Campos ontológicos
Lo emocional
El amor y el odio en la levedad del ser y la gravedad del
devenir
El grave problema de nuestro tiempo es el ascender espiritualmente, si comprendemos
que lo real es El espíritu mismo en su levedad del ser como un motor inmóvil y
la realidad es la gravedad del devenir donde el Espíritu se materializa
causando todas las contratransferencias y esfuerzos, sabremos que cualquier
otredad que informe nuestra mente deformándola, lo que pretende es que no
ascendamos espiritualmente, por esto todo poder falso se basa en impedir el
ascenso espiritual para continuar con su dominio. Así la represión no es una contra transferencia al deseo sino al
propio espíritu que se manifiesta en ese deseo que no es otra cosa sino su
anhelo por ascender a la integración divina en el amor perfecto donde se
descubre el ser.
Más es justamente el amor el que permite este ascenso veamos
los campos ontológicos hasta aquí expuestos.
Hemos visto el del trabajo que nos sitúa en la gravedad del devenir, lograr desde el
trabajo ascender a la levedad del ser requiere de toda la técnica que suprima
toda técnica y deje al espíritu manifestarse pero para esto tiene que superarse
el segundo campo ontológico el del libido y salir del bucle contra transferencial,
logrando una sin transferencia que nos lleve al chi y su flujo como el
carnicero que sabe cortar la carne en el Zhuangzi más la clave está en el campo
ontológico emocional.
¿Qué es un campo
ontológico?
Es el fluctuar de la transferencia del ser
En esa fluctuación reconocemos 7 niveles
El del trabajo una fluctuación energética con mucho esfuerzo donde el ser tiende a la
contratransferencia.
El libido una fluctuación donde el ser queda atrapado en
bucles sin lograr integrarse ni realizarse.
El chi o qi donde el
ser por fin logra la transferencia, este es campo ontológico del poder donde se
pasa de la gravead del devenir a la levedad del ser
El campo emocional donde se despolariza el ser logrando la
conversión y la sintransferencia
El campo del logos donde se da el discurrir
El campo del Espíritu
Y el campo del ser en sí mismo o campo divino donde se
supera todo campo y el ser simplemente es.
Por ahora comprendamos el campo emocional
Nosotros al nacer quedamos en un campo emocional polarizado
y con nosotros el ser que está en nosotros.
¿Qué es el ser?
El ser es Dios y él nos transfiere el ser en la creación
dándonos entidad
Ese darnos entidad es
un invertirse del ser en el no ser.
Así que en relación con Dios somos un ente que no es cuya tarea
es convertirse al ser.
Este convertirse siempre será un acto emocional donde nos
despolarizamos de la lucha contra Dios y aceptamos rendirnos a él.
Este proceso se dará sintiendo culpa la cual nos llevara un
suicidio volitivo.
Y aun nacimiento Espiritual donde el arquetipo que es Cristo
actuara en nosotros.
Más somos bebes espirituales tendientes en nuestra voluntad
carnal a la polarización emocional.
¿Qué es esta polarización emocional?
Es un bloquear el amor y toda su conmoción, en la que la morimos
y nacemos
Todo movimiento del Espíritu esta llevado por esta conmoción.
Y nosotros naturalmente bloqueamos esta conmoción
Endurecemos nuestro corazón.
El odio y el amor mueven toda la energía
Nosotros evitamos ambos para lograr un equilibrio en la
polarización donde aparentamos un estar bien mientras estamos bloqueados por
dentro.
El odio polariza de tal manera las cosas en una contratransferencia
que hace posible el salto a una sintransferencia donde se dé la despolarización.
Pero esto exige una decisión espiritual un perdonar, más es
Dios mismo el que espiritualmente nos conmueve emocionalmente.
Toda ética debe estar basada en esta conmoción.
Siendo no una ética materialista o formal como la de Kant
1ª.
Toda Ética material ha de ser forzosamente Ética de bienes y de fines.
La ética no es material es decir no busca la felicidad, la encuentra
en el cumplimiento de su deber pero su deber no nace de un racionalismo formal
sino de una conmoción emocional, el arquetipo nos da una ley natural espiritual
que será la base para la ética material y formal pero que no puede cumplirse en
ninguna de ellas, porque solo en la conmoción amorosa encuentra su camino esté pasara por lo formal y material superándolo.
2ª. Toda Ética material tiene, forzosamente, validez
inductiva, empírica y a posteriori tan sólo; únicamente la Ética formal es a
priori, con certeza independiente de la experiencia inductiva.
Más allá del a priori y el a posteriori, es decir antes del a priori
y des pues del aposteriori está el
sentimiento de paz o de culpa, que podemos anular de nuestra conciencia por
medio de una decisión en la que reprimimos nuestros sentimientos lo cual nos
enfermara psicológicamante.
3ª. Toda Ética
material es forzosamente Ética del éxito, y sólo una Ética formal puede
reclamar la disposición de ánimo, o el querer ínsito en esa disposición de
ánimo, como primitivos depositarios de los valores bueno y malo.
La bondad es emocional se siente cuando logramos
despolarizarnos y entran en comunión con nuestros prójimos y con Dios, así
mismo la maldad se siente en la soledad desesperada.
4ª. Toda Ética
material es forzosamente hedonismo y se funda en la existencia de estados de
placer sensible producidos por los objetos. Sólo una Ética formal es capaz de
evitar la referencia al estado de placer sensible, al mostrar los valores
morales y fundamentar las normas morales que en ellos descansan.
La emoción no nace de un estado de placer del libido no se
trata de destensar nuestra psiquis, en la emoción hay un sentimiento y en el
sentimiento hay un sentir el Espíritu y sus arquetipos, esta se manifestara
materialmente conmoviendo nuestra conciencia, el amor nos llevara la levedad
del ser el odio a la gravedad del devenir. En este sentir hay valor produciéndose
una axiología, podemos invertir estos valores y manipular emocionalmente más el
espíritu luchara dentro nuestro para lograr la conversión, más la decisión será
nuestra y entonces no se trata de negar la ética formal sino de negarla dialécticamente
ni tampoco negar la ética material sino de negarla dialécticamente, la
felicidad no está en los fines
alcanzados, ni la paz en el deber cumplido sin
miramientos, sino en la realización Espiritual donde el amor en un camino de
dolor y gozo nos lleva al encuentro con los otros y nosotros mismos despolarizando
nuestros campos emocionales.
5ª. Toda Ética material es necesariamente heterónoma; sólo
la Ética formal puede fundamentar y afianzar la autonomía de la persona.
La Autonomía es una religación espiritual con Dios y con los
otros hecha emocionalmente sino es solo soledad y orgullo, entonces la ética integra
lo heterónomo y lo autónomo en lo espiritual emocional siendo diferente en cada
caso particular.
6ª. Toda Ética material
conduce a la mera legalidad del obrar, y sólo la Ética formal puede fundamentar
la moralidad del querer.
El Verdadero Deber es un querer divino y ese querer divino
está en el amor por lo mismo no se trata de tomar
conciencia y actuar en consecuencia sino de conmovernos interiormente y en esa
conmoción ser capaces de reflexionar en la imagen de Cristo y actuar
materialmente en él.
7ª. Toda Ética material coloca la persona al servicio de sus
propios estados o de las cosas-bienes extrañas; sólo la Ética formal puede
descubrir y fundamentar la dignidad de la persona.
La dignidad, la grandeza está en el corazón misericordioso no en el
sacrificio racional.
8ª. Toda Ética
material debe, en último término, colocar el fundamento de las valoraciones
éticas en el egoísmo instintivo de la organización de la naturaleza humana, y
sólo la Ética formal puede fundamentar una ley moral independiente de todo
egoísmo y de toda peculiar organización de la naturaleza humana, ley
generalmente válida para todo ser racional.
El fundamento del hombre no es su voluntad egoísta sino su
luz espiritual interior a la que se niega a seguir su voluntad egoísta pero de
nada sirve un deber sin amor si yo reprimo mi voluntad tarde o temprano me
terminara ganando, tengo que morir y nacer, tengo que despolarizar mi campo
realmente y ser vulnerable.
Prólogo a la segunda edición alemana La primera edición de
esta obra estaba ya agotada desde hace largo tiempo; la considerable demora con
que aparece la segunda edición se debe a las adversas circunstancias de
nuestros días. Esta segunda edición es una reimpresión exacta de la primera. El
pensamiento que por un momento le vino al autor de proceder a una refundición y
complementación de la obra, donde habría encontrado acomodo y evaluación la
múltiple y dispar crítica suscitada por las ideas de esta obra, fue rechazado
en seguida. A este respecto le fue decisiva la consideración de que el autor no
se veía obligado a pensar de un modo distinto en ningún punto esencial de la
obra, y, por otra parte, que la obra, ya recargada en sí de ideas comprimidas y
digresiones a otros dominios de la filosofía, se hubiera complicado aún más. El
lector debe aguardar de este prólogo una breve aclaración sobre tres puntos:
sobre el efecto científico que hasta ahora ejerció el libro; sobre el puesto
que a esta obra corresponde en el contexto de los trabajos del autor publicados
desde su aparición en el Anuario de filosofía e investigación fenomenológica y
de los que están próximos a publicarse; finalmente, sobre la relación del
espíritu de la obra con el espíritu del tiempo, radicalmente cambiado desde la
aparición primera del libro. El autor puede decir con alegría y satisfacción
que, en general, el efecto de la primera edición logró un curso más bien hondo
que extenso, y que la crítica ha sido menor que las incitaciones positivas que
ha comunicado al pensar filosófico en los temas de la Ética. Aparte de los
trabajos de los investigadores más jóvenes estimulados por él, se han ocupado
en la crítica del libro: E. Cohn, en Logos, VII; Messer, en el Anuario de
Pedagogía, 1918; N. Hartmann, en la revista Las ciencias del espíritu; Kerler,
en varios de sus agudos trabajos, singularmente en Max Scheler y el
impersonalismo ético; O. Külpe le atribuye, en su Introducción a la filosofía,
un puesto digno de consideración entre los nuevos ensayos para la
fundamentación de la Ética. Más valiosos le son al autor los estímulos que sus
doctrinas han ofrecido para la continuación de la tarea. Consisten aquellos,
parte en una amplia 27 aceptación de los resultados de éstas, parte en
complementos y desarrollos de los pensamientos del autor, parte en sus
resúmenes y popularizaciones. Rastros de estos variados estímulos hállanse en
E. Spranger (Formas de vida), A. Messer (Ética), H. Driesch (Filosofía de lo
orgánico), D. von Hildebrand (en el Anuario de filosofía e investigación
fenomenológica), en el trabajo de E. Stein sobre la proyección sentimental, en
un libro ruso de Lossky y en J. Volkelt: La conciencia estética. El autor
ignora si se halla influido o no por su obra el profundo y agudo libro de A.
Meinong La presentación emocional, que se acerca mucho, en la teoría de la
esencia y la aprehensión de los valores, a la doctrina axiológica expuesta en
la presente obra (en oposición acusada con los trabajos más antiguos de A.
Meinong acerca de la teoría de los valores). La obra no se halla citada en este
libro de Meinong, pero el autor tiene sus motivos, basados en informes
personales, para saber que la obra ha sido leída y estimada por Meinong. En
todo caso, el autor se alegra de la coincidencia objetiva con el ilustre
investigador. Moore, en Inglaterra, ha defendido una concepción parecida en
muchos puntos acerca del problema de los valores. El concepto y la
fundamentación del “principio de solidaridad” y la nueva teoría acerca de las
formas esenciales de los grupos humanos, que aquí han sido presentados, han
ejercido un influjo considerable en la filosofía social. La existencia de una
jerarquía objetiva material de los valores, que se nos impone de un modo
evidente, ha sido reconocida hoy, a su vez, por muchos investigadores. La
crítica de la Ética de Kant contenida en esta obra no ha tenido una influencia
apreciable en los defensores de la filosofía kantiana, que se hallan demasiado
ocupados consigo mismos, ni ha producido tampoco ningún ensayo serio de
refutación. Las explicaciones, importantes para la teoría del autor, sobre la
doctrina del conocimiento psicológico, los modos de las asociaciones psíquicas,
la esencia del estar dado del “cuerpo”, y en general las exposiciones de la
teoría del conocimiento, particularmente la nueva concepción del estímulo y de
la sensación que el libro incluye, han sido tomadas muy poco en cuenta —quizá
porque, como dice H. Driesch, estos temas se han expuesto en una “conexión muy
lejana a la realidad”—. El autor intentará desarrollar con más exactitud y
penetración estos pensamientos en dos trabajos que ahora tiene entre manos,
relativos a la teoría del conocimiento y al problema del espíritu-alma-cuerpo.
Esta obra tiene una posición central en el conjunto de los trabajos que 28
Prólogo a la segunda edición alemana hasta ahora ha publicado el autor, por
cuanto contiene no sólo la fundamentación de la Ética, sino que, además,
incluye una serie de puntos muy esenciales de partida —si bien no todos— de su
pensamiento filosófico en general. En cuanto a las promesas, hechas al final de
la obra, de desarrollar los pensamientos ya en ella expresados acerca de la
esencia de la religión y la teoría de los “tipos de personas valiosas” en una
teoría de la “experiencia esencial de lo divino” y en una obra sobre
“prototipos y caudillos”, no le ha sido hasta ahora posible al autor cumplir
más que la primera, en su libro De lo eterno en el hombre, que apareció hace
poco, y en el que se ha tratado de ofrecer, con el título de “Problemas de la
religión”, la teoría de esa “experiencia esencial” citada. En él también se ha
desarrollado la teoría complementaria de esta obra acerca de las relaciones
entre “religión y Moral”. El tomo II de Lo eterno en el hombre, que versará
sobre “prototipos y caudillos”, ha de cumplir la segunda promesa. Aplicaciones
concretas de los principios fundamentales de la Ética general, aquí explicados,
a una serie de problemas aislados y a cuestiones del tiempo van contenidos en
los dos tomos que llevan el título Derrocamiento de los valores (segunda
edición de Artículos y ensayos); en el libro El genio de la guerra, en el
trabajo sobre “Las causas del odio a Alemania”, y, por fin, en los trabajos
sobre “Sociología y teoría de la concepción del mundo” que aparecerán en breve,
y en una nueva edición ampliada de Guerra y reconstrucción. La nueva edición
ampliada del libro del autor sobre la simpatía, que ahora está en prensa y que
aparecerá con el título de Esencia y formas de la simpatía, completa la
presente obra en la dirección de una apreciación ética del sentido de la vida
emocional. A este libro se han de añadir, dentro de una colección que lleva el
título general de Las leyes del sentido de la vida emocional, tres pequeños
volúmenes sobre El sentimiento de vergüenza, El sentimiento del honor y El
sentimiento de temor. El “principio de solidaridad”, rigurosamente fundamentado
por primera vez en el presente libro, y la “teoría de las formas esenciales de
los grupos humanos”, que se halla en estrecha conexión con aquel principio, han
de hallar su aplicación —en una obra especial acerca del solidarismo como base
de la filosofía social y la filosofía de la historia— al enjuiciamiento del
conjunto de la Edad Moderna de Europa (particularmente al problema del
capitalismo). El espíritu que anima la Ética que aquí se expone es el de un
objetivismo y un absolutismo éticos rigurosos. En otro aspecto puede llamarse
el Prólogo a la segunda edición alemana 29 punto de vista del autor
“intuitivismo emocional” o “apriorismo material”. Por fin, al autor le resulta
de tal importancia el principio aquí expuesto de que todos los valores, incluso
todos los valores posibles de las cosas, y también los de las organizaciones y
comunidades impersonales, están subordinados a los valores personales, que ha
llegado a subtitular el presente trabajo “Nuevo ensayo de un personalismo”.
Para su satisfacción, el autor puede confirmar que el absolutismo ético y el
objetivismo axiológico, tanto en Alemania como en el extranjero, han hecho
progresos considerables desde la aparición de este libro, y que las opiniones
tradicionales del relativismo y subjetivismo éticos han perdido mucho terreno
gracias a ello. La juventud alemana, especialmente, parece hallarse tan cansada
del relativismo inconsistente como del formalismo vacío y estéril de Kant y de
la unilateralidad de la idea del deber en su Ética. El pensamiento central que
Pascal acuñó con su concepto del ordre du cœur y de la logique du cœur ha
encontrado, precisamente en el fondo del extraordinario désordre du cœur de
nuestros días, oídos bien abiertos. Al mismo tiempo, se va llegando a ver como
una dirección falsa de una forma del ethos convertida en historia la traición a
la alegría y el amor, que son las fuentes más hondas del ser y la acción
morales; traición de la que hemos de inculpar al falso heroísmo del trabajo y
del deber, que han sido enseñados en toda su amplitud a partir de Kant en
Alemania y en la filosofía alemana. Este libro lo ha perseguido hasta su guarida,
y nuestro trabajo acerca de El Resentimiento en la Moral ha intentado inquirir
sus bases histórico-psicológicas menos dignas. En cambio, el estricto
personalismo de esta obra y la teoría, unida a él estrechamente, acerca del
“bien individual y objetivamente válido” y del “destino” moral individual de
cada persona, parece hallarse en una oposición aún más aguda que en los días de
la aparición primera de este libro con las corrientes “socialistas” de la
época, y también —según nuestro parecer— con la desmesurada sobreacentuación de
la “organización” y la “comunidad” dentro de las iglesias cristianas. A este
respecto he de manifestar: en la Ética del autor queda eliminado todo llamado
“individualismo”, con sus consecuencias erróneas y desafortunadas, en virtud de
la teoría de la corresponsabilidad primitiva de cada persona para la salvación
moral del todo que constituye el “reino de las personas” (principio de
solidaridad). Para el autor no es lo valioso moral una persona “aislada”, sino
únicamente la persona que se sabe originariamente vinculada con Dios, dirigida
en amor hacia el mun30 Prólogo a la segunda edición alemana do, y que se siente
unida solidariamente con el todo del mundo del espíritu y con la humanidad.
Mas, precisamente porque la teoría del autor emplaza en el centro vivo de la
persona individual de cada uno los cuidados de la comunidad y sus formas, ha de
rechazar con energía, e incluso con aspereza, cualquier dirección del ethos que
haga depender el valor de la persona, esencial y originariamente, de su
relación con un mundo de bienes y una comunidad que existe independiente de
aquella persona, o bien permite que ese valor sea absorbido por aquellas
“relaciones”. Por consiguiente, el autor contrapone la clara evidencia del
principio —manifiesto, en su opinión— de que “el valor de la persona es
superior a todo valor de cosas, organizaciones y comunidades”, a la corriente
de nuestros días, que, en definitiva, iría a parar —como dijo al morir el
filósofo inglés Herbert Spencer— a que “ningún hombre puede hacer lo que
quiere, sino únicamente lo que se le dice”. El principio más importante y
esencial que esta obra ha pretendido fundamentar y transmitir con la mayor
integridad es que el sentido y el valor finales de todo este universo se mide,
en último término, exclusivamente por el puro ser (no por el rendimiento) y por
la bondad más perfecta que sea posible, por la rica plenitud y el íntegro
despliegue, por la más pura belleza y por la armonía más íntima de las
personas, en las que se concentran y potencian a veces todas las energías del
cosmos. El fundamento mismo espiritual del universo —sea lo que sea en
realidad— merece sólo el nombre de “Dios” en tanto y hasta tanto que es
“personal”. Este problema, evidentemente, no puede decidirlo espontáneamente la
filosofía sólo (véase De lo eterno en el hombre); su solución podemos
experimentarla tan sólo a través de la posible respuesta que el fundamento
mismo del universo participa a nuestra alma en el acto religioso. Max Scheler
Colonia, septiembre de 1921
Max Scheler alterándome
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