Campos ontológicos
Trabajo
El capitalismo tiene tres etapas:
La etapa mercantilista en la que explota la materia con una
economía rentista y primaria extractiva.
La etapa industrial en la que explota la energía con una
economía industrial basada en la plusvalía
generada por la explotación del proletariado.
La etapa informática en la que se explota la información con
una economía de servicios tecnológica digital donde todos venimos a ser el
producto de los sistemas financieros.
Más su nacimiento está
en la corrupción espiritual su muerte solo será posible en la
integración espiritual.
LA
TRANSFORMACION DEL DINERO EN CAPITAL CAPITULO IV COMO SE CONVIERTE EL DINERO EN
CAPITAL
La fórmula
general del capital La circulación de mercancías es el punto de arranque del
capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el
comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital. La biografía
moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el mercado
mundiales. Si prescindimos del contenido material de la circulación de
mercancías, del intercambio de diversos valores de uso, y nos limitamos a
analizar las formas económicas que este proceso engendra, veremos que su
resultado final es el dinero. Pues bien; este resultado final de la circulación
de mercancías es la forma inicial en que se presenta el capital.
Históricamente, el capital empieza enfrentándose en todas partes con la
propiedad inmueble en forma de dinero, bajo la forma de patrimonio–dinero, de
capital comercial y de capital usurario. Sin embargo, no hace falta remontarse
a la historia de los orígenes del capital para encontrarse con el dinero como
su forma o manifestación inicial. Esta historia se repite diariamente ante
nuestros ojos. Todo capital nuevo comienza pisando la escena, es decir, el
mercado, sea el mercado de mercancías, el de trabajo o el de dinero, bajo la
forma de dinero, dinero que, a través de determinados procesos, tiende a
convertirse en capital. El dinero considerado como dinero y el dinero
considerado como capital no se distinguen, de momento, más que por su diversa
forma de circulación. La forma directa de la Transferencia de mercancías es M →
D → M, o sea, transformación de la mercancía en dinero y de éste nuevamente en
mercancía: vender para comprar. Pero, al lado de esta forma, nos encontramos
con otra, específicamente distinta de ella, con la forma D →M →D, o sea,
transformación del dinero en mercancía y de ésta nuevamente en dinero: comprar
para vender. El dinero que gira con arreglo a esta forma de circulación es el
que se transforma en capital, llega a ser capital y lo es ya por su destino.
Examinemos más de cerca la Transferencia D → M → D. Este ciclo recorre, al
igual que la circulación simple de mercancías, dos fases contrapuestas. En la
primera fase, D → M o compra, el dinero se convierte en mercancía. En la
segunda fase, M → D o venta, la mercancía se convierte nuevamente en dinero. Pero
ambas fases, unidas, forman el proceso total, en el que se cambia dinero por
mercancía y esta misma mercancía nuevamente por dinero: o lo que es lo mismo,
en el que se compra una mercancía para venderla, o, si queremos pasar por alto
las diferencias formales de compra y venta, en el que se compran mercancías con
dinero y dinero con mercancías.2 El resultado en que desemboca todo este
proceso es el intercambio de dinero por
dinero, D→D. Sí compro 2,000 libras de algodón por 100 libras esterlinas y las
vuelvo a vender por 110, no habré hecho, en último resultado, más que cambiar
100 por 110 libras esterlinas, es decir, dinero por dinero. Ahora bien, es
evidente que el proceso de circulación D → M → D resultaría carente de todo
sentido si se diese ese rodeo para cambiar valores iguales en dinero, v. gr.
para cambiar 100 libras esterlinas por 100 libras esterlinas. Mucho más
sencillo y seguro es el método del atesorador, que, en vez de lanzar al peligro
circulatorio sus 100 libras esterlinas, las retiene y las guarda. Por otra
parte aunque el comerciante venda por 110 libras esterlinas el algodón que ha
comprado por 100, o se vea obligado a venderlo por las mismas 100 libras
esterlinas y aun por 50, lo cierto es que su dinero recorre un proceso
característico y original, completamente distinto del que recorre en la
circulación simple de mercancías, v. gr. en manos del labriego que vende trigo
para comprar con el dinero obtenido prendas de vestir. Por tanto, lo primero
que tenemos que hacer es analizar las diferencias de forma que median entre los
ciclos D – M – D y M – D –M. Con ello, se pondrán a la vez de manifiesto las
diferencias materiales que se esconden detrás de esa distinción de carácter
formal. Veamos, ante todo, qué es lo que tienen de común entre sí ambas formas.
Ambos ciclos se desdoblan en las mismas dos fases contrapuestas, M – D, venta,
y D – M, compra. En cada una de estas dos fases, se enfrentan los mismos dos
elementos materiales, mercancía y dinero, y dos personas revestidas con los
mismos papeles económicos, un comprador y un vendedor. Ambos ciclos representan
la unidad de las mismas fases contrapuestas, y en ambos se opera esta unidad
por la actuación de tres contratantes: uno que no hace más que vender, otro que
se limita a comprar y un tercero que desempeña alternativamente los papeles de
comprador y vendedor. Hay algo, sin embargo, que distingue desde luego ambos
ciclos, M0 → D 1 → M 0 y D 1 →M 0 →D 1, y es el orden inverso en que se
desarrollan las mismas fases contrapuestas del proceso de circulación. La
circulación simple de mercancías comienza con la venta y acaba con la compra:
la circulación del dinero en función de capital comienza con la compra y acaba
con la venta. Allí, el punto de arranque y la meta final del movimiento es la
mercancía; aquí, el dinero. En la primera forma es el dinero, en la segunda, la
mercancía, lo que sirve de agente mediador del proceso total. En la
Transferencia M 0 → D 1 →M 0, el dinero acaba siempre convirtiéndose en una
mercancía, empleada como valor de uso. Por tanto, aquí, el dinero se gasta
definitivamente. En cambio, en la forma opuesta, D 1 →M 0 → D 1, el comprador
sólo desembolsa dinero para volver a embolsarlo como vendedor. Al comprar la
mercancía, lanza a la circulación dinero, para volver a retirarlo de ella
vendiendo la mercancía que compró. Sólo se desprende del dinero con la
intención premeditada de volver a apoderarse de él. No hace, por tanto, más que
adelantarlo.3 En la forma M 0 → D 1 →M 0, la misma pieza de dinero cambia de
sitio dos veces. El vendedor la recibe de manos del comprador, para entregarla
enseguida a otro vendedor. El proceso total, que comienza recibiendo dinero por
mercancía, termina entregando por mercancía dinero. Al revés de lo que ocurre
en la forma D 1 →M 0 → D 1. Aquí, no es la misma pieza de dinero, sino la misma
mercancía la que cambia dos veces de mano. El comprador la recibe de manos del
vendedor, para ponerla enseguida en manos de otro comprador. Y así como en la
circulación simple de mercancías al cambiar dos veces de sitio la misma pieza
de dinero, ésta pasa definitivamente de una mano a otra, aquí, al cambiar dos
veces de sitio la misma mercancía, el dinero refluye a su punto de partida
inicial. El reflujo del dinero a su punto de partida no depende del hecho de
que la mercancía se venda más cara de lo que se compró. Esta circunstancia sólo
influye en la magnitud de la suma de dinero que refluye. El fenómeno del
reflujo se produce tan pronto como la mercancía comprada vuelve a venderse, es
decir, tan pronto como se cierra el ciclo D 1 →M 0 → D 1. Entre la circulación
del dinero corno capital y su circulación como dinero pura y simplemente,
media, pues, como se ve, una diferencia perceptible a través de los sentidos.
El ciclo M 0 → D 1 →M 0 se recorre en su totalidad tan pronto como la venta de
una mercancía arroja dinero y éste es absorbido por la compra de otra
mercancía. Si, a pesar de ello, el dinero afluye a su punto de partida, es
porque todo ese proceso se renueva o repite. Si vendo un quarter de trigo por 3
libras esterlinas y con estas 3 libras esterlinas compro un traje, habré
invertido definitivamente, en lo que a mí toca, esta cantidad. Esas 3 libras
esterlinas ya no tienen nada que ver conmigo. Han pasado a manos del sastre. Si
vendo un segundo quarter de trigo, volverá a refluir a mis manos dinero, pero
no ya en virtud de la primera transacción, sino por obra de otra distinta. Y
este dinero se alejará nuevamente de mi tan pronto como cierre la segunda
transacción y vuelva a comprar. Por tanto, en la circulación M 0 → D 1 →M 0, la
inversión del dinero no tiene absolutamente nada que ver con su reflujo. En cambio, en el ciclo D 1 →M 0 → D 1.
El reflujo del dinero está directamente condicionado por el carácter de su
inversión. De no producirse este reflujo, la operación, fracasa o el proceso se
interrumpe y queda truncado, por falta de su segunda fase, o sea de la venta
que completa y corona la compra. El ciclo M 0 → D 1 →M 0 arranca del polo de una mercancía y se cierra
con el polo de otra mercancía, que sale de la circulación y entra en la órbita
del consumo. Su fin último es, por tanto, el consumo, la satisfacción de
necesidades, o, dicho en otros términos, el valor de uso. Por el contrario, el ciclo
D 1 →M 0 → D 1 arranca del polo del
dinero para retornar por último al mismo polo. Su motivo propulsor y su
finalidad determinante es, por tanto, el propio valor de cambio. En la
circulación simple de mercancías ambos polos presentan la misma forma económica.
Ambos son mercancías. Son además, mercancías de la misma magnitud de valor.
Pero, cualitativamente, son valores de uso distintos, v. gr. trigo y traje. El
intercambio de productos, el cambio de diversas materias, en que toma cuerpo el
trabajo social, es lo que forma aquí el contenido del movimiento. No así en la
transferencia D 1 →M 0 → D 1. A primera
vista, este ciclo parece absurdo porque acaba por donde empezó. Ambos polos
presentan en él la misma forma económica. Ambos son dinero, y, por tanto,
valores de uso entre los que no media ninguna diferencia cualitativa, pues el
dinero no es, como sabemos, más que la forma transfigurada de las mercancías,
en la que se borran todas las huellas de sus valores específicos de uso.
Cambiar 100 libras esterlinas por algodón para luego cambiar este mismo algodón
por 100 libras esterlinas; es decir, cambiar, dando un rodeo, dinero por
dinero, una cantidad de dinero por otra igual, sería, evidentemente, una
operación absurda e inútil.4 Las sumas de dinero sólo se distinguen por su
magnitud. Por tanto, el proceso D 1 →M 0 → D 1 no debe su contenido a ninguna
diferencia cualitativa entre sus dos polos, pues ambos son dinero, sino
simplemente a una diferencia cuantitativa.. El proceso acaba siempre
sustrayendo a la circulación más dinero del que a ella se lanzó. El algodón
comprado por 100 libras esterlinas se vende, por ejemplo, por 100 + 10, o sea
por 110 libras esterlinas. La fórmula completa de este proceso es por tanto: D
1 → M 0 → D’ 1, donde D’ = D + ∆ D, o lo que es lo mismo igual a la suma de
dinero primeramente desembolsada más un incremento. Este incremento o excedente
que queda después de cubrir el valor primitivo es lo que yo llamo plusvalía
(surplus value). Por tanto, el valor primeramente desembolsado no sólo se
conserva en la circulación, sino que su magnitud de valor experimenta, dentro
de ella, un cambio, se incrementa con una plusvalía, se valoriza. Y este
proceso es el que lo convierte en capital. Cabe, indudablemente, que en la
fórmula M 0 → D 1 → M 0, los dos polos M y M, v. gr. el trigo y el traje, sean
también magnitudes de valor cuantitativamente distintas. El labriego puede,
evidentemente, vender su trigo por más de lo que vale o comprar el traje por
menos de su valor. También puede ocurrir que el sastre le engañe. Sin embargo,
en esta forma de circulación, las tales diferencias de valor son puramente
fortuitas. Por el hecho de que ambos polos, el trigo y el traje, sean
equivalentes, el cambio no pierde radicalmente su sentido y razón de ser, como
ocurre con el proceso D 1 →M 0 → D 1. Por el contrario, la equivalencia de
estos dos factores, es aquí, condición para el desarrollo normal del proceso.
La repetición o renovación del acto de vender para comprar tiene su pauta y su
meta, como el propio proceso, en un fin último exterior a él: en el consumo, en
la satisfacción de determinadas necesidades. En cambio, cuando se compra para
vender, el proceso comienza y acaba por el mismo factor, por el dinero o valor
de cambio, y ya esto hace que el proceso sea interminable. Cierto es que D se
ha convertido en D +A D, las 100 libras esterlinas en 100 + 10. Pero,
cualitativamente consideradas, las 110 libras esterlinas son lo mismo que las
100, a saber: dinero. Y, consideradas cuantitativamente, las 110 libras
esterlinas son, como las 100, una suma limitada de valor. Sí las 110 libras
esterlinas se gastasen como dinero, faltarían a su papel. Dejarían de ser
capital. Sustraídas a la circulación, se petrificarían en forma de tesoro y no
harían brotar ni un céntimo, aun cuando estuviesen encerradas en su cueva hasta
el día del Juicio final. Por tanto, si se trata de valorizar el valor, a la
misma necesidad responde la valorización de 110 libras esterlinas que la de
100, pues ambas cantidades son expresiones limitadas del valor de cambio y ambas
tienen, por consiguiente, la misión de acercarse a la riqueza incrementando su
magnitud. Cierto es que el valor primitivamente desembolsado de 100 libras
esterlinas se distingue durante breves instantes de la plusvalía de 10 libras
esterlinas que hace brotar en la circulación, pero esta diferencia se esfuma
enseguida. Al terminar el proceso, no nos encontramos con el valor original de
100 libras esterlinas a un lado y a otro lado la plusvalía de 10. Lo que brota
del proceso es un valor único de 110 libras esterlinas, valor que se presenta,
para repetir el proceso de valorización, bajo la misma forma que el de las 100
libras esterlinas originales. Al terminarse el proceso, el dinero brota nuevamente
como su punto inicial. El final de cada ciclo aislado, en el que se consuma la
operación de comprar para vender, forma por tanto, de suyo, el comienzo de un
ciclo nuevo. La circulación simple de mercancías –el proceso de vender para
comprar– sirve de medio para la consecución de un fin último situado fuera de
la circulación: la asimilación de valores de uso, la satisfacción de
necesidades. En cambio, la circulación del dinero como capital lleva en sí
mismo su fin, pues la valorización del valor sólo se da dentro de este proceso
constantemente renovado. El movimiento del capital es por tanto, incesante.
Como agente consciente de este movimiento, el poseedor de dinero se convierte
en capitalista. El punto de partida y de retorno del dinero se halla en su
persona, o por mejor decir en su bolsillo, El contenido objetivo de este
proceso de circulación –la valorización del valor– es su fin subjetivo, y sólo actúa como capitalista,
como capital personificado, dotado de conciencia y de voluntad, en la medida en
que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación
progresiva de riqueza abstracta. El valor de uso no puede, pues, considerarse
jamás como fin directo del capítalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el
apetito insaciable de ganar. Este afán absoluto de enriquecimiento, esta carrera
desenfrenada en pos del valor hermana al capitalista y al atesorador; pero,
mientras que éste no es más que el capitalista trastornado, el capitalista es
el atesorador racional. El incremento insaciable de valor que el atesorador
persigue, pugnando por salvar a su dinero de la circulación, lo consigue, con
más inteligencia, el capitalista, lanzándolo una y otra vez, incesantemente, al
torrente circulatorio.
¿Qué tenemos
aquí entonces? Lo que tenemos es una religión con su espíritu absoluto D 1 →M 0
→ D 1 y su anti espíritu absoluto M 0 →
D 1 →M 0 por lo mismo todo alteración del sistema
capitalista parte de generar una contra trasferencia de ambos espíritus D 1 →M 0 → D 1→∞← M 0 ← D 1 ←M 0
Donde el
valor de cambio con el valor de uso entran en conflicto.
El problema
es que no se ha podido generar un poder que realmente haga la contra
transferencia al espíritu absoluto del capital, El estado socialista pensó
desde El espíritu absoluto capitalista para
generar riqueza y luego distribuir con el anti espíritu absoluto no en una
operación de compra y venta necesariamente, más el espíritu absoluto se
mantiene como el real generador de riqueza, pues es hora de un cuestionamiento
ontológico al sistema capitalista ¿Es el dinero el ser de la riqueza? ¿Qué es lo capital? Es decir ¿Qué es lo principal?
Nuestra
respuesta es el Espíritu y como tal el espíritu no puede ser cuantificable y si
no puede ser cuantificable ¿Cómo se harían los intercambios de mercancías? Libremente sin medición ni mediación más que
la espiritual ¿Pero cómo se lograría una riqueza justa? Pues primaria el
antiespíritu capitalista, la misma operación que realizo Nietzsche declarando la muerte de Dios e invirtiendo
el logos, la conciencia en voluntad de poder, nosotros lo haríamos con el
capital declarando su muerte así
pasaríamos a un redistribución en comunidades en biotejido donde el trabajo
sea un acto de ser , es decir realmente lleve a la realización del ser humano y
el intercambio una vez suplida las necesidades por un trabajo reciproco, sea
libre lo cual nos lleva más allá
del trueque en una economía de
gracia, donde la bendición está en dar
no en recibir.
Y es que el
capitalismo nace de una corrupción espiritual donde los hombres eligen a Mamón
en Vez de a Yahvé,e s decir eligen el tener bloqueando el ser. El verdadero
Espíritu absoluto es Dios mismo que es el verdadero Ser y no el dinero, y es en Cristo que este ser se hace no ser para
volver al ser. Más los hombres convierte a Cristo en un billete, lo cuantifican
y comercian con él, basta expulsemos a los mercaderes del templo.
La
explotación de nuestros recursos de toda la tierra ha creado una crisis
ecológica sin precedentes y ha sumido en una desigualdad y en una corrupción
sobre todo a países llamados del tercer mundo.
La
explotación industrial del trabajo humano para generar plusvalía ha agudizado
esta crisis ecológica y ha hecho del hombre una maquina, no un ser consciente,
basta se ha corrompido de tal manera el tejido social comunitario, que no
podemos vernos como lo que somos hermanos. El hombre no es una mercancía el
dinero no lo puede comprar.
La
explotación informática nos coloca en una sociedad del espectáculo donde el
producto somos todos nosotros, trabajamos para las redes sociales sin ningún
cobro, produciendo información que solo los dueños de plataformas
capitalizaran, basta es hora de realmente socializar las redes sociales.
El
capitalismo nació de una corrupción
espiritual, morirá espiritualmente, la ciudad eterna divina se enfrentara a
Babilonia nuestro destino es el armagedón y debemos prepararnos. Ellos tienen
en su Cabeza a la bomba nuclear representada en el poder norteamericano y toda
la Otan, nosotros tenemos a Cristo como única cabeza en su reino de paz, ellos
tiene el dinero con todo el mercado global como su aristocracia, nosotros
tenemos que generar la unión de todas las iglesias de todas las espiritualidades su mercado
está en crisis entre occidente y
oriente entre lo individual y lo
colectivo, resolvamos esta crisis transferencialmente, logremos la Matria la
nueva matriz de un nuevo mundo donde occidente y oriente se integren y les
habremos ganado, ellos tiene a todo el proletariado sumergido en una sociedad
del espectáculo, nosotros desarrollemos la biodramaturgia, construyamos arcas
de la libertad donde logremos comunión familiar, amical, civil en la nueva
ciudad la ciudad de Dios.
Seres
humanos únanse, es el tiempo de la bestia ciborg , la globalización espera a su
señor, los posmodernos solo han generado fundamentalistas ahí está su positivo, tarde o temprano un Trump unirá a posmodernos y fundamentalistas, administrando
su conflicto algoritmicamente para fabricar su poder mundial ,nosotros
superemos ese conflicto e integremos a la derecha y a la izquierda, superando
toda posmodernidad y todo fundamentalismo en una comunión real, donde no solo
resistamos al capital sino que logremos
un comunismo complementario que sea capaz de negarse a sí mismo para recibir el
don del reino divino.
No todo el que
me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Marx Alterado
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