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lunes, 28 de noviembre de 2022

La genealogía de la historia

 1.¡_La genealogía es gris, meticulo-

sa y pacientemente documental. Tra-
baja con pergaminos embrollados,

borrosos, varias veces reescritos.3

Paul Ree se equivoca, como los in-
gleses, al describir génesis lineales, al

ordenar, por ejemplo, sólo en función

de lo útil, toda la historia de la mo-
ral: 'como si las palabras hubiesen

guardado su sentido", los deseos su di-
rección, las ideas su lógica; como si

este mundo de cosas dichas y queridas

no hubiese conocido invasiones, lu-
chas, rapiñas, disfraces, astucias.LDe

ahí la necesidad, para la genealogía,

11

de una indispensable cautela: localizar!

la singularidad de los acontecimien-
tos, fuera de toda finalidad monóto-
na; atisbarlos donde menos se los

espera, y en lo que pasa por no tener

historia —los sentimientos, el amor,

la conciencia, los instintos—; captar

su retorno, no para trazar la curva

lenta de una evolución, sino para re-
conocer las diferentes escenas enlas

que han representado distintos pape-
les; definir incluso el punto de su

ausencia, el momento en el que no

hansucedidoj(Platón en Siracusa no

se convirtió en Mahoma...).

La genealogía exige, pues, del sa-
ber lminucia, gran número de mate-
riales acumulados, paciencia. Sus

“monumentos ciclópeos”l no debe

construirlos a golpe de “grandes erro-
res beneficiosos”, sino de “pequeñas

verdades sin apariencia, establecidas

' La gaya ciencia, 5 7.

12

según un método riguroso” 2.JEn re-
sumen, un cierto empeño en la eru-
dición.(La genealogía no se opone a

la historia como la visión altiva y pro-

'funda del filósofo se opone a la mi-
rada de topo del sabio; se opone, por

el contrario, al desplegamiento meta-
histórico de las significaciones idea-
les y de las indefinidas teleologías. Se

opone a la búsqueda del “origen'3;
/

2. [En Nietzsche encontramos dos

usos de la palabra UrsprunglUno no

está señalado: lo encontramos alter-
nando con términos como Entstehung,

Herkunft, Abkunft, Geburtg La Ge-
nealogía de la moral, por ejemplo,

habla a propósito del deber, o del sen-
timiento de culpa tanto de su Entste-
hung como de su '_(_llfspml_zg3; en la

Gaya Ciencia se habla, a propósito de

2 Humano, demasiado humano, 5 3.
3 La genealogía de la moral, II, 6 y 7.

13

la lógica y del conocimiento, de Ur—

sprung, o de Entstehung, o de Her-

,kunft4.

El otro empleo de la palabra si está

tá señalado. A veces, en efecto, Nietz—

sche lo sitúa en oposición a otro tér-
mino: el primer parágrafo de Huma-
no, demasiado humano pone frente a

frente el origen milagroso ( Wander-
sprung) que busca la metafísica, y los

análisis de una filosofía histórica que

plantea preguntas úber Herkunft und—

Anfang£ero también puede ocurrir

que Ursprung se utilice de forma iró-
nica y decepcionada3 ¿En qué consiste,

por ejemplo, ese fundamento origi—

nario (Ursprung) de la moral que se

busca desde Platón? “En pequeñas

horribles conclusiones. Pudend-a orí—

g0”5. O también ¿dónde hay que

buscar ese origen de la religión que

4 La gaya ciencia, 5 110, 111, 300.
5 Aurora, 5102.

14

Schopenhauer situaba en un cierto

sentimiento metafísico del más allá?

Simplemente en ima invención (Erfin-
dung), en una artimaña, en un arti-
ficio (Kunststúck), en un secreto de

fabricación; en una práctica de ma-
gia negra, en el trabajo de los

Schowarzkúnstler 6.

' [Y para el empleo de todas estas pa-
labras, y para los distintos usos del

término Ursprung, uno de los textos

más significativos es el prólogo de la

GenealogíaíXl comienzo del texto,

se define como objeto de la investi-
gación el origen de los prejuicios mo-
rales; el término entonces utilizado es

Herkun¿t£¡Después Nietzsche retroce-
de, hace la historia de esta búsqueda

en su propia vida; recuerda la época

en que “caligrafiaba” la filos'ofía y

se preguntaba si no habría que atri-
o La gaya ciencia, 5 151 y 353. También en Aurora,

€) 62; La genealogía de la moral, [ , 14. El crepúsculo
de los ídolos, Los grandes errores, 9 7.

15

huir a Dios el origen del mal. Pregun-
ta que ahora le hace sonreír, y de la

que dice precisamente que era una

búsqueda del Ursprung, palabra que

vuelve a emplear un poco más lejos

para caracterizar el trabajo de Paul

Ree 7 . Después evoca los análisis pro-
piamente nietzscheanos que han co-
menzado con Humano, demasiado

humano, para caracterizarlos, habla

de Herkunfthypothesen. Ahora bien,

aquí el empleo de la palabra Herkunft

no es ni mucho menos aeráfí6:

sirve para designar varios textos de

Humano, demasiado humano consa-
grados al origen de la moralidad, de

la ascesis, de la justicia y del castigo.

Y sin embargo, en tod05 estos desa-
rrollos, la palabra entonces utilizada

era Ursprung8.lgomo si en la época

7 La obra de Paul Ree se llamaba Ursprung der m0-

ralischen Empfindungen.

8 En Humano, demasiado humano, el aforismo 92 se

titulaba Ursprung der Gerechtigkest.

16

de la Genealogía, y en este punto del

texto, Nietzsche quisiera resaltar una

oposición entre Hg...

que no había empleado diez años an-
tes. Pero inmediatamente después de

la utilización específica de estos dos

términos, Nietzsche vuelve, en los úl-
timos párrafos del prólogo, a su em-
pleno neutro y equivalente 3.3

¡¿Por qué Nietzsche genealogista re-
chaza, al menos en ciertas ocasiones,

la búsqueda del origen (Ursprung)?

Porque en primer lugar uno se esfuer-
za en recoger la esencia exacta de la

cosa, su posibilidad más pura, su

identidad cuidadosamente replegada

sobre sí misma, su forma inmóvil y

anterior a lo que es externo, acciden-
tal y sucesivo;¡Buscar tal origen es tra—

tar de encontrar “lo que ya existía”,

el “eso mismo” de una imagen exac-
9 En el mismo texto de la Genealogía, Ursprung y Her—

kunft se emplean en varias ocasiones de manera casi
equivalente (I, 2; II, 8, 11, 12, 16, 17).

17

tamente adecuada a si misma;.tener

por adventicias todas las peripecias

que han podido suceder, todas las as-
tucias y todos los disfraces; compro-
meterse a quitar todas las máscaras,

para desvelar al fin una identidad pri-
mera: ahora bien, 5in genealogistae

se toma la molestia de escuchar la his—

toria más bien que de añadir fe a la

metafísica, ¿qué descubre? Que de-
trás de las cosas hay “otra cosa bien

distinta”: no su secreto esencial y sin

fecha, sino el secreto de que no tie-
nen esencia, o de que su esencia fue

construida pieza a pieza a partir de

figuras extrañas a ella: ¿La razón?
Que ha nacido de una forma del todo .

“razonable”, —del azar—lo. ¿El

apego a la verdad y el rigor de los mé-
todos Científicos? De la pasión de los

sabios, de su odio recíproco, de sus

discusiones fanáticas y siempre rea-
lo Aurora, 5 123.

18

nudadas, de la necesidad de vencer,

—armas lentamente forjadas alo lar-
go de las luchas personales—".) ¿Y

sería la libertad, en la raíz del hom—

bre, lo que le liga al ser y a la verdad?

De hecho, sólo es una “invención de

las clases -dirigentes”o. 'Lo que en-
contramos en el comienzo histórico

de las cosas no es la identidad aún

preservada de su origen, —es su dis-
cordancia con las otras cosas—, el

disparate!

(¿La historia también enseña a reír-
se delas solemnidades del origen. El

noble origen es la “fuerza metafísi-
ca que se abre camino de nuevo en la

concepción según la cual en el comien—

zo de todas las cosas se encuentra lo

que hay de más precioso y esen-
cial” 13: Uno quiere creer que en su

comienzo las cosas eran perfectas;

“ Humano, demasiado humano, 5 34.
'2 El viajero y su sombra, 5 9.
'3 Ibid., 5 3.

19

que salieron resplandecientes de las

manos del creador, o en la luz sin

sombra del primer amanecer¿El ori-
gen siempre está antes que la caída,

antes que el cuerpo, antes que el mun-
do y el tiempo; está del lado de los

dioses, y al narrarlo siempre se can-
ta una teogonía. Eero el comienzo

histórico es bajo.?No en el sentido de

modesto, o de discreto, como el an-
dar de la paloma, sino de irrisorio,

irónico, el apropiado para deshacer

cualquier vanidad: “se intentaba des—

pertar el sentimiento de soberanía en

el hombre, invocando su origen divi-
no: ese se ha convertido ahora en un

Camino prohibido; pues a su puerta

está el mono” lf_, El hombre ha co-
menzado por la mueca de lo que iba

a devenir; hasta Zaratustra tendrá su

mono, que saltará detrás de él y tira-
rá del faldón de su vestido.

“ Aurora, 5 49.

20

¡Último postulado del origen, liga-
do a los dos primeros: sería el lugar

de la verdad_.[ Punto totalmente ale-
jado, y anterior a todo conocimien-
to positivo, que haria posible un saber

que sin embargo lo recubre, y no ce-
sa, en su charlatanería, de descono-
cerlo'; Lestaría en esa articulación

inevitablemente perdida en la que la

verdad de las cosas es inseparable de

la verdad del discurso que inmedia-
tamente la oscurece y la pierde; Nue-
va crueldad de la historia que obliga

a invertir la relación y a abandonar
la búsqueda “adolescente”: ¿detrás de

la verdad, siempre reciente, avara y

mesurada, hay la milenaria prolife-
ración de errores.) Ya no creemos

“que la verdad siga siendo verdad

cuando se le arranca el velo; hemos

vivido lo suficiente para estar persua-
didos de ello” 15. La verdad, especie

'5 Nietzsche contra Wagner, p. 99.

21

de error que tiene para si el no poder

ser refutada, sin duda porque la lar-
ga cocción de la historia la ha vuelto

inalterable 16. *Por otra parte, la mis-
ma cuestión de la verdad, el derecho

que se otorga de rechazar el error o

de oponerse a la apariencia, la ma-
nera en la que sucesivamente fue ac-
cesible a los sabios, retirada luego a

un mundo fuera de alcance en el que

jugó a la vez el papel de consuelo y

de imperativo, rechazada finalmen-
te como idea inútil, superflua, en to-
das partes rebatida, ¿no es todo eso

una historia, la historia de un error

llamado verdad?lLa verdad y su rei—

no originario han tenido su historia

en la historia.nApenas salimos de ella

o 6en el instante de la sombra más cor-
ta”, y ya la luz no parece venir del

fondo del cielo y de los primeros mo-
mentos del día 17.)

“' La gaya ciencia, 5 265 y 110.

“ Crepúsculo de los ídolos, Como el “mundo verda-
22

Así pues,[l_1acer la genealogía de los

valores, de la moral, del ascetismo,

del conocimiento, no será jamás par-
tir a la búsqueda de su “origen”, des-
preciando como inaccesibles todos los

episodios de la historia; será, al con-
trario, insistir en las meticulosidades

y azares delos comienzos; prestar una

atención escrupulosa a su irrisoria

mezquindad; prepararse a verlos sur-
gir, al fin sin máscaras, con la cara

de lo otro; no tener pudor en ir a bus-
carlos allí donde están —“registrando

los bajos fondos”—; darles tiempo

para ascender del laberinto en el que

jamás verdad alguna los ha tenido ba—

jo custodia_.,úíl genealogista tiene ne-
cesidad de la historia para conjurar

la quimera del origer&un poco como
el buen filósofo tiene necesidad del

médico para conjurar la sombra del

alma. Hay que saber reconocer los

dero” acabó convirtiéndose en una fábula.

23

acontecimientos de la historia, sus sa-
cudidas, sus sorpresas, las vacilantes

victorias, las derrotas mal digeridas,

que explican los comienzos, los ata-
vismos y las herencias; como también

hay que saber diagnosticar las enfer-
medades del cuerpo, los estadós de

debilidad y de energía, sus fisuras y

sus resistencias, para juzgar lo que es

un discurso filosófico. La historia,

con sus intensidades, sus desfalleci—

mientos, sus furores secretos, sus

grandes agitaciones febriles tanto co-
mo sus síncopes', es el cuerpo mismo

del devenir. Hay que ser metafísico

para buscarle un alma en la idealidad

lejana del origen.

3. Términos como Entstehung o

Herkunft señalan mejor que Ursprung

el objeto propio de la genealogía.

Normalmente se les traduce por “ori-
gen”; pero hay que intentar restituir-
les su utilización propia.

24

(Herkunft: es el tronco, la proce-
dencia; es la vieja pertenencia a un

grupo —el de la sangre, el de la tra-
dición, el que se orea entre los de una

misma nobleza o una misma baje-
za—JA menudo, el análisis de la Her—

kunft hace intervenir la raza 18 o el

tipo social 19. Sin embargo,Lno se tra-
ta tanto de encontrar en un individuo,

un sentimiento o una idea, los carac-
teres genéricos que permiten asimilar-
lo a otros, —y decir: éste es griego,

o éste es inglés—, como de descubrir

todas las marcas sutiles, singulares,

subindividuales que pueden entrecru-
zarse en él y formar una red difícil de

desenmarañarj Lejos de ser una ca-
tegoría de la semejanza, (t_al origen

permite separar, para ponerlas apar-
N__

18 Por ejemplo en La gaya ciencia, 5 135; Más allá del
bien y del mal, 5 200, 242, 244; La Genealogía de
Ia'moral, I, 5.

'9 La gaya ciencia, 5 348-349; Más allá del bien y del

mal, 5 260. ,

25

te, todas las marcas diferentggt los

alemanes se imaginan haber llegado
al máximo de su complejidad cuando

han dicho que tenían el alma doble;

se han quedado muy cortos, o más

bien tratan de dominar como pueden

la mezcolanza de razas de la que es—

tán constituidos 20.pí&llí donde el al-
ma pretende unificarse, allí donde el

Yo se inventa una identidad o una co-
herencia, el genealogista parte a la

búsqueda del comienzo, —de los in-
numerables' comienzos que dejan esa

sospecha de color, esa marca casi bo-
rrada que no podrían engañar a un

ojo un poco histórico—; el análisis de

la procedencia permite disociar el Yo

y hacer pulular, en los lugares y po-
siciones de su síntesis vacía, mil acon-
tecimientos ahora perdidosj

La procedencia permite también

reconocer bajo el aspecto único de un

oo Más allá del bien y del mal, 5 244.

26

carácter, o de un concepto, la proli-
feración de los acontecimientos a tra-
vés de los cuales (gracias a los cuales,

contra los cuales) se han formado¿La

genealogía no pretende remontar el

tiempo para restablecer una gran con-
tinuidad más allá de la dispersión del

olvido; su tarea no es mostrar que el

pasado está aún ahí, bien vivo en el

presente, animándolo todavía en se-
creto, después de haber impuesto a

todos los obstáculos del camino una

forma trazada desde el principio)Na-
da que semeje a la evolución de una

especie, al destino de un pueblo.t5e-
guir el hilo complejo de la proceden—

da es, al contrario, conservar lo que

ha sucedido en su propia dispersión:

localizar los accidentes, las mínimas

desviaciones —o al contrario, los gi-
ros completos—», los errores, las fal-
tas de apreciación, los malos cálculos

que han dado nacimiento a lo que

existe y es válido para nosotros; es

27

descubrir que en la raíz de lo que co-
nocemos y de lo que somos no hay

ni el ser ni la verdad, sino la exterio-
ridad del accidente 21. Por eso, sin

duda, todo origen de la moral, des-
de el momento en que ésta no es ve—

nerable —y la Herkunft jamás lo es—

merece crítica 22.

¿Peligrosa herencia la que se nos
transmite a través de tal procedenciaJ

Nietzsche, en varias ocasiones, aso-
cia los términos de Herkunft y Erb-
schaft. Pero no nos engañemos; esa

herencia no es una adquisición, un

haber que se acumule y se solidifique;

más bien es un conjunto de fallas, de

fisuras, de capas heterogéneas quela

vuelven inestable y que, desde el inte—

rior o desde abajo, amenazan al frágil

herederg¿_y6 “la injusticia y la inestabi-
lidad en el espíritu de ciertos hom-
2' La genealogía dela moral, III, 17. Abkunft del sen-
timiento depresivo.

” Crepúsculo de los ídolos. Razones de la filosofía.

28

bres, su desorden y su falta de medida

son las últimas consecuencias de in-
numerables inexactitudes lógicas, de

falta de profundidad, de conclusioí

nes precoces, de las que son Culpables
sus antepasados”o.¿La búsqueda de

la procedencia no fundamenta, al

contrario: agita lo que se percibía in-
móvil, fragmenta lo que se pensaba

unido; muestra la heterogeneidad de

lo que imaginábamos conforme a si

mismo_.)¿Qué convicción le resistiría?

Es más, ¿qué saber? Hagamos un po-
co el análisis genealógico de los eru-
x ditos —del que colecci0na los hechos

y guarda cuidadosamente registro de

' ellos, o del que demuestra y refuta;

su Herkunft revelará rápidamente los

papeluchos del escribiente o los ale-
gatos del abogado —su padre_24— en

su atención aparentemente desintere-
23 Aurora, 5 247.

24 La gaya ciencia, 5 348-349.

29

sada, en su “puro” apego a la obje-
tividad.

(Por último, la procedencia atañe al

cuerpo 25.1“¿Se inscribe en el sistema

nervioso, en los humores, en el apa-
rato digestivo. Mala respiración, mala

alimentación, cuerpo débil y abatido

de aquellos cuyos antepasados han

cometido errores; que los padres to-
men los efectos por causas, crean en

la realidad del más allá, o planteen

el valor de lo eterno, y el cuerpo de

los hijos padecerá por ello.3Cobar—

día, hipocresía —simples brotes del

error—; no en el sentido socrático, no

porque haya que equivocarse para ser

ruin, ni tampoco porque uno se ha-
ya desviado de la verdad originaria,

sino porque es el cuerpo el que lleva,

en su vida y su muerte, en su fuerza

y su debilidad, la sanción de toda ver-

” Ibid.: “Der Mensch aus einem Auflósungszeitalters. ..

der dis Erbschaft einer vielfáltigere Herkunft im Lei-
be hat” (& 200).

30

dad y de todo error, como también

lleva, e inversamente, el origen-proce-
dencia! ¿Por qué han inventado los

hombres la vida contemplativa? ¿Por

qué han prestado un valor supremo

a ese género de existencia? ¿Por qué

han otorgado a las imaginaciones que

uno se hace sobre ella la verdad ab-
soluta? L“Durante las épocas bárba-
ras. .. si el vigor del individuo flaquea,

si se siente fatigado o enfermo, me-
lancólico o hastiado, y como conse-
cuencia de forma temporal sin deseos

ni apetitos, deviene un hombre rela-
tivamente mejor, es decir, menos pe-
ligroso, y sus ideas pesimistas ya sólo

se formulan a través de las palabras
y de las reflexiones .En ese estado de

ánimo devendrá pensador y predica-
dor, o bien su imaginación desarro-
llará sus supersticiones 26. ©] cuerpo

—y todo lo que atañe al cuerpo: la

oo Aurora, 5 42.

31

alimentación, el clima, el suelo— es

el lugar de la HerkunjjoLsobre el cuer-
po encontramos el estigma de acon-
tecimientos pasados, y de él nacen

también los deseos, las debilidades y

los errores; en él también se anudan

y a menudo se expresan, pero en él

también se separan, entran en lucha,

se anulan unos a otros y prosiguen su

insuperable conflicto._)

¡El cuerpo: superficie de inscripción

de los acontecimientos (mientras que

el lenguaje los marca y las ideas los

disuelven), lugar de disociación del

Yo (al que trata de prestar la quime-
ra de una unidad substancial); volu-
men en perpetuo desmoronamiento¿j

¿La genealogía, como análisis de la

procedencia, está, pues, en la articu-
lación del cuerpo y de la historia. De--

be mostrar el cuerpo totalmente im—...

pregnado de historia, y la historia

arruinando al cuerpo”

32

(4. Entstehung designa más bien la

emergencia, el punto de surgimiento.

Es el principio y la ley singular de
una aparición)*lgual que uno tiende

demasiado a menudo a buscar la pro-
cedencia en una continuidad sin in-
terrupción, también sería equivocado

explicar la emergencia por el último
término. €omo si el objeto hubiese

surgido, desde el principio de los

tiempos, para la contemplación; co-
mo si el castigo siempre hubiese es-
tado destinado a dar ejemploJl-Estos

fines, aparentemente últimos, no son
más que el episqdio actual de una se—

rie de sor'netimientos: el ojo fue pri-
mero sbmétidci= a 1áx caza y a la guerra;

el castigo fuelsucesiyarneñte someti7

do a la necesidad" de vengarse, de ex-
cluir al agresor, Xde liberarse de la

víctima, de“ atembrizar a los otroy

Situando el presente en el origen, la

metafísica hace creer en el obscuro

trabajo de un destino que trataría de

33

abrirse camino desde el primer mo-
mento. Era genealogía restablece los

diversos sistemas de sometimiento: no

la potencia anticipadora de un senti-
do, sino el juego azaroso de las do-
minacionesj

(I_...a emergencia se produce siempre

en un cierto estado de las fuerzas&El

análisis de la Entstehung debe mos-
trar el juego, la manera en que luchan

unas contra otras, o el combate que

llevan a cabo frente a circunstancias

adversas, o también la tentativa que

realizan —dividiéndose contra ellas

mismas— para escapar a la degene-
ración y recuperar vigor a partir de

su propio debilitamientojPor ejem-
plo, la emergencia de una especie

(animal o humana) y su solidez están

aseguradas “por un largo combate

contra unas condiciones constante y

esencialmente desfavorables”. En
efecto, “la especie tiene necesidad de

la especie, en tanto que especie, co-
34

mo de algo que, gracias a su dureza,
a su uniformidad, a la simplicidad de

su forma puede imponerse y hacerse

duradero en la lucha perpetua con los

vecinos o los oprimidos en rebelión”.
Por el contrario,€l_a emergencia de las

variaciones individuales se produce en

otro estado de las fuerzas, una vez

que la especie ha triunfado, que el pe-
ligro exterior ya no la amenaza y que

se despliega la lucha “de los egoísmos

enfrentados unos contra otros, que

estallan, por así decirlo, luchan jun-
tos por el sol y la luz” 27. Pero tam-
bién puede que la fuerza luche contra

sí misma: y no sólo en la embriaguez

de un exceso que le permite dividir-
se, sino también en el momento en

que se debilitaj Contra su lasitud,

reacciona extrayendo su fuerza de esa

misma lasitud que no cesa entonces

de crecer, y volviéndose hacia ella pa-
27 Más allá del bien y el_ mal, 5 262.

35

ra abatirla aún más, va a imponerle

límites, suplicios y maceraciones, dis-
frazarla de un alto valor moral y así

va a recuperar a su vez vigor,)Tal es

el movimiento por el que nace el ideal

ascético “en el instinto de una vida

degenerada que. .. lucha por la existen-
Cia” 28; tal es también el movimiento

por el que nació la Reforma, preci-
samente allí donde la Iglesia estaba

menos corrompida 29; en la Alemania

del siglo XVI, el catolicismo tenía aún

bastante fuerza para volverse contra

si mismo, castigar su propio cuerpo

y su propia historia, y espiritualizar-
se en una pura religión de la con-
ciencia.

1La emergencia es, pues, la entra-
da en escena de las fuerzas; su irrup-
ción, el impulso por el que saltan a

23 La genealogía de la moral, III, 13.
29 La gaya ciencia, 5 148. También hay que atribuir a

una anemia de la voluntad el Entstehung del Budis-
mo y del Cristianismo, © 347.

36

primer plano, cada una con su pro-
pio vigor, su juventud.)Lo que Nietz-
sche llama la Entstehungsherd 30 del

concepto de bueno, no es exactamen-
te ni la energía de los fuertes, ni la

reacción de los débiles, sino esa es-
cena en la que se distribuyen unos

frente a otros, unos sobre otros; el es-
pacio que los distribuye y se abre en-
tre ellos, el vacío a través del cual

intercambian sus amenazas y sus pa-
labras.LMientras que la procedencia

designa la cualidad de un instinto, su

intensidad o su debilidad, y la marca

que deja en un cuerpo, la emergencia

designa un lugar de enfrentamiento;

aún así, hay que evitar imaginárselo

como un campo cerrado en el que se

desarrollaría una lucha, un plano en

el que los adversarios estarían en

igualdad; más bien es —el ejemplo de

los buenos y los malos lo prueba—

3o La genealogía de la moral, 1, 2.

37

un “no-lugar”, una pura distancia, el

hecho de que los adversarios no per-
tenezcan al mismo espaciojNadie— es,

pues, responsable de 'una emergencia,
ni nadie puede vanagloriarse de ella;
siempre se produce en el intersticioj

[En cierto sentido, la obra represen-
tada en ese teatro sin lugar siempre

es la misma: la que repiten indefinida-
mente los dominadores y los domina-
dos.)Unos hombres dominan a otros,

y así nace la diferenciación de los va-

'lores 31; unas clases dominan a otras,

y así nace la idea de libertad 32; unos

hombres se apoderan de las cosas que

necesitan para vivir, les imponen una

duración que no tienen, olas asimilan

a la fuerza —y nace la lógica— 33. La

relación de dominación ya no es una

“relación”, como tampoco es un lu-

” Más allá del bien y del mal, 9 260. Cf. también La

genealogía de la moral, II, 12.

32 El viajero y su sombra, 5 9.
33 La gaya ciencia, 5 111.

38

gar el lugar en el que se ejerce.tY por

eso precisamente, en cada momento

de la historia, se fija en un ritual; im—

pone obligaciones y derechos; elabora

cuidadosos métodos.. Establece mar-
cas, grava recuerdos en las cosas y

hasta en los cuerpos; se hace respon-
sable de las deudas. Universo de re-
glas que no está destinado a atenuar

sino, al contrario, a satisfacer la vio-
lencia.fería equivocado creer, según

el esquema tradicional, que la guerra

general, agotándose en sus propias

contradicciones, acaba por renunciar

a la violencia y acepta suprimirse en

las leyes de la paz civil. La regla es

el placer calculado del ensañamiento,

la sangre prometida. Permite relan—

zar Sin cesar el juego de la domina-
ción; pone en escena una violencia

meticulosamente repetida. El deseo

de paz, la suavidad del compromiso,

la aceptación tácita de la ley, lejos de

ser la gran conversión moral, o el útil

39

cálculo que han dado nacimiento a la

regla, no son más que el resultado y

a decir verdad, la perversión: “Fal-
ta, conciencia, deber, tienen su nú-
cleo de emergencia en el derecho de

obligación; en sus inicios, como to-
do lo que es grande sobre la tierra,

ha estado regado de sangre” 34. La

humanidad no progresa lentamente

de combate en combate hacia una re-
ciprocidad universal, en la que las re-
glas sustituirán, para siempre, a la

guerra/instala cada una-de estas vio-
lencias en un sistema de reglas, y va

asi de dominación en dominación/

Y es precisamente la regla la que

permite que se haga violencia a la vio-
lencia, y que otra dominación pueda

doblegar a los mismos que dominan.

En sí mismas las reglas están vacías,

son violentas, carecen de finalidad;

están hechas para servir a esto o aque—

“ La genealogía de la moral, II, 6.

40

llo; pueden adaptarse a gusto de unos

0 de otros. El gran juego de la histo-
ria es para quien se apodere de ellas,

ocupe el puesto de los que las utili-
zan, se disfrace para pervertirlas, uti-
lizarlas al revés y volverlas contra los

que las habían impuesto; para quien

introduciéndose en el complejo apa-
rato lo haga funcionar de tal forma

que los dominadores se encuentren

dominados por sus propias reglas.

'_I_...as diferentes emergencias que se

pueden señalar no son las figuras su-
cesivas de una misma significación;

son otros tantos efectos de sustitu-
ciones, de reemplazamientos y de

desplazamientos, de conquistas disi-
muladas, de giros sistemáticosJEi in-
terpretar fuera sacar lentamente a la

luz una significación enterrada en el

origen, sólo la metafísica podría in-
terpretar el devenir de la humanidad)

_Pero si interpretar es apropiarse, vio-
lenta o subrepticiamente, de un sis-
41

tema de reglas que en sí mismo no

tiene significación esencial, e impo-
nerle una dirección, plegarlo a una

nueva voluntad, hacerlo entrar en

otro juego y someterlo a reglas se-
cundarias, entonces el devenir de la

humanidad consiste en una serie de

interpretaciones¿£ la genealogía de—

be ser su historia: historia de las mo-
rales, de los ideales de los conceptos

metafísicos, historia del concepto de

libertad o de la vida ascética, como

emergencia de interpretaciones dife-
rentesLSe trata de hacerlas aparecer

como acontecimientos en el*teatro de

los métodos. 3

5. tú_¿Cuáles son las relaciones entre

la genealogía, definida como búsque-
da de la Herkunft y de la Entstehung,

y lo que de ordinario llamamos his-
toria?,, Conocemos los célebres após-
trofes de Nietzsche contra la historia,

y pronto habrá que volver sobre ellos.

42

No obstante, unas veces se designa la

genealogía como “wirkliche Histo-
ria”; en varias ocasiones, se la carac-
teriza como el “espíritu” o e “sentido

histórico” 35¿ug_De hecho, lo que Nietz-
sche no ha cesado de criticar desde la

segunda de las Intempestivas es esa

forma de historia que reintroduce (y

supone siempre) el punto de vista“su-
prahistórico'i una historia que tendría

por función recoger, en una totalidad

bien cerrada sobre sí misma, la diver-
sidad al fin reducida del tiempo; una

historia que nos permitiría reconocer-
nos en todo y dar a todos los despla-
zamientos pasados la forma de la

reconciliación; una historia que lan-
zaría sobre lo que está detrás de ella

una mirada de fin del mundo) Esta

historia de los historiadores será un

punto de apoyo fuera del tiempo; pre-

” Ibid., prólogo, 5 7; y I, 2. Más allá del bien y del

mal, 5 224.

43

tende juzgarlo todo según una obje-
tividad apocalíptica; y es que ha su-
pUesto una verdad eterna, un alma

que no muere, una conciencia siem-
pre idéntica a si misma.¡Si elsentido

históricose deja ganarpor elpunto

de vista suprahistórico, entonces la
metafísica puede volver a adoptarlo

y, fijándolo bajo las especies de una

ciencia objetiva, imponerle su propio

“egipcianismo”. [Eor el contrario, el

sentido histórico”escapará a la meta-
física, para devenir el instrumento

privilegiado de la genealogía, sino se

apoya sobre ningún absolutoi$ólo

debe ser esa agudeza de una mirada

que distingue, distribuye, deja actuar

las desviaciones y los márgenes —una

especie de mirada disociante capaz de

disociarse ella misma y de borrar la

unidad de ese ser humano supuesta-
mente" capaz de llevarla soberanamen-
te hacia su pasado;). _

¡El sentido histórico, y en eso prac-
44

tica la “wirkliche Historia”, reintro-
duce en el_devenir todo lo que ha-
bíamos creído inmortal en el hom-
b_¿J_¿,Creemos en la perennidad de los

sentimientos? Pues todos, y sobre to-
do los que nos parecen más nobles y

desinteresados, tienen su historia)

Creemos en la sorda constancia de los

instintos y nos imaginamos que siem-
pre ac'túan, aquí y allá, ahora como

antaño. ¡Pero el saber histórico no tie-
ne dificultad en fragmentarlos, —en

mostrar sus avatares, en señalar sus

momentos de fuerza y de debilidad,

en identificar sus alternantes reina-
dos, en comprender su lenta elabora-
ción y los movimientos por los que

volviéndose contra si mismos pue-
den ensañarse en su pro—piadestruc-
ción 36¿LI_)_e todas formas, pensamos

que el cuerpo no tiene otras leyes que

las de su fisiología y-que escapa a la

36 La gaya ciencia, 5 7.

45

historia. Nuevo error3está atrapado

en una serie de regímenes que lo mo-
delan; está roto por ritmos de traba-
jo, de reposo y de fiestas; está into-
xicado por venenos -—aliment05 o

valores, hábitos alimenticios y leyes

morales, todo ala vez—; se forja con

la resistencia 37. ¡La historia “efecti-
va” se distingue de la de los historia-
dores en que no se apoya en ninguna

constanci3 nada en el hombre —ni

siquiera su cuerpo— es lo suficiente-
mente fijo como para comprender a

los demás hombres y reconocerse en

ellos. Qodo en lo que uno se apoya

para volverse hacia la historia y com-
prenderla en su totalidad, todo lo que

permite retrazarla como un paciente en
movimiento continuo, —todo eso, se
trata siStemáticamente de romperlo—¡J

Hay que fragmentar lo que permitía

el juego consolador de los reconoci-

¿&

” Ibid.

46

mientos.(_8aber, incluso en el orden

histórico, no significa “reconocer”,

y mucho menos “reconocernos”. a

historia será “efectiva” en la medi-
da en que introduzca lo discontinuo

en nuestro mismo serg¿)ivida nues-
tros sentimientos; dramatice nuestros

instintos; multiplique nuestro cuerpo

y lo oponga a sí mismo_&lo deje na-
da sobre sí que tenga la estabilidad

tranquilizadora de la vida de la na-
turaleza, ni se deje llevar por ningu-
na muda obstinación_hacia un final

milenarioj50cave aquello sobre 'lo

que se la quiere hacer reposar, y se

ensañe contra su pretendida continui-
dad. Y es que el saber no está hecho

para comprender, está hecho para
zanjé_r¿

A partir de esto, podemos com-
prender los rasgos específicos del sen-
tido histórico? tal como Nietzsche lo

entiende, que opone a la historia tra-

.47

dicional la “ “wirkliche Historia” ”_.Esta

invierte la relación establecida de or-
dinario entre la irrupción del aconte-
cimiento yla necesidad continuaJl-Qy

toda una tradición de la historia (teo-
lógica 0 racionalista) que tiende a di-
solver el acontecimiento singular— en

una continuidad ideal —movimiento

teleológico o encadenamiento natu-
ral. La___historia “efectiva hace resur-
gir el acontecimiento en lo que puede

tener de único y de agudo.;Aconteci-
miento —entendiendo por tal no una

decisión, un tratado, un reino o una

batalla—, sino una relación de fuer-
za que se invierte, un poder que se

confisca, un vocabulario recuperado

y vuelto contra los que lo utilizan,

una dominación que se debilita, se

distiende, ella misma se envenena, y

otra que surge, disfrazada. as fuer-
zas que están en juego en la historia

no obedecen ni“ a un destino ni a una

48

mecánica, sino al azar dela lucha 38,
LIN_Io se manifiestan como las formas

sucesivas de una intención primor-
dial; tampoco se presentan con la

apariencia de un resultado.;éparecen

siempre en el azar singular del acon-
tecimient_oj A la inversa del mundo

cristiano, universalmente tejido por

la araña divina, a diferencia del mun-
do griego, dividido entre el reino de

la voluntad y el de la granbétise cós-
mica,tel mundo de la historia efecti-
va no conoce más que un reino, en

el que no hay ni providencia ni cau-
sa final, —sino tan sólo “la mano de

hierro de la necesidad que sacude el

cuerno del azar”—3%ún así, no

hay que entender ese __a_z_ar como un
simple sorteo, sino como el riesgo

siempre relanzado de la voluntad de

poder, que a toda solución del azar

” La genealogía de la moral, II, 12.
39 Aurora, 5 130.

49

opone, para dominarla, el riesgo de
un azar aún más grande.5Por eso el

mundo tal como lo conocemos no tie-
ne esa forma, simple en suma, en la

que todos los acontecimientós se han

borrado para que poco a poco se acu-
sen los rasgos esenciales, el sentido fi—

nal, el valor primero y último; al

contrario, es una miríada de aconte-
cimientos enmarañados; hoy nos pa-
rece “ “maravillosamente abigarrado,

profundo, lleno de sentido” 4o; y es

que una “multitud de errores y fantas-
mas le ha dado nacimiento y lo puebla

todavía en secreto'o'4l.¡Creemos que

nuestro presente se apoya en intencio-
nes profundas, necesidades estables;

pedimos a los historiadores que nos

convenzan de ello. Pero el verdade-
ro sentido histórico reconoce que vi-
vimos, sin jalones ni coordenadas

“o La genealogía dela moral, II, 12.
'" Humano, demasiado humano, 5 16.

50

originarias, en miríadas de ac'onteci-
mientos perdidos;

€l___s_e_n_tido histórico tiene también

el poder de invertir la relación de lo

próximo y lo lejano tal como los es-
tablece la historia tradicional, en su

fidelidad a la obediencia metafísica.,

En efecto, ésta ama dirigir la mirada

hacia laslejanías y las alturas: las

épocas más nobles, las formas más

elevadas, las ideas más abstractas, las

individualidades más puras. Y, para

hacerlo, trata de aproximarse al má-
ximo, de situarse al pie de esas cimas,

so pena de tener sobre ellas la famosa
perspectiva de las rana5_.Mhistoria

efectiva, por el contrario, dirige sus

miradas hacia lo más próximo, —al

cuerpo, al sistema nervioso, a los ali-
mentos y a la digestión, a las ener-
gías—; indaga las decadencias; y si

afronta las épocas lejanas*es con la

sospecha —no rencorosa sino jovial—

51

de un hormigueo bárbaro e inconfe-
sable.oNo teme mirar hacia abajo. Pe-
ro mira desde arriba —abismándose

para captar las perspectivas, desple-
gar las dispersiones y las diferencias,

dejar a cada cosa su medida y su in-
tensidad. ou movimiento es inverso

al que practican subrepticiamente los

historiadores: simulan mirar lo más
lejos de si mismos, pero, vilmente,

arrastrándose, se aproximan a ese ho-
rizonte prometedor (en eso son como

los metafísicos, que si ven, muy por

encima del mundo, un más allá, sólo

es para prometérselo a título de re-
compensa); la historia efectiva mira

hacia lo más próximo, pero para

apartarse bruscamente de ello y vol—

ver a captarlo a distancia (mirada se-
mejante a la del médico que explora

para...diagnosticar y decir la-diferen—

Cia). El sentido histórico está mucho

mas próximo de la medicina que de la
filosofía. “Histórica y fisiológiCamen—

52

te”, dice a veces Nietzsche 42. Nada

sorprendente en ello, puesto que en

la idiosincrasia del filósofo encontra-
mos tanto la degeneración sistemática

del cuerpo como “la falta de sentido

histórico”, el odio contra la idea de

devenir, el egipcianismo, la obstina-
ción en “poner al comienzo lo que

viene al final”, en situar “las cosas
últimas antes que las primeras”43_.d

U¿a historia tiene más que hacer que

servir a la filosofía y narrar el naci-
miento necesario de la verdad y del

valor; la historia ha de ser el conoci-
miento diferencial de las energías y de

las debilidades, de las cumbres y de

los hundimien'tos, de los venenos y de

los contravenenos.jLa historia ha de
ser la ciencia de los remediós$

Última característica de esta histo-
42 Crepúsculo de los ídolos. Incursiones de un intem—

pestivo, 5 44.

43 Ibid., La “razón” en la filosofía, 5 1 y 4.
44 El viajero y su sombra, 5 188.

53

ria efectiva: no teme ser un saber
perspe...oriadores tratan
de borrar, en la medida de lo posible,

aquello que puede traicionar, en su

saber, el lugar desde el que miran, el

momento en el que están, el partido

que toman —lo insoslayable de su

pasión—¿ El sentido histórico, tal co-
mo Nietzsche lo entiende, se sabe

perspectiva, y no rechaza el sistema

de su propia injusticia. Mira desde "un

cierto ángulo, con el propósito deli-
berado de apreciar, de decir sí o no,

de seguir" todas las huellas del vene-
no, de encontrar el mejor antídoto)

J_E_n lugar de simular un diScreto anu-
lamiento ante lo que mira, en lugar

de búscar su ley y de someter a ella

cada uno de sus movimientos, es una

mirada que sabe desde donde mira y

lo que mira. El sentido histórico da

al saber la posibilidad de hacer, en el

movimiento mismo de su conoci-
miento, su genealogía_jLa “wirkliche

54

Historia” efectúa, en la vertical del

lugar en el que se sitúa, la genealo-
gía de la historia.

*6_, En esta$genealogía de la histo-
ria”que esboza en varias ocasiones,

Nietzsche ligaxel sentido histór¿icó y

“la historia de los historiadorgs%os

dos tienen el mismo comienzo, impu-
ro y mezcladg_er un mismo signo,

en el que puede reconocerse tanto el

síntoma de ”una enfermedad como el

germen de una flor maravillosa 45,

han salido al mismo tiempo, y sólo

después se separarán..l$eguimos, pues,

sin diferenciarlos en su común genea-
logí_ag

Q4a procedencia (Herkunft) del his-
toriador no ofrece dudas: es de baja

extraccióanJ/no de los rasgos de la

historia es no tener posibilidad de

45 La gaya ciencia, 5 337.

55

elección: se impone el deber de cono-
cerlo todo, sin orden de importancia;

de comprenderlo todo, sin distinción

de noblezas; de aceptarlo todo, sin
hacer diferencias. Nada debe escapar—_

le, pero tampoco nada debe ser ex—
“£L1¿idok¿os historiadores dirán que es

una prueba de tacto y de discreción:
¿con qué derecho harían intervenir su

gusto cuando se trata de otros, sus
preferencias, cuando se trata de lo

que realmente ha pasado? Pero, de

hecho, es una falta total de gusto, una

cierta vulgaridad que trata de adop-
tar, con lo que es más elevado, acti-
tudes familiares, una satisfacción de

encontrar lo baj_oj¿&l historiador nada

le da aseo: 0 más bien, le da placer
lo que debería revolverle el estómago)

EB aparente serenidad se empeña en

no reconocer nada como importante

y en reducirlo todo al más mínimo de-
nominador. Nada debe ser más no-
ble que é9) Si desea saber tanto,

56

saberlo todo, es para sorprender los

secretos que minimizan. “Baja curio-
sidad”. ¿De dónde viene la historia?

De la plebe. ¿A quién se dirige? A la

plebe. Y el discurso que el historia-
dg_r tiene sobre—"ella se parece mucho

al demagogo: “nadie es más grande

que vosotros” , dice éste, “y el que tu-
viera la pretensión de querer vence-
r0s, —a vosotros que sois buenos—

es un malvado' '; y el historiador, que

es su doble, le hace eco: “ “No hay pa-
sado más noble que vuestro presen-
te, y mi saber meticuloso os mostrará

la pequeñez, la maldad y la ruindad

de todo lo que aparece en la historia

con aspecto de grandezaoí.lel paren-
tesco del historiador remonta... hasta

/

Sócrates. _

Gero esta demagogia debe ser hipó—

crita. Debe ocultar su singular rencor

bajo la máscara de lo universal. así

como el demagogo debe invocar la

Verdad, la ley de las esencias y la ne-
57

cesidad eternal el historiador debe in-
vocar la objetividad, la exactitud de

los hechos, el pasado inamovible.bEl

demagogo necesita negar el cuerpo

para establecer la soberanía de la idea

intemporal; eLbLs_t_oriador tendrá que

anular su propiaindividualidad pa-
ra que los otros entren en escena y

puedan tomar la palabra]...

pues, que ensañarse consigo mismo:

hacer callar sus preferencias y supe-
rar sus aversiones, alterar su propia

perspectiva para sustituirla por una
geometría ficticiamente universal,

imitar la muerte para entrar en el rei-
no de los muertos, adquirir una cua-
siexistencia sin nombre y sin rostr_<¿)

¡Y en ese mundo en el que habrá fre-
nado su voluntad individual, podrá

mostrar a los otros la ley inevitable

de una voluntad superioriHabiendo

tratado de borrar de su prop10 saber

toda huella de querer, encontrará, en

el objeto a conocer, la forma de un

58

querer eterno. L __...ob'etividad en el
historiador es la inversión de las re—

laciones entre el querer y el saber y,

a la vez, la creencia necesaria en la

Providencia, en las causas finales y

en la teleología.l El historiador perte-
nece a la fam1 la de los ascetas. ( “No

soporto a esos concupiscentes eunu-
cos de la historia, a todos esos reclu-
tadores del ideal ascético; no sop0rto

a esos sepulcros blanqueados que en-
gendran vida; no soporto a esos se-
res fatigados y abúlicos que se arro-
pan con la sabiduría y creen tener una

mirada objetiva”íí._g

(Pasemos a laEntstehungde la his-
toria; su lugar es la Europa del siglo

XIX: patria de las mezclas y de las

bastardías, épbca del hombre-mez¿c_l_gj

l!&e_specto a los momentos de alta civi-
lización, henos aquí como los bárba-
ros: tenemos ante los ojos ciudades en

46 La genealogía de la moral, III, 25.

59

ruinas y monumentos enigmáticos;

contemplando los muros derruidos,

nos preguntamos qué dioses han podi-
do habitar todos estos templos vacíos.

Las grandes épocas no tenían tales cu-
riosidades ni tan grandes respetos; no

reconocían predecesore ; el clasicismo

ignoraba a Shakespeare&a decaden-
cia de Europa nos ofrece un inmen-
so espectáculo en el que se renuncia

o se prescinde de los momentos más

vigorosos ¡ Lo propio de la escena ac-
tual es representar un teatro; sin mo-
numentos que sean obra nuestra y

que nos pertenezcan, vivimos en una
multitud de decoradoskero aún hay

más: el europeo no sabe quién es; ig-
nora qué razas se han mezclado en él;

busca qué papel podría ser el suyo;

no tiene individualidad.]Así se com-
prende por qué el siglo XIX es espon-
táneamente historiador: la anemia de

sus fuerzas, las mezclas que han bo-
rrado todos sus caracteres producen

60

el mismo efecto que las maceraciones

del ascetismo; su imposibilidad de

crear, su ausencia de obras, la obli-
gación que tiene de apoyarse en lo

que antes y en otras partes se hizo,

le obligan a la baja curiosidad del

plebeyo. ...

Pero si es esa la genealogía de la

historia, ¿cómo puede convertirse

ella misma en análisis genealógico?

¿Cómo deja de ser "un conocimiento

demagógico y religioso? ¿Cómo pue-
de, en esa misma escena, cambiar de

papel? ues únicamente porque uno

se apodera de ella, porque la domi-
na y la vuelve contra su nacimientgg

[121 es, en efecto, lo propio de la Ent-
stehung: no la apariciónhecesaria de

lo que durante mucho tiempo había

estado preparado de antemano, sino

la escena en la que las fuerzas se ex-
ponen y se enfrentan, en la que pue-
den triunfar, pero en la que también

se las puede confiscar. El lugar de

61

emergencia de la metafísica fue la de-
magogia ateniense, el rencor popula-
chero de Sócrates, su creencia en la

inmortalidad.|Pero Platón habría po-
dido apropiarse de esta filosofía so-
crática, habría podido volverla contra

sí misma, —y más de una vez, sin du-
da, intentó hacerlo—. Su derrota es

haber logrado legitimarla.jEl pohie-

_rr_1_a__e_r__1__el_,_s_iglo XIX es no hacer, con

el ascetismo popular de los historia-
dores, lo que Platón hizo con el de

Sócrate___s¿ljo_hax¿__<_1_u_fe__f_undarlo en una

filosofía de la-historia, sino fragmen-
tarlo a partir de lo que ha producido:

adueñarse de la historia para hacer de

ella un uso genealógico, es decir, un

uso rigurosamente antiplatónieo. En-
tonces el sentido histórico se libera-
rá de la historia suprahistórica.)

7 . ¡El sen;1do_ hlstorlcd 1mphca_tres
usos que se oponen uno a uno a las

62

tres modalidadesplatónicas de la histoWeluso paródico y des-
tructor de realidad? que se opone al

tema de la historia-reminiscencia o re-
conocimiento,¡otro es eluso disocia-
tivo y destructor de identidad,que se

opone a la historia-continuidad o tra-
dicioa=L=l tercero es el uso sacrifica-
torio y destructor de verdad, que se

opone a la historia-conocimienojlle
LOQas__:for-mas., se trata de hacer de la
historia un uso que la libere para

siempre del modelo, a la vez metafí-
sico y antropológico, de la memoria. )

Eetrata de hacer de la historiauna

contramemoria, —y, como conse-
cuencia, desplegar en ella una forma

completamente distinta del t1empo8)

Loap__od1co y bufón, primero. A

este hombre mezclado y anónimo que

es el europeo —que ya no sabe quién

es, qué nombre debe llevar— el histo-
riador le ofrece identidades de recam-
bio, en apariencia mejor individuali-
63

zadas y más reales que las suyasñ:Peró

el hombre del sentido histór1co no e-
be engañarse sobre ese substitutivo que

ofrece: sólo es un disfr%ucesiva-
mente, se ha ofrecido a la Revolución

el modelo romano, al romanticismo

la armadura del caballero, a la épo-
ca wagneriana la espada del héroe

germánico; pero esos son oropeles cu-

.ya irrealidad remite a nuestra propia
irrealidadelgunos son muy dueños

de venerar esas religiones y celebrar

en Bay'reuth la memoria de ese'nue-
vo más allá; de hacerse los quincalle-
ros de las identidades vacíasl El buen

”historiador, el genealogista, sabrá lo

que hay que pensar de toda esa mas-
carada. No que la rechace por espí—

ritu de seriedad; al contrario, quiere

llevarla al extremo: quiere poner en

marcha un gran carnaval del tiempo,

en el que las máscaras no cesarán de

volver.'Más que identificar nuestra

p ' a individualidad a las identidades

64

profundamente reales del pasado, se

trata de irrealizarnos en otras tantas

identidades reaparecidas; y recupe-
rando todas esas máscaras —Federico

de Hohenstaufen, César, Jesús, Dio-
nisos, y tal vez Zaratustra—, reco-
menzando la bufonería de la historia,

recuperemos en nuestra irrealidad la

identidad aún más irreal que el Dios

que la ha trazado¿] “Ahí tal vez des-
cubriremos el dominio en el que la

originalidad nos está aún permitida,
quizá como parodistas de la historia

y como polichinelas de Dios”“:Llíe-
conocemos aquí el doblete paródico

de lo que la segunda Intempestiva lla-
maba la “historia monumental”, his-
toria que se proponía como tarea

restituir las grandes cimas del deve-
nir, mantenerlas en una presencia

perpetua, recuperar las obras, las ac—

ciones y las creaciones, según el mo-
47 Más allá del bien y del mal, 5 223.

65

nograma de su esencia íntima. Pero

en 1.874, Nietzsche le reprochaba &

esta hist0ria, tan dada a la...venera-
ción, el cerrar el paso a las intensi-
dades actuales de la vida, y a sus

creaciones ¿EE:n los últimos textos, por
el contrario, se trata de parodiarla,

y resaltar así que ella misma no es

más que una parodia.)La genealogía

es la historia como carnaval concer-
tado...

Otro uso de la historia: la disocia-
ción sistemática de nuestra identidad.

Porque esta identidad, bien débil no

obstante, que tratamos de reunir y

preservar bajo una máscara, no es

más que una parodia: lo plural la ha-
bita, innumerables almas se enfren—

tan en ella; los sistemas se entrecruzan

y se dominan unos a otros_.£uando

se ha estudiado la historia, uno. se

siente “feliz, por oposición a los me-
tafísicos, de albergar en sí mismo no

un alma inmortal, sino muchas almas

66

mortales”“f>Y en_;ada una de esas

almas, la historia no descubrirá una

identidad olvidada; siempre pronta a

renacer, sino un sistema complejo de

elementos a su vez múltiples, distin-
tos, y que ningún poder de síntesis

dom¿njz “es un signo de cultura su-
perior tener plenamente conciencia de

ciertas fases de la evolución que los

hombres inferiores atraviesan sin pen-
sar.. La primera consecuencia es que

comprendemos a nuestros semejan-
tes como sistemas enteramente deter-
minados y como representantes de

culturas diversas, es decir, como ne-
cesarios y como modificables. A cam—

bio: en nuestra propia evolución so-
mos capaces de separar fragmentos

y ponerlos aparteoo4oworia,

genealó_gicamente dirigida, no tiene

por meta encontrar las raíces de nuestra

“ El viajero y su sombra (Opiniones y sentencias mezcladas), 5 17.
49 Humano, demasiado humano, 5 274.

67

identidad, sino, al contrario,. empe-
ñarse en 'disiparla; no intenta descubrir

el hogar único del que venimos, esa

patria primera a la que los metafísicos

prometen que regresaremos; intenta

hacer aparecer todas las discontinui—

dades que nos atravi_e_s¿nj&ta fun-
ción es inversa a la que quería ejercer,

según las Intempestivas, “ “la historia

anticuario” Allí se trataba de reco-
nocer las continuidades en las que se

enraíza nuestro presente) continuidades

del suelo, de la lengua, de la ciudad;

¿“de conservar para los que vendrán

después, cultivando con mano deli-
cada lo que ha existido deSde siem-
pre, las condiciones bajo las cuales se

ha nacido””. A tal historia, las In-
tempestivas le objetaban que corría

el riesgo de impedir toda creación en
nombre de la ley de fidelidaden poco

más tarde —y ya en Humano, dema-

” Consideraciones intempestivas, II, 3.

68

síado human0_— Nietzsche reanuda la

tarea anticuario, pero en una direc-
ción completamente opuesta£©i_la ge-
nealogía plantea a su vez la cuestión

del suelo que nos ha visto nacer, de

la lengua que hablamos, o de las le-
yes que nos rigen, es para sacar a la

luz los sistemas heterogéneos que, ba-
jo la máscara de nuestro yo, nos pro-.

hiben toda identidad__,)

(£ercer uso de la historia: el sacri-
ficio del sujeto de conocimiento)l£n

apariencia, o más bien por la másca-
ra que lleva, la conciencia histórica

es neutra, desprovista de toda pasión,

empeñada solamente en la verdad.)
-K_Iie¿3 si se interroga a sí misma y, de

una manera más general, interroga a

toda conciencia científica en su his-
toria, entonces descubre las formas

y transformaciones de la voluntad de

saber, que es instinto, pasión, empe-
ño inquisidor, refinamiento cruel,

maldad; descubre la violencia de los

69

prejuicios: prejuicios contra la felici-
dad ignorante, contra las ilusiones vi-
gorosas con las que la humanidad se

protege, prejuicios contra todo lo que

hay de peligroso en la búsqueda y

de inquietante en el descubrimien-
to 5Qanálisis histórico de ese gran

querer-saber que recorre la humani—

dad pone, pues, de manifiesto que no

hay conocimiento que no repose so-
bre la injusticia (que no hay pues, en

el propio conocimiento, un derecho

a la verdad o un fundamento de lo

verdadero) y a la vez que el instinto

de conocimiento es malo (que hay al-
go de mortífero en él, y que ni puede

ni quiere nada para la felicidad de 10s

hombresL%dcoúriendo, como suce-
de hoy en la, sus más amplias di—

mensiones, el querer-saber no nos

acerca a una verdad universal; no da

5' Cf. Aurora, 5 429 y 432; La gaya ciencia, 5 333; Más

allá del bien y del mal, 5 229 y 230.

70

al hombre un_exacto y sereno domi-
nio dela naturaleza; al contrario, no

cesa de multiplicar los riesgos; en to-
das partes hace crecer los peligros;

abate las protecciones ilusorias; des?
hace la unidad del sujeto; libera en

él todo lo que se empeña en disociar-
lo y destruir£líl_5_l saber, en lugar de

separarse poco a poco de sus raíces

empíricas, o de las primeras necesi-
dades que le han hecho nacer, para

devenir una pura especulación única-
mente sometida a las exigencias de la

razón, en lugar de estar ligado en su

desarrollo a la constitución y a la afir-
mación de un sujeto libre, implica un

empeño cada vez más grande; la vio-
lencia instintiva se acelera y_crece en

¿él) Antaño las religiones exigían el sa-
crificio del cuerpoi£oy el saber pide

experimentar en nosotros mismos 52,

” Aurora, 5 501.

71

sacrificar el sujeto de conocimiento;

“El conocimiento se ha convertido

entre nosotros en una pasión que no

se arredra ante ningún sacrificio, y

que en el fondo sólo teme una cosa:

apagarse. .. La pasión del conocimien—

to hará incluso perecer a la humani-
dad... Si la pasión no hace perecer a

la humanidad, ella perecerá de debi-
lidad. ¿Qué preferimos? Esta es la

cuestión principal. ¿Queremos que la

humanidad acabe en el fuego y en la

luz, o queremos que acabe en la are-
na?”53Us dos grandes problemas

que Vhan se repartido el pensamiento

filosófico del siglo XIX (fundamen-
to recíproco de la verdad y de la liber-
tad, posibilidad de un saber absolu-
to), esos dos temas mayores legados

por Fichte y Hegel, ya es hora de sus-
tituirlos por el tema de que ' “perecer

por el conocimiento absoluto podría

” Íbid., ; 429.

72

muy bien formar parte del fundamen-
to del ser”54jLo que no quiere decir,

en el sentido de la crítica, que la vo-
luntad de verdad esté limitada por la

finitud del conocimiento, sino que

pierde todo límite y toda intención de

verdad en el sacrificio que debe ha-
cer del sujeto de conocimiento. “Tal

vez sólo haya una idea prodigiosa

que, aún ahora, podría anular cual-
quier otra aspiración, y que alcanza-
ría así la victoria sobre el más

victorioso —quiero decir la idea de la

humanidad que se sacrifica—. Pode-
mos estar seguros de que si la cons-
telación de esta idea no apareciese

jamás en el horizonte, el conocimien-
to de la verdad continuaría_siéndo la

única gran meta proporcional a Seme-
jante sacrificio; porque para el cono-
cimiento ningún sacrificio es demasia—

54 Más allá del bien y del mal, 5 39.

73

do grande. Hasta ahora el problema

jamás ha sido planteadooo55.

XLas Intempestívas hablaban del uso

crítico de la historia: se trataba de

juzgar el pasado, de cortar sus raíces

a cuchillo, de borrar las veneraciones

tradicionales, a fin de liberar al hom-'

bre y no dejarle otro origen que aquel

en el que tuviera a bien reConocerse.

A esta historia crítica, Nietzsche le re-
prochaba que nos separara de todas

nuestras fuentes reales y sacrificara

el movimiento mismo de la vida ex-
clusivamente' en aras de la verdad. Un

poco más tarde vemos que Nietzsche

vuelve a tomar en consideración lo

que antes rechazaba. Pero ahora con

otro fm: ya no se trata de juzgar nues-
tro pasado en nombre de una verdad

que nuestro presente sería el único en

poseer; se trata de arriesgar la des-
trucción del sujeto de conocimiento

” Aurora, 545.

74.

en la voluntad, indefinidamente des-
plegada, de saber.

En cierto sentido, la genealogía

vuelve a las tres modalidades de la

historia que Nietzsche reconocía en

1.874. Y vuelve, por encima de las ob-
jeciones que entonces les hacía en

nombre de la vida, de su poder de

afirmar yde crear. Pero vuelve me-
tamorfoseándolas: la veneración de

los monumentos deviene parodia, el

respeto de las antiguas continuidades

deviene disociación sistemática; la crí-
tica de las injusticias del pasado por

la verdad que el hombre detenta hoy

deviene destrucción del sujeto de co—

nocimiento por la injusticia propia de

la voluntad de saber.

https://drive.google.com/file/d/1MGuDGKvGj869WhC4qmw27eFYlXcibT_N/view?fbclid=IwAR15kL9k4btwf2H89V0zDNBzQd-7daIs0qVauCaDXxlAfbseJO2eq7jxVZY


https://www.facebook.com/photo/?fbid=680168443475251&set=a.222886262536807

¿La iglesia elimino a Cristo? El equipo de qatar fue eliminado en un juego en el que les falta años de juego ellos recién están empezando, pero Cristo no puede ser eliminado, el es el verbo, el logos el que toma conciencia del padre, la iglesia es ansia de voluntad de poder en vez de voluntad de ser, que no es otra cosa que la voluntad de poder auto consciente, entonces no es que la iglesia elimine a Cristo, sino que se elimina a ella misma en su ansia de poder, la muerte de Dios es realmente la muerte del hombre. El camino del anticristo es el camino de cristo , la voluntad de poder se reconoce vacía y es ahí donde el logos la traspasa.

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