El mito del alma y el Espíritu
¿Solo los humanos tenemos alma y
espíritu o todo ser vivo lo tiene?
Pregunta Ofelia Ruiz
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No hay definición para alma y para espíritu por gusto buscas en un
diccionario los términos viene de la religión como metáforas del respirar y
existir , pasan al arte tomando muchas connotaciones y llegan a la filosofía
cuasi desapareciendo en la ciencia, pero aun hoy decir que algo tiene alma
o espíritu, marca un status ontológico social y político, en ese status el
máximo nivel es el divino el cual es Espíritu puro, consciencia plena, donde el
arquetipo del alma es total, luego viene el hombre con su caída espiritual por
lo mismo tiene espíritu pero esta no esta en comunión ni consigo mismo ni con
lo que lo rodea y su alma esta desintegrada entre el deseo carnal y el deseo
espiritual , luego viene el animal que tiene alma y como tal sentimientos y
pensamientos pero no la conciencia de ellos es decir que su conciencia no se
integra a si misma, el animal expira pero no es consciente de su expiración ,
nosotros logramos esa conciencia gracias al lenguaje, porque expiramos
lenguaje, pero no llegamos a comprenderlo y así pudiéramos el leguaje nos da
una representación imperfecta, en cambio Dios conoce todo desde una intuición
sin mediación del lenguaje, su verbo es la expresión de esa comunión integra.
1. f. Principio que da forma y organiza el
dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.
2. f. En algunas religiones y culturas,
sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.
3. f. Vida humana. Arrancarle a alguien el alma.
4. f. Principio sensitivo que da vida e instinto
a los animales, y vegetativo que nutre y acrecienta las plantas.
5. f. Persona, individuo, habitante. U. m. en
pl. Una población de 20 000 almas. U. t. en sing. en frs. negs. No se ve un
alma en la calle.
6. f. Sustancia o parte principal de cualquier
cosa.
7. f. Viveza, espíritu, energía. Hablar,
representar con alma.
8. f. Aquello que da espíritu, aliento y fuerza
a algo. El amor a la patria es el alma de los Estados.
9. f. Persona que impulsa o inspira algo. Fulano
fue el alma del movimiento.
10. f. Cosa que se mete en el hueco de algunas
piezas de poca consistencia para darles fuerza y solidez, como el palo que se
mete en hacheros de metal, varas de palio, etc.
11. f. Hueco o parte vana de algunas cosas, y
especialmente, ánima del cañón.
12. f. ánima (‖ alma en el purgatorio).
13. f. Pieza de hierro forjado que forma el
recazo y espiga de la espada y en la parte correspondiente a la hoja va
envuelta por las dos tejas de acero.
14. f. En los instrumentos de cuerda que tienen
puente, como el violín, el contrabajo, etc., palo que se pone entre sus dos
tapas para que se mantengan a igual distancia.
15. f. Arq. Madero que, asentado y fijo
verticalmente, sirve para sostener los otros maderos o los tablones de los
andamios.
16. f. Arq. Eje vertical de una escalera de
caracol.
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sujetarse para conocer si un niño tiene alma o
no? ¿Desde qué grado debe ser declarado
monstruo?»
¿Qué hemos de pensar de un niño que tenga dos
cabezas y, sin embargo, su cuerpo está
bien constituido? Unos dicen que tiene dos almas
porque está provisto de dos glándulas
pineales, y otros aseguran que. no puede tener
dos almas quien no tiene más que un pecho y
un ombligo.
Ha habido tantas discusiones sobre el alma
humana, que si ésta llegara a examinarlas todas,
le produciría insoportable fastidio. Le pasaría
lo que sucedió al cardenal De Polignac en un
cónclave. Su intendente, cansado de no poderle
enterar nunca de las cuentas de intendencia,
emprendió viaje a Roma y se situó en la pequeña
ventana de su celda cargado con un
inmenso fardo de papeles. Estuvo allí leyendo
las cuentas más de dos horas, y por fin,
viendo que no obtenía ninguna contestación,
metió la cabeza por la ventana. Hacía unas
dos horas que el cardenal había salido de su
celda. Nuestras almas nos abandonan antes de
que sus intendentes las hubieran enterado de lo
mucho que nos hemos ocupado de ellas.
Pero seamos justos ante Dios, por más ignorantes
que seamos, nosotros y nuestros
intendentes.
Debo confesar que siempre que examino al
infatigable Aristóteles, al doctor Angélico y al
divino Platón, tomo por motes estos epítetos que
les aplican. Todos los filósofos que se han
ocupado del alma humana me parecen ciegos
charlatanes que hacen temerarios esfuerzos
por persuadirnos de que tienen vista de águila,
y veo que hay otros amantes de la filosofía,
curiosos y locos, que los creen bajo palabra,
imaginándose que de ese modo ven algo.
No vacilo en colocar en la categoría de maestros
de errores a Descartes y a Malebranche.
Descartes nos asegura que el alma humana es una
sustancia cuya esencia es pensar que
piensa siempre, y que desde el vientre de la
madre se ocupa de ideas metafísicas y de
acciones generales que olvida en seguida.
Malebranche está convencido de que todo lo
vemos en Dios. Si encontró partidarios es porque
las fábulas más atrevidas son las que
mejor acepta la débil imaginación del hombre.
Muchos filósofos han escrito la novela del alma,
pero un sabio es el único que ha escrito
modestamente su historia. Resumiré esa historia
según la concibo. Comprendo que todo el
mundo no estará de acuerdo con las ideas de
Locke; puede ser que tenga razón contra
Descartes y Malebranche, y que yerre para la
Sorbona, pero yo hablo desde el punto de
vista de la filosofía, no desde el punto de las
revelaciones de la fe.
Sólo me corresponde pensar humanamente. Los
teólogos que decidan respecto a lo divino;
la razón y la fe son de naturaleza antagónica.
En suma, voy a insertar un extracto de Locke,
a quien censuraría si fuera teólogo, a quien
defiendo como hipótesis, como conjetura
filosófica, humanamente hablando. Se trata de
saber lo que es el alma.
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1º Alma es una de esas palabras que pronunciamos
sin entenderlas. Sólo comprendemos las
cosas cuando tenemos idea de ellas; no tenemos
idea del alma, luego no la comprendemos.
2º Hemos convenido en llamar alma a la facultad
de sentir y de pensar, así como llamamos
vida a la facultad de vivir y voluntad a la
facultad de querer.Algunos razonadores respondieron en seguida a esto: «El hombre
es un compuesto de
materia y de espíritu; la materia es extensa y
divisible, y el espíritu no es una cosa ni otra;
luego, es de naturaleza distinta. Es una reunión
de dos seres que no han sido creados el uno
para el otro y que Dios unió a pesar de su naturaleza.
Apenas conocemos el cuerpo y
absolutamente desconocemos el alma. Esta no
tiene partes; luego es eterna, tiene ideas
puras y espirituales; luego no las recibe de la
materia: tampoco las recibe de sí misma;
luego Dios se las da, luego ella aporta al nacer
la idea de Dios y del infinito, y todas las
ideas generales.
Humanamente hablando, contesto a dichos
pensadores diciéndoles que son muy sabios.
Empiezan por concedernos que existe el alma y
luego nos explican lo que debe ser:
pronuncian la palabra materia y afirman de plano
lo que la materia es. Pero yo les replico:
no conocéis el espíritu ni la materia. En cuanto
al espíritu, sólo le concedéis la facultad de
pensar; en cuanto a la materia, comprendéis que
ésta no es más que una reunión de
cualidades, de colores, de extensiones y de
solideces; a esa reunión llamáis materia y
marcáis los límites de ésta y los del alma antes
de estar seguros de la existencia de una y de
otro.
Enseñáis con toda gravedad que las propiedades
de la materia son la extensión y la solidez,
y yo os repito modestamente que la materia tiene
múltiples propiedades que ni vosotros ni
yo conocemos. Afirmáis que el alma es
indivisible y eterna, dando por seguro lo que es
cuestionable. Obráis casi lo mismo que el
director de un colegio que, no habiendo visto un
reloj en toda su vida, le pusieran en las manos
de repente un reloj de repetición inglés. Ese
director, como buen peripatético, quedaría
sorprendido al ver la precisión con que las saetas
dividen y marcan el tiempo, y se asombraría de
que el resorte pulsado por el dedo hiciera
sonar la hora que la saeta marca. El
peripatético no duda un momento de que dicha
máquina tenga un alma que la dirija y que se
manifiesta por medio de los resortes.
Demuestra científicamente su opinión, compara
esa máquina con los ángeles, que
imprimen movimiento a las esferas celestes,
sosteniendo en clase una inefable tesis sobre el
alma de los relojes. Uno de sus alumnos abre el
reloj y no ve más que las ruedecillas y los
muelles; sin embargo, sigue sosteniendo siempre
el sistema del alma de los relojes,
creyéndole demostrado. Yo soy el estudiante que
abre el reloj, que se llama hombre, y en
vez de definir con atrevimiento lo que no
comprendemos trato de examinar por grados lo
que deseamos conocer.
Tomemos un niño recién nacido y sigamos paso a
paso el progreso de su entendimiento.
Me habéis enseñado que Dios se tomó el trabajo
de crear un alma para que se alojara en el
cuerpo de dicho niño cuando éste tuviera unas
seis semanas, y que cuando se introduce en
su cuerpo está provista de ideas metafísicas,
conoce el espíritu, las ideas abstractas y el
infinito; en una palabra, es sabia. Pero,
desgraciadamente, sale del útero con una completa
ignorancia, pasa dieciocho meses sin conocer más
que los senos de su nodriza, y cuando a
la edad de veinte años se pretende que esa alma
recuerde las ideas científicas que tuvo
cuando se unió a su cuerpo, es con frecuencia
tan obtusa que ni siquiera puede concebir
ninguna de aquellas ideas. El día que la madre
da a luz dicho niño con su alma, nacen en la
casa un perro, un gato y un canario. Al cabo de
dieciocho meses, el perro es ya un
excelente cazador, al año el canario canta
perfectamente, y al término de unas seis semanas
el gato tiene lo que ha de tener. El niño, al
cumplir cuatro años, no sabe nada. Supongamos
que yo sea un hombre tosco, testigo de tan
enorme diferencia y que nunca he visto ningún
niño; pues bien, creeré que el gato, el perro y
el canario son criaturas muy inteligentes, y que el niño es un autómata.
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Observo los efectos de la naturaleza, pero
confieso que, como vosotros, tampoco conozco
los primeros principios. Todo se reduce a que no
debo atribuir a muchas causas, y menos a causas desconocidas, lo que puedo
atribuir a una sola causa conocida. Puedo atribuir a mi
cuerpo la facultad de pensar y de sentir; luego
no debo buscar la facultad de sentir y de
pensar en lo que se llama alma o espíritu, del
que no tengo la menor idea. Os alzáis contra
esa proposición, y creéis que es irreligiosidad
atreverse a decir que el cuerpo pueda pensar.
Ahora bien, ¿qué contestaríais —respondería
Locke— si os dijera que vosotros incurrís
también en irreligiosidad porque os atrevéis a
limitar el poder de Dios? ¿Quién, sin ser
impío puede asegurar que es imposible para Dios
dotar a la materia de la facultad de pensar
y de sentir? Sois a la par débiles y atrevidos:
aseguráis que la materia no piensa solamente
porque no concebís que la materia pueda pensar.
Sabios filósofos que decidís sobre el poder de
Dios y al mismo tiempo concedéis que puede
Dios convertir una piedra en un ángel, (1) ¿no
comprendéis que, según vuestras mismas
teorías, y en ese último caso, Dios otorgaría a
la piedra la facultad de pensar? Si la materia
de la piedra desapareciera ya no sería piedra,
sería ángel. Sean cuales fueren vuestras
argumentaciones, os veréis obligados a reconocer
dos cosas: vuestra ignorancia y el poder
omnímodo del Creador. Vuestra ignorancia niega
que la materia pueda pensar, y la
omnipotencia del Creador no demuestra que le sea
imposible conseguir que la materia
piense.
Sabiendo que la materia no perece, no debéis
negar a Dios el poder de conservar en esa
misma materia la mejor de las cualidades de que
la dotó. La extensión subsiste sin cuerpo
por sí misma, ya que hay filósofos que creen en
el vacío; los accidentes subsisten
independientes de la sustancia para los
cristianos que creen en la transustanciación. Decís
que Dios no puede hacer nada que implique, en sí
mismo, contradicción, mas para
encontrar ésta se precisa saber más de lo que
sabemos, y en esta materia sólo sabemos que
tenemos cuerpo y que pensamos. Algunos que
aprendieron en la escuela a no dudar, y que
toman por oráculos los silogismos que en ellas
les enseñaron y las supersticiones que
aprendieron por religión, tienen a Locke por
impío peligroso. Debemos hacerles
comprender el error en que incurren y enseñarles
que las opiniones de los filósofos jamás
perjudicaron a la religión. Es obvio que la luz
proviene del sol y que los planetas giran
alrededor de ese astro, mas no por ello se lee
con menos fe en la Biblia que la luz se formó
antes que el sol, y que el sol se paró sobre la
aldea de Gabaón. Se sabe que el arco iris lo
forma la lluvia y no por ello deja de respetarse
el texto sagrado, que dice que Dios puso el
arco iris en las nubes, después del diluvio,
como signo de que no habría más inundaciones.
Los misterios de la Trinidad y de la Eucaristía,
que contradicen las demostraciones de la
razón, no dejan de ser reverenciados por los
filósofos católicos aun a sabiendas de que la
razón y la fe son de diferente naturaleza. La
idea de los antípodas fue condenada por los
papas y los concilios y luego otros papas
reconocieron los antípodas, a donde llevaron la
religión cristiana, cuya destrucción creyeron
segura en el caso de poder encontrar un
hombre que, como se decía entonces, tuviera la
cabeza abajo y los pies arriba con relación a
nosotros, y que, como dice san Agustín, hubiera
caído del cielo.
(1) San Mateo, 3, 9.
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Supongamos que hay en una isla una docena de
excelente filósofos y que en ella sólo han
visto vegetales. Esta isla, y sobre todo esos
filósofos, son difíciles de encontrar, pero
permitidme esta ficción. Admiran la vida que
circula por las fibras de las plantas, que
parece que se pierde y se renueva en seguida, y
de no comprender bien cómo las plantas nacen se nutren y crecen, llaman a estas
operaciones alma vegetativa. «¿Qué entendéis por
alma vegetativa?» «Es una expresión —responden—
que sirve para explicar el resorte
desconocido que mueve la vida de las plantas».
«¿Pero no comprendéis —les replica un
mecanicista— que ésta la desarrolla un
movimiento interno natural?» «No —objetarán
dichos filósofos—, en su vegetación hay algo más
que movimientos ordinarios; existe en
todas las plantas el poder secreto de atraerse
la savia que las nutre, y ese poder, que no
puede explicar ningún mecanicista, es un don que
Dios concedió a la materia, cuya
naturaleza desconocemos».
Después de esa cuestión, los filósofos descubren
los animales que hay en la isla, y luego de
examinarlos detenidamente comprenden que existen
otros seres organizados como los
hombres. Indudablemente, esos seres tienen
memoria, conocimiento y están dotados de
idénticas pasiones que nosotros, y perpetúan su
especie. Los filósofos disecan algunos
animales les encuentran corazón y cerebro, y
exclaman: «El autor de esas máquinas, que no
crea nada inútil, ¿les hubiera concedido todos
los órganos de la sensación con el propósito
de que no sintieran? Sería absurdo creerlo así.
Encierran algo que llamaremos también
alma, a falta de otro término más adecuado, algo
que experimenta sensaciones y que en
cierta medida tiene ideas. Pero, ¿qué es ese
principio? ¿Es diferente de la materia? ¿Es
espíritu puro? ¿Es un ser intermedio entre la
materia, cuyo mecanismo apenas conocemos,
y el espíritu puro, que nos es completamente
desconocido? ¿Es una propiedad que Dios
concedió a la materia orgánica?»
Los filósofos, para estudiar esa materia, hacen
experimentos con los insectos y los gusanos;
los cortan, dividiéndolos en muchas partes, y
quedan sorprendidos al ver que, pasado algún
tiempo, nacen cabezas a las partes cortadas. El
mismo animal se reproduce y en su propia
fragmentación encuentra el medio de
multiplicarse. Hay muchas almas que están
esperando, para animar las partes reproducidas,
que hayan cortado la cabeza al primer
tronco. Se parecen a los árboles a los que se
podan las ramas y plantándolas se reproducen.
¿Estos árboles tienen muchas almas? No parece
esto posible; luego, es probable que el
alma de las bestias sea de otra especie que lo
que llamamos alma vegetativa en las plantas,
que sea una facultad de orden superior que Dios
concedió a ciertas porciones de materia
para darnos prueba de su poder y de otro motivo
para adorarle.
Si oyera ese razonamiento un hombre violento que
argumentase más, les diría: «Sois unos
malvados que mereceríais que os quemaran el
cuerpo para salvar el alma, porque negáis la
inmortalidad del alma del hombre». Los
filósofos, al oír esto, se mirarían unos a otros con
sorpresa y después, uno de ellos, contestaría
con suavidad al hombre violento: «¿Por qué
creéis que deberíamos arder en una hoguera y qué
os indujo a suponer que abriguemos
nosotros el convencimiento de que es mortal
vuestra alma cruel?» «Porque abrigáis la
creencia de que Dios concedió a los animales,
que están organizados como nosotros, la
facultad de tener ideas y sentimientos, y como
el alma de los animales muere con sus
cuerpos creéis también que lo mismo muere el
alma de los hombres». Uno de los filósofos
le replicaría:
«No tenemos la seguridad de que todo lo que
llamamos alma en los animales perezca
cuando éstos mueren; estamos persuadidos de que
la materia es eterna y suponemos que
Dios haya dotado los animales de algo que puede
conservar, si ésta es la voluntad divina, la
facultad de tener ideas. No aseguramos que esto
suceda porque no es propio de hombres ser
tan confiados, pero no nos atrevemos a poner
límites al poder de Dios.
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Decimos sencillamente que es probable que los
animales, que son materia, hayan recibido de El algo
de inteligencia. Descubrimos todos los días
propiedades de la materia que antes no
teníamos idea de que existieran. Empezamos
definiendo la materia diciendo que era una
sustancia que tenía extensión, luego reconocimos
que también tenía solidez más tarde
tuvimos que admitir que la materia posee una
energía que llamamos fuerza de inercia y,
últimamente, nos sorprendió a nosotros mismos
tener que confesar que la materia gravita.
Avanzando en nuestros estudios, nos vimos
obligados a reconocer seres que se parecen en
algo a la materia y que, sin embargo, carecen de
los atributos de que la materia está dotada.
El fuego elemental, por ejemplo, obra sobre
nuestros sentidos como los demás cuerpos,
pero no tiende a un centro en líneas rectas por
todas partes ni parece que obedezca a las
leyes de atracción y de gravitación como los
demás cuerpos. La óptica tiene misterios sólo
explicables atreviéndonos a suponer que los
rayos de luz se compenetran. Hay
efectivamente, algo en la luz que la distingue
de la materia común: parece que sea un ser
intermediario entre los cuerpos, y que otras
especies de seres sean el punto intermedio que
conduzca otras criaturas, y que así
sucesivamente exista una cadena de sustancias hasta el
infinito.
»Esa idea nos parece digna de la grandeza de
Dios, si hay alguna idea humana digna de
ella. Entre esas sustancias pudo Dios escoger una
para alojarla en nuestros cuerpos, que es
la que llamamos alma humana. Las Sagradas
Escrituras nos enseñan que esa alma es
inmortal y la razón concuerda en esto con la
revelación: ninguna sustancia perece y las
formas se destruyen, pero el ser permanece. No
podemos concebir la creación de una
sustancia, ni podemos concebir el
aniquilamiento, pero sí nos atrevemos a afirmar que el
Señor absoluto de todos los seres puede dotar de
sentimientos, de percepciones, al ser que
se llama materia. Estáis seguros de que pensar
es la esencia de vuestra alma y nosotros no
lo estamos porque cuando examinamos un feto nos
cuesta trabajo creer que su alma haya
tenido muchas ideas en su envoltura materna, y
dudamos que en su sueño profundo, en su
completo letargo haya podido dedicarse a la
meditación. Por todo ello nos parece que el
pensamiento pudiera ser no la esencia del ser
pensante, sino el don que Dios hiciera a esos
seres que denominamos pensadores; todo ello nos
hace sospechar que si Dios quisiera
podría otorgar ese don a un átomo, conservarlo o
destruirlo, según fuera su voluntad. La
dificultad reside menos en adivinar cómo la
materia puede pensar que en descifrar cómo
piensa una sustancia cualquiera. Sólo concebimos
ideas porque Dios quiso dárnoslas. ¿Por
qué os empeñáis en oponeros a que las conceda a
las demás especies? ¿Os atrevéis a creer
que vuestra alma sea de la misma clase que las
sustancias que están más cerca de la
divinidad? Hay motivo para sospechar que éstas
sean de orden superior y, por lo mismo,
Dios les haya concedido una manera de pensar
infinitamente más hermosa, como concedió
cantidad muy limitada de ideas a los animales,
que son de un orden inferior a los hombres.
Ni sé cómo vivo, ni cómo doy la vida, ¿y queréis
que sepa cómo concibo ideas? El alma es
un reloj que Dios nos concedió para dirigirnos,
pero no nos ha explicado la maquinaria de
que se compone el reloj.
»De todo ello no es posible deducir que el alma
humana sea mortal. En resumen, pensamos
lo mismo que vos sobre la inmortalidad que la fe
nos anuncia, pero somos demasiado
ignorantes para afirmar que Dios no tenga poder
para conceder la facultad de pensar al ser
que él quiera. Limitáis el poder del Creador,
que es ilimitado, y nosotros lo extendemos
hasta donde alcanza su existencia. Perdonadnos
que le creamos omnipotente y nosotros os
perdonaremos que restrinjáis su poder. Sin duda
sabéis todo lo que puede hacer y nosotros
lo ignoramos. Vivamos como hermanos, adorando
tranquilamente al Padre común
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Sólo hemos de vivir un día y vivámoslo en paz,
sin enzarzarnos en cuestiones que se decidirán
en la vida inmortal que empezará mañana».
El hombre violento, no encontrando nada que
oponer a los filósofos enfadándose, habló y
dijo muchas vaciedades. Los filósofos se
dedicaron durante algunas semanas a leer historia
y, después de ese estudio, he aquí lo que
dijeron a aquel bárbaro, indigno de estar dotado de
alma inmortal:
«Hemos leído que en la Antigüedad había tanta
tolerancia como en nuestra época, que en
ello se encuentran grandes virtudes y que por
sus opiniones no perseguían a los filósofos.
¿Por qué, pues, pretendéis que nos condenen a la
hoguera por las opiniones que
profesamos? En la Antigüedad creyeron que la
materia era eterna pero los que suponían
que era creada no persiguieron a quienes no lo
creían. Se dijo entonces que Pitágoras, en
una vida anterior, había sido gallo y sus padres
habían sido cerdos, y no obstante su secta
fue querida y respetada en todo el mundo, menos
por los pasteleros y por quienes tenían
habas que vender. Los estoicos reconocían a un
Dios más o menos semejante al que
admitió después temerariamente Espinosa; el
estoicismo fue, sin embargo, la secta más
acreditada y la más fecunda en virtudes
heroicas. Para los epicureistas, los dioses eran
semejantes a nuestros canónigos, que con su
indolente gordura sostenían su divinidad;
aquéllos tomaban en paz el néctar y la ambrosía
sin inmiscuirse en nada, y enseñaban la
materialidad y la inmortalidad del alma, pero no
por eso dejaron de tenerles consideración
y eran admitidos a desempeñar todos los empleos.
»Los platónicos no creían que Dios se hubiera
dignado crear al hombre por sí mismo;
decían que había confiado este encargo a los
genios que al realizar su tarea cometieron
muchas tonterías. El Dios de los platónicos era
un artífice inmejorable, pero que empleó
para crear al hombre discípulos muy mediocres.
No por eso la Antigüedad dejó de apreciar
la escuela de Platón. En suma cuantas sectas
conocieron los griegos y los romanos, si bien
tenían distintos modos de opinar sobre Dios,
sobre el alma, sobre el pasado y sobre el
futuro, ninguna de ellas fue perseguida. Todas
ellas se equivocaban, pero vivieron en
amistosa paz y esto es lo que no alcanzamos a
comprender, porque hoy vemos que la
mayor parte de los que discuten son energúmenos
y los de la Antigüedad eran verdaderos
hombres.
»Si desde los griegos y los romanos queremos
remontarnos a las naciones más antiguas,
podemos fijar la atención en los judíos. Ese
pueblo supersticioso, cruel, ignorante y
miserable, sabía sin embargo honrar a los
fariseos, que creían en la fatalidad del destino y
en la metempsicosis. Respetaba también a los
saduceos, que negaban la inmortalidad del
alma y la existencia de los espíritus,
fundándose en la ley de Moisés, que nunca habló de
castigos ni de recompensas después de la muerte.
Los esenios, que creían también en la
fatalidad y nunca sacrificaban víctimas en el
templo, eran más respetados todavía que los
fariseos y saduceos. Ninguna de esas opiniones
perturbó nunca el gobierno del Estado, y
quizá hubieran tenido motivo para degollarse y
exterminarse mutuamente unos a otros, si
se hubieran empeñado en tenerlo. Debemos, pues,
imitar esos loables ejemplos, debemos
pensar en voz alta y dejar que piensen lo que
quieran los demás. Seréis capaces de recibir
cortésmente a un turco que crea que Mahoma viajó
por la luna, ¿y deseáis descuartizar a un
hermano vuestro porque cree que Dios puede dotar
de inteligencia a todas las criaturas?»
Así habló uno de los filósofos, y otro añadió:
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«Creedme, no ha habido ejemplo de que ninguna
opinión filosófica perjudique la religión
de ningún pueblo. Y si los misterios pueden
contradecir las demostraciones científicas, no
por ello dejan de respetarlos los filósofos
cristianos, que saben que la razón y la fe son
asuntos de diferente naturaleza. ¿Sabéis por qué
los filósofos no lograrán nunca formar una
secta religiosa? Porque carecen de entusiasmo.
Si dividimos el género humano en veinte
partes, componen diecinueve los hombres que se
dedican a trabajos manuales, y quizá éstos
ignorarán siempre que existió Locke. En la otra
vigésima parte se hallan unos pocos
hombres que sepan leer, y entre los que leen hay
veinte que sólo leen novelas por cada uno
que estudia filosofía. Es muy exiguo el número
de los que piensan, y éstos no se ocupan en
perturbar el mundo. No encendieron en su patria
la tea de la discordia Montaigne,
Descartes, Gassendi, Bayle, Espinosa, Hobbes,
Pascal, Montesquieu, ni ninguno de los
hombres que han honrado la filosofía y la
literatura. Buena parte de los que perturbaron a
su país fueron teólogos, que ambicionaron ser
jefes de secta o de partido. Todos los libros
de filosofía juntos no han armado en el mundo
tanto revuelo como produjo en otro tiempo
la disputa entablada por los franciscanos
respecto a la forma que debía darse a sus mangas
y a sus capuchones».
Antigüedad del dogma de la inmortalidad del
alma. El dogma de la inmortalidad del
alma es la idea más consoladora y al mismo
tiempo más represiva que el espíritu humano
ha podido concebir. Esta consoladora doctrina
era tan antigua en Egipto como sus
pirámides, y antes que los egipcios la
conocieron los persas. He referido ya en alguna parte
la alegoría del primer Zoroastro, citada en el
Sadder, en la que Dios enseña a Zoroastro el
lugar para recibir el castigo que se llamaba
Dardarot en Egipto, Haces y Tártaro en Grecia,
y nosotros hemos traducido imperfectamente en
nuestras lenguas modernas por la palabra
infierno. Dios mostró a Zoroastro, en el sitio
destinado a los castigos, a todos los malos
reyes, a uno de los cuales le faltaba un pie, y
Zoroastro preguntó por qué razón. Dios le
contestó que ese rey había hecho una buena
acción en toda su vida, cuya acción consistía
en haber acercado con el pie la ceba da que no
estaba al alcance de un pobre asno que se
moría de hambre. Dios llevó al cielo el pie del
rey malvado y dejó en el infierno el resto de
su cuerpo.
Esta fábula, que nunca se repetirá bastante,
demuestra la remota antigüedad de la doctrina
sobre la segunda vida. Los hindúes también
poseían esta doctrina y lo prueba su
metempsicosis. Los chinos rendían culto a las
almas de sus antepasados. Y esos pueblos
fundaron poderosos imperios mucho antes que los
egipcios.
Aunque el imperio de Egipto es muy antiguo, no
lo es tanto como los imperios de Asia; en
aquél y en éstos, el alma subsistía tras la
muerte del cuerpo. Cierto es que todos esos
pueblos, sin excepción, supusieron que el alma
tenía forma etérea, sutil, y era imagen del
cuerpo. La palabra soplo la inventaron después
los griegos, pero no hay duda que creyeron
que era inmortal una parte de nosotros mismos.
Los castigos y recompensas en la otra vida
echaron los cimientos de la antigua teología.
Ferecides fue el primer griego que creyó que las
almas vivían una eternidad, pero no fue el
primero que dijo que las almas sobrevivían a los
cuerpos. Ulises, que vivió mucho tiempo
antes que Ferecides, había ya visto las almas de
los héroes en los infiernos, pero que las
almas fueran tan antiguas como el mundo fue una
doctrina que nació en Oriente y
Ferecides difundió por Occidente. No creo que
exista una sola doctrina moderna que no se
encuentre en los pueblos antiguos. Los edificios
actuales los hemos construido con los
escombros de la Antigüedad.
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Sería un magnífico espectáculo ver el alma. La
máxima «Conócete a ti mismo» es un
excelente precepto que sólo Dios puede
practicar; porque, ¿qué mortal puede comprender
su propia esencia?
Denominamos alma a lo que anima, pero no podemos
saber más de ella porque nuestra
inteligencia es limitada. Las tres cuartas
partes del género humano no se ocupan de esto, y
la cuarta busca, inquiere, pero ni ha encontrado
ni encontrará.
El hombre ve una planta que vegeta y dice que
tiene alma vegetativa, observa que los
cuerpos tienen y dan movimiento y a esto llama
fuerza ve que su perro de caza aprende el
oficio y supone que tiene alma sensitiva,
instinto; tiene ideas combinadas y a esta
combinación llama espíritu. Pero, ¿qué entiendes
tú en esas palabras? Indudablemente, la
flor vegeta, pero, ¿existe realmente un ser que
se llame vegetación? Un cuerpo rechaza a
otro, pero, ¿posee dentro de sí un ser distinto
que se llama fuerza? El perro te trae una
perdiz, pero, ¿vive en él un ser que se llama
instinto? ¿No te burlarías de un polemista que
te dijera: «todos los animales viven; luego
encierran dentro de ellos un ser, una forma
sustancial, que es la vida»? Si un tulipán pudiera
hablar y te dijera: «Mi vegetación y yo
somos dos seres que formamos un conjunto», ¿no
te burlarías del tulipán?
Vamos a ver qué sabes y de lo que estás seguro:
sabes que andas con los pies, que digieres
con el estómago, que sientes en todo el cuerpo y
que piensas con la cabeza. Veamos si la
única ayuda de la razón ha podido aportarte
suficientes datos para deducir, sin auxilio
sobrenatural, que tienes alma.
Los primeros filósofos, igual caldeos que
egipcios, dijeron que es indispensable que haya
dentro de nosotros algo que produzca los
pensamientos; ese algo debe ser muy sutil, debe
ser un soplo, debe ser un éter una
quintaesencia, una entelequia, un nombre, una armonía...
Según el divino Platón, es un compuesto del
mismo y del otro. «Lo constituyen dos átomos
que piensan en nosotros», dijo Epicuro después
de Demócrito. Pero, ¿cómo un átomo pudo
pensar? Confesad que no lo sabéis.
La opinión más aceptable es, indudablemente, que
el alma es un ser inmaterial. Pero,
¿conciben los sabios lo que es un ser inmaterial?
«No —contestan éstos—, pero sabemos
que por naturaleza piensa». «¿Y por dónde lo
sabéis?» «Lo sabemos porque piensa». «Me
parece que sois tan ignorantes como Epicuro. Es
natural que una piedra caiga porque cae;
pero, yo os pregunto, ¿quién la hace caer?»
«Sabemos que la piedra no tiene alma, sabemos
que una negación y una afirmación no son
divisibles porque no son partes de la materia».
«Soy de vuestra opinión, pero la materia posee
cualidades que no son materiales, ni
divisibles, como la gravitación; la gravitación
no tiene partes, no es, pues, divisible. La
fuerza motriz de los cuerpos tampoco es un ser
compuesto de partes. La vegetación de los
cuerpos orgánicos, su vida, su instinto, no
constituyen seres a partes, seres divisibles; no
podéis dividir en dos la vegetación de una rosa,
la vida de un caballo, el instinto de un
perro, así como no podéis dividir en dos una
sensación, una negación o una afirmación. El
argumento que sacáis de la indivisibilidad del
pensamiento no prueba nada».
¿Qué idea tenéis del alma? Sin revelación, sólo
podéis saber que existe en vuestro interior
un poder desconocido que os hace pensar y
sentir.Pero, ¿ese poder de sentir y de pensar es
el mismo que os hace digerir y andar? Tenéis que
confesarme que no, porque aunque el
entendimiento diga al estómago digiere, el
estómago no digerirá si está enfermo, y si el ser
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inmaterial manda a los pies que anden, éstos no
andarán si padecen de gota. Los griegos
comprendieron que el pensamiento no tiene
relación muchas veces con la función de los
órganos; atribuyeron a los órganos alma animal y
al pensamiento un alma más fi…
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Colaborador destacado
»Yo soy un Dios celoso que castiga la iniquidad
de los padres hasta la tercera y la cuarta
generaciones.
»Honrad padre y madre a fin de que viváis mucho
tiempo.
»Tendréis de qué comer sin que nunca os falte.
»Guardáos de dioses extranjeros, seréis
aniquilados...
»Si obedecierais yo os daré la lluvia en vuestra
tierra y en su tiempo, la temprana y la
tardía, y cogerás tu aceite, tu grano y tu vino.
Daré también hierba en tu campo para tus
bestias, y comerás y te hartarás.
»Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón
y en vuestra alma, y las ataréis por señal
en vuestra mano... y las escribiréis en los
postes de tu casa y en tus portadas, para que sean
acrecentados vuestros días....
»Cuando se levantare en medio de ti profeta y te
diere señal de prodigio, y acaeciere la
señal o prodigio que él te dijo, diciendo: Vamos
en pos de dioses ajenos... el tal profeta ha
de ser muerto, tu mano caerá primero sobre él
para matarle y después la mano de todo el
pueblo.
»Empero de las ciudades de estos pueblos que
Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna
persona dejarás con vida; luego que Jehová tu
Dios la entregare en tu mano, herirás a todo
varón suyo a filo de espada.
»No comeréis aves impuras: el águila, el azor,
el esmejerón, etc.
»No comeréis animales que rumian o tienen uña
hendida: camello, liebre y conejo, ni
puerco, etc.
»Si, empero, escucharas fielmente la voz de
Jehová, tu Dios, para guardar y cumplir todos
estos mandamientos... bendito serás tú en la
ciudad, bendito tú en el campo... Bendito el
fruto de tu vientre, y el fruto de tu bestia, la
cría de tus vacas...
»Y si no oyeres la voz de Jehová, tu Dios, para
cuidar de poner por obra todos sus
mandamientos... maldito serás tú en la ciudad y
maldito en el campo; maldito tu canastillo,
y tus sobras... Jehová te herirá de tisis, y de
fiebre, y de ardor, y de calor, y de cuchillo, y de
almorranas, y de sarna...
»El extranjero te prestará a ti y tú no
prestarás a él... por cuanto no habrás atendido la voz
de Jehová, tu Dios, para guardar sus
mandamientos.
»Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de
tus hijos y de tus hijas, etc.»
En todas estas promesas y amenazas es evidente
que se trata de lo temporal y no se
encuentra una sola palabra sobre la inmortalidad
del alma, ni sobre la vida futura
Colaborador destacado
Algunos comentaristas ilustres creen que Moisés
conocía perfectamente esos dos grandes dogmas y
prueban su opinión apoyándose en lo que dijo
Jacob, quien creyendo que su hijo José había
sido devorado por bestias feroces decía en su
dolor: «Descenderé con mi hijo al infernum»;
esto es, moriré, ya que mi hijo ha muerto.
Prueban también su creencia citando pasajes de
Isaías y Ezequiel, pero los hebreos a quienes
habló Moisés no pudieron haber leído a los
citados profetas porque escribieron muchos
siglos después.
Es ocioso discutir sobre lo que secretamente
opinaba Moisés, puesto que es irrefutable que
en sus leyes no habló nunca de la vida futura, y
que limita los castigos y las recompensas al
tiempo presente. Si conoció la vida futura, ¿por
qué no proclamó este dogma? Y si no lo
conocía ¿cuál era el objeto de su misión? A esta
cuestión contestan varios comentaristas
diciendo que el Señor de Moisés y de todos los
hombres se reservó el derecho de explicar a
su debido tiempo a los judíos una doctrina que
no eran capaces de comprender cuando
vivían en el desierto.
Si Moisés hubiera anunciado la inmortalidad del
alma le habría combatido una importante
escuela de los judíos, la de los saduceos,
autorizada por el Estado, que les permitía
desempeñar los primeros cargos de la nación y
nombrar pontífices máximos a sus sectarios.
Hasta después de la fundación de Alejandría no
se dividieron los hebreos en tres sectas:
fariseos, saduceos y esenios. El historiador
Flavio Josefo, que era fariseo, nos refiere en el
libro XIII de sus Antigüedades que los fariseos
creían en la metempsicosis, los saduceos
opinaban que el alma perecía con el cuerpo, y
los esenios que el alma era inmortal. Según
éstos, las almas, en forma aérea, descendían de
la más alta región de los aires para
introducirse en los cuerpos por la violenta
atracción que ejercían sobre ellas, y cuando
morían los cuerpos, las almas que habían
pertenecido a los buenos iban a morar más allá
del Océano, en un país donde no se sentía calor
ni frío, ni hacía viento ni llovía. Las almas
de los malos iban a morar en un clima hostil.
Esta era la teología de los judíos.
El que debía enseñar a todos los hombres condenó
estas tres sectas. Sin su enseñanza no
hubiéramos llegado nunca a comprender nuestra
alma, y Moisés, único legislador del
mundo antiguo, que habló con Dios frente a
frente, dejó a la humanidad sumida en la más
profunda ignorancia respecto a este punto tan
capital. Sólo al cabo de mil setecientos años
tenemos la certidumbre de la existencia e
inmortalidad del alma.
Cicerón tenía sus dudas. Su nieto y nieta le
sacaron de ellas revelándole la verdad de los
primeros galileos que fueron a Roma. Pero antes
de esa época, y después de ella, en todo el
resto del mundo donde los apóstoles no
penetraron, cada cual debía preguntar a su alma:
¿Qué eres?, ¿de dónde vienes?, ¿qué haces?,
¿dónde vas? Eres un no sé qué, que piensas y
sientes, pero aunque pensaras y sintieras más de
cien mil millones de años no conseguirás
saber más sin el auxilio de Dios, que te
concedió el entendimiento para que te sirviera de
guía, pero no para penetrar en la esencia de lo
que creó. Así pensó Locke, y antes que
Locke, Gassendi, y antes que Gassendi, multitud
de sabios, pero hoy los bachilleres saben
lo que esos grandes hombres ignoraban.
Enemigos encarnizados de la razón se han
atrevido a oponerse a esas verdades reconocidas
por los sabios, llevando su mala fe y su
imprudencia hasta el punto de imputar al autor de
esta obra la opinión de que cada alma es
materia. Perseguidores de la inocencia, bien sabéis
que hemos dicho lo contrario, y que
dirigiéndonos a Epicuro, a Demócrito y a Lucrecio, les preguntamos: «¿Cómo
podéis creer que un átomo piense? Confesad que no sabéis nada».
Luego sois unos calumniadores los que me
perseguís.
Colaborador destacado
Nadie sabe lo que es el ser que llamamos
espíritu, al que vosotros mismos dais un nombre
material haciéndole sinónimo de aire. Los
primeros padres de la Iglesia creían que el alma
era corporal. Es imposible que nosotros, que
somos seres limitados, sepamos si nuestra
inteligencia es sustancia o facultad; no podemos
conocer a fondo el ser extenso ni el ser
pensante, esto es, el mecanismo del pensamiento.
Apoyados en la opinión de Gassendi y de
Locke, afirmamos que por nosotros mismos no
podemos conocer los secretos del Creador.
¿Sois dioses que lo sabéis todo? Os repetimos
que sólo podemos conocer por la revelación
la naturaleza y el destino del alma, y esa
revelación no os basta. Debéis ser enemigos de la
revelación, porque perseguís a los que la creen
y de ella lo esperan todo.
Nos referimos a la palabra de Dios y vosotros,
que fingiendo religiosidad sois enemigos de
Dios y de la razón, blasfemáis unos de otros,
tratáis la humilde sumisión del filósofo como
el lobo trata al cordero en las fábulas de
Esopo, y le decís: «Murmuraste de mí el año
pasado; debo beberme tu sangre». Pero la
filosofía no se venga, más bien se ríe de esos
vagos esfuerzos y enseña tranquilamente a los
hombres que queréis embrutecer para que
sea iguales a vosotros.
2
Colaborador destacado
Me han censurado una parte de este comentario
por tener textos religiosos por lo menos eso me dan a comprender porque solo
esta parte ha sido censurado , lo cual no tiene sentido, todo el comentario no
es mas que un solo texto del diccionario filosófico de Voltaire, publicado
en 1764 y si Voltaire toma textos de la biblia es para reflexionarlos, que
puede haber mas filosófico que esto, sino me creen revísenlo por ustedes mismos http://biblio3.url.edu.gt/Libros/dic_fi.pdf ¿Cómo se
puede hacer filosofía en este grupo si al mismo Voltaire lo están censurando?
Espero corrijan el error.
Y para cerrar el tema o más bien para abrirlo
hay que comprender que la base del espíritu y del alma es mítica, pero acaso no
es la base de todo el lenguaje, leamos con atención la reflexión de Voltaire y
entenderemos que no sabemos pero que lejos de quedarnos en el no saber, recreamos
con el lenguaje, aun la matemática es una recreación del lenguaje y van
saliendo distintas clases de números, distintas geométricas y disciplinas hasta
llegar a la matemática cualitativa pero es que la matemática empezó míticamente
porque el lenguaje se desarrolló en el
contar simbólico.
¿Al ser el espíritu y el alma míticos carecen de
verdad?
No al contrario porque el mito revela al ser, y
luego todo se mueve en ese campo ontológico, cuando el arte empieza a variar el
mito por más variación que logre se sigue moviendo ene l mismo campo ontológico,
cuando Hegel logra la síntesis absoluta en el pensar del sujeto y ya no en
Dios, se mueve en el mismo campo ontológico, cuando Marx plantea una dialéctica
objetiva de lucha de clases la cual será superada por el comunismo se sigue
moviendo en el campo ontológico el reino de Dios está invertido cuando Nietzsche
invierte el mito cristiano dándonos al anticristo, se está moviendo en el mismo campo ontológico, cuando
Heidegger intenta ir más allá de este
campo ontológico , lo que hace es ver la otra cara del ser , su no ser, lo que
lo lleva a otro campo ontológico mítico el
de oriente pero siempre se da cuenta del ser míticamente, la ciencia dirá que
sus teorías están exténtas de mito y es todo lo contrario sus modelos formales
siempre empezaran y acabaran narrando y lo hacen simbólicamente, Derrida cuando
deconstruye sabe muy bien que ese entre
el código binario está dentro del código en el mismo campo y ahora
con la cibernética se transfiere información a cada vez mayor velocidad, pero
sigues actuando dentro del mismo campo ontológico mítico. Hoy presenciamos el
choque de dos grandes mitos el del ser de Occidente y el del no ser de Oriente
ambos están´ desgastados, entre más flujo de información los mitos parecen
diluirse, y el capitalismo podría decir que sus mitos son más eficaces y esto
es posible pero no son más poderosos, porque el capitalismo está dentro del mito judeocristiano, nace de la ética
protestante y tiene en su horizonte la promesa de la bendición divina, igual el
mito de los derechos humanos puede ser más eficaz que el mito Cristiano pero no más poderoso,
ante Dios no hay ningún derecho , ni ningún merecimiento y está “verdad” develara la convencionalidad de todo
derecho, por esto mismo no conviene un choque de mitos y mucho menos que los
sub mitos choquen con el mito original.
Más los mitos se van variando, si se quedaran estáticos
sin producir arte, filosofía, ciencia, estarían muertos, por esto es que
variamos desde nuestra filosofía la concepción del espíritu y el alma, nosotros
comprendemos en una hermenéutica del mito judeo cristiano y de otros mitos, que
el Espíritu es el respirar divino y a esta respiración la llamamos transferencia
habiendo un expirar 1→0→1 (Espíritu absoluto, misterio pascual occidente
paso del ser al no ser para ser ) y un inspirar retransferencia (anti espíritu absoluto,
misterio dharmico oriente paso del no ser al ser para no ser ) 0←1←0 y a
partir de esto se comprende todo, el espíritu revelado, subjetivo, objetivo
etc, el Espíritu se da tanto en la naturaleza como en la cultura, en la naturaleza lo va creando
todo en su proceso de transferencia y retransferencia y en la cultura lo va
recreando todo, hasta lograr el reflejo
de Dios, para esto va animando su creación, hasta que esta alcance la conciencia de su conciencia, el reflejo de
su reflejo, la representación, de la representación, que revele a su creador.
Así que ¿Qué es el alma? Es la estructura dada
por la transferencia y re transferencia del espíritu, habiendo almas orgánicas e inorgánicas.
Hasta dentro de las organizas alcanzar el alma racional, la cual debe ser
superada por un alma espiritual que no necesite razonar para conocer sino que con
la sola intuición conozca revelando vida plena al igual que Dios.
Y ¿Que es el espíritu?
La metáfora principal donde se expresa este
proceso de transferencia y retransferencian divina de lo que se trata es de
entrar en sintraferencia← → es decir en comunión con el respirar divino lo
cual exige santidad. Pero el hombre está en contra transferencia con Dios →← en conflicto con su creador y con toda su
creación teniendo el espíritu desintegrado 1→←1→←1→←0 0 0 siendo toda nuestra meta historia el
proceso de reconciliación entre el hombre y Dios.
¿Y entonces solo los seres humanos tienen espíritu?
Todo es espíritu, tu veras al espíritu
como materialidad-energía, como libido, como chi, como camac, como emoción,
como lenguaje-información, como pensamiento-conciencia o como transferencia del
ser y retransferencia del no ser, así que todo tiene espíritu, porque todo es espíritu,
lo que ves son las manifestaciones distintas del espíritu pero solo los hombres
podemos construir mitos para dar cuenta de él.
Hacer pan
Había una fiesta
El rey había estado empinando bien el
codo
Vio pasar a un sabio erudito
Hacedle pasar y dadle un poco de este
buen vino
Los criados salieron corriendo y
trajeron al hombre
A la mesa del Rey pero este se negó
En rotundo ¡antes bebería veneno!
Jamás he probado el vino y jamás lo beberé
Apartadlo de mi vista
Siguió vociferando su rechazo
Y estropeando el ambiente de la
fiesta
Esto es lo que a veces sucede en la
mesa de Dios
Aquel que ha oído hablar de amor extático
Sin llegar a probarlo nunca, desbarata el banquete.
Si en el existiera un pasaje secreto
Desde el oído a la garganta
Cambiaria todo en él se produciría la
iniciación
Pero tal como es, ese hombre es todo
fuego y nada de luz
Toda cascara y nada de contenido.
El rey reclamo, copero cumplid con vuestra
obligación
Así actúa vuestra guía invisible
Ese campeón de ajedrez enfrente
vuestro siempre gana.
La copa de vino termino vaciándose en
la garganta del erudito
Y el intelectual empezó a cantar y a
contar chistes ridículos
De ahí paso al jardín haciendo
castañetas con los dedos
Y dando tumbos, como era de esperar
no tardo en tener
Ganas de orinar
Al salir se encontró cerca de la
letrina
Con una hermosa mujer, una de las del
Harem del rey
Se quedó boquiabierto como la deseaba
Allí mismo la deseaba
Y ella no le hizo remilgos
En el suelo se emplearon a fondo
¿Habéis visto a un panadero enrollar
la masa?
Primero la amasa con suavidad y
después con más fuerza
La golpea sobre la tabla
Y la masa gime suavemente sobre sus
manos
Después la estira toda y hace un
rollo plano
Eso lo troncha en varios trozos que
vuelve a extender
En láminas más finas. Entonces le
añade agua y lo mezcla bien
Después le echa la sal
Un poco más de sal
Seguidamente y con delicadeza le va
dando forma
Hasta que consigue la figura final
Y la mete en el horno que ha
calentado previamente
¡Os acordáis de cómo se hace pan!
Así es como vuestro deseo se entrelaza
con el ser deseado
Y no se trata solo de una metáfora
De cómo hacen el amor un hombre y una
mujer
Eso también lo hacen los guerreros en
la batalla
Un grandioso abrazo mutuo tiene lugar
sin cesar
Entre lo eterno y lo que muere
Entre lo esencial y lo accidental
Puede que el juego tenga distintas
reglas
En cada caso pero básicamente es lo
mismo y recuerda
Así como tú hagas el amor es como
Dios estará contigo
Y así estaban esos dos ensimismados
en su trance sexual
Ya no les importaba ni la fiesta
Ni el vino. Tenían los ojos cerrados
perfectamente
Como dos líneas de caligrafía
Al salir en busca del erudito y
encontrar a la pareja copulando
El rey comento:
Como dice el refrán el buen rey sirve
a sus súbditos de su propia mesa
Hay una alegría, una soltura libre
como el vino
Que disuelve la mente y restaura el Espíritu
Y hay una fortaleza viril como la del
Rey,
Una razón que acepta el arrebatamiento
perplejo
Pero meditad ahora en la tenacidad
Y la claridad para que se conviertan
en las alas
Que os alcen y eleven por las esferas
celestiales.
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