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jueves, 9 de noviembre de 2023

El mito del alma y el Espíritu

 

El mito del alma y el Espíritu

 

¿Solo los humanos tenemos alma y espíritu o todo ser vivo lo tiene?

 

Pregunta Ofelia Ruiz

 

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

No hay definición para alma y para espíritu por gusto buscas en un diccionario los términos viene de la religión como metáforas del respirar y existir , pasan al arte tomando muchas connotaciones y llegan a la filosofía cuasi desapareciendo en la ciencia, pero aun hoy decir que algo tiene alma o espíritu, marca un status ontológico social y político, en ese status el máximo nivel es el divino el cual es Espíritu puro, consciencia plena, donde el arquetipo del alma es total, luego viene el hombre con su caída espiritual por lo mismo tiene espíritu pero esta no esta en comunión ni consigo mismo ni con lo que lo rodea y su alma esta desintegrada entre el deseo carnal y el deseo espiritual , luego viene el animal que tiene alma y como tal sentimientos y pensamientos pero no la conciencia de ellos es decir que su conciencia no se integra a si misma, el animal expira pero no es consciente de su expiración , nosotros logramos esa conciencia gracias al lenguaje, porque expiramos lenguaje, pero no llegamos a comprenderlo y así pudiéramos el leguaje nos da una representación imperfecta, en cambio Dios conoce todo desde una intuición sin mediación del lenguaje, su verbo es la expresión de esa comunión integra.

 

Dach Eisenberg

Christian Franco Rodriguez

1. f. Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.

2. f. En algunas religiones y culturas, sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.

3. f. Vida humana. Arrancarle a alguien el alma.

4. f. Principio sensitivo que da vida e instinto a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta las plantas.

5. f. Persona, individuo, habitante. U. m. en pl. Una población de 20 000 almas. U. t. en sing. en frs. negs. No se ve un alma en la calle.

6. f. Sustancia o parte principal de cualquier cosa.

7. f. Viveza, espíritu, energía. Hablar, representar con alma.

8. f. Aquello que da espíritu, aliento y fuerza a algo. El amor a la patria es el alma de los Estados.

9. f. Persona que impulsa o inspira algo. Fulano fue el alma del movimiento.

10. f. Cosa que se mete en el hueco de algunas piezas de poca consistencia para darles fuerza y solidez, como el palo que se mete en hacheros de metal, varas de palio, etc.

11. f. Hueco o parte vana de algunas cosas, y especialmente, ánima del cañón.

12. f. ánima (‖ alma en el purgatorio).

13. f. Pieza de hierro forjado que forma el recazo y espiga de la espada y en la parte correspondiente a la hoja va envuelta por las dos tejas de acero.

14. f. En los instrumentos de cuerda que tienen puente, como el violín, el contrabajo, etc., palo que se pone entre sus dos tapas para que se mantengan a igual distancia.

15. f. Arq. Madero que, asentado y fijo verticalmente, sirve para sostener los otros maderos o los tablones de los andamios.

16. f. Arq. Eje vertical de una escalera de caracol.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

sujetarse para conocer si un niño tiene alma o no? ¿Desde qué grado debe ser declarado

monstruo?»

¿Qué hemos de pensar de un niño que tenga dos cabezas y, sin embargo, su cuerpo está

bien constituido? Unos dicen que tiene dos almas porque está provisto de dos glándulas

pineales, y otros aseguran que. no puede tener dos almas quien no tiene más que un pecho y

un ombligo.

Ha habido tantas discusiones sobre el alma humana, que si ésta llegara a examinarlas todas,

le produciría insoportable fastidio. Le pasaría lo que sucedió al cardenal De Polignac en un

cónclave. Su intendente, cansado de no poderle enterar nunca de las cuentas de intendencia,

emprendió viaje a Roma y se situó en la pequeña ventana de su celda cargado con un

inmenso fardo de papeles. Estuvo allí leyendo las cuentas más de dos horas, y por fin,

viendo que no obtenía ninguna contestación, metió la cabeza por la ventana. Hacía unas

dos horas que el cardenal había salido de su celda. Nuestras almas nos abandonan antes de

que sus intendentes las hubieran enterado de lo mucho que nos hemos ocupado de ellas.

Pero seamos justos ante Dios, por más ignorantes que seamos, nosotros y nuestros

intendentes.

Debo confesar que siempre que examino al infatigable Aristóteles, al doctor Angélico y al

divino Platón, tomo por motes estos epítetos que les aplican. Todos los filósofos que se han

ocupado del alma humana me parecen ciegos charlatanes que hacen temerarios esfuerzos

por persuadirnos de que tienen vista de águila, y veo que hay otros amantes de la filosofía,

curiosos y locos, que los creen bajo palabra, imaginándose que de ese modo ven algo.

No vacilo en colocar en la categoría de maestros de errores a Descartes y a Malebranche.

Descartes nos asegura que el alma humana es una sustancia cuya esencia es pensar que

piensa siempre, y que desde el vientre de la madre se ocupa de ideas metafísicas y de

acciones generales que olvida en seguida. Malebranche está convencido de que todo lo

vemos en Dios. Si encontró partidarios es porque las fábulas más atrevidas son las que

mejor acepta la débil imaginación del hombre.

Muchos filósofos han escrito la novela del alma, pero un sabio es el único que ha escrito

modestamente su historia. Resumiré esa historia según la concibo. Comprendo que todo el

mundo no estará de acuerdo con las ideas de Locke; puede ser que tenga razón contra

Descartes y Malebranche, y que yerre para la Sorbona, pero yo hablo desde el punto de

vista de la filosofía, no desde el punto de las revelaciones de la fe.

Sólo me corresponde pensar humanamente. Los teólogos que decidan respecto a lo divino;

la razón y la fe son de naturaleza antagónica. En suma, voy a insertar un extracto de Locke,

a quien censuraría si fuera teólogo, a quien defiendo como hipótesis, como conjetura

filosófica, humanamente hablando. Se trata de saber lo que es el alma.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

1º Alma es una de esas palabras que pronunciamos sin entenderlas. Sólo comprendemos las

cosas cuando tenemos idea de ellas; no tenemos idea del alma, luego no la comprendemos.

2º Hemos convenido en llamar alma a la facultad de sentir y de pensar, así como llamamos

vida a la facultad de vivir y voluntad a la facultad de querer.Algunos razonadores respondieron en seguida a esto: «El hombre es un compuesto de

materia y de espíritu; la materia es extensa y divisible, y el espíritu no es una cosa ni otra;

luego, es de naturaleza distinta. Es una reunión de dos seres que no han sido creados el uno

para el otro y que Dios unió a pesar de su naturaleza. Apenas conocemos el cuerpo y

absolutamente desconocemos el alma. Esta no tiene partes; luego es eterna, tiene ideas

puras y espirituales; luego no las recibe de la materia: tampoco las recibe de sí misma;

luego Dios se las da, luego ella aporta al nacer la idea de Dios y del infinito, y todas las

ideas generales.

Humanamente hablando, contesto a dichos pensadores diciéndoles que son muy sabios.

Empiezan por concedernos que existe el alma y luego nos explican lo que debe ser:

pronuncian la palabra materia y afirman de plano lo que la materia es. Pero yo les replico:

no conocéis el espíritu ni la materia. En cuanto al espíritu, sólo le concedéis la facultad de

pensar; en cuanto a la materia, comprendéis que ésta no es más que una reunión de

cualidades, de colores, de extensiones y de solideces; a esa reunión llamáis materia y

marcáis los límites de ésta y los del alma antes de estar seguros de la existencia de una y de

otro.

Enseñáis con toda gravedad que las propiedades de la materia son la extensión y la solidez,

y yo os repito modestamente que la materia tiene múltiples propiedades que ni vosotros ni

yo conocemos. Afirmáis que el alma es indivisible y eterna, dando por seguro lo que es

cuestionable. Obráis casi lo mismo que el director de un colegio que, no habiendo visto un

reloj en toda su vida, le pusieran en las manos de repente un reloj de repetición inglés. Ese

director, como buen peripatético, quedaría sorprendido al ver la precisión con que las saetas

dividen y marcan el tiempo, y se asombraría de que el resorte pulsado por el dedo hiciera

sonar la hora que la saeta marca. El peripatético no duda un momento de que dicha

máquina tenga un alma que la dirija y que se manifiesta por medio de los resortes.

Demuestra científicamente su opinión, compara esa máquina con los ángeles, que

imprimen movimiento a las esferas celestes, sosteniendo en clase una inefable tesis sobre el

alma de los relojes. Uno de sus alumnos abre el reloj y no ve más que las ruedecillas y los

muelles; sin embargo, sigue sosteniendo siempre el sistema del alma de los relojes,

creyéndole demostrado. Yo soy el estudiante que abre el reloj, que se llama hombre, y en

vez de definir con atrevimiento lo que no comprendemos trato de examinar por grados lo

que deseamos conocer.

Tomemos un niño recién nacido y sigamos paso a paso el progreso de su entendimiento.

Me habéis enseñado que Dios se tomó el trabajo de crear un alma para que se alojara en el

cuerpo de dicho niño cuando éste tuviera unas seis semanas, y que cuando se introduce en

su cuerpo está provista de ideas metafísicas, conoce el espíritu, las ideas abstractas y el

infinito; en una palabra, es sabia. Pero, desgraciadamente, sale del útero con una completa

ignorancia, pasa dieciocho meses sin conocer más que los senos de su nodriza, y cuando a

la edad de veinte años se pretende que esa alma recuerde las ideas científicas que tuvo

cuando se unió a su cuerpo, es con frecuencia tan obtusa que ni siquiera puede concebir

ninguna de aquellas ideas. El día que la madre da a luz dicho niño con su alma, nacen en la

casa un perro, un gato y un canario. Al cabo de dieciocho meses, el perro es ya un

excelente cazador, al año el canario canta perfectamente, y al término de unas seis semanas

el gato tiene lo que ha de tener. El niño, al cumplir cuatro años, no sabe nada. Supongamos

que yo sea un hombre tosco, testigo de tan enorme diferencia y que nunca he visto ningún

niño; pues bien, creeré que el gato, el perro y el canario son criaturas muy inteligentes, y que el niño es un autómata.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Observo los efectos de la naturaleza, pero confieso que, como vosotros, tampoco conozco

los primeros principios. Todo se reduce a que no debo atribuir a muchas causas, y menos a causas desconocidas, lo que puedo atribuir a una sola causa conocida. Puedo atribuir a mi

cuerpo la facultad de pensar y de sentir; luego no debo buscar la facultad de sentir y de

pensar en lo que se llama alma o espíritu, del que no tengo la menor idea. Os alzáis contra

esa proposición, y creéis que es irreligiosidad atreverse a decir que el cuerpo pueda pensar.

Ahora bien, ¿qué contestaríais —respondería Locke— si os dijera que vosotros incurrís

también en irreligiosidad porque os atrevéis a limitar el poder de Dios? ¿Quién, sin ser

impío puede asegurar que es imposible para Dios dotar a la materia de la facultad de pensar

y de sentir? Sois a la par débiles y atrevidos: aseguráis que la materia no piensa solamente

porque no concebís que la materia pueda pensar.

Sabios filósofos que decidís sobre el poder de Dios y al mismo tiempo concedéis que puede

Dios convertir una piedra en un ángel, (1) ¿no comprendéis que, según vuestras mismas

teorías, y en ese último caso, Dios otorgaría a la piedra la facultad de pensar? Si la materia

de la piedra desapareciera ya no sería piedra, sería ángel. Sean cuales fueren vuestras

argumentaciones, os veréis obligados a reconocer dos cosas: vuestra ignorancia y el poder

omnímodo del Creador. Vuestra ignorancia niega que la materia pueda pensar, y la

omnipotencia del Creador no demuestra que le sea imposible conseguir que la materia

piense.

Sabiendo que la materia no perece, no debéis negar a Dios el poder de conservar en esa

misma materia la mejor de las cualidades de que la dotó. La extensión subsiste sin cuerpo

por sí misma, ya que hay filósofos que creen en el vacío; los accidentes subsisten

independientes de la sustancia para los cristianos que creen en la transustanciación. Decís

que Dios no puede hacer nada que implique, en sí mismo, contradicción, mas para

encontrar ésta se precisa saber más de lo que sabemos, y en esta materia sólo sabemos que

tenemos cuerpo y que pensamos. Algunos que aprendieron en la escuela a no dudar, y que

toman por oráculos los silogismos que en ellas les enseñaron y las supersticiones que

aprendieron por religión, tienen a Locke por impío peligroso. Debemos hacerles

comprender el error en que incurren y enseñarles que las opiniones de los filósofos jamás

perjudicaron a la religión. Es obvio que la luz proviene del sol y que los planetas giran

alrededor de ese astro, mas no por ello se lee con menos fe en la Biblia que la luz se formó

antes que el sol, y que el sol se paró sobre la aldea de Gabaón. Se sabe que el arco iris lo

forma la lluvia y no por ello deja de respetarse el texto sagrado, que dice que Dios puso el

arco iris en las nubes, después del diluvio, como signo de que no habría más inundaciones.

Los misterios de la Trinidad y de la Eucaristía, que contradicen las demostraciones de la

razón, no dejan de ser reverenciados por los filósofos católicos aun a sabiendas de que la

razón y la fe son de diferente naturaleza. La idea de los antípodas fue condenada por los

papas y los concilios y luego otros papas reconocieron los antípodas, a donde llevaron la

religión cristiana, cuya destrucción creyeron segura en el caso de poder encontrar un

hombre que, como se decía entonces, tuviera la cabeza abajo y los pies arriba con relación a

nosotros, y que, como dice san Agustín, hubiera caído del cielo.

(1) San Mateo, 3, 9.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Supongamos que hay en una isla una docena de excelente filósofos y que en ella sólo han

visto vegetales. Esta isla, y sobre todo esos filósofos, son difíciles de encontrar, pero

permitidme esta ficción. Admiran la vida que circula por las fibras de las plantas, que

parece que se pierde y se renueva en seguida, y de no comprender bien cómo las plantas nacen se nutren y crecen, llaman a estas operaciones alma vegetativa. «¿Qué entendéis por

alma vegetativa?» «Es una expresión —responden— que sirve para explicar el resorte

desconocido que mueve la vida de las plantas». «¿Pero no comprendéis —les replica un

mecanicista— que ésta la desarrolla un movimiento interno natural?» «No —objetarán

dichos filósofos—, en su vegetación hay algo más que movimientos ordinarios; existe en

todas las plantas el poder secreto de atraerse la savia que las nutre, y ese poder, que no

puede explicar ningún mecanicista, es un don que Dios concedió a la materia, cuya

naturaleza desconocemos».

Después de esa cuestión, los filósofos descubren los animales que hay en la isla, y luego de

examinarlos detenidamente comprenden que existen otros seres organizados como los

hombres. Indudablemente, esos seres tienen memoria, conocimiento y están dotados de

idénticas pasiones que nosotros, y perpetúan su especie. Los filósofos disecan algunos

animales les encuentran corazón y cerebro, y exclaman: «El autor de esas máquinas, que no

crea nada inútil, ¿les hubiera concedido todos los órganos de la sensación con el propósito

de que no sintieran? Sería absurdo creerlo así. Encierran algo que llamaremos también

alma, a falta de otro término más adecuado, algo que experimenta sensaciones y que en

cierta medida tiene ideas. Pero, ¿qué es ese principio? ¿Es diferente de la materia? ¿Es

espíritu puro? ¿Es un ser intermedio entre la materia, cuyo mecanismo apenas conocemos,

y el espíritu puro, que nos es completamente desconocido? ¿Es una propiedad que Dios

concedió a la materia orgánica?»

Los filósofos, para estudiar esa materia, hacen experimentos con los insectos y los gusanos;

los cortan, dividiéndolos en muchas partes, y quedan sorprendidos al ver que, pasado algún

tiempo, nacen cabezas a las partes cortadas. El mismo animal se reproduce y en su propia

fragmentación encuentra el medio de multiplicarse. Hay muchas almas que están

esperando, para animar las partes reproducidas, que hayan cortado la cabeza al primer

tronco. Se parecen a los árboles a los que se podan las ramas y plantándolas se reproducen.

¿Estos árboles tienen muchas almas? No parece esto posible; luego, es probable que el

alma de las bestias sea de otra especie que lo que llamamos alma vegetativa en las plantas,

que sea una facultad de orden superior que Dios concedió a ciertas porciones de materia

para darnos prueba de su poder y de otro motivo para adorarle.

Si oyera ese razonamiento un hombre violento que argumentase más, les diría: «Sois unos

malvados que mereceríais que os quemaran el cuerpo para salvar el alma, porque negáis la

inmortalidad del alma del hombre». Los filósofos, al oír esto, se mirarían unos a otros con

sorpresa y después, uno de ellos, contestaría con suavidad al hombre violento: «¿Por qué

creéis que deberíamos arder en una hoguera y qué os indujo a suponer que abriguemos

nosotros el convencimiento de que es mortal vuestra alma cruel?» «Porque abrigáis la

creencia de que Dios concedió a los animales, que están organizados como nosotros, la

facultad de tener ideas y sentimientos, y como el alma de los animales muere con sus

cuerpos creéis también que lo mismo muere el alma de los hombres». Uno de los filósofos

le replicaría:

«No tenemos la seguridad de que todo lo que llamamos alma en los animales perezca

cuando éstos mueren; estamos persuadidos de que la materia es eterna y suponemos que

Dios haya dotado los animales de algo que puede conservar, si ésta es la voluntad divina, la

facultad de tener ideas. No aseguramos que esto suceda porque no es propio de hombres ser

tan confiados, pero no nos atrevemos a poner límites al poder de Dios.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Decimos sencillamente que es probable que los animales, que son materia, hayan recibido de El algo

de inteligencia. Descubrimos todos los días propiedades de la materia que antes no

teníamos idea de que existieran. Empezamos definiendo la materia diciendo que era una

sustancia que tenía extensión, luego reconocimos que también tenía solidez más tarde

tuvimos que admitir que la materia posee una energía que llamamos fuerza de inercia y,

últimamente, nos sorprendió a nosotros mismos tener que confesar que la materia gravita.

Avanzando en nuestros estudios, nos vimos obligados a reconocer seres que se parecen en

algo a la materia y que, sin embargo, carecen de los atributos de que la materia está dotada.

El fuego elemental, por ejemplo, obra sobre nuestros sentidos como los demás cuerpos,

pero no tiende a un centro en líneas rectas por todas partes ni parece que obedezca a las

leyes de atracción y de gravitación como los demás cuerpos. La óptica tiene misterios sólo

explicables atreviéndonos a suponer que los rayos de luz se compenetran. Hay

efectivamente, algo en la luz que la distingue de la materia común: parece que sea un ser

intermediario entre los cuerpos, y que otras especies de seres sean el punto intermedio que

conduzca otras criaturas, y que así sucesivamente exista una cadena de sustancias hasta el

infinito.

»Esa idea nos parece digna de la grandeza de Dios, si hay alguna idea humana digna de

ella. Entre esas sustancias pudo Dios escoger una para alojarla en nuestros cuerpos, que es

la que llamamos alma humana. Las Sagradas Escrituras nos enseñan que esa alma es

inmortal y la razón concuerda en esto con la revelación: ninguna sustancia perece y las

formas se destruyen, pero el ser permanece. No podemos concebir la creación de una

sustancia, ni podemos concebir el aniquilamiento, pero sí nos atrevemos a afirmar que el

Señor absoluto de todos los seres puede dotar de sentimientos, de percepciones, al ser que

se llama materia. Estáis seguros de que pensar es la esencia de vuestra alma y nosotros no

lo estamos porque cuando examinamos un feto nos cuesta trabajo creer que su alma haya

tenido muchas ideas en su envoltura materna, y dudamos que en su sueño profundo, en su

completo letargo haya podido dedicarse a la meditación. Por todo ello nos parece que el

pensamiento pudiera ser no la esencia del ser pensante, sino el don que Dios hiciera a esos

seres que denominamos pensadores; todo ello nos hace sospechar que si Dios quisiera

podría otorgar ese don a un átomo, conservarlo o destruirlo, según fuera su voluntad. La

dificultad reside menos en adivinar cómo la materia puede pensar que en descifrar cómo

piensa una sustancia cualquiera. Sólo concebimos ideas porque Dios quiso dárnoslas. ¿Por

qué os empeñáis en oponeros a que las conceda a las demás especies? ¿Os atrevéis a creer

que vuestra alma sea de la misma clase que las sustancias que están más cerca de la

divinidad? Hay motivo para sospechar que éstas sean de orden superior y, por lo mismo,

Dios les haya concedido una manera de pensar infinitamente más hermosa, como concedió

cantidad muy limitada de ideas a los animales, que son de un orden inferior a los hombres.

Ni sé cómo vivo, ni cómo doy la vida, ¿y queréis que sepa cómo concibo ideas? El alma es

un reloj que Dios nos concedió para dirigirnos, pero no nos ha explicado la maquinaria de

que se compone el reloj.

»De todo ello no es posible deducir que el alma humana sea mortal. En resumen, pensamos

lo mismo que vos sobre la inmortalidad que la fe nos anuncia, pero somos demasiado

ignorantes para afirmar que Dios no tenga poder para conceder la facultad de pensar al ser

que él quiera. Limitáis el poder del Creador, que es ilimitado, y nosotros lo extendemos

hasta donde alcanza su existencia. Perdonadnos que le creamos omnipotente y nosotros os

perdonaremos que restrinjáis su poder. Sin duda sabéis todo lo que puede hacer y nosotros

lo ignoramos. Vivamos como hermanos, adorando tranquilamente al Padre común

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Sólo hemos de vivir un día y vivámoslo en paz, sin enzarzarnos en cuestiones que se decidirán

en la vida inmortal que empezará mañana».

El hombre violento, no encontrando nada que oponer a los filósofos enfadándose, habló y

dijo muchas vaciedades. Los filósofos se dedicaron durante algunas semanas a leer historia

y, después de ese estudio, he aquí lo que dijeron a aquel bárbaro, indigno de estar dotado de

alma inmortal:

«Hemos leído que en la Antigüedad había tanta tolerancia como en nuestra época, que en

ello se encuentran grandes virtudes y que por sus opiniones no perseguían a los filósofos.

¿Por qué, pues, pretendéis que nos condenen a la hoguera por las opiniones que

profesamos? En la Antigüedad creyeron que la materia era eterna pero los que suponían

que era creada no persiguieron a quienes no lo creían. Se dijo entonces que Pitágoras, en

una vida anterior, había sido gallo y sus padres habían sido cerdos, y no obstante su secta

fue querida y respetada en todo el mundo, menos por los pasteleros y por quienes tenían

habas que vender. Los estoicos reconocían a un Dios más o menos semejante al que

admitió después temerariamente Espinosa; el estoicismo fue, sin embargo, la secta más

acreditada y la más fecunda en virtudes heroicas. Para los epicureistas, los dioses eran

semejantes a nuestros canónigos, que con su indolente gordura sostenían su divinidad;

aquéllos tomaban en paz el néctar y la ambrosía sin inmiscuirse en nada, y enseñaban la

materialidad y la inmortalidad del alma, pero no por eso dejaron de tenerles consideración

y eran admitidos a desempeñar todos los empleos.

»Los platónicos no creían que Dios se hubiera dignado crear al hombre por sí mismo;

decían que había confiado este encargo a los genios que al realizar su tarea cometieron

muchas tonterías. El Dios de los platónicos era un artífice inmejorable, pero que empleó

para crear al hombre discípulos muy mediocres. No por eso la Antigüedad dejó de apreciar

la escuela de Platón. En suma cuantas sectas conocieron los griegos y los romanos, si bien

tenían distintos modos de opinar sobre Dios, sobre el alma, sobre el pasado y sobre el

futuro, ninguna de ellas fue perseguida. Todas ellas se equivocaban, pero vivieron en

amistosa paz y esto es lo que no alcanzamos a comprender, porque hoy vemos que la

mayor parte de los que discuten son energúmenos y los de la Antigüedad eran verdaderos

hombres.

»Si desde los griegos y los romanos queremos remontarnos a las naciones más antiguas,

podemos fijar la atención en los judíos. Ese pueblo supersticioso, cruel, ignorante y

miserable, sabía sin embargo honrar a los fariseos, que creían en la fatalidad del destino y

en la metempsicosis. Respetaba también a los saduceos, que negaban la inmortalidad del

alma y la existencia de los espíritus, fundándose en la ley de Moisés, que nunca habló de

castigos ni de recompensas después de la muerte. Los esenios, que creían también en la

fatalidad y nunca sacrificaban víctimas en el templo, eran más respetados todavía que los

fariseos y saduceos. Ninguna de esas opiniones perturbó nunca el gobierno del Estado, y

quizá hubieran tenido motivo para degollarse y exterminarse mutuamente unos a otros, si

se hubieran empeñado en tenerlo. Debemos, pues, imitar esos loables ejemplos, debemos

pensar en voz alta y dejar que piensen lo que quieran los demás. Seréis capaces de recibir

cortésmente a un turco que crea que Mahoma viajó por la luna, ¿y deseáis descuartizar a un

hermano vuestro porque cree que Dios puede dotar de inteligencia a todas las criaturas?»

Así habló uno de los filósofos, y otro añadió:

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

«Creedme, no ha habido ejemplo de que ninguna opinión filosófica perjudique la religión

de ningún pueblo. Y si los misterios pueden contradecir las demostraciones científicas, no

por ello dejan de respetarlos los filósofos cristianos, que saben que la razón y la fe son

asuntos de diferente naturaleza. ¿Sabéis por qué los filósofos no lograrán nunca formar una

secta religiosa? Porque carecen de entusiasmo. Si dividimos el género humano en veinte

partes, componen diecinueve los hombres que se dedican a trabajos manuales, y quizá éstos

ignorarán siempre que existió Locke. En la otra vigésima parte se hallan unos pocos

hombres que sepan leer, y entre los que leen hay veinte que sólo leen novelas por cada uno

que estudia filosofía. Es muy exiguo el número de los que piensan, y éstos no se ocupan en

perturbar el mundo. No encendieron en su patria la tea de la discordia Montaigne,

Descartes, Gassendi, Bayle, Espinosa, Hobbes, Pascal, Montesquieu, ni ninguno de los

hombres que han honrado la filosofía y la literatura. Buena parte de los que perturbaron a

su país fueron teólogos, que ambicionaron ser jefes de secta o de partido. Todos los libros

de filosofía juntos no han armado en el mundo tanto revuelo como produjo en otro tiempo

la disputa entablada por los franciscanos respecto a la forma que debía darse a sus mangas

y a sus capuchones».

Antigüedad del dogma de la inmortalidad del alma. El dogma de la inmortalidad del

alma es la idea más consoladora y al mismo tiempo más represiva que el espíritu humano

ha podido concebir. Esta consoladora doctrina era tan antigua en Egipto como sus

pirámides, y antes que los egipcios la conocieron los persas. He referido ya en alguna parte

la alegoría del primer Zoroastro, citada en el Sadder, en la que Dios enseña a Zoroastro el

lugar para recibir el castigo que se llamaba Dardarot en Egipto, Haces y Tártaro en Grecia,

y nosotros hemos traducido imperfectamente en nuestras lenguas modernas por la palabra

infierno. Dios mostró a Zoroastro, en el sitio destinado a los castigos, a todos los malos

reyes, a uno de los cuales le faltaba un pie, y Zoroastro preguntó por qué razón. Dios le

contestó que ese rey había hecho una buena acción en toda su vida, cuya acción consistía

en haber acercado con el pie la ceba da que no estaba al alcance de un pobre asno que se

moría de hambre. Dios llevó al cielo el pie del rey malvado y dejó en el infierno el resto de

su cuerpo.

Esta fábula, que nunca se repetirá bastante, demuestra la remota antigüedad de la doctrina

sobre la segunda vida. Los hindúes también poseían esta doctrina y lo prueba su

metempsicosis. Los chinos rendían culto a las almas de sus antepasados. Y esos pueblos

fundaron poderosos imperios mucho antes que los egipcios.

Aunque el imperio de Egipto es muy antiguo, no lo es tanto como los imperios de Asia; en

aquél y en éstos, el alma subsistía tras la muerte del cuerpo. Cierto es que todos esos

pueblos, sin excepción, supusieron que el alma tenía forma etérea, sutil, y era imagen del

cuerpo. La palabra soplo la inventaron después los griegos, pero no hay duda que creyeron

que era inmortal una parte de nosotros mismos. Los castigos y recompensas en la otra vida

echaron los cimientos de la antigua teología.

Ferecides fue el primer griego que creyó que las almas vivían una eternidad, pero no fue el

primero que dijo que las almas sobrevivían a los cuerpos. Ulises, que vivió mucho tiempo

antes que Ferecides, había ya visto las almas de los héroes en los infiernos, pero que las

almas fueran tan antiguas como el mundo fue una doctrina que nació en Oriente y

Ferecides difundió por Occidente. No creo que exista una sola doctrina moderna que no se

encuentre en los pueblos antiguos. Los edificios actuales los hemos construido con los

escombros de la Antigüedad.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Sería un magnífico espectáculo ver el alma. La máxima «Conócete a ti mismo» es un

excelente precepto que sólo Dios puede practicar; porque, ¿qué mortal puede comprender

su propia esencia?

Denominamos alma a lo que anima, pero no podemos saber más de ella porque nuestra

inteligencia es limitada. Las tres cuartas partes del género humano no se ocupan de esto, y

la cuarta busca, inquiere, pero ni ha encontrado ni encontrará.

El hombre ve una planta que vegeta y dice que tiene alma vegetativa, observa que los

cuerpos tienen y dan movimiento y a esto llama fuerza ve que su perro de caza aprende el

oficio y supone que tiene alma sensitiva, instinto; tiene ideas combinadas y a esta

combinación llama espíritu. Pero, ¿qué entiendes tú en esas palabras? Indudablemente, la

flor vegeta, pero, ¿existe realmente un ser que se llame vegetación? Un cuerpo rechaza a

otro, pero, ¿posee dentro de sí un ser distinto que se llama fuerza? El perro te trae una

perdiz, pero, ¿vive en él un ser que se llama instinto? ¿No te burlarías de un polemista que

te dijera: «todos los animales viven; luego encierran dentro de ellos un ser, una forma

sustancial, que es la vida»? Si un tulipán pudiera hablar y te dijera: «Mi vegetación y yo

somos dos seres que formamos un conjunto», ¿no te burlarías del tulipán?

Vamos a ver qué sabes y de lo que estás seguro: sabes que andas con los pies, que digieres

con el estómago, que sientes en todo el cuerpo y que piensas con la cabeza. Veamos si la

única ayuda de la razón ha podido aportarte suficientes datos para deducir, sin auxilio

sobrenatural, que tienes alma.

Los primeros filósofos, igual caldeos que egipcios, dijeron que es indispensable que haya

dentro de nosotros algo que produzca los pensamientos; ese algo debe ser muy sutil, debe

ser un soplo, debe ser un éter una quintaesencia, una entelequia, un nombre, una armonía...

Según el divino Platón, es un compuesto del mismo y del otro. «Lo constituyen dos átomos

que piensan en nosotros», dijo Epicuro después de Demócrito. Pero, ¿cómo un átomo pudo

pensar? Confesad que no lo sabéis.

La opinión más aceptable es, indudablemente, que el alma es un ser inmaterial. Pero,

¿conciben los sabios lo que es un ser inmaterial? «No —contestan éstos—, pero sabemos

que por naturaleza piensa». «¿Y por dónde lo sabéis?» «Lo sabemos porque piensa». «Me

parece que sois tan ignorantes como Epicuro. Es natural que una piedra caiga porque cae;

pero, yo os pregunto, ¿quién la hace caer?» «Sabemos que la piedra no tiene alma, sabemos

que una negación y una afirmación no son divisibles porque no son partes de la materia».

«Soy de vuestra opinión, pero la materia posee cualidades que no son materiales, ni

divisibles, como la gravitación; la gravitación no tiene partes, no es, pues, divisible. La

fuerza motriz de los cuerpos tampoco es un ser compuesto de partes. La vegetación de los

cuerpos orgánicos, su vida, su instinto, no constituyen seres a partes, seres divisibles; no

podéis dividir en dos la vegetación de una rosa, la vida de un caballo, el instinto de un

perro, así como no podéis dividir en dos una sensación, una negación o una afirmación. El

argumento que sacáis de la indivisibilidad del pensamiento no prueba nada».

¿Qué idea tenéis del alma? Sin revelación, sólo podéis saber que existe en vuestro interior

un poder desconocido que os hace pensar y sentir.Pero, ¿ese poder de sentir y de pensar es

el mismo que os hace digerir y andar? Tenéis que confesarme que no, porque aunque el

entendimiento diga al estómago digiere, el estómago no digerirá si está enfermo, y si el ser

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

inmaterial manda a los pies que anden, éstos no andarán si padecen de gota. Los griegos

comprendieron que el pensamiento no tiene relación muchas veces con la función de los

órganos; atribuyeron a los órganos alma animal y al pensamiento un alma más fi… 

Ver más

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

»Yo soy un Dios celoso que castiga la iniquidad de los padres hasta la tercera y la cuarta

generaciones.

»Honrad padre y madre a fin de que viváis mucho tiempo.

»Tendréis de qué comer sin que nunca os falte.

»Guardáos de dioses extranjeros, seréis aniquilados...

»Si obedecierais yo os daré la lluvia en vuestra tierra y en su tiempo, la temprana y la

tardía, y cogerás tu aceite, tu grano y tu vino. Daré también hierba en tu campo para tus

bestias, y comerás y te hartarás.

»Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis por señal

en vuestra mano... y las escribiréis en los postes de tu casa y en tus portadas, para que sean

acrecentados vuestros días....

»Cuando se levantare en medio de ti profeta y te diere señal de prodigio, y acaeciere la

señal o prodigio que él te dijo, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos... el tal profeta ha

de ser muerto, tu mano caerá primero sobre él para matarle y después la mano de todo el

pueblo.

»Empero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna

persona dejarás con vida; luego que Jehová tu Dios la entregare en tu mano, herirás a todo

varón suyo a filo de espada.

»No comeréis aves impuras: el águila, el azor, el esmejerón, etc.

»No comeréis animales que rumian o tienen uña hendida: camello, liebre y conejo, ni

puerco, etc.

»Si, empero, escucharas fielmente la voz de Jehová, tu Dios, para guardar y cumplir todos

estos mandamientos... bendito serás tú en la ciudad, bendito tú en el campo... Bendito el

fruto de tu vientre, y el fruto de tu bestia, la cría de tus vacas...

»Y si no oyeres la voz de Jehová, tu Dios, para cuidar de poner por obra todos sus

mandamientos... maldito serás tú en la ciudad y maldito en el campo; maldito tu canastillo,

y tus sobras... Jehová te herirá de tisis, y de fiebre, y de ardor, y de calor, y de cuchillo, y de

almorranas, y de sarna...

»El extranjero te prestará a ti y tú no prestarás a él... por cuanto no habrás atendido la voz

de Jehová, tu Dios, para guardar sus mandamientos.

»Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas, etc.»

En todas estas promesas y amenazas es evidente que se trata de lo temporal y no se

encuentra una sola palabra sobre la inmortalidad del alma, ni sobre la vida futura

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Algunos comentaristas ilustres creen que Moisés conocía perfectamente esos dos grandes dogmas y

prueban su opinión apoyándose en lo que dijo Jacob, quien creyendo que su hijo José había

sido devorado por bestias feroces decía en su dolor: «Descenderé con mi hijo al infernum»;

esto es, moriré, ya que mi hijo ha muerto. Prueban también su creencia citando pasajes de

Isaías y Ezequiel, pero los hebreos a quienes habló Moisés no pudieron haber leído a los

citados profetas porque escribieron muchos siglos después.

Es ocioso discutir sobre lo que secretamente opinaba Moisés, puesto que es irrefutable que

en sus leyes no habló nunca de la vida futura, y que limita los castigos y las recompensas al

tiempo presente. Si conoció la vida futura, ¿por qué no proclamó este dogma? Y si no lo

conocía ¿cuál era el objeto de su misión? A esta cuestión contestan varios comentaristas

diciendo que el Señor de Moisés y de todos los hombres se reservó el derecho de explicar a

su debido tiempo a los judíos una doctrina que no eran capaces de comprender cuando

vivían en el desierto.

Si Moisés hubiera anunciado la inmortalidad del alma le habría combatido una importante

escuela de los judíos, la de los saduceos, autorizada por el Estado, que les permitía

desempeñar los primeros cargos de la nación y nombrar pontífices máximos a sus sectarios.

Hasta después de la fundación de Alejandría no se dividieron los hebreos en tres sectas:

fariseos, saduceos y esenios. El historiador Flavio Josefo, que era fariseo, nos refiere en el

libro XIII de sus Antigüedades que los fariseos creían en la metempsicosis, los saduceos

opinaban que el alma perecía con el cuerpo, y los esenios que el alma era inmortal. Según

éstos, las almas, en forma aérea, descendían de la más alta región de los aires para

introducirse en los cuerpos por la violenta atracción que ejercían sobre ellas, y cuando

morían los cuerpos, las almas que habían pertenecido a los buenos iban a morar más allá

del Océano, en un país donde no se sentía calor ni frío, ni hacía viento ni llovía. Las almas

de los malos iban a morar en un clima hostil. Esta era la teología de los judíos.

El que debía enseñar a todos los hombres condenó estas tres sectas. Sin su enseñanza no

hubiéramos llegado nunca a comprender nuestra alma, y Moisés, único legislador del

mundo antiguo, que habló con Dios frente a frente, dejó a la humanidad sumida en la más

profunda ignorancia respecto a este punto tan capital. Sólo al cabo de mil setecientos años

tenemos la certidumbre de la existencia e inmortalidad del alma.

Cicerón tenía sus dudas. Su nieto y nieta le sacaron de ellas revelándole la verdad de los

primeros galileos que fueron a Roma. Pero antes de esa época, y después de ella, en todo el

resto del mundo donde los apóstoles no penetraron, cada cual debía preguntar a su alma:

¿Qué eres?, ¿de dónde vienes?, ¿qué haces?, ¿dónde vas? Eres un no sé qué, que piensas y

sientes, pero aunque pensaras y sintieras más de cien mil millones de años no conseguirás

saber más sin el auxilio de Dios, que te concedió el entendimiento para que te sirviera de

guía, pero no para penetrar en la esencia de lo que creó. Así pensó Locke, y antes que

Locke, Gassendi, y antes que Gassendi, multitud de sabios, pero hoy los bachilleres saben

lo que esos grandes hombres ignoraban.

Enemigos encarnizados de la razón se han atrevido a oponerse a esas verdades reconocidas

por los sabios, llevando su mala fe y su imprudencia hasta el punto de imputar al autor de

esta obra la opinión de que cada alma es materia. Perseguidores de la inocencia, bien sabéis

que hemos dicho lo contrario, y que dirigiéndonos a Epicuro, a Demócrito y a Lucrecio, les preguntamos: «¿Cómo podéis creer que un átomo piense? Confesad que no sabéis nada».

Luego sois unos calumniadores los que me perseguís.

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Nadie sabe lo que es el ser que llamamos espíritu, al que vosotros mismos dais un nombre

material haciéndole sinónimo de aire. Los primeros padres de la Iglesia creían que el alma

era corporal. Es imposible que nosotros, que somos seres limitados, sepamos si nuestra

inteligencia es sustancia o facultad; no podemos conocer a fondo el ser extenso ni el ser

pensante, esto es, el mecanismo del pensamiento. Apoyados en la opinión de Gassendi y de

Locke, afirmamos que por nosotros mismos no podemos conocer los secretos del Creador.

¿Sois dioses que lo sabéis todo? Os repetimos que sólo podemos conocer por la revelación

la naturaleza y el destino del alma, y esa revelación no os basta. Debéis ser enemigos de la

revelación, porque perseguís a los que la creen y de ella lo esperan todo.

Nos referimos a la palabra de Dios y vosotros, que fingiendo religiosidad sois enemigos de

Dios y de la razón, blasfemáis unos de otros, tratáis la humilde sumisión del filósofo como

el lobo trata al cordero en las fábulas de Esopo, y le decís: «Murmuraste de mí el año

pasado; debo beberme tu sangre». Pero la filosofía no se venga, más bien se ríe de esos

vagos esfuerzos y enseña tranquilamente a los hombres que queréis embrutecer para que

sea iguales a vosotros.

2

 

·        

Activo

 

Christian Franco Rodriguez

Colaborador destacado

Me han censurado una parte de este comentario por tener textos religiosos por lo menos eso me dan a comprender porque solo esta parte ha sido censurado , lo cual no tiene sentido, todo el comentario no es mas que un solo texto del diccionario filosófico de Voltaire, publicado en 1764 y si Voltaire toma textos de la biblia es para reflexionarlos, que puede haber mas filosófico que esto, sino me creen revísenlo por ustedes mismos http://biblio3.url.edu.gt/Libros/dic_fi.pdf ¿Cómo se puede hacer filosofía en este grupo si al mismo Voltaire lo están censurando? Espero corrijan el error.

 

Y para cerrar el tema o más bien para abrirlo hay que comprender que la base del espíritu y del alma es mítica, pero acaso no es la base de todo el lenguaje, leamos con atención la reflexión de Voltaire y entenderemos que no sabemos pero que lejos de quedarnos en el no saber, recreamos con el lenguaje, aun la matemática es una recreación del lenguaje y van saliendo distintas clases de números, distintas geométricas y disciplinas hasta llegar a la matemática cualitativa pero es que la matemática empezó míticamente porque el lenguaje se desarrolló  en el contar simbólico.

¿Al ser el espíritu y el alma míticos carecen de verdad?

No al contrario porque el mito revela al ser, y luego todo se mueve en ese campo ontológico, cuando el arte empieza a variar el mito por más variación que logre se sigue moviendo ene l mismo campo ontológico, cuando Hegel logra la síntesis absoluta en el pensar del sujeto y ya no en Dios, se mueve en el mismo campo ontológico, cuando Marx plantea una dialéctica objetiva de lucha de clases la cual será superada por el comunismo se sigue moviendo en el campo ontológico el reino de Dios está  invertido cuando   Nietzsche invierte el mito cristiano dándonos al anticristo, se está  moviendo en el mismo campo ontológico, cuando Heidegger intenta ir más allá  de este campo ontológico , lo que hace es ver la otra cara del ser , su no ser, lo que lo lleva a otro campo ontológico  mítico el de oriente pero siempre se da cuenta del ser míticamente, la ciencia dirá que sus teorías están exténtas de mito y es todo lo contrario sus modelos formales siempre empezaran y acabaran narrando y lo hacen simbólicamente, Derrida cuando deconstruye  sabe muy bien que ese entre el código binario  está  dentro del código en el mismo campo y ahora con la cibernética se transfiere información a cada vez mayor velocidad, pero sigues actuando dentro del mismo campo ontológico mítico. Hoy presenciamos el choque de dos grandes mitos el del ser de Occidente y el del no ser de Oriente ambos están´ desgastados, entre más flujo de información los mitos parecen diluirse, y el capitalismo podría decir que sus mitos son más eficaces y esto es posible pero no son más poderosos, porque el capitalismo está  dentro del mito judeocristiano, nace de la ética protestante y tiene en su horizonte la promesa de la bendición divina, igual el mito de los derechos humanos puede ser más eficaz  que el mito Cristiano pero no más poderoso, ante Dios no hay ningún derecho , ni ningún merecimiento y está  “verdad” develara la convencionalidad de todo derecho, por esto mismo no conviene un choque de mitos y mucho menos que los sub mitos choquen con el mito original.

Más los mitos se van variando, si se quedaran estáticos sin producir arte, filosofía, ciencia, estarían muertos, por esto es que variamos desde nuestra filosofía la concepción del espíritu y el alma, nosotros comprendemos en una hermenéutica del mito judeo cristiano y de otros mitos, que el Espíritu es el respirar divino y a esta respiración la llamamos transferencia habiendo un expirar 101 (Espíritu absoluto, misterio pascual occidente paso del ser al no ser para ser ) y un inspirar retransferencia (anti espíritu absoluto, misterio dharmico oriente paso del no ser al ser para no ser ) 010  y a partir de esto se comprende todo, el espíritu revelado, subjetivo, objetivo etc, el Espíritu se da tanto en la naturaleza como  en la cultura, en la naturaleza lo va creando todo en su proceso de transferencia y retransferencia y en la cultura lo va recreando todo, hasta lograr el  reflejo de Dios, para esto va animando su creación, hasta que esta alcance  la conciencia de su conciencia, el reflejo de su reflejo, la representación, de la representación, que revele a su creador.

Así que ¿Qué es el alma? Es la estructura dada por la transferencia y re transferencia  del espíritu, habiendo almas orgánicas e inorgánicas. Hasta dentro de las organizas alcanzar el alma racional, la cual debe ser superada por un alma espiritual que no necesite razonar para conocer sino que con la sola intuición conozca revelando vida plena al igual que Dios.

Y ¿Que es el espíritu?

La metáfora principal donde se expresa este proceso de transferencia y retransferencian divina de lo que se trata es de entrar en sintraferencia es decir en comunión con el respirar divino lo cual exige santidad. Pero el hombre está  en contra transferencia con Dios  →← en conflicto con su creador y con toda su creación teniendo el espíritu desintegrado 1→←1→←1→←0 0 0 siendo toda nuestra meta historia el proceso de reconciliación entre el hombre y Dios.

            ¿Y entonces solo los seres humanos tienen espíritu?                         

Todo es espíritu, tu veras al espíritu como materialidad-energía, como libido, como chi, como camac, como emoción, como lenguaje-información, como pensamiento-conciencia o como transferencia del ser y retransferencia del no ser, así que todo tiene espíritu, porque todo es espíritu, lo que ves son las manifestaciones distintas del espíritu pero solo los hombres podemos construir mitos para dar cuenta de él.

 

Hacer pan

Había una fiesta

El rey había estado empinando bien el codo

Vio pasar a un sabio erudito

Hacedle pasar y dadle un poco de este buen vino

 

Los criados salieron corriendo y trajeron al hombre

A la mesa del Rey pero este se negó

En rotundo ¡antes bebería veneno!

Jamás he probado el vino y jamás lo beberé

Apartadlo de mi vista

Siguió  vociferando su rechazo

Y estropeando el ambiente de la fiesta

Esto es lo que a veces sucede en la mesa de Dios

 

 

Aquel que ha oído hablar de amor extático

Sin llegar  a probarlo nunca, desbarata el banquete.

 

Si en el existiera un pasaje secreto

Desde el oído a la garganta

Cambiaria todo en él se produciría la iniciación

 

Pero tal como es, ese hombre es todo fuego y nada de luz

Toda cascara y nada de contenido.

 

 

El rey reclamo, copero cumplid con vuestra  obligación

Así actúa vuestra guía invisible

Ese campeón de ajedrez enfrente vuestro siempre gana.

La copa de vino termino vaciándose en la garganta del erudito

Y el intelectual empezó a cantar y a contar chistes ridículos

De ahí paso al jardín haciendo castañetas con los dedos

Y dando tumbos, como era de esperar no tardo en tener

   Ganas de orinar

 

Al salir se encontró cerca de la letrina

Con una hermosa mujer, una de las del Harem del rey

Se quedó boquiabierto como la deseaba

Allí  mismo la deseaba

Y ella no le hizo remilgos

En el suelo se emplearon a fondo

¿Habéis visto a un panadero enrollar la masa?

Primero la amasa con suavidad y después con más fuerza  

La golpea sobre la tabla

Y la masa gime suavemente sobre sus manos

Después la estira toda y hace un rollo plano

Eso lo troncha en varios trozos que vuelve a extender

En láminas más finas. Entonces le añade agua y lo mezcla bien

Después le echa la sal

Un poco más de sal

Seguidamente y con delicadeza le va dando forma

Hasta que consigue la figura final

Y la mete en el horno que ha calentado previamente

¡Os acordáis de cómo se hace pan!

 

Así es como vuestro deseo se entrelaza con el ser deseado

Y no se trata solo  de una metáfora

De cómo hacen el amor un hombre y una mujer

Eso también lo hacen los guerreros en la batalla

Un grandioso abrazo mutuo tiene lugar sin cesar

Entre lo eterno y lo que muere

Entre lo esencial y lo accidental

 

Puede que el juego tenga distintas reglas

En cada caso pero básicamente es lo mismo y recuerda

Así como tú hagas el amor es como Dios estará contigo

 

Y así estaban esos dos ensimismados en su trance sexual

Ya no les importaba ni la fiesta

Ni el vino. Tenían los ojos cerrados perfectamente

Como dos líneas de caligrafía

Al salir en busca del erudito y encontrar a la pareja copulando

El rey comento:

Como dice el refrán el buen rey sirve a sus súbditos de su propia mesa

Hay una alegría, una soltura libre como el vino

 Que disuelve la mente y restaura el Espíritu

Y hay una fortaleza viril como la del Rey,

Una razón que acepta el arrebatamiento perplejo

Pero meditad ahora en la tenacidad

Y la claridad para que se conviertan en las alas

Que os alcen y eleven por las esferas celestiales.    



Joel Agon
El ''alma'' y el ''espíritu'' es algo confuso, pero decir, que uno de los primeros hablar sobre la inmortalidad del alma es el orfismo, luego Pitágoras, lo tomo, para hablar sobre la inmortalidad del alma, finalmente Platón toma la inmortalidad del alma, luego el cristianismo, aunque no todo el cristianismo, porque hay un cristianismo que puede considerar que ''alma'' es corpóreo, el tema del alma es amplio y además esta lleno de pantanos. El ''espíritu'' igual modo, se habla por ejemplo, de las facultades espirituales, para conocer al objeto, es decir, el espiritu, seria como el ente de razon, por el cual un hombre conoce un objeto, pero luego, hay otro punto de vista del espiritu, como algo separado del cuerpo, algo incorpóreo, inmaterial. ¿Donde esta ubicado en que espacio - tiempo? ahora otros dicen, el espiritu es corporeo pero es incognoscible, es decir, yo no puedo observarlo? Si sacamos la bibliografia sobre ello, creo que en estos temas nos pasariamos unos 1000 años, otra edad media, sin llegar a nada.
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Christian Franco Rodriguez
Joel Agon O Podríamos Expirar de una vez por todas dando nuestra vida en ágape acabando con toda discusión

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