¿Qué es el noúmeno? (Wikipedia)
El noúmeno (del griego "νοούμενoν"
"noúmenon": "lo pensado" o "lo que se pretende
decir"), en la filosofía de Immanuel Kant, es un término problemático que
se introduce para referir a un objeto no fenoménico, es decir, que no pertenece a
una intuición sensible,
sino a una intuición intelectual o
suprasensible.
Por otra parte, el término también ha sido usado para hablar de
la cosa-en-sí, es
decir, la cosa en su existencia pura
independientemente de cualquier representación.
En la filosofía de Platón representa una especie inteligible o
idea que indica todo aquello que no puede ser percibido en el mundo tangible y
a la cual solo se puede llegar mediante el razonamiento. El noúmeno como
concepto fundamenta la idea de la metafísica en Platón.
La cosa en sí misma, fuera de su relación con nuestro modo de
intuirla o percibirla; no es objeto de nuestros sentidos, ni por lo tanto de
nuestro conocimiento. Para Kant no cabe un conocimiento de la realidad
nouménica pero es posible acceder a dicha realidad mediante la experiencia
moral; por ejemplo, aunque solo podemos conocernos a nosotros mismos como seres
sometidos a la causalidad dominante en el ámbito de los fenómenos –es decir
como no libres–, tenemos que pensarnos también como libres si queremos aceptar
la posibilidad de una conducta sometida a imperativos categóricos, –es decir
una conducta moral–.
Noúmeno y
ontología tradicional[editar]
En tanto para la ontología tradicional, y de modo muy
especial en Platón con su mundo de
las ideas —según su doctrina llevada a la alegoría del mito de la caverna—,
son las ideas o los noúmenos exactamente lo accesible a la razón; lo que tiene
una estructura racional y lógica, en Kant, paradójicamente, lo
"inteligible" resultará lo "ininteligible". O tal vez, en
lenguaje más apropiado, lo transinteligible.
La contraposición entre lo meramente sensible, y lo inteligible,
mientras aquello que se halla dentro de la experiencia posible, y lo que se
encuentra fuera de ella. O en otras palabras, entre el mundo fenoménico
accesible y las cosas en sí, inaccesibles.
Los noúmenos son posibles, ciertamente, para una intuición, dirá Kant, pero no para una de
carácter sensible. Una intuición metafísica o intelectiva, de la que el hombre
está desprovisto.
Idealismo
alemán[editar]
En otra posición se hallará la filosofía del idealismo romántico
alemán. Para su filosofía, lo Absoluto en
sí mismo puede penetrar la conciencia, o incluso, es la propia
conciencia.
En Kant se considera "noúmeno" a
la "cosa en sí". Como tal es incognoscible e inabordable para el ser
humano. Es aquello que está tras los muros del conocimiento
posible, de la experiencia en que como hombres dotados de razón, de intuiciones de espacio y tiempo, de categorías, nos movemos inevitablemente. No
hay para el filósofo de Königsberg abordaje del noúmeno en el
plano del conocimiento. Porque
estamos desprovistos -como pretendían los dogmáticos racionalistas- de intuición metafísica o no sensible para el mismo.
La crítica que los postkantianos harán a Kant, para postular la
posibilidad del acceso a lo Absoluto - fundamentalmente Hegel -, dentro de la
corriente del idealismo alemán,
es que sí es posible el conocimiento de lo absoluto o noumenal
en razón de que todo hablar sobre ello, sobre el "noúmeno", implica
que ya estamos en "contacto", de algún modo, con el mismo. Es
contradictorio, de este modo -entonces-, "hablar" de noúmeno, porque
solamente se puede hablar sobre lo que en alguna forma "conocemos",
inferencial o intuitivamente.
Los filósofos del idealismo alemán desconocerán enteramente esta
limitación kantiana. En el hombre hay intuición de lo "absoluto", e
instalándose en él será como elaboren sus filosofías.
¿Entonces el noúmeno es la razón?
Porque en nuestro esquema hay una razón equivoca que puede
ser entendida como irracionalidad esta
se invierte y convierte en una razón univoca que puede ser entendida como fe ,la
cual se invierte y convierte y da paso a una razón analógica que es una
transferencia de lo irracional a lo racional y está por fin da paso a una razón
formal, que se invertirá y convertirá dando paso al logos que es la
inteligencia ordenadora, esta se invertirá y dará paso a la voluntad esta se
convertirá y he aquí el Espíritu, por lo tanto el Espíritu es razón con plena
conciencia y realización de sí misma en su integración amorosa, cumpliéndose lo
que Hegel dice todo lo real es racional y todo lo racional es real.
Pero este no es el proceso completo.
El noúmeno es
materia por supuesto que sí y la materia es Energía E= mc² (Wikipedia)
Dicha expresión estuvo sujeta a ciertas interpretaciones, aunque
actualmente las consecuencias para la teoría de partículas de dicha ecuación
están totalmente claras, y la expresión está bien demostrada desde un punto de
vista experimental.
Esta fórmula establece que la energía de un cuerpo en reposo (E) se
puede calcular como la masa (m) multiplicada
por la velocidad de la luz (c
= aproximadamente 3 × 108 m/s) al cuadrado.
Es decir, todo cuerpo en reposo con masa tiene un tipo de energía asociada
(energía en reposo), similarmente cualquier cosa que tenga energía exhibe una
masa correspondiente m dada por su energía E dividida por la velocidad de la
luz al cuadrado c² (de hecho, Einstein planteó la ecuación E=mc² de esa manera,
como L/V²). Debido a que la velocidad de la luz es un número muy grande en
unidades cotidianas, la fórmula implica que incluso un objeto cotidiano en reposo
con una cantidad modesta de masa tiene una cantidad muy grande de energía
intrínseca, por ejemplo, un protón tiene una energía en reposo que puede
parecer muy poca, pero que es bastante si se toma en cuenta que toda esa
energía la contiene un pequeño protón. Las transformaciones químicas, nucleares
y de otra energía pueden hacer que un sistema pierda parte de su contenido
energético (y por lo tanto una masa correspondiente), liberándolo por ejemplo
como luz (radiante) o energía térmica; de hecho, gracias a la equivalencia
masa-energía ocurren fenómenos como la fisión nuclear o la fusión nuclear (que
es responsable del brillo del sol) . La equivalencia masa-energía surgió
originalmente de la relatividad especial como una paradoja descrita por el
matemático Henri Poincaré.
Einstein lo
presentó en su artículo «¿Depende la inercia de un cuerpo de su contenido de
energía?»,1 uno de los cuatro artículos Annus
Mirabilis de Einstein publicados en la revista
científica Annalen der Physik en
1905. Einstein fue el primero en proponer que la equivalencia entre masa y
energía es un principio general que es real y una consecuencia de las simetrías
del espacio y del tiempo. Una consecuencia de la equivalencia masa-energía es
que si un cuerpo es estacionario, todavía tiene alguna energía interna o
intrínseca, llamada su energía de reposo, que corresponde a su masa en reposo.
Cuando el cuerpo está en movimiento,
su energía total es mayor que su energía de reposo, y, de manera equivalente,
su masa total (también llamada masa relativista en este contexto) es mayor que
su masa en reposo. Esta masa de descanso también se llama masa intrínseca o
invariante porque sigue siendo la misma independientemente de este movimiento,
incluso para las velocidades extremas o la gravedad considerada en la
relatividad especial y general. La fórmula de energía de masa también sirve
para convertir unidades de masa en unidades de energía (y viceversa), sin
importar qué sistema de unidades de medida se utilice.
Sin embargo la ecuación E=mc² está incompleta, ya que solo se
aplica para definir la energía en reposo, pero a la hora de definir la
"energía relativista" de un cuerpo en movimiento se necesita incluir
al momento lineal p (p=mv, masa por velocidad), además, según la ecuación la
energía en reposo depende de la masa, por lo que no se aplica para partículas
sin masa, como la luz, que debe tener energía. La ecuación que resuelve todos
estos problemas es la versión completa de E=mc², E²=p²c²+m²c⁴, que nos dice que
la energía al cuadrado de un cuerpo es igual al momento lineal al cuadrado por
la velocidad de la luz al cuadrado, más la masa al cuadrado por la velocidad de
la luz a la cuarta. Para un cuerpo sin masa, la ecuación quedaría más o menos
así: E²=p²c²
Y la materia y la energía son información (copia y pega)
Desde
el año 2009, Vlatko Vedral es profesor de Información Cuántica en Oxford. Su
tesis doctoral en el Imperial College de Londres, donde se había licenciado en
física, había versado ya sobre el concepto de información en Claude Shannon y
su aplicación a la mecánica cuántica. En 2010, Vedral publicó en Oxford una
obra titulada Decoding Reality, cuya traducción al español apareció casi a
continuación en el mismo año 2010 (Vedral, Vlatko, Descodificando la realidad,
Biblioteca Buridan, 2010). Vedral sostiene en su obra que el universo no
estaría compuesto de materia ni de energía sino de información. Por Javier Monserrat.
El profesor Vedral fue entrevistado por Eduard Punset en el
programa Redes y, por ello,
fácilmente puede seguirse el contenido íntegro de la entrevista. Aquí haremos
referencia a una parte de sus declaraciones, pero nos referiremos también
principalmente a algunos párrafos del libro para completar su pensamiento. En
la presentación del programa se nos dice, introduciendo el pensamiento de
Vedral:
“La escala más pequeña del universo –la que se rige por las
leyes de la física cuántica– parece un desafío al sentido común. Los objetos
subatómicos pueden estar en más de un sitio a la vez, dos partículas en
extremos opuestos de una galaxia pueden compartir información instantáneamente,
y el mero hecho de observar un fenómeno cuántico puede modificarlo
radicalmente. Pero lo más extraño de todo –según le explica el físico de la
Universidad de Oxford, Vlatko Vedral, a Eduard Punset en este capítulo de
Redes– es que el universo mismo no estaría compuesto de materia ni de energía
sino de información”.
Más adelante, Vedral comienza a explicar esta última afirmación,
a saber, que la información es más importante que la materia o la energía,
hasta el punto de que el verdadero componente radical del universo sería la
información. Para Vedral esto quiere decir que antes de que existiera materia o
energía, existía ya información.
“Sí. Es una idea muy extraña que está surgiendo en mi campo de
investigación. Cuando analizamos las unidades fundamentales de la realidad, las
que lo componen todo a nuestro alrededor, creo que ya no debemos pensar en
estas unidades como fragmentos de energía o materia, sino que deberíamos pensar
en ellas como unidades de información. Me parece que la mecánica cuántica,
nuevamente, supone la clave para entender este fenómeno, porque la mecánica
cuántica tiene otra propiedad (que supongo que a personas como Einstein no les
gustaba) que es la siguiente: en la mecánica cuántica no se puede decir que
algo exista o no, a no ser que se haya realizado una medición, así que es
impreciso decir: «tenemos un átomo situado aquí», a no ser que hayamos
interactuado con ese átomo y recibido información que corrobore su existencia
ahí. Por ende, es incorrecto lógica y físicamente, o mejor dicho
experimentalmente, hablar de fragmentos de energía o materia que existan con
independencia de nuestra capacidad de confirmarlo experimentalmente. De algún
modo, nuestra interacción con el mundo es fundamental para que surja el propio
mundo, y no se puede hablar de él independientemente de eso. Por esta razón, mi
hipótesis es que, en realidad, las unidades de información son lo que crea la
realidad, no las unidades de materia ni energía. Ya no debemos pensar en las
unidades más elementales de la realidad como fragmentos de energía o materia,
sino que deberíamos pensar en ellas como unidades de información”.
El concepto de información
Como el mismo Vedral explica, su interpretación del universo se
funda en el concepto de información del gran ingeniero Claude Shannon que
desarrolló la forma matemática de la hoy llamada teoría de la información. A
través del concepto de bit y la digitalización en código binario (ceros y unos)
las máquinas pueden recibir, almacenar, emitir o procesar series de información
(series de ceros y unos) que serán tanto más largas cuanta mayor sea la
complejidad de la información transmitida (la información de un estado físico
de dos posiciones, A o B, puede transmitirse con un solo bit, O/1). La
ingeniería del conocimiento, por ejemplo, la visión artificial, permite
digitalizar imágenes, recibirlas y almacenarlas, procesarlas, transmitirlas (siempre
que dispongamos de un sistema de ingeniería para traducir las series de ceros y
unos, transmitidas en el espectro electromagnético, en imágenes visibles en una
pantalla). Podemos transmitir palabras, números, música, imágenes o las
instrucciones a un robot para que realice una intervención médica sobre un ser
vivo, o las instrucciones para que un programa de tratamiento de números o
textos realice las operaciones que deseemos. Todo esto lo comprobamos
diariamente en nuestros teléfonos móviles.
Es verdad, por tanto, que la teoría de la información de Shannon
permite que las máquinas cuantifiquen la cantidad de información que se
transmite (vg. los bytes en la transmisión de palabras, música o imágenes). Sin
embargo, el concepto de información existía mucho antes de Shannon, de la
ingeniería informática, y lo que esta quiso hacer no fue otra cosa que
habilitar técnicas físicas de ingeniería para el tratamiento de la información.
Pero los procesos de información, recepción, almacenamiento, recuperación, tratamiento
y procesamiento de información, existían ya en la naturaleza, no sólo en el
mundo biológico sino incluso en el físico.
Además, hay algo muy importante: la ontología de los sistemas y
sus modos de funcionamiento para trabajar con la información no son iguales en
los sistemas físicos o biológicos que en los sistemas de ingeniería del
conocimiento. La ontología física de un sistema físico natural (vg. una
molécula) o de un sistema biológico (fundado en sensaciones y neuronas) no es
ontológicamente homogénea o similar a la ontología (forma de estar construido
físicamente) de un ordenador. Un átomo de hierro, o las macromoléculas que
constituyen un determinado mineral tienen mucha información sobre cómo es el
universo (han aparecido evolutivamente adaptándose a las propiedades que les
permiten mantenerse en ese universo). Esto es lo que se ha conocido desde hace
años, en el marco de la biología evolutiva, como biología del conocimiento, o
sea, la escuela de Konrad Lorenz y su discípulo Rupert Riedl. Una célula, de la
misma forma, contiene una inmensa cantidad de información. Pero todavía hay
más: los sistemas nerviosos de los seres vivos producen la emergencia de
sensaciones, percepciones, conciencia, y toda la actividad psíquica, de tal
manera que en el cerebro, animal y humano, aparecen formas nuevas de producir
una información sobre el medio consistente en sensaciones, percepciones,
imágenes de todo tipo, que pueden tenerse en tiempo real y reactualizarse por
la memoria, pudiendo ser registradas, procesadas, manipuladas…, dando lugar a
toda la variedad de la actividad psíquica.
En realidad, para el hombre y, por tanto, para la cultura y para
la ciencia, la experiencia primordial que permite hablar de información es la
experiencia psíquica humana. Desde ella decimos que tenemos información sobre
el mundo (es decir, conocimiento) y que nos adaptamos al medio para sobrevivir
en función de la información que poseemos en nuestra realidad humana (somos una
arquitectura de información o conocimiento, desde nuestra constitución física y
biológica hasta los productos de la actividad psíquica). Así, al hablar de que
en el mundo físico o biológico existe también una acumulación de información o
conocimiento, lo decimos por extensión análoga del concepto de información que
advertimos en nosotros los humanos. Pero cuando Shannon habló de información
introdujo una nueva extensión del concepto de información para aplicarlo a
diseñar nuevas técnicas de ingeniería para representar, registrar, transmitir y
procesar una información anterior real, presente ya en el universo y en la
mente de los seres vivos, principalmente del hombre.
Por tanto, lo que existe y constituye la realidad es, valga la
redundancia, la realidad misma y es ésta la que genera la información que llega
a otra realidad, bien sea esta la evolución física, biológica o el sistema
psíquico de conocimiento humano. La información es siempre algo referido a una
realidad presupuesta y dentro de la cual se construye: por el proceso de la
misma evolución, por la actividad psíquica o por los diseños de ingeniería
construidos por el hombre para representar y manipular la información anterior
referida a la realidad. La información física o biológica, la información
psíquica (conocimiento) o la información digitalizada (ingeniería del
conocimiento) son siempre algo físico, psicofísico o psicobiofísico. La
información digitalizada es algo físico (está construida como registros físicos
que se contienen realmente en el harware de un computador), y funciona de una
manera mecánica y ciega. Pero el contenido de lo que representa (la información
que contiene) puede ser física (sobre el mundo físico), biológica (sobre el
biológico, vg. el ADN) o psíquica (el conocimiento humano, vg. lenguaje,
números o imágenes). En todo caso lo que la información digitalizada representa
es siempre necesariamente el mundo físico, biológico o psíquico, ya que la
realidad se produce por sí misma (es la producción misma del universo), pero
los sistemas de información digitalizada (en su hardware y en su software) son
siempre construidos por el hombre.
Por consiguiente, frente al punto de vista ordinario de la
ciencia, que responde casi al sentido común, a saber, que en el universo todo
de deriva de la materia producida en el estado físico primordial que llamamos
big bang, la tesis de Vedral consiste es afirmar que la información es anterior
a todo, es el origen primordial de cuanto vemos. Nos lo dice con toda claridad,
tanto en los textos citados del programa de Redes como en su libro
Descodificando la Realidad, donde constituye la idea continua de principio a
final.
“Este libro argumentará que la información (y no la materia, la
energía o el amor) es el fundamento sobre el que todo se construye. La
información es mucho más fundamental que la materia o la energía porque puede
aplicarse provechosamente a las interacciones macroscópicas, como por ejemplo
los fenómenos económicos y sociales, y también, como argumentaré, puede
utilizarse para explicar el origen y el comportamiento de las interacciones
microscópicas como la energía y la materia” (20-21). “La información es el hilo
conductor que conecta todos los fenómenos que vemos a nuestro alrededor y lo
que explica su origen. Nuestra realidad está hecha en última instancia de
información” (23).
Creemos que este punto de vista –junto a otros muchos defendidos
por el autor y que a continuación consideraremos– es difícilmente asumible. No
por razones emocionales, sino simplemente porque está en contradicción con el
conocimiento que, a mi entender, tenemos del mundo físico, biológico, psíquico
y de los procesos de información.
El sujeto que percibe
constituye la realidad
En el razonamiento de Vedral parece jugar un papel muy
importante la consideración cuántica de que el acto de conocimiento constituye
(o modifica) la realidad. Son las ideas de Wheeler, cuyo pensamiento resume
Vedral en un texto citado del mismo Wheeler: “La física origina la
participación del observador; la participación del observador origina la
información; la información origina la física” (246). Es la consideración
cuántica de que el experimento que observa el mundo microfísico cuántico (por
sí mismo en estado de superposición cuántica, es decir, un estado en que está
en diferentes estados al mismo tiempo y no está en ninguno) produce su colapso
en un determinado estado y, por ello, la realidad observada es un resultado de
la presencia sistémica del experimento en ella. Pero esta actuación
constituyente sobre la realidad no es sólo propia del experiemento, sino de
todo acto de conciencia o conocimiento en que se produce una interactuación
sujeto/objeto que produce la realidad conocida. Por tanto, el sujeto, al
conocer, estaría constituyendo la realidad que conoce (y el conocer es un acto
de información).
Ahora bien, si nuestro conocimiento de las leyes de la
naturaleza (lo que Vedral llama la primera flecha) no puede accederse sino es
desde nuestro conocimiento (mi realidad, o la segunda flecha de Vedral) que,
por lo dicho, al producirse, en alguna manera, crea la realidad en la
interacción misma sujeto/objeto que la mecánica cuántica establece, entonces
resulta que nuestra idea de la naturaleza (primera flecha) es sólo el
constructo derivado de mis muchos actos de conocimiento (información) creativos
porque, como dice la mecánica cuántica, “constituyen” la realidad (según la
intuición de Wheeler). Por consiguiente, si la idea que tenemos de la realidad
de la naturaleza y de sus leyes nace, en el fondo, de un acto de información y
este puede expresarse en un sistema de información digitalizada, entonces toda
la naturaleza es, en último término, un enorme sistema de informaciones que
tiene su representación como información digitalizada. La naturaleza no es sino
el conjunto ordenado como ciencia (primera flecha) del conjunto de mis
(nuestras) informaciones (segunda flecha). Por tanto, para nosotros (en la
primera y la segunda flecha) la realidad natural es sólo información puntual de
un universo colapsado en nuestra conciencia (Wheeler). Pero la realidad en sí
misma puede estar en estos estados (superpuestos) que nunca llegaremos a
conocer. Aunque no hemos adevertido que Vedral cite a Kant, todo esto suena
vagamente a la idea kantiana de un mundo de experiencia constituido por el
sujeto, de tal manera que nuestro mundo de experiencia es sólo nuestro mundo humano,
pero no el mundo en sí mismo.
Podemos releer ahora el texto de Vedral, antes citado, en la
entrevista de Redes:
“Cuando analizamos las unidades fundamentales de la realidad,
las que lo componen todo a nuestro alrededor, creo que ya no debemos pensar en
estas unidades como fragmentos de energía o materia, sino que deberíamos pensar
en ellas como unidades de información. Me parece que la mecánica cuántica,
nuevamente, supone la clave para entender este fenómeno, porque la mecánica
cuántica tiene otra propiedad (que supongo que a personas como Einstein no les
gustaba) que es la siguiente: en la mecánica cuántica no se puede decir que
algo exista o no a no ser que se haya realizado una medición, así que es
impreciso decir: «tenemos un átomo situado aquí» a no ser que hayamos
interactuado con ese átomo y recibido información que corrobore su existencia
ahí. Por ende, es incorrecto lógica y físicamente, o mejor dicho
experimentalmente, hablar de fragmentos de energía o materia que existan con
independencia de nuestra capacidad de confirmarlo experimentalmente. De algún
modo, nuestra interacción con el mundo es fundamental para que surja el propio
mundo, y no se puede hablar de él independientemente de eso. Por esta razón, mi
hipótesis es que, en realidad, las unidades de información son lo que crea la
realidad, no las unidades de materia ni energía. Ya no debemos pensar en las
unidades más elementales de la realidad como fragmentos de energía o materia,
sino que deberíamos pensar en ellas como unidades de información”.
La ciencia y la construcción
lógica de nuestra idea del universo
No podemos valorar y discutir estas ideas de Vedral sin recordar
cómo se construye nuestro conocimiento del universo en la ciencia. En la
ciencia hay una lógica argumentativa que va de principio a final. Esta lógica
establece principios epistemológicos que nos dicen que el conocimiento, incluso
en la forma final de las teorías, es siempre un conjunto de hipótesis en
sentido popperiano. Pero dentro de ese constructo de hipótesis queda claro lo
que conocemos y lo que no conocemos, lo que tiene sentido afirmar y lo que no
lo tiene. La ciencia es, pues, hipotética, pero no todo vale: no cualquier
afirmación o hipótesis tiene sentido de acuerdo con el constructo hipotético
que la ciencia mantiene hasta ahora.
Es admisible algo que Vedral menciona. A saber, que nuestra idea
de la naturaleza es sólo el resultado de nuestro conocimiento. La naturaleza,
para nosotros, no otra cosa que el conjunto de nuestro conocimiento sobre ella.
Es verdad, por tanto, que el conocimiento del universo comienza por la
experiencia que el hombre (sujeto) tiene de la naturaleza (objeto) por los
sentidos. Cuando Newton construyó la mecánica clásica lo hizo a partir de las
evidencias empíricas y experimentales de nuestro mundo macroscópico de
experiencia ordinaria (no sabía que sus experiencias sensibles debían
entenderse por principios cuánticos pues a eso se llegó después). Montañas,
rocas, minerales, planetas, estrellas, seres vivos, animales, hombres… son
objetos o entidades estables, consistentes en sí mismas, cuya existencia se
postula como obvia al margen de que sean conocidas por uno u otro sujeto. Las
leyes de un universo macroscópico de objetos se describió en la mecánica
clásica y se profundizó en la mecánica relativista que, por las ecuaciones de
Einstein, describe sus interacciones gravitatorias en un espacio curvo. ¿Cómo
era el mundo microfísico? La mecánica clásica, obviamente, tendió a
representárselo como una miniaturización del macroscópico. Así fue hasta el
átomo de Bohr en 1915 y años inmediatamente siguientes.
Pero cuando a partir de 1925 comenzó a formarse la mecánica
cuántica se descubrió que existía una materia microfísica o primordial que
respondía a unas propiedades sorprendentes y extrañas. Con el tiempo se ha
visto que la materia en estado cuántico primordial respondía a las propiedades
de coherencia cuántica, superposición cuántica, indeterminación cuántica y
acción-a-distancia o efectos EPR (introducidos por Einstein, Podolski y Rosen,
en su célebre experimento imaginario de 1935). El hecho es que pronto fue
evidente que las propiedades cuánticas (microscópicas) no se cumplían en el
mundo de experiencia ordinaria inmediata o mecanoclásico (macroscópico). Sin
embargo, pocos científicos, ni del pasado ni del presente (digo pocos porque no
sé donde habría que situar a Vedral), han dudado de que el mundo real que
observamos, estable y consistente, que se mantiene a sí mismo y responde a los
principios de la mecánica clásica, realmente existe. Es decir, para que se
entienda: cuando nos vamos a dormir, los objetos de la habitación, los árboles
y edificios del exterior, las montañas, la luna y el sol, siguen existiendo, al
margen de nosotros y de los otros hombres, es un universo real consistente del que
formamos parte.
El conocimiento de la materia cuántica imponía entender que toda
la materia del universo, incluso la que formaba los objetos estables del mundo
macroscópico clásico, era materia que en sí misma respondía a las propiedades
cuánticas. No había más que un solo tipo de materia. Por tanto, había que
explicar cómo era posible que la materia cuántica que se había originado en el
big bang, dando origen al universo, hubiera llegado a producir el mundo clásico
de objetos donde las propiedades cuánticas han desaparecido. La explicación,
que actualmente forma parte de la teoría estándar de partículas y del modelo
cosmológico estándar, consiste en entender que el fraccionamiento de la energía
vibratoria primordial del big bang en pequeñas partículas (que pueden ser onda
y corpúsculo) produjo, entre otras, una gran cantidad de partículas cuya
función de onda (la descripción matemática de su forma de vibración
ondulatoria) no permitía fácilmente la coherencia cuántica. Por ello, estas
partículas, llamadas fermiónicas, como electrones, protones o neutrones,
mantenían su individualidad unas frente a otras y, al agruparse por las fuerzas
de la naturaleza (gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear
débil) producían la aparición de los cuerpos macroscópico clásicos.
Así, por ejemplo, un electrón en su órbital atómico no es un
punto que da vueltas, sino una vibración ondulatoria que lo llena
armónicamente. El electrón en su orbital (materia con propiedades cuánticas)
está en estado de superposición porque está en todos los sitios y no está en
ninguno, pudiendo colapsarse (colapso de su función de onda) cuando en un punto
se “plega” como partícula que detectamos. Este electrón que, digamos, pertenece
a una célula, así como todas las partículas de esa misma célula, son materia
con propiedades cuánticas. Pero el objeto clásico como tal, su estructura, no
posee propiedades cuánticas. La célula, como compleja estructura de materia
fermiónica, no puede entrar en coherencia cuántica, ni en superposición, está
determinada por la estructura clásica, y no puede ejercer una
acción-a-distancia. Por esto existe muestro mundo real estable en el que
podemos tener una biografía propia.
Para la ciencia el universo
real no es ontológicamente información digital
¿Qué quiere decir todo esto? Pues simplemente que es verdad que
nuestro universo es el universo que hemos conocido a partir de procesos de
información sensible. Pero a partir de ellos hemos razonado en la ciencia y
ésta nos ha llevado a una conclusión precisa: a entender que el universo es
algo que existe independientemente de los procesos de información que han
sucedido en nosotros y que nos han llevado a conocerlo y a establecer cuál es
su origen y cómo está hecho. Así, pensamos en la ciencia que el universo nació
de un big bang en que apareció una radiación de inmensa energía que fue
transformándose en vibraciones, cuerdas, supercuerdas, partículas, fermiónicas
(que producen el mundo clásico) y bosónicas (como la luz, en que se cumplen las
propiedades cuánticas), todo ello hasta aparecer la materia estelar, cuerpo
celestes, estrellas y planetas, seres vivos, animales y hombres. La forma de
evolución de la materia dependió de las propiedades ontológicas de la realidad
primordial emergida en el big bang: es la misma materia la que, siendo como es,
crea el orden y organización que observamos en el mundo físico y biológico.
Esta materia, por tanto, produce por sí misma tanto las propiedades cuánticas,
como, una vez organizado el mundo macroscópico clásico, las propiedades
clásicas que rigen las formas de interacción entre los objetos clásicos. Así,
las formas de interacción entre dos fotones (que son interacciones cuánticas)
no son las formas de interacción entre dos planetas.
Nuestro universo, por tanto, es un universo creado por nuestro
conocimiento. Partimos de las experiencias sensibles (fenoménicas,
aparienciales) producidas como resultado psíquico de la interacción entre
nuestro sistema perceptivo psicobiofísico y el mundo físico exterior (vg. los
colores, como sabemos, son un fenómeno psíquico). A partir de lo fenoménico
creamos en nuestra mente conocimiento para representarnos qué es el universo en
su profundidad última. Más allá no podemos ir. De acuerdo. Pero nuestra
representación del universo en la ciencia incluye entender que hay un universo
que existe al margen de nosotros (al margen de los procesos de información), un
universo que nos genera y nos contiene. Será así o no en la profundidad
nouménica de las cosas, pero no tiene sentido racional pensar de otra manera.
Así piensa la casi totalidad de los científicos y la sociedad está montada
sobre este supuesto intuitivo (en la vida ordinaria) y reflexivo (en la
ciencia). Por ello, para la ciencia no tiene sentido decir que el origen del
universo sea la información, entendida como algo anterior a la materia o la
energía.
El ser humano sabe que construye su representación del universo
a partir de la información que se recibe por los sentidos. Se construye así un
mundo de conocimiento fundado en las funciones naturales de la mente
(sensación, percepción, conciencia, memoria, pensamiento, etc.). Puesto que el
universo conocido es ordenado como resultado de la ontología de la materia que
produce las leyes naturales (así lo entendemos), ese conocimiento puede ser
representado por medio de un código digital, como ideó Shannon, para que
pudiera ser procesado por máquicas de forma automática y ciega. Así podemos dar
a nuestro conocimiento una expresión digital en código binario y operar con
ella de mil formas que nos pueden ayudar, tanto en la ciencia básica como en la
ingeniería (vg. simulando procesos naturales). Pero que nuestro conocimiento
sea digitalizable no nos autoriza a decir que la realidad del universo sea, en
su constitutivo más original, información, y mucho menos que los procesos
naturales sean digitales.
Pero veamos qué nos dice Vedral más adelante en la entrevista de
Redes.
“Déjame que te dé un ejemplo. Si no estuvieras aquí
observándome, la física cuántica sugeriría que yo también podría estar en muchas
otras ubicaciones a la vez. Sin embargo, tengo muchos átomos dentro, y cada uno
de estos átomos emite luz, y cada vez que una partícula de luz o fotón llega a
tus ojos, ves exactamente la información sobre de dónde procede esa luz. Y,
como emito muchas partículas de luz por segundo, sigues recibiendo la misma
información de que estoy sentado aquí hablando contigo. Pero si pudieras
aislarme de algún modo, y asegurarte de que no emitiera ninguna información,
entonces probablemente podría estar en varios sitios simultáneamente. Es muy
extraño. Podemos demostrar que, si pudiéramos utilizar la cuántica plenamente,
si pudiéramos hacer que un objeto grande estuviera en varios estados a la vez,
entonces podríamos crear lo que denominamos ordenadores cuánticos. Y sabemos,
por lo menos teóricamente, que un ordenador cuántico sería mucho más eficiente
que cualquier ordenador actual. Así que resulta casi milagroso, ¿no crees?”.
¿Un universo cuántico o
digital?
El texto anterior desde luego no es milagroso, pero sí es
verdaderamente sorprendente, en el sentido de que sorprende que haya podido
enunciarse como si nada.
Las teorías actuales sobre el gran enigma de la percepción
visual (materia que explico desde hace años en la universidad) se dividen en
gibsonianas (percepción directa) y constructivistas (la imagen es una
experiencia intracerebral construida por el sistema visual a partir de la
información que llega a la retina); a su vez, el constructivismo se divide en
constructivismo puro o constructivismo computacional; por último, el
constructivismo computacional se divide en serial y conexionista o PDP
(pararell distribuiting processing). Todos coinciden en que el origen de la
visión es la luz, o pequeña parte del espectro electromagnético con longitudes
de onda entre 400 y 700 nanómetros (la luz blanca del sol), que llega de la
radiación solar y que se extiende en la tierra, atravesando, reflejándose,
siendo absorbida por los objetos. La luz reflejada en las texturas físicas de
la tierra llega a las retinas, después del procesamiento óptico del globo
ocular, produciendo una estimulación sináptica que asciende hacia las zonas
superiores del cerebro.
Es verdad que en los tejidos celulares existe una presencia de
la luz que se estudia en la biofotónica. Es verdad que puede haber especies que
emiten luz (vg. en lo profundo de los océanos o desde dentro del globo ocular
como felinos), pero se trata de casos especiales que no explican la visión como
fenómeno general. Por tanto, la visión no se produce por fotones que salgan de
los cuerpos, como dice Vedral, en las cantidades y constancias necesarias para
ser el fundamento físico de la visión. Esto parece claro y es incuestionable.
Sin embargo, Vedral lo afirma, probablemente para justificar que el sistema
visual que percibe crea un efecto sobre la estructura fotónica del objeto visto
(aquí el propio Vedral), de tal manera que esta interacción sujeto/objeto
cuántica (al estilo de Wheeler) produce el colapso del objeto visto (Vedral),
de tal manera que si la interacción cuántica cesara (por aislamiento de
Vedral), entonces “yo (Vedral) también podría estar en muchas otras ubicaciones
a la vez”. Si el cuerpo de Vedral pudiera aislarse (entendemos: aislarse de una
acción externa, vg. la del sujeto en que se produce la visión, para evitar el
colapso del cuerpo de Vedral en un estado físico determinado, perdiendo la
superposición cuántica), entonces “probablemente podría estar en varios sitiuos
simultáneamente”.
Es difícil entender qué quiere decir Vedral porque lo que parece
decir es difícilmente admisible desde el punto de vista de la ciencia. El
cuerpo de Vedral es un sistema de partículas que, por sí mismas,
individualmente, son cuánticas y tienen, entre otras, la propiedad de
superposición. Pero el cuerpo macroscópico de Vedral, al igual que todos los
otros objetos del universo mecanoclásico, no son cuánticos sino clásicos y en
ellos no se puede aplicar la superposición. En un cierto átomo del cuerpo de
Vedral existe, digamos, un electrón que, en su orbital, quizá es una vibración en
superposición; quizá ni siquiera se puede atribuir una identidad ontológica a
ese electrón en el curso del tiempo. Sin embargo, el cuerpo de Vedral, como
sistema de conjunto, siempre mantendrá en ese orbital un electrón que mantenga
el equilibrio físico del sistema. Y el cuerpo como estructura no es cuántico,
sino clásico. La distinción entre las propiedades y formas de interacción en
sistema cuánticos y clásicos es esencial en la física de partículas y en la
cosmología modernas. Lo que dice Vedral parece contradictorio con todo lo que
conocemos del mundo físico.
Hoy en día quienes defienden la necesidad de aplicar la mecánica
cuántica para entender los seres vivos y la sensibilidad-conciencia suelen
distanciarse de las llamadas teorías computacionales del hombre (bien sean
seriales o conexionistas). Los computacionalistas tienden más bien a entender
los seres vivos como robots que se rigen por procesos mecánicos y
deterministas. Vedral se mueve en una cierta confusión entre lo cuántico y lo
meramente compitacional. En todo caso, es claro que si quiere entender que el
origen del universo es la pura información, de acuerdo con la idea digital de
Shannon, entonces le interesa reducir el cerebro (los sistemas nerviosos en
general) a sistemas vivos que hacen biológicamente la pura computación digital
de Shannon.
“Tomemos el cerebro humano –nos dice Vedral– como ejemplo de un
dispositivo procesador de información”. “Supongamos que cada célula nerviosa o
neurona puede contener un bit de información, a saber, un cero o un uno. Este
bit está codificado como la presencia o ausencia de una señal eléctrica en las
neuronas, es decir, cuando hay una señal eléctrica el cerebro detecta un uno y
cuando no hay señal eléctrica detecta un cero. Esto es probablemente una simplificación
excesiva, pero vamos a mantener la historia simple. O sea nuestro cerebro puede
contener diez mil millones de bits de información [creemos que, en su
hipótesis, se queda corto]. Una vez que hemos agotado todos los bits de memoria
de nuestra cabeza, para poder registrar algo más, primero hemos de borrar parte
de la información, es decir, hemos de olvidar” (89-90).
La misma interpretación digital la extiende al universo en su
conjunto. “El principal objetivo de este libro es entender la realidad en términos
de información. En este sentido es apropiado considerar el Universo entero como
un ordenador cuántico, dado que esta es la descripción más exacta que tenemos
de la realidad. Luego hemos estimado el poder total del universo, una memoria
de 10100 bits y aproximadamente unos 1090 bits por segundo procesados. Para
establecer esta estimación dividimos el universo en unidades más y más pequeñas
y utilizamos luego el hecho de que el contenido de información de cada una de
dichas unidades es proporcional a su área” (216-217).
Las llamadas teorías computacionales de los seres vivos y del
hombre entienden que el cerebro (el sistema nervioso) es un ordenador
biológico. Algunos pensaron (vg. Newell y Simon) que era un ordenador serial
(con depósitos de memoria binaria, buses de transporte de información, CPU,
etc.) y otros que respondía a la arquitectura y principios funcionales de un
ordenador conexionista (PDP), que a su vez habían sido copiados de la
estructura del cerebro humano. Hoy en día, sin embargo, la mayor parte de
neurólogos y psicólogos han dejado de lado los intentos digitales que fueron
iniciados ya por Warren McCulloch en los años sesenta. El cerebro se entiende
como un sistema que produce la interactivación en sistema de redes o engramas
neuronales que desencadenan bien los automatismos orgánicos, bien la vida
psíquica (sensación, percepción, conciencia, conocimiento…). La visión, por
ejemplo, se produce por un sistema de interactivación entre el patrón externo
de luz y el engrama de la imagen que va desde la retina hasta las zonas
corticales superiores, produciendo el correlato de la experiencia del quale o
imagen subjetiva. En otras palabras: la imagen no se explica por el
desplazamiento de una información digital codificada en ceros y unos.
Lo mismo sucede con el universo. Está constituido, como antes
decíamos, de materia o de energía (todavía no sabemos exactamente qué
constituye primordialmente el universo). Pero no es ciertamente un inmenso
depósito de información digital. La digitalización y simulación del universo es
producida por la actividad de la mente humana que, al recibir información de un
universo real previamente existente, es capaz de representar el conocimiento
sobre el universo (la flecha segunda de Vedral) en un sistema informatizado. La
información es algo derivado. Lo radical existente es el universo que nace y
evoluciona mediante procesos reales que no son los procesos que el instrumento
técnico creado por el hombre (el ordenador) necesita para representarse
digitalmente el universo.
La metafísica o filosfía
última de la naturaleza según Vlatko Vedral
Vedral conecta sus reflexiones filosóficas (científicas,
ciertamente, no son) sobre el universo con las ideas tradicionales de la
filosofía en busca de una explicación metafísica final de todo. Para Vedral
esta búsqueda no ha estado bien planteada y promovía una regresión ad infinitum para hallar un
fundamento primero (regresión infinita porque, una vez postulado un fundamento,
este exigía buscar un nuevo fundamento, y así infinitamente).
Para Vedral, la postulación de que el origen de todo, el
principio radical del universo es la información es lo único que permite cortar
esa regresión infinita. Sólo un universo entendido como información pura podría
justificarse a sí mismo como información a partir de la nada. Sería una
explicación ex nihilo que
corta la regresión infinita. Veamos algunos textos de Vedral.
“En el marco de este discurso, seguramente la pregunta más
apasionada y fundamental de todas tiene que ser esta: ¿por qué hay algo en realidad
y de dónde ha salido? O, dicho de otro modo, antes de considerar por qué las
cosas están conectadas, primero tenemos que preguntarnos por qué existen cosas.
En este libro argumentaré que la noción de información nos proporciona la
respuesta a estas dos preguntas. Curiosamente esto convierte la información en
una magnitud mucho más fundamental en el universo que la materia o la energía,
lo cual en sí mismo no es nada baladí. Si consideramos la realidad en términos
de bits de información es interesante que tanto la existencia de la realidad
como su conectividad inherente se vuelvan completamente transparentes” (13).
“Una de las creencias predominantes en el cristianismo… es la de
que el Creador llevó a cabo la creación del universo a partir de la nada,
creencia que se conoce con el nombre de creación ex nihilo… Postular un ser sobrenatural
no contribuye en nada a explicar la realidad puesto que lo único que hace es
desplazar el problema de los orígenes de la realidad convirtiéndolo en el de
explicar la existencia de dicho ser sobrenatural” (16).
Ciertamente, Vedral alude a un problema que muchos filósofos han
intentado resolver. Pero la ciencia, entendida según sus principios
epistemológicos, no se plantea este problema. Y Vedral debería pensar dentro de
un marco de razonamiento científico. También debería hacerlo la filosofía y la
metafísica moderna. La ciencia comienza a razonar a partir de los hechos
empíricos que imponen la existencia de la realidad.
Por ello, postula y busca entender su autosuficiencia (es decir,
entender que la realidad puede por si misma presentarse como un sistema que se
mantiene a sí mismo con suficiencia en el curso del tiempo). ¿Dónde está la
suficiencia del universo, tal como se nos presenta de hecho constituido? El
ateísmo piensa que es posible concebir su autosuficiencia en el tiempo como
sistema. El teísmo, en cambio, piensa que su autosuficiencia es oscura y la
solución mejor es atribuirla a un ser divino, transcendente y absoluto, que por
creación hubiera producido el universo.
Ahora bien, el fundamento de la suficiencia –bien sea el puro
universo o un ser divino trascendente–, ¿por qué existen o más bien no existen?
Este problema planteado por la filosofía de Leibniz es irresoluble, tanto para
la filosofía como para la ciencia. En otras palabras, el fundamento del ser del
universo (bien sea Dios o puro mundo) debe atribuírsele por postulación la
necesidad: debe admitirse que existe de hecho y, por ello, debe postularse su
necesidad (no puede dejar de existir).
Frente al problema de la meteafísica filosófica Vedral afirma:
“La cuestión acerca del todo a partir de la nada, la creación ex nihilo, es
clave. Así pues, como sostengo yo, si la información es el hilo conductor
común, la cuestión de la creación ex nihilo se reduce a explicar cómo surge la
información de la no-información. Explicaré que esto no sólo es posible, sino
que también argumentaré que la información, en contraste con la materia y la
energía, es el único concepto que tenemos actualmente que puede explicar su propio
origen” (21). Ahora bien, ¿cómo se explica esto?
“Este libro ha argumentado que todo en nuestra realidad está
hecho de información. Desde la evolución de la vida, pasando por la dinámica de
la ordenación social, hasta el funcionamiento de los ordenadores cuánticos,
todo puede ser entendido en téminos de información. Vimos que para capturar los
elementos más recientes de la realidad necesitábamos ampliar la noción original
de información de Shannon y actualizar su noción de bit introduciendo la de bit
cuántico o qubit. Los qubits incorporan el hecho de que en la teoría cuántica
los resultados de nuestras mediciones son intrínsecamente aleatorios. Pero, ¿de
dónde salen estos qubits? La teoría cuántica nos permite contestar esta
pregunta, pero la respuesta no es exactamente la esperada. ¡Sugiere que estos
qubits no salen de ninguna parte! No se requiere una información previa para
que exista la información. La información puede crearse a partir del vacío.
Presentando una solución a la difícil cuestión de la ley sin ley encontramos
que la información rompe la cadena de regresión infinita en la que siempre
parece que necesitamos una ley más fundamental para explicar la ley actual.
Este rasgo de la información, que en última instancia proviene de nuestra forma
de entender la teoría cuántica, es lo que distingue a la información de
cualquier otro concepto potencialmente capaz de unificar nuestra visión de la
realidad, como los de materia o de energía. La información es, de hecho, única
en este sentido” (243-244).
Vedral menciona repetidamente la idea cristiana de creatio ex nihilo y él mismo considera que
la información es algo que sale de la nada espontáneamente. Primero habría que
decir que para el cristianismo creatio
ex nihilo quiere decir que Dios crea sin nada preexistente (no
así el Dios platónico, el Demiurgo, que crea a partir de una materia
preexistente). Pero el Dios cristiano, al crear, supone su propia ontología y
el universo es creado “en” Dios (por tanto, no de la nada). En otras palabras
decir que algo pueda surgir de la nada es ininteligible para la razón humana:
de la nada, nada puede salir. Dios (teísmo) o el puro mundo (ateísmo), en su
caso, no han salido de la nada, sino que se postula su existencia eterna y
necesaria.
Parece que Vedral recurre a la sorprendente idea de que la
información se crea a sí misma a partir de la no-información, de la nada, en el
marco de la teoría cuántica. Así, la realidad, antes de ser conocida por un
sujeto, está en superposición y Vedral entiende que no es nada concreto: lo
real se crea en el momento mismo de la información cuando el sujeto produce el
colapso de una experiencia concreta (antes lo explicábamos) y crea la realidad.
En este sentido, se diría que la información crea la realidad y es la realidad.
Por ello el universo es sólo (segunda flecha) la información que crea el
sujeto, pero es información cuyo soporte real se ha esfumado. De ahí que no
haya que buscar un fundamento real en una regresión ad infinitum entre cosas
reales porque el hombre, su universo, no es de “cosas reales” sino de
información.
Todo esto es ciertamente muy difícil de entender porque está en
contradicción con los mismos principios físicos, mecanoclásicos y
mecanocuánticos, que el mismo Vedral parece por otra parte admitir. Antes de
cualquier acto creativo de información el mismo Vedral admite la exitencia de
un sujeto y, además, el universo cuántico, aunque no esté colapsado en la
experiencia que crea la presencia del sujeto, no es la nada, sino algo real muy
concreto.
Es la realidad que describe en la física moderna la mecánica
cuántica sobre la materia germinal y la mecánica clásica del mundo de objetos
estables que vemos. Antes lo explicamos con mayor detalle. Lo que Vedral afirma
no es entendible con el nivel de explicación que nos ofrece, o al menos
nosotros no lo hemos entendido. Simplemente afirma que la información nace de
la nada de la no-información y considera con toda simpleza que esto resuelve el
problema filosófico de explicar por qué existe algo o más bien no existe nada,
sin atender a que la información supone la existencia de un universo real
previo en que tienen un lugar tanto la realidad cuántica como el sujeto que
produce su colapso en el momento del surgimiento de la primera información (que
no requería una información previa).
Ateísmo, agnosticismo
“Lo que sí podemos decir, de acuerdo con la lógica que hemos
presentado en este libro, es que fuera de nuestra realidad no hay una
descripción adicional del universo que podamos entender, sólo hay vacío. Esto
significa que no hay lugar para una ley definitiva o para un ser sobrenatural
–dado que ambos existirían fuera de nuestra realidad y en la oscuridad. Dentro
de nuestra realidad todo existe mediante una red interconectada de relaciones,
y los nodos de esta información son los bits de información. Procesamos,
sintetizamos y observamos esta información para construir la realidad que nos
rodea. A medida que la información emerge espontáneamente del vacío, la tomamos
en consideración para actualizar nuestra visión de la realidad. las leyes de la
naturaleza son información sobre la información y fuera de ello no hay más que
oscuridad. Este es la única puerta de entrada a la comprensión de la realidad”
(246).
En realidad, Vedral no toma una posición atea sino más bien
agnóstica. En último término no se sabe lo que hay fuera de la información. La
realidad se desconoce, es oscuridad. La información está montada en el aire y
por ello no tiene sentido hablar de ni fundamentos ni de Dios porque la
información está fuera de la realidad. Hablar de Dios supondría hacerlo dentro
de la realidad, y este no es el caso para Vedral.
Creemos que el universo real es un enigma y que es posible
interpretarlo de una forma atea, sin Dios. También creemos que es posible
argumentar una visión teísta del universo. Pero en el pensamiento actual hay
ateísmos serios, de grandes autores que saben lo que dicen y ateísmos
esperpénticos que desacreditan al mismo ateísmo, o a los pensadores agnósticos.
En otro artículo de Tendencias21 presentábamos
a Richard Dawkins como
defensor de un ateísmo esperpéntico que no se puede tomar en serio. La visión
digital del universo que nos ofrece Vedral forma también parte de los
ateísmos/agnosticismos esperpénticos. Al menos, no somos capaces de entender
que, detrás de sus afirmaciones, se halle una visión congruente del universo,
como puedan ser la de Stephen Hawking o Roger Penrose,
por citar dos ejemplos recientes.
Más si Vedral comprendiera a Dios tanto inmanente a nuestra
realidad como transcendente a ella su teoría adquiriría muchas más consistencia,
son muchos los que están reflexionado y entonces la realidad no sería información
sino principalmente Espíritu.
(copia y pega)
La labor llevada a cabo en los
últimos posts relacionada con el libro de James Gleick, La Información, con el
interesante libro de Christof Koch, Consciousness, con los trabajos de Giulio
Tononi y con la obra de otros autores mencionados, nos permite ahora entrar a
analizar lo dicho en un libro anterior, en términos de fecha de publicación, y
pionero en las ideas tratadas. Se trata del libro «Information and the Nature
of Reality», editado por Paul Davies y Niels Henrik Gregersen. Un libro notable
que marca inmensos nuevos caminos a la ciencia y a la reflexión relacionada con
la materia, la vida y la mente.
Con
el mismo título de este post pero en inglés (Information and the Nature of
Reality. From Physics to Metaphysics) existe un libro en inglés de 2010 que he
venido estudiando desde su publicación. En su momento, por cierto, fue objeto
de una buena recensión en tendencias21 hecha por Yaiza Martínez.
Se
trata de un libro extenso y complejo fruto de lo tratado en el simposio
celebrado en el Consistorial Hall de la Universidad de Copenhagen en agosto de
2006 y patrocinado por la John Templeton Foundation y la mencionada
universidad.
Los
propios editores del libro, Paul Davies y Niels Henrik
Gregersen, organizaron la conferencia en colaboración estrecha con la
Doctora Mary Ann Meyers, Directora de la “Humble Approach Initiative” de la
John Templeton Foundation. El título de dicha conferencia fue algo distinto al
del libro posterior. Se llamó: “God, Matter and Information. What is Ultimate?”
En
este título queda reflejado el interés de los organizadores en poner juntos a
científicos y a teólogos para hablar abiertamente de materia, física, biología,
filosofía y teología. No en vano la John Templeton Foundation actúa como un
catalizador filantrópico de los avances relativos a las grandes preguntas sobre
la finalidad humana y la realidad última de nuestro mundo. Como se indica en su
propia página Web, esta Fundación apoya la investigación sobre temas que van
desde la complejidad a la evolución y a la infinidad de la creatividad, el
perdón, el amor y el libre albedrío. Alentando el diálogo civilizado e
informado entre científicos, filósofos y teólogos, y entre los expertos y el
público en general, con el objetivo de obtener claridad sobre los temas más
importantes de nuestro mundo y establecer nuevas perspectivas para todos ellos.
Los
que hayan seguido este blog en los últimos tiempos habrán visto que nos hemos
referido al papel fundamental que la Información juega en nuestro mundo
revisando trabajos muy recientes de James Gleick, Christof Koch, Giulio Tononi,
David Chalmers, Stuart Hameroff, Roger Penrose y otros. Hemos avanzado en el
tema de la componente semántica de la Información (con mayúscula, como venimos
haciendo para referirnos a una información previa existente en el universo) y
en su posible función de sustento de la materia y la energía.
Lo
realizado ha sido algo así como una labor de preparación previa para
enfrentarnos al libro que comentamos ahora, el cual, curiosamente, procede de
actividades bastantes anteriores a las publicaciones de los autores mencionados
en el párrafo anterior. Es un libro premonitorio en el que sin duda han bebido
dichos autores. La interconexión “Información—-Leyes de la Física—-Materia”, en
ese orden, por ejemplo, está claramente establecida en él desde el principio y
fue objeto de amplios debates en el simposio. Teólogos de gran nivel
intelectual como los ingleses Arthur Peacocke,
biólogo y teólogo (fallecido el mismo año del simposio y al que el libro está
dedicado), y Keith Ward,
profesor emérito de teología de la Universidad de Oxford, sacerdotes ambos de
la Iglesia de Inglaterra; el teólogo católico de la Universidad Geortown, John F. Haught;
el propio Niels Henrik Gregersen, profesor del Departamento de Teología
Sistemática de la Universidad de Copenhagen; y Michael Welker,
teólogo protestante alemán y profesor de Teología Sistemática, se enfrentaron
en sus conferencias a la irreductible triada, masa (mejor que materia), energía
e información.
Peacocke,
por ejemplo, combina el mundo natural y la emergencia del mundo abstracto de
las ideas y la consciencia con una visión panteística de Dios, un Dios que
penetra el mundo natural desde dentro, aunque es mucho más que dicho mundo.
Ward
y Haught se refirieron en el simposio y abordan en sus respectivos capítulos,
la posibilidad de Dios como fuente de información para un mundo que se
desarrolla por sí sólo pero impulsado por esa información previa. Tema este
último que hemos mencionado en posts anteriores
Gregersen
y Welker, por último, abordan el tema de que la nueva visión de la Información
permite reinterpretar las indicaciones del Nuevo Testamento en el sentido de
que el “Logos, el Verbo, se hace Carne, u Hombre”. Abordan incluso la
posibilidad de que Platón tuviera razón en cuanto a la existencia de unos
conceptos universales previos en la mente del hombre, como también hemos
indicado nosotros en los últimos posts. Nosotros hemos dicho que la Información
siempre ha tenido una componente semántica o inmaterial y que en un momento
determinado, cuando el hombre alcanza la capacidad mental para interpretarla,
la capta y la incorpora al mundo de sus concepciones universales.
Se
cree que la masa y la energía son los constituyentes básicos de la naturaleza.
Sin embargo, en los últimos años, el papel de la “información” como
constituyente del mundo ha ido cobrando un interés cada vez mayor para la
física.
En un
intento de analizar la función de la información en la naturaleza, el famoso
físico y escritor británico Paul Davies,
en colaboración con el profesor de teología sistemática de la Universidad de
Copenhague, Niels Henrik Gregersen, ha
publicado recientemente un libro en el que se recopilan artículos sobre el
tema, escritos por científicos de diversas disciplinas, así como por teólogos y
filósofos.
Fin del Mito de la Materia
En la introducción a la
obra, titulada “Information and the Nature of
Reality: From Physics to Metaphysics” (La información y la
naturaleza de la realidad: de la física a la metafísica), se explica que las
nociones heredadas sobre el mundo material no pueden explicar los hallazgos
realizados, a lo largo del siglo XX, por la física y la biología.
La
idea, mantenida durante siglos, de que la materia está formada por partículas
sólidas, con masa, impenetrables y móviles, así como las leyes que suponían que
se podía predecir cualquier hecho (materialismo clásico y determinismo), se han
visto sacudidas por las realidades mostradas por discplinas como la
termodinámica y la física cuántica o por el estudio de las estructuras
disipativas o del caos, entre otros.
¿Qué
ha pasado, entonces, con la noción tradicional acerca de la materia y del mundo
material? ¿Dónde queda ahora lo que los científicos denominan el “Mito de la
Materia”?
Para
tratar de responder a estas preguntas, Davies se cuestiona en el presente libro
qué sucedería si comenzáramos a no asumir que las relaciones matemáticas de las
llamadas “leyes de la naturaleza” son el nivel descriptivo más básico de la
realidad material, y qué pasaría si pasáramos a darle a la “información” el
valor de fundamento, a partir del cual la realidad física se construye.
El
físico propone el siguiente esquema de explicación de la realidad material:
información → leyes de la física → materia, que sería inverso al tradicional
modo de explicación del mundo. Davies realiza, por tanto, un análisis de la
posibilidad de que la información sea en sí misma una entidad que subyace a las
cosas materiales.
El efecto de la conciencia en la realidad cuántica
Este
planteamiento de Davies encuentra respaldo en una de las interpretaciones
derivadas del estudio de la física cuántica. Aunque el hecho de que el cerebro
sea capaz de generar nuestra conciencia aún es un misterio científico por
resolver, existe una escuela de pensamiento bien establecida que sostiene que
dicha conciencia podría tener alguna relación con la mecánica cuántica.
Según
se explica en el presente libro, ciertamente, el papel del observador en la
mecánica cuántica resulta muy distinto al papel del observador en la mecánica
clásica: tal y como explicamos anteriormente en Tendencias21, a principios
del siglo XX, los físicos descubrieron que, aunque en nuestra vida cotidiana
las cosas parecen existir sin que pongamos nada de nuestra parte, es decir,
independientemente del observador, en el nivel cuántico de la materia no ocurre
lo mismo, ya que las observaciones científicas condicionan lo que se está
observando.
A
raíz de esta constatación y dado que, según se cree, la mecánica cuántica
realmente proporciona la descripción más fundamental de la naturaleza, en algún
nivel dicha mecánica debería incoporar cierta cantidad de conciencia y otras
propiedades mentales clave (como la emergencia de la semántica o la impronta del
libre albedrío), sugieren los científicos.
El
especialista en física de partículas de la Universidad de California en
Berkeley, Henry Stapp, que lleva
muchos años tratando de entender el papel de la mente y de su observador en el contexto
cuántico, afirma en “Information and the Nature of Reality” que, por tanto, la
conciencia debe ser tomada seriamente y no como un mero epifenómeno o fenómeno
secundario de la materia, y que debería situarse dentro de la descripción
cuántica de la naturaleza. Según Stapp, la mente y la información que ésta
procesa son partes integrales del mundo.
Capacidad de sentido en la biología
Más
allá de la física cuántica, la biología ha resultado esencial para nuestra
comprensión del papel de la información en la naturaleza, escriben los autores
del libro.
En el
capítulo siete de éste, en un artículo escrito por el genetista e investigador
de biología evolutiva, John Maynard
Smith, se argumenta que las ciencias biológicas deberían ser vistas
como información en la naturaleza, dado que la propia estructura secuencial del
ADN está causalmente relacionada, de manera sistemática, con la producción de
proteínas.
En
general, en el siglo XIX, los organismos vivos eran vistos como una suerte de
materia mágica imbuida de fuerza vital. Hoy día, incluso la célula es tratada
como un superordenador, un procesador de información y un sitema de replicación
de una fidelidad extraordinaria, señalan los científicos.
En
los capítulos ocho y nueve del libro, el antropólogo y biólogo Terrence Deacon y
el profesor de filosofía natural de la Universidad Friedrich de Alemania, Bernd-Olaf Küppers, por su
parte, añaden dos perspectivas naturalistas más sobre los niveles cruciales de
información que emergen de la termodinámica y de los procesos evolutivos: ambos
investigadores argumentan que la información biológica no es sólo instructiva
sino también “significativa”, y que tiene capacidad de referencia y sentido en
cada contexto de la naturaleza.
Teoría incompleta pero importante
En la
introducción a “Information and the Nature of Reality: From Physics to
Metaphysics” se reconoce que la teoría de la información es aún incompleta.
Esta carencia se ejemplifica claramente a lo largo del libro, en los diferentes
sentidos que le dan sus autores al término “información”.
Pero
los científicos insisten en la importancia de tener en consideración la
información: a nivel humano es fundamental, pero también a nivel cuántico, en
el que, por ejemplo, una función de onda no deja de ser una “encapsulación de
*todo lo que es conocido* sobre el sistema cuántico”. Cuando se realiza una
observación y ese conocimiento encapsulado cambia, también lo hace la función
de onda y, con ello, se produce una evolución cuántica del sistema.
Además,
las estructuras informativas juegan un papel causal innegable en la materia,
por ejemplo en el fenómeno físico de la resonancia o en los sistemas
biológicos, en forma de secuencias de ADN. ¿Qué es un gen, si no un “conjunto
de instrucciones codificadas” por un sistema molecular cuyo fin es llevar a
cabo una tarea?, escriben los autores del libro.
En
sus capítulos finales, “Information and the Nature of Reality: From Physics to
Metaphysics” se adentra en las posibles consecuencias teológicas y filosóficas
de que la información sea un elemento constituyente de la realidad material:
¿sería Dios una fuente de información para un mundo que se auto-despliega?, se
pregunta el teólogo y filósofo británico Keith Ward.
Si es así entonces el ciclo del noúmeno empezaría con Dios pasaría
a la creación seguiría con la evolución de la materia, hasta llegar de lo inorgánico
a lo orgánico y de lo orgánico a la vida y está adquiriría en su evolución un sexto sentido
que le permitiría intuir la
información que genera Dios dando el paso de la fe a la razón y de la razón, a la
voluntad y de la voluntad al Espíritu el
cual sería principalmente amor buscando principalmente su unión con el creador,
unión que se logra en Cristo Jesús, Gracias al Espíritu Santo por medio del
cual resucitamos siendo el amor más fuerte que la muerte, debelando al noumeno
materialmente en el nuevo cielo y la nueva tierra integradas en él Espíritu Santo
que no es otra cosa que Dios mismo es decir amor pleno.
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