las
nuevas posibilidades de una sociedad humana y de su mundo circundante no son ya
imaginables como continuación de las viejas, no se pueden representar en el
mismo continuo histórico, sino que presuponen una ruptura precisamente con el
continuo histórico, presuponen la diferencia cualitativa entre una sociedad
libre y las actuales sociedades no-libres, la diferencia que, según Marx, hace
de toda la historia transcurrida la prehistoria de la humanidad.
Pero creo que también Marx estaba aún demasiado atado al concepto de
continuo del progreso, que su idea misma del socialismo no representa aún, o no
representa ya, aquella negación determinada del capitalismo que tenía que
representar. O sea, el concepto de final de la utopía implica la necesidad de
discutir al menos una nueva definición del socialismo, discusión precisamente
enmarcada en la pregunta de si la teoría marxiana del socialismo no representa
un estadio hoy ya superado del desarrollo de las fuerzas productivas. Creo que
esto se manifiesta del modo más claro en aquella célebre distinción entre el
reino de la libertad y el reino de la necesidad. El que el reino de la libertad
no se pueda pensar ni pueda subsistir sino más allá del reino de la necesidad
implica que éste es realmente siempre un reino de la necesidad, también en el
sentido del trabajo alienado. Eso significa, como dice Marx, que todo lo que en
este reino puede ocurrir es que el trabajo se racionalice todo lo posible, se
reduzca todo lo posible, pero sin dejar de ser trabajo en el reino de la
necesidad, aplicado al reino de la necesidad, y, por lo tanto, trabajo
no-libre. Creo que una de las nuevas posibilidades, representativa de la
diferencia cualitativa entre la sociedad libre y la nolibre, consiste en hallar
el reino de la libertad en el reino de la necesidad, en el trabajo y no más
allá del trabajo. Si desean ustedes una formulación provocativa de esta idea
especulativa, yo diría que hemos de considerar al menos la idea de un camino al
socialismo que vaya de la ciencia a la utopía, y no, como aún creyó Engels, de
la utopía a la ciencia.
El concepto de utopía es un concepto histórico. Se refiere a los
proyectos de transformación social que se consideran imposibles. ¿Por qué
razones imposibles? En la corriente discusión de la utopía, la imposibilidad de
la realización del proyecto de una nueva sociedad se afirma, primero, porque
los factores subjetivos y objetivos de una determinada situación social se
oponen a la transformación; se habla entonces de inmadurez de la situación
social, por ejemplo, a propósito de los proyectos comunistas durante la
Revolución francesa, o tal vez, hoy, del socialismo en los países capitalistas
más desarrollados. Ambos son tal vez ejemplos de ausencia real o supuesta de
factores subjetivos y objetivos posibilitadores de una realización.
En segundo lugar, el proyecto de una transformación social se puede
considerar irrealizable porque esté en contradicción con determinadas leyes
científicamente comprobadas, leyes biológicas, o físicas, etc.; por ejemplo, la
arcaica idea de la eterna juventud del hombre, o la del regreso a una supuesta
edad de oro. Creo que sólo podemos hablar de utopía en este segundo sentido, o
sea, cuando un proyecto de transformación social entra realmente en
contradicción con leyes científicas comprobables y comprobadas. Sólo un
proyecto así es utópico en sentido estricto, o sea, extra-histórico.
E1 otro grupo, la ausencia de factores subjetivos y objetivos, no puede
considerarse sino, a lo sumo, provisionalmente irrealizable. Los criterios de
Karl Mannheim, por ejemplo, son insuficientes para la irrealizabilidad de tales
proyectos, por la sencilla razón, por de pronto, de que la irrealizabilidad no
se puede definir en este caso más que ex post. No es nada sorprendente el que
se llame irrealizable a un proyecto de transformación social por el hecho de
que ha resultado irreal en la historia. Pero, en segundo lugar, el criterio de
irrealizabilidad en este sentido es inadecuado porque puede ocurrir
perfectamente que la realización de un proyecto revolucionario sea impedida por
fuerzas y movimientos opuestos que son precisamente superables —y superados— en
el proceso de la revolución. Por eso es discutible la práctica de presentar la
ausencia de determinados factores subjetivos y objetivos como objeción a la
realizabilidad de la transformación. En particular —y ésta es la cuestión que
hoy nos ocupa— la indefinibilidad de una clase revolucionaria en los países
capitalistas altamente tecnificados no es ninguna utopización del marxismo. Los
portadores sociales de la transformación —esto es Marx ortodoxo— no se forman
sino en el proceso mismo transformador, y no es posible contar siempre con la
afortunada y relativamente fácil situación de que las fuerzas revolucionarias
en cuestión estén, por así decirlo, ready-made a disposición en el momento en
que empieza el movimiento revolucionario. Pero hay en mi opinión un criterio
válido: que estén técnicamente presentes las fuerzas materiales e intelectuales
necesarias para realizar la transformación, aunque la organización existente de
las fuerzas productivas impida su aplicación racional. Me parece que en este
sentido podemos hablar hoy, efectivamente, de un final de la utopía.
Ahí están todas las fuerzas materiales e intelectuales que es posible
aplicar a la realización de una sociedad libre. El que no se apliquen a ello ha
de atribuirse exclusivamente a la movilización total de la sociedad existente
contra su propia posibilidad de liberación. Pero esta situación no convierte en
modo alguno en utopía el proyecto mismo de la transformación.
Es posible en el sentido indicado la eliminación de la pobreza y de la miseria;
es posible en el indicado sentido la eliminación del trabajo alienado; posible
la eliminación de lo que he llamado surplus repressio. Creo que sobre esto
estamos relativamente de acuerdo; aun más: creo que en esto estamos de acuerdo
incluso con nuestros enemigos. Apenas hay hoy, ni en la misma economía
burguesa, un científico o investigador digno de ser tomado en serio que se
atreva a negar que con las fuerzas productivas técnicamente disponibles ya hoy
es posible la eliminación material e intelectual del hambre y de la miseria, y
que lo que hoy ocurre ha de atribuirse a la organización sociopolítica de la
tierra. Pero pese a estar de acuerdo en eso —y he aquí algo que me gustaría
presentar hoy también como objeto de discusión—, no estamos aún lo suficientemente
en claro acerca de lo que implica esa eliminación, teóricamente ya posible, de
la pobreza, de la miseria y del trabajo, a saber, que esas posibilidades
históricas han de pensarse en formas que muestran la ruptura, no la continuidad
con la historia anterior, la negación y no la posición, la diferencia y no el
progreso, o sea, la activación, la liberación de una dimensión de la realidad
humana, una dimensión de la existencia humana que está más acá de la base
material: la activación de la dimensión biológica de la existencia humana.
Lo que está en juego es la idea de una nueva antropología, y no sólo en
cuanto teoría, sino también como modo de existencia: la génesis y el desarrollo
de necesidades vitales de libertad. De una libertad que no se funde en la
escasez y en la necesidad del trabajo alienado, ni encuentre en una y en otro
sus límites. La necesidad del desarrollo de necesidades humanas
cualitativamente nuevas, o sea, la dimensión biológica, necesidades en un
sentido muy estrictamente biológico. Pues en este sentido la necesidad de
libertad como necesidad vital no existe, o ha dejado ya de existir, en una gran
parte al menos de la homogeneizada población de los países desarrollados del
capitalismo. En el sentido de esas necesidades vitales, la nueva antropología
implica también la génesis de una nueva moral como heredera y negación de la
moral judeo-cristiana, la cual ha determinado hasta ahora, en gran parte, la
historia de la civilización oriental. La continuidad de las necesidades desarrolladas
y satisfechas en una sociedad represiva es en medida considerable lo que
reproduce constantemente esa sociedad represiva en los individuos mismos. Los
individuos reproducen en sus propias necesidades la sociedad represiva, incluso
a través de la revolución, y precisamente esa continuidad de las necesidades
represivas es lo que ha impedido hasta ahora el salto de la cantidad a la
cualidad de una sociedad libre.
Esta idea se basa en que las necesidades humanas tienen carácter
histórico. Más allá de la animalidad, todas las necesidades humanas, incluso
las sexuales, son históricamente determinadas, históricamente transformables. Y
la ruptura con la continuidad de las necesidades que llevan en sí la represión
y el salto a la diferencia cualitativa no es nada fantasioso, sino algo
predispuesto en el desarrollo de las fuerzas productivas. El desarrollo de las
fuerzas productivas ha alcanzado hoy un nivel en el cual exige realmente nuevas
necesidades vitales para poder dar razón de las condiciones de la libertad.
¿Cuál es este estadio del desarrollo de las fuerzas productivas que posibilita
el salto de la cantidad a la cualidad? Es ante todo la tecnologización del
poder, que mina el terreno al poder mismo. La progresiva reducción de la fuerza
de trabajo física en el proceso de producción (material), cada vez más
ampliamente sustituida por trabajo nervioso mental, y la progresiva
concentración de trabajo socialmente necesario en la clase de los técnicos,
científicos, ingenieros, etc.
Como ven, se trata, desde luego, sólo de tendencias, tendencias que
ahora empiezan, o tal vez hacen ya algo más que empezar y, como creo, se van
desarrollando y se tienen que desarrollar necesariamente, precisamente porque
arraigan en la necesidad de la subsistencia de la sociedad capitalista. Si el
capitalismo no consigue aprovechar estas nuevas posibilidades de las fuerzas
productivas y de su organización, no podrá sostenerse in the long run frente a
la concurrencia de aquellas otras sociedades que no se ven obstaculizadas por
las necesidades del beneficio y otras condiciones, en el intento de realizar
ese desarrollo, señaladamente el de la automatización. De todos modos, hemos de
añadir en seguida que también en la otra dirección, o sea, en la consumación de
la automatización, se encuentra la frontera última del capitalismo. Como lo vio
Marx ya antes de El Capital, la automatización completa del trabajo socialmente
necesario es incompatible con el mantenimiento del capitalismo. Esta tendencia,
para indicar la cual la palabra 'automatización' es sólo un símbolo
compendioso, por la cual el trabajo físico necesario, trabajo alienado, se
sustrae cada vez más del proceso material de producción, esa tendencia conduce
—y aquí llego efectivamente a posibilidades "utópicas", y hemos de
enfrentamos con ellas para ver qué es lo que de verdad está en juego— al
experimento total en el marco histórico y a nivel histórico. Con la eliminación
de la pobreza, esa tendencia lleva al juego con las posibilidades de la
naturaleza humana y extrahumana como contenido del trabajo social, conduce a la
imaginación productiva como fuerza productiva científicamente conformada, a la
imaginación productiva que proyecte las posibilidades de una existencia humana
libre sobre la base de las correspondientes posibilidades del desarrollo de las
fuerzas productivas. Para que esas posibilidades técnicas no se conviertan en
posibilidades de la represión, para que puedan cumplir su función liberadora y
pacificadora, tienen que ser sostenidas y conquistadas por necesidades liberadoras
y pacificadoras.
Cuando no existe la necesidad vital de que se suprima el trabajo,
cuando, por el contrario, existe la necesidad de continuación del trabajo hasta
cuando éste deja de ser socialmente necesario; cuando no hay necesidad de
gozar, de ser feliz con la conciencia tranquila, sino necesidad de tener que
ganarlo y merecerlo todo en una vida que es todo lo miserable que se puede
imaginar; cuando esas necesidades vitales no existen o, existiendo, son
apagadas por las necesidades represivas, entonces lo único que se puede esperar
de las nuevas posibilidades técnicas es efectivamente que se conviertan en
posibilidades de la represión. Hoy ya sabemos lo que pueden dar de si la
cibernética y las calculadoras para el control total de una existencia humana.
Las nuevas necesidades, que son realmente la negación determinada de las
necesidades presentes, pueden tal vez resumirse en la negación de las
necesidades y de los valores que sostienen el actual sistema de dominio; -por
ejemplo, la negación de la necesidad de la lucha por la vida (ésta es una cosa
necesaria, y todas las ideas o fantasías que hablan de la posible eliminación
de la lucha por la existencia están sin más en contradicción con las
condiciones naturales y sociales de la existencia.
¡Pobre
Herbert Marcuse!
Le
impresionó la etapa de capitalismo de posguerra. En esos momentos creció y en
esos momentos recibió las impresiones que, cuando escribió 'El final de la
Utopía', le llevaron a las ingenuidades que comenta.
Nunca
critica la irracionalidad de la carrerita infernal en que está metida hasta la
médula la gran burguesía imperialista; la carrera para ver quién gana más en
menos tiempo. Quizás no menciona la carrera por la concentración de capitales,
porque el final de la segunda guerra mundial atemperó los ánimos de la
burguesía por ganar más a costa de cualquier cosa. Cuando al término de la
guerra se percataron de la pérdida de control sobre la mitad de la humanidad,
trataron de eliminar el peligro de la extensión del 'comunismo' y consolidaron
los 'estados de bienestar' en los límites geográficos de éste (Alemania y
Japón). Pero la presión por ganar cada vez más, y sin límites que la
condicionaren, empujaron a los burgueses más concentrados a devolverles el brío
perdido a la carrera de concentrar capitales. Ocurrió cuando las burocracias de
los partidos comunistas tras la 'cortina de hierro' se declararon derrotadas en
la 'guerra fría', y cambiaron sus trajes de burócratas por otros (iguales) de
burgueses. Viendo bien las cosas, fueron estos burócratas los verdaderos
ganadores de la guerra fría. ¿Qué ganaron los capitales norteamericanos o
europeos? La posibilidad -sólo la posibilidad- de hacer negocios tras la
cortina de hierro. ¿Qué ganaron los ex-burócratas 'comunistas'? Minas, buques,
aviones, fábricas, bancos, puertos, usinas, ferrocarriles, etc.
La
historia de estos días -2024- es la del intento de reanimar la economía
capitalista impulsando un cambio de la titularidad de las posesiones de los
ex-burócratas para concentrar aún más la propiedad de los medios de producción
en manos de la gran burguesía anglo-yanqui. ¿Cómo? Mediante un cambio de
régimen en la Federación Rusa inducido por la guerra, al tiempo en que preparan
las condiciones para algo similar -otra guerra- en China.
Herbert
Marcuse no pudo ver el final de la guerra fría -falleció en 1979-. No se
imaginó que la evolución del capitalismo daría lugar al reconocimiento
contemporáneo del marxismo clásico; y de la idea -que parecía una utopía
obsoleta- de la revolución proletaria mundial.
¿Vuelve la utopía de la revolución proletariada mundial?
Con un proletariado derechizado exigiendo que no haya más migración
en los países desarrollados, con una izquierda aun pos estructuralista
fragmentando todas las luchas desde un
cuerpo sin órganos capitalista, con un desarrollo biotecnológico que
reconfigura ala propias especie humana, con u capitalismo datista en el que
todos somos mercancía.
¡Cuidado!
Que la democracia liberal global está en crisis por supuesto, pero Marx comprende
muy bien que el capitalismo se reconstruye gracias a sus crisis que es un sistema, que es un
sistema que se supera a si mismo permanentemente así que Marcuse no es tan
pobre, en cambio lo somos nosotros sí creemos que el final está cerca, cuando más bien siempre para el sistema
es un nuevo comienzo, un capitalismo pos humano está cada vez más cerca, al
menos que se este pensando en un comunismo pos humano donde la economía sea
planificada algorítmicamente de manera
global no hay manera de superarlo, pero si es así estaremos luchando por una
distopia terrible, disputándonos el control del cielo virtual y del infierno real.
No, abajo con ese cielo y con ese infierno, la lucha ya no es
de clases es una lucha donde el ser humano se juega su existencia y eso exige
la unión de la derecha y de la izquierda en un comunismo complementario donde
lo más importante es revelar el ser.
Misterio Pascual
Paso del ser al no ser para ser (Transferencia)
1→0→10
Ser→Logos→Espíritu
Bondad →Maldad→ Santidad
Belleza→fealdad→Creatividad
Verdad→falsedad→Trasparencia
Unidad→Multiplicidad→integración
Misterio Dharmico
Paso del no ser al ser
para no ser (retransferencia)
01←1←0
Voluntad←libido←No
ser
Iluminación←bondad←Maldad
Deconstrucción←Belleza
←Fealdad
Discernimiento←Verdad←Falsedad
Diversidad←Unidad←Multiplicidad
01←1←0 ←Tinkuy →1→0→10
Misterio trinitario
Sintransferencia
Amor
Sintopía Apocalíptica (síntesis de utopía y distopía)
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