El gozo de vivir-registro de lo real simbólico
El arquetipo del profeta-los misterios en Grecia-Meta poesía
En el desierto
Hablas y hablas de transferencia, de matemática
transferencial, de no sé qué coño transferencial pero ¿Qué mierda es la
transferencia?
Desierto-Alguna vez
has contemplado…si nunca lo has hecho la mierda eres tu….¿Dime alguna vez has
contemplado?
Si
Desierto-¿Puedes objetivar lo que contemplas?
No
Desierto-¿Por qué no?
No lo se
Desierto-Porque si lo objetivas dejas de contemplarlo,
cuando tú miras con el corazón te transfieres y vuelves a la simbiosis mística
primera, a lo real, donde no hay transferencia sino que todo es, todo está en
comunión y entonces el desierto mira en ti y tú miras en el desierto.
Yo soy tu y tu eres yo
Desierto-Que terrible la palabra yo porque surge de una contra transferencia
cuando la chamana le dijo al jugador frente a un espejo que él no era ella. Y
luego el guerrero uso su espada la palabra para separarte de la naturaleza.
Que dolor, pero te contemplo y me transfiero, vuelvo al
paraíso perdido, y yo soy el jugador, yo soy la chamana, yo soy el guerrero, yo
soy el que nunca fue otro, yo soy el otro, yo sol el otro del otro es decir al
gran otro, y soy por fin la otredad absoluta donde toda otredad se disuelve.
Desierto-Tu eres el
profeta, tu eres el desierto, en ti brilla el rostro de Dios.
Desierto háblame de los griegos ellos contemplaron al punto
de tener una salvación estética, una salvación por la belleza del dolor de su
existencia
Desierto-Te mostrare 4 caminos, en lo que con su
contemplación los griegos intentaron supera a la muerte y nacieron al
espíritu el camino de los Dioses y
Héroes hasta llegara Heracles, el camino de los misterios de la Eleusis, el
camino de Dionisos recuperando el gozo de vivir y el camino de los misterio
órficos, que nutrirá la filosofía pitagórica, llegando a Platón y con el
helenismo haciendo al igual que en el
neolítico con la agricultura nacer el alma la
conciencia del mundo, ahora nacía el espíritu en todo el mundo conocido.
Comencemos con la teogonía de Hesíodo en el mito de sucesión:
Urano (el Cielo) inicialmente tuvo 18 hijos con su madre, Gea (Tierra):
los doce Titanes, los tres Cíclopes y los tres Hecatonquiros, pero al odiarlos,
los escondió en algún lugar dentro de Gaia.
Angustiada, Gea formó una hoz hecha con firmeza e instó a sus
hijos a castigar a su padre. Solo su hijo Cronos, el Titán más joven, estaba
dispuesto a hacerlo.
Gea escondió a Cronos y le dio la hoz, creando una emboscada, y
cuando Urano se acostó con Gea, Cronos
extendió la mano y castró a su padre.
Esto permitió que nacieran los Titanes y que Cronos asumiera el mando supremo del
cosmos.
Cronos toma el control del
Universo
Cronos, después de haber tomado el control del cosmos de Urano,
quería asegurarse de mantenerlo. Urano y Gea le habían profetizado a Cronos que
uno de sus hijos lo derrocaría, por lo que cuando éste se casó con su hermana
mayor, Rea, se aseguró de tragar a cada uno de los niños que ella dio a luz:
Hestia , Demeter, Hera, Hades, Poseidón y Zeus (en ese orden).
Sin embargo, cuando Rea estaba embarazada de Zeus, le rogó a sus
padres que la ayudaran a salvarle. Entonces enviaron a Rea a Creta para llevar a
Zeus, y Gea se llevó al recién nacido Zeus, escondiéndolo en lo
profundo de una cueva debajo del Monte Aigaion.
Mientras tanto, Rea
le dio a Cronos una enorme piedra envuelta en ropa de bebé que
tragó pensando que era otro de sus hijos.
Zeus, ahora crecido, obligó
a Cronos a vomitar a sus otros cinco hijos, y luego liberó a
los Cíclopes quienes le proporcionaron su arma, el rayo, el cual Gea había
ocultado.
La Titanomaquia en Teogonía
La caída de los
titanes, de Cornelis van Haarlem (1588 – 1590). Crédito: CC
En ese momento se inició una gran guerra, la Titanomaquia, entre
los nuevos dioses, Zeus y sus hermanos, y los antiguos dioses, Cronos y los
Titanes, por el control del cosmos.
En el décimo año de esa guerra y siguiendo el consejo de
Gea, Zeus liberó a
los Cien Hecatonquiros, quienes se unieron a la guerra contra los
Titanes ayudando a Zeus.
Zeus lanzó la furia de su rayo a los Titanes, derrotándolos y
arrojándolos al Tártaro.
La amenaza final para el poder de Zeus era el monstruo Tifón, hijo de Gea y
Tártaro, pero el dios con su rayo lo venció rápidamente y Tifón también fue
encarcelado en el Tártaro.
Zeus, el rey de los dioses
Por consejo de Gea, Zeus
fue elegido rey de los dioses y repartió varios honores
entre los dioses.
Zeus luego se casó con su primera esposa Metis, pero
cuando se enteró de que ella estaba destinada a producir un hijo que podría
usurpar su gobierno, por consejo de Gea y Urano, Zeus se tragó a Metis (mientras
aún estaba embarazada de Atenea), poniendo fin al ciclo de sucesión y asegurando su dominio eterno sobre el
cosmos.
He aquí hay un proceso dialéctica de superación desde las fuerzas naturaleza representadas
por los titanes hasta el Dios que se
traga a la sabiduría poniendo fin a la
sucesión y estableciendo un reino armónico, pero luego surge la separación
entre los dioses y los hombres.
Prometeo era hijo de Jápeto y la oceánide Asia o
de la también oceánide Clímene. Era
hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los
que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo a ninguno de los dioses, y
ridiculizó a Zeus y a
su poca perspicacia. Sin embargo, Esquilo afirmaba en su Prometeo encadenado que
era hijo de Gea o Temis. Según
una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó
a Hera cuando
esta era una adolescente y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus.
Óleo en
lienzo de José de Ribera: Prometeo, ca. 1630.
Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer
engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a
continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las
vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero
los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que
comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando
vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres
queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, y comen la
carne.
Indignado por este engaño, Zeus prohibió a los hombres el fuego.
Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y
lo cogió del carro de Helios o de la forja
de Hefesto, y lo consiguió devolver
a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y
resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse
y utilizarlo para llevar a cabo sacrificios de animales.
En otras versiones (notablemente, el Protágoras de Platón),
Prometeo robaba las artes de Hefesto y Atenea, se llevaba también el
fuego porque sin él no servían para nada, y proporcionaba de esta forma al
hombre los medios con los que ganarse la vida.2
Para vengarse por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una
mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y
la envió por medio de Hermes al hermano de
Prometeo, Epimeteo, en cuya casa se
encontraba la jarra que contenía todas
las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus
quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira
de Zeus por haberla rechazado una primera vez (a causa de las advertencias de
su hermano de no aceptar ningún regalo de los dioses; en castigo Prometeo sería
encadenado). Pandora terminaría abriendo el ánfora, tal y
como Zeus había previsto.
Óleo en
lienzo de Dirck van Baburen: Prometeo
encadenado por Vulcano (Prometheus
door Vulcanus geketend, 1623). Museo Nacional de Ámsterdam.
Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de
Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso,3 donde fue encadenado
por Hefesto con la ayuda
de Bía y Cratos. Zeus envió un águila (hija de los
monstruos Tifón y Equidna) para
que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo
este inmortal, su hígado volvía a
crecer cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. Este
castigo había de durar para siempre, pero Heracles pasó por el lugar de
cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y
lo liberó disparando una flecha al águila. Esta vez no le importó a Zeus que
Prometeo evitase de nuevo su castigo, ya que este acto de liberación y
misericordia ayudaba a la glorificación del mito de Heracles, quien era hijo de
Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a
un trozo de la roca a la que fue encadenado.
Agradecido, Prometeo reveló a Heracles el modo de obtener
las manzanas doradas de las Hespérides.
He aquí el mito que desentraña la conciencia de la condición
humana que tenían lo griegos.
Desierto-Pero recuerda
La conciencia de las limitaciones impuestas y de la
fragilidad de la existencia nunca se borraría del todo. Lejos de inhibir las
fuerzas creadoras del genio religioso griego, esta visión trágica condujo a una
revalorización paradójica de la condición humana. Puesto que los dioses le han
obligado a no traspasar sus propios límites, el hombre ha terminado por
realizar la perfección y, en consecuencia, la sacralidad de la condición
humana. Dicho de otro modo: el hombre ha redescubierto y llevado a su
culminación el «gozo de vivir», el valor sacramental de la experiencia erótica
y de la belleza del cuerpo humano, la función religiosa de toda alegría
organizada colectivamente (procesiones, juegos, danzas, cánticos, competiciones
deportivas, espectáculos, banquetes, etc.). El sentido religioso de la
perfección del cuerpo humano —la belleza física, la armonía de los movimientos,
la calma, la serenidad— inspiró el canon artístico. El antropomorfismo de los
dioses griegos (tal como se manifiesta ya en los mitos, y que más tarde será
criticado por los filósofos) recupera su significación religiosa en la
estatuaria divina. Paradójicamente, una religión que proclama la distancia
irreductible entre el mundo divino y el de los hombres, hace de la perfección
del cuerpo humano la representación más adecuada de los dioses. Historia de las creencias Religiosas Mircea
Eliade .
Más el viaje de
Ulises la inframundo, su catábasis habla de un mundo de sombras que el
gozo de vivir no puede superar:
DESCENSO DE ODISEO AL HADES
Canto XI (La Odisea)
Una vez que bajamos al mar, antes que nada empujamos
la nave a las aguas divinas y colocamos el mástil y las velas
a la negra nave. Embarcamos también ganados que habíamos tomado,
y luego entramos nosotros llenos de dolor,derramando gruesas lágrimas.
Por detrás de la proa azulada, Circe,
la de hermosos cabellos, la potente deidad de habla humana,
nos envió un viento que llenaba las velas.
Nosotros, dispuesto ya todo en la nave,
nos sentamos dejando su rumbo al piloto y al viento.
Durante todo el día estuvieron extendidas las velas
se ocultaba ya el sol y la sombra se extendía en las calles
cuando el barco llegaba al confín del océano profundo.
Allí está la ciudad y el país de los hombres Cimerios,
siempre cubiertos por la oscuridad y la niebla, que el sol fulgurante
desde arriba jamás los mira con sus rayos, ni cuando
va al cielo tapizado de estrellas
ni al volver nuevamente a la tierra del cielo, tan sólo
una noche se extiende sombría sobre estos desgraciados mortales.
Llegados allí, arrastramos nuestra nave, sacamos
el ganado, seguimos a pie costeando el Océano,
hasta que llegamos al lugar señalado por Circe.
Perimedes y Euríloco sostuvieron las reses
mientra yo desnudaba del flanco el agudo cuchillo
y excavaba una fosa de un codo de ancho; libamos
allí mismo a todos los muertos, primero de todo
con leche y miel, después con vino dulce,
finalmente agua pura. Y esparcí por encima blanca harina.
e imploré largamente a los muertos, jurando que, al
volver a Itaca, sacrificaría en mi palacio una vaca infecunda,
la mejor, y llenaría una pira de ofrendas y aparte a Tiresias
una oveja negra que sobresaliera entre nuestros rebaños.
Luego que hube aplacado con plegarias y votos las turbas
de los muertos, les corté el cuello sobre el hoyo.
Corría negra sangre. Del Érebo entonces
se reunieron las almas de los difuntos,
esposas y solteras; mancebos, ancianos con mil pesadumbres,
y tiernas jóvenes con el ánimo afectado por un dolor reciente;
y muchos heridos por lanzas de bronce, guerreros
que dejaron su vida en la lid con sus armas sangrantes.
Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa,
con un clamor horroroso. Yo, presa de lívido miedo,
ordenó a mis amigos, apremiándolos a que desollaran
y asaran las reses que por bronce cruel yacían en el suelo,
las quemaran quitada la piel invocando a los dioses,
al tremendo Hades y a la terrible Perséfona. A un tiempo,
del costado saqué la aguda espada de junto a mi muslo,
me qudé conteniendo a los muertos, cabezas sin brío,
sin dejarles llegar a la sangre hasta hablar con Tiresias.
La primera en llegar fue el alma de Elpénor, mi amigo,
todavía no estaba sepultado bajo la tierra, la de anchos caminos,
pues habíamos abandonado su cadáver, insepulto y sin duelos,
en casa de Circe, que nos urgía otro trabajo.
Brotó el llanto en mis ojos al verlo, se apiadó mi alma
y dejándome oír en aladas palabras, le dije:
“Elpénor, ¿cómo has bajado a la nebulosa oscuridad?
¿Has llegado antes a pie que yo en mi negra nave?"
«Así le dije, y él, gimiendo, me respondió con su palabra:
«"Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides,
me perdieron mi suerte fatal y el exceso de vino:
Acostado en el palacio de Circe, no pensé en descender
por la larga escalera, sino que caí justo desde el techo
y mi cuello se quebró por la nuca y mi alma descendió al Hades.
«Ahora te suplico por aquellos a quienes dejaste detrás de ti,
por quienes no están presentes; te suplico por tu esposa
y por tu padre, el que te nutrió de pequeño,
y por Telémaco, el hijo único a quien has dejado en tu hogar;
yo bien sé que tu sólida nave
desde aquí pondrá rumbo otra vez al islote de Eea:
Te pido, soberano,que te acuerdes de mí allí, te lo ruego,
no me dejes allí en soledad, sin llorar ni sepultar,
no te vaya mi mal a traer una maldición de los dioses.
Incinera mi cuerpo vestido de todas mis armas,
y levanta una tumba a la orilla del mar espumante
que de mí, desgraciado, refiera a las gentes futuras;
presta oído a mi súplica y alza en el túmulo el remo
con que vivo remé cuando estaba entre mis compañeros."
Así habló Elpénor, y yo, respondiéndole, dije:
"Cuanto has dicho, desdichado, cumpliré por mí mismo sin falta"
Así permanecimos sentados, cambiando dolientes palabras;
mientras yo protegía con mi espada la sangre y la sombra
de mi amigo, enfrente, seguía sus largas razones.
Mas entonces llegó el alma de mi difunta madre,
la hija del magnánimo Autólico, Anticlea,
a quien había dejado viva al salir para Troya sagrada.
Brotó el llanto en mis ojos al verla, pero ni aun así le permití,
aunque mucho me dolía, acercarse a la sangre antes
de interrogar a Tiresias.
Y llegó el alma por fin del Tebano Tiresias
-en la mano su cetro de oro-, y me reconoció, y dijo:
"Hijo de Laertes, retoño de Zeus, Ulises rico en ardides,
¿por qué has venido,infeliz, renunciando a la luz de Helios,
para ver a los muertos y este lugar carente de goces?
Apártate de la fosa y retira tu aguda espada
para que beba de la sangre y te diga la verdad."
Así dijo; me aparté y guardé mi espada de tachones de plata
en la vaina, y sólo cuando hubo bebido la negra sangre
se dirigió a mí con palabras el perfecto adivino:
«Tratas de conseguir un dulce regreso, brillante Odiseo;
sin embargo, la divinidad te lo hará difícil. No creo que olvide
el que sacude la tierra. Él ha puesto en su ánimo el resentimiento
contra ti, airado porque le cegaste a su hijo.
Sin embargo,llegaréis, aun sufriendo muchos males,
si es que quieres contener tus impulsos y el ardor de tus hombres.
Cuando acerques tu bien construida nave a la isla
de Trinacia, después de escapar a las cárdenas aguas,
unas vacas pastando verás entre recias ovejas:
son del Sol, el que todo lo ve, el que todo lo ecucha.
Si a esas reses respetas, atento tan sólo al regreso,
a Itaca podréis arribar aun después de sufrir mucho;
pero si les haces daño, entonces te predigo la destrucción
para la nave y para tu gente. Y tú mismo, aunque escapes,
caerás en desgracia, después de la muerte de todos los tuyos
sobre nave extranjera y allí encontrarás nuevos males:
unos hombres insolentes que te comen los bienes,
que pretenden a tu divina esposa y le entregan regalos de esponsales.
«Pero, con todo, vengarás al volver sus violencias; mas luego
que hayas matado a los pretendientes en tu palacio
por astucia o bien abiertamente con el agudo bronce,
toma al punto en tus manos un remo y emprende el camino
hasta hallar unos hombres que ignoren el mar y no coman
alimento salado; ni sepan tampoco
de las naves de rojas proas ni entiendan los remos
fabricados a mano, que son alas para las naves.
Una clara señal te daré, bien habrán de entenderla:
cuando un día un caminante te salga al encuentro
y te diga que llevas un bieldo sobre tu hombro robusto,
clava en tierra tu remo ligero y ofrece al soberano Poseidón
un carnero, un toro y un verraco semental de cerdas;
luego vuelve a casa y realiza sagradas hecatombes
a los dioses inmortales, los que pueblan el ancho cielo.
Llegará a ti la muerte fuera del mar,
una muerte muy suave consumada de lozana vejez.
Y los ciudadanos serán felices a tu alrededor.
Estas son las verdades que anuncia."
Así habló, y yo le contesté diciendo:
«Tiresias, esto lo han hilado los mismos dioses.
Pero ahora pon mente a mi ruego y explica esto otro:
veo aquí el alma de mi madre difunta;
permanece en silencio cerca de la sangre rehúsa
mirarme de frente y hablar con su hijo. Dime, soberano,
¿de qué modo reconocería que soy su hijo?." ,
Sin hacerse esperar contestó de este modo Tiresias:
«Fácil es la respuesta y habrás de guardarla en tu mente.
Cualquiera de los difuntos que dejes llegar a la sangre
te dirá sus verdades, y al que se lo impidas
te dará la espalda y atrás volverá su camino."
De esta suerte acabó sus presagios el soberano Tiresias
y marchó a la mansión del Hades.
En cambio, yo quedé firme hasta que llegó mi madre
y bebió la negra sangre. Enseguida me reconoció
y, llorando, me dirigió aladas palabras:
«Hijo mío, cómo has bajado a la nebulosa oscuridad
si estás vivo? Les es difícil a los vivos contemplar esto,
pues hay en medio grandes ríos y terribles corrientes,
y, antes que nada, Océano, al que no es posible
atravesar a pie si no se tiene una sólida nave.
¿Has llegado aquí errante desde Troya
con la nave y con hombres después de largo tiempo?
¿Es que no has llegado todavía a Itaca
y no has visto en el palacio a tu esposa?"
Así habló, y yo le respondí diciendo:
«Madre mía, preciso me fue descender hasta el Hades
a tratar con el alma del cadmio Tiresias.
Todavía no he llegado cerca de Acaya ni he pisado
nuestra tierra en modo alguno, sino que ando errante
en continuas dificultades desde al día
en que seguí al divino Agamenón a Ilión,
la de buenos caballos, para luchar con los troyanos.
«Pero ahora pon mente a mi ruego, y explica esto otro:
¿Qué destino te vino a abatir en la muerte penosa?
¿Una larga dolencia?¿O bien te mató Artemisa,
disparando sus suaves flechas?, Mas háblame
de mi padre y de mi hijo, a quien allí dejé;
dime si mi autoridad real sigue en su poder
o la posee otro hombre, pensando que ya no volveré más.
Dime también la resolución y las intenciones de mi esposa legítima,
si todavía permanece junto al niño y conserva todo a salvo
o si ya casó con el mejor de los aqueos."
Dije así y al momento me respondió mi venerable madre:
«Ella permanece todavía en tu palacio con alma paciente
sin salir de tu casa: entre duelos se pasan sus noches
y entre duelos sus días, con lágrimas siempre. Nadie
te ha quitado hasta ahora tu reino glorioso: Telémaco
cultiva tranquilamente tus campos y asiste a banquetes
cual cumple a quien falla justicias,
pues se ve agasajado por todos. Tu padre, entretanto,
en el campo se está, nunca baja al poblado. Su lecho
no tiene sábanas ni cobertores ni colchas de telas brillantes,
en invierno duerme como los siervos,
la ceniza al amor dle hogar con sus pobres vestidos;
mas cuando llega el verano y el otoño,
cuando al halda del monte en que tiene el viñedo, las hojas
al caer van formando sus rústico lechos,
allá se va a dormir con su pena. Su angustia crece
añorando tu regreso, pues la dura vejez se le acerca.
«En cuanto a mí, así he muerto y cumplido mi destino:
no me mató Artemis, la certera cazadora, en mi palacio,
ni me invadió enfermedad alguna de las que suelen consumir
el ánimo con la odiosa podredumbre de los miembros,
sino que mi nostalgia y mi preocupación por ti, brillante Odiseo,
y tu bondad me privaron de mi dulce vida."
Así dijo, y yo, cediento a mi impulso,
quise llegar y abrazar el alma de mi difunta madre.
Tres veces me acerqué llevado por mi amor y tres veces
voló de mis brazos semejante a una sombra o a un sueño.
En mi corazón nacía un dolor cada vez más agudo,
y, dejándome oír, la invoqué, con aladas palabras:
«Madre mía, ¿por qué no te quedas cuando quiero alcanzarte
para que, rodeándonos con nuestros brazos,
ambos gocemos del frío llanto, aunque sea en el Hades?
¿Acaso la ínclita Perséfone me ha enviado este simulacro
para que me lamente y llore más todavía?"
Así dije, y pronto me contestó mi soberana madre:
«¡Ay de mí, hijo mío, el más infeliz de todos los hombres!
De ningún modo te engaña Perséfone, la hija de Zeus,
sino que ésta es la condición de los mortales cuando uno muere:
los nervios ya no sujetan la carne ni los huesos,
que la fuerza poderosa del fuego ardiente los consume
tan pronto como el aliento ha abandonado los blancos huesos,
sólo el alma queda revoloteando como un sueño.
Mas vuelve rápidamente a la luz del día
que todo esto le puedas contar a tu esposa después."
Así hablando estuvimos los dos. Y se acercaron entonces
las mujeres que allá nos mandaba Perséfone augusta:
eran esposas e hijas de insignes varones. Se congregaban
amontonándose alrededor de la negra sangre y yo cavilaba
de qué modo hablaría con cada una de ellas.
Y ésta me pareció la mejor determinación: saqué la aguda
espada de junto a mi vigoroso muslo y no permití
que bebieran la negra sangre todas a la vez.
Así que se iban acercando en fila y cada una de ellas
contaba su linaje, y a todas yo hacía mis preguntas.
A la primera que vi fue a Tiro, nacida de noble padre,
que se dijo nacida héroe sin tacha Salmones
y mujer de Creteo el Eólida, la que deseó al divino Enipeo
que se desliza sobre la tierra como el más hermoso de los ríos.
Llegaba una vez y otra vez a su hermosa corriente y un día
el que en torno contiene y sacude la tierra, tomando
la figura la figura de aquel, se acostó junto a ella
en los orígenes del sinuoso río. Y los cubrió una ola
de púrpura semejante a un monte, encorvada, y escondió
al dios y a la mujer mortal, le soltó el cinturón
virginal tras dejarla dormida y le infundió sueño
y, acabado que fue por el dios el quehacer amoroso,
apretó con la suya la mano de Tiro y le dijo
"Alégrate, mujer, por este amor, pues cuando pase
un año parirás hermosos hijos, que no son estériles
los lechos de un dios: por tu parte, cuída de ellos y nútrelos.
Ahora, regresa al hogar, pero guarda en secreto mi nombre.
Yo soy Poseidón, el que sacude la tierra."
Así habló y se sumergió en el mar y sus olas.
Y Tiro, grávida, acabó pariendo a Pelias y Neleo,
que fueron poderosos ministros de Zeus.
Vivió Pelias en Yolco, la de anchas campiñas
y rico en ganado, y el otro en la arenosa Pilos.
A sus demás hijos los parió de Creteo esta reina
entre las mujeres: a Esón, Feres y Mitaón, guerrero ecuestre.
Después de ésta vi a Antíope, hija de Asopo, gloriosa
de haber dormido entre los brazos de Zeus
y parió a dos hijos, Anfión y Zeto, ,los primeros
fundadores de Tebas, ciudad de siete puertas,
y la ciñeron de fuertes murallas, pues, bien que esforzados,
no pudieran sin ellas vivir en sus Tebas ingentes.
Después de ésta vi a Alcmena, la mujer de Anfitrión,
la que parió al invencible Heracles, feroz como león,
uniéndose al gran Zeus, entre sus brazos.
Y a Mégara, la hija del valeroso Creonte, a la que tuvo
como esposa el hijo de Anfitrión"', jamás quebrantado.
También vi a la madre de Edipo, la hermosa Epicasta,
que una gran impiedad cometió sin saberlo ella misma,
pues casó con su hijo, quien, después de dar muerte a su padre,
se casó con ella.
(los dioses han divulgado esto rápidamente entre los hombres).
Entonces reinaba en Tebas sobre los cadmeos
en dolores penó por infaustos designios divinos
y ella fuese a las casas de Hades de sólidos cierres,
que, rendida de angustia, se ahorcó después de atar una alta
soga al techo de la viga más alta. Y dejó a Edipo
nuevos duelos para el futuro,
cuantos suelen trar a los hombres las furias maternas.
También vi a la bellísima Cloris, la esposa de Neles
que él había tomado por causa de su hermosura, pagando mil dones
era la hija menor del jásida Anfión, el que en un tiempo
el poder en Orcómeno tuvo, ciudad de los Minias.
Ella reinó en Pilo y a su esposo parió buenos hijos,
al gran Néstor y a Cromio y al arrogante Periclimeno.
Y después de éstos parió a la espléndida Pero, maravilla del mundo.
Preteindiérona todos los hombres de allá, pero Neles
no la la daba a quien no hubiera robado de Filace
los cuernitorcidos bueyes carianchos de Ificlo.¡Ardua empresa!
Sólo un perfecto adivino prometió robarlas, pero lo trabó
el pesado Destino de la divinidad y las crueles ligaduras
y los boyeros del campo. Cuando ya habían pasado
los meses y los días, por dar la vuelta el año, y habían pasado
de largo las estaciones, sólo entonces lo desató de nuevo
la fuerza de Ificles cuando le comunicó la palabra de los dioses
Y se cumplía el designio de Zeus.
También vi a Leda, mujer de Tíndaro, que tuvo
de esposo dos hijos de gran corazón: fueron Cástor,
domador de caballos, y el buen luchador Polideuces.
En su seno a los dos guarda vivos la tierra fecunda;
e incluso bajo tierra son honrados por Zeus, pues un día
viven y otro están muertos, tienen por suerte este honor,
semejante al que tienen los dioses.
Vi luego a Ifimedia, esposa de Alceo, orgullosa
de contar su amor con el dios Poseidón y de dar a luz
dos hijos -aunque de breve vida-, Otón, semejante a los dioses
y Efialtes, de inmenso renombre,
los mayores mortales que el campo nutrió con sus frutos,
los más bellos con mucho también, salvo Orión el glorioso.
Al cumplir nueve años, aquellos gemelos medían
nueve codos de anchura; su talla subía a nueve brazas.
A esa edad amagaron los dos a los dioses eternos
con llevar al Olimpo clamores y afanes de guerra:
intentaron colocar a Osa sobre Olimpo y sobre Osa al
boscoso Pelión, para alzarse hasta el cielo,
y tal vez lo habrían conseguido si
hubieran alcanzado la medida de la juventud.
Pero los aniquiló el hijo de Zeus, a quien parió Leto,
de lindas trenzas, antes de que les brotase el vello bajo las sienes
y su mentón se espesara con bien florecida barba.
También vi a Fedra, y a Procris , y a la hermosa Ariadna,
hija del cruel Minos, la que quiso Teseo
desde Creta llevar al collado de Atenas sagrada
mas en vano: en mitad de su huida la mató Artemisa,
rodeada de corriente, por traición de Dioniso.
También vi a Mera , y a Climena vi, y a la odiosa Erifila,
la que por oro vendió a su marido poniéndole precio.
No podría enumerar a todas, ni nombrar una a una
a las hijas y esposas que vi de famosos varones:
Antes se acabaría la noche inmortal y ya es hora
de dormir, bien aquí, bien marchando a la nave.
La escolta será cosa vuestra y de los dioses.»
Así dijo Odiseo, y todos, tomados de hechizo,
a través del oscuro salón como mudos quedaron.
Mas Areta, de cándidos brazos, rompió aquel silencio:
«Feacios, ¿qué os parece este hombre que está entre nosotros,
su talla, figura y el juicio que muestra en su menter?
Es mi huésped mío, pero todos vosotros participáis del mismo honor.
No os apresuréis a despedirlo ni le privéis de regalos,
ya que lo necesita. Muchas cosas guardáis en vuestras salas.»
Al oírla tomá la palabra el héroe Equeneo,
él más anciano de los feacios.
«Amigos, las palabras de la prudente reina no han dado
lejos del blanco ni de nuestra opinión. Obedecedla, pues.
mas ¡oh Alcínoo!, tu tienes la palabra y el mando.»
Y Alcínoo le respondió a su vez y dijo:
« Cierto, esta palabra se mantendrá mientras yo viva
para mandar sobre los feacios amantes del remo:
que el huésped acepte, por mucho que ansíe el regreso,
esperar hasta el atardecer, hasta que complete mis dones.
En todos está el proveerle,
pero en mí más que en nadie, pues tengo el poder del pueblo.»
Y respondiendo dijo el magnánimo Odiseo:
«Poderoso Alcínoo, señalado entre todo tu pueblo,
si ordenaseis que aquí me quedara por un año entero
y, entretanto, ayudaseis mi vuelta con nuevos presentes,
bien de grado lo haría y, desde luego, me sería más ventajoso
llegar a mi querido país con las manos más llenas.
Así, también sería más honrado y querido de cuantos hombres
me vieran de vuelta en Itaca.»
Y de nuevo le respondió Alcínoo diciendo:
«Odiseo, al mirarte de ningún modo sospechamos que seas impostor
y mentiroso como muchos hombres dispersos por todas partes,
a quienes alimenta la negra tierra, ensambladores
de tales embustes que nadie podría comprobarlos.
Por el contrario, tú al hermoso decir acompañas un noble sentido:
ni un aedo supiera mejor relatar los males
de los otros argivos tus propias funestas desgracias.
Pero ahora por mente a mi ruego y explica esto otro:
¿Viste también a alguno de los héroes amigos que a Troya
te acompañaron y recibieron la muerte allí?.
Largas son ya las noches, parecen interminables: no es aún hora
de dormir en palacio. Sigue contándome estas hazañas
dignas de admiración. Aún aguantaría hasta la Aurora divina
si tú aceptaras quedarte contanto tus penas.»
Y respondiéndole habló el muy astuto Odiseo:
«Poderoso Alcínoo, señalado entre todo tu pueblo, hay un tiempo
para los largos relatos y un tiempo también para el sueño.
Si aún quieres escuchar, no sería yo quien se negara a narrarte
otros dolores todavía más luctuosos: las desgracias de mis amigos,
que perecieron después; habían escapado a la guerra
de los troyanos, pero sucumbieron ya de vuelta
por traición de una mala esposa.
Después que la casta Perséfone había dispersado
aquí y allá las almas de las mujeres,
llegó apesadumbrada el alma del Atrida Agamenón
y a su alrededor se reunían otras almas,
las que junto a él habían perecido y recibido
su destino en casa de Egisto.
Me reconoció en el momento que en mí se posaron sus ojos,
y lloraba agudamente dejando caer gruesas lágrimas.
Y extendía hacía mí sus brazos, tratando de abrazarme,
mas faltaba el todo ya en él la indomable energía
y el vigor que otro tiempo animara sus ágiles miembros.
Al verlo lloré y lo compadecí en mi ánimo
y, dirigiéndome a él, le dije:
«Noble Atrida, soberano de tu pueblo, Agamenón, ¿qué destino
de la triste muerte te ha domeñado?
Fue quizá Poseidón quien dio fin a tu vida en las naves
sucitando las ráfagas fieras de vientos adversos?,
¿o te hirieron en tierra hombres enemigosal tiempo que hacías
de sus bueyes botín o sus pingües rebaños?¿O en lucha
sucumbiste por una ciudad o por bellas mujeres?"
«Así dije, y él, respondiéndome, habló enseguida:
«Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides,
En verdad no acabó Poseidón con mi vida en las naves
levantando las ráfagas fieras de vientos adversos
ni me dio muerte en tierra tampoco ningún enemigo;
fue Egisto el que urdió consumar mi ruina de acuerdo
con mi pérfida esposa. Invitado a su casa, en la mesa
me mató como matan a un buey junto al pesebre
con la muerte más triste, y en torno también uno a uno
sucumbieron mis hombres, como los jabalíes albidenses
sacrificados en las nupcias de un poderoso en un banquete.
Tú ya has visto, sin duda, morir multitud de hombres
muertos en combate individual o en la poderosa batalla,
pero te habrías compadecido mucho más si hubieras visto
cómo estábamos tirados entre las jarras y mesas repletas
y todo el pisp humeaba con la sangre. También puede oír
la voz lastimera de la hija de Príamo,
Casandra, a la que estaba matando la tramposa Clitemnestra
a mi lado. Yo intenté levantar las manos, mas en vano.
morí con la espada clavada, y ella, cara de perra,
se apartó de mí y no esperó siquiera, aunque ya bajaba a Hades,
a cerrarme los ojos ni juntar mis labios con sus manos.
Que no hay nada más terrible ni que se parezca más a un perro
que una mujer que haya puesto tal crimen en su mente,
como ella concibió el asesinato para su inocente marido.
¡Y yo que creía que iba a ser bien recibido por mis hijos
y esclavos al llegar a casa! Pero ella, al concebir tamaña maldad,
se bañó en la infamia y la ha derramado sobre todas
las hembras venideras, incluso sobre las que sean de buen obrar."
«Así habló, y yo me dirigí a él contestándole:
«¡Oh desgracia! De antiguo ya Zeus, el de amplia mirada,
el linaje de Atreo con saña persigue ayudando
los designios de sus mujeres: Nos perdió Helena ya a muchos,
y ahora urdió su tración, Clitemnestra, mientras estabas lejos."
«Así dije, y él, respondiéndome, se dirigió a mí:
«Por eso no seas tú, por tu parte, remisdo tampoco
con tu esposa ni le hagas saber todo aquello que pienses;
dile sólo una parte y esté lo demás bien oculto.
Aunque tú no, Ulises, a ti no vendrá por tu esposa la muerte,
que de mente bien cuerda y honrado sentir en su pecho
es la hija de Icario, Penélope, insigne en prudencia:
Era una joven recién casada cuando la dejamos al marchar
a la guerra y tenía en su regazo un hijo inocente
tierno entonces aún, debe sentarse ya entre los hombres;
¡feliz él! Su padre lo verá al llegar y él abrazará a su padre
-ésta es la costumbre -, pero mi esposa ni siquiera me permitió
saciar mis ojos contemplando a mi hijo, pues me mató antes.
Te voy a decir otra cosa que has de poner en tu pecho:
dirige la nave a tu tierra patria a escondidas y no abiertamente,
pues ya no se puede confiar en las mujeres.
«Pero pon atención a esto otro, refiere y explica
si has oído que aún vive mi hijo en Orcómenos o en la arenosa
Pilos, o junto a Menelao en la ancha Esparta, pues seguro
que todavía no está muerto sobre la tierra el divino Orestes."
Tales cosas habló y, a mi vez, contestándole dije:
«"Atrida, ¿por qué me preguntas esto? En verdad no sé nada.
Yo no sé si vive o ha muerto, y es ruín hablar inútilmente."
Así nos cambiamos palabras tristes y estábamos en pie acongojados.
Llegó después el alma del Pelida Aquiles y la de Patroclo,
y la de Antíloco el héroe sin mengua
y la de Ayax, en cuerpo y belleza el mejor entre todos
los argivos después del irreprochable Pelida. Reconocióme
el alma del rápido Eácida de pies veloces y, lamentándose,
vino a hablarme en aladas palabras:
«Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides,
desdichado, ¿qué acción todavía más grande preparas en tu mente?
¿Cómo te has atrevido a descender al Hades,
donde habitan los muertos, los que carecen de sentidos,
los fantasmas de los mortales que han perecido?"
Así habló, y yo, respondiéndole, dije:
«Aquiles, hijo de Peleo, el más excelente de los aqueos,
he venido en busca de un vaticinio de Tiresias, por si me revelaba
algún plan para poder llegar a la escarpada Itaca;
que aún no he llegado cerca de Acaya ni he desembarcado
en mi tierra, sino que tengo desgracias continuamente.
En cambio, Aquiles, ningún hombre fue más feliz que tú, y lo eres ahora
Los argivos te honramos un tiempo al igual de los dioses
y ahora de nuevo imperas poderosamente sobre los muertos: por eso
no te debe dolor, ¡oh Aquiles!, la existencia perdida."
«Así hablé, y él, respondiéndome, dijo:
«"No intentes consolarme de la muerte, noble Odiseo.
Preferiría estar sobre la tierra y servir en casa de un hombre
pobre, aunque no tuviera gran hacienda, que ser el soberano
de todos los cadáveres, de los muertos. Pero, vamos, dime
si mi hijo ha marchado a la guerra para ser el primer guerrero o no.
Dime también si sabes algo del irreprochable Peleo,
si aún conserva sus prerrogativas entre los numerosos
mirmidones, o lo desprecian en la Hélade y en Ptía
porque la vejez le sujeta las manos y los pies, pues
ya no puedo servirle de ayuda bajo los rayos del sol,
aunque tuviera el mismo vigor que en otro tiempo,
cuando en la amplia Troya mataba a los mejores del ejército
defendiendo a los argivos. Si me presentara de ese modo,
aunque fuera por poco tiempo, en casa de mi padre,
haría odiosas mis poderosas e invencibles manos
a cualquiera de aquellos violentoscia que lo excluyen de sus honores."
Desierto-Más Heracles vence a la muerte haciendo del hombre
un Dios
Hijo de
Zeus y de una mortal llamada Aicmena, esposa de un valiente guerrero llamado
Anfitrión por el que Zeus se hizo pasar para yacer con ella. Anfitrión también
lo hizo, después de volver de una batalla, y entonces Aicmena tuvo unos
mellizos.
Uno de los mellizos, Hércules, era hijo de
Zeus. El otro, Ificles, era hijo de su esposo. Por la genealogía, Hércules era
nieto de Perseo y Zeus juró que iba a ser un gran rey. Hera,
su esposa, descubrió la infidelidad de
Zeus y desde entonces no ahorró esfuerzos para hacerle daño al pequeño.
Según lo cuenta el mito de Hércules, este
demostró tener una fuerza descomunal desde muy pequeño. Hera
mandó dos serpientes para atacarlo, siendo apenas un bebé, y el las mató con
sus propias manos. También mató a su maestro de música en un arranque de ira. Por
eso, su padrastro lo envió a vivir al campo, temiendo precisamente las
consecuencias de esta falta de autocontrol.
Una vez en el campo, dice el mito de
Hércules que este aprendió a manejar el arco y la flecha con gran destreza.
Pronto se hizo famoso por sus alucinantes hazañas y sus notables habilidades. El
rey Creonte le concedió la mano de su hija, Megara, cuando
Hércules le cortó la nariz y las orejas a unos recaudadores de impuestos que
tenían sometidos a los tebanos.
Hera, que siempre estaba atenta a hacerle
daño al héroe, hizo que este tuviera un ataque de locura.
Durante el mismo, mató a su esposa y a los cuatro hijos que ya tenía con ella. Al
recobrar la conciencia, sintió profundo dolor y vergüenza por lo que había
hecho. Entonces se apartó de todos y se fue a vivir a tierras salvajes.
Tiempo después, su
hermano Ificles lo encontró y le sugirió ir a consultar el Oráculo de Delfos para
que este le impusiera una pena que le permitiera expiar la terrible acción que
había cometido. Cuenta el mito de Hércules que el héroe
lo escuchó y así lo hizo. La sibila del oráculo le impuso entonces 12 fabulosos
trabajos que debía completar.
Los 12 trabajos
Los
12 trabajos de Hércules eran tareas monumentales, que
debía realizar para expiar su culpa. Estos
eran los siguientes:
·
Conseguir la piel del león de Niema. Una bestia
terrible, invulnerable al potencial daño causado por muchas armas. Hércules lo
enfrentó cuerpo a cuerpo y así logró ahogarlo. Se quedó con su piel, que usó
como vestido.
·
Matar a la hidra de Lerna. Era
una brutal serpiente de varias cabezas y cuando se le cortaba una, le nacían
otras dos. El sobrino de Hércules le ayudó a vencerla.
·
Capturar a la cierva del monte Cerineo. La
cierva tenía pezuñas de oro y astas de bronce. Hércules la persiguió durante un
año, hasta que, fatigada, la cazó.
- Capturar al jabalí de Erimanto. Otra bestia que Hércules persiguió
hasta vencer.
- Exterminar a los pájaros de la
laguna Estinfalia. Estos
se alimentaban de carne humana, gracias a que tenían picos y alas de
bronce. El héroe los eliminó con flechas.
- Limpiar los establos de Augias. No se limpiaban hacía 30 años y eran
nauseabundos. Hércules cambió el curso de un río para cumplir su tarea.
- Capturar al toro de Creta. Hércules logró doblegar a esta bestia,
que finalmente Teseo mató más adelante.
- Llevar hasta Tirinto las yeguas de
Diomedes. Eran salvajes y
Hércules las domó y cumplió con este trabajo.
- Conseguir el cinturón de Hipólita. Tuvo que enfrentarse a las amazonas
para obtenerlo, debido a las intrigas de Hera. Al final, lo consiguió.
- Trasladar a los toros rojos de
Gerión. Helios le ayudó y
Hércules tuvo una larga y feroz pelea con los toros, hasta que logró
llevarlos a su destino.
- Obtener las manzanas del jardín de
las Hespérides. Fue ayudado por Atlas a
obtener las manzanas de oro que concedían la eterna juventud.
- Llevar a Euristeo a Cerbero. El héroe tuvo que ir al inframundo;
con la ayuda de Hermes, y logró su cometido.
Desierto-Una vez cumplidos los doce
trabajos, dice el mito de Hércules que el héroe fue liberado de su culpa. Vivió
muchas otras aventuras hasta su muerte y glorificación como Dios en el olimpo:
Heracles viajó a Calidón, donde
en las gradas del templo, vio a la princesa Deyanira. Se olvidó de Íole por el momento, ya que
Deyanira era una buena opción para los hijos que tanto deseaba. La cortejó
hasta que se enamoró de él, pero un gran obstáculo los separaba: el
temible dios-río Aqueloo, a quien Eneo, el rey de Calidón, había
prometido la mano de su hija Deyanira. Este dios tenía la facultad de poder
cambiar de forma a voluntad. Heracles lo retó a un duelo por la princesa, y el
dios-río aceptó. En el combate, se transformó en serpiente, pero el héroe supo
manejar la situación. Para mejorar sus habilidades físicas adoptó entonces la
figura de un toro, pero realmente fue eso lo que le hizo perder, pues al
transformarse descuidó durante un instante la lucha, lo cual aprovechó Heracles
para abalanzarse sobre él y matarlo (tras hacerlo, cogió uno de los cuernos del
dios-río y lo entregó a las náyades, con el cual hicieron
la cornucopia). Así,
Heracles tomó a Deyanira como esposa.
Después de la boda, Deyanira recibió un mensaje de su hermano,
el príncipe Meleagro, en el
cual le comunicaba que la echaba de menos, así que se dispuso a hacerle una
visita en compañía de Heracles. Durante el viaje, tuvieron que cruzar el
río Eveno. El
centauro Neso se
ofreció a llevar a Deyanira mientras Heracles cruzaba a nado, pero se enamoró
de ella, y en cuanto alcanzó la otra orilla, salió al galope sin esperar a
Heracles, ya que pretendía raptarla para después violarla. Heracles enfureció y
le disparó una flecha untada con la sangre de la hidra de Lerna, la cual
le acertó en el corazón, matándolo. Mientras Heracles se acercaba al lugar, el
moribundo Neso le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre, y si notaba
que perdía el amor de Heracles, se la aplicara, pues era una eficiente pócima
del amor. Esta realmente era una trampa para acabar con la vida de Heracles,
pero Deyanira se dio cuenta demasiado tarde.
Muerte y
resurrección como dios[editar]
Artículo principal: Apoteósis de
Heracles
Muerte de
Hércules, por Francisco de Zurbarán (1634, Museo del Prado).
Heracles, que no había olvidado a Íole, levantó en armas a Tirinto (la fortaleza que
había heredado de Anfitrión) y atacó a Ecalia. Mató al rey Éurito y a
todos sus hijos y parientes y raptó a Íole. Para celebrar tan tamaña victoria
dio un festín en el que sacrificó doce bueyes en honor a Zeus. Heracles encargó a Deyanira una
túnica, pues la que llevaba estaba estropeadísima tras la lucha, y quería estar
presentable en tal acontecimiento. Esta, muerta de celos al pensar que su
marido prefería a Íole, echó en la túnica la sangre de Neso, a la cual creía
una pócima del amor. Sin embargo, la sangre del centauro resultó ser un veneno
mortal de devastadores efectos. En cuanto el héroe se puso la túnica, notó que
su piel se quemaba. Intentó quitársela, pero el veneno se había pegado a su
piel. Creyéndolo el autor de la fechoría, cogió por los pies a Licas, el sirviente que le
había traído la túnica por orden de Deyanira, y lo arrojó al mar. Cuando Deyanira
se enteró de lo que realmente había hecho, se suicidó ahorcándose (otras
versiones afirman que se apuñaló en el pecho). Sin embargo, el veneno no mató
al héroe, pero le produjo tal dolor que él mismo pidió que lo mataran para
terminar con su agonía.
Hércules
arrojando a Licas al mar.
Su sobrino, amigo y compañero de aventuras Yolao prendió la pira
(según otras versiones fue Filoctetes, o
Poeas) en la que Heracles murió abrasado, vistiendo la piel del león de Nemea
por encima de la túnica envenenada, simultáneamente, rayos cayeron del cielo y
consumieron la pira.
Los rayos habían consumido la parte mortal de Heracles. Ya no
guardaba parecido con Alcmena, sino que como una
serpiente que se muda de piel, aparecía ahora con toda la majestuosidad de su
padre divino. Una nube lo ocultó de sus compañeros mientras que Zeus, entre truenos, lo transportaba
en su carro de cuatro caballos al Olimpo, donde Atenea lo tomó de las manos
y lo presentó ante los otros dioses. Zeus había destinado a Heracles para que
fuese parte de los Doce Olímpicos, pero
estaba poco dispuesto a expulsar a alguno de los otros dioses para hacerle
lugar. Hera entonces
fue convencida por Zeus para que adoptase a Heracles en una ceremonia de
renacimiento. Hera pasó a considerar a Heracles como su hijo y fue a quien más
amó junto con Zeus. Todos los olímpicos lo recibieron de buena gana y Hera lo
casó con su bellísima hija Hebe, de
quien nacieron Alexiares y Ancieto según algunas versiones. Heracles se
convirtió finalmente en el portero del cielo y nunca se cansa de permanecer en
las puertas del Olimpo.
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(
(Titanes) (Dioses) (Héroes) (hombres)
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(
(Titanes) (Dioses)
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(Héroes)
(hombres)
Qué valor para contemplar
la condición humana, el individuo no es más que un vidrio roto, ponerlo a la
luz y admirar su belleza no hace que este completo
Desierto-Si pudieras recordar esa belleza eternamente morirías
en ella y para ella ahí está la clave
del arte, te enseñare el segundo camino
tanto como se puedan mostrar los misterios de la Eleusis.
«¡Dichoso el hombre que, viviendo en su tierra, ha
contemplado estos Misterios!», exclama el autor del Himno a Deméter, «pero el
que no ha sido iniciado y el que no ha tomado parte en los ritos no poseerán
después de la muerte las cosas buenas de allá, en las sombrías moradas» (w.
480-482). El Himno homérico a Deméter relata a la vez el mito central de las
dos diosas y la fundación de los Misterios de Eleusis. Mientras cortaba flores
en la llanura de Nisa, Koré (Persefone), la hija de Deméter, fue raptada por
Plutón (Hades), dios de los infiernos. Durante nueve días la buscó Deméter, y
en todo ese tiempo no probó la ambrosía. Finalmente, Helios le dice la verdad:
ha sido designio de Zeus casar a Koré con su hermano Plutón. Transida de
amargura y llena de ira contra el rey de los dioses, Deméter decidió no
regresar al Olimpo. Bajo la apariencia de una anciana, se dirigió a Eleusis y
se sentó junto al Pozo de las Vírgenes. Interrogada por la hija del rey, Keleo,
la diosa declaró que su nombre era Doso y que acababa de escapar de manos de
los piratas que por fuerza la habían sacado de Creta. Aceptó la invitación de
ser nodriza del hijo recién nacido de la reina Metaneira. Pero al penetrar en
el palacio, la diosa se sentó en un taburete y permaneció mucho rato silenciosa,
manteniendo eI velo sobre su rostro. Finalmente, una criada, Yambé, logró
hacerle reír con sus chocarrerías. Deméter rechazó la copa de rojo vino que le
ofrecía Metaneira y pidió el kgkedn, una papilla hecha de harina de cebada,
agua y poleo. Deméter no amamantó a Demofón. En vez de ello lo frotaba con
ambrosía y por las noches lo revolvía «como un tizón» en el fuego. El niño
empezó a parecerse cada vez más a un dios; en efecto, Deméter pretendía hacerle
inmortal y eternamente joven. Pero una noche Metaneira descubrió a su hijo en
la hoguera, y comenzó a lanzar lamentos. «¡Hombres ignorantes, insensatos, que
no sabéis distinguir vuestra suerte ni vuestra desgracia!» , exclamó Deméter.
Demofón ya no podría evitar la muerte. La diosa se alzó entonces en todo su
esplendor, mientras de su cuerpo emanaba una luz cegadora. Pidió que se le
construyera «un gran templo y un altar debajo», donde ella misma enseñaría sus
ritos a los humanos . Luego abandonó el palacio. Una vez construido el
santuario, Deméter se retira a su interior, consumida del deseo de ver a su
hija. Provoca entonces una terrible sequía que hace estragos en la tierra . En
vano envía Zeus mensajeros para suplicar a la diosa que retorne entre los
inmortales. Deméter responde que no volverá a poner el pie en el Olimpo y que
no dejará crecer la vegetación hasta que vea de nuevo a su hija. Zeus no tuvo
más remedio que pedir a Plutón que devolviera a Perséfone, a lo que accedió el
soberano de los infiernos. Pero logró introducir en la boca de Perséfone un
grano de granada, forzándola a tragarlo. Con ello se aseguró el retorno anual
de Perséfone durante cuatro meses al lado de su esposo.' Una vez recuperada su
hija, Deméter accedió a volver junto a los dioses y la tierra recuperó
milagrosamente su verdor. Pero antes de regresar al Olimpo, la diosa reveló
todos sus ritos y enseñó sus Misterios a Triptólemo, Diocles, Eumolpo y Keleo,
«los ritos augustos que no pueden ser transgredidos, penetrados ni divulgados:
el temor a las diosas es tan fuerte que detiene la voz» . 1. Se trata de un
tema mítico muy difundido: quien prueba los manjares del otro mundo ya no puede
retornar entre los vivos. LOS MISTERIOS DE ELEUSIS El Himno homérico consigna
dos tipos de iniciación; más exactamente, el texto explica la fundación de los
Misterios de Eleusis a la vez por el encuentro de las dos diosas y como una
consecuencia de no haber podido hacer inmortal a Demofón. Podríamos comparar la
historia de Demofón con los viejos mitos en los que se relata el trágico error
que, en un momento dado de la historia primordial, anuló las posibilidades de
inmortalización del hombre. Pero en este caso no se trata de un error o un
«pecado», de la pérdida por un antepasado mítico, para sí y para sus
descendientes, de su condición primera de inmortal. Demofón no es un personaje
primordial, sino el hijo menor de un rey. La decisión de Deméter al tratar de
hacerlo inmortal puede interpretarse como el deseo de «adoptar» un niño para
consolarse por la pérdida de Perséfone y a la vez como una venganza contra Zeus
y los olímpicos. Deméter pretendía transformar a un hombre en dios. Las diosas
poseían este poder de conceder la inmortalidad a los humanos, y el fuego o el
agua para cocer al neófito se contaban entre los medios más reputados para
llevar a cabo el propósito. Sorprendida por Metaneira, Deméter no ocultó su
decepción ante la estupidez humana. Pero el himno no hace ninguna alusión a la
eventual generalización de esta técnica de inmortalización, es decir, a la
instauración de unos ritos iniciáticos capaces de transformar a los hombres en
dioses con ayuda del fuego. Una vez fracasado su propósito de hacer inmortal a
Demofón, Deméter revela su identidad y exige que se le construya un santuario.
Pero sólo cuando ha recuperado a su hija enseña sus ritos secretos. La
iniciación de tipo mistérico se diferenciaba netamente de aquella otra que
había sido interrumpida por la presencia de Metaneira. El iniciado en los
Misterios de Eleusis no conseguía la inmortalidad. El santuario de Eleusis
quedaba iluminado en un determinado momento por un gran fuego. Pero si bien
conocemos algunos casos de cremación, es poco probable que el fuego desempeñara
un papel directo en las iniciaciones. Lo poco que sabemos sobre las ceremonias
secretas indica que el Misterio central implicaba la presencia de las dos
diosas. Mediante la iniciación se modificaba la condición humana, pero en un
sentido muy distinto de la transmutación fallida de Demofón. Los escasos textos
antiguos que se refieren directamente a los Misterios insisten en la
bienaventuranza de los iniciados más allá de la muerte. La expresión
«bienaventurado el hombre...» del Himno a Deméter se repite como un estribillo.
«¡Bienaventurado el que ha contemplado todo esto antes de marchar bajo
tierra!», exclamaba Píndaro. «¡Conoce el final de la vida! ¡Pero también conoce
el comienzo!...» . «Tres veces dichosos los mortales que, después de contemplar
los Misterios, marcharán al Hades. Sólo ellos podrán vivir allí, mientras que
todo será dolor para los restantes»
Dicho de otro modo: en virtud de las cosas vistas en Eleusis, el alma
del iniciado gozará después de su muerte de una existencia bienaventurada. No
se convertirá en sombra triste y exánime, desprovista de memoria y vigor, que
era lo que tanto temían los héroes homéricos.
(Historia de las creencias e ideas religiosas Mircea Eliade)
Contemplar la unión de Demeter y Perséfone su hija de la
vida y de la muerte del ser y del no ser, es sin duda lo más maravilloso pero
no basta para salir del hades, aunque con la belleza de este recuerdo yo pueda
invocar el ser en el no ser, que sublime secreto ,que venganza tan terrible
contra los dioses , dotar al hombre del
poder creativo de la poiesis logrando la composición perfecta gracias a esta epopteía a esta visión divina,
que es una visión sin duda espiritual.
Desierto-Es el nacimiento del poeta, en el él ser siempre
vivirá y lo que no es pasara a ser.
Pero no puede vencer el hades su ser es un pensar un
imaginar no un existir
Desierto-Porque tú buscas al poeta que te creo, y dices que
tus obras no existen, pero yo te digo existen y estuvieron siempre en tu
corazón, pero ¿En qué corazón has estado
tú?
Como saberlo
Desierto-Entra a tus imaginarios encarna tu poesía, camina
el tercer camino el de Dionisos, el Dios nacido tres veces, Haz el pedido
profano que hizo Semele pídele a Zeus que te muestre su presencia celeste
Zeus muéstrame tu presencia celeste
Desierto-Y ahora muere como Semele murió
¿Qué dolor es este?
Desierto-Sémele muere y da a luz, no querías tu vivir, el
encuentro entre la vida y la muerte, la contemplación que no es acción no es
verdadera contemplación, Zeus tomara al niño y lo esconderá en su muslo, así como nació hombre de una mujer nacerá Dios naciendo de un Dios, y aquel que ha
nacido tres veces no tendrá que morir tres veces también
Mil el nace y muere en cada representación
Desierto-No mientas siente el terror de la muerte en tus
huesos, como lo siente Dionisos, Apolo fue primero pero Dionisos siempre lo
supera la crueldad de la paz conseguida debe develarse ¿Sino de que paz estamos
hablando? di-wo-nu-so-Jo— corre te persigue licurgo arrójate a las olas del mar
tiembla, de este horro nacerá el éxtasis la locura.
¿Quién se atreve a negar a Dionisos? ¿Quién se atreve a parar
la locura de sus bacantes?, madres que devoran a sus propios hijos en honor al
Dios de la vida espiritual hecha carne. Que vengan los hombres a representarse
que en Dionisos Apolo haga su katharsis, la palabra debe de nacer de las
entrañas abiertas, contempla tu tragedia oh hombre, no hay salvación para ti,
en cada paso de tu conciencia te maldices, la verdad de tu existencia es estar
roto, roto en mil pedazos.
Desierto- Ahí viene
los titanes con los juguetes para el niño Dioniso Zagreo , viene cubiertos de
yeso para no ser reconocidos, y el niño Dioniso juega, y los titanes lo
despedazan,lo pasan por el fuego y se lo comen, Demeter ha salvado su corazón
,y Zeus comprenderá la rebelión de los titanes queriendo hacer de Dioniso un
Dios mucho más grande que Zeus ,así que fulmina a los titanes pero está hecho.
He nacido de la carne de mi madre Sémele y morí junto a ella
al contemplar a Dios, he nacido del alma al ser cobijado en el muslo de
Zeus y al representar una y mil veces
las tragedias y comedias de los hombres, yo no les he mentido su existencia es
atroz sin necesidad de cometer ningún pecado, su condena está en su conciencia en su búsqueda por la
verdad, están rotos, hagan lo que hagan están rotos, su madre la naturaleza los rompió, los rechazo como Hera me rechazo
a mí una y mil veces, tendrán que ser individuos , ahora que se oiga el grito
incesante porque fue Dios el estado
quien mato a su madre carnal, que vengan todos los titanes y que me
despedacen una y otra vez, el tercer Dionisos nace al Espíritu.
Desierto-He aquí el vestido con fino lino, he aquí el de los
muslo de oro, Orfeo no se atrevió a morir por Eurídice, si el Espíritu saca a
su iglesia del infierno podrá integrarse, pero Orfeo solo toco su arpa, cuando
tenía que desgarrarse, así que muere descuartizado, de su música nace la
matemática de Pitágoras y Pitágoras hace de su matemática una filosofía
debelando la unidad que no pudo lograrse, Platón contemplara esta unidad en el
mundo de las ideas, gracias a la muerte de Sócrates, pero Platón no permite que
lo descuarticen para hacer carne su Republica, ¿De qué sirve salir de la cueva? Si no vas a poder
destruir la cueva, y entonces Aristóteles vuelve a ella la ordena la clasifica,
su discípulo Alejando la extiende por todo el mundo y los helenos hablan del Espíritu,
negándose a encarnarlo.
Habrá que esperar a Jesucristo, habrá que esperar al
verdadero Dionisos.
«He saltado fuera del
ciclo de las graves penas y los dolores, y me he lanzado con pie ligero hacia
la corona deseada. Me he refugiado bajo el seno de la Dama, la reina de los
infiernos.» A lo que responde la diosa: «¡Oh afortunado, oh bienaventurado! Te
has convertido en dios, cuando sólo eras hombre».4 '
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