El problema del indio: recuperando su mundo la pacha
El problema del indio siempre fue la posesión de la tierra
Julio Nuñez
Enviaste
No.
El problema del indio es
recuperar su luz es decir recuperar su espíritu y con este espíritu rehacer la
pacha, el problema es que este espíritu es irrecuperable porque ya no hay ese
contexto que le permitía lograr la coincidencia de opuestos y en esa
coincidencia realizar el ahayu el alma colectiva, por esto plateamos el
comunismo complementario, como una posibilidad de volver a la complementariedad
andina pero integrando todo el proceso del mundo hasta nuestra contemporaneidad
ahora global.
Este recuperar el mundo complementario la pacha, es tratar de recuperar
el ser, en busca de una existencia autentica
proceso que Heidegger ha hecho en la cultura occidental, que la escuela
de Kioto ha hecho en la cultura oriental y que nos toca hacer a nosotros
andinos –amazónicos.
https://www.youtube.com/watch?v=y2HShpHm9rk&t=741s
Heidegger
Estimado Cristian.
Existe un refrán que dice; A Dios
rogando y con el mazo dando.
En ocasiones cuando mi mente y
lucidez no logran vislumbrar o considerar satisfactoriamente una circunstancia,
La fe es la única esperanza a la que me acojo. Sin embargo siempre me voy de
bruces... postergo cosas, para dar con... siempre.
En primer lugar quiero dejar
constancia y Claridad que el trabajo, la económia, la Política, la estructura
Social y acumulación de riquezas o de capital se verticaliza legitimando unas
relaciones de dominación y producción consecuentemente jerarquizadas en pos del
beneficio colectivo y otorgando dignidades ejecutivas sobre la toma de
decisiones concernientes al cuerpo, órganos y miembros de una estructura
Hegemoníca o Social. En el ámbito de la Ciencias Sociales y contrario al
desconocimiento generalizado de la opinión pública y su postrera configuración
popular/productivo en términos de mayorías cuantitativas democratizadas, la
ciudadana consciente es Médico y el paciente(es) es la Sociedad, las sociedades
Nacionales.
Básicamente toda sociedad, comunidad,
Nacion, etc grupos civilizatorios, tienden a un colectivismo jerárquico en
donde la lucidez y la instrumentalización de la razón forman parte de un
proceso constituyente estructural en donde el tejido Social se afianza dese la
base del común denominador correlaciónando las competencias multidisciplinarias
e interdisciplinarias inherentes a su propia idiosincrasia o pueblo para
finalmente condensar legítimamente el Poder Hegemoníco de dominación. Política.
En el Caso del Perú y según te e
leído, Fujimori el Cuerdo Gobernaba? (no dudó que los locos también lo
hagan...)
El Grupo de Artistas y activistas que
de hecho están conformando una condensacion legítima de poder alternativo y que
buscando deslegitimar el poder político (aparentemente ilegítimo dada la
capacidad crítica de los locos con razón?) con consignas como se vende, o se
alquila este local, hacen sus respectivas declaraciones en Base a la razón o a
la Locura?. Acaso debemos Abrir nuestro Corazón a esos corruptos enfermos,
permitiéndoles como a un loco más, ser los guionistas de nuestras esperanzas o
de nuestras vidas normalizado su condicion actoral y benefactora para permitir
la sintransferencia de su irregular interes público, haciendo de la realidad
política y Social un caos Neoliberal virulento y teatral cada vez más loco?
Construir e instruir a quienes nos
siguen u leen es nuestro oficio y trabajo como filósofos, sociólogos,
analistas, eruditos, nuestra fuerza productiva cambia pensamientos, Forja un
activo financiero cuyo uso no se asocia a la mercadologia de consumo de bienes
muebles o inmuebles, y que al alterar la conciencia de las masas desde la
pedagogía educativa, podrá condensar en términos cualitativos y tan
añoradamente en los cuantitativos, la voluntad general.
David GM
Para poder responderte reflexionemos sobre lo que es la
locura, y sobre su curación
Había una vez una Ñusta y un paladín y tuvieron este dialogo:
Paladín-¿Porque
siempre me odias tanto, porque intentas matarme con tu mirada? ¿Es
porque traje la viruela a tu pueblo y mate de los tuyos miles? ¿Es por el
dominio que ejerzo aun sobre los tuyos? O ¿Porque me robo tu riqueza?
Ñusta-Manan es porque le diste espejos y baratijas a mi
pueblo
Paladín-Ja ja por eso
Ñusta-Ríete, pero tú volviste loco a mi pueblo
Paladín-¡Cómo!
Ñusta-Toda mi cultura se basó en que el objeto de deseo coincida con la naturaleza,
nuestros amautas sabían que si el objeto de deseo se separaba de la naturaleza el
hombre sufría porque crearía objetos de deseos innecesarios, objetos que
representan ideales inalcanzables por eso nuestro deseo no se fundamento en una
carencia, sino que era la propia naturaleza produciendo lo necesario, solo al
inca se lo dejo tener cultura, generar objetos de deseo innecesarios, pero era
porque se los podíamos producir solo a él, mas ese fue nuestro fin cuando los
incas luchar por el poder en esta guerra fraticida.
Paladín-Me estás diciendo que yo les enseñe a desear a tu
pueblo, y ese es mi pecado
Ñusta-Eso es lo que son ustedes diablos, igualito que como
tentó la serpiente a Eva, ella tenía el paraíso creado por Dios, pero el diablo
le dijo que ella podría crear su propio objeto de deseo, Eva sabía que eso le traería
sufrimiento porque su objeto de deseo no coincidiría con su deseo, pero la
serpiente la sedujo y la violo y le enseño a adorar el falo que entra y sale,
el deseo que se realiza y luego se frustra y entonces te vuelves adicta a ese
falo simbólico, que esta y no esta, en mi cultura siempre estamos, todo está vivo , no hay muerte, si bien hay diferentes
estado de estar, jamás se produce la carencia ni su dolor, nuestro muerto siempre
están amarrados a nosotros en un gran ahayu, pero en ustedes la locura reina,
matan para parar su inmenso dolor , fornican para inyectar su pecado en los
cuerpos de sus hijas y a su paso lo desequilibran todo, enfermando aun a la
naturaleza misma.
Paladín- Déjame reparar lo que hemos hecho
Ñusta-Es irreparable, los más nobles de mi pueblo persiguen a un Dios Santo que
jamás podrán alcanzar y los más abyectos son como ustedes con esa enfermedad del
oro en el corazón, el resto trata de sobrevivir a la locura, pero con la tecnología todo es publicidad de
la enfermedad que hace delirar al corazón, ante nuestros chamanes nos hacina
ver esa locura pero discernía para conocer la voluntad de la pacha y esta se
cumplía no el deseo egoísta de algún individuo que ha perdido su
complementariedad, su ahayu, su sombra.
Paladín- Acepto trajimos nuestra locura con nosotros e
hicimos de su existencia dolor e infierno, pero déjame ahora enseñarte el logos,
no la lógica formal si no el logos, esta pregunta por el sentido, solo en esta
pregunta que nos llevara a una hermenéutica, a una exegesis de nuestra
existencia, es que podremos integrar la intencionalidad con nuestra acción
comprendiendo que tiene ser y que no.
Ñusta- ¿Otra locura más?
Paladín-No, esta es una comprensión de la locura, para saber
que tiene sentido y que no
Ñusta-¡Yo quiero que mi pueblo deje de estar
loco!
Paladín-Eso es imposible sé que me culpas a mí de la locura
de tu pueblo y no te falta razón pero ya la locura estaba en los incas y en
civilizaciones anteriores a ellos, tarde o temprano esta se apoderaría de todo,
por más que los reprimieran, una vez logrado lo necesario el pueblo pediría más
y ustedes saciarían su sed con mucha sangre, con muchos sacrificios y no bastaría,
no te puedo curar de la locura pero puede ayudarte a lograr conciencia de ella,
para que no domine el lenguaje que te hace sufrir sino el lenguaje ligado por
el logos.
Ñusta- Quieres curarte tú, yo solo soy una excusa
Paladín-Es posible. Ayúdame
porque sin ti no puedo hacerlo
Ñusta-No entiendo como podrías darle sentido a una civilización
que renuncio a sentir al otro hace mucho tiempo
Paladín-Sintiendo al otro al punto de recuperar su Tawantinsuyo para que
sea posible otra forma de existencia, si nosotros los enfermamos ustedes nos
puede curar, sino solo logran encontrarse sino aprender de nuestro camino
Ñusta-Bien enséñame:
LA RAÍZ OCULTA DEL SER EN LOS PRIMEROS ESCRITOS
Durante sus afios de formación académica, Heidegger se
dedica con intensidad al estudio de la lógica y la matemática en el marco del
neokantismo dominante en las aulas universitarias de principios del siglo xx y
de una lectura intensa de las Investigaciones lógicas de Husserl. Entre los
años 1912 y 1916, publica una serie de artículos y trabajos en los que se ocupa
de diversa manera de las principales teorías lógicas de su época. El precoz
interés por estos temas se plasma en sus primeros artículos «El problema de la
realidad en la filosofía moderna» (1912) y «Nuevas investigaciones sobre
lógica» (1912), toma cuerpo en la tesis doctoral, Die Lehre vom Urteil im
Psychologismus [La doctrina del juicio en el psicologismo], de 1913, sigue
presente en la tesis de habilitación, Die Kategorien- und Bedeutungslehre des
Duns Scotus [La doctrina del significado y de las categorías en Duns Escoto],
de 1915,' y todavía se deja sentir en algunas de las lecciones del periodo de
Marburgo (1924-1928).? No obstante, el pensamiento heideggeriano ha sido a
menudo tachado de anticientifico e irracionalista, especialmente desde que en
¿Qué significa pensar? (1952) afirmara provocativamente que «la ciencia no
piensa». Desde entonces, científicos y filósofos que se sintieron agredidos por
tal aseveración consideraron a Heidegger un pensador enemistado con la ciencia.
Con todo, esta aparente postura de hostilidad se pone en
entredicho a la luz del interés que Heidegger mostró por el sentido de la ciencia
en sus lecciones y conferencias. No cabe olvidar que el joven Heidegger realizó
estudios de física y matemáticas (1911-1913) tras finalizar su formación
teológica (1909-1911) en la universidad de Friburgo. Asimismo, entabló un
profundo diálogo con Medard Boss y la psiquiatría a partir de 1947. De hecho,
fuentes inéditas permiten documentar que ya desde 1928 entró en contacto con el psiquiatra Ludwig
Binswanger, quien encontró en la fenomenología heideggeriana una novedosa forma
de tematización del ser humano. Por otro lado, en el semestre de invierno de
1927-1928, Heidegger organiza un círculo de trabajo con docentes de las
facultades de ciencias naturales, matemáticas y medicina bajo el título «La
amenaza de la ciencia». En 1934 dicta una conferencia intitulada «La necesidad
de la ciencia». Y al año siguiente, concretamente en otoño de 1935, se reunió
por primera vez en su cabaña de Todtnauberg con dos eminentes científicos del
momento: Werner Heisenberg, quien en 1932 obtuvo el Premio Nobel de Física, y
Victor von Weizsácker, tío de Carl Friedrich von Weizsácker, quien en aquel
entonces tenía sólo veinticuatro años y asistió igualmente a dicha reunión. A
partir de ahí, se mantiene la relación entre Heidegger y los físicos y se
intensificará a partir de los años cincuenta, especialmente con motivo de la
preparación del coloquio «Las artes en la época de la ciencia», organizado por
Clemens von Podewils y celebrado en Múnich el año 1953. Posteriormente, Carl
Friedrich von Weizsácker invitará a Heidegger en varias ocasiones durante los
años sesenta a discutir con sus alumnos de física en Hamburgo.? Baste con estos
ejemplos para mostrar el interés del filósofo Heidegger por la ciencia, en
concreto el sentido que tiene. No se trata, como se afirma comünmente, de un
menosprecio de la misma, sino «de la crítica a la falta de meditación de la
ciencia en la relación consigo». Frente a esta imagen algo reduccionista y
simplificada, es menester determinar la temprana posición que Heidegger adopta
con respecto a la lögica y ver cömo los resultados de estas primeras
investigaciones desembocan en la necesidad de establecer las condiciones
ontolögicas de posibilidad del conocimiento científico. Éstas ya no están
ancladas en la subjetividad transcendental ni se determinan desde la
epistemología, sino que hay que buscarlas en los contextos significativos en
los que se mueve la vida humana. Estas investigaciones ya no se interesan tanto
por el sujeto de conocimiento como por el horizonte de manifestación
previamente dado a todo acto de conocimiento.
Desde esta perspectiva, el presente capítulo se articula de
la siguiente manera. En primer lugar, se emprende una revisión preliminar de la
naturaleza de la lógica en el contexto de la disputa con el psicologismo,
mostrando la emergencia de una primera diferencia ontológica fundamental: la
que haya entre la realidad psíquica y la realidad lógica (1). En segundo lugar,
una vez se ha mostrado que esta última es irreductible a la primera, se plantea
el interrogante por la relación existente entre la dimensión lógica del sentido
y el ser de los entes, es decir, surge la pregunta de cómo se pasa del plano de
la idealidad al de la realidad y viceversa. Responder a esta cuestión supone
afrontar la postrera y más alta tarea de la filosofía: elaborar una doctrina de
las categorías capaz de estructurar el ámbito del ser en sus diferentes formas
de realidad (2.1). Eso coloca a Heidegger por primera vez, como reconoce en el
prólogo a la primera edición de Frühe Schriften, ante dos cuestiones que ya no
le abandonarán jamás: «en la forma del problema de las categorías con la
pregunta por el ser, en la forma de la doctrina de los significados con la
pregunta por el lenguaje»? Al final de su trabajo de habilitación, el dilema de
cómo es en general posible que el sentido valga respecto de los objetos recibe una respuesta metafisica. No
es posible ver la lögica en su verdadera dimensiön sin el horizonte translögico
en que se fundamenta. La figura de Lask y su principio de la determinación
material de la forma cobran aquí un especial protagonismo (2.2). Y, en tercer
lugar, el joven Heidegger se libera con esta solución ontológica de las cadenas
de la concepción epistemológica del sujeto para abrirse paso a una comprensión
temporal y dinámica de la vida humana entendida en estos primeros escritos en
términos de «espíritu vivo», antesala de la ciencia originaria de la vida que
empieza a desarrollarse a partir de las tempranas lecciones de Friburgo (2.3).
LA NATURALEZA DE LA LÓGICA
1.1. Definición y ámbito de la lógica
El tomo primero de las Investigaciones lógicas de Husserl,
que apareció en 1900 con el título Prolegómenos a la lógica pura,° se considera
uno de los intentos filosóficos contemporáneos más serios y sistemáticos de
rehabilitación de la lógica frente al psicologismo en boga a finales del siglo
xıx. El mismo Heidegger reconoce en las lecciones del semestre de invierno
1925-1926 que la obra de Husserl «ha vuelto a animar la lógica contemporánea y
a potenciar sus posibilidades productivas». La filosofía conquista con la
lógica pura un ámbito de investigación propio e independiente de la psicología
y las ciencias naturales. Antes de fijar las condiciones ideales del
conocimiento, es menester depurar las leyes lógicas de cualquier tipo de
residuo psicologista. Asimismo, si la naturaleza de la lógica se desarrolla en
la esfera ideal del pensamiento, habrá que establecer las diferencias
existentes entre leyes lógicas y psicológicas. Como señala Husserl, «los
lógicos psicologistas desconocen las esenciales y eternas diferencias entre la
ley ideal y la ley real, entre la regulación normativa y la regulación causal,
entre la necesidad lógica y la real, entre el fundamento lógico y el fundamento
real».? Husserl remite a la existencia de leyes no-psicológicas, es decir,
leyes puramente lógicas del pensar. La universalidad y la absoluta necesidad de
las leyes ideales se distinguen de la contingencia y la relatividad de las
leyes empíricas. Las descripciones psicológicas de los procesos de pensamiento
son una condición necesaria, pero no suficiente de la lógica. Los factores
psicológicos del pensamiento humano resultan insuficientes a la hora de
formular las leyes que posibilitan un conocimiento científico correcto. El
pensamiento es un proceso psíquico que, al mismo tiempo, está regulado por
leyes lógicas universales, las cuales no se pueden deducir a partir de la naturaleza fáctica del pensar. La tarea
propia de la lógica pura consiste precisamente en investigar estas leyes
universales. Dicho de otro modo, la lógica pura tiene como fin desarrollar una
teoría universal de sistemas formales de deducción que prescriban
normativamente las condiciones del conocimiento científico. La lógica no es una
ciencia empírica que opera a través de generalizaciones inductivas, sino una
ciencia puramente formal. Su objeto de
estudio se ciñe a entidades abstractas, formulando leyes atemporales de
conformidad y condiciones a priori de coherencia y evidencia lógicas.’
Para Heidegger, en cambio, la pregunta acerca de qué es la
lógica está inextricablemente entrelazada con la cuestión del ser. Como observa
Courtine, los primeros escritos de Heidegger en calidad de estudiante y
doctorando, es decir, los escritos entre 1912 y 1916, se inscriben en el
terreno de la lógica, en particular en la problemática de la validez de los
juicios como primer nivel de manifestación del ser.'? La pregunta explícita por
el ser permanece al principio opaca y no empieza a aflorar hasta las fases
embrionarias de la fenomenología de la vida iniciada en los primeros cursos de
los años veinte. Hay que recordar que esa pregunta por el ser se dirige
fundamentalmente a esclarecer el sentido del ser. Ello nos coloca ante la
problemática del juicio, de la verdad y de la aprehensión categorial del ser.
El asunto es puesto en escena en el temprano artículo «Nuevas investigaciones sobre
lógica» (1912). El objetivo de este artículo queda fijado desde la primera
línea: ofrecer una reflexión crítica sobre los principios mismos de la
lógica." Después de repasar las últimas investigaciones en el campo de la
lögica y tomar en consideraciön las aportaciones de Husserl, Frege y Russell,
sigue en pie la cuestiön fundamental de qué es la lógica: «esta cuestión ya nos
coloca ante un problema cuya solución está reservada al futuro».?
La lógica se define tradicionalmente como una ciencia
normativa del pensamiento, una disciplina que establece las reglas a seguir
para la formulación de proposiciones verdaderas. Para el joven Heidegger, esta
definición peca al menos de una doble ambigüedad: por una parte, no queda claro
si el término «pensamiento» está referido al proceso de pensar o al contenido
del pensamiento; por otra, tampoco resulta evidente cuándo el concepto de
«verdad» remite a la verdad formal o la material, respectivamente. Teniendo en
cuenta estas observaciones, se puede redefinir el objetivo de la lógica del
modo siguiente: la lógica es una ciencia que da validez a las estructuras de
sentido, a las formas de significación. Precisamente, la tesis doctoral de
1913, presentada como una contribución crítico-positiva a la lógica, llega a
una conclusión singularmente husserliana de una lógica pura del significado:
los lógicos deben tratar de descubrir el significado preciso de los enunciados,
luego han de proceder a determinar las formas del juicio en relación con los
diferentes ámbitos de realidad para, por ültimo, encuadrar estas formas en un
sistemal? Se trata, pues, de considerar la lógica desde la óptica de la validez
del sentido y no como un proceso mental del pensar: «la existencia psíquica de
un concepto y el contenido ideal del concepto son dos cosas completamente
distintas».'*
Heidegger retoma aquí la crítica al psicologismo de Frege y
Husserl. En este contexto, se enmarca el mencionado artículo de 1912, «Nuevas
investigaciones sobre lógica», en el que se adentra críticamente en el territorio
de la lógica matemática. El autor adopta una postura muy próxima a Heinrich
Rickert, quien distingue entre el carácter nomotético y generalizante de las
ciencias naturales y el carácter ideográfico e individualizante de las ciencias
históricas. El objeto de estudio de la lógica pura es la validez del sentido
del juicio. Pero Heidegger, fiel al espíritu husserliano, no puede evitar
preguntarse: «¿Qué es esto del sentido?».? La respuesta aparece en el capítulo
final de su disertación de 1913, Die Lehre vom Urteil im Psychologismus [La
doctrina del juicio en el psicologismo]:
[...] el sentido se halla en la más estrecha conexión con
aquello que designamos de manera general con pensar; pero por pensar no
comprendemos el concepto amplio de representación, sino el pensar que puede ser
correcto o incorrecto, verdadero o falso. A cada juicio le acompana, pues, un
sentido inmanente. La forma real y efectiva del sentido es la validez. [...]
Reconocemos la validez como la forma real y efectiva de la lógica; es el
sentido el que vale y el que, por tanto,«encarna» la lógica.
Sin embargo, la cuestión del sentido está estrechamente
relacionada con el problema de la valoración que acompafia toda captación del
ser. ;Acaso no interviene en el representar mismo —se pregunta el joven
doctorando— un momento axiolögico? ¿Es que puede darse una captación del ser
que no sea ya valorativa? La convicción profunda de que en toda aprehensión del
ser concurre un acto de valoración ofrece un hilo conductor para adentrarse en
los trabajos de la primera época heideggeriana.
En 1912, Heidegger argumenta que la lógica no consigue
desvincularse de los conceptos y símbolos matemáticos y que,
por consiguiente, no logra penetrar en los principios
lögicos mismos. El formalismo de la lógica matemática, entendida como cálculo
de proposiciones, no es consciente de los problemas que atañen a una teoría del
juicio. Una objeción similar reaparece luego en Ser y tiempo, donde se acusa a
la lógica de disolver el juicio en un sistema de asignaciones, convirtiéndola
en «un objeto de “cálculo”, pero no en tema de una interpretación
ontológica»." Ahora bien, ¿cuáles son esos problemas? Al menos tres: la
naturaleza de los juicios negativos, la naturaleza de la cópula y la
predicación y, por último, el problema de la verdad. Además, una lógica de este
tipo tampoco tiene en cuenta la cuestión de su fundamentación.'* El estudio de
las condiciones de posibilidad de la matemática y la lógica no tiene cabida en
ninguna de estas dos disciplinas. Heidegger no comparte el interés puesto por
sus coetáneos en la lógica matemática; su atención se centra preferentemente en
el desarrollo de una lógica filosófica. En su opinión, ésta ha alcanzado su
máxima expresión en autores como Aristóteles, Leibniz, Kant y Hegel. Entre sus
contemporáneos, destaca la labor de Lask, de quien afirma que ha sido el
pensador que de forma más consciente ha perseguido una comprensión filosófica
de la lógica, mientras que reprocha a Husserl no haber aprovechado las
posibilidades contenidas en la fenomenología para un tratamiento filosófico de
la misma al considerarla una ciencia separada, una disciplina formal
independiente de la filosofía.
A diferencia de la lógica tradicional y su excesiva
orientación teórica, la lógica filosófica tiene un propósito más radical: «pre guntar
por lo verdadero en sentido originario y propio». Esto significa retrotraerse
al comportamiento lógico del enunciar y juzgar las estructuras ontológicas
fundamentales que han quedado veladas en la lógica tradicional. Heidegger se
pregunta cómo el contenido lógico, esto es, el sentido, está relacionado con
los actos de pensamiento y, tal vez, con el ente pensante que es el ser humano.
De hecho, en Ser y tiempo se afirmará que «la lógica tiene sus raíces en la
analítica existenciaria del Dasein».” Precisamente, ésta es la tarea que emprenderá
Heidegger en sus primeros trabajos y que culminará en los cursos de Friburgo en
una afirmación radical del valor originario de la vida humana. No obstante, en
estos tempranos análisis y discusiones en torno a la naturaleza de la lógica
todavía no ha llegado a este punto. De momento, la esfera de validez de la
lógica pura, que se resiste a los peligros de relativización inherentes a la
biología y la psicología, se convierte en el lugar donde situar el valor
trascendente de la vida y la realidad objetiva del espíritu. Este último no
puede ser una mera producción mental. Aquí se ve cómo el joven Heidegger se
sitúa en las coordenadas filosóficas de un realismo crítico que trata de evitar
la caída en el materialismo y la ascensión a los cielos del idealismo subjetivo.
¿Cuáles son las tareas y los problemas que Heidegger cree
que competen a una lógica filosófica? De entrada, no se trata tanto de una
disciplina nueva como de la actualización de un télos que ha caracterizado la
historia de la lógica.” Ahora bien, ¿cómo acometemos el estudio de una lógica
filosófica? ¿Acaso determinamos primero qué es filosofía y luego aplicamos este
concepto a la lógica? O, por el contrario, ¿empezamos por la ló gica
tradicional y abordamos los principales problemas contenidos en ella de tal
manera que nos lleven a la filosofía? Heidegger apuesta por la segunda opción,
pues opina que sin duda poseemos ya cierta comprensión histórica de la lógica.
A partir de esta comprensión previa podemos interrogar a la lógica por sus
potencialidades filosóficas. Y, en otro orden de cosas, ¿qué elementos nos
trasladan de la lógica tradicional a la filosófica? Básicamente, el juicio. En
concreto, su estructura intencional y predicativa, así como su valor de verdad
y su ámbito de validez. Sin embargo ¿cómo se entiende esta estructura
intencional? ¿Qué es la predicación y qué papel desempeña en una teoría del
juicio? ¿Cuál es la estructura del juicio que le permite la doble posibilidad
de ser bien verdadero o bien falso? ¿Qué tipo de relación guarda la verdad con
el juicio? ¿Es una propiedad del juicio? Además, si existe una verdad teórica y
otra práctica, ¿cuál de las dos encierra el sentido primario de la verdad? ¿Y
cuál es el fundamento metafísico de la lógica? Toda una batería de
interrogantes que van encontrando una solución en el transcurso del pensamiento
del joven Heidegger.
La refutación del psicologismo: la diferencia ontológica
entre el ser ideal de los entes lógicos y el ser real de los entes psíquicos
En torno a 1900, las ciencias naturales en colaboración con
el positivismo, el materialismo y el pragmatismo parecen haber arrinconado a la
filosofía. El sentimiento de triunfo de las ciencias se funda en el
conocimiento cada vez más exacto de la naturaleza y el creciente dominio
técnico de la misma. Se implanta una lógica de la investigación científica
basada en la observación, la formulación de hipótesis y la verificación. La
pregunta filosófica por antonomasia acerca de «¿Qué es algo?» va perdiendo terreno ante la cuestión eminentemente utilitarista
de «¿Cómo funciona algo?». La fe en el progreso reduce toda actividad
espiritual del ser humano a mera función cerebral. En este sentido, diversos
representantes del materialismo irrumpen en el mercado editorial a mediados del
siglo xıx: Karl Vogt con sus Cartas fisiológicas (1845) y Jakob Moleschott con
Fuerza y materia (1855). La razón humana queda reducida a un instrumento más de
selección natural, no es otra cosa que un mecanismo más de adaptación a la
naturaleza. Paralelamente, se asiste al nacimiento y a la difusión del
pragmatismo anglosajón de William James y Charles Peirce, que arranca la verdad
de su anclaje en el reino de las ideas y la rebaja a la condición de una regla
social de autorregulación de la acción humana. El criterio de la verdad
descansa en el éxito práctico y se acredita en la eficiencia lograda por el
método del intento y del error. Desde este Óptica adaptativa, la biología de la
evolución de Darwin viene a confirmar que no sólo nosotros, sino también la
naturaleza entera llega por el error al éxito, confiriendo con ello una
evidencia casi insuperable a la tesis de que la verdad no es más que éxito
práctico.
En este contexto, el idealismo deja de ser la corriente
filosófica dominante en Alemania a partir de 1830: por una parte, por una
excesiva identificación del idealismo hegeliano con el autoritarismo prusiano
y, por otra, por cuestiones científicas que muestran cómo la filosofía de la
naturaleza choca contra las evidencias experimentales. Se inaugura así una
nueva tradición filosófica que pretende enfocar los problemas desde una
perspectiva más científica. En el marco de este creciente naturalismo
filosófico, entra en escena durante la primera mitad del siglo x1x el término
«psicologismo». Para esta corriente las reglas del pensamiento se convierten en
leyes naturales. La lógica se concibe en términos de una ciencia descriptiva de
determinados procesos mentales, en lugar de una ciencia normativa de los
mecanismos de pensamiento, es decir, se pasa por alto el hecho de que la lógica
no describe empíricamente cómo pensamos, sino que dice cómo debemos pensar.
La estrategia de razonamiento de las ciencias naturales se
extrapola rápidamente al ámbito de estudio de las ciencias humanas, en especial
de la psicología. El análisis del funcionamiento de lo psíquico busca las leyes
que explican la transformación de los estímulos fisiológicos, establece las
estructuras regulares de la asociación de las representaciones mentales y,
finalmente, averigua cuáles son los principios lógicos del pensamiento mismo.
Pero a pesar de la pujanza del naturalismo filosófico entre 1830 y 1870, éste
no deja de tener sus detractores: esencialmente entre aquellos pensadores que
se resisten a que la tradición filosófica sea engullida sin más por las
ciencias naturales. El caso de Rudolf Hermann Lotze encarna quizá un ejemplo
emblemático de resistencia a la creciente hegemonía del positivismo. Lotze, aun
reconociendo el valor y la significación de las ciencias naturales, insiste en
la diferencia entre los actos psicológicos de pensar, que existen como algo
temporalmente localizable, y los contenidos de esos actos, que se caracterizan
por su validez intemporal. Una distinción que Heidegger luego retoma sin apenas
modificaciones.” A finales del siglo xıx y comienzos del xx, ese rechazo del
naturalismo filosófico y, en particular, del psicologismo pasará a ser moneda
corriente entre los neokantianos de las escuelas de Marburgo y Baden. También
Brentano y Husserl, que comenzaron su carrera filosófica abrazando el naturalismo,
rectifican más tarde sus posiciones con respecto a la lógica.? A su manera,
todos ellos sostienen que el pensar como
un proceso mental es un existir real, mientras que el contenido lógico del
pensamiento es un existir ideal. El psicologismo se caracteriza por confundir
ambos planos, con lo que todo pensamiento queda restringido a la relatividad de
los diferentes actos mentales.
a) La refutación del psicologismo de Husserl
Husserl denuncia las consecuencias relativistas del
psicologismo en la primera parte de sus Investigaciones lógicas (1900), en
concreto en Los prolegómenos a la lógica pura. Sin embargo, no cabe olvidar que
Husserl había comenzado su carrera filosófica bajo la influencia, entonces
dominante, de dicha corriente. Las leyes lógicas eran a sus ojos meramente
inductivas, leyes de los hechos de conciencia asentados en la costumbre. En el
momento de escribir su Philosophie der Arithmetik [Filosofía de la aritmétical,
en 1891, el mundo de Husserl estaba construido sobre actos psíquicos: era mental,
no real. Acerca del mundo real, en el que están las cosas y donde las unas se
relacionan con las otras, Husserl sostenía que no podía afirmarse nada, ya que
el conocimiento se limita a los fenómenos psíquicos, es decir, no se refiere a
las cosas, sino sólo a su representación.” Pero Husserl se daría pronto cuenta de que había sido víctima de una extendida
enfermedad filosófica. Él mismo confiesa en el prólogo a las Investigaciones
lógicas, citando a Goethe, que «contra nada se es más severo que contra un
error recientemente abandonado».? Así, a partir de 1900, se opondrá con fuerza
a toda teoría que sostenga que la razón depende de algo no racional, de algo
relativo a la constitución psíquica del hombre, de algo ligado al
funcionamiento de sus procesos mentales. Estas cuestiones, que Husserl subsume
bajo el nombre de «psicologismo», son objeto de una severa crítica en la que se
desmantelan los errores psicologistas desde una doble perspectiva: desde sus
consecuencias y desde sus prejuicios.
De entrada, Husserl afirma que ninguna teoría puede violar
las condiciones que hacen posible toda teoría. Esto es lo que ocurre con la
doctrina del juicio en el psicologismo. El juicio lleva consigo una pretensión
de validez. Pero si el que juzga no puede en ningún caso justificar esa
exigencia, si no existe ningún criterio para distinguir el juicio verdadero del
prejuicio, entonces no puede sostenerse razonablemente ninguna teoría. En
consecuencia, al carecer las leyes que rigen el enlace de las proposiciones de
un significado consistente, la noción de verdad se volatiliza, ya que se hace
relativa a un modo meramente humano de pensar. No obstante, decir que la verdad
es relativa a la constitución psicológica y a las leyes mentales de una
determinada especie carece de sentido porque entonces la misma proposición
podría ser verdadera para una especie y falsa para otra. Ahora bien, el
significado de las palabras «verdad» y «falsedad» hace imposible que algo sea simultáneamente
verdadero y falso. La tesis del relativismo antropológico contradice, pues, las
palabras que usa para justificar su propio razonamiento." Además, fundar
la verdad en la constitución psicológica es fundarla en un hecho y darle, por
tanto, el carácter de un hecho que siempre es singular y temporal; pero la
verdad destaca por ser válida universalmente y en todo tiempo. Por ültimo, la
relatividad de la misma lleva consigo la relatividad del mundo, ya que el
conocimiento y su objeto están ligados entre sí. Si la verdad se hace
subjetiva, no habrá un mundo en cuanto tal, sino sólo uno para esta o aquella
especie de seres conscientes.
En su lucha contra el psicologismo, Husserl no se contenta
con mostrar las consecuencias absurdas que de él se desprenden. También saca a
relucir los prejuicios de los que nace. El más significativo de ellos es la
confusión entre el acto psíquico y su contenido. EI psicologista concibe los
términos «proposición», «juicio», «prueba», «verdad», etcétera, como fenómenos
psíquicos. Si así fuera, responde Husserl, las matemáticas puras serían una
rama de la psicología. Pero por mucho que los conceptos matemáticos sean
psicológicos en su origen, las leyes que por ellos se expresan no dependen de
la constitución psíquica del hombre. Contar «uno, dos, tres» es un acto
psíquico concreto que se da en el tiempo y el espacio, ahora y aquí; sin
embargo, los nümeros 1, 2, 3 presentan un contenido no empirico, que desborda
por completo el carácter fáctico y temporal del acto psíquico por el que se
expresan. La aritmética remite a las unidades ideales de 1, 2, 3 y no al simple
acto de contar. La misma distinción vale para la lógica: una cosa es el acto
por el que yo enuncio el principio de identidad y otra el principio mismo, con
su exigencia lógica de universalidad y necesidad.
Husserl insiste en la necesidad de distinguir entre el acto
psíquico individual de pensar (lo que más tarde denominará nóesis) y el
contenido objetivo del pensamiento (lo que recibirá el nombre de ndema).
Tomemos una sencilla proposición matemática, por ejemplo, 2 x 2 = 4. El
contenido expresa una necesidad ideal y objetiva y, como tal, es independiente
del acto real de pensarlo. La verdad de esta proposición no se rige por el
pensar fáctico de una psique, sino que el pensar fáctico de toda psique debe
regirse por ella. ¿De dónde viene la mismidad del nóema, si la nóesis es
distinta? Esa identidad no puede proceder de la mente, sino del mismo objeto
ideal. En todos estos casos nos hallamos ante una validez a priori y absoluta
que no puede provenir del pensamiento, sino de su objeto. Cuando yo enuncio una
proposición verdadera, lo hago en su esencia ideal, válida para todos y para
siempre. La verdad: o es absoluta o no es verdad. He aquí la respuesta de
Husserl a los psicologistas. Ellos quisieran hacerla relativa, dependiente del
hombre que la piensa. Sin embargo, la verdad es una e idéntica, «no está “en
algún lugar en el vacío”, sino que es una unidad de validez en el reino
intemporal de las ideas».% Desde el prisma psicologista, el hombre queda
reducido a las condiciones fácticas que lo han producido; Husserl, en cambio,
se esfuerza por mostrar que el hombre no es un hecho mundano, sino el lugar de
la razón y de la verdad, es decir, la subjetividad transcendental.
b) La postura de Heidegger frente al psicologismo
Heidegger considera que el psicologismo no es un tema baladí
para la filosofía. Primero, por su presencia en el campo de la reflexión
filosófica y, segundo, por su enorme capacidad de recuperación ante las
diversas críticas que recibe tanto del neokantismo como de la fenomenología. Es
más, «tan pronto como uno se aproxima a los problemas especiales de la lógica y
trata de alcanzar una solución segura, se pone de manifiesto hasta qué punto
prevalece todavía el modo de pensar psicologista, cuán enredados y multiformes son
los caminos que una lógica pura tiene que sortear». De hecho, la exposición de
las diversas teorías sobre el juicio que Heidegger lleva a cabo en su tesis
doctoral no va encaminada tanto a refutar el psicologismo como a mostrar hasta
qué punto las teorías del juicio de Wilhelm Wundt, Franz Brentano, Theodor Lips
y Heinrich Meier presentan vestigios psicologistas. Las investigaciones lógicas
del momento se ven acosadas por dos actitudes antagónicas y parciales: por una
parte, la actitud psicologista; por otra, la formalista. Ambas actitudes,
insatisfactorias por su parcialidad, arrancarían de Kant: el formalismo
neokantiano hipostasia la lógica en un reino sin anclaje en el ser, en una
actitud prototípicamente platónica que eleva las Ideas a entes metafísicos; en
cambio, el psicologismo, a través de la interpretación de Schopenhauer y de
Fries, desemboca en una naturalización de la conciencia que reduce las leyes
lógicas a leyes empíricas que explican el funcionamiento de la mente humana.
Pues bien, cualesquiera que sean los mecanismos psicofisiológicos que producen
la conciencia, ésta es, en su pureza originaria, un mero darse cuenta de algo:
la conciencia es siempre y sólo «conciencia de». La conciencia es intencional,
siempre está referida a su correspondiente objeto intencional, por lo que ya no
cabe concebirla como una región autónoma encerrada en sí misma. Apropiándose de
la argumentación de Husserl, Heidegger acusa al psicologismo de naturalizar la
conciencia, de haber convertido el mero momento de darme cuenta de algo en un
mecanismo que a lo sumo podría explicar cómo llego a darme cuenta, pero que jamás me diría en qué consiste el
puro darme cuenta como tal.
Ahora bien, ¿qué aspectos de la disputa husserliana contra
el psicologismo incorpora Heidegger a su propio planteamiento? Básicamente dos:
la comprensión de la diversidad de los ámbitos del ser y la intencionalidad
como estructura fundamental del fenómeno psíquico. El psicologista conoce fuera
las cosas y dentro, en la conciencia, los procesos psíquicos. Heidegger hace
suya la conclusión husserliana de que las leyes lógico-matemáticas no son
inductivas, sino a priori, de que su necesidad no es meramente psicológica,
sino objetiva. El error psicologista descansa en el desconocimiento de la
intencionalidad como propiedad fundamental de la conciencia. Por otra parte, la
diferencia entre ser ideal y ser real hace patente al menos estos dos ámbitos
del ser. Esa diferencia se pone de manifiesto a la hora de defender las
pretensiones de validez de la lógica frente a su relativización psicologista.
La elaboración de una lógica pura precisa una doctrina de las categorías que
articule el ámbito general del ser en sus múltiples sentidos. Sólo así «podrá
uno aproximarse a los problemas epistemológicos y estructurar el ámbito del
“ser” en sus distintos modos de realidad».”
En el artículo «Nuevas investigaciones sobre lógica» (1912),
se afirma que «de cara al reconocimiento de la esterilidad teórica del
psicologismo resulta fundamental la distinción entre acto psíquico y contenido
lógico, entre el acontecer real del pensamiento que transcurre en el tiempo y
el sentido extratemporal, idéntico e ideal; en suma, la distinción entre lo que
“es” y lo que tiene “validez”».* Para el psicologismo, la realidad efectiva
psíquica, el ser real de lo psíquico, es la fuente de la que brota la legalidad
del pensar. En consecuencia, también la verdad de un juicio pasa a depender de
la disposición psíquica, la cual en cada caso puede ser diferente. Lo que tal
vez sea verdadero para un tipo de disposición psíquica, posiblemente resulte
falso para otro. Ya Husserl se oponía a este planteamiento al sostener con
firmeza que los principios fundamentales del pensar no son leyes reales, sino
ideales, que la verdad no es relativa, sino absoluta, que la verdad constituye
una unidad ideal frente a la pluralidad de individuos y vivencias reales. El
psicologismo pasa por alto la profunda alteridad del ser real de la decisión
judicativa con respecto a la validez ideal del contenido enjuiciado. Su principal
equivocación consiste, pues, en «ignorar la diferencia de una diversidad
fundamental en el ser del ente».? De entre los múltiples modos de ser, el
psicologismo sólo conoce uno: el del ser real de lo psíquico. Husserl, en
cambio, dejó muy clara la diferencia entre ser ideal y ser real,
La ontología de Heidegger también coloca la esfera del
sentido lógico en un ámbito autónomo y distinto al de la realidad
espacio-temporal de los actos psíquicos del juzgar y del mundo físico sobre el
que se juzga, incluso se llega a afirmar que «la lógica está construida sobre
un fondo ontológico».?* El joven Heidegger insiste en la diferencia ontológica
entre la validez atemporal del sentido y la existencia espacio-temporal de los
entes psicofísicos. En sintonía con la argumentación de Henri Bergson,
Heidegger describe el aquí y el ahora del acto mismo de emitir un juicio en
términos de la corriente fluctuante de la conciencia.” Se trata de una
actividad en la que los actos, siempre diferentes y cambiantes, se suceden constantemente
durante una duración de tiempo particular y en la que «la misma situación psíquica de la conciencia nunca puede
repetirse».* En cambio, el sentido del juicio es atemporal, idéntico, ideal, es
«un fenómeno “estático”, situado más allá de toda evolución y transformación y
que, por tanto, no llega a ser, sino que tiene validez».?” El sentido no se ve
afectado por el tiempo de su referente físico, es más, en medio del incesante
fluir psíquico hay algo que permanece como un factor constante.
En su tesis doctoral, de 1913, se ilustra el carácter ideal
del sentido mediante el enunciado «La tapa del libro es amarilla». Ese juicio
se emite quizá mientras uno está dando una clase, recordando el libro,
comparándolo con los colores de las tapas de otros libros, respondiendo a la
pregunta de un estudiante. Los ejemplos se pueden multiplicar, pero en todos
estos actos de enunciar, recordar, comparar, responder —que son diferentes
modificaciones de la conciencia— se mantiene «un factor constante en cada acto
de juzgar; en cada momento quiero decir: “La tapa del libro es amarilla”».°®
Las circunstancias en las que digo «La tapa del libro es amarilla» son
variables, pero el sentido del juicio permanece idéntico. La idealidad del
significado no puede variar según las circunstancias psicológicas, es decir, no
es posible que esté sometida a la naturaleza temporal, real y subjetiva de los
actos psíquicos. De lo contrario, sería imposible repetir ese significado.
Precisamente el hecho de poder repetir el mismo significado en diferentes actos
debería ser un argumento suficiente para refutar un psicologismo que confunde
idealidad y realidad. La verdad del juicio «En 1992 se celebraron los Juegos
Olímpicos en Barcelona» permanece inalterable al margen de lo que diga hoy o
mañana, de que lo diga yo o un presentador de televisión, de lo que diga en
Barcelona o en Nueva York.
Con la mencionada diferencia ontológica entre validez
atemporal y discurrir temporal de los entes, Heidegger se instala en la arena
de una de las principales cuestiones de la metafísica occidental. A tenor de la
opinión de Gadamer, se trata de hallar el punto de encuentro de lo atemporal,
inmutable y universal con lo temporal, cambiante e histórico.? El mismo
Heidegger confirma esa hipótesis a propósito de su reseña del libro de Nikolai
Bubnoff Zeitlichkeit und Zeitlosigkeit [Temporalidad y atemporalidad], de 1913.
Ahí se plantea la cuestión todavía vigente desde Parménides y Heráclito de cómo
salvar el abismo existente entre la realidad atemporal del pensamiento
abstracto y la realidad temporal de la percepción sensible.“ En unos casos, se
intenta salvar ese abismo por medio de la clásica oposición realismoidealismo.
Pero con esa oposición, se apresura a sefialar Heidegger, no se resuelve el
problema platónico de la participación, de la conexión entre la realidad
atemporal del sentido y la temporal de los objetos. En otros casos, se intenta
localizar un punto de encuentro entre ambos planos, que tradicionalmente se
sitáa en el juicio y la referencia a una conciencia aün por determinar. No se
trata, obviamente, ni de la conciencia transcendental de la filosofía
neokantiana ni de la conciencia naturalizada del psicologismo, sino de la
conciencia intencional husserliana. Los resultados de las Investigaciones
lógicas de Husserl, que impregnan buena parte de las reflexiones de Heidegger,
presentan la conciencia como el lugar de síntesis entre lo ideal y lo real, lo
categorial y lo sensible, lo universalmente válido y lo temporalmente
cambiante.
El mismo Heidegger reconoce en la introducción a su tesis
doctoral, Die Lehre vom Urteil im Psychologismus, la capital aportación de
Husserl a este campo de estudio. Más allá de las razones puramente metódicas
que asisten a Heidegger para abrazar la fenomenología, interesa fijarse en el
asunto mismo tratado. ¿Cuál es ese asunto? Fundamentalmente, el lugar de
inserción de la validez universal de la verdad y las representaciones de la
conciencia temporal del sujeto. Que esta inserción se efectúe a través de la
síntesis judicativa, según la doctrina general de toda lógica, ofrece una
respuesta insatisfactoria e inadecuada. Heidegger pretende retroceder hasta una
zona vedada por la autoridad de Rickert, hasta la Wahrnehmung, hasta una
fenomenología de la intuición y de la representación sobre la que ya estaban
trabajando Husserl y Lask.“ Siguiendo los pasos de Lask, sobre el que
volveremos con más detalle en el próximo apartado, el ámbito de la validez, la
esfera de la pura logicidad, ofrece un punto de partida firme que resiste todas
las tentativas de relativización de la biología y la psicología. Heidegger cree
poder alcanzar con ayuda de la lógica una instancia de validez supraindividual
que le permita afirmar la realidad objetiva del espíritu. Pero simultáneamente
no desea reducir la realidad independiente del mundo exterior a una quimera de
la subjetividad. De ahí que sus primeros esbozos filosóficos se encaucen en la
dirección de un realismo crítico que apuesta por la posibilidad de un espíritu
objetivo.
La solución ontológica a este conflicto pasa por mantener la
prioridad atemporal de la validez como fundamento del sentido de la experiencia
histórica. Independientemente de que el sentido esté inmerso en una experiencia
temporal, e incluso en una cosmovisión cultural, existen dos esferas
heterogéneas a nivel ontológico. Los aspectos temporales han de suspenderse y
ser sometidos a una reducción eidética que extraiga el sentido atemporal de los
hechos históricos:
[...] aun cuando los momentos religiosos, políticos y, en el
sentido más restringido, culturales de una época resultan indispensables para
la comprensión de la génesis y del condicionamiento histórico de una filosofía,
[en el análisis filosófico] puede abstraerse de estos momentos en nombre del
puro interés filosófico. El tiempo, entendido aquí como categoría histórica, es
suspendido. [...] La historia de la filosofía mantiene una relación esencial
con la filosofía si y sólo si deja de ser historia,
ciencia de hechos, y se proyecta en la pura sistemática
filosófica.?
El carácter estático de la lógica entra en una relación
tensa con una realidad temporalmente dinámica y cambiante. Heidegger explora
este tema mediante el ejemplo de un problema que será importante para su
filosofía posterior: el problema de la «nada». De momento, se investiga el
fenómeno de la negación en el acto del juicio. Podemos decir que «la tapa del
libro no es amarilla». Este «no» significa que una determinada propiedad a la
que nos referimos no se da, que falta el amarillo de la tapa. A partir del
faltar, del «no», puede abstraerse luego una «nada» como mera cosa pensada,
como algo que sólo se da en el acto del juicio y no en la realidad. En la
conferencia «¿Qué es metafísica?», de 1929, Heidegger resumirá en la
experiencia de la «nada» el origen de toda metafísica. La «nada» sitúa el mundo
entero del ente en un cuestionable y angustiante estado de misterio. El joven
Heidegger conoce sin duda este estado de ánimo, pero todavía no lo asume en su
filosofía. Todavía respira la atmósfera académica neokantiana y se atiene al
principio de que la «nada» se encuentra únicamente en el juicio, pero no en la
realidad.
En su tratamiento del juicio impersonal, es decir, de las
oraciones gramaticales carentes de sujeto, se pone de manifiesto lo lejos que
el joven doctorando se encuentra de los aspectos angustiantes de la realidad.
Por ejemplo, decimos «relámpaguea (es
blitzt). «¿Qué significa esto? ¿Quiero enunciar una propiedad, un estado
momentáneo que se refiere a un misterioso “ello” (es), o bien el juicio tiene
un sentido completamente distinto?».* ¿Quién o qué es este «ello» que
relampaguea? Heidegger escoge el ejemplo del juicio impersonal «retumba» (es
kracht) y escribe:
Si, por ejemplo, en unas maniobras me apresuro con mi amigo
para alcanzar una batería que adelanta rápidamente en posición de fuego y, en
el momento en que oímos el estallido de los disparos, digo: «Date prisa, que ya
retumba», entonces queda enteramente determinado lo que retumba; el sentido del
juicio se cifra en el retumbar,
en el producirse (ya) ahora.**
¿No remite esto al estar descubierto del ente, a la aletheia
como condición previa de la verdad predicativa?
El estudio del juicio impersonal muestra que ni las
investigaciones psicológicas ni la determinación del significado de las palabras
pueden expresar el contenido del juicio. Para ello es preciso conocer y
comprender el contexto de la acción. He ahí el tema del mundo de la vida
cotidiana que Heidegger habrá de escrutar intensa y prolíficamente a partir de
sus lecciones de 1919. En el contexto en el que se desarrollan sus primeros
trabajos académicos serios, a saber, Die Lehre vom Urteil im Psychologismus, de
1913, y Die Kategorien- und Bedeutungslehre des Duns Scotus, de 1915, se palpa
un distanciamiento crítico con respecto a una lógica matemática ligada al
cálculo de proposiciones al mismo tiempo que se aprecia un creciente interés
por una lógica filosófica que sitúa el fundamento de la lógica en el sustrato
vivencial de la existencia humana.* Con todo,
el joven Heidegger no se deja llevar por la fascinación en boga del tema de la
vida y finaliza su tesis doctoral apuntando hacia la necesidad de una lógica
filosófica capaz de estructurar los ámbitos del ser. Y esta actitud sorprende
aún más teniendo en cuenta que en esta corriente vitalista aparecen motivos que
ocuparán poco después un lugar importante en la filosofía heideggeriana: la
disolución del sujeto epistemológico, la historización del espíritu, la
experiencia del tiempo, el arte como lugar de la verdad.
En definitiva, si bien es cierto que el joven pensador
adopta una clara y explícita posición antipsicologista en sintonía con el
neokantismo y la fenomenología, no lo es menos que se queja abiertamente de un
tratamiento en exceso formalista de la lógica. La lógica pura no tiene nada que
ver con una psicología que naturaliza la conciencia y las leyes lógicas. El
psicologismo, al equiparar estas últimas con las leyes empíricas, ha situado la
pregunta por el objeto de la lógica en un terreno que no le corresponde: el de
la génesis del pensamiento en el contexto de las operaciones mentales. A su
vez, el joven Heidegger se distancia del rigor formal de la lógica y toma
conciencia de la imposibilidad de que ésta pueda garantizar su propia
fundamentación desde la esfera de la validez. En este punto cobran gran
protagonismo las reflexiones de Emil Lask en torno a la existencia de un
horizonte extralógico que sirva de fundamento a la lógica.
HACIA UNA LÓGICA FILOSÓFICA
2.1 La fundamentaciön de la lögica
Una vez establecida la diferencia entre la validez del
sentido lögico y el caräcter relativo de los procesos psiquicos, es decir, una
vez se reconoce la diferencia ontolögica entre ser real y ser ideal, queda
abierta la cuestión de cómo articular el ámbito del ser en sus diversas maneras
de manifestación. Esta tarea pasa clásicamente por una teoría de las categorías
y del significado encargada de delimitar los distintos ámbitos de la realidad.
Visto desde esta Óptica no resulta tan extraño que el tema de la habilitación
gravite en torno a esta problemática. En su tesis de habilitación, de 1915,
Heidegger se esfuerza por mostrar que las formas categoriales que usa el
intelecto no son puras entidades vacías, sino que remiten a estructuras
preteoréticas ancladas en la vida histórica. En este sentido, poco importa que
uno de los principales textos de Duns Escoto examinados por Heidegger, el De
modis significandi sive grammatica speculativa, fuera en realidad redactado por
el escotista Thomas de Erfurt, ya que se lleva a cabo un tratamiento histórico
del problema más que una exégesis dirigida a la mens auctoris.
Ya hace tiempo que la influencia de Duns Escoto sobre Martin
Heidegger ha sido puesta de manifiesto por la literatura crítica.“ El propio
Heidegger reconoce en una carta a Karl Lówith la estrecha relaciön existente
entre las primeras lecciones de Friburgo y su tesis de habilitaciön:
Los problemas de la facticidad siguen ocupändome ahora al
igual que en mis inicios friburgueses, si bien de una manera mucho mäs radical.
El hecho de que me ocupara constantemente de Duns Escoto y de la Edad Media y
luego de Aristóteles no es una casualidad. [...] De entrada tenía que empezar
con lo fáctico para en general
poder abordar el problema de la facticidad.*
La publicación de las primeras lecciones de Friburgo permite
detectar la presencia recurrente de uno de los principios hermenéuticos
fundamentales de Duns Escoto: la primacía de lo comprensivo frente a lo
teórico. Este principio, como se verá más adelante, está fuertemente incrustado
en el trabajo filosófico del joven
Heidegger a la hora de elaborar una ciencia preteorética de la vida; es más, el
principio escotista de la cognoscibilidad preteorética del individuo, es decir,
la doctrina de la haecceitas, late en el fondo de la analítica existenciaria.
La haecceitas, que en la escolástica señala la singularidad irreductible de lo
individual, es tematizada luego por Heidegger en términos del
ser-en-cadacaso-mio (Jemeinigkeit). El modo en que Escoto aborda este problema
en el contexto de la escolástica aristotélica se convirtió en un modelo para la
hermenéutica de la facticidad de Heidegger. El trabajo sobre Duns Escoto
responde, pues, a algo más que a un interés meramente erudito y académico.
Obedece a una concepción de la historia de la filosofía entendida como
aparición recurrente de problemas, antes que a una superación de errores
pasados en aras del progreso de la Verdad.* En este contexto merece la pena
recordar algunas de las palabras del currículo escrito de su puño y letra en
1915, donde se expresa con suma claridad la actitud filosófica del candidato a
la habilitación:
El estudio de Fichte y Hegel, el profundo análisis de la
obra de Rickert Límites de la formación de conceptos en las ciencias de la
naturaleza y las investigaciones de Dilthey tuvieron como consecuencia que mi
aversión por la historia, alimentada por mi predilección por las matemáticas,
se derrumbara por completo. Me di cuenta de que la filosofía no puede
orientarse unilateralmente ni según las matemáticas y las ciencias de la
naturaleza ni según la historia, pero que esta última, en su calidad de
historia del espíritu, puede enriquecer a los filósofos en un grado mayor sin
par. Este incipiente,
pero creciente interés histórico, me facilitó el estudio de
la filosofía medieval, absolutamente
necesario para un profundo conocimiento de la escolástica. Para mí, tal estudio
consistía no tanto en una descripción de las relaciones históricas entre los
diferentes pensadores como en una comprensión explicativa del contenido teórico
de su filosofía con los medios de la filosofía moderna. Así nació mi
investigación sobre la doctrina de las categorías y el significado de Duns
Escoto, que hizo madurar en mí el plan de una presentación global de la lógica
y la psicología medievales a la luz de la fenomenología
moderna.*
Desde una óptica fenomenológica, la escolástica medieval y
su doctrina de la intencionalidad plasman una fenomenología noemáticamente
orientada hacia los actos psíquicos del sujeto humano. Así, por ejemplo, en
Duns Escoto puede encontrarse la distinción fenomenológica entre una prima
intentio, similar a la actitud naturalista centrada en los objetos de las
percepciones y los pensamientos, y una secunda intentio, que fija la atención
sobre el contenido mismo de esas percepciones y representaciones. Mientras que
el neokantismo y la fenomenología se veían obligados a liberar la filosofía del
moderno subjetivismo para lograr un regreso a las cosas mismas, la escolástica
ya se encontraba en medio de las cosas. La metafísica de Duns Escoto y la
filosofía del lenguaje de Thomas von Erfurt asumen que las categorías están
enraizadas en las formas gramaticales del lenguaje cotidiano. El análisis
gramático descubre la estructura ontológica de la realidad histórica. Aquí es donde Heidegger
cree reencontrar el tema fenomenológico por excelencia: la intencionalidad y su
capacidad de acceder a la estructura preteorética del ser histórico.
Este hecho explica el interés heideggeriano por la gramática
especulativa medieval. Más allá de las condiciones impuestas por la beca
otorgada por la Olga und Constantin von Schaezler’sche Stiftung (fundación que
fomenta estudios relacionados con la obra y persona de Santo Tomás de Aquino)
para redactar una tesis de habilitación en los parámetros filosóficos del
tomismo, hay que prestar atención al verdadero problema de fondo.” El
epistolario entre Heidegger y Rickert muestra las motivaciones neokantianas del
escrito de habilitación. En 1914, Heidegger escribió a Rickert que el problema
de la realidad tenía que repensarse a fondo, esto es, la filosofía tiene que
superar el realismo ingenuo y el idealismo subjetivo.* Tanto el realismo como
el idealismo están determinados por la dicotomía sujeto-objeto. El acto de
repensar el problema de la realidad permite recuperar el significado ontológico
de la intencionalidad. El concepto de intencionalidad rechaza las posturas
extremas del realismo e idealismo. El objeto no existe fuera del sujeto, pero
tampoco es una simple proyecciön del sujeto. El objeto estä en el interior del
sujeto y el sujeto estä en el interior del objeto. La intencionalidad no es ni
subjetivista ni objetivista; mäs bien expresa la correlaciön entre sujeto y
objeto, entre yo y mundo. La relaciön entre sujeto y objeto estä contenida en
el concepto escotista ens in anima:
[...] la expresión [ens in anima] sólo puede indicar lo que
hoy en dia se llama “sentido noemático”; la intencionalidad como correlato de
la conciencia es inseparable de la conciencia. El «in» designa la peculiar
naturaleza de la conciencia intencional, el entrelazamiento de
todo lo valorativo y significativo con la vida espiritual.”
La tesis de habilitación arranca con el análisis de aquellas
categorías fundamentales que nos permiten aprehender primariamente la realidad.
En el esquema de Duns Escoto, se trata de una metaphysica generalis articulada
en torno a los trascendentia del ens, unum, verum y bonum. Pero entre estas
categorías hay una que sobresale por encima del resto: el ens logicum. A la luz
de esta categoría, determinamos e iluminamos cualquier ente particular en
cuanto ente, en cuanto objeto presente a nosotros. En un lenguaje henchido de
resonancias transcendentales, Heidegger interpreta el ens en términos de la
objetividad de los objetos de experiencia:
[...] primum objectum est ens ut commune omnibus. Este ens está dado en
todo objeto de conocimiento [...]. Ens no significa otra cosa que la
condición de posibilidad del conocimiento de los objetos en
general.”
Los restantes trascendentia, que también ejercen de
condiciones universales de posibilidad de la experiencia de los objetos, son
convertibles con el ens. Éste representa la «categoría de las categorías», el
«elemento primario», la «categoría primaria» (Urkategorie)>* Las restantes
categorías aparecen en el horizonte luminoso del ens. Todo lo que puede ser
pensado está contenido en el ens logicum: ideas e impresiones sensibles,
sentimientos y pensamientos, es decir, el todo de nuestra vida. El ens logicum
es un transcendens, un concepto trans-categorial, «el mundo del sentido» en el
que vivimos y en el que tenemos nuestro ser, el ámbito de la copertenencia
originaria de sujeto y mundo.” El ser no es una categoría como la de sustancia
y accidente. Cada sustancia y cada accidente presuponen el ser.
La metafísica de Duns Escoto ofrece una analítica del ens
logicum, un análisis del ser concebido como el concepto más cognoscible (maxime
scibile). No se trata de un estudio de aquello que existe, sino de aquello que
hace posible la existencia de las cosas como tales. Duns Escoto rechaza la
distinctio realis de Tomás de Aquino, la diferencia real entre essentia y esse.
Para Escoto posibilidad y necesidad no son dos cosas distintas; simplemente
representan diferentes grados del ser. La posibilidad es más alta que la
realidad y el ente es siempre verdadero con respecto a su ser. Heidegger
interpreta la convertibilidad de ser y verdad, de ens y verum como la esencia
de la intencionalidad. Esto implica que el ser guarda una relación esencial con
el inte ecto, en última instancia con el intelecto divino. Para Heidegger, la
convertibilidad de ens y verum significa la donación originaria del ser para un
sujeto. El verum es una propiedad de todo objeto de conocimiento. La verdad
expresa la unidad indisoluble de sujeto y objeto. La proposicional es una forma
limitada de verdad, es la de los hechos: una pequeña isla de verdad en el
océano de las posibilidades. La verdad proposicional se funda en la
transcendental, es decir, en la simple y evidente apertura del objeto. Los
escolásticos consideran que la convertibilidad de verum y ens es una indicación
de la relación entre el ser y el intelecto divino: ser es ser-para-Dios. La
realidad es un intentum para la intentio divina. Heidegger interpreta el verum
transcendens como indicación de la relación originaria entre el ser y el
intelecto humano. Aquí se manifiestan el genio y la fuerza interpretativa del
joven Heidegger. El ser resulta impensable fuera de su relación con el
intelecto; es por definición ens in anima. El ser es, por tanto, correlativo a
la existencia humana.
El ens logicum no es susceptible de ninguna determinación
última. De él sólo puede decirse que es. El ens logicum es un algo (Etwas)
sobre el que descansa toda ulterior apertura. Antes de que un ente se determine
como sustancia o accidente, como real o posible, se muestra como un ente
pensable. En una observación que recuerda a Lask, Heidegger describe el ens
logicum como un momento de claridad que hace todo comprensible. El ser es el
claro en cuyo interior pueden manifestarse todas las cosas. Sin un concepto
previo del ser no hay experiencia: «El hecho de que faltara este primer momento
de claridad no significaría que me hallara en la absoluta oscuridad; antes bien
habría de decir que no tengo en general ningún objeto, vivo ciego en la
oscuridad absoluta, no me puedo mover espiritualmente, el pensamiento se
paraliza» El ser no es algo con lo que tropezamos en nuestras experiencias,
sino un espacio luminoso de posibilidades. El ser real, el ser de los entes existentes,
presupone el ens logicum. El ens reale reduce la essentia a un aquí y ahora,
sólo representa una pequeña porción de lo cognoscible. El ens logicum muestra
la totalidad de nuestro vivir, es decir, lo abarca todo, no sólo los entes que
existen, sino también la negación, las posibilidades, las privaciones, nuestros
recuerdos y sueños, etcétera.
Heidegger hace especial hincapié en la importante distinción
entre ens reale y ens logicum y, sobre todo, en la posibilidad abierta por el
propio Escoto de pasar del ámbito de la realidad al del pensamiento. Según el
filósofo medieval, en nuestra actitud natural nos movemos en una prima intentio
dirigida hacia los objetos y no hacia el sentido noemático. No obstante, ese
sentido puede llegar a ser tematizado en una secunda intentio que permitiría
saltar del ens reale al ens logicum. Las palabras de Heidegger son elocuentes
al respecto:
En la vida natural, el pensar y el conocer nuestra
conciencia están orientados hacia los objetos reales de la realidad inmediata;
la escolástica describe esta actitud con la expresión «prima intentio». A
través de un peculiar cambio de perspectiva surge la posibilidad de dirigir el
pensamiento hacia su contenido propio, secunda intentio. Todo lo existente en
el mundo de los objetos metafísicos, físicos y psíquicos, así como los objetos
matemáticos y lógicos son aprehendidos en el ámbito de la secunda intentio.
Sólo en ese ámbito nos resultan cognoscibles los objetos. [...]. Duns Escoto
establece el dominio absoluto del sentido
lógico sobre todos los objetos mundanos conocidos.”
Sin embargo, la dicotomía ens reale y ens logicum vuelve a
colocarnos ante el incómodo dualismo de un fluctuante reino histórico de los
objetos espacio-temporales y un atemporal reino transcendental de la validez
lógica. Por una parte, ciencia y lógica pura; por otra, historicismo y
psicologismo. Pero Heidegger insiste en que nos hallamos ante dos niveles
ontológicos irreductibles que el filósofo debe separar con claridad. En este
sentido, señala que «[...] por muy estrecha que sea la conexión entre
proposición y sentido, entre palabra y significado, nos hallamos ante dos
ámbitos de realidad diferentes. Los elementos lingüísticos se perciben por los
sentidos de forma visual, acústica o motora; pertenecen al mundo de la
existencia real, tienen duración en el tiempo. Significado y sentido, en
cambio, se substraen a cualquier percepción sensible y como tal no están
sujetos a cambio alguno». El mundo del sentido conquistado en esa secunda
intentio se mueve en un reino de validez absoluta diferente al de la cambiante
realidad empírica. La refutación del psicologismo ya evidenció la oposición
entre lo lógico y lo psíquico. «El ens logicum —recalca Heidegger— se ha
mostrado como un mundo propio frente al ens reale.»? En este contexto de
crítica al psicologismo, como ya se indicó en el apartado anterior, el joven
Heidegger toma partido por la lógica y critica con severidad toda epistemología
de signo relativista: «[...] precisamente la primacía absoluta de la validez lógica
frente a todas las teorías psicológicas, fisiológicas y económico-pragmáticas
del conocimiento garantiza de modo absoluto e irrevocable la objetividad». El
resultado final que arroja la doctrina de las categorías es que la verdad
matemätica y la verdad lógica son esferas independientes que no pueden
reducirse a ninguna de las categorías naturales de Aristóteles. La segunda
parte de la tesis de habilitación se concentra en el texto de la Grammatica
speculativa, en la que Heidegger ve un anticipo de la doctrina del significado
de Husserl. Saber la gra mática de una lengua es saber las reglas que permiten
hablarla correctamente. Pero los gramáticos del siglo x111 se dieron cuenta de
que cada gramática consta de dos series de problemas: unos, propios de la lengua
en cuestión (latín, griego, hebreo, árabe, etcétera); otros, comunes a todas
las lenguas, puesto que, a pesar de sus idiosincrasias, todas ellas realizan la
misma función: expresar, por medio de palabras, el contenido de un único
espíritu humano. La estructura de la razón impone al lenguaje determinadas
modalidades de expresión que las diversas lenguas deben respetar, pese a sus
diferencias particulares. La gramática especulativa tiene como objeto el
estudio de estas reglas universales que rigen la expresión verbal de todo
pensamiento humano, así como las modalidades de la significación de las ideas
con ayuda de las palabras. Los filósofos medievales del lenguaje sostenían que
todo lenguaje empírico obedece a ciertos principios gramaticales últimos. Unos
permiten ciertas proposiciones, otros las prohíben. Por ejemplo, no puede
completarse la expresión sincategoremática «pero» por medio de «entonces si
pero», mientras que sí resulta legítima y significativa la variante: «Es
inteligente pero orgulloso». «Entonces», «si», «pero» son expresiones que, en
el primer ejemplo, no se han ligado apropiadamente. En el caso de las
conjunciones, uno puede combinar un significado proposicional con otro, un
adjetivo con otro, pero no dos conjunciones entre sí. Es tarea de la doctrina
del significado salvaguardarnos de proposiciones sinsentido del tipo arriba
indicado y estipular las reglas de acuerdo con las cuales las expresiones
pueden juntarse formando plexos significativos.
La elaboración completa de todas las combinaciones posibles
y el estudio de las estructuras últimas del lenguaje constituyen el núcleo de
una gramática universal. Su tarea no consiste en hallar los rasgos empíricos
comunes a todas las gramáticas existentes, sino en formular los principios a
priori que regulan cualquier posible gramática. La grammatica speculativa
establece que el modo de significar (modus significandi) depende del modo de
entender (modus intelligendi) y éste, a su vez, del modo de ser (modus
essendi). La forma como el lenguaje significa algo halla su fuente inmediata en
el modo como el objeto es comprendido por el entendimiento y ambos tienen su
raíz y su fundamento en la manera de ser del mismo objeto. En las proposiciones
con sentido se produce entonces un tipo de estratificación que va de las
expresiones (modus significandi) a través del significado comprendido (modus
intelligendi) al ente que es intuido en el acto (modus essendi). En pocas
palabras, previamente ha de existir el ens al que el intellectus asigna un
significado que nos permite inteligirlo; pero para que el intelecto pueda
conceder un significado a la cosa precisa haberla comprendido de alguna manera.
Por consiguiente, el intelecto se alza en el elemento activo del conocimiento
mientras que las cosas revisten la propiedad pasiva de ser conocidas. He aquí
una forma de interpretar a Duns Escoto en concordancia con la teoría de la
expresión de Husserl, la cual confiere al sujeto una capacidad de donación de
sentido análoga al intelecto.
El joven Heideggger participa activamente del debate
neoescolástico en el marco de la llamada «disputa del modernismo» y en el
movimiento de renovación de la tradición católica medieval. Sin embargo, uno no
puede evitar preguntarse: ¿cuál es el motivo que llevó a la teología de
principios del siglo xx a interesarse por esta cuestión? En el ambiente
histórico e intelectual de la época flotaba la pregunta acerca del papel que
desempeña el sujeto pensante en su relación con el mundo, la sociedad, la
cultura y, en último término, con Dios. Podría argumentarse que el
antimodernismo católico se muestra contrario a las soluciones epistemológicas
propuestas por las teorías científicas y el psicologismo. En contra del
anonimato de la lógica (cuyos principios transcendentales se formulan sin tener
en cuenta al sujeto concreto y sus situaciones vitales) y en contra del
psicologismo (que confunde la validez lógica de los argumentos con procesos
psíquicos de evidencia), surge un renovado interés por las leyes estructurales
del lenguaje de las que todo sujeto participa en cuanto hablante de una
comunidad. Si se toma como punto de referencia una gramática especulativa en
lugar de una lógica transcendental, entonces pasamos de un «yo pienso» anónimo
a un «yo actúo» concreto y miembro de una comunidad de lenguaje igualmente
concreta. Esto supone comprender la razón desde su anclaje histórico. He ahí la
verdadera enseñanza que extrae el joven Heidegger de su estudio sobre Duns
Escoto. En ese pensador medieval, pues, se encontraría un segundo aspecto
fundamental para el pensamiento heideggeriano: la capacidad del ser humano de
desenvolverse práctica y libremente con las categorías universales. El sujeto
epistemológico del neokantismo, que por definición es ahistórico y atemporal,
no puede ignorar por más tiempo la textura histórica de la que está compuesto,
precisa ser vivificado y plenificado por el sustrato vivencial que determina en
cada caso su existencia. Las categorías, incluso las categorías últimas de los
trascendentia, no son simples formas inertes, sino que el ser humano hace un
uso práctico de ellas. Aquí resulta de importancia capital el principio de la
determinación material de la forma de Lask, que permite tomar conciencia de ese
nivel antepredicativo, de ese fondo de significación que sustenta la vida y
posibilita la aprehensión de las cosas en cuanto tal.
El horizonte translögico del juicio: Lask y el principio de
la determinación material de la forma
En la historia de la filosofía, la obra de Emil Lask se
encuentra a la sombra de neokantianos de la talla de Herrmann Cohen, Heinrich
Rickert, Wilhelm Windelband y Ernst Cassirer. Con todo, Heidegger reconoce
explícitamente su importancia en diversos momentos de su vida.“ El problema que
une a ambos pensadores es el de cómo aprehender la multiplicidad de lo dado en
la unidad del pensamiento. Dicho de otro modo, ¿cómo pasar de la
indeterminación de la materia a la determinación de la forma?“ Un tema
recurrente para todos aquellos filósofos que, en su regreso a Kant, pretendían zafarse de las
redes del irracionalismo imperante en la filosofía de mediados del siglo xıx.
En este sentido, la postura de Lask resulta tremendamente sugestiva y
proporciona a Heidegger una vía de solución a la cuestión de la validez y de la
fundamentación de la lógica.* Como comenta Heidegger en la conclusión redactada
con motivo de la publicación de su tesis de habilitación, «[...] no puede verse
la lógica y sus problemas en su justa dimensión sin tener en cuenta el contexto
translógico en el que se originan». En una carta de 1917 dirigida a Rickert, se
afirma que la lógica pura «es un extremo, un enmascaramiento violento del
espíritu vivo».9 No se trata, por tanto, de rehabilitar una lógica
transcendental; antes bien, de reconocer la posibilidad de la filosofía en
cuanto tal, en concreto, su capacidad de aprehender un fenómeno tan rico y
diverso como la vida.
Desde esta perspectiva se comprende mejor el motivo que
llevó al joven Heidegger a defender un tipo de realismo crítico como el de
Oswald Kiilpe y a acusar las posiciones idealistas defendidas desde Berkeley de
alejarse cada vez más de la realidad.“ Asimismo, tiene que hacerse frente a las
críticas de irracionalismo que recibe el llamado vitalismo de la época. A
diferencia de la tendencia académica al uso, Emil Lask no equipara irracionalismo
con lo simplemente no-racional, con lo a-lógico sin más. En su libro Die Logik
der Philosophie und die Kategorienlehre [La lógica de la filosofía y la
doctrina de las categorías], publicado en 1911, «irracionalidad» es sinónimo de
impenetrabilidad, de incapacidad de una completa aprehensión racional de la
realidad, de imposibilidad de una racionalización total y transparente del
ser.” Para Lask, la relación entre forma y materia se caracteriza por el hecho
de que la forma abraza la materia y la reviste de lucidez teórica, la dota de
significado para nuestro entendimiento. Las cosas pueden ser aprehendidas por
medio de formas racionales, pero éstas no agotan su realidad ni pueden
explicarlas por completo. En la realidad individual, empírica y, por ende,
histórica de las cosas, hay un resto de contingencia e irracionalidad que se
resiste a cualquier intento de universalización. Este sustrato primario de la
realidad es la precondición necesaria de toda actividad, ora teórica y
abstracta ora histórica y práctica. Eso explica el rechazo laskiano de
cualquier tipo de hegelianismo
que reduzca todo lo real y particular a lo racional y
universal.
El núcleo de la tesis de habilitación, como ya se ha
mencionado, gira en torno al debate realismo-idealismo que domina las
discusiones neokantianas del momento. Oficialmente, Heidegger trabajaba bajo la
tutela académica de Rickert, a quien dedicó su habilitación. En los seminarios
de éste, tuvo conocimiento de Emil Lask, quien intentaba conciliar a Rickert y
Husserl a través de una relectura de Aristóteles. En contra de la
interpretación psicologista de Kant, Lask argumentaba que las formas no son
puras estructuras a priori. Vivimos en las formas como en un contexto que nos
envuelve:
¿Qué es objetualidad, ser, realidad, existencia sino una
particular conformidad objetiva que se las tiene que ver con los contenidos
alógicos sensibles? No son otra cosa que una compacta envoltura
protectora que recubre lo alógico con una costra lógica.9?
En opinión de Lask, el apriorismo kantiano olvida un momento
fenoménico fundamental: la comprensión preteorética de lo dado. El hecho de que
la forma sea un «momento de claridad» significa que la comprensión no depende
del sujeto. La forma ilumina algo que ya está ahí. Cada forma está incrustada
en una estructura preteoréticamente
comprensible que tiene su origen en la vida histórica concreta. La materia, por
tanto, pertenece a la forma, la cual no puede ser pensada sin el correlato de
la materia. Esta originaria estructura pre-teorética es comprendida en el
primer acto del intelecto a través de lo que Lask y Husserl llaman «intuición
categorial». Lo pre-teorético no es subjetivo. Se trata de un «algo
antepredicativo» (vorprädikatives Etwas), de un ámbito de experiencia
originariamente dado que se presupone en cualquier acto de pensamiento. La
facticidad, por tanto, es una estructura que no puede aprehenderse de forma
teorética. La verdad originaria se abre primariamente en la intuición
categorial. Pensamos en la esfera de la comprensión preteorética o, dicho en
otras palabras, ya siempre vivimos en un horizonte de significaciones.
Lask critica el carácter estático del idealismo por ignorar
la intrínseca historicidad del conocimiento humano y de sus categorías. Por
ejemplo, frente a la universalidad abstracta de las normas jurídicas, la
investigación filosófica no puede perder de vista la realidad irreductible de
lo individual. El conocimiento filosöfico se abre paso a la vida y su capacidad
de apresar categorialmente el mundo. Lask se coloca así un peldaño por encima
de la lógica y se pregunta por el nivel de validez de las mismas categorías
lógicas del pensamiento. ¿Cuál es la categoría de las categorías, la forma de
las formas? ¿Quizá la vida humana? Resulta evidente que las filosofías de la
vida de Georg Simmel y Wilhelm Dilthey, así como el vitalismo de Friedrich
Nietzsche y el exis tencialismo de Seren Kierkegaard impregnan el ambiente
intelectual del momento, pero en el neokantiano Emil Lask no encontramos signos
neorrománticos ni poetizantes. Según él, en toda la ontología occidental las
categorías —esto es, los conceptos fundamentales con los que se ha tratado de
interpretar la relación del hombre con el mundo, con sus semejantes y consigo
mismo— sirven para pensar y articular la esfera sensible. Lask, en cambio,
opina que la tarea de una doctrina de las categorías también debe extenderse a
la esfera suprasensible; es decir, todo aquello que distingue al mundo humano
de la simple experiencia. Y este plan de reconstrucción de la metafísica le va
a Heidegger como anillo al dedo. Lask, al igual que Heidegger en su
habilitación, también remite a la famosa expresión de Duns Escoto «fides non
est habitus speculativus, sed practica». Esto significa que las preguntas
fundamentales acerca de la vida humana no se deducen teóricamente a partir de
la existencia de un ser objetivo, sino que obedecen a la propia actividad
vital, al movimiento intrínseco de la vida misma. Este planteamiento despierta
de inmediato las simpatías de Heidegger, al igual que las reflexiones de
Rickert en torno a la naturaleza de la historia.
Según Rickert, la historia tiene su propia lógica y es tarea
de la filosofía establecer sus condiciones generales de posibilidad. Su escrito
Die Grenzen der naturwissenschaftlichen Begriffsbildung. Eine logische
Einleitung in die historischen Wissenschaften [Los límites de la formación
científico-natural de los conceptos. Una introducción lógica en las ciencias
históricas], publicado en 1905, elogiado por Heidegger, pretende, por una
parte, delimitar la primacía exclusiva de las ciencias naturales y, por otra,
mostrar que la historia representa una forma de saber genuina y propia. De
entrada, las ciencias naturales se encuentran ante un límite objetivo, ante un
ámbito al que no pueden acceder: «[...] la irrepetible realidad empírica misma,
tal como es vivida sensiblemente de
manera inmediata en su evidencia y en su individualidad».” Todas las ciencias,
es decir, tanto las naturales como las históricas, tienen por objeto el
conocimiento de la realidad. Rickert no comprende las ciencias inmanentemente
como un sistema semántico cerrado que obedece a sus propias reglas de
funcionamiento, sino como medios para lograr un conocimiento de la realidad. La
diferencia entre un tipo de ciencia y otro radica básicamente en el modo de
acceso a la realidad. Las ciencias naturales reducen la diversidad de la
realidad a un continuo homogéneo, es decir, simplifican la realidad para poder
establecer las reglas y las leyes de funcionamiento de las cosas con ayuda del
modelo de conocimiento matemático. Ahora bien, la realidad es un continuo
heterogéneo, que encierra en sí mismo infinitas formas de manifestación que
escapan a la determinación científica. Mientras que las operaciones matemáticas
se rigen por leyes lógicas, la realidad se presenta en cada caso de manera
diferente, por lo que nunca sabemos cuántos elementos novedosos y desconocidos
nos deparará. La realidad es un ámbito que se caracteriza esencialmente por la
posibilidad de ser y comportarse siempre de manera diferente.”? La realidad
puede comprenderse en sí tanto desde el punto vista de las ciencias naturales
como desde el de las ciencias históricas:
[...] la realidad empírica se convierte en naturaleza cuando
la observamos con respecto a lo universal y se convierte en historia cuando
la observamos con respecto a lo individual.
En este sentido, las ciencias naturales aplican el método de
la generalización, mientras que las históricas recurren al método de la
individualización. El análisis de Rickert permite sugerir un primado de lo
histórico que invierte el tradicional primado concedido a lo teórico. Heidegger
celebra este cambio de perspectiva y el subsiguiente reconocimiento de la
independencia de la esfera de lo histórico, si bien alerta del peligro de
reducir la historia a una visión del mundo.”
Este cambio de perspectiva se hace especialmente relevante
en el escrito de habilitación, en el que se abandona cualquier intento de
elaborar una teoría de la ciencia. La realidad de la misma ya no es la realidad
primera; tan sólo es una realidad junto a otras. Heidegger distingue cuatro
ámbitos de realidad: la realidad metafisica y la natural (que comprende lo
físico y lo psíquico), por una parte, y la realidad matemática y la lógica, por
otra. La discusión de fondo gira en
torno a cómo debe comprenderse lo lógico. A juicio de Heidegger, «el momento
característico del ámbito lógico es la intencionalidad».”? Esto significa que
lo lógico no se determina por relaciones internas que pueden establecerse entre
los contenidos y tampoco por la función cognoscitiva. Originariamente, partimos
de la simple donación de lo dado. Heidegger ilustra esto de la mano de Duns
Escoto: «Lo que es objeto, se halla en cierta claridad, aun cuando tan sólo
sea, por decirlo así, en una claridad vaga e imprecisa». Aquí es posible
instaurar sin mayores problemas una conexión con el concepto del estado de
abierto del Dasein en Ser y tiempo. Lo lógico, como se señala en alusión a
Lask, se funda en algo que en sí mismo no es lógico; en otras palabras, lo
lógico remite a algo extralógico.
Este punto es destacado sobremanera por Emil Lask en sus dos
principales escritos: Die Logik der Philosophie und die Kategorienlehre [La
lógica de la filosofía y la doctrina de las categorías], de 1911 y Die Lehre
vom Urteil [La doctrina del juicio], de 1912. La validez es el modo de ser
propio del contenido lógico, el fundamento de la posibilidad del pensamiento,
el horizonte significativo presupuesto en cada determinación ontológica: «El
valer es la esfera en la que tengo que vivir como sujeto actual para tener
conocimiento de algo. [...] Yo conozco y sólo puedo conocer la realidad en y a
través de lo válido. Y sólo aquello de lo que sé resulta en alguna forma real
para mí». Pero esa validez no se realiza en sí misma, pues precisa una
plenificación (Erfüllung): «No hay ningún valer que no sea un valer relativo a,
un valer con respecto a, un valer hacia».”* La expresión «validez hacia» (Hin geltung)
implica el hecho de que el elemento lógico se funda en un horizonte
translógico. Dicho en otros términos, las formas precisan ser plenificadas por
la materia. La materia no sólo es lo fundante, sino que también es el momento
que determina el significado: el sentido de las formas remite de forma primaria
al material, esto es, no se explica o se establece dialécticamente por la
relación con otras formas.”? Aquí es donde cobra especial relevancia el
principio de la determinación material de la forma formulado por Lask.
En el temprano artículo «Nuevas investigaciones sobre
lógica» (1912), se encuentra una primera alusión directa a la figura de Lask,
mediador entre Rickert y Husserl. Heidegger se interesa aquí por la diferencia
ontológica entre el existir (Existieren) y el valer (Gelten): «[...] la
doctrina de las categorías de Lask se propone abarcar todo lo pensable con sus
dos hemisferios de lo ente y lo válido».* Las categorías aristotélicas no
agotan la totalidad de las categorías existentes, pues tan sólo hacen
referencia a un cierto dominio de la realidad.* Lejos de aplicarse a cualquier
objeto de conocimiento, las categorías tradicionales se circunscriben exclusivamente
al ámbito de la naturaleza, tal como ya había observado Duns Escoto.* La
doctrina clásica de las categorías es ciega ante otras esferas de realidad
diferentes a la natural. Las categorías no pueden deducirse por abstracción, ni
establecerse de manera analógica por referencia a una instancia metafísica
última. Sólo pueden ser descubiertas fenomenológicamente.** Una aproximación
fenomenológica permite mostrar un tercer tipo de realidad. Además de la
realidad psicofísica sensible y la realidad metafísica suprasensible, se halla
el ámbito de validez de los juicios: «junto al "es" se da un “es
válido”: el sentido, el factor idéntico y constante en el juicio que permanece
irrevocable».** Heidegger comparte el proyecto laskiano de expandir la doctrina
de las categorías para dar cabida a otros dominios de realidad como, por
ejemplo, la historia y el arte, sin suprimirlos ni reducirlos a otros dominios
como en el caso del naturalismo y psicologismo. El conocimiento que aportan las
ciencias empíricas es incompleto y precisa de una fundamentación ontológica
ulterior.
En el contexto de esta expansión de la doctrina de las
categorías, que pretende abarcar todo lo que pueda ser pensado, Heidegger entra
en un fructífero diálogo filosófico con Lask. Una vez que Kant ha establecido
las categorías válidas para el conocimiento de la realidad natural, se trata de
explorar las categorías del conocimiento filosófico mismo. Lask considera este
asunto de vital importancia para la filosofía.” Si los diferentes dominios de conocimiento
—como el arte, la literatura o la historia— obedecen a lógicas propias,
entonces habrá que encontrar una lógica primaria que las unifique y diferencie.
«La lógica —afirma Hei degger en boca de Lask- precisa categorías propias. Ha
de existir una lógica de la lógica».* La filosofía se transforma así en una
ciencia originaria que analiza la naturaleza de las categorías, situándose en
un nivel precognitivo en el que las formas puras se presentan a sí mismas como
dadas.
¿Cuál es entonces la «categoría de las categorías», la
última y más alta forma detrás de la cual ya no podemos interrogar más? Entre
los neokantianos que se dedicaron al estudio de categorías como la identidad,
la diferencia, la unidad y la multiplicidad destaca Lask, quien presta una especial
atención al «se da», al «hay» (es gibt): la forma más elevada y pura creada por
la subjetividad, pero al mismo tiempo la más vacía e indeterminada.*” Heidegger
conecta esta cuestión con una de las trascendentia medievales: el ens. El «ens
commune ut maxime scibile» es el «algo en general, condición de posibilidad del
conocimiento de cualquier objeto». Todo ens es al mismo tiempo uno consigo
mismo y diferente de cualquier otro. Por ello, todo objeto representa una
relación de identidad y diferencia que hace que lo simple y lo múltiple se den
co-originariamente como la mínima determinación necesaria para poder aprehender
cualquier objeto. Desde el puro objeto lógico hasta la cosa más simple nunca
aparecen aislados en este nivel primario de predonación objetiva; en sí mismos
siempre manifiestan una relación. Por ejemplo, la llana proposición «ens est»
implica una relación lógica. El nombre ens es co-originario del estado de cosas
del esse: «[...] todo objeto encierra un nexo relacional, incluso si sólo es
cuestión de ser idéntico consigo mismo y
diferente de otro»?? El unum que se predica de todo ens no añade nada nuevo al
objeto. Simplemente, asigna una forma a cualquier objeto de la realidad. En
este primer nivel de determinación, el término «forma» es sinónimo de orden:
«[...] cuando afirmamos que la realidad empírica manifiesta una estructura
categorial particular, se dice que está formada, determinada, ordenada»?! El
«es» de un juicio deja de ser un predicado real, es decir, ya no significa
«existe». Ahora se transforma en un ens rationis o ens logicum para el que
Lotze y Lask encuentran la feliz expresión «ser válido para». Este nuevo ámbito
de lo válido cumple, además, una exigencia genuinamente kantiana: considerar la
validez del conocimiento con independencia de las condiciones subjetivas y
psicológicas en que se verifica.
¿Dónde se produce entonces la interconexión entre la esfera
del ser real y la esfera del significado ideal? ¿En qué se diferencia la
postura de Lask de la epistemología tradicional? En el hecho de que la
idealidad de la validez se da tan sólo en un contexto de significación. La
existencia previa de una realidad múltiple, heterogénea y fluctuante, esto es,
la existencia de un mundo compuesto de individuos, cada uno con su propia forma
de singularidad, es la que posibilita la aplicación de las categorías. Lask no
parte de las funciones transcendentales del entendimiento de la subjetividad,
sino del contenido objetivo y válido que precede a toda actividad cognoscente.
Resulta impensable que la forma pueda existir aparte (Aristóteles) o ser
impuesta a lo material por el pensamiento (Kant). Antes bien, si existe una
pluralidad de formas (Lask), entonces el principio de individuación debe
residir en la materia misma. Ésta es la idea central del principio de la determinación material de la forma
formulado por Lask, por el que ningún objeto puede ser reducido a mero concepto
lógico. Conocemos la materia del pensamiento a través de la forma en que se nos
presenta. Está arropada por la forma. Ésta es inmediatamente experimentada,
aunque no conocida. Vivimos en categorías como en un contexto que simplemente
apercibimos como iluminación. La forma determina los objetos y así también el
orden en el que éstos encuentran su lugar en el mundo. Lask sostiene que no es
nada más que una conformidad particular con lo material, aporta cierto
ordenamiento a las cosas, arroja un momento de claridad sobre los objetos. Por
tanto, la forma no es un principio metafísico, sino uno de inteligibilidad. La
novedad del planteamiento laskiano, como reconoce Heidegger, consiste en
aplicar el principio husserliano de la correlación interna de forma y materia.
Ambos elementos responden a la pura relacionalidad, es decir, muestran la
tendencia de la forma hacia la realidad efectiva de las cosas, expresan lo que
Lask también denomina «relación originaria» entre validez y ser.
Formas no son otra cosa que la expresión objetiva de los
diferentes modos en los que la conciencia está referida intencionalmente a los
objetos. Forma es un concepto correlativo; forma es forma de
una
materia.??
Las formas, por tanto, han de ser completadas, plenificadas
por la materia.
El principio de la determinaciön material de la forma
muestra que las categorias no tienen sentido sino en el correlato de la
intuiciön del objeto representado. Sin embargo, el isomorfismo que establece
Lask entre el sentido del juicio y el objeto real sólo es una condición
necesaria para el conocimiento, aunque no suficiente. Queda por resolver el
problema de cómo se produce ese isomorfismo. Heidegger adopta una perspectiva
fenomenológica y afirma que el conocimiento es fruto de una plenificación y no
de una comparación. La claridad lógica del objeto resulta ininteligible sin la
referencia al sujeto. La alusión a Husserl es crucial para la comprensión de la
conformidad entre juicio y objeto. El nóema, el contenido significativo de lo
dado, no es nada más que el objeto mismo aprehendido en la secunda intentio de
la reflexión, en la que la conciencia no está dirigida, como en la prima
intentio, hacia «el objeto real en su realidad inmediata, sino hacia su propio
contenido». La validez ya no es una categoría transcendental irreductible. Se
funda en la intencionalidad: «la intencionalidad es la categoría que define el
ámbito lógico», esto es, «el momento que determina el orden y caracteriza el
ámbito de la lógica».?
Ahora bien, ¿cómo se produce esa conexión entre el sujeto y
el objeto, el conocimiento y su objeto? La lógica medieval no logró ofrecer una
explicación satisfactoria a este interrogante, pues carece de un concepto
preciso de sujeto. La lógica contemporánea, representada por el realismo
crítico de Külpe y el idealismo transcendental neokantiano, tampoco parece
estar en disposición de clarificar esa conexión. El realismo crítico distingue
entre conceptos empíricos y puros del conocimiento y mantiene que estos
últimos, las categorías, nos permiten predicar algo verdadero sobre el objeto
mismo dado. Heidegger objeta que en la argumentación de Külpe «[...] los
objetos reales que han de ser determinados por el conocimiento no están como
tales simplemente dados a la conciencia, presentes en la percepción, sino que
ya han sido con anterioridad tamizados por el filtro del conocimiento
científico»?6 Éste es precisamente el supuesto del idealismo de la escuela de
Marburgo: el objeto de conocimiento sólo nos es dado en el juicio lógico
válido. El problema que detecta Heidegger en estos defensores de la estética
transcendental kantiana es que no «incorporan de forma orgánica el principio de
la determinación material de la forma a sus posiciones».” Con ello se mueven en
el terreno de una interpretación psicologista de Kant que desvincula la esfera
noética de su correspondiente correlato noemático. Pero, como recalca
Heidegger, si lo material está dado antes que nada a una conciencia
precategorial, entonces una reconstrucción formal del pensamiento objetivamente
válido pasa por alto el único ámbito dentro del cual puede hallarse el origen
de las categorías: la inteligibilidad preteorética constitutiva de la propia
vida. Es cierto que Lask consigue superar las insuficiencias de realistas e
idealistas, pero deja sin resolver el asunto de cómo la materia determina la
forma.”
La teoría del conocimiento de corte kantiano considera que
la forma es el elemento activo que determina la materia. Ahora, en cambio, ha
de retrocederse del orden del conocimiento al orden del ser, esto es, al orden
en el que la conciencia se encuentra con los objetos. En contraposición al
panlogismo de Hegel, las formas individuales no están unidas por relaciones
lógicas recíprocas. Se encuentran delante de nosotros sumidas en un continuo
heterogéneo, en una multiplicidad irreductible; en definitiva, participan de
una realidad que se despliega como un fondo inagotable de posibilidades. En nuestro
contacto con esa factici dad bruta de las cosas individuales sölo podemos
aceptar su orden a-lógico de existencia y resignarnos a los límites de la razón
humana. El joven Heidegger ilustra el momento de ese encuentro fáctico entre la
existencia de una cosa y el conocimiento a partir de la contraposición de la
simplex apprehensio y el judicium:
[...] la verdad de la «simplex apprehensio», el tener
simplemente un objeto, no encuentra su contrario en la falsedad, sino en el
no-conocer, en el no ser consciente de. Pero en cierto sentido representarse
algo sólo puede llamarse «falso», si ya se ha aprehendido el objeto
bajo algún tipo de determinación.”
Heidegger está apelando al nivel antepredicativo,
prejudicativo de lo directamente dado a la conciencia y que, por tanto, es
anterior a la oposición de juicios falsos o verdaderos. Haciéndose eco de la
Investigación Sexta de Husserl, afirma que «vivimos en la verdad», que nos
movemos en el seno de la intencionalidad «orientados hacia el objeto mismo en
el reino noemático».% Éste es el verdadero principio universal de realidad: el
de la determinación material de la forma. Dicta que toda forma particular de
significación se retrotrae a la realidad de lo dado: «[...] bajo la guía de lo
dado (modus essendi) -concluye Heidegger— que nos es dado como conocido (modus
intelligendi) se alcanzan las formas de significado (modus
significandi)»." ¿Qué es entonces la realidad? «El modus essendi es todo
aquello que puede ser experimentado y vivido en general; en un sentido
absoluto, todo aquello opuesto a la conciencia, la robusta realidad que se
resiste a ser sometida a la conciencia y que nunca puede dejarse a un lado.»'
Por último, ¿cuál es la naturaleza de la experiencia
inmediata que se corresponde con lo dado inmediatamente? Para los medievales
esa facticidad última todavía remite a la providencia divina que así ha
dispuesto la realidad. Esto implica que «el modus essendi es una realidad
empírica dada inmediatamente sub ratione existentiae. Pero se produce aquí algo
muy significativo y merece la pena tenerlo en cuenta: Duns Escoto caracteriza
esa realidad empírica como algo situado bajo una “ratio”, un punto de vista,
una forma, un nexo intencional». En otras palabras, la experiencia inmediata de
la realidad, con independencia de su interpretación teológica, encierra una
experiencia categorial o, si se prefiere la expresión husserliana, remite a una
intuición categorial que reposa sobre algo preteorético en lo que simplemente
vivimos antes de todo pensar sobre la realidad misma. Habitamos de manera
atemática y prerreflexiva en la dimensión del significado. Sólo podemos conocer
los objetos porque ya nos movemos en cierto nivel de comprensión de la
realidad, en cierta familiaridad con la forma lógica: «[...] las entidades de
cualquier tipo sólo se puedan dar en y a través de un contexto de significado
de carácter válido».%
Heidegger retoma de Lask la idea de una absorción
preteorética y prerreflexiva en un mundo previamente comprendido, aunque sólo
sea de forma atemática:
[...] lo que siempre se conoce, aquello sobre lo que también
se emiten juicios, pertenece al ámbito del sentido; sólo en él se puede conocer
y juzgar. Unicamente en cuanto vivo en la validez puedo tener conocimiento de
lo existente.
Vivir en un ämbito de validez equivale, en el lenguaje de
Ser y tiempo, a poseer una comprensión preontológica de la realidad. Gran parte
de la discusión filosófica de los primeros cursos de Friburgo se centra
precisamente en la primacía de la esfera preteorética y, como se afirma en el
semestre de posguerra de 1919, «Lask parece haber sido el único a quien le
inquietó el problema de lo teorético». 6 Pero ya en el capítulo de conclusiones
de la tesis de habilitación se señala que «en el reino de las formaciones del
espíritu vivo la actitud teóretica sólo es una más entre muchas otras». La
pregunta por lo preteorético no sólo remite a un modo de existencia primario de
la vida humana, sino que también se relaciona con la idea laskiana de que las
formas lógicas se fundan en un horizonte de sentido previamente abierto, de que
las formas sirven para aprehender el ámbito de la experiencia inmediata de la
vida de una manera similar a como los indicadores formales articulan los modos
de ser del Dasein. En resumen, la idea de una vida preteorética inmersa en una
corriente significativa y el principio de la determinación material de la forma
permiten al joven Heidegger trazar el puente hacia la facticidad de la vida
humana y romper así con la primacía concedida al sujeto de conocimiento.
2.3 Del sujeto epistemológico a la vida humana
Desde la perspectiva que nos ofrece la publicación de la
obra temprana, el camino que recorre el joven Heidegger desde su tesis doctoral
Die Lehre vom Urteil im Psychologismus [La doctrina de juicio en el
psicologismo], de 1913, hasta la publicación de Ser y tiempo, en 1927, se presenta
como un intento de conciliar las llamadas corrientes vitalistas, historicistas
y existencialistas con el ideal husserliano de una filosofía como ciencia
estricta. Educado inicialmente en parámetros escolásticos, si bien atento a la
producción filosófica contemporánea representada por el neokantismo y la
fenomenología, Heidegger empieza a esbozar un programa de renovación de la
tradición metafísica al hilo de una elaboración explícita de la pregunta por el
ser de la vida humana. Precisamente ése es el tema que lo ocupará de forma
intensa durante los primeros años de docencia en Friburgo a partir de 1919. En
las lecciones de ese período, irá concretándose el proyecto de una
fenomenología de la vida fáctica como plataforma desde la que plantear la pregunta
por el sentido del ser. Para ello la lógica pura y la teoría del conocimiento,
aunque herramientas indispensables en una fase preparatoria, resultan por sí
mismas estériles en cuanto convierten la actitud teorética en la actitud
filosófica por excelencia.'% Heidegger rechaza frontalmente esta injustificada
primacía de la teoría en detrimento de la realidad inmediata de la vida.
Asimismo, contraria a las tendencias relativistas de pensadores como Nietzsche,
Dilthey y Kierkegaard, que en su defensa a ultranza de la existencia humana
rechazan todo pensamiento sistemático, la interpretación heideggeriana del
fenómeno de la vida fáctica e histórica se convierte en el punto de partida
para una fundamentación de la lógica y una renovación de la metafísica.
¿En qué consiste la fundamentación filosófica de la lógica?
En la búsqueda de sus condiciones de posibilidad. Los juicios lógicos, como se
ha mostrado con anterioridad, presuponen una experiencia prelógica y
precomprensiva de los objetos que está ligada íntimamente al modo como vivimos
y nos relacionamos con las cosas y las situaciones de nuestro mundo: No puede verse la lógica y sus problemas en
su justa dimensión sin tener en cuenta el contexto translógico en el que se
originan. A la larga, la filosofía no puede prescindir de la óptica que le es
propia y, por
lo tanto, de la metafísica.”
En el importante epílogo programático que acompaña a la
publicación del escrito de habilitación sobre Duns Escoto, la validez objetiva
de las categorías se funda en la vida de la conciencia, la cual se caracteriza
por la temporalidad y la historicidad.'* No se trata, evidentemente, de un
retorno al psicologismo. La subjetividad que entra aquí en juego no omite la
validez de las categorías. Se busca, más bien, poner en relación la
historicidad de la vida humana y la validez intemporal de la lógica. El
problema aquí esbozado excluye, empero, una solución estrictamente
transcendental que considere las categorías puras funciones del pensamiento.
Los clásicos sistemas categoriales son ciegos ante el fenómeno de la vida. A
juicio de Heidegger, hay que insertarlos en los nexos significativos de la vida
inmediata del sujeto en correlación intencional con sus objetos. Como señala el
texto arriba citado, los problemas lógicos de las categorías y de los juicios
tienen que encuadrarse en el contexto translógico de la existencia histórica
del espíritu humano.
La verdadera esencia del sujeto es histórica. Las categorías
ya no se pueden deducir a partir de una pura conciencia transcendental. La
lógica se funda en una apertura previa del mundo a la que se accede desde el
sustrato vivencial y extralógico de la vida fáctica; esto es, no es dada a un
sujeto cognoscente, sino a un ente que se ocupa del mundo. A partir de ese
momento el sentido del juicio de la lógica pasará por una hermenéutica de esa
vida fáctica (como la que el joven Heidegger empieza a elaborar a partir de
1919). Una lectura a fondo de Escoto permite pensar en una posible solución al
problema de las categorías y del significado por medio de cierta teoría de la
subjetividad y de sus nexos inmanentes de significado. Heidegger subraya que
toda aproximación puramente formal al problema de las categorías está condenada
al fracaso si no tiene en cuenta la cultura y el contexto histórico en que se
emplean tales categorías. "Tomando como punto de referencia a Hegel,
Heidegger habla ahora del «espíritu vivo» (lebendiger Geist), el cual da cabida
a las diferentes expresiones teóricas, prácticas y estéticas del espíritu
humano:
[...] el espíritu vivo es como tal esencialmente un espíritu
histórico en el sentido más amplio del término. |...) El espíritu sólo se
comprende cuando en
él se congrega la totalidad de sus producciones, esto es, su
historia."
El espíritu vivo es la instancia que en último término da
sentido a la realidad y que, además, genera los acontecimientos históricos que
investigan las ciencias correspondientes. Asimismo, en la medida en que ese
espíritu es temporal, vemos cómo el elemento histórico cobra por primera vez en
el pensamiento del joven Heidegger un primado absoluto frente a la
universalidad otorgada tradicionalmente a la lógica. La lógica es un modo de
aprehender los contenidos que se generan en la vida fáctica misma, es decir, la
lógica se retrotrae en último término a la vida material. Ahora bien, al
comprender el espíritu vivo como lo absolutamente primero hay que mostrar la
génesis de todos los restantes ámbitos a partir de él. Heidegger es consciente
de esta problemática cuando escribe: «La categoría es la determinación más
universal del objeto. Objeto y objetualidad sólo tienen sentido como tales para
un sujeto».''? Estas palabras muestran
la fundamental correlación de sujeto y objeto: no sólo están unidos como dos
momentos necesarios del conocimiento, sino que también se determinan
recíprocamente. Heidegger retoma la formulación de Rickert y señala que el
«objeto del conocimiento» se relaciona con un «conocimiento del objeto».'*? Hay
que pensar en un espíritu que en la «totalidad de sus producciones» remita
esencialmente a los objetos, pero también cabe admitir un concepto de objeto al
que pertenece una determinación espiritual. En definitiva, el espíritu vivo es
una forma genuina y propia de aprehensión de la realidad, encarna —por decirlo
así— una lógica de la vida que se desarrolla en términos de una articulación de
las realizaciones históricas del espíritu vivo (muy similar a la función que
Heidegger atribuye después a la llamada «hermenéutica de la facticidad»).**
El punto de partida y, por tanto, el fundamento último de la
lógica es el espíritu vivo, lo que equivale a decir la vida humana, la
existencia histórica concreta con todas las necesidades y aspiraciones de su
tiempo. La clásica hegemonía del sujeto epis temológico queda ahora desplazada por
el fenómeno de la vida. Este intento de reconciliación de la pureza del
pensamiento con la inmediatez de la vida, la capacidad de situar los más
abstractos problemas lógicos en la esfera del individuo, es, sin duda, el
aspecto de la filosofía de Escoto que más seduce a Heidegger!” La grammatica
speculativa, más allá de simbolizar una moda académica, muestra una sutil
habilidad del hombre medieval para hacerse eco de la vida del sujeto. Esta
última queda magníficamente recogida en la expresión de la haecceitas, la
singularidad de las cosas, que nos muestra con claridad que nuestra razón puede
abstraerse de sí misma y distinguir entre aquello que las cosas son por sí
mismas y aquello que añade nuestro pensamiento. La haecceitas remite a una
forma de individualidad fáctica y concreta que escapa al control de los
conceptos universales a la vez que permite prestar especial atención a la vida
inmediata del sujeto y de sus manifestaciones vitales. Lo individual constituye
algo último e irreductible o, como señala Escoto, el individuum est ineffabile.
Este ser individual en su unicidad está estrechamente ligado a su espacialidad
concreta (Pic) y a su temporalidad concreta (nunc) De ahí que «la forma de la
individualidad (haecceitas) esté llamada a ofrecer una determinación originaria
de la realidad efectiva».!7 Ésta se halla compuesta de una multiplicidad
ilimitada de objetos, conforma un continuo heterogéneo que no puede ser
aprehendido en su totalidad y riqueza con el uso exclusivo de los conceptos
universales. En otras palabras, lo individual no es algo simplemente
irracional, un factum brutum, sino algo dotado de sentido, forma y perspectiva.
Todas las intenciones se fundan en el ámbito de donación
originaria de esta haecceitas preteorética. En términos fenomenológicos, lo
dado es el intentum de una intentio más originaria. Esta intentio originaria
(Ur-intentio) no es algo que el sujeto haga, sino el mundo circundante de la
vida cotidiana, una estructura en la que vivo regularmente antes de cualquier
acto de reflexión. No se trata, pues, de una actitud que pueda cambiar, sino
del modo de ser en el que existo de manera fáctica en el mundo. La haecceitas
concreta es la determinación última, aunque indefinible, de los entes. No se
deja articular en el saber teórico, en la scientia. Ésta ofrece una visión
parcial y limitada de la realidad de las cosas. Por el contrario, la haecceitas
tan sólo resulta aprehensible en un tipo de intuición inmediata que Escoto
denomina simplex apprehensio. La abstracción no representa un saber originario;
antes bien, presupone una comprensión previa de la realidad. La haecceitas
puede conocerse únicamente a través de la experiencia:
[...] el hecho de que haya un ámbito de realidad que no deja
demostrarse a priori por medio de la deducción. Las cosas reales y efectivas
sólo pueden mostrarse. ¿Cuál es el significado de este mostrar? Lo que es
mostrado se halla delante de nosotros en su mismidad, puede aprehenderse
inmediatamente, no precisa ninguna referencia a otra
realidad.'**
De alguna manera, Heidegger reconoce en la doctrina de la
haecceitas el algo preteorético de Lask y la intuición categorial de Husserl. Lask muestra como la abstracción
encubre la estructura ontológica originaria. La intuición categorial de Husserl
también remite a un nivel de comprensión antepredicativo que, al igual que la
simplex apprehensio de Escoto, prefigura la posterior interpretación
heideggeriana de la aletheia como desvelamiento. La ontología de Lask y de
Escoto, respectivamente, exigen la tematización de este ámbito preteorético.
Pero la haecceitas, como se ha apuntado, no puede definirse con ayuda de los
conceptos cientificos. La interna temporalidad de la haecceitas hace imposible
cualquier intento de definición universal. Desde la óptica de Ser y tiempo, una
de las principales conclusiones de la tesis de habilitación es que el tiempo es
el horizonte de comprensión de la haecceitas. La particular temporalidad de
esta última reaparece luego en el concepto del ser-en-cada-instante
(Jeweiligkeit) del Dasein.
La filosofía de la haecceitas se dirige contra la tendencia
escolástica a interpretar la historia como un teatro de singularidades
incomprensibles (singularitas repugnat intellectioni). Escoto, en cambio,
defiende la tesis de que lo individual está ligado al tiempo. La haecceitas se
comprende en una intuición precategorial del ser histórico. En la prueba de
capacitación docente, El concepto de tiempo en la ciencia histórica (1915),
Heidegger designa la haecceitas como «la unicidad comprensible» de nuestra vida
histórica." La naturaleza de la singularidad es la temporalidad:
[...] lo individual es un algo último irreductible.
Significa el objeto real prout includit existentiam et tempus. Dos manzanas del
mismo árbol no tienen la misma posición con respecto al cielo, cada una es
distinta con respecto a su determinación espacial. Todo lo que existe realmente
es un «tal-ahora-aquí». La forma de la individualidad (haecceitas) está
llamada a ofrecer una determinación originaria de la
realidad real».
Nuestra vida histörica se mueve en la esfera de las
singularidades concretas. Si se rechaza el conocimiento de la singularidad, se
pone en tela de juicio la comprensibilidad de la historia. La fusión de la
haecceitas con la intuición categorial permite a Heidegger transformar la
fenomenología reflexiva de Husserl en un análisis fenomenológico de la vida
histórica, esto es, en una hermenéutica de la facticidad.
En su tesis sobre Duns Escoto, Heidegger saca la conclusión
extraordinariamente importante para su filosofía de que la heterogeneidad,
riqueza y diversidad de la realidad no pueden tener cabida en un tipo de
ciencia que se orienta por el ideal de la identidad; más bien, les corresponde
un lenguaje hablado en su historicidad, «la lengua viva en la peculiar movilidad
de la significación y de su plenificación».'?! La persuasión de que el órgano
propio de la filosofía no es la lógica pura, sino el lenguaje hablado en su
historicidad, es una constante que se mantiene firme en las diversas etapas del
pensamiento de Heidegger. De modo que dentro de la terminología y los
planteamientos neokantianos maduran en el joven Heidegger problemas y
exigencias que ya no pueden resolverse en aquel ámbito. Estos problemas quedan
vinculados al reconocimiento de la historicidad del espíritu vivo, esto es,
como se dirá en Ser y tiempo, de la efectividad de la existencia que hace
imposible ver al sujeto de conocimiento como ese sujeto puro que está supuesto
en toda posición de tipo transcendental. En cualquier caso, esta creciente acentuación de la vida lo
lleva a interpretar y fundamentar la lógica desde un contexto que va más allá
de ella misma. Para el espíritu vivo no todo se agota en la actitud teórica. No
es suficiente, dice Heidegger, «un resumen que recoja la totalidad de lo que puede
saberse», pues se trata de «penetrar en la verdadera realidad y en la verdad
real».'”? La fuerza de fundamentación de la que hasta ese momento parecía
disfrutar el sujeto de conocimiento de las ciencias se desplaza paulatinamente
hacia la vida humana histórica y temporal. Se consuma así el tránsito del
sujeto epistemológico a la vida fáctica y concreta. La realidad no puede
interpretarse como la traducción literal de un lenguaje lógico y, menos aún,
como un reflejo del solipsismo psicológico. Antes bien, la realidad se
despliega en toda su riqueza en la existencia sociohistórica de una vida humana
expuesta a las contradicciones de las experiencias inmediatas y a la movilidad
constante del tiempo.
De alguna manera, esta determinación de la vida como instrumento
de la filosofía ya está incubada en la mente filosófica del joven Heidegger,
aunque en esos primeros años no haya conseguido explotarla al máximo por sus
vínculos teológicos y académicos.
El valor del pensamiento filosófico es algo más que el de una
materia científica con la que uno ocupa su vida por cuestiones de preferencia
personal y por la voluntad de contribuir a la formación cultural. La filosofía
habita simultáneamente en tensión con la personalidad viva y dibuja sus
contenidos desde la profundidad de la plenitud de la vida. [...] Nietzsche, con
su pietístico método de pensar y su capacidad plástica de presentación, ha
puesto de manifiesto que la filosofía
está determinada por el sujeto, que es el que impulsa a la
filosofía
Habrä de pasar la experiencia de la Gran Guerra para que ese
caudal filosöfico pueda abrirse paso de forma lenta pero fructifera en los
primeros años veinte. Este cambio de perspectiva prepara el camino hacia una
fenomenología entendida como ciencia originaria de la vida, plenamente
operativa a partir de los cursos del semestre de posguerra de 1919 y que desde
1923 va adquiriendo los contornos de una hermenéutica de la vida fáctica. A
partir de este momento, como se ha indicado al inicio de este trabajo, el
programa filosófico del joven Heidegger se articula en torno a dos ejes
fundamentales: por una parte, un eje metodológico, que plantea el problema de
cómo acceder a la realidad primaria de la vida fáctica y articularla por medio
de conceptos filosóficos sin caer en las redes de la objetivación propia de la
actitud teórica, y, por otra, un eje temático en el que se analizan y desgranan
las principales estructuras ontológicas de esa misma vida fáctica. La primera
tarea desemboca en el establecimiento de los principios metodológicos de la
fenomenología hermenéutica en discusión con los postulados de la fenomenología
reflexiva de Husserl y en un diálogo paralelo con Dilthey. La segunda tarea
lleva a Heidegger a una relectura en clave ontológica de Pablo, Eckhart,
Lutero, Schleiermacher, Agustín y, sobre todo, Aristóteles, autores que a su
manera ponen de relieve diferentes modos de ser de la vida fáctica que el joven
Heidegger se apropia y transforma productivamente en sus diversos intentos de
analizar el tejido ontológico de la vida fáctica bajo la forma de una ciencia
originaria de la vida (1919), de una ontología fenomenológica del Dasein
(1922), de una hermenéutica de la facticidad (1923) y, por último, de una
exhaustiva analítica existenciaria (1925), que prefiguran la ontología
fundamental de Ser y tiempo (1927).
Continua en
Me preguntaste David si los corredores de arte, en él se
vende y se alquila este local, trabajo de una gran amigo Lalo Quiroz, que hace
mucho tiempo no encuentro, hacen sus respectivas declaraciones en base a la razón
o a la locura, pero en tu pregunta haces
una distinción entre locura y razón, cuando más bien toda locura es racional aunque no lógicamente formal, pero
vamos de poco con el Joven Heidegger para ver como el logos que media la voluntad
la acción, resulta ser de la inversión del deseo que media la espiritualidad ,
por ahora que quede claro una diferencia entre el logos y la lógica y fe en la
que reflexionando ene l logos, es decir en la comprensión del sentido el loco se puede dar cuenta de su locura, le
problema es que el sentido que da luz a la locura no es más que otra locura,
parida por otro objeto de deseo, por lo mismo es necesario superar al propio
lenguaje en una singularidad que nos conmueva todos, eso es lo que yo encontré en
el trabajo de Jorge Acuña gran mimo callejero, que ha muerto ayer, y al que le
debemos tanto , todos aquellos que no superamos la locura viendo su locura pero
si nos hicimos más humanos
Así
como Jorge Acuña quedó impresionado con Fushico, yo quedé impactado por siempre
por la actuación de Jorge Acuña, el mimo de la Plaza San Martín, como se le
llamaba entonces. Y sobre todo quedé impactado por la atención que recibía del
público, cuanto más si yo andaba escapándome del colegio nacional, donde
estudiaba en los años 68 y donde nadie atendía a nadie, ni profesores a alumnos
ni alumnos a profesores. El dominio del silencio, del gesto exacto y de la
reflexión jocosa en la actuación de Jorge Acuña, apostando siempre por
personajes del pueblo, hizo que siguiera sus pasos. Jorge Acuña es un maestro
del teatro popular peruano, y celebro que a sus 80 años siga siendo ese artista
divertido, ameno y convencido de su posición a favor del pueblo. Esta es la
versión completa de la entrevista que le hice recientemente.
Entrevista
a
JORGE
ACUÑA PAREDES
Jorge
Acuña es un actor profesional que sembró a fines de los 60 un importante
precedente en el teatro popular peruano, al decidirse a actuar en escenarios
ajenos a los convencionales y salir en búsqueda del público. Aquello lo obliga
a transformar su temática, así como su lenguaje y sus formas expresivas. El
público se identificó con sus historias, y se reía de si mismo porque les
hablaba en su propio lenguaje. Actualmente residente en Estocolmo (Suecia),
vuelve periódicamente al Perú. Para nosotros, es un honor y una gran alegría
entrevistarlo para nuestros lectores.
¿Cómo
se produjo en ti la vocación por el teatro?
No
creo en esa idea de que el hombre nace con
condiciones
especiales. Yo creo que el hombre es motivado. En mi caso me motivó un payaso
que llegó a mi tierra Iquitos, en la selva, cuando yo tenía 5 años. Salí al
escuchar su voz en el megáfono que traía en la mano, y me encontré con este
hombre de zancos, pantalones de colores, peluca zanahoria y nariz roja. Me
quedé asombrado de ver un gigante descansando sobre la cumbre del techo a dos
aguas de una casa. Le pregunté ¿cómo te llamas? Me dijo: “me llamo Fushico y
anuncio la llegada del circo a tu pueblo”. Allí estuvo la primera célula del
instinto del hombre de ser otro, porque me parece que ayer he estado con
Fushico y seguramente mañana pensaré que esta entrevista me la está haciendo
Fushico. Recuerdo vagamente el rostro de mi padre, de mi madre, tengo 80 años,
pero Fushico es algo vívido. Después, con esta influencia, yo deambulo por allí
pensando en ser otro, no digo otro económicamente, sino ser otra persona. Tuve
varios intentos, antes habían las pastorales en la selva, 24 de diciembre,
salían con sus tambores, disfrazados de viejos, de gitanas, de indios, que
llegaban cantando, según sus creencias, hasta el pesebre. Había monólogos
pequeños, y luego danzas. Fui creciendo alrededor de esa imagen teatral, gente
que nunca había ido a una escuela, hasta ahora quedo sorprendido, cómo podían
hacer estos montajes. Justamente, acabo de ver a campesinos en la carretera a
Chosica, una representación de la guerra de Cáceres, los chilenos, las rabonas,
con incendios, lagos que atraviesan las tropas, ¡increíble! Y una multitud de
2,000 espectadores asombrados. Ellos conocen la síntesis teatral, y eso lo
aprendí yo también: cómo quitarle lo pesado a la representación teatral. Hasta
que llego a Lima, y a los 25 años más o menos entro a la Escuela Nacional de
Arte Escénico, que dirigía Ugarte Chamorro, allí estudio dos años. Luego, se
cierra esa escuela porque iban a abrir el Instituto Superior de Arte Dramático.
En estas escuelas se estudia 5 años, tenía 37 maestros, no teníamos talleres de
15 o 20 días como ahora, que pueden ser excelentes. No, aquí además de sus
condiciones histriónicas, el actor debe tener información: si uno no sabe lo
que está haciendo, puede ser muy bueno, hay grandes actores y actrices en el
mundo de la bataclanería, cuerpos, voces, imágenes, pero… no saben lo que están
haciendo, ni para qué lo hacen. Al salir de la escuela, voy a trabajar en los
teatros porque estoy preparado para eso, trabajo en grupo Histrión, en el
Teatro Universitario de San Marcos, en La Cantuta, enseño en el Colegio Mariano
Melgar, voy haciendo una serie de obras, incluso en la televisión tuve un
programa que se llamaba “El Fabricante de Muñecos”, salía una vez por semana y
era muy didáctico, mimo con voz hablada, era el taller de un viejo escultor,
las cámaras entraban y descubrían los cuerpos y máscaras de los mimos, con Olga
Jaramillo y Elio Marán, que ya no sé dónde estarán. Este era el teatro para el
que estaba preparado “en las mejores condiciones”, entre comillas porque esto
quería decir la butaca mullida, el telón de terciopelo, las luces y el sonido
automáticos. Me había preparado para las mejores condiciones, pero resulta que
en 1966 viajo a Ayacucho para encargarme del Teatro de la Universidad San
Cristóbal de Huamanga, y con él descentralizo el teatro de la universidad hacia
las comunidades campesinas. En la universidad había un auditorio con un teatrín
que se acondicionó con todos los elementos para el teatro clásico, un salón de
200 butacas pero teníamos para tres días: primer día, para el honorable consejo
universitario, los profesores; la segunda se daba para los alumnos, no los
atraía mucho pero se llenaba el teatro; la tercera era para el pueblo, esa
estaba demás porque venían poquitos. Un esfuerzo muy costoso, ensayábamos 6
meses, todas las noches, para tres funciones. Allí pido autorización al
honorable consejo universitario para descentralizar el teatro, de la salita esa
a los sectores populares. Son mis primeras experiencias, todavía no he salido a
la calle, pero aprendo a trabajar sin esa indumentaria pesada del teatro
clásico, en las faldas de los cerros, de pueblo en pueblo, llegamos a 250
comunidades campesinas de Ayacucho. Esa es la mejor labor que he hecho en mis
50 años dedicados al teatro.
¿Este fue tu primer paso hacia un nuevo lenguaje en
el teatro?
Así es. Mis alumnos me ayudaban para contar las historias en quechua, y
lógicamente empiezo a dar los pininos hacia el mimo, el lenguaje corporal que
no tiene barreras idiomáticas. Allí había que contar las historias que ya
conocía el público andino. Por ejemplo, cómo enrolaban a los reclutas, la leva,
la sequía, la siembra, con mis alumnos nos era muy fácil hacer una creación
colectiva, allí me quedo hasta el 68 en que soy expulsado de la Universidad de
Huamanga.
¿Cómo
fue tu encuentro con ese otro público, de a pie, humilde?
No
estaba llevando teatro a ese público, sino que me estaba encontrando con otro
público y con otros actores. Ellos tienen su propio teatro, intercambiamos
experiencias. Estoy hablando de la comunión con ese público, ellos sabían lo que
estaban viendo, ellos comulgaban con la temática. Esta comunión de actores con
el público, o de actores con otros actores, con las mismas reglas de juego, la
simulación, la transformación, que ellos conocen perfectamente en sus historias
con vestuarios y colores, la danza, la pantomima, la palabra claro, los efectos
de la máscara, el latigazo por ejemplo, es decir son grandes actores. Creo que
en los andes se conoce mejor el teatro que en las comunidades de la selva,
ellos son mucho más sencillos en su dibujo del mundo, de los problemas, y son
como los pájaros, livianos, los otros son de peso, entran a las plazuelas con
sus caballos, y en la costa se da mucho la narración oral.
¿Cómo
llegaste a la Plaza San Martín?
Cuando
me destituyeron de la Universidad, yo quedé prohibido de trabajar en cualquier
otra dependencia del Estado, hasta por tres años más, por problemas sindicales.
Se había tomado la Universidad, los estudiantes se levantaron, los profesores
también, y yo estaba en la directiva. A raíz de eso fuimos expulsados tres
dirigentes: Julio Valdivia, Maynor Freire y yo. En ese momento yo ya tenía
cuatro hijos, ¿qué hago? Vuelvo a Lima, no puedo trabajar en colegios, en
ministerios, quizá en colegios particulares, pero tenía que tomar una decisión.
Era el año 68, en octubre se da el golpe militar de Velasco Alvarado, se
suspenden las garantías hasta el 22 de noviembre, día que salgo a la Plaza San
Martín por primera vez. La primera función fue “El corazón delator” de Edgar
Allan Poe, y algunas cositas de mimo. Lo que me ayudó mucho fue la experiencia
que tenía en las comunidades campesinas. Fue un día hermoso, salgo con mi
maletín, mi megáfono, y se para el primer hombre delante de mi, a este le digo
“tú eres el público, yo soy el actor, ya no hay más intermediarios entre
nosotros”. ¡Allí desmantelo el gran teatro clásico! ¡Se acabaron las
truculencias, los camerinos! ¡El y yo, a jugar a esto que no es verdad! Es
verdad que tuve el temor y los prejuicios burgueses, sin ser burgués, de que la
calle era el final de todo, pero después de un tiempo, a los seis, siete meses
me di cuenta que la calle no es el final, sino el comienzo de todo, el
escenario de las masas.
En
esta rica experiencia en el teatro, ¿qué papel crees que cumple el arte en la
educación popular?
El
arte está ligado al hombre desde sus inicios, no hay población, no hay caserio
donde tú no encuentres un artista, como encontrarás un brujo, el hombre no
puede vivir sin este aliento poético, escribe, teje, borda, es inherente a él,
por eso lo vamos a encontrar en todos los aspectos de su vida. Y donde creo que
es más necesario es en la educación, debiera ser un punto de apoyo. El arte es
una pizarra, tiza y almohadilla, y sin embargo nos han desligado de la
educación, acusándonos que atrae a ladrones, prostitución. ¡Lo que produce eso
es la necesidad, el desempleo! Los corruptos tienen miedo del arte porque esta
es una forma objetiva de mostrar los problemas, una manera de descubrir que son
ladrones. El arte es parte de la educación del hombre. Al corrupto, al usurero,
no le va a interesar nunca que el pueblo se culturice. Por eso los maestros
están controlados, no pueden salirse de sus programas.
¿Cómo
ves la situación del teatro en el Perú?
Han
desaparecido los teatros establecdos de 60 años atrás, tenían su público,
hacíamos temporadas largas, pero el teatro de calle se ha seguido desarrollando
en estos años de la guerra, regulares, improvisados, pero andan por todo el
Perú, siempre las plazas tienen un cómico, un hombre ocurrente que juega a este
juego teatral. A veces tienen una indumentaria pesada, los zancos, están
encaminándose al pasacalle, no se les puede exigir más, pero hay teatros
livianos que se pueden hacer en una casa, que puede penetrar a todos los
lugares, que no tienen ese aparataje del teatro de sala. Los mensajes dependen
de la concepción de cada grupo, pero ellos buscan operar en la fantasía y la
imaginación del espectador. Pero hay otro teatro de tesis, donde el espectador
no debe sentir que le estas abriendo la boca y metiendo las ideas, es un teatro
más elaborado, pero debe hacerse. Lo que falta son los escritores de arte
dramático, los autores de teatro. Los pocos que tenemos están buscando, no sé,
el premio Nóbel. Hay un teatro de profesionales, y de productores. Hemos visto
por ejemplo “Madre Coraje”, ellos pueden viajar y conocer, yo acabo de ver
“Hamlet” toda la obra en un monólogo, ellos pueden hacer Shakespeare, o Edipo.
Ese es el teatro que se está consumiendo en este momento, pero es otro el que
se ve en provincias. Por ejemplo, yo estoy viajando a Chancay a un encuentro de
teatro con jóvenes que vienen del todo el Perú, con sus zancos, no pueden
cargar más, no tienen plata. Converso con ellos, hablamos de teatro. El teatro
de Larcomar, de Miraflores, tiene un sello de clase, aunque hagan Brecht, lo
ven desde otro ángulo porque tienen que recuperar su platita, hacen lo que
pueden dentro de un mercado de compra y venta. En la calle no es así, allí
prima la espontaneidad, es un escenario movible, no sabes lo que a pasar, es un
trabajo de preparación y adiestramiento de otro público que está ganado por la
televisión, los dvd, la internet, porque hay escuelas de todo menos de público.
Entonces creo que esos intentos de jugar lúdicamente tienen mucho valor. Ahora
nos estamos recuperando después de este largo periodo, estamos trabajando desde
los escombros con una pobreza que no teníamos antes. En los 60 los grupos
recibían subsidios del Estado.
Pero
entonces el teatro peruano carecía del componente social y político que tuvo en
los 70 y 80.
Claro,
antes en cada colegio, en cada escuelita había un elenco con su director, el
teatro era un material didáctico, pero ahora lo han borrado del mapa, es que al
poder el teatro, la literatura, la pintura no les puede interesar. A Al Capone
no le interesa el arte, mira la historia: se han quemado libros. Pero desde los
escombros nos estamos incorporando, y si los grupos de teatro no quieren estar
sujetos al poder, tienen que hacer un teatro “liviano”, con sábanas, con
costales viejos, livianos en el lenguaje, que pueda viajar, estar en una
escuelita, en una fiesta, tienes que manejar muy bien el lenguaje oral, pero
también el lenguaje corporal, sin cuerpo no hay palabras, y no hay palabras sin
ademanes, eso le da una visión óptica, valorar el silencio, el intérprete
sugiere en el silencio, el teatro liviano no es el mejor teatro sino el que las
circunstancias económicas nos permiten, tenemos que ser más creadores
1 comentario:
David GM
Christian Franco Rodriguez ok, voy a reelerlo. Dios te Bendiga por tu intención de enriquecer. Está tarde término la 2 parte de mi respuesta. Pasado mañana te doy mi opinión sobre el diálogo. Gracias y un abrazo fraterno.
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