Hermenéutica de la revelación la interpretación como
encarnación
Lo que el padre silencio el hijo habla
Muchas veces comprobé
Que el hijo era el desvelado secreto del Padre
Más al hijo solo se lo puede comprender encarnándolo
Y encarnándolo somos su imagen poética
El logos nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa
No hay simbólica
antes del hombre que
habla, aun así la fuerza
del símbolo está arraigada más abajo,
en la expresividad del cosmos,
en el querer-decir
del deseo, en
la variedad imaginativa de los sujetos. Pero
en cada caso
es en el lenguaje donde el cosmos, el
deseo, lo imaginario, llegan a la
palabra. Por cierto, el
Salmo dice: "Los cielos
relatan la gloria
de Dios"; pero
los cielos no
hablan o, más bien, hablan a través del profeta,
del himno o de la liturgia;
hace falta siempre una palabra para
retomar el mundo
y hacer que se
vuelva hierofanía; del
mismo modo el
soñante, en su
sueño privado, está cerrado
a todos; no
comienza a instruirnos
sino cuando cuenta su
sueño; es este
relato el que
se vuelve problema,
como el himno del
salmista. Entonces es
el poeta quien
nos muestra el
nacimien-to del verbo,
tal como estaba
enterrado en los
enigmas del cosmos
y la psique. La
fuerza del poeta
está en mostrar
el símbolo en el
momento en qué
"la poesía pone
al lenguaje en
estado de emergencia", para
hablar otra vez
como Bachelard,8 en
tanto que el
rito y el mito lo
fijan en su
estabilidad hierática y
el sueño lo
encierra en el laberinto
del deseo donde
el durmiente pierde
el hilo de
su discurso prohibido
y mutilado Aquí
nos dejamos tentar por una definición
que arriesga ser esta
vez demasiado estrecha. Nos
la sugieren algunos
de nuestros ejemplos. Consiste en caracterizar
el nexo de sentido a
sentido, en el
símbolo, por la analogía.
Para retomar los
ejemplos de la
simbólica del mal, ¿no
hay entre la
mancha y la
impureza, entre la
desviación y el pecado,
entre la carga
y la culpa,
una analogía que
sería de algunamanera
la analogía de lo físico
y lo existencial?
¿No hay también
una analogía entre la inmensidad del
cielo y lo
infinito del ser,
signifique esto lo
que fuere? ¿La
analogía no está
en la raíz
de las "correspondencias" que
canta el poeta?
Esta definición ¿no
tiene a su favor
la autoridad del
platonismo, del neoplatonismo
y de las filosofías de
la analogía del
ser.
¿Pero que es la analogía? Pues una relación de semejanza que solo puede
estar basada en la docta ignorancia donde sabemos que el ser y el no ser son lo
mismo y al mismo tiempo no lo son así uno al otro se reconocen como semejantes
y a la vez diferentes, pues el símbolo religa
esa diferencia en una unidad donde la inversión y la conversión son posibles por cierto,
la analogía que
constituye el sentido
y la fuerza
de muchos símbolos no se reduce de ninguna manera
a un tipo
de argumentos como el
razonamiento por analogía,
es decir, en
sentido estricto, el razonamiento por cuarta proporcional: A es a B
como C es a D. La
analogía que puede
existir entre el
sentido segundo y el primero
no es una relación que pueda yo poner en observación y con-siderar desde
afuera; no es un
argumento; lejos de prestarse a
la for-malización, es
una relación adherida
a sus términos;
soy llevado por el
sentido primero, dirigido
por él hacia el
segundo; el sentido
simbólico está constituido
en y por
el sentido literal
que opera la analogía
dando el análogo; a diferencia de una
semejanza que podríamos considerar desde afuera, el
símbolo es el movimiento mismo
del sentido primario que nos asimila intencionalmente a lo simbolizado, asi el símbolo nos convierte ↑
sin que podamos dominar
intelectualmente la semejanza
símbolo se
inscribe en el
problema más vasto
del lenguaje. Ahora bien,
este nexo con
la interpretación no
es exterior al
símbolo, no se le
agrega como un
pensamiento fortuito. Por
cierto, el símbolo es,
en el sentido
griego del término,
un "enigma", pero como dice Heráclito: ''el
Maestro cuyo oráculo
está en Delfos
no habla, no disimula,
significa" (ÓÚTE ÁÉyei
OÍ>T€ -/Í^VIJITEI áÁAá
minaíveí).9 El enigma
no bloquea la
inteligencia, sino que la provoca;
hay algo por
desenvolver, por desimplicar
en el símbolo;
es precisamente el
doble sentido.' el enfoque intencional
del sentido segundo
en y a
través del sentido primero,
lo que suscita
la inteligencia; en
las expresiones figuradas del
siervo arbitrio que
constituyen la simbólica
de la confesión,
he podido mostrar
que el aumento
mismo del sentido
con respecto a la
expresión literal es
lo que pone
en movimiento la interpretación: así,
en el simbolismo
más arcaico, el
penitente apunta espontáneamente
al sentido de
impureza en el
de mancha; se
puede hablar de ingenuidad simbólica
para caracterizar esta
manera de vivir en y
por la analogía,
sin reconocerla como
estructura semántica distinta; pero
esta ingenuidad está
desde el origen
en la vía
de la interpretación, en
virtud de la
trasgresión del sentido
por el sentido, en
el corazón mismo
de la estructura
simbólica; diré, en
términos generales: todo mythos
con lleva un logos
latente que pide
ser exhi-bido. Por
eso no hay
símbolo sin un
principio de interpretación; donde un
hombre sueña, profetiza
o poetiza, otro
se alza para
inter-pretar; la interpretación pertenece
orgánicamente al pensamiento simbólico y
a su doble
sentido ¿En qué
nos orienta esta
"interpretación",
propia de la
proposición declarativa,
hacia el concepto
moderno de la
hermenéutica? La relación
no es desde
luego evidente; el
"decir algo de
algo" no interesa
a Aristóteles sino en
cuanto es el
lugar de lo
verdadero y de
lo falso; por eso
el problema de
la oposición entre
afirmación y negación
se convierte en tema
central del tratado;
la semántica de
la proposición declarativa sirve sólo
de introducción a la
lógica de las proposiciones, que es
esencialmente una lógica
de la oposición,
la que a
su vez introduce
a los Analíticos,
es decir, a
la lógica de los
argumentos. Este designio lógico
impide a la
semántica desarrollarse por
sí misma. Además, por otro
lado, la vía parece estar cerrada
a una hermenéutica de las significaciones de
doble sentido; la
noción de significación requiere la univocidad del
sentido: lo exige la definición del principio de identidad,
en su sentido
lógico y ontológico;
esta univocidad del sentido
está fundada últimamente
en la esencia
una e idéntica
a sí misma; sobre
este recurso a la
esencia descansa toda
la refutación delos
argumentos sofísticos: "No
significar una cosa
una, es no significar nada en absoluto".6
De modo que
la comunicación entre
los hombres no es
posible más que
si las palabras
tienen un sentido,
es decir, un sentido
uno. Y sin embargo,
una reflexión que
prolongue el análisis
propia-mente semántico del
"decir algo de
algo" nos conduce
de nuevo a las
inmediaciones de nuestro
propio problema. Si
el hombre inter-preta la realidad diciendo algo de algo,
es que las verdaderas significaciones son
indirectas; no alcanzo
las cosas sino
atribuyendo un sentido a
un sentido; la
"predicación", en el
sentido lógico de la
palabra, Ahora bien, esa
multiplicidad es insuperable;
sin duda no constituye
un puro desorden
de las palabras,
ya que los diferentes sentidos
de la palabra
ser se ordenan
todos con referencia a un sentido primero, originario;
pero esta unidad de referencia —prosen legomenon—
no constituye una
significación una; la
noción de ser, como
se ha dicho
recientemente, no es
sino "la unidad
problemática de una
pluralidad irreductible de
significaciones".
Y entonces donde alguien dice algo de algo hace poesía y se
levanta otro para interpretar ¿Lo cual es volver del sentido análogo al sentido
único de la lógica aristotélica? No lo
que se produce es un ciclo hermenéutico infinito donde los sentidos se bifurcan
una y otra vez ¿Para que? ¿No es la
cuestión llegar a ese algo del que se dice algo? Y entonces si alguien hace poesía
Dramaturgo y alguien la interpreta director, alguién debe de encarnarla actor,
así pasamos de lo análogo, a lo equivoco
y de lo equivoco a la presencia del logos mismo encarnado en voluntad, lo cual
no puede ser más que cómico traduciendo las palabras a gestos y cada gesto no
es más que una máscara, queremos creernos la máscara y vivir el símbolo pues haremos
tragedia, somos conscientes de la máscara y jugamos con ella haremos comedia,
de hecho siempre hacemos comedia ¿Queremos ir más allá de la comedia y la tragedia para por fin ser
el logos mismo? Pues convirtámonos al
silencio e invirtámonos al caos mismo pero para esto hay que superar la biodramaturgia
alterando y contraalterando sistemas.
Lo contrario de la sospecha,
diría yo abruptamente, es
la fe. ¿Qué fe?
Indudablemente ya no
la fe primera
del carbonero, sino
la fe segunda del
hermeneuta, la fe que ha
atravesado la crítica,
la fe pos-crítica.
La buscaré en
la serie de
decisiones filosóficas que
animan secretamente una fenomenología de
la religión y
se ocultan hasta en
su aparente neutralidad.
Es una fe razonable,
puesto que interpreta,
pero es fe
porque busca, por
la interpretación, una
segunda ingenuidad. Para ella
la fenomenología es
el instrumento de
la es-cucha, de
la recolección, de
la restauración del
sentido. Creer para comprender, comprender
para creer, tal es su
máxima; y su
máximaes el "círculo hermenéutico" mismo
del creer y
el comprender.
Más cuando la hermenéutica no es un decir de algo algo sino un encarnar algo y realmente lo único
que se puede encarnar es el logos y la única manera de encarnarlo es desde el
payaso .
Lo que está implícito es
una tercera fe, la cual es una confianza en el logos; es la creencia
de que el lenguaje que lleva los símbolos es menos hablado por los hombres que
hablado a los hombres, que los hombres han nacido en el seno del lenguaje, en
medio de la luz del Logos "que ilumina a todo hombre que viene a este
mundo". Son esta fe, esta confianza, esta creencia, las que confieren a la
encarnación de los símbolos su particularidad gravedad del devenir y su
posibilidad de levedad del ser.
Así solo así desde el payaso encarnando al logos es posible
el Kerigma
Cristianos,
oíd estas palabras: A Jesús el Nazareno, hombre acreditado por Dios ante
vosotros por los milagros, signos y prodigios que realizó Dios a través de Él
entre vosotros (como bien sabéis), lo seguís matando en vuestros corazones. Pero el
logos resucita rompiendo las ataduras de la
muerte...
.
Por
lo tanto, todo el mundo está en lo cierto, de que al mismo Jesús, a quien
vosotros proclamas como iglesia Señor y
Mesías a él mismo lo crucificas en el lenguaje no permitiéndole ser; más pronto
está el día en que la novia haga subir el infierno en el fuego de su amor.
En esta encarnación de
sentido ontológico, en esta transferencia reside
lo que he
llamado lo pleno del
lenguaje. Esta plenitud
consiste en un tercer sentido que no es otra cosa que la
univocidad donde el ser es presencia, muy distinta a lo único lógico aristotélico
donde como bien lo comprenderá Derrida el ser es ausencia. Mircea
Eliade de muestra, en su
Tratado de historia
general de las
religiones, que la
fuerza del simbolismo cósmico
reside en el
vínculo no arbitrario
entre el Cielo visible
y el orden
que manifiesta: él
(el Cielo) habla
del sabio y el justo, de
lo inmenso y
lo ordenado, gracias
al poder analógico
que liga sentido con
sentido. El símbolo
está ligado y
ligado en doble sentido: ligado a...
y ligado por. Por un lado,
lo sagrado está ligado a
sus significaciones primarias,
literales, sensibles: es lo que
le da opacidad; por otro
lado, la significación
literal está ligada
por el sentido
simbólico que reside
en ella; es
lo que he
llamado el poder revelador del
símbolo, lo que
constituye su fuerza a
pesar de su opacidad. Es lo
que lo opone al signo
técnico, que no significa
más que lo que expone
y por ello
puede ser vaciado,
formalizado y reducido a
un simple objeto
de cálculo. Sólo
el símbolo da lo que
dice. Pero al decir
esto, ¿no hemos
infringido ya la
"neutralidad"
feno-menoiógica? Lo confieso.
Confieso que lo
que motiva en
profundidad este interés
por el lenguaje
pleno, por el
lenguaje ligado, es esta
inversión del movimiento
del pensamiento que
"se dirige" a mí y
me hace sujeto interpelado.
Y esta inversión
se produce en la analogia. ¿Cómo?
¿Cómo me liga
lo que liga
el sentido al
sentido? Al asimilarme a
lo dicho, el
movimiento que me
arrastra hacia el sentido
segundo me convierte
en partícipe de
lo que se me
anuncia. La semejanza en
que reside la
fuerza del símbolo
y de la
que extrae su poder
revelador no es en efecto
un parecido objetivo,
que yo pueda considerar
como una relación
expuesta ante mí;
es una asimilación
existencial de mi ser al
ser según el movimiento
de la analogía, o cual me lleva a
su encarnación solo en la presencia es que lo interpretado y el interpretador
se hacen uno y el ser puede ser revelado siendo develado así el hijo que es
secreto del padre pasa a ser el Kerigma
de la comunidad en biotejido.
Esta alusión
al antiguo tema
de la participación
nos permite dar un
tercer paso en
la vía de
la explicitación, que
es también la
vía dela probidad
intelectual: la decisión
filosófica, enteramente declarada, que anima
el análisis intencional,
sería una versión
moderna de la antigua
reminiscencia. La preocupación
moderna por los
símbolos expresa un nuevo
deseo de ser
interpelado, más allá
del silencio y el olvido
que hacen proliferar la manipulación de
signos vacíos y la construcción de lenguajes
formalizados. Esta espera de
una nueva Palabra,
de una nueva
actualidad de la Palabra,
es el pensamiento
implícito en toda
fenomenología de los símbolos,
que primero pone
el acento sobre
el objeto, y
luego subraya la plenitud
del símbolo, para
saludar por fin
al poder revelador
de la palabra originaria.
Así
encarnado realmente participo del logos pero tú me ves en el disfraz habitual del teatro loco
donde las autoconciencia humillan a otras autoconciencias y estas prefieren
renunciar a su libertad que seguir sufriendo las afrentas de la sociedad pero
avanzo enmascarado para desenmascarar como si fuera un maestro de la sospecha: Los
tres comienzan por la
sospecha con respecto
a las ilusiones
de la conciencia
y continúan por el
ardid del desciframiento; los
tres, finalmente, lejos
de ser detractores de la "conciencia", apuntan a una extensión de la misma. Lo que
quiere Marx es
liberar la praxis
por el conocimiento de la necesidad; pero
esta liberación es
inseparable de una
"toma de conciencia" que
responde victoriosamente a las mistificaciones de la
conciencia falsa. Lo que quiere
Nietzsche es el aumento de la potencia del hombre,
la restauración de
su fuerza; pero
lo que quiere decir Voluntad de
Poder debe ser
recuperado por la
meditación de las cifras
del "superhombre", del
"eterno retomo" y
de "Dionisos", sin las
cuales este poder
no sería más
que la violencia
de este mundo, Lo
que quiere Freud
es que el
analizado, haciendo suyo
el sentido que le era
ajeno, amplíe su campo de conciencia, viva
mejor y final-mente sea
un poco más
libre y, de
ser posible, un
poco más feliz. Uno
de los primeros
homenajes rendidos al
psicoanálisis habla de"curación por
la conciencia". El
término es justo.
A condición de decir
que el análisis
quiere sustituir una
conciencia inmediata y disimulante
por una conciencia
mediata e instruida
por el principio de realidad. De
modo que el mismo incrédulo que pinta al
yo como un "pobre
infeliz", sometido a tres amos,
el ello, el
superyó y la
rea-lidad o necesidad,
es también el
exégeta que recupera
la lógica del reino
ilógico y se
atreve, con pudor
y discreción sin
par, a terminar su
ensayo sobre El
porvenir de una
ilusión con una
invocación al dios Logos,
de voz débil
pero incansable, al
dios de ninguna
manera todo poderoso, sino eficaz
en la vulnerabilidad de su propia carnalidad.
Lo que
está en cuestión
en esta impugnación
es el destino
de lo que llamaré,
para abreviar, el
núcleo mítico-poético de
la Imaginación. Frente a
la "ilusión", a la función
fabuladora, la hermenéutica desmistificante planta
la ruda disciplina
de la necesidad.
Es la lección
de Spinoza: uno
se descubre primero
esclavo, comprende su esclavitud, y
se vuelve a
encontrar libre en
la necesidad comprendida.
La Ética es
el primer modelo
de esta ascesis
que debe atravesar
la libido, la
Voluntad de Poder,
el imperialismo de la clase dominante. Pero,
en cambio, ¿no le
falta a
esta disciplina de lo
real, a esta ascesis
de lo necesario,
la gracia de
la Imaginación, el
surgimiento de lo
posible? Y esta
gracia de la
Imaginación, ¿no tiene algo
que ver con
la Palabra como
Revelación?
Por
eso no soy un maestro de la sospecha sino alguien que atraviesa por ella para
volver vacío de sospecha al padre en esta tercera fe donde hablo y hago como
logos y voluntad que hacen y hablan al hombre desde lo eterno.
La Simbólica
del Mal reclama
de un tercer
modo una ciencia
de la interpretación, una
hermenéutica: los símbolos
del mal, tanto en
el nivel semántico
como en el
mítico, son siempre
el revés de un simbolismo
más vasto, de un simbolismo de la Salvación.
Esto ya es cierto
al nivel semántico:
a lo impuro
corresponde lo puro,
a la errancia
del pecado el
perdón en su
símbolo del regreso,
al peso del pecado
la remisión y,
más generalmente, a
la simbólica de
la esclavitud la
de la liberación;
más claramente aún,
en el plano
de los mitos, las imágenes del
final dan su
verdadero sentido a
las imágenes del comienzo:
la simbólica del
caos constituye simplemente
el prefacio de
un poema que
celebra la entronización
de Marduk; al
dios trágico responde la
purificación de Apolo,
del mismo Apolo
que através de
su oráculo incitó
a Sócrates a "examinar" a
los otros hombres;
al mito del alma
desterrada responde la
simbólica de la
liberación por el conocimiento;
a la figura
del primer Adán
responden las figuras sucesivas
del Rey, el
Mesías, el Justo
sufriente, el Hijo
del Hombre, el Señor,
el Logos.
Así todas estas figuras en mí son arquetipos encarnados del símbolo actuando
en una cibernética de tercer orden, ese símbolo se hará imagen poética, concepto más el filósofo
no tiene nada
que decir, como filósofo,
acerca de la
proclamación, el kerygma
apostólico, según el cual
esas figuras se
cumplen en el
advenimiento de Cristo-Jesús;
pero puede y debe
reflexionar sobre esos
símbolos coma representaciones del
fin del mal.
Ahora bien, ¿qué
significa esta corres-pondencia término
a término entre
dos simbolismos? Significa,
primero, que el simbolismo de la
salvación confiere su
verdadero sentido al
simbolismo del mal;
éste es solamente
una provincia particular dentro del
simbolismo religioso; tampoco
el Credo cristiano
dice:"Creo en el
pecado", sino: "Creo
en la remisión
de los pecados"; pero más
fundamentalmente, esta correspondencia entre
un simbolismo del
mal y un
simbolismo de la salvación significa
que hay que huir
de la fascinación
por una simbólica
del mal, cortada
del resto del universo
simbólico y mítico,
y reflexionar sobre
la totalidad que forman
esos símbolos del
comienzo y el
final; por allí está sugerida la
tarea arquitectónica de
la razón, ya
esbozada en el
juego de las correspondencias míticas;
esta totalidad, como
tal, es la
que pide ser expresada en
el nivel de
la reflexión y
la especulación Hay
que confesar que
la cuestión parece
bien embarazosa; tradicionalmente (es
decir, desde Platón)
se plantea en
los siguientes términos: ¿cuál
es el lugar
del mito en
filosofía? Si el
mito llama a la filosofía,
¿es cierto que la filosofía
llama al mito?
O empleandolos términos
de esta obra,
¿la reflexión reclama
los símbolos y la interpretación de
los símbolos? Esta
cuestión precede a
toda tentativa de
pasar de los
símbolos míticos a
los símbolos especulativos, en el
registro simbólico que
sea. Hay que
asegurarse primero de que el acto filosófico, en su
naturaleza más íntima,
no sólo no
excluye sino que requiere
algo así como
una interpretación. A primera
vista, la cuestión
parece desesperada. La filosofía,
nacida en Grecia,
ha aportado nuevas
exigencias en relación con
el pensamiento mítico;
lo que ha
instituido ante todo y
por encima de
todo es la
idea de una
"Ciencia" en el
sentido de laEpisteme
platónica o de
la Wissenschaft del
idealismo alemán.Teniendo en
cuenta esta idea
de la ciencia
filosófica- el recurso al
símbolo, tiene algo
de escandaloso.Primero, el
símbolo sigue siendo prisionero de
la diversidad de las
lenguas y culturas,
y liga su
destino a su
irreductible singularidad. ¿Por
qué partir de los babilonios, los hebreos
o los griegos
(hayan sido trágicos o
pitagóricos)? ¿Porque nutren
mi memoria? Es
entonces mi singularidad lo
que pongo en
el centro de
mi reflexión; ahora bien,
¿no exige la
ciencia filosófica una reabsorción
de la singularidad
de las creaciones
culturales y las
memorias individuales en la universalidad del
discurso?
Más yo
encnarnado reflexiono pues sé que la
reflexión es menos
una justificación de la
ciencia y del
deber que una
reapropiación de nuestro
esfuerzo por existir; la epistemología es solamente una parte de esa
tarea más vasta: Tenemos que
recobrar el acto
de existir, la posición del
sí en todo
el espesor de sus
obras
Ahora ¿por
qué hay que
caracterizar este retomar como
apropiación, o aun como reapropiación? Debo
recobrar algo que se
ha perdido antes;
hago "propio" lo
que ha dejado
de ser mío, mío
propio. Hago "mío" aquello
de lo que
estoy separado, por
el espacio o
el tiempo, por
la distracción o la "diversión", o en
virtud de algún
olvido culpable; la
apropiación significa que la
situación inicial de
donde procede la
reflexión es "el
olvido"; estoy perdido, "extraviado" entre
los objetos y
separado del centro
de mi existencia, como
estoy separado de
los demás y
soy enemigo de todos.
Cualquiera que sea
el secreto de
esa "diáspora", de
esa separación, significa que
no poseo en
principio lo que
soy; la verdad que
Fichte llamaba juicio tético
se sitúa a
sí misma en
el desierto de una
ausencia de mí
mismo; por eso
la reflexión es
una tarea —Aufgabs—;
la de igualar
mi experiencia concreta
a la posición:
yo soy.
Así la
reflexión encarnada, no es un pensar sino un comer donde el logos lo devora
todo reapropiándose de las almas que su
padre le ha elegido. Ésta es
la última elaboración
de nuestra proposición
inicial: la re-flexión no es intuición; ahora
decimos: la posición
del sí no está dada, es una tarea,
no es gegeben
sino aufgegeben, no
dada sino ordenada.
Un
fin es captar el Ego
en su esfuerzo por
existir, en su deseo
de ser. Una
filosofía reflexiva encuentra
y quizá salva
aquí la idea platónica
de que la fuente del
conocimiento es en sí misma Eros,
deseo, amor, y
la idea spinoziana
de que es
conatus, esfuerzo.Este
esfuerzo es un
deseo, porque jamás
se satisface; pero este
deseo es un esfuerzo, porque es la posición afirmativa de un ser singular y no simplemente una
falta de ser.
Esfuerzo y deseo
son las dos
caras de la posición
del Sí en
la primera verdad:
yo soy.
1. La
exigencia de univocidad logica no vale
más que para
un discurso que se
presenta como argumento:
ahora bien, la
reflexión no argumenta,
no extrae ninguna consecuencia,
no deduce, no induce;
dice en qué condiciones de posibilidad la conciencia
empírica puede equipararse a
la conciencia tética.
De ahí que
sólo sea equívoca
la expresión que debería
ser unívoca en el curso
de un mismo
"argumento" y no
lo es; no
hay en cambio
ninguna fallacy af
ambiguityen el uso reflexivo de los símbolos de
múltiples sentidos: reflexionare
interpretar esos símbolos
es un mismo
acto espiritual.
Pero la contradicción de este ejercicio no viene de solo desde ahora
sino que viene
de dentro, de
la inconsistencia interna
de la hermenéutica,
des-garrada por la
contradicción. Sabemos desde
ahora que no
es una interpretación sino
varias las que hay
que integrar a
la reflexión. Es pues
el conflicto hermenéutico
mismo el que
alimenta el proceso
de la reflexión y rige el
paso de la
reflexión abstracta a
¡a reflexión con-creta.
¿Es esto posible
sin "quebrar" la
reflexión?
Por el
momento, tenemos una
gran perplejidad: lo
que se ofrece a
nuestra perplejidad es
una relación de
tres términos, una
figura de tres vértices:
la reflexión, la
interpretación comprendida como
encarnación desde la cual se realiza la reflexión como una fagotización espiritual y
la revelación en la develacion
del logos como voluntad . Habrá
sin duda que
comprometerse bastante en la lucha de
las interpretaciones la cual será
una guerra de imaginarios es decir una guerra de arquetipos encarnados
intentando superar sus sombras en la conversión simbólica espiritual, antes
de ver aparecer,
como una exigencia
de la guerra
misma de las
hermenéuticas, el medio
de arraigar la juntas en la reflexión hasta hacerlas una en el biotejido
desde la ciencia del logos operara para redeconstruir el reino divino en una cibernética
de tercer orden. Pero a
su vez la reflexión ya
no será la
posición tan exangüe
como perentoria, tan
estéril como irrefutable,
del pienso, existo: se
volverá reflexión concreta, en la que una autoconciencia devora
a la otra y lo
hará gracias a la ruda disciplina
hermenéutica.
2 comentarios:
Francisco Huertas Hernández
Dices cosas demasiado profundas
19 horas
Responder
Christian Franco Rodriguez
Francisco Huertas Hernández ¿Qué te aparta de la profundidad? ¿El miedo a romperte en pedazos como una botella de vidrio? Aunque el camino exige coraje y resistencia esta plagado de huellas ¿Quiénes son esos compañeros? Son las estaquillas de tu escalerón !Úsalos! y !Úsame! Con compañía la ascensión se hace más corta.
Extraordinario
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