Atravesando el espejo de la tierra
¿Cuál es la diferencia entre el espíritu el alma y la
conciencia?
El alma se entendía
como como vegetal, animal, racional así que el alma es una concepción meta
física que nos da el arje el principio organizador como esencia de nuestra
existencia, conocer tu alma que es conocer tu esencia no es otra cosa que la
conciencia y como tal es el fin de la libertad positiva superando la necesidad
para dar el salto a la libertad en el conocimiento de ti mismo, pero cuando
niegas tu esencia lograste el Espíritu negar tu esencia es la clave de tu
libertad negativa ahora cuando vuelves a ella libremente estas en el Espíritu
Santo logrando la libertad absoluta en el amor.
Ya hemos .hablado de
cómo e! inga tuvo en estima a Pariacaca y también de cómo se hiZO su huacsa. Se
dice que fue también e! inga quien ordenó a treinta hombres de Hanan Yauyo y de
Rurin Yauyo servir a Pariacaca durante e! período de la Según esas
instrucciones, treinta hombres le servían a partir de! declmo qUinto día de!
mes, ofreciéndole comida. . Un día lo adorando con e! sacrificio de una llama
nombrada Yaurihuanaca. Cuando los treinta hombres estaban mirando e! hígado y
e! corazón de la llama, uno de ellos, un lIacuas llamado Quita Pariasca, dijo:
"¡Ay de nosotros! La suerte. no es buena, hermanos .. En e! futuro nuestro
padre Pariacaca será abandonado". los demás hombres dijeron: "No es
cieno. Dices cosas vanas. Los augunos son buenos. (Qué sabes tú?". de
presentes le dijo: "Oye Quita Pariasca, (cómo justificas tu
interpretación,? padre Pariacaca nos está señalando cosas muy buenas en corazon
. Oir. estas palabras, Quita Pariasca ni siquiera se acercó a el .. de un poco
lejos, lo interpretó. Luego habló, refutándolos: Es Pariacaca mismo quien nos
lo dice, hermanos". Llenos de odio y le dijeron a Quita Pariasca:
"¿Qué puede saber un llacuas,. hombre hedIOndo? Nuestro padre Pariacaca,
en todos los confines del Chamchaysuyo tiene hombres a su disposición. ¿Acaso
podría él quedar abandonado? ¿Qué puede saber ese hombre malvado?". días
después, oyeron decir que los huiracochas ya habían aparecido en CaJarnarca. .
Había un checa del ayllu de los cacasica llamado Tamalliuya Cashalliuya que era
yana de Pariacaca. Se dice que, en esa época, Cashalliuya Tamalliuya era e! más anciano de los treinta sacerdote;;
presentes en el santuario de Pariacaca. Cuando llegaron los huiracocbas,
preguntaron dónde estaban la plata y la ropa de este huaca. Pero ellos no quisieron
responder. Por eso, los huiracochas quemaron a Cashalliuya. Cuando la mitad de la
paja se habla quemado, el a soplar. Así, 'aún sufriendo mucho ese hombre
sobrevivió. Esta vez pues, dieron las ropas y todas las demás del huaca a los
buiracocbas. Entonces los hombres dijeron: "Fue en verdad muy cierto lo
que nos contó el llacuas Quita Pariasca hermanos vamos a dispersarnos. Ya la suerte
no es más favorable. Y así se dispersaron todas a sus comunidades.
El que llamamos Cuniraya Huiracocha existía desde tiempos
muy antiguos. Paria caca y los demás huacas lo estimaban más que a cualquier
otro. Hay gente que dice que, según la tradición, también Pariacaca era hijo de
Cuniraya. Ahora vamos a contar el fin de Cuniraya Huiracocha. Según cuentan,
poco antes de la aparición de los huiracochas, Cuniraya se encaminaba hacia el
Cusco. Al llegar allí, hablo con el inga Huayna Cápac: "Vamos, hijo, a
Ttticaca", le dijo. "Allí voy a iniciarte en mi culto" .
Entonces le dijo: "Inga, dales instrucciones a tus hombres para que
enviemos a los brujos, a todos los sabios, abajo, a los confines de la
tierra". El inga lo hizo enseguida. Unos, hombres dijeron que recibían sus
poderes del Cóndor, otros del Halcón. Uno dijo que solía volar por el aire bajo
la forma de golondrina. Entonces, Cuniraya les dio las instrucciones
siguientes: "Vayan hacia abajo a los confines de la tierra. Allí dirán a
mi padre que su hijo los envía para que
les entregue una de sus hermanas". Asi, el hombre que recibía sus poderes
de la golondrina se fue con los otros
chamaneslll con la orden de estar de vuelta en sólo en cinco días.
El Chaman de la golondrina llego primero. Cunado comunico el
mensaje que le había sido encargado, el padre de Cuniraya le entrego lo que
había pedido en una pequeña taquilla, diciéndole que no lo abriera antes que Huayna
Cápac mismo su señor lo hiciese.
Cuando se encontraba
a poca distancia del Cusco, ese hombre que había transportado la taquilla hasta
allí, se dijo: "Voy a ver lo que puede ser" y la abrió. En el interior
aparecló una señora muy elegante y muy
hermosa. Su cabello era oro crespo; estaba vestida con ropa finísima y su
tamaño era minúsculo. En el instante mismo que la vio, la señora desapareció.
Así, muy abatido, llégó a Tlticaca en la reglón del Cusco. "Si no hubieras
recibido tus poderes de la Golondrina, en este mismo instante ordenaría para que te matasen. ¡Ve! tu mismo deberás
regresar solo a las tlerras baJas. Con estas palabras, Huayna Capac lo envió de
vuelta. El chámán de la Golondrina regresó a las tierras bajas y, después de
recibir otra vez el mismo ·encargo, lo trajo a Titicaca. En el de vuelta, cada
vez que sufría hambre o sed, apenas lo decía, ya estaba tendIda la mesa y
también cuando tenía ganas de dormir bastaba que expresara su deseo. Así, llegó
con su encargo en sólo cinco días. Cuniraya y el Inga lo recibieron con gran regocijo. Antes de abrirlo, Cuniraya
dijo: "lnga, vamos a trazar una línea aquí en el suelo' yo entraré en la
tierra por este lado; por ese Otro lado tú entrarás en la tierra con mi hermana; tú y yo no nos volveremos a
ver". Al decir estas palabras, trazó una raya en el suelo. Luego abrió el
cofre. Enseguida aquel lugar se inundó de luz. Entonces, el inga Huayna Cápac
dijo: "Ya no voy a regresar; aquí mismo me quedaré con mi ñusra, con mi
coya". Dio instrucciones a un hombre, miembro de su ayllu, diciéndole:
"Tú vete; vuelve al Cusco y di en lugar mío que eres Huayna Cápac". .
En ese instante desapareció con su señora; Cuniraya hizo lo mismo. Así, cuando
ese Huayna Cápac de quien acabamos de hablar, murió, unos y otros, al proclamar
la prioridad de sus derechos, lucharon
para apoderarse de su señorío • Así estaban las cosas cuando los Huiracochas aparecieron
en Cajamarca. Así cerro su ciclo el gran Cuniraya Huiracocha llevándose
en su reflejo interior al último inga.
La pregunta que se hacen los Llacuas es si este ciclo volverá
a abrirse, tan difícil cuestión solo alguien como Quita Pariasca podría
comprender. Por eso muchos llacuas han querido encontrar su huaca y leer en
ellas las hojas de coca, uno de ellos cuenta que la cuestión se resuelve
atravesando el espejo de la tierra.
Cosa complicada relata que del todo no entendemos ya que son
palabras de la ciencia de los Huiracochas barbudos.
Según este llacua los ingas miraban hacia el ombligo de la
tierra el chaupi de manera sagrada para
encontrar su imagen arquetípica, su imagen primera, en esa imagen se revelaban
las huacas, como huacas de fuego, de aire, de agua , de tierra, la huaca que
logro dominar todos los elementos fue Cuniraya Apu Qun Illa Tiqsi Wiraquchan Pachayachachiq Pachakamaq Gran Señor, resplandor eterno, fuente de vida, conocimiento y hacedor del
mundo, en el los ingas encontraron su
imagen, que no es otra imagen que la imagen de la tierra la pacha mama.
Así hay que unir
cuatro imágenes para atravesar el chaupi
Y la colla que
se llevo al inga aparezca
Esa colla es
wiracocha
El llauca a
unido esas imágenes
Como imagen de
chaman apóstol Huallallo Carhuincho fuego
Como imagen de guerrero
evangelizador Pariacaca agua
Como imagen de
profeta Cristo aire Espíritu
Como imagen de
tierra Wiracocha
Para lograr la
imagen plasmática de la Matria Wiracochaca como encarnación del chaupi pero
ahora de manera profana
https://www.youtube.com/watch?v=pryqTr6Iy0g&t=31s
¿Han visto
alguna vez un tablero de ajedrez?
Ahora vean un tablero de ajedrez go
https://www.youtube.com/watch?v=ptJybStBjdQ&t=26s
Cada casilla es un espejo, la Matria debería poder llegar a
la octava casilla y ser una reina pero en el ajedrez hay espejos del ser y del
no ser más en el go ningún reflejo engaña, así que nos movemos por el intersticio
como deconstructores que no afirman ni niegan pero si hacen ataris en red si
logran la unidad mística en los
espejos del tao.
DESDE luego hay una cosa de la que estamos bien seguros y es
que el gatito blanco no tuvo absolutamente nada que ver con todo este enredo...
fue enteramente culpa del gatito negro. En efecto, durante el último cuarto de
hora, la vieja gata había sometido al minino blanco a una operación de aseo
bien rigurosa (y hay que reconocer que la estuvo aguantando bastante bien); así
que está bien claro que no pudo éste ocasionar el percance. La manera en que
Dina les lavaba la cara a sus mininos sucedía de la siguiente manera: primero
sujetaba firmemente a la víctima con un pata y luego le pasaba la otra por toda
la cara, sólo que a contrapelo, empezando por la nariz: y en este preciso
momento, como antes decía, estaba dedicada a fondo al gatito blanco, que se
dejaba hacer casi sin moverse y aún intentando ronronear... sin duda porque
pensaba que todo aquello se lo estarían haciendo por su bien. Pero al gatito
negro ya lo había despachado Dina antes aquella tarde y así fue como ocurrió
que, mientras Alicia estaba acurrucada en el rincón de una gran butacona,
hablando consigo misma entre dormida y despierta, aquel minino se había estado
desquitando de los sinsabores sufridos, con las delicias de una gran partida de
pelota a costa del ovillo de lana que Alicia había estado intentando devanar y
que ahora había rodado tanto de un lado para otro que se había deshecho todo y
corría, revuelto en nudos y marañas, por toda la alfombra de la chimenea, con
el gatito en medio dando carreras tras su propio rabo.
—¡Ay, pero qué
malísima que es esta criatura! —exclamó Alicia agarrando al gatito y dándole un
besito para que comprendiera que había caído en desgracia—. ¡Lo que pasa es que
Dina debiera de enseñarles mejores modales! ¡Sí señora, debieras haberlos
educado mejor, Dina! ¡Y además creo que lo sabes! —añadió dirigiendo una mirada
llena de reproches a la vieja gata y hablándole tan severamente como podía... y
entonces se encaramó en su butaca llevando consigo al gatito y el cabo del hilo
de lana para empezar a devanar el ovillo de nuevo. Pero no avanzaba demasiado
de prisa ya que no hacía más que hablar, a veces con el minino y otras consigo
misma. El gatito se acomodó, muy comedido, sobre su regazo pretendiendo seguir
con atención el progreso del devanado, extendiendo de vez en cuando una patita
para tocar muy delicadamente el ovillo; como si quisiera echarle una mano a
Alicia en su trabajo.
—¿Sabes qué día será mañana? —empezó a decirle Alicia—. Lo
sabrías si te hubieras asomado a la ventana conmigo... sólo que como Dina te
estaba lavando no pudiste hacerlo. Estuve viendo cómo los chicos reunían leña
para la fogata... ¡y no sabes la de leña que hace falta, minino! Pero hacía
tanto frío y nevaba de tal manera que tuvieron que dejarlo. No te preocupes,
gatito, que ya veremos la hoguera mañana! Al llegar a este punto, a Alicia se
le ocurrió darle dos o tres vueltas de lana alrededor del cuello al minino,
para ver cómo le quedaba, y esto produjo tal enredo que el ovillo se le cayó de
las manos y rodó por el suelo dejando tras de sí metros y metros desenrollados.
—¿Sabes que estoy muy enojada contigo, gatito? —continuó
Alicia cuando pudo acomodarse de nuevo en la butacona—, cuando vi todas las
picardías que habías estado haciendo estuve a punto de abrir la ventana y
ponerte fuera de patitas en la nieve! ¡Y bien merecido que te lo tenías, desde
luego, amoroso picarón! A ver, ¿qué vas a decir ahora para que no te dé? ¡No me
interrumpas! —le atajó en seguida Alicia, amenazándole con el dedo—: ¡voy a
enumerarte todas tus faltas! Primera: chillaste dos veces mientras Dina te
estaba lavando la cara esta mañana; no pretenderás negarlo, so fresco, que bien
que te oí! ¿Qué es eso que estás diciendo? (haciendo como que oía lo que el
gatito le decía) ¿que si te metió la pata en un ojo? Bueno, pues eso también
fue por tu culpa, por no cerrar bien el ojo... si no te hubieses empeñado en
tenerlo abierto no te habría pasado nada, ¡ea! ¡Y basta ya de excusas:
escúchame bien! Segunda falta: cuando le puse a Copito de nieve su platito de
leche, fuiste y la agarraste por la cola para que no pudiera bebérsela. ¿Cómo?,
¿que tenías mucha sed?, bueno, ¿y acaso ella no? ¡Y ahora va la tercera:
desenrollaste todo un ovillo de lana cuando no estaba mirando! —¡Van ya tres
faltas y todavía no te han castigado por ninguna! Bien sabes que te estoy
reservando todos los castigos para el miércoles de la próxima semana... ¿Y qué
pasaría si me acumularan a mí todos mis castigos, —continuó diciendo, hablando
más consigo misma que con el minino—, qué no me harían a fin de año? No
tendrían más remedio que mandarme a la cárcel supongo, el día que me tocaran
todos juntos. O si no, veamos... supongamos que me hubieran castigado cada vez
a quedarme sin cenar; entonces cuando llegara el terrible día en que me tocara
cumplir todos los castigos ¡me tendría que quedar sin cenar cincuenta comidas!
Bueno, no creo que eso me importe tantísimo. ¡Lo prefiero a tener que
comérmelas todas de una vez! —¿Oyes la nieve golpeando sobre los cristales de
la ventana, gatito? ¡Qué sonido más agradable y más suave! Es como si
estuvieran dándole besos al cristal por fuera. Me pregunto si será por amor por
lo que la nieve besa tan delicadamente a los árboles y a los campos,
cubriéndolos luego, por decirlo así, con su manto blanco; y quizá les diga
también «dormid ahora, queridos, hasta que vuelva de nuevo el verano»; y cuando
se despiertan al llegar el verano, gatito, se visten todos de verde y danzan
ligeros... siempre al vaivén del viento. ¡Ay, qué cosas más bonitas estoy
diciendo! —exclamó Alicia, dejando caer el ovillo para batir palmas—. ¡Y cómo
me gustaría que fuese así de verdad! ¡Estoy segura de que los bosques tienen
aspecto somnoliento en el otoño, cuando las hojas se les ponen doradas! —Gatito
¿sabes jugar al ajedrez go? ¡Vamos, no sonrías, querido, que te lo estoy
preguntando en serio! Porque cuando estábamos jugando hace un ratito nos
estabas mirando como si de verdad comprendieras el juego; y cuando yo dije
«jaque» ¡te pusiste a ronronear! Bueno, después de todo aquel jaque me salió
bien bonito... y hasta creo que habría ganado si no hubiera sido por ese
perverso alfil que descendió cimbreándose por entre mis piezas. Minino,
querido, juguemos a que tú eres... —y al llegar a este punto me gustaría
contaros aunque sólo fuera la mitad de todas las cosas que a Alicia se le
ocurrían cuando empezaba con esa frase favorita de «juguemos a ser...» Tanto que
ayer estuvo discutiendo durante largo rato con su hermana sólo porque Alicia
había empezado diciendo «juguemos a que somos reyes y reinas»; y su hermana, a
quien le gusta ser siempre muy precisa, le había replicado que cómo iban a
hacerlo si entre ambas sólo podían jugar a ser dos, hasta que finalmente Alicia
tuvo que zanjar la cuestión diciendo—: Bueno, pues tu puedes ser una de las
reinas, y yo seré todas las demás. —Y otra vez, le pegó un susto tremendo a su
vieja nodriza cuando le gritó súbitamente al oído —: ¡Aya! ¡Juguemos a que yo
soy una hiena hambrienta y tú un jugoso hueso! Pero todo esto nos está
distrayendo del discurso de Alicia con su gatito: —¡Juguemos a que tú eres la
Reina roja, minino! ¿Sabes?, creo que si te sentaras y cruzaras los brazos te
parecerías mucho a ella. ¡Venga, vamos a intentarlo! Así me gusta... —Y Alicia
cogió a la Reina roja de encima de la mesa y la colocó delante del gatito para
que viera bien el modelo que había de imitar; sin embargo, la cosa no resultó
bien, principalmente porque como dijo Alicia, el gatito no quería cruzarse de
brazos en la forma apropiada. De manera que, para castigarlo, lo levantó para
que se viera en el espejo y se espantara de la cara tan fea que estaba
poniendo...— y si no empiezas a portarte bien desde ahora mismo —añadió— te
pasaré a través del cristal y te pondré en la casa del espejo! ¿Cómo te
gustaría eso? —Ahora que si me prestas atención, en lugar de hablar tanto,
gatito, te contaré todas mis ideas sobre la casa del espejo. Primero, ahí está
el cuarto que se ve al otro lado del espejo y que es completamente igual a
nuestro salón, sólo que con todas las cosas dispuestas a la inversa... todas
menos la parte que está justo del otro lado de la chimenea. ¡Ay, cómo me
gustaría ver ese rincón! Tengo tantas ganas de saber si también ahí encienden
el fuego en el invierno... en realidad, nosotros, desde aquí, nunca podremos
saberlo, salvo cuando nuestro fuego empieza a humear, porque entonces también
sale humo del otro lado, en ese cuarto... pero eso puede ser sólo un engaño
para hacernos creer que también ellos tienen un fuego encendido ahí. Bueno, en
todo caso, sus libros se parecen a los nuestros, pero tienen las palabras
escritas al revés: y eso lo sé porque una vez levanté uno de los nuestros al
espejo y entonces del otro lado me mostraron uno de los suyos
—¿Te gustaría vivir en la casa del espejo, gatito? Me
pregunto si te darían leche allí; pero a lo mejor la leche del espejo no es
buena para beber... pero ¡ay, gatito, ahí está ya el corredor! Apenas si puede
verse un poquito del corredor de la casa del espejo, si se deja la puerta de
nuestro salón abierta de par en par: y por lo que se alcanza a ver desde aquí
se parece mucho al nuestro sólo que, ya se sabe, puede que sea muy diferente
más allá. ¡Ay, gatito, qué bonito sería si pudiéramos penetrar en la casa del
espejo! ¡Estoy segura que ha de tener la mar de cosas bellas! Juguemos a que
existe alguna manera de atravesar el espejo; juguemos a que el cristal se hace
blando como si fuera una gasa de forma que pudiéramos pasar a través. ¡¿Pero,
cómo?! ¡¡Si parece que se está empañando ahora mismo y convirtiéndose en una
especie de niebla!! ¡Apuesto a que ahora me sería muy fácil pasar a través!
—Mientras decía esto, Alicia se encontró con que estaba encaramada sobre la
repisa de la chimenea, aunque no podía acordarse de cómo había llegado hasta
ahí. Y en efecto, el cristal del espejo se estaba disolviendo, deshaciéndose
entre las manos de Alicia, como si fuera una bruma plateada y brillante Un
instante más y Alicia había pasado a través del cristal y saltaba con ligereza
dentro del cuarto del espejo. Lo primero que hizo fue ver si había un fuego
encendido en su chimenea y con gran satisfacción comprobó que, efectivamente,
había allí uno, ardiendo tan brillantemente como el que había dejado tras de
sí. —De forma que estaré aquí tan calentita como en el otro cuarto —pensó
Alicia— más caliente aún, en realidad, porque aquí no habrá quien me regañe por
acercar me demasiado al fuego. ¡Ay, qué gracioso va a ser cuando me vean a
través del espejo y no puedan alcanzarme! Entonces empezó a mirar atentamente a
su alrededor y se percató de que todo lo que podía verse desde el antiguo salón
era bastante corriente y de poco interés, pero que todo lo demás era sumamente
distinto. Así, por ejemplo, los cuadros que estaban a uno y otro lado de la chimenea
parecían estar llenos de vida y el mismo reloj que estaba sobre la repisa
(precisamente aquel al que en el espejo sólo se le puede ver la parte de atrás)
tenía en la esfera la cara de un viejecillo que la miraba sonriendo con
picardía. —Este salón no lo tienen tan bien arreglado como el otro —pensó
Alicia, al ver que varias piezas del ajedrez yacían desperdigadas entre las
cenizas del hogar; pero al momento siguiente, y con un «¡ah!» de sorpresa,
Alicia se agachó y a cuatro patas se puso a contemplarlas: ¡las piezas del
ajedrez se estaban paseando por ahí de dos en dos! —Ahí están el Rey negro y la
Reina negra —dijo Alicia muy bajito por miedo de asustarlos, —y allá están el
Rey blanco y la Reina blanca sentados sobre el borde de la pala de la chimenea...
y por ahí van dos torres caminando del brazo... No creo que me puedan oír
—continuó Alicia— y estoy casi segura de que no me pueden ver. Siento como si
en cierto modo me estuviera volviendo invisible. En ese momento algo que estaba
sobre la mesa detrás de Alicia empezó a dar unos agudos chillidos; Alicia
volvió la cabeza justo a tiempo para ver como uno de los peones blancos rodaba
sobre la tapa e iniciaba una notable pataleta: lo observó con gran curiosidad
para ver qué iba a suceder luego. —¡Es la voz de mi niña! —gritó la Reina
blanca, mientras se abalanzaba hacia donde estaba su criatura, dándole al Rey
un empellón tan violento que lo lanzó rodando por entre las cenizas—. ¡Mi
precioso lirio! ¡Mi imperial minina! —y empezó a trepar como podía por el
guardafuegos de la chimenea. —¡Necedades imperiales! —bufó el Rey, frotándose
la nariz que se había herido al caer y, desde luego, tenía derecho a estar algo
irritado con la Reina pues estaba cubierto de cenizas de pies a cabeza. Alicia
estaba muy ansiosa por ser de alguna utilidad y como veía que a la pobre
pequeña que llamaban Lirio estaba a punto de darle un ataque a fuerza de
vociferar, se apresuró a auxiliar a la Reina; cogiéndola con la mano y
levantándola por los aires la situó sobre la mesa al lado de su ruidosa hijita.
La Reina se quedó pasmada del susto: la súbita trayectoria por los aires la
había dejado sin aliento y durante uno o dos minutos no pudo hacer otra cosa
que abrazar silenciosamente a su pequeño Lirio. Tan pronto hubo recobrado el habla
le gritó al Rey, que seguía sentado, muy enfurruñado, entre las cenizas:
—¡Cuidado con el volcán!
—¿Qué volcán? —preguntó el Rey mirando con ansiedad hacia el
fuego de la chimenea, como si pensara que aquel fuese el lugar más indicado
para encontrar uno. —Me... lanzó... por... los aires — jadeó la Reina, que aún
no había recobrado del todo el aliento—. Procura subir aquí arriba... por el
camino de costumbre... ten cuidado... ¡No dejes que una explosión te haga volar
por los aires! Alicia observó al Rey blanco mientras éste trepaba
trabajosamente de barra en barra por el guardafuegos, hasta que por fin le
dijo: —¡Hombre! A ese paso vas a tardar horas y horas en llegar encima de la
mesa. ¿No sería mejor que te ayudase un poco? —pero el Rey siguió adelante sin
prestarle la menor atención: era evidente que no podía ni oírla ni verla. Así
pues, Alicia lo cogió muy delicadamente y lo levantó por el aire llevándolo
hacia la mesa mucho más despacio de lo que había hecho con la Reina, para no
sobresaltarlo; pero antes de depositarlo en ella quiso aprovechar para
limpiarlo un poco pues estaba realmente cubierto de cenizas Más tarde Alicia
diría que nunca en toda su vida había visto una cara como la que puso el Rey
entonces, cuando se encontró suspendido en el aire por una mano invisible que
además le estaba quitando el polvo: estaba demasiado atónito para emitir sonido
alguno, pero se le desorbitaban los ojos y se le iban poniendo cada vez más
redondos mientras la boca se le abría más y más; a Alicia empezó a temblarle la
mano de la risa que le estaba entrando de verlo así y estuvo a punto de dejarlo
caer al suelo. —¡Ay, por Dios, no pongas esa cara, amigo! —exclamó olvidándose
por completo de que el Rey no podía oírla. —¡Me estás haciendo reír de tal
manera que apenas si puedo sostenerte con la mano! ¡Y no abras tanto la boca
que se te va a llenar de cenizas!... ¡Vaya! Ya parece que está bastante limpio
—añadió mientras le alisaba los cabellos y lo depositaba al lado de la Reina.
El Rey se dejó caer inmediatamente de espaldas y se quedó tan quieto como pudo;
Alicia se alarmó entonces un poco al ver las consecuencias de lo que había
hecho y se puso a dar vueltas por el cuarto para ver si encontraba un poco de
agua para rociársela. Lo único que pudo encontrar, sin embargo, fue una botella
de tinta y cuando volvió con ella a donde estaba el Rey se encontró con que ya
se había recobrado y estaba hablando con la Reina; ambos susurraban
atemorizados y tan quedamente que Alicia apenas si pudo oír lo que se decían. El
Rey estaba entonces diciéndole a la Reina: —¡Te aseguro, querida, que se me
helaron hasta las puntas de los bigotes! A lo que la Reina le replicó: —¡Pero
si no tienes ningún bigote! —¡No me olvidaré jamás, jamás —continuó el Rey— del
horror de aquel momento espantoso! —Ya verás como sí lo olvidas —convino la
Reina— si no redactas pronto un memorándum del suceso.
Alicia observó con mucho interés cómo el Rey sacaba un
enorme cuaderno de notas del bolsillo y empezaba a escribir en él. Se le
ocurrió entonces una idea irresistible y cediendo a la tentación se hizo con el
extremo del lápiz, que se extendía bastante más allá por encima del hombro del
Rey, y empezó a obligarle a escribir lo que ella quería. El pobre Rey, poniendo
cara de considerable desconcierto y contrariedad, intentó luchar con el lápiz
durante algún tiempo sin decir nada; pero Alicia era demasiado fuerte para él y
al final jadeó: —¡Querida! Me parece que no voy a tener más remedio que
conseguir un lápiz menos grueso. No acabo de arreglármelas con éste, que se
pone a escribir toda clase de cosas que no responden a mi intención... —¿Qué
clase de cosas! —interrumpió la Reina, examinando por encima el cuaderno (en el
que Alicia había anotado el caballo blanco se está deslizando por el hierro de
la chimenea. Su equilibrio deja mucho que desear)—. ¡Eso no responde en
absoluto a tus sentimientos!
Un libro yacía sobre la mesa, cerca de donde estaba Alicia,
y mientras ésta seguía observando de cerca al Rey (pues aún estaba un poco
preocupada por él y tenía la tinta bien a mano para echársela encima caso de
que volviera a darle otro soponcio) comenzó a hojearlo para ver si encontraba algún párrafo que pudiera leer pues
en realidad parece estar escrito en un idioma que no conozco se dijo así misma
y efecto decía así:
Ozatamilag
Los le orgen odnaemurb
aballirB
Senozamil sol nabacsorig sosocsiliga
; sanajel sarapáv sal
rop odnarrenab
Soibogorob sol naicnurf es sosomin
Abalfigrum satnar oimon le sartneim
Durante algún tiempo estuvo intentando descifrar este pasaje,
hasta que al final se le ocurrio una idea luminosa.
Claro como que es un libro del espejo
Por tanto si lo coloco delante del espejo las palabras se podrán
del derecho
Y este fue el poema que Alicia leyó entonces:
Jabberwocky
Brillaba brumenado negro el
sol
Agiliscosos giroscaban los
limazones
Banerrando por las váparas
lejanas
Mimosos se fruncían los
borogobios
Mientras el momio rantas
murgiflaba
Cuídate del Jabberwocky
hija mía
Guárdate de los dientes que
trituran
Y de las zarpas que
desgarran
Cuídate del pájaro Jubo Jubo
Y que no te agarre el
frumioso Zamarrajo
Valiente empuño el gladio
vorpal
A la hueste manzona acometió
sin descanso
Luego, reposose bajo el
árbol del tántamo
Y quedóse sesudo
contemplando
Y así mientras cavilaba
firsuto
Hete el Jabberwocky,
fuego en los ojos
Que surge hedoroso del
bosque turgal
Y se acerca raudo y
borguejeando!!!
Zis Zas una y otra vez
Zarandeo tijereteando el
gladio vorpal!
Bien muerto dejo al monstruo,
y con su testa
Volviese triunfante galompando
¿Y hazlo muerto? Al Jabberwocky
Ven a mis brazos hija mía wiracochita
Que fragante día ¡jujurujú ,
Jay, jay!!
Carcajeó anegado de alegría.
Pero brumeaba ya negro el
sol
Agiliscosos giroscaban los
limazones
Banerreando por las vaporas
lejanas
Mimosos se fruncían los
borogobios
Mientras el momio rantas
necrofaba
Ahora puedes flotar descubre
la levedad del ser
Y ¿Puedo caminar?
Por supuesto puedes crearte
un cuerpo, un ego, cuanto tú quieras
Solo mírate al espejo
¿Quién eres?
La que venció al Jabberwocky
No aun no tienes el poder de
la espada vorpal
Pero en el espejo has
descubierto tu destino
¿Cómo podré salir del espejo?
Un alma no puede
Una conciencia tampoco
Un espíritu va de un cuadro
a otro
El santo camina por los
bordes de la red espectral
El Jabberwocky también
¿A que juegas a capturar o a
liberar?
Liberando capturas y
capturando te liberas
Más el juego se decide
dentro de los espejos en el ajedrez.
Allí decidirás de quien es el sueño tuyo o del Jabberwocky
Mío dentro del sueño del Jabberwocky
suyo dentro del mío
Es claro nunca venceré a mi
sombra
Es obscuro si ella va
delante de ti determinando tu mundo
Y si no se trata de ir
delante ni atrás no viene a despertar a Wiracocha
Para iniciar un nuevo ciclo
de progresión
Ni para regresar al ciclo de
regresión
Yo vine a unir los dos
ciclos
En un árbol de vida.
Que tu padre pues te de las
cartas
El Jabberwocky nunca
lucho contra tu padre
Sino contra el rey que el
eligió y contra ti su reina
Y entonces solo siendo en el
Padre el Jabberwocky no podrá tocarte
Y la vorpal no será una
espada sino una cruz
La cabeza que tiene que
rodar es la mía.
El sol, inclinado al Occidente, se
alejaba ya del Mediodía, las apacibles brisas se despertaban a la hora señalada
para dirigir su soplo a la tierra, e introducían en ella la tranquila frescura
de la tarde. En tal momento llegó el Intercesor y dulce Juez, con una cólera
más tranquila, para pronunciar la sentencia del hombre. La voz de Dios, que
discurría por el jardín fue llevada por las suaves brisas a oídos de Adán y
Eva, a la caída de la tarde; la oyeron y se ocultaron entre los árboles más
frondosos. Pero Dios, avanzando, llamó a Adán en alta voz: - Adán, ¿dónde
estás, tú, que siempre salías gozoso a mi encuentro, apenas me divisabas desde
lejos? No me place tu ausencia. ¿Por qué te entretienes en la soledad, cuando
antes te presentabas solícito a mi vista sin necesidad de ser buscado? ¿Vengo
ahora, por ventura, con menos esplendor? ¿Qué cambio causa tu ausencia? ¿Qué es
lo que te detiene? Se presentó Adán, y Eva con él, pero titubeando al hacerlo,
por más que hubiera sido la primera en ofenderle. Los dos se aproximaron
abatidos, inmutados, en sus miradas no brillaba ya ni el amor hacia Dios, ni su
mutuo amor; sólo se veía en ellas el crimen, la vergüenza, la turbación, la
desesperación, la cólera, la obstinación, el odio y la falacia. Adán largo
tiempo balbuciente, respondió con estas lacónicas palabras: "Te he oído en
el jardín y he tenido miedo a tu voz, porque estaba desnudo: ésa es la razón
que he tenido para ocultarme. Su misericordioso Juez le replicó sin
reconvenirle: "Muchas veces has oído mi voz, y no te ha causado miedo,
sino que, por el contrario, te ha regocijado siempre. ¿Cómo es qué hoy se ha
convertido en tan terrible para ti? ¿Quién te ha dicho que estás denudo? ¿Has
comido el fruto del árbol que yo te había prohibido tocar? Adán abrumado de
tormentos, contestó: "¡Oh cielo! ¡En cuán estrecha senda me encuentro hoy
ante mi Juez, ya sea que tome sobre mí todo el crimen, o bien acuse de él a mi
otro yo, a la compañera de mi vida! Yo debería ocultar su falta, en tanto que
me queda su fidelidad, y no exponerla a la censura por mi queja, pero una
rigurosa necesidad, un lamentable deber me obligan a hablar, no sea que
refluyan a la vez sobre mi cabeza el pecado y su castigo, ambos insoportables.
Aun cuando guardara silencio, descubrirías lo que yo te ocultara. Esta mujer
que creaste para que me ayudara, y que me habías ofrecido como el más perfecto
de tus dones; esta mujer tan buena, tan llena de gracia, tan encantadora, tan
divina, a quien no podía suponer capaz de mal alguno y que, por la nobleza de
sus acciones parecía justificar todo cuanto hacía, esta mujer me ha presentado
el fruto del árbol y yo lo he comido". La soberana Presencia replicó de
este modo: ¿Era ella por ventura, tu Dios para prestarle más obediencia que a
la voz de tu Creador? ¿Había sido hecha acaso para ser tu guía, tu superior ni
aun tu igual, para que ante ella depusieses tu virilidad y la categoría
superior a la suya de que Dios te había dotado; ante ella, que fue formada de
ti y para ti, cuando tus perfecciones excedían en tan alto grado a las suyas en
verdadera dignidad?. Es cierto que estaba rodeada de gracias y encantos para
atraerse tu amor; pero no tu dependencia. Sus cualidades eran tales, que si
bien parecían buenas para ser gobernadas, no lo eran para dominar: la autoridad
te pertenecía como un atributo de tu persona, si hubieras sabido comprenderlo
bien. Habiendo Dios hablado así, dirigió a Eva estas pocas palabras: - Di
mujer. ¿Por qué has hecho eso? La triste Eva casi anonadada por la vergüenza y
pronta a confesar su falta, sin ser locuaz ni atrevida en presencia de su Juez,
respondió confusa: - Porque quise dominar el ajedrez go
¿Y aun
lo quieres?
No, ya no, he visto mi reflejo
entero en las red de espejos tomad mi
señor la espada vorpal y cortadme la cabeza, haced digno tu reflejo en toda la
tierra.
- Cesaran tus dolores
durante tu preñez, con gozo engendraras los hijos y no más estarás bajo la potestad de
tu marido porque yo seré tu esposo y entre nosotros no habrá dominio.
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