No oigas con tus oídos, oye con tu corazón
No oigas con el corazón oye con tu soplo vital.
El oído se limita a oír
El corazón a corresponderse con las cosas.
En cuanto al soplo,
Su vacío acoge a la totalidad de los seres.
Solamente el tao se posa en el vacío
El gran vacío es la abstinencia del corazón
Chuang Tzu
Logos sagrados
Religiones animistas Jugador
Religiones cosmogónicas Chamana
Religiones cosmogónicas-teocráticas Guerrero
Religiones proféticas Profeta
Regiones místicas-Dharmicas-
Religiones místicas- Dionisiacas
Religiones místicas gnósticas
Administración de las religiones liturgias
Religiones sapienciales taoísmo confucionismo budismo Zen -anawim
El Maestro Wu hsin dijo- Eliminar ciertos
pensamientos con otros pensamientos es como intentar lavar sangre con sangre
Comprendo maestro he llegado al esquema religioso todo parte
de la ruptura de la simbiosis mística por la creación simbólica, esta creación es
primero una creación del imaginario y la unión de este imaginario con un
significante para develar el significado en mi mente me da el símbolo, proceso
que no se da individualmente es el otro el que genera mi consciencia.
El maestro Wu hsin dijo-¿Quién eres tú la mariposa, o la
mariposa soñando ser tu?
Yo soy la mariposa y la mariposa soy yo y soy el maestro queme
imagina comuna mariposa, así se da lo religioso, en el intento de recuperar la simbiosis
mística, míreme en mi primer imaginario soy un jugador y me transfiero a todo
lo que veo, se da el juego espiritual y no necesito del símbolo para
registrarlo simplemente se da, pero de pronto hay un trauma es el nacimiento de
mi conciencia y comienzo a registrar simbólicamente el mundo, porque ya no se
da la transferencia y cuando se da es especial y lo quiero guardar en mi
memoria.
El Maestro Wu hsin
dijo: A los 15 años me dediqué a aprender. A los 30, me establecí. A los
40, no tenía dudas. A los 50, conocí la voluntad del Cielo. A los 60, mi oído
estaba sintonizado. A los 70, sigo todos los deseos de mi corazón sin
quebrantar ninguna ley
Lo comprendo maestro la chamana hizo del jugador nómade un
sedentario ella nuestra madre me construyo cosmogónicamente y me enseño que el
sacrificio sostenía el cosmos perdí mi
niñez deje de jugar, luego vino el guerrero y me dio la ley ese fue mi padre y
defendí nuestras tierras y construimos
estados civilizaciones, estas degeneraron y surgió el profeta el gran Zaratustra, que enorme
veneno en su medicina al enseñarnos la dualidad y el libre albedrio.
El maestro Wu Hsin dijo: Quien revisando lo viejo conoce lo
nuevo, es apto para ser un maestro, dime ¿Realmente puedes elegir?
Oh maestro la propia pregunta me resulta tan difícil porque
Zaratustra nos pide una decisión positiva, pero tu maestro nos dices que la única
decisión es justamente renunciar a la decisión para que el tao haga su voluntad
y esto me hacía entrar en una contradicción que me perturbaba mi alma, ahora sé
que los dos decían lo mismo desde diferente orilla, entre en los misterios tanto
dionisiacos como Dharmicos conocí a los verdaderos sacerdotes los cuales son
tanto ofrenda como los que ofrendan y también vi como otros sacerdotes construían
estos ritos como acciones vacías sin sufrir su misterio y me decidí a quemar sus liturgias.
El maestro Wu Hsin dijo: Obedece, la acción vacía se llena,
el rito sentido se deja de sentir.
Descubrí las Anawim que con su enorme humildad llenaban el
rito vacío, penetraban en su misterio y vi el enorme bien que hacían los
sacerdotes y madure como toda religión madura descubrí la religión sapiencial y en ella la vida sin
dualidad.
El Maestro Wu hsin dijo: «Es hermoso vivir en medio de la
humanidad. Difícilmente es sabio escoger un lugar para vivir desprovisto de
humanidad».
El hombre no es un animal simbólico, sino aquel que supera
el registro simbólico y se religa, integrándose con lo real, somos los seres de
la noosfera de la cristosfera, los seres del Aum…
El Maestro Wu hsin dijo: Y tu delicada mente ¿Dónde está?
La perdí haciéndome un solo aliento.
El Maestro Wu hsin dijo: ¿No intentas pulir tu mente meditando?
Ja ja ja ja ja ¿Se meditaba para pulir la mente? Ja JA JA JA
yo la perdía en el aire, en el fuego, en el agua, en la tierra, me encantaba
meditar.
El Maestro Wu hsin dijo: ¿Ya no conocerás, ya no simbolizaras, ya
no crearas artificios mentales , ya no conceptualizaras, ya no formularas?
Ja ja ja , Me divertiré mucho formulando, conceptualizando,
creando artificios se reconocer la integridad de todo, por lo mismo no me
esfuerzo en acceder a mi espíritu, ahí está y con
el disfruto de la unidad y de la irremediable separabilidad de ellas,
cada particularidad y su esencia es hermosa.
El maestro Wu hsin dijo: ¿No es el individuo aquel fragmento
que intenta sanar sus fisuras buscando su integración?
Ja ja ja Amo mis fisuras y todo su dolor, el verdadero
sujeto que ha despertado al absoluto se sabe entero aun con sus fisuras, de
hecho si me las tocas aun duelen pero me
se integró.
El maestro Wu hsin dijo: ¿No levantaras a los pueblos ahora
que te sabes uno con ellos, contra los fragmentos que se han apoderado del mundo?
Ja ja ja Seria como entrar en la locura de un loco, ¿Quién se
puede apoderar del mundo? ¿Qué fragmento se puede creer más que el todo? Mi
labor consiste en hacerle ver su locura alterándolo.
El maestro Wu hsin dijo ¿No serás preso de la ira ante la
injusticia?
Ja ja ja ¡Cuantas veces he quedado preso de la ira! ¿Podría decir que no quedare preso de nuevo? Lo
que puedo decir es que de esas cárceles tengo
las llaves
El maestro Wu hsin dijo: ¿Y dime puedes tú lograr
las síntesis y reconciliar los opuestos?
Ja ja jaja Pero si ya están reconciliados, ¿Temes por la
democracia porque piensas que hare una síntesis dictatorial? Todas mis síntesis
son recreaciones de la síntesis última y primera, no le temo a lo positivo ni a
lo negativo, ¿Temes que desate una anarquía negativa? Hare ambas cosas y
ninguna de ellas yo me muevo en la intersección entre ellos no para pararme en
el justo medio sino para caminar la justicia de un lado al otro, mientras el
camino se destruye y reconstruye. Más no defenderé a la democracia ni a ningún
sistema de derechos como tampoco levantare la bandera de los deberes y exigiré sacrificios.
El maestro Wu hsin dijo: ¿Cuál es tu ideología?
ja ja ja ja ¿Porque los hombres siguen consumiendo cuando
saben que esto destruye al mundo? Porque gozan la idea capitalista, porque esta
idea permite el flujo del premio inmediato y aun del premio que demora mientras
acumulas el capital, toda idea nace de mi libido de mi sexualidad y es como una
maquina que me permite transformar mi energía en miles de cosas y la ideología capitalista
es la que más placer da, solo el comunismo puede superar este goce con la
violencia revolucionaria, pero yo tengo un goce mayor al erotismo del
reconocimiento capitalista pudiendo gozar de tantas cosas y a la violencia
comunista creadora
El maestro Wuhsin ¿De qué goce hablas?
De uno que no tiene palabras llámalo el goce del reino de
Dios, yo lo llamare amor en la serenidad:
La creciente falta de pensamiento reside así en un proceso
que consume la médula misma del hombre contemporáneo: su huida ante el pensar.
Esta huida ante el pensar es la razón de la falta de pensamiento. Esta huida
ante el pensar va a la par del hecho de que el hombre no la quiere ver ni
admitir. El hombre de hoy negará incluso rotundamente esta huida ante el
pensar. Afirmará lo contrario. Dirá - y esto con todo derecho - que nunca en
ningún momento se han realizado planes tan vastos, estudios tan variados,
investigaciones tan apasionadas como hoy en día. Ciertamente. Este esfuerzo de
sagacidad y deliberación tiene su utilidad, y grande. Un pensar de este tipo es
imprescindible. Pero también sigue siendo cierto que éste es un pensar de tipo
peculiar. Su peculiaridad consiste en que cuando planificamos, investigamos,
organizamos una empresa, contamos ya siempre con circunstancias dadas. Las
tomamos en cuenta con la calculada intención de unas finalidades determinadas.
Contamos de antemano con determinados resultados. Este cálculo caracteriza a
todo pensar planificador e investigador. Semejante pensar sigue siendo cálculo
aun cuando no opere con números ni ponga en movimiento máquinas de sumar ni
calculadoras electrónicas. El pensamiento que cuenta, calcula; calcula
posibilidades continuamente nuevas, con perspectivas cada vez más ricas y a la
vez más económicas. El pensamiento calculador corre de una suerte a la
siguiente, sin detenerse nunca ni pararse a meditar. El pensar calculador no es
un pensar meditativo; no es un pensar que piense en pos del sentido que impera
en todo cuanto es. Hay así dos tipos de pensar, cada uno de los cuales es, a su
vez y a su manera, justificado y necesario: el pensar calculador y la reflexión
meditativa. Es a esta última a la que nos referimos cuando decimos que el
hombre de hoy huye ante el pensar. De todos modos, se replica, la mera
reflexión no se percata de que está en las nubes, por encima de la realidad.
Pierde pie. No tiene utilidad para acometer los asuntos corrientes. No aporta
beneficio a las realizaciones de orden práctico. Y, se añade finalmente, la
mera reflexión, la meditación perseverante, es demasiado «elevada» para el
entendimiento común. De esta evasiva sólo es cierto que el pensar meditativo se
da tan poco espontáneamente como el pensar calculador. El pensar meditativo
exige a veces un esfuerzo superior. Exige un largo entrenamiento. Requiere
cuidados aún más delicados que cualquier otro oficio auténtico. Pero también,
como el campesino, debe saber esperar a que brote la semilla y llegue a
madurar. Por otra parte, cada uno de nosotros puede, a su modo y dentro de sus
límites, seguir los caminos de la reflexión. ¿Por qué? Porque el hombre es el
ser pensante, esto es, meditante. Así que no necesitamos de ningún modo una
reflexión «elevada». Es suficiente que nos demoremos junto a lo próximo y que
meditemos acerca de lo más próximo: acerca de lo que concierne a cada uno de
nosotros aquí y ahora; aquí: en este rincón de la tierra natal; ahora: en la
hora presente del acontecer mundial. En el caso de que nos hallemos dispuestos
a meditar, ¿qué es lo que nos sugiere esta celebración? Observaremos entonces
que en este caso ha florecido una obra de arte de la tierra natal. Si
reflexionamos sobre este simple hecho, pararemos mientes de inmediato en el
hecho de que la tierra suaba ha dado a luz grandes poetas y pensadores durante
el siglo pasado y el anterior. Pensándolo bien, se ve enseguida que la Alemania
Central también ha sido en este sentido una tierra fértil, lo mismo que la
Prusia Oriental, Silesia y Bohemia. Nos tornamos pensativos y preguntamos: ¿no
depende el florecimiento de una obra cabal del arraigo a un suelo natal? Johann
Peter Hebel escribió una vez: «Somos plantas - nos guste o no admitirlo - que
deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar
fruto.» (Obras, ed. Altwegg, III, 314). El poeta quiere decir: para que
florezca verdaderamente alegre y saludable la obra humana, el hombre debe
poderse elevar desde la profundidad de la tierra natal al éter. Éter significa
aquí: el aire libre del cielo alto, la abierta región del espíritu. Nos
volvemos aún más pensativos y preguntamos: ¿qué hay, hoy en día, de esto que
dice Johann Peter Hebel? ¿Se da todavía ese apacible habitar del hombre entre
cielo y tierra? ¿Aún prevalece el espíritu meditativo en el país? ¿Hay todavía
tierra natal de fecundas raíces sobre cuyo suelo pueda el hombre asentarse y
tener así arraigo? Muchos alemanes han perdido su tierra natal, tuvieron que
abandonar sus pueblos y ciudades, expulsados del suelo natal. Otros muchos,
cuya tierra natal les fue salvada, emigraron sin embargo y fueron atrapados en
el ajetreo de las grandes ciudades, obligados a establecerse en el desierto de
los barrios industriales. Se volvieron extraños a la vieja tierra natal. ¿Y los
que permanecieron en ella? En muchos aspectos están aún más desarraigados que
los exiliados. Cada día, a todas horas están hechizados por la radio y la
televisión. Semana tras semana las películas los arrebatan a ámbitos insólitos
para el común sentir, pero que con frecuencia son bien ordinarios y simulan un
mundo que no es mundo alguno. En todas partes están a mano las revistas
ilustradas. Todo esto con que los modernos instrumentos técnicos de información
estimulan, asaltan y agitan hora tras hora al hombre - todo esto le resulta hoy
más próximo que el propio campo en torno al caserío; más próximo que el cielo
sobre la tierra; más próximo que el paso, hora tras hora, del día a la noche; más
próximo que la usanza y las costumbres del pueblo; más próximo que la tradición
del mundo en que ha nacido. Nos tornamos más pensativos y preguntamos: ¿qué
sucede aquí, lo mismo entre los que fueron expulsados de su tierra natal que
entre los que permanecieron en ella? Respuesta: el arraigo del hombre de hoy
está amenazado en su ser más íntimo. Aún más: la pérdida de arraigo no viene
simplemente causada por las circunstancias externas y el destino, ni tampoco
reside sólo en la negligencia y la superficialidad del modo de vida de los
hombres. La pérdida de arraigo procede del espíritu de la época en la que a
todos nos ha tocado nacer. Nos volvemos aún más pensativos y preguntamos: ¿Si
esto es así, puede el hombre, puede en el futuro una obra humana todavía prosperar
desde una fértil tierra natal y elevarse al éter, esto es, a la amplitud del
cielo y del espíritu? ¿O es que todo irá a parar a la tenaza de la
planificación y computación, de la organización y de la empresa automatizada?
Si intentamos meditar lo que la celebración de hoy nos sugiere, observaremos
que nuestra época se ve amenazada por la pérdida de arraigo. Y preguntamos:
¿qué acontece propiamente en esta época?, ¿qué es lo que la caracteriza? La
época que ahora comienza se denomina últimamente la era atómica. Su
característica más llamativa es la bomba atómica. Pero este signo es bien
superficial, pues enseguida se ha caído en la cuenta de que la energía atómica
podía ser también provechosa para fines pacíficos. Por eso, hoy la física
atómica y sus técnicos están en todas partes haciendo efectivo el
aprovechamiento pacífico de la energía atómica mediante planificaciones de
amplio alcance. Los grandes consorcios industriales de los países influyentes,
a su cabeza Inglaterra, han calculado ya que la energía atómica puede llegar a
ser un negocio gigantesco. Se mira al negocio atómico como la nueva felicidad.
La ciencia atómica no se mantiene al margen. Proclama públicamente esta
felicidad. Así, en el mes de julio de este año, dieciocho titulares del premio
Nobel reunidos en la isla de Mainau han declarado literalmente en un
manifiesto: «La ciencia - o sea, aquí, la ciencia natural moderna - es un
camino que conduce a una vida humana más feliz.» ¿Qué hay de esta afirmación?
¿Nace de una meditación? ¿Piensa alguna vez en pos del sentido de la era
atómica? No. En el caso de que nos dejemos satisfacer por la citada afirmación
respecto a la ciencia, permaneceremos todo lo posiblemente alejados de una
meditación acerca de la época presente. ¿Por qué? Porque olvidamos reflexionar.
Porque olvidamos preguntar: ¿A qué se debe que la técnica científica haya
podido descubrir y poner en libertad nuevas energías naturales? Se debe a que,
desde hace algunos siglos, tiene lugar una revolución en todas las
representaciones cardinales (massgebenden Vorstellungen). Al hombre se le
traslada así a otra realidad. Esta revolución radical de nuestro modo de ver el
mundo se lleva a cabo en la filosofía moderna. De ahí nace una posición
totalmente nueva del hombre en el mundo y respecto al mundo. Ahora el mundo
aparece como un objeto al que el pensamiento calculador dirige sus ataques y a
los que ya nada debe poder resistir. La naturaleza se convierte así en una
única estación gigantesca de gasolina, en fuente de energía para la técnica y
la industria modernas. Esta relación fundamentalmente técnica del hombre para
con el mundo como totalidad se desarrolló primeramente en el siglo XVII, y
además en Europa y sólo en ella. Permaneció durante mucho tiempo desconocida
para las demás partes de la tierra. Fue del todo extraña a las anteriores
épocas y destinos de los pueblos. El poder oculto en la técnica moderna
determina la relación del hombre con lo que es. Este poder domina la Tierra
entera. E1 hombre comienza ya a alejarse de ella para penetrar en el espacio
cósmico. En apenas dos decenios se han conocido tan gigantescas fuentes
atómicas, que en un futuro previsible la demanda mundial de energía de
cualquier clase quedará cubierta para siempre. El suministro inmediato de las
nuevas energías ya no dependerá de determinados países o continentes, como es
el caso del carbón, del petróleo y la madera de los bosques. En un tiempo
previsible se podrán construir centrales nucleares en cada lugar de la tierra.
Así, la pregunta fundamental de la ciencia y de la técnica contemporáneas no
reza ya: ¿de dónde se obtendrán las cantidades suficientes de carburante y
combustible? La pregunta decisiva es ahora: ¿de qué modo podremos dominar y
dirigir las inimaginables magnitudes de energía atómica y asegurarle así a la
humanidad que estas energías gigantescas no vayan de pronto - aun sin acciones
guerreras - a explotar en algún lugar y aniquilarlo todo? Si se logra el
dominio sobre la energía atómica, y se logrará, comenzará entonces un
desarrollo enteramente nuevo del mundo técnico. Lo que hoy conocemos como
técnica cinematográfica y televisiva; como técnica del tráfico, especialmente
la técnica aérea; como técnica de noticias; como técnica médica; como técnica
de medios de nutrición, representa, presumiblemente, tan sólo un tosco estado
inicial. Nadie puede prever las radicales transformaciones que se avecinan.
Pero el desarrollo de la técnica se efectuará cada vez con mayor velocidad y no
podrá ser detenido en parte alguna. En todas las regiones de la existencia el
hombre estará cada vez más estrechamente cercado por las fuerzas de los
aparatos técnicos y de los autómatas. Los poderes que en todas partes y a todas
horas retan, encadenan, arrastran y acosan al hombre bajo alguna forma de
utillaje o instalación técnica, estos poderes hace ya tiempo que han desbordado
la voluntad y capacidad de decisión humana porque no han sido hechos por el
hombre. Pero también es característico del nuevo modo en que se da el mundo
técnico el hecho de que sus logros sean conocidos y públicamente admirados por
el camino más rápido. Así, hoy todo el mundo puede leer lo que se dice sobre el
mundo técnico en cualquier revista llevada con competencia, o puede oírlo por
la radio. Pero... una cosa es haber oído o leído algo, esto es, tener meramente
noticia de ello y otra cosa es reconocer lo oído o lo leído, es decir, pararse
a pensarlo. En el verano de este año de 1955 volvió a tener lugar de nuevo en
Lindau el encuentro internacional de los premios Nobel. En esta ocasión, el
químico norteamericano Stanley dijo lo siguiente: «Se acerca la hora en que la
vida estará puesta en manos del químico, que podrá descomponer o construir, o
bien modificar la sustancia vital a su arbitrio.» Se toma nota de semejante
declaración. Se admira incluso la audacia de la investigación científica y no
se piensa nada al respecto. Nadie se para a pensar en el hecho de que aquí se
está preparando, con los medios de la técnica, una agresión contra la vida y la
esencia del ser humano, una agresión comparada con la cual bien poco significa
la explosión de la bomba de hidrógeno. Porque precisamente cuando las bombas de
hidrógeno no exploten y la vida humana sobre la Tierra esté salvaguardada será
cuando, junto con la era atómica, se suscitará una inquietante transformación
del mundo. Lo verdaderamente inquietante, con todo, no es que el mundo se
tecnifique enteramente. Mucho más inquietante es que el ser humano no esté
preparado para esta transformación universal; que aún no logremos enfrentar
meditativamente lo que propiamente se avecina en esta época. Ningún individuo,
ningún grupo humano ni comisión, aunque sea de eminentes hombres de estado,
investigadores y técnicos, ninguna conferencia de directivos de la economía y
la industria pueden ni frenar ni encauzar siquiera el proceso histórico de la
era atómica. Ninguna organización exclusivamente humana es capaz de hacerse con
el dominio sobre la época. Así, el hombre de la era atómica se vería librado,
tan indefenso como desconcertado, a la irresistible prepotencia de la técnica.
Y efectivamente lo estaría si el hombre de hoy desistiera de poner en juego, un
juego decisivo, el pensar meditativo frente al pensar meramente calculador.
Pero, una vez despierto, el pensar meditativo debe obrar sin tregua, aun en las
ocasiones más insignificantes; por tanto, también aquí y ahora, y precisamente
con ocasión de esta celebración conmemorativa. Ella nos da que pensar algo
particularmente amenazado en la era atómica: el arraigo de las obras humanas.
Por eso preguntamos ahora: Si incluso el viejo arraigo se está perdiendo, ¿no
podrán serle obsequiado al hombre un nuevo suelo y fundamento a partir de los
que su ser y todas sus obras puedan florecer de un modo nuevo, incluso dentro
de la era atómica? ¿Cuáles serían el suelo y el fundamento para un arraigo
venidero? Lo que buscamos con esta pregunta tal vez se halla muy próximo; tan
próximo que lo más fácil es no advertirlo. Porque para nosotros, los hombres,
el camino a lo próximo es siempre el más lejano y por ello el más arduo. Este
camino es el camino de la reflexión. El pensamiento meditativo requiere de
nosotros que no nos quedemos atrapados unilateralmente en una representación,
que no sigamos corriendo por una vía única en una sola dirección. El
pensamiento meditativo requiere de nosotros que nos comprometamos en algo
(einlassen) que, a primera vista, no parece que de suyo nos afecte. Hagamos la
prueba. Para todos nosotros, las instalaciones, aparatos y máquinas del mundo
técnico son hoy indispensables, para unos en mayor y para otros en menor
medida. Sería necio arremeter ciegamente contra el mundo técnico. Sería miope
querer condenar el mundo técnico como obra del diablo. Dependemos de los
objetos técnicos; nos desafían incluso a su constante perfeccionamiento. Sin
darnos cuenta, sin embargo, nos encontramos tan atados a los objetos técnicos,
que caemos en relación de servidumbre con ellos. Pero también podemos hacer
otra cosa. Podemos usar los objetos técnicos, servirnos de ellos de forma
apropiada, pero manteniéndonos a la vez tan libres de ellos que en todo momento
podamos desembarazarnos (loslassen) de ellos. Podemos usar los objetos tal como
deben ser aceptados. Pero podemos, al mismo tiempo, dejar que estos objetos
descansen en sí, como algo que en lo más íntimo y propio de nosotros mismos no
nos concierne. Podemos decir «sí» al inevitable uso de los objetos técnicos y
podemos a la vez decirles «no» en la medida en que rehusamos que nos requieran
de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan y, finalmente, devasten nuestra
esencia. Pero si decimos simultáneamente «sí» y «no» a los objetos técnicos,
¿no se convertirá nuestra relación con el mundo técnico en equívoca e insegura?
Todo lo contrario. Nuestra relación con el mundo técnico se hace
maravillosamente simple y apacible. Dejamos entrar a los objetos técnicos en
nuestro mundo cotidiano y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los
dejamos descansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto, sino que
dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar esta actitud que
dice simultáneamente «sí» y «no» al mundo técnico con una antigua palabra: la
Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas. Con esta actitud dejamos de ver
las cosas tan sólo desde una perspectiva técnica. Ahora empezamos a ver claro y
a notar que la fabricación y utilización de máquinas requiere de nosotros otra
relación con las cosas que, de todos modos, no está desprovista de sentido
(sinn-los). Así, por ejemplo, la agricultura y la agronomía se convierten en
industria alimenticia motorizada. Es cierto que aquí - así como en otros
ámbitos - se opera un profundo viraje en la relación del hombre con la
naturaleza y el mundo. Pero el sentido que impera en este viraje es cosa que
permanece oscura. Rige así en todos los procesos técnicos un sentido que
reclama para sí el obrar y la abstención humanas (Tun und Lassen), un sentido
no inventado ni hecho primeramente por el hombre. No sabemos qué significación
atribuir al incremento inquietante del dominio de la técnica atómica. El
sentido del mundo técnico se oculta. Ahora bien, si atendemos, continuamente y
en lo propio, al hecho de que por todas partes nos alcanza un sentido oculto
del mundo técnico, nos hallaremos al punto en el ámbito de lo que se nos oculta
y que, además, se oculta en la medida en que viene precisamente a nuestro
encuentro. Lo que así se muestra y al mismo tiempo se retira es el rasgo
fundamental de lo que denominamos misterio. Denomino la actitud por la que nos
mantenemos abiertos al sentido oculto del mundo técnico la apertura al
misterio. La Serenidad para con las cosas y la apertura al misterio se
pertenecen la una a la otra. Nos hacen posible residir en el mundo de un modo
muy distinto. Nos prometen un nuevo suelo y fundamento sobre los que
mantenernos y subsistir, estando en el mundo técnico pero al abrigo de su
amenaza. La Serenidad para con las cosas y la apertura al misterio nos abren la
perspectiva hacia un nuevo arraigo. Algún día, éste podría incluso llegar a ser
apropiado para hacer revivir, en figura mudada, el antiguo arraigo que tan
rápidamente se desvanece. De momento, sin embargo - no sabemos por cuánto
tiempo - el hombre se encuentra en una situación peligrosa en esta tierra. ¿Por
qué? ¿Sólo porque podría de pronto estallar una tercera guerra mundial que
tuviera como consecuencia la aniquilación completa de la humanidad y la
destrucción de la tierra? No. Al iniciarse la era atómica es un peligro mucho
mayor el que amenaza, precisamente tras haberse descartado la amenaza de una
tercera guerra mundial. ¡Extraña afirmación! Extraña, sin duda, pero solamente
mientras no reflexionemos sobre su sentido. ¿En qué medida es válida la frase
anterior? Es válida en cuanto que la revolución de la técnica que se avecina en
la era atómica pudiera fascinar al hombre, hechizarlo, deslumbrarlo y cegarlo
de tal modo, que un día el pensar calculador pudiera llegar a ser el único
válido y practicado. ¿Qué gran peligro se avecinaría entonces? Entonces, junto
a la más alta y eficiente sagacidad del cálculo que planifica e inventa, coincidiría
la indiferencia hacia el pensar reflexivo, una total ausencia de pensamiento.
¿Y entonces? Entonces el hombre habría negado y arrojado de sí lo que tiene de
más propio, a saber: que es un ser que reflexiona. Por ello hay que
salvaguardar esta esencia del hombre. Por ello hay que mantener despierto el
pensar reflexivo. Sólo que la Serenidad para con las cosas y la apertura al
misterio no nos caen nunca del cielo. No a-caecen (Zu-fälliges) fortuitamente.
Ambas sólo crecen desde un pensar incesante y vigoroso. Tal vez la celebración
conmemorativa de hoy sea un impulso a ello. Cuando respondemos a su pulso,
pensamos entonces en Conradin Kreutzer, al pensar en la proveniencia de su
obra, en la savia vital de la tierra natal, Heuberg. Y somos nosotros los que
así pensamos cuando, aquí y ahora, nos sabemos los hombres que deben encontrar
y preparar el camino a la era atómica, a través y fuera de ella. Cuando se
despierte en nosotros la Serenidad para con las cosas y la apertura al
misterio, entonces podremos esperar llegar a un camino que conduzca a un nuevo
suelo y fundamento. En este fundamento la creación de obras duraderas podría
echar nuevas raíces. Así, de una manera cambiada y en una época modificada,
podría nuevamente ser verdad lo que dice Johann Peter Hebel: «Somos plantas -
nos guste o no admitirlo - que deben salir con las raíces de la tierra para
poder florecer en el éter y dar fruto.» Martin Heidegger
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