Dibujando el rostro del héroe
Ana Maria Chocano Savastano escribió en tu biografía.
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¡Feliz
cumpleaños, Christian!
Gracias
René Descartes vs. David Hume:
Racionalismo contra Empirismo
Orígenes del pensamiento:
René Descartes defendía que el
conocimiento se basa en la razón y la duda metódica. David Hume, en cambio,
sostenía que todo lo que sabemos proviene de la experiencia y la percepción
sensorial. Descartes busca certezas absolutas; Hume acepta la incertidumbre.
Conocimiento y verdad:
Para Descartes, la verdad se alcanza
mediante la razón pura (Cogito, ergo sum). Para Hume, la mente es solo una
colección de impresiones y no hay certezas absolutas. Descartes busca
principios universales; Hume desconfía de la razón sin evidencia empírica.
Visión del ser humano:
Descartes veía al ser humano como una
unión de mente y cuerpo, donde la razón es la esencia del ser. Hume consideraba
que la identidad personal es solo una sucesión de percepciones sin un “yo”
fijo. Descartes confía en la razón; Hume la desafía con escepticismo.
Relación con la ciencia:
Descartes impulsó el método deductivo
y la matemática como base del conocimiento. Hume argumentó que la causalidad es
solo una costumbre mental y que la ciencia avanza por probabilidad, no por
certezas. Uno construye un sistema lógico; el otro lo cuestiona desde la observación.
Legado:
Descartes es el padre del
racionalismo y la filosofía moderna. Hume revolucionó la epistemología y el
empirismo, influyendo en la ciencia y el pensamiento crítico. Uno busca la
verdad en la razón pura; el otro en la experiencia.
El pensador francés del "Siglo
de la Razón" Descartes defiende que la razón es la fuente del
conocimiento, mientras que el doctrinario escocés David Hume del "Siglo de
las Luces" sostiene que solo la experiencia nos dice algo sobre la realidad.
Dos enfoques radical y antagónicamente distintos sobre cómo conocemos el mundo.
¿Qué
es lo que nos puede decir la experiencia? Nada y por eso mismo es tan
importante, porque puede refutar toda nuestra racionalidad y sus teorías y
entonces el conocimiento es un atravesar de la idea invirtiéndose en la
experiencia y volviendo a si misma, en una condensación “formal”, como tal es
un acto de la voluntad y depende de la fe que se tenga en la idea.
Fernando RojasChristian Franco
Rodriguez
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¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Cuando Friedrich Nietzsche escribió:
“El verdadero hombre mide su fuerza en la adversidad, no en la comodidad”, no
lo hizo desde un escritorio cálido y seguro. Lo escribió solo, enfermo,
rechazado por su entorno y por la mujer que amaba.
Vivía en habitaciones pequeñas,
rodeado de pobreza y sufrimiento físico. Pero nunca dejó de escribir. Nunca
dejó de pensar. Nunca dejó de luchar.
Nietzsche entendía que la comodidad
adormece, pero el dolor despierta. Que los días oscuros son los que te muestran
de qué estás hecho.
Hoy, muchos creen que la fuerza está
en lo visible: músculos, fama, éxito. Pero la verdadera fuerza se forja en lo
invisible: en las decisiones silenciosas, en la resistencia diaria, en el dolor
que eliges soportar con dignidad.
No huyas de la adversidad. Mídete en
ella. Profundiza en este tipo de fortaleza, interior e imperturbable.
PAZ INVERENCIAL
Hoy quiero hacer un viaje, por este libro https://archive.org/details/cornford-f.-m.-principium-sapientiae.-los-origenes-del-pensamiento-filosofico-griego-ocr-1987/page/41/mode/1up?view=theater
se que no tengo derecho a pedir que me
acompañes, pero hay una tesis que me interesa sobre manera y es que toda la
filosofía nace del mito de Marduk venciendo a Tiamat que no es otra que la
lucha del héroe contra el dragón como símbolo de la civilización luchando
contra el caos. Lo interesante del libro es que va a analizar el sistema jónico
en especial, la filosofía de Anaximandro, la va a comparar con Hesíodo y el
canto a Zeus para luego comparar este canto con el Enuma Elis donde se relata
la batalla de Marduk contra Tiamat, en este viaje están en juego están muchas cosas pero la principal
es el fundamento de todo conocimiento o por lo menos de todo conocimiento en lo
que será la cultura occidental.
Josué Moisés Vásquez
GonzálesChristian Franco
Rodriguez
drSopesotn466maumgugni3i8u72ft47m3m8u5026c6gg9lgtgh9146443 i ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias Empecemos por donde termina
el libro:
La batalla entre Marduk y Tiamat
Marduk es armado con un arco y una
flecha, una hoz dentada, el relámpago y la llama, y una red para atrapar con
ella a Tiamat. Asume el control de los cuatro vientos y crea siete vientos de
la tormenta para remover las partes interiores de aquélla. Con su gran alma, el
ciclón, condujo el carro de la tormenta. Los dioses se apresuraron a seguirle.
Examinando detenidamente las partes interiores de Tiamat, pudo contemplar la
boca abierta de Qingu, su esposo, y vaciló. También los dioses se turbaron.
Marduk respondió a la maldición de Tiamat con un desafío y ella le desafió a su
vez. Atrapándola en su red, dispuso que los vientos llenasen su vientre, y por
fin la mató al recibir ésta una flecha en su corazón. El ejército de dioses de
Tiamat se dispersó y pretendía huir, pero Marduk los rodeó y fueron encerrados
en el inframundo. También rodeó
a los monstruos y a su jefe Qingu, al
que sustrajo las tablas del destino, sellándolas y sujetándolas a su propio
pecho.
Hesíodo ofrece dos batallas
distintas, una de ellas con los Titanes por la posesión del Olimpo, y la otra,
con el Dragón, una vez osado el Olimpo. En el mito babilonio parece que los dos
conflictos se conjugan en uno. El ejército de Tiamat lo constituyen todos los
dioses a excepción de aquellos que fueron creados por Anar. Estos se
corresponden con los Titanes
ue condujera Cronos, en el caso de
que los Titanes se identiiquen con esa generación de dioses mayores. Los dioses
fueron creados para reforzar este ejército, así como en el mito griego los de
cien brazos armados acuden «en auxilio de los Olímpicos.
No obstante, como aparecerá
posteriormente, los Titanes pueden recibir otra interpretación.
Javier Leyva ValverdeChristian Franco
Rodriguez
Sdoprotsneh2c41hll117i9497g4u122i523ahu8u2hhmg4a030825 8tau0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias, ¿Puedes ver la analogía entre
el himno de Zeus de Hesiodo y el Enuma Elis?
7. La ordenación de los cielos
Marduk se volvió hacia la cercada
Tiamat, y pisando encima de su parte posterior, segó su cabellera con una hoz.
El viento del norte se llevó su sangre. Entonces dividió al monstruo en dos
partes. «Levantó la mitad de ella e hizo los cielos como si fuese un
envoltorio. Corrió el cerrojo y dispuso que se apostaran en ella los
guardianes. Les ordenó que no permitieran que en adelante salieran sus aguas.
Inspeccionó los cielos y se paseó por los espacios.» ? Colocó frente a los
cielos la morada de Ea en la región del abismo (Apsú) y estableció como contrapartida
el Earra (la tierra). Dispuso que Anu, Enlil y Ea ocuparan las tres moradas: el
cielo, la tierra y el abismo.
Construyó moradas para los grandes
dioses (v. gr. los signos del zodíaco en el que los diversos planetas tienen la
mayor influencia) y estableció las
constelaciones. Fijó el año y los signos del zodíaco, asignando tres estrellas
a cada uno de los doce meses y determinó los movimientos de los planetas en la
eclíptica, así como los movimientos de la luna, etcétera. Los dioses elevaron
un cántico a modo de alabanza de los cielos así creados. (Una extensa parte de
esta sección astronómica se ha perdido.)
En Hesíodo, la elevación desde la
tierra del cielo estrellado . tiene lugar en la cosmogonía, después de la
abertura del hueco - y tras la aparición de la tierra y el nacimiento de la
luz. En el capítulo primero del Génesis son creados, en su lugar corresondiente,
el firmamento, que divide las aguas superiores de las inferiores, y los cuerpos
celestes. Este curioso ordenamiento de sucesos únicamente puede explicarse
desde el mito que exige comenzar con una separación preliminar de las regiones
del mundo con el fin de proporcionar un escenario para la acción, aunque esta
acción conduzca a la formación de los cuerpos celestes y a establecer sus
movimientos, determinando el orden del año y de las estaciones. En el relato
babilonio de la creación, todo el énfasis recae sobre estos ordenamientos
astrales, de los que depende la fructificación regular y la fertilidad de la
tierra y, consiguientemente, la vida del hombre. El mantenimiento e este orden
celestial es una parte importante de la función del rey. Su establecimiento es,
de acuerdo con esto, la obra principal del dios al que representa en la tierra.
David GMChristian Franco
Rodriguez
Sdoprotsneh2c41hll117i9497g4u122i523ahu8u2hhmg4a030825 8tau0 ·
Feliz cumpleaños, Christian! Dios te
Bendiga
Gracias Dios te bendiga a ti también amigo
mío
8. La creación del hombre
Luego Marduk dijo a Ea que él crearía
al hombre para servir a los dioses. Ea respondió: «Que uno de sus hermanos sea
entregado para aplacar a los dioses. El perecerá y el hombre será modelado. Que
los grandes dioses se reúnan en asamblea. Que éste sea entregado para que
aquellos puedan estar seguros de ello». Marduk convocó a los grandes dioses a
la asamblea y declaró: «el que incitó a 'Tiamat a rebelarse y a trabar batalla
correrá con las consecuencias de su transgresión para que los dioses puedan
vivir en paz». Los dioses denunciaron a Qingu, al que ataron sujetándole delante
de Ea. Sus arterias fueron cortadas y con su sangre hizo Ea la humanidad.
De acuerdo con Langdom, «de hecho
existían dos tradiciones Sumerias, una originaria de Nippur, en la que la diosa
de la tierra creó al hombre a partir de la arcilla, y otra, procedente de
Eridu, en la que Ea creó al hombre de La misma manera. La leyenda del asesinato
de un dios y de la mezcla de su sangre con la arcilla es probablemente
posterior y está presente en ambas versiones. Originariamente Marduk no tenía
ninguna vinculación con esta historia... La leyenda en la que un dios se
sacrificó para crear al hombre es sumamente antigua.»
La tradición griega oscila entre la
creación del hombre por un dios a partir de la arcilla, y el nacimiento de la
humanidad y de todas las criaturas vivas de una diosa de la tierra fecundada
por la semilla del padre del Cielo. La última idea se conserva en los sistemas
filosóficos. Es curioso observar cómo en Hesíodo la aparición de la humanidad
se encuentra inicialmente relacionada con el sacrificio, cuando Prometeo estafa
a Zeus la mejor parte, como si el sacrificio a los dioses fuera una función
primaria del hombre, como se refleja en la doctrina babilonia. También en el
Génesis, el primer pecado cometido después de la expulsión de nuestros padres del Edén se produjo como consecuencia
de los sacrificios ofrecidos por Caín y Abel.
A la hora de interpretar la idea de
que la creación del hombre fue el resultado de un sacrificio, debemos aplicar
el mismo principio que aplicamos a la creación del mundo como la consecuencia
de cortar al Dragón por la mitad. El acontecimiento fundamental es el
sacrificio anual de un ser humano o de algún sustituto con el fin de renovar la
vitalidad del grupo humano. La costumbre genera un mito etiológico, el cual
convierte esta renovación en un suceso único en el plano sobrenatural, esto es,
el sacrificio de un dios «en un principio» con el fin de que su sangre pudiera
emplearse para «crear» a la humanidad *.
Máximo ZúñigaChristian Franco
Rodriguez
Sdoprotsneh2c41hll117i9497g4u222i523ahu8u2hhmg4a030825 8tau0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Muchas gracias
9. La división de los dioses y la
fijación de los destinos A continuación Marduk dividió a los dioses en dos
grupos:
los Igigi, deidades del mundo superior,
y los Anunnaki del od inferior, o lo que es lo mismo, los dioses del cielo y
los dioses de la tierra respectivamente. Promulgó normas para los dioses.
En agradecimiento, los dioses
ofrecieron hacer un santuario a Marduk donde se reunirían en asamblea. (Se hace
referencia a la llegada de los dioses en sus barcas sagradas al templo de
Marduk en Babel para asistir al festival del Año Nuevo). Marduk les ordena
construir la ciudad de Babel, así como un templo. Los dioses obedecieron y
erigieron la torre con gradas Esagila, dotada de capillas para todos ellos. Por
fin, Marduk se instaló en su morada babllénics
Los dioses hicieron un banquete en
Esagila y después del mismo «las normas fueron fijadas y se establecieron los
presagios... Todos los dioses se repartieron los puestos del cielo y de la
tierra. Los grandes dioses (del mundo inferior), que eran cincuenta, tomaron
asiento. Los dioses del destino, que eran siete (Igigi, del mundo superior)
fijaron los destinos de todos los hombres». De igual modo, a las armas de
Marduk se les asignaron posiciones en el cielo como constelaciones. |
Anu, el dios del Cielo, determinó los
poderes de Marduk. Este guiará a las gentes y mantendrá el culto a los dioses.
A continuación los osas celebran las hazañas de Marduk y enumeran sus cincuenta
nombres en un himno.
La acción que cierra la historia de
Zeus de Hesíodo es la distribución que se hace a los Olímpicos de sus
competencias y honores a cargo del recién nombrado rey. Este hecho supone la
instauración de un orden social de acuerdo con su inspiración religiosa,
aceptando el orden físico del cosmos. Ello se simboliza mediante el matrimonio
evidentemente alegórico de Zeus con Temis (Ley) y el nacimiento de sus hijos,
quienes dieron a los hombres mortales sus partes de bondad y de maldad. A
través de su unión con Eurínome, hija de Océano, Zeus se convirtió también en
padre de las Gracias, Aglaya, Eufrósine y Talía.
Difícilmente podrá negarse que nos
encontremos aquí ante el correlato en el
terreno divino de la subida al trono de un nuevo rey terrenal, o bien de la
renovación anual de su autoridad sobre la gente y de su poder sobre la
naturaleza. En la actualidad, la Constitución de nuestro país queda suspendida
en su totalidad a la muerte del rey, hasta que el Consejo Privado haya
proclamado a su sucesor. Como señala Mr. Hocart ”, en la Inan la doctrina
védica afirma que «todos los dioses moran en Indra».
«El Rey es Indra, y por consiguiente
es el Rey de todos los dioses y en él se depositaron sus “encarnaciones más
convenientes y las moradas predilectas”, a saber,.el mando militar principal,
la capellanía, etc.; él unifica en sí mismo todos los poderes que son ejercidos
separadamente por sus oficiales y su reina. Evidentemente los egipcios también
eran de la opinión de que el rey incluía en sí mismo las deidades que estaban
representadas individualmente por personajes menores... En Camboya, después de
la lustración, los oficiales devolvían al nuevo rey los sellos y poderes que
recibieran de su predecesor. El rey tomaba los sellos, acto seguido y los
devolvía a los oficiales, quienes resumían sus compromisos, títulos y funciones...
El rey es la fuente de todos los honores y cuando muere, todos los honores
tienen que volver al nuevo rey, quien los distribuye otra vez. Nuestra propia
coronación ritual... es apenas menos definitiva. “Tan pronto como es coronado
el rey, los pares, etc. se ponen sus coronas y gorros” y “al ser coronada la
reina, todas las paresas se ponían sus coronas”. De ese modo, nuestros pares
tienen que obtener de nuevo su autoridad del soberano recién nombrado.»
A pesar de las discrepancias
existentes, parece suficientemente claro que el mito cosmogónico de Hesíodo
procedía en última instancia del babilonio. Las discrepancias son menos
acusadas que las coincidencias, y menos de lo que podríamos esperar, cuando
consideramos la historia que lo explicaba y daba coherencia, y que llegó a
Hesíodo en forma de fragmentos desligados del ritual. También debe recordarse
que el Enuma elis es únicamente una versión del mito babilonio, el cual parece
habernos llegado en forma íntegra. Se sabe que es una revisión de una versión sumeria anterior y
que recoge el legado de otras variantes formuladas en tierras orientales *,
Los descubrimientos ulteriores pueden
apoyar que existía alguna forma del ritual en la religión minoica, como en
efecto sugieren las leyendas cretenses del nacimiento y muerte de Zeus y el
himno Palaiokastro al más grande Kouros ?. En ese caso, el mito habría pasado
por una ee cretense antes de llegar a Hesíodo.
Jordy ValderramaChristian Franco
Rodriguez
Sdoprotsneh2c41hll117i9497g4u622i523ahu8u2hhmg4a030825 8tau0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Para comprenderlo mejor veamos ahora
la comparación que se hace con el mito cananita
De Baal
El mito cananita y el ritual
palestino
Antes de los descubrimientos en
Knossos de Sir Arthur Evans, que proporcionaron una nueva visión del pasado prehomérico,
todos los estudiosos del mundo clásico estaban dispuestos a tratar a la
religión y al pensamiento filosófico griegos como fenómenos dina de la
influencia oriental. Pensaban que las costas egeas encerraban un pequeño mundo
aislado, accesible, eso sí, a las visitas de los comerciantes fenicios-o de los
piratas, según atestigua el propio Homero, pero no a la importación de ideas.
Los descubrimientos más recientes en Oriente Próximo deben, por fin, acabar con
esta ilusión.
El relato, cilicio de la batalla
entre Zeus y Tifón contaba cómo el dios perseguía el dragón «hasta el monte
Casio, que sobresale en Siria», y allí empezaron a combatir. A la vista del
monte Casio, ahora conocido por el nombre de Jebel Akra, se extiende la región
de Ras Shamra, lugar en el que se hallaba la antigua ciudad de Ugarit. En este
enclave, a partir del cuarto milenio, se e cohriba uno de los principales
puntos de descanso en la más antigua e importante ruta comercial entre Oriente
y Occidente, ruta que unía a Creta, por vía de Chipre y la costa Sur de Asia
menor, con Siria y la inmediata Mesopotamia !.
La cerámica pintada del cuarto
milenio en Siria muestra un alto nivel de civilización y, Obviamente, está
relacionada con el grupo principal de cerámica pintada que floreció en esta
época en la Meseta Iraní, e incluso con la del valle del Indo. Esta cultura formaba
parte de la gran civilización de más arriba del Eufrates y Mesopotamia. Después
de un período de aumento de la influencia mesopotámica y de una época de
fuertes agitaciones, los cananitas semíticos, que finalmente dominaron
Babilonia, emigraron hacia el norte y probablemente llegaron hasta Ras Shamra.
«Ugarit se convierte, una vez más, no sólo en una avanzada de Mesopotamia y una
estación comercial para la exportación de mercancías asiáticas, sino que pronto
es una entrada a través de la cual podía penetrar en Asia una corriente
comercial mediterránea que fue en constante aumento». Al principio del segundo
milenio, Ugarit era una ciudad importante, que contenía los templos de Dagon,
cuyo hijo, Baal o Adad, el dios del trueno y la lluvia, había sido adorado allí
con anterioridad por los hurritas bajo el nombre de Tesub. En este momento,
aparecen objetos con un marcado carácter europeo. «Su centro de distribución es
probablemente los Balcanes y la región que está alrededor del curso medio del
Danubio, desde donde eran llevados por el comercio y las migraciones hacia el
oeste, al valle del Rhin; hacia el este, hasta el Cáucaso, y en dirección sur,
a la costa Siria». Ugarit se vio ahora más influida por Egipto. Los faraones de
la duodécima dinastía se aliaron con los reyes de Palestina y Siria para
salvaguardar sus fronteras asiáticas y las rutas comerciales. Al mismo tiempo
«el Imperio Marítimo Minoico estaba ganando la carrera en Ugarit; una
influencia modesta si la comparamos con el poder que tiene Egipto, pero más
duradera. Los comerciantes cretenses han consolidado sus posiciones en Ugarit».
Se han encontrado productos del período Minoico Medio en las tumbas. «Está
claro que Ras Shamra era uno de los centros más importantes del comercio
cretense en Siria». En los siglos XIV y XV la seguridad de las rutas marítimas
y terrestres impulsó un gran desarrollo del comercio y un aumento de la
prosperidad. En las tumbas abovedadas de tipo cretense se han encontrado los
tipos recientes de cerámica de Chipre y Rodas. «La presencia en la ciudad de
muchos oriundos del Egeo y de Micenas, entre ellos artesanos de todo tipo,
escultores, joyeros y forjadores de bronce, explica el evidente parecido de sus
trabajos con el arte de sus tierras
nativas». Ugarit fue sacudido por un terremoto y un maremoto aproximadamente
hacia la mitad del siglo XIV.
No es preciso continuar con la
historia de Ugarit. Es suficiente que la pequeña parte de su territorio que ha
sido examinada haya producido tantas pruebas del intercambio entre las tierras
del Egeo, Siria, Egipto y Mesopotamia. Que esta relación no se limitaba al
intercambio de bienes está más que demostrado por la biblioteca del rey Nigmed.
Durante su reinado, en la mitad del segundo milenio, «existió un colegio de
sacerdotes letrados, en el que se recogían los mitos de los antiguos cananitas
o proto-fenicios en tablillas de arcilla para ser guardadas en la biblioteca».
Esta biblioteca se albescabi en el mismo edificio en el que vivía el sumo
sacerdote. Dependiendo de ella existía una escuela de escribas que se ocupaban
de copiar documentos y estudiar las escrituras sagradas. La escritura es de
tipo cuneiforme, en un alfabeto que hasta ahora era desconocido y es la más
antigua de todas las que se han descubierto. Cuando se descifró el lenguaje se
pudo probar que se trataba de un dialecto semítico; ya se encuentran publicados
la mayoría de los textos recuperados. Estos documentos han «arrojado una vívida
luz sobre los orígenes de los fenicios, sus mitos y leyendas ancestrales».
Ahora es posible formarse una idea mucho más clara de la religión cananita que
los hebreos inmigrandes se encontraron en la tierra prometida y que sus
profetas intentaron suprimir.
Antes de que volvamos sobre esta
cuestión conviene que nos fijemos en que la biblioteca muestra la cuidadosa
preparación que se llevó a cabo para el intercambio intelectual entre las
naciones representadas en Ugarit. Muchas habitaciones contenían sólamente
diccionarios y léxicos. Uno de ellos ofrece equivalentes babilonios de palabras
sumerias, siendo ya el sumerio una lengua muerta y el babilonio el lenguaje
diplomático utilizado por los reyes de Mesopotamia, Asia Menor, Siria y Egipto
en la correspondencia oficial y por los principales mercaderes en sus cartas de
negocios. Existe también un diccionario que contiene los equivalentes de las
palabras sumerias en una lengua desconocida. Así pues, junto al proto-fenicio o
cananita de la escritura alfabética, cuatro lenguas, escritas en casi Otros
tantos sistemas diferentes, se enseñaban en la escuela de escribas. Si añadimos a éstas las
inscripciones hierográficas egipcias, hetitas y chipriotas «podemos ver que en
Ugarit se encontraban en uso no menos de siete lenguas diferentes en la mitad
del segundo milenio a. C. Nada nos podría mostrar de forma más clara el
carácter cosmopolita de los habitantes de este puerto verdaderamente
internacional de Ugarit». A la luz de todas estas evidencias parece bastante
seguro que los mitos y leyendas de origen mesopotámico, egipcio o sirio
pudieran haber llegado a Creta mucho antes de la caída de Knossos.
En la mitología cananita, expuesta en
las tablas de Ras Shamra, el dios supremo que reina sobre los otros dioses y
dispensa sabiduría y vida eterna es El. Tomando la forma de un toro, se une a
la diosa-madre principal, Asherat del Mar, igual que en la leyenda cretense el
toro Zeus se une con Europa, la cual da a luz a Minos. Asherat del Mar, como
Gea en Hesíole actúa como consejera de los dioses. Llega a tener setenta hijos.
El más importante de los hijos de El
es Baal, identificado con el fenicio Hadad, el sirio-hetita 'Teshub y el
egipcio Seth o Sutekh. Se trata de un dios de las alturas, del relámpago y el
trueno, y de la lluvia benéfica y fertilizante ?. Un relato de sus aventuras ?,
claramente basado en un ritual de la fertilidad, exhibe muchos puntos de
contacto con el mito y el ritual de Marduk, y el relato de Hesíodo sobre Zeus.
Fer DueñasChristian Franco
Rodriguez
rdosnpoSet679l2268c95313251lhlil4c1 ft5tuc545h1h07690ihau90u ·
Feliz cumpleaños Christian franco
Muchas gracias
La Batalla con el Dragón Leviathan
Los textos que contienen este mito se
abren con las instrucciones de Baal a su mensajero, Gepen-Ugar, para matar a
Lotan (forma contracta del Leviathan bíblico), la veloz serpiente, el perverso
dragón de siete cabezas, y para obtener cierto objeto mágico. El mensajero
parece haber fallado en esta tarea. Ni la intentona de este mensajero, ni la victoria
final sobre Leviathan aparecen en los fragmentos citados.
El profesor Hooke subraya un curioso
paralelismo en este punto: «ni en el mito cananita, hasta donde le conocemos
ahora, ni en el mito babilónico, se encuentra la forma en que muere el dios
(Baal), la cual ha tenido que formar parte del ritual, En ambos se encuentra el
rastro de una derrota y muerte del dios a manos de un oponente, simbolizado en
un dragón u otra forma bestial». Ya hemos subrayado que la muerte del Zeus
cretense se mantiene también en el misterio.
Edman Raul ImagenChristian Franco
Rodriguez
rdosnpoSet679l2268c95313251lhlil4c1 ft5tuc545h1h07690ihau90u ·
¡Feliz cumpleaños!
Gracias
La Muerte de Baal
El mensajero de Baal tenía también el
encargo de visitar a Mot, el señor del mundo subterráneo, y buscar la
reconciliación. En respuesta, Mot invita a Baal a un banquete. Baal desaparece
y la vegetación se marchita. Su hijo Aleyan-Baal se lamenta. Un fragmento
describe un banquete. Aleyan-Baal recibe instrucción para traer los atributos
de Baal, las nubes, los vientos, la lluvia y sus servidores al mundo
subterráneo. «La escena siguiente parece describir, en forma simbólica, un rito
de la fertilidad, un matrimonio sagrado. Aleyan-Baal se une a una ternera y
nace un niño Marnado Mes o Mos, nombre que todavía está sin explicar». Se
anuncia la muerte de Aleyan-Baal; a continuación vienen el duelo y los ritos
funerarios. Anat, hermana y concubina (en forma de ternera) de Aleyan, busca a
Baal y lo entierra.
Manuel NureñaChristian Franco
Rodriguez
rdosnpoSet679l2268c95313251lhlil4c1 ft5tuc545h1h08690ihau90u ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
La Resurrección de Aleyan-Baal
Siguiendo con su búsqueda, Anat llega
hasta Mot para pedirle a su hermano y amante, Aleyan. AÍ encontrar su cuerpo, lo
transporta al monte Zafon (quizás Jebel Akra, monte Casio) y lo entierra allí,
sacrificando a 420 animales de distinto tipo *. Luego se dirige a Mot y le
implora que le devuelva a Aleyan y, cuando la rechaza, lo mata. «A continuación
viene una escena curiosa en la que Anat trocea a Mot con el harpé u hoz ritual,
lo aventa, lo asa, lo muele, lo esparce y deja que se lo coman los pájaros».
Después de la muerte de Mot,
Ltpn-Eldpd escucha en un sueño que Aleyan está vivo y que la fertilidad está a
punto de volver. Alegrándose, lleva la noticia a Anat. La búsqueda continúa con
la ayuda de Shapash, la diosa del sol y guardiana de la muerte ?.
Posteriormente, se explica la
victoria de Baal sobre Mot y sus seguidores. Mot anuncia a Aleyan que después
de siete años sufrirá el mismo destino que Anat le infligió a él mismo.
Aleyan regresa y se sienta en el
trono de Baal. Shapash anuncia el final de Mot, que baja al mundo subterráneo.
El texto acaba con una invocación de
Shapash y con un rito en el que se arrojan dos objetos al mar.
La significación agrícola de Mot se
aclara en el trato que recibe de Anat. Se trata de lo mismo que se hace con las
últimas gavillas en la época de cosecha, rito que ha sido profusamente
ilustrado por Frazer. Mr. Schaeffer * dice que este rito consiste en «tomar de
él su carácter sagrado para permitir su utilidad profana. Al dispersar la carne
de Mot, esto es, al esparcir el trigo, la diosa devuelve a los campos el
espíritu de la vegetación, asegurando la cosecha del año siguiente». Parte del
trigo se asaba y se molía para comer, y otra parte se reservaba para esparcirla
por los campos.
Mot es, al mismo tiempo, el trigo
cosechado y el señor del mundo subterráneo. Se trata del Pluto griego, el rey
de la muerte y también de la riqueza que se almacena en el silo del mundo
subterráneo durante la sequía veraniega que sigue a la cosecha, cuando los
campos se agostan y desaparece toda la vegetación. La sugerencia en el texto de
que Aleyan-Baal con su padre por un lado, y Mot en el otro, gobiernen en
períodos alternantes se explica por referencia a al dos períodos del año
agrícola en Canan: el calor y la sequía del verano cuando reina Mot, y las
lluvias, la vuelta de la vegetación y el llenado de los arroyos, marcado por la
resurrección y el reinado de AleyanBaal ”. El parecido con el ritual y el mito
Eleusino es extraordinario. Como ya he señalado en otra parte *, el período
durante el cual Perséfone, raptada por Pluto al principio del verano, permanece
en el mundo subterráneo, no es, como se supone normalmente en los climas
nórdicos, el invierno, sino la sequía veraniega que viene después de la
cosecha. Regresa al mundo superior en forma de semilla para ser Salada en la
siembra de otoño, la época del festival principal de Eleusis. Se la simboliza por
las áragxaí [aparjaí, primicias] de la cosecha que los ce griegos enviaban a
Eleusis. Por consiguiente, «desciende» al almacén subterráneo de Pluto en la
época de la cosecha y «asciende» (dvodos [ánodos)) en otoño, cuando se saca
para la nueva siembra la semilla atesorada de la que depende la vida de la
comunidad. Su matrimonio sagrado con Pluto tiene lugar mientras se encuentra
bajo la tierra. Cuando desciende es una virgen (Kore), pero regresa como madre
de la nueva cosecha (Deméter) en otoño.
Rocio HerviasChristian Franco
Rodriguez
rdosnpoSet679l2268c95313251lhlil4c1 ft5tuc545h1h08690ihau90u ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
La Batalla de Baal con Mot y su
Ejército
En tanto que señor del mundc
subterráneo, Mot, como Pluto-Hades, tiene un segundo aspecto que simboliza los
poderes de la Muerte. De acuerdo con esto, él y sus seguidores aparecen de
nuevo en el mito como los enemigos a quienes Baal tiene que combatir y expulsar
al mundo subterráneo antes de la subida al trono de su hijo Aleyan. Bajo este
aspecto, Mot recuerda a Cronos, en su faceta de dios de la recolección, que
conduce a los Titanes contra Zeus y sus Olímpicos.
El mito precedente está muy
relacionado con los de Ishtar y Tammuz, de Isis y Osiris, y de la muerte y
resurrección de Bel. Como hemos visto, esta parte del relato se incluye en la
base del festival del Año Nuevo en Babilonia, en la que el significado agrícola
de los ritos casi ha desaparecido en una civilización urbana avanzada. El
énfasis se pone en el triunfo del dios-rey sobre el dragón Tiamat-Leviathan, el
establecimiento del den físico y social y la instalación del rey divino en su
templo.
Edgar Pérez BedregalChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños, Christian! pásala bonito junto
a la familia
Gracias Edgar, Terminada la
comparación
Entre el Enuma Elish, el canto de
Zeus de Heidoso y el mito cananita de Baal ¿Podemos establecer su raíz común?
Pienso que sí, este es el arquetipo
del héroe civilizador, que vence el caos
trayendo orden, logrando el ciclo de lo sagrado base de las civilizaciones
antiguas, pero lo que nos importa es establecer como del mito se pasa al
sistema filosófico de los jonios y luego como este sistema llega al sistema platónico.
Pero primero veamos el rito De
Marduk:
El mito cosmogónico y el ritual
Hasta ahora hemos encontrado el
esquema abstracto o modelo del sistema físico de Anaximandro en el tipo de
cosmogonía que aparece en Hesíodo y en el Génesis en un momento ya muy avanzado
del camino hacia la completa racionalización. También hemos tenido la
oportunidad de observar cómo la historia de la vida de Zeus, desde la
separación inicial de Gea y de Urano hasta la subida al trono y el matrimonio
del nuevo rey, comprende el mismo campo que la cosmogonía, la cual finalizaba
con el matrimonio entre el Cielo y la Terra. Es la misma historia contada en el
lenguaje del auténtico mito, un drama de la creación en el plano sobrenatural,
entre cuyos actores se incluyen gigantes y monstruos de una especie que ya
había sido completamente extinguida desde la teología humanizada de Homero.
Tenemos la impresión inevitable de que las formas corteses y afables de los
Olímpicos de Homero se encuentran fuera de lugar en esta guerra de fuerzas
elementales. Unicamente tenemos que considerar, por ejemplo, el choque que
experimentamos cuando pasamos de la descripción dl diosa engendrada a partir de
la semilla de los soil mutilados del padre del Cielo, a las líneas finales, en
las que nos cuenta que su cometido se relaciona con «la coquetería de las doncellas,
sus sonrisas y engaños, y el dulce encanto, el amor y la bondad». No podemos
ignorar cuánto esfuerzo le cuesta a Hesíodo E en su teología sincrética las
funciones de la Afrodita homérica con dicha historia a propósito de su origen.
Tampoco podemos asegurar que tuviera siquiera la sospecha de que el mito estaba
relacionado con el culto de la Astarté asiática o chipriota y sus sacerdotes
eunucos.
La leyenda cretense del nacimiento
del dios niño que se identifica con Zeus ha proporcionado a los estudiosos
contemporáneos otra pista más que permite vincular el mito de la creación de
Hesíodo con los ritos de un espíritu de la fertilidad, el cual, como sucede con
el amante de Astarté, muere y surge de nuevo. Ahora tenemos que buscar más luz
en esta cuestión: ¿cuál es la verdadera conexión entre el mito cosmogónico y el
tipo de ritual en el que la vida de la naturaleza y de la humanidad se renuevan
anualmente en un drama de muerte y resurrección?
Juan Roque AlexChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños!
Gracias
Todos los elementos pertinentes para
dar una respuesta a esta cuestión se pueden encontrar en una sección de la
Golden Bough que trata de la muerte violenta del Dragón *. La lucha en combate
entre Zeus y Tifoeo era el episodio que precedía inmediatamente a la elevación
del primero a la nda real. Frazer y el Dr. A. B. Cook han relacionado otras dos
leyendas griegas acerca del asesinato de un dragón acuático con la asunción a
los ocho años de la dignidad real. Cadmo fue el encargado de dar muerte al
dragón en Tebas, y en Delfos fue Apolo quien mató a la Pitón. Originariamente
ambas victorias se celebraban cada ocho años al acercarse la misma estación.
Después de proponer una teoría para explicar estos hechos, Frazer subraya que
es difícil separar estas leyendas acerca del dragón de adi historias similares
compartidas en muchos lugares acerca del asesinato de un gran dragón y que se
han interpretado normalmente como mitos de la naturaleza o, en otras palabras,
como personificaciones de fenómenos físicos. Las versiones conocidas más
antigúas entre estas historias son la babilonia y la india. El mito babilónico
relata cómo en un principio el poderoso dios Marduk luchó y mató al dragón
gigante Tiamat, una encarnación del primigenio caos acuoso, y cómo tras su
victoria creó el cielo y la tierra presentes partiendo el enorme cuerpo del
monstruo en dos mitades. Una de ellas la situó en lo alto para componer el
cielo, mientras que, según
arece, empleó la otra para formar la
tierra. De este modo la hatona es un mito de la creación. En un lenguaje que
sin lugar a dudas sus autores entendían literalmente, pero que los pen sadores posteriores más avanzados interpretaban de modo figurativo, se
describe cómo la confusión fue reducida al orden, cómo emergía el cosmos a
partir del caos. El relato de la creación of en el primer capítulo del Génesis
que ha sido tan alabado por su sencilla grandiosidad y sublimidad, es
únicamente una versión racionalizada del antiguo mito de la lucha con el
dragón, un mito que por su tosquedad se emparenta con las fantasías peculiares
de los salvajes menos avanzados.»
A continuación Frazer vuelve a la
historia india de cómo Indra liberó a las aguas matando al dragón Vrtra y
observa que su asociación con el ritual propuesta para servir de ayuda al dios
en su lucha, hace que este relato no se refiera tanto a la creación como a
algunos fenómenos regularmente recurrentes, como «el desencadenamiento de las
primeras tormentas de lluvia y truenos después del tórrido calor de un verano
indio». «Tal batalla de los elementos podría presentarse perfectamente a la
mente primitiva en forma de un conflicto entre un malvado dragón de la sequía y
un beneficioso dios del trueno y la lluvia.» En otros climas el dragón podría
representar al invierno y el dragón asesino al afable verano.
«De modo similar se ha venido
manteniendo que muy probablemente la leyenda babilónica de Marduk y Tiamat
refleja el cambio anual que hace brotar la primavera en el valle del Eufrates.
Durante el invierno la ancha llanura babilónica se inundaba como consecuencia
de las fuertes lluvias, asemejándose a un mar. A ello hace referencia la
palabra babilonia tiamtu, tiamat. Cuando con el creciente poder del sol
desaparecen las nubes o las aguas bajan, se seca la tierra y aparece la
vegetación, entonces llega la primavera. En esta hipótesis el dragón Tiamat
representa las nubes, la lluvia y las inundaciones del invierno, mientras que
Marduk representa el sol de la primavera o del verano, el cual disipa los
poderes de la oscuridad y la humedad.»
Si seguimos esta línea de pensamiento
el paso inmediato consistirá en suponer que el significado cosmogónico del mito
como un relato de la creación debe haber sido una «idea tardía». «Los primeros
filósofos que meditaron sobre el origen de las cosas pudieron haberse representado
la creación o la evo lución del mundo a partir de la
analogía con los grandes cambios que se reflejan cada año en el rostro de la
naturaleza en las regiones que están fuera de los trópicos.» Sería natural ima-
inar que los mismos poderes hostilés
de la vida y la muerte
ubieran estado en guerra desde un
principio y que «la formación del universo cal como existe en la actualidad
hubiera sido el resultado de la conmoción sufrida a raíz de la lucha. En esta
teoría la creación del mundo se repite cada primavera... Las ceremonias que en
muchos lugares se habían realizado con el fin de adelantar la partida del
invierno o para detener la marcha del verano son, en un sentido específico,
intentos de crear de nuevo el mundo.» Tenemos que recordar cuán reducido le
parecería al salvaje un lugar Alta del mundo, dado que podía fácilmente
imaginar que era capaz de «repetir anualmente la obra de la creación mediante
sus hechizos y conjuros». Y «una vez una horda de salvajes hubo establecido
ceremonias mágicas para la renovación o la conservación de todas las cosas, la
tradición y la fuerza de la costumbre tenderían a mantenerlas en práctica mucho
tiempo después de que las antiguas y limitadas ideas acerca del universo
hubiesen sido reemplazadas por concepciones más adecuadas y la tribu incrementase
sus miembros hasta convertirse en una nación».
Si nos detenemos en este punto con la
intención de reflexionar sobre las citadas obras del «pensamiento primitivo»
podemos apreciar, como el mismo Frazer parece haber sentido, que este relato
es, de alguna manera débil e insustancial. Se inicia en la conocida
transformación anual de la naturaleza. Una horda de salvajes establece
ceremonias para promover esta transformación y, al mismo tiempo, su cimgular
fantasía» la concibe en forma mítica como una batalla entre un dios y un
dragón. Entonces, como si nos encontrásemos ante un «pensamiento posterior», el
salvaje confiere al mito un ienificado cosmogónico y anuncia que el mundo se
creó al ser cortado un dragón por la mitad, actuando de modo similar a como lo
haría un filósofo de los primeros tiempos que meditase sobre el origen de las
cosas. Finalmente, tanto las ceremonias religiosas como el mito cosmogónico se
conservaron por la fuerza de la costumbre en las comunidades urbanas altamente
civilizadas en Babilonia.
Elena LoayzaChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Cuando nos ocupemos de los detalles del festival del Año Nuevo
babilónico y de la llamada Epica de la Creación, como haremos dentro de poco,
encontraremos difícil de creer que un ceremonial tan elaborado e impresionante
pueda haber tenido un origen tan pobre. El relato anterior que, es justo decir,
evidentemente no satisfacía a Frazer, se encuentra radicalmente viciado por una
concepción equivocada de la relación entre mito y ritual. A lo largo de este
libro me he esforzado en probar que la filosofía Jonia de la naturaleza no nace
directamente de una observación imparcial de procesos naturales. Un error
análogo consiste en imaginar que todo el complejo de los ritos religiosos y
doctrinas que ahora consideramos tienen su única raíz última en una descripción
ligeramente velada del advenimiento de la primavera.
Frazer pasa a presentar esta conjetura, ya formulada por H. Zimmern y
otros orientalistas, según la cual el mito de la muerte violenta del Dragón
puede haber sido recitada y representada en el gran festival del Año Nuevo de
Marduk que se celebraba en Babilonia «como un conjuro para disipar las
tormentas, evitar las inundaciones del invierno y adelantar la llegada del
verano». Continúa escribiendo:
«Dondequiera que los dramas sagrados de esta clase se representaban como
ritos mágicos para la regulación de las estaciones, sería natural que el bapal
principal lo desempeñase el rey, debido en primer lugar a su carácter de jefe
de los magos y de otro lado, en calidad de representante y encarnación del dios
benéfico que vence a los poderes del mal. En consecuencia, si el mito de la
muerte violenta del Dragón se representó siempre con esta intención, el rey
figuraría en la obra propiamente como el campeón victorioso, mientras que el
monstruo derrotado sería representado por un actor de un rango inferior. Allí
donde el desempeño del oficio real se limitaba a un tiempo determinado, al
final del cual se ajusticiaba inexorablemente al rey, podía adjudicársele al
monarca el elemento fatal del dragón, como representante del antiguo orden, del
año ya pasado o del ciclo ya transcurrido, mientras que el elemento
correspondiente al dios victorioso o héroe podría ser asumido por su sucesor y
verdugo.»
Esta conjetura ha sido confirmada y
elaborada por la investigación más reciente. Ahora se sabe que el ritual
babilónico se desarrollaba en un nivel muy superior y más impresionante del que
pudiera alcanzar una batalla simulada entre un mago real y un sacerdote que se
hiciese pasar por un dragón. También se sabe de modo similar que cl mito de la
creación que acompañaba al ritual era algo que sobrepasaba con mucho a la
singular fantasía de una horda de salvajes. Nos estamos pao de ideas religiosas
y de instituciones de Estados altamente civilizados. De ahí que Mr. Breasted,
después de describir la organización del Estado egipcio durante los primeros
dos o tres siglos del Imperio Antiguo, aproximadamente desde el año 3400 a. C.,
señala que «en el siglo trigésimo antes de Cristo había alcanzado un desarrollo
detallado de las funciones estatales mediante el concurso de funcionarios locales,
a los que no podemos encontrar en Europa hasta que no llegamos a la historia
del Imperio Romano... El arte y la mecánica alcanzaron un nivel de excelencia
sin precedentes jamás superado posteriormente» ?. Algunas afirmaciones
similares podrían hacerse a propósito de las ciudades mesopotámicas de las que
obtuvimos la evidencia de que disponemos acerca del culto a Marduk. Por
consiguiente parece poco acertado hablar en este respecto de una mente
primitiva. Hacemos bien en recordar
ue el recitado de los primeros
capítulos del Génesis todavía ema parte de las ceremonias que tienen lugar en
nuestras iglesias. Hay otras condideraciones que también debemos tener
presentes. Al discutir el fenómeno de la separación de la tierra y el cielo
hemos comparado el mito de Hesíodo con algunos ejemplos procedentes de
Polinesia. Los polinesios, en vista de su rica herencia de literatura oral, en
la que se incluyen poemas de gran belleza, no pueden ser comsidarados
precisamente como salvajes primitivos. Si algunos de sus mitos cosmogónicos nos
parecen extremadamente toscos, siempre existe la posibilidad de que los
investigadores europeos hayan escuchado únicamente una versión «familiar» de la
misma que a su vez haya degenerado convirtiéndose en una historia popular tan alejada
de la formulación original como lo están la atalla de San Jorge y el Dragón en
la obra de máscaras y la confronta ción
entre Marduk y Tiamat. Como señala Mr. J. C. Andersen, «no sabemos cómo se
permitían deliberadamente muchas de estas versiones “familiares”; los tobuwnga
estaban bien enterados de éstas, pero no tenían problemas a la hora de
rechazarlas o de reemplazarlas por la enseñanza superior. Y ésta tampoco
encuentra una hanieocón similar en la religión moderna, donde las verdades más
elevadas producirían únicamente perplejidad a muchos» ?. Los ejemplos de mitos
semifilosóficos de la creación que suministra Mr. Andersen y que serán
comparados con los Upanishad proporcionan pruebas suficientes de la existencia
de una enseñanza superior.
Walter Andres Caceres
UgarteChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Parece incluso más importante que
tener en cuenta esta advertencia, la necesidad de corregir la concepción
supuestamente implicada en el relato de Frazer, a propósito de la relación
entre mito y ritual *, Los griegos distinguían, como si se tratase de los dos
elementos de un misterio, entre las cosas hechas (dromena) y las cosas dichas
(legomena). El factor principal es la cosa hecha. Es también el punto de
partida adecuado para la investigación. En vez de ocuparnos de retratar una
hipotética horda de salvajes no adscritos a ningún tiempo ni lu-
ar particulares, reunidos alrededor
de la hoguera y especulando acerca del origen del mundo, podemos tomar como
punto de partida una serie de ritos que sabemos han sido realizados en las
ciudades de Mesopotamia en la fecha que indican los primeros testimonios
históricos que poseemos. Como hemos señalado, los ritos están ya extremadamente
elaborados. Antes de éstos debe haber haber transcurrido un período
prehistórico muy largo de desarrollo en las fases más elementales de la
organización social, el cual retrocedía hasta la época paleolítica, no sabiendo
nadie cuándo ni dónde llegaba a su fin, en algún momento que podría denominarse
«primitivo». Pero, como observa el profesor Hooke, «el término “primitivo” es
puramente relativo. La única clase de comportamiento o mentalidad que podemos
reconocer como “primitiva”, en sentido estricto, es aquella que puede
demostrarse que corresponde históricamente al origen de la civilización. Las
civilizaciones más antiguas que
conocemos son la de Egipto y Mesopotamia y la evidencia más antigua que podemos
reunir con respecto a estas creencias y prácticas all predominantes constituyen
para nosotros lo que es “primitivo” en un sentido histórico» ?. Las creencias
particulares y prácticas que se relacionan con nuestro argumento son las del
festival del Año Nuevo babilónico, que data de una época en la que las artes de
la agricultura se encontraban firmemente arraigadas y el rey gobernaba sobre un
número elevado de grandes ciudades dadas a la industria y al comercio.
Una vez hayamos examinado las cosas
hechas, esto es, el ritual, será el momento adecuado para considerar más de
cerca la relación entre las cosas hechas y las cosas dichas, es decir, el mito.
Por el momento es suficiente señalar como un hecho indudable que el mito de la
creación estaba vinculado con el festival del Año Nuevo de dos maneras: (1) se
recitaba en el transcurso de las ceremonias con el fin de reforzar su eficacia,
y (2) ésta «consta de una descripción de lo que se hace, es la historia que el
ritual representa»
Gabriela Fernández ChangChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños!
Muchas gracias
El festival del Año Nuevo
que tenía lugar al comienzo de la primavera ocupaba los primeros once días del
mes de Nisán en Babilonia. Aunque existe testimonio de las prácticas llevadas a
cabo entre el día segundo y el día quinto del mes de Nisán, las
correspondientes a los últimos días han sido parcialmente reconstruidas a
partir de la evidencia indirecta ”. En el segundo día de Nisán el sumo
sacerdote recitaba ante la estatua de Marduk una larga oración relacionada con
el triunfo del dios sobre Tiamat e invocaba el favor del primero para su
templo, Esagila, y para la gente de la ciudad. Entonces se daba entrada a otros
sacerdotes y cantores. Otra oración solicitaba la ayuda de Marduk frente a
todos los enemigos naturales o sobrenaturales.
En el tercer día de Nisán se
fabricaban dos figuras con el fin de ser utilizadas el sexto día, portando una
serpiente y un escorpión respectivamente. Se supone que representaban poderes
maléficos que amenazaban con hacer daño a Bel-Marduk.
En el cuarto día de Nisán seguían
ofreciéndose más oraciones a Bel y a su esposa Bettia antes del amanecer. En
particular se imploraba a la diosa para que intercediese ante Marduk por la
vida y prosperidad del rey y de su gente, y para que llevase de ha mano al
«servidor que a ti bendice» y le condujese ante el dios:
«En medio de la necesidad y del
peligro toma sus manos, en la enfermedad y en la lamentación concédele la vida,
para que pueda caminar siempre con alegría y satisfacción y proclame la
excelencia de tus actos a todo el mundo.»
Al alba, el sacerdote principal
dirigía una oración o conjuro a la constelación cuyo helíaco naciente anunciaba
la primavera. Por la tarde, después de los servicios diarios, éste recitaba la
«Epica de la Creación» desde el principio hasta el fin.
En el quinto día del mes de Nisán se
realizaban una serie de ceremonias singulares. El templo era purificado por un
hechicero o sacerdote especializado en encantamientos. Rociaba agua, untaba las
jambas con aceite y los muros con la sangre de una oveja, cuyo cadáver era más
tarde arrojado al río con el fin de desprenderse de toda impureza. Entonces los
artesanos comenzaban a revestir la capilla de Nabu con un dosel que recibía el
nombre de «el cielo de oro». Marduk y otras deidades eran invocadas con el fin
de expulsar fuera de allí toda influencia negativa antes de que llegara Nebo al
día siguiente procedente de Borsippa.
Daniel Ricardo JiménezChristian Franco
Rodriguez
orsendptoSa6h77h0 6gct7h0m3m11l3i16u253lug9c6h5ia30cuma0u5hl ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Las ceremonias descritas hasta el
momento presente parecen tener un carácter preliminar, consistente en realizar
innovaciones y lustraciones que preparan el escenario adecuado para la
aparición del principal actor humano.
«Ahora el rey participaba desde el
primer momento. Escoltado por sacerdotes se le dejaba inmediatamente solo ante
la es tatua. Pronto aparecía el sumo
sacerdote y éste le arrebataba sus atributos de realeza: su cetro, su anillo,
su cayado y su corona, depositándolos en un taburete ante Marduk. A
continuación daba un golpe al rey en la mejilla, le tiraba de las orejas y le
obligaba a arrodillarse ante el dios. Al ser humillado de esta forma, el rey
tenía que recitar una especie de “confesión de arrepentimiento”:
»Yo no he pecado, oh señor de los
países, y no he sido negligente con tu divinidad,
»no he destruido Babilonia, no he
ordenado su ruina,
»no he perjudicado en nada a Esagila
y sus ritos no han sido olvidados,
»no he golpeado la mejilla de la
gente que está a mi cargo... ni he provocado su humillación,
»me he preocupado por Babilonia, y no
he derribado sus muros.
El sacerdote jefe respondía a éste
con un mensaje de alabanza y bendición dirigido al dios; éste escucharía su
oración, aumentaría su ajetad: y derrotaría a sus enemigos. Al oír estas
palabras, el rey podía reasumir en este preciso instante su condición de
soberano, y a través de las manos del sacerdote, el dios le devolvía
inmediatamente los símbolos de la realeza. No obstante, el sacerdote le
golpeaba una vez más en la mejilla. Y esto no lo hacía precisamente con
delicadeza, porque el hecho de que aquél derramara lágrimas era señal de que
agradaba a Bel y, en caso contrario, de que Bel estaba entada O y de que el
enemigo se levantaría y perseguiría su ruina.»
Al final del día, el rey y el sacerdote
se reunían en un agujero excavado para quemar un haz de cañas en presencia de
un toro blanco. Daba comienzo una oración con las palabras, «Toro divino, luz
gloriosa que ilumina y oscurece», le que se interpretaba como una supervivencia
de aquel tiempo en el que el dal aparecía simbolizado por el toro al comenzar
la primavera.
Desgraciadamente las tablas que
describen el ritual se detienen repentinamente en el preciso instante en que el
rey comenzaba a tomar parte en él. Si tuviéramos un testimonio completo de los
restantes seis días, podríamos comprobar cómo éste aparecía, sin lugar a dudas,
como la figura central de todo el festival. No obstante nos queda un comentario
del ritual que explica ciertas acciones que lleva a cabo el rey, simbolizando
lo que hiciera Marduk cuando prendió fuego a Qingu, el esposo de Tiamat, como
cuenta el mito de la creación, empuñando su arma para arrasar a los hijos de
Enlil y Ea, etc.
Es interesante señalar cómo en la
humillación ceremonial del rey el énfasis ya recae sobre su función social como
garante de la justicia y defensor de su gente frente a sus enemigos. Gran parte
de su función religiosa como rey sacerdote corres-
onde a un sacerdocio organizado de
manera compleja que se lee cargo por completo del ritual, aunque el rey
desempeña su papel principal en calidad de representante del dios.
Carlos LettsChristian Franco
Rodriguez
sprntSoodefi10i96l0l64c t0u6a5h7f1ial1fa0fh5lc5gth6f05lfcha0 ·
abrazo!
Abrazos
En el sexto día del mes de
Nisán, el acontecimiento más importante era la llegada del hijo del dios, Nabu,
procedente de su propio templo de Borsippa. Las dos figuras confeccionadas en
el tercer día de Nisán eran decapitadas y quemadas ante su presencia. En el
mismo día todos los dioses llegaron a Babilonia, incluidos Anu y Enlil,
procedentes de Erech y de Nippur respectivamente, con el fin de «tomar las
manos del gran señor Marduk» y unirse en procesión hacia la Casa del festival.
El objetivo último de ésta consistía en «fijar los destinos» del año venidero
en dos ocasiones distintas (los días 8 y 11 del mes de Nisán), lo que se hacía
en la Sala de la Asamblea emplazada en la parte del templo dedicada a Nabu. Al
ser escriba de los dioses, la obligación de Nabu era escribir sobre las tablas
del destino los destinos favorables y desgraciados determinados por los dioses.
La correspondencia existente entre el rito y el mito de la creación es
extraordinaria, porque «en la época de la creación sucede una doble fijación de
los destinos; el primero, cuando los dioses determinan que Marduk sea ombedo su
paladín frente a Tiamat, y en segundo lugar, el que tiene lugar en el mismo
Esagila, templo construido por los Anunnaki para Marduk tras la creación de la
humanidad... Cada año los dioses determinaban en Babilonia un nuevo “destino”
para que Marduk dominase sobre todos y,
sin duda, por analogía, para que ocurriese lo mismo con el rey de Babilonia
como su representante mundano»
Segundo Valle CortezChristian Franco
Rodriguez
sprntSoodefi10i96l0l64c t0u6a5h7f1ial1fa0fh5lc5gth6f05lfcha0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Hay vestigios de otros
ritos significativos correspondientes a estos últimos días. Uno de ellos es el
Matrimonio Ritual, «simbólicamente de primerísima importancia que, de hecho, es
el acto de culto de una antigua religión agrícola del que dependía la
fertilidad de la tierra a lo largo del año». El testimonio procedente del período
sumerio confirma el relato de Herodoto, quien se refiere a la cámara nupcial
del dios situada en lo alto de la plataforma de la torre y «algo conocemos de
cómo tenía lugar la llegada ceremoniosa de la diosa novia, el ofrecimiento de
regalos de boda y el efecto beneficioso que, se pensaba, produciría la unión
divina, en particular, el aumento de las aguas que regaban la tierra y
generaban sus frutos». En este sentido, el festival del Año Nuevo era una
versión local de un rito practicado en cada una de las ciudades antiguas, en
donde el gobernante local se hacía pasar por el dios local. La ceremoEA se
generalizaba con el matrimonio mítico de Tammuz e Ishtar.
Algo se conoce también
acerca de la procesión en la que el rey «tomaba la mano de Bel» para llevaria a
través del Camino Sagrado desde Esagila hasta la Casa del festival, situada
fuera de la ciudad. Se mantenía una celosa vigilancia ante los posibles accidentes
y los presagios desfavorables.
Fernando AragónChristian Franco
Rodriguez
sprntSoodefi10i96l0l64c t0u6a5h7f1ial1fa0fh5lc5gth6f05lfcha0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian
Gracias
No se nos cuenta lo que hicieron
Marduk y los demás dioses durante los tres días (desde el día 8 hasta el día 11
del mes de Nisán) en la Casa del festival. Se supone que allí debían ofreda
representaciones dramáticas de la batalla de Marduk y Tiamat.
Marjorie Delgado del Carpio escribió
en tu biografía.
prntSoodefi10i96l0l64c t0u6a5h7f1ial1fa0fh5lc5gth6f05lfcha0
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias tía
La representación de la Muerte y
Resurrección de Bel queda atestiguada por los fragmentos de un comentario que
pre-
tendía revelar «el significado último
de ciertos actos dramáticos que se escenificaban a lo largo del festival del
Año Nue vo». Mr. Gadd ofrece un breve resumen
de su contenido ?: «Bel se encontraba prisionero en la montaña o reino de la
muerte; estaba herido, golpeado y despojado de sus ropas. Un cierto “Pecador”
que estaba con él fue conducido a otra parte y más tarde, ajusticiado. Tras la
desaparición de Bel, la ciudad se vió inmersa en una contienda, pero finalmente
se le volvió a traer gracias a la intervención de su esposa, quien permaneció a
la puerta de la tumba lamentándose ante él y suplicando la ayuda de los dioses,
los cuales por fin practicaron un agujero y lo liberaron».
Este episodio queda suprimido
completamente en el mito de la creación, pero un texto recientemente publicado
hace alusión a la victoria de Tiamat sobre Marduk, la cual, aun en el caso de
que no hubiera tenido lugar, «sería meramente análoga a la obra de un monstruo
que ocasiona la muerte del dios en las demás historias Tammuz».
La extremada complejidad del ritual
que anteriormente hemos resumido de manera incompleta puede deberse en parte a
la transferencia a la ciudad de un cierto número de ceremonias más simples
originalmente practicadas en el campo. Los ritos agrícolas que intentaban
aumentar la fertilidad se espaciaban en A transcurso del año, celebrándose
algunos en tiempos de la siembra, otros cuando el grano comenzaba a germinar,
otros a recoger la cosecha. Dejando a un lado lo que sucede en la tierra, el
ciclo completo puede condensarse en un único festival de apertura del año
nuevo, o bien en dos, que tendrían lugar en la primavera y en la siembra del
otoño respectivamente, como sucedía en Eleusis '%, En el caso que nos ocupa, el
núcleo central de todo el festival es evidentemente la renovación de la vida de
la naturaleza a través de la muerte, la resurrección y el matrimonio del
espíritu de la fertilidad, encarnado en el rey. Todavía pueden reconocerse
huellas de esta fase mucho más temprana, en la que la representación humana del
espíritu podía ha ber sido asesinada y reemplazada por
su asesino, o simplemente depuesta, al decaer su vigor y su fuerza, para dar
paso a su hijo. Pero en Babilonia el rey se ha convertido en una figura muy
impc tante, situado a la cabeza de una gran jerarquía de funcionarios e
imponiendo su dominio sobre muchas ciudades. La conexión existente entre sus
poderes físicos y la fertilidad de los hombres, animales y cosechas no se ha
olvidado, pero permanece oculta. En lugar de una muerte literal o una
deposición, encontramos la humillación simbólica del rey y la restitución de su
soberanía, lo que lleva a cabo en privado el sumo sacerdote, así como la muerte
y resurrección de Bel, aspectos éstos que desaparecen del mito de la creación
para conservarse únicamente en un drama místico **, Ahora todo el énfasis recae
sobre otros aspectos de la función real: el mantenimiento del orden social a
través de la justicia regia y la protección de la gente por su victoria frente
a sus enemigos. De acuerdo con el principio astrológico tan importante en el
seno del pensamiento babilonio —«así en la tierra como en el cielo»—, el orden
social tiene su contrapartida en el orden celestial de las estrellas y de este
modo se proyecta hacia el exterior extendiéndose por todo el cosmos. El rey
divino se encuentra en el centro del universo y no sólo en el centro de una
ciudad o una nación. Y su victoria sobre los enemigos de su gente tiene su
contrapartida en la victoria de Marduk sobre las fuerzas de la oscuridad y del desorden, la cual establece las
fronteras del mundo y sitúa las estrellas en sus trayectorias.
En la modernidad esto es tan complejo,
el rey es la propia oscuridad y el
burgués es un rey que va siendo depuesto por la oscuridad que el mismo engendro,
esto en mi madre se hace tan latente hecha Tiamat ¿Debo ser yo Marduk? No, el Marduk contemporáneo no puede
destrozar a la dragón sino más bien dejarse destrozar por ella para ver si
queda en el fondo un pco de bondad, tengo miedo de que no quede nada de eso en mí y que al final mi sacrificio sea vano, ayer
hablaste con ella y quedo mal ¿Cómo culparte? No podría ella realmente está muy mal y la impotencia al no poder redimirla
cada vez se parece más a un cinismo frio y cruel en mi pecho, felizmente aun me
queda la tristeza, hoy no pudo desarme feliz cumpleaños, quería destrozar a alguien
otra vez fui yo y otra ve ella se sintió
culpable de ser un dragón, esperaba que la descuartizara y por fin poder fin a
su dolor, pero yo la encara con su acción y se quedó atrapada en su culpa una vez más, por lo menos
tiene la culpa, hoy esta es escasa Trump
es un dragón y cínicamente nos lo avienta, diciendo que le besemos el trasero y
se lo besamos, cuanto quisiera que me despierte la indignación, pero en secreto
me rio, ¿Es el final de la civilización?
O la consolidación de la misma ¿No es acaso el héroe el real dragón?
Carlos Pulido-MontoyaChristian Franco
Rodriguez
sprntSoodefi10n96l0l64c1t0u6a5h7f4ial1famih5lc5gth6f05lfc a0 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias Carlos
Estos son los aspectos dominantes en
la llamada épica de la creación. El término «épica» es un nombre imaginario. El
documento, conocido por sus palabras iniciales como el Enuma elis, es
esencialmente un Himno a Marduk. Se ajusta al propósito original de un himno,
el cual no es meramente una manifestación de alabanza que celebre las hazañas
gloriosas del dios, sino un conjuro que refuerza el efecto del ritual al que
acompaña y al mismo tiempo reflexiona sobre el alcance magnífico de la acción
divina. Así como las ceremonias del festival de la primavera renuevan o recrean
la vida del hombre y de la naturaleza y aseguran el mantenimiento del orden
físico y social durante otro año, de
igual modo Marduk instauró en un principio el orden y creó la vida que se mueve
dentro de él.
Existe una tradición continuada según
la cual el mundo fue creado en el equinoccio de primavera ??.
Non alios prima crescentis origine
mundi inluxisse dies aliumve habuisse tenorem crediderim: ver illud erat, ver
magnus agebat orbis, et hibernis parcebant flatibus Euri
cum primum lucem pecudes hausere,
virumque ferrea progenies duris caput extulit arvis, inmissaeque ferae silvis
et sidera caelo *?,
El profesor Hooke señala que la
Fijación de los Destinos por los dioses durante los tres últimos días del
festival babilonio era claramente el final al que tendía todo el ritual del Año
Nuevo.
«Era, en un sentido literal, la
creación de un Año Nuevo, la eliminación de la culpa y de la corrupción del año
viejo y la afirmación de seguridad y prosperidad para el año venidero. A través
de esta ceremonia se aseguraba el funcionamiento conveniente de todas las
cosas, del sol, de la luna, las estrellas y las estaciones en su orden
establecido. El significado ritual de la creación descansa en el hecho de que
sucede una nueva creación año tras año como resultado de estas ceremonias. La
concepción de la creación en esta etapa de la evolución de la religión no es cosmológica
sino ritual. No ha surgido como una mera respuesta a las especulaciones acerca
del origen de las cosas, esencial para el bienestar de la comunidad.»
Carlos Córdova AguirreChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u853006u54cm710c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Una vez hemos comprendido que el
ritual es anterior al mito, podemos formular en términos más precisos la relación
existente entre el festival del Año Nuevo y la historia de la creación. En
alguna ocasión dada, los ritos son representados por algún rey individual
acompañado por sus sacerdotes con el fin
de inaugurar un año concreto. Pero éstos deberán repetirse año tras año,
sobreviviendo durante siglos a cualquier ase de celebrantes individuales. Se
puede apreciar que existe una distinción inevitable entre el hombre que es
sacerdote o rey en cualquier momento dado y el cargo que desempeña durante un
tiempo y que luego transmite a su sucesor. El rey representa su Bano en virtud
de su cargo, no como persona individual, sino como «Su Majestad». De ahí que la
función del rey se desligue de su personalidad y se relacione con ella de un
modo similar a como se relacionan la idea eterna platónica con la multiplicidad
de los particulares que se encarnan en el tiempo. Esta función le ha sido
otorgada y puede verse privado de ella, como sucede en la ceremonia de
humillación que tiene lugar el quinto día de Nisán. Del mismo modo la acción
ritual que se realiza siempre se sitúa en un momento independiente de
cualesquiera ocasiones particulares, como si se formulase en el tiempo aoristo.
Dicha función, que incluye todos aquellos poderes mágicos que distinguen al rey
de un hombre común, adquiere un carácter arquetípico o paradigmático. La
divinidad del rey se convierte por fin en un dios en el plano sobrenatural y su
acción pública se «idealiza» asimilándose a una hazaña de ese dios. Ahora la
relación de causa y efecto se invierte. La narración de la hazaña del dios se
convierte en un mito etiológico, Se nos cuenta cómo el rey humano cumple sus
deberes animales en calidad de representante sobre la tierra de su prototipo
divino, esto es, como la encarnación o «hijo» del dios. El renueva el orden
físico y social cada primavera porque el dios instauró dicho orden y La acción
del dios viene a ser, propiamente, un único acontecimiento histórico localizado
«en el principio», más que una acción eterna y universal. Tal es el proceso a
través del cual el ritual del Año Nuevo origina el mito cosmogónico. Trasladada
al plano sobrenatural, la acción queda deliberadamente transformada y adornada
por la imaginación profética y poética con cada circunstancia que pueda
aumentar la impresión que cause.
El rey se convierte en el dios
supremo y los enemigos de su pueblo en terroríficos gigantes y monstruos. Su
contienda se pones en un nivel específico para que el universo se convulsione.
La narración se adentra en la biografía del dios y el himno que celebra sus
hazañas triunfantes se empleará ahora como
un conjuro que garantice la renovación de su favor, solicitando su auxilio en
el momento a con el fin de aumentar la eficacia de cada nueva realización del
rito
Gian ManzanoChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u843006u54cm910c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Queda señalar una consecuencia
inevitable de este origen del mito etiológico. Los ritos que éste refleja
caerán más tarde o más temprano en desuso, o bien puede que el mito viaje a
otros países donde subsistan diferentes prácticas. En tal caso los detalles,
cuyo significado primario hor se ha olvidado y hasta perdido, pueden parecer
grotescos e incluso repugnantes. La exageración poética puede hacer que el
estudioso contemporáneo entienda mal toda la historia debido a la «singular
fantasía» de una horda de salvajes dotados de un grado sorprendente de desorden
mental. Finalmente, puede relegarse al cuarto de los niños, y clasificarla como
mero «folklore». Los antiguos se detuvieron antes de llegar a esta conclusión,
pero su elección tenía por fin, bien rechazar el mito como impropio de los
dioses, bien para explicarlo alegóricamente, si su significado parecía todavía
demasiado oscuro, o bien para racionalizarlo expurgando los elementos
supuestamente monstruosos e increíbles. Los resultados de este último proceder
pueden encontrarse en el primer capítulo del Génesis, como tuvimos ocasión de
comprobar, al compararlo con el Himno babilonio a Marduk y, de modo similar,
cuando en la cosmogonía de Hesíodo lo comparamos con su Himno a Zeus.
Araceli RivasChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u833006u54cm710c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
Esto es fundamental para el arte del biotejido saber que el rito viene
primero que el mito y que el mito es la base de toda representación poética y
de toda filosofía.
La historia de la vida de Zeus
En el último capítulo tuvimos la ocasión de examinar el paralelismo
existente entre la separación del Cielo y de la Tierra en el mito de la
castración de Urano, y la abertura del gran hueco, Caos, en la cosmogonía
semifilosófica que precede al mito. Cuando la abertura hubo acaecido, la Tierra
se hizo visible, Eros apareció entre la Tierra y el Cielo, y la luz brotó en
medio de la primigenia oscuridad. Después de este primer momento el orden
cósmico se articulaba además a través del proceso mismo de la separación de
opuestos: los fuegos celestes conforman las estrellas y la tierra firme se
diferencia de los mares. Propiamente la cosmogonía finaliza con el
establecimiento de los cuatro populares elementos —el fuego, el aire, el agua y
la tierra— en sus respectivos lugares. En el caso de la historia de Hesíodo,
tomada como un todo, la cosmogonía proporciona el escenario en el que se
desarrolla el drama mítico que se relata a continuación. La acción debe
situarse en alguna parte y al proseguir, encontramos que a pesar de que la
topografía de estos acontecimientos divinos sea desde luego imprecisa, éstos se
representan en el contexto de la organización del cosmos.
Ahora tenemos que examinar el resto de la historia que las Musas
prometieron contar, acerca de cómo nacieron los dioses y tomaron posesión del
Olimpo, bajo el mando de Zeus, quien se conviertiera en Rey y repartiera a los
demás dioses sus competencias y honores. Aún puede encontrarse en este punto el
aralelismo con la cosmogonía. Así como la cosmogonía finaliza con el
establecimiento de un orden físico, de igual modo. el Himno a Zeus finaliza con
la fundación de un orden social o
político en el que Zeus, como jefe supremo, distribuye a sus soborados sus
funciones y privilegios. Zeus es el héroe de esta acción. Nos corresponde en
este momento extraer de entre la maraña de cena los episodios fundamentales de
esta historia que se encuentran dispersos. En efecto, los episo- ' dios están
desordenados y son incluso inconsistentes en relación con algunos detalles particulares,
pero creo que es un error tratarlos como si no ia entre sí ninguna relación, o
bien rechazar uno u otro porque sean incoherentes. Lo que ofrecemos a
continuación es una lista de aquellos episodios de los que nos ocuparemos:
1. El nacimiento del héroe, Zeus.
2. La batalla entre los dioses y los Titanes.
3. La batalla entre Zeus y el Dragón, Tifoeo.
4. La elevación al trono del victorioso Zeus como rey.
5. El reparto de las dignidades de los dioses.
6. El matrimonio de Zeus.
7. La creación de los animales y de la humanidad.
Encontraremos la razón que nos induce a pensar que estos episodios son
los escombros dispersos de un único mito de la
creación y, posteriormente, veremos cómo el mito mismo es una reflexión
sobre el ritual del Año Nuevo.
Carlos Chicho EyzaguirreChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u823006u54cm310c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
1. El nacimiento del héroe
Los primeros hijos nacidos como fruto
del matrimonio entre el Cielo y la Tierra son ciertos personajes que
intervendrán en la acción siguiente: los Titanes, entre los que aparece Cronos
como el único protagonista con entidad; los tres Cíclopes, quienes le
fabricaron a Zeus el rayo; y los tres Gigantes de trescientos brazos armados. A
continuación se relata la separación forzosa del Cielo y de la Tierra y más
tarde se ofrece una serie de genealogías. Entre éstas tan sólo conviene
destacar la de la nieta de Océano, la media ninfa, medio serpiente Equidna, la
cual en unión con Tifoeo genera una estirpe de monstruos.
La narración continúa con el
matrimonio de Cronos y Rea (Theog. 453). Sus primeros hijos, Hestia, Deméter,
Hera, Hades y Poseidón fueron tragados por Cronos, quien temía que uno de ellos
pudiera usurparle su trono, pues el Cielo y la Tierra le habían contando que
estaba condenado a sucumbir a manos de uno de sus propios hijos. Pero Rea, cuando
estaba a punto de dar a luz a Zeus, pidió consejo a Urano y a Gea acerca de
cómo podría ocultar su nacimiento. Ellos le presaglaron * el destino de Cronos
y le enviaron a Licto, en Creta. Gea recogió al hijo de Rea para criarlo y lo
ocultó en una gruta situada en el monte Egeo (monte de la cabra), de densa
arboleda. Dio a Cronos una piedra envuelta en pañales, que este último tragó
creyendo que se trataba de aquel hijo que un día le arrebataría su reino. El
joven Zeus creció rápidamente. Y vencido por la habilidad y fuerza de su hijo,
Cronos vomitó la piedra y Zeus la colocó en Pitia como un monumento para la
posteridad.
Las fuentes y el significado de este
mito han sido analizados magistralmente por Nilsson ?. Llegó al mundo griego
desde Creta y hay buenas razones para pensar que ocupó un lugar en la religión
Minoica. El griego Zeus, eibarbado padre de dioses y hombres, el fulminador
olímpico, tenía poco que ver con el dios mismo que naciera y muriera, y cuya
tumba se encontraba en Creta. Las situaciones del héroe tragado y vomitado por
un monstruo y del desenmascaramiento de la verdadera identidad del hijo
separado de su madre y criado por animales, se ofrecen con la intención de ser
relacionadas con cuestiones relativas a la muerte y al renacimiento. Estos y
otros elementos de la mitología Cretense y Micénica nos conducen a la
conclusión de que el dios es un espíritu de la fertilidad que nace anualmente;
que crece rápidamente con el advenimiento de la primavera; que se convierte en
un joven acompañado por su grupo de
bailarines, los Curetes, protectores de cazadores y pastores; que se casa con
una diosa árbol, y que muere para renacer al año siguiente. La dificultad
estriba en ver cómo los griegos llegaron a identificar a un dios de este tipo
con su fulminador co El único vínculo visible entre ambos es la función común
que desempeñan al propiciar la fertilidad. La muerte y la resurrección, que son
los acontecimientos centrales en el ritual del espíritu de la fertilidad, no
podían formar parte de la historia del griego Zeus. De acuerdo con esto fueron
eliminados, reapareciendo únicamente en los misterios de Dioniso, el hijo de a
Nilsson señala que la fuerza del culto extático de Dionisio que se extendió por
toda Grecia en la época arcaica se «comprende mejor, si aceptamos que éste no
consistía en una importación de un dios y de una forma de religión
completamente extraños, sino que era el resurgimiento de antiguas ideas
religiosas Minoicas y Micénicas, y quizá también de ritos que habían caído en
el olvido hacía tiempo... La característica peculiar de este movimiento es el
misticismo, al que combina con la creencia en el dios que renace y muere, que
es por su origen el espíritu de la vegetación. De este modo la antigua idea
religiosa adquiere un profundo valor emocional cuando el dios aparece como el
prototipo divino responsable del destino inexorable del hombre, cuyo nacimiento
y decadencia constituye el aspecto más destacado de los misterios. Parecería
más natural que esta idea tuviera su origen en la religión Minoica, donde el
culto al árbol (que es la vegetación) parece encontrar una expresión extática
en danzas y lamentaciones sagradas. Estas ideas fueron elaboradas por el
Orfismo, que también es una creación del movimiento religioso en la época
arcaica ?, en ocasiones adoptando la forma de mitos y ritos extranos.»
No obstante, Hesíodo ofreció el mito
Cretense recurriendo tan sólo al relato del nacimiento de Zeus, y de este modo ocupa
un lugar en la historia del joven dios que arrebata la soberanía a su padre.
Raul Angel Marin
HinostrozaChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u823006u54cm110c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
Abrazo, Christian.
Feliz cumpleaños
Gracias abrazos
La batalla entre los di0ses y los
Titanes
Acto seguido pasamos del nacimiento
de Zeus a la historia de cómo llegó a convertirse en rey.
Urano había encadenado bajo la tierra
a los Gigantes de cien brazos armados y a los Cíclopes. Zeus y los demás hijos
de Cronos los pusieron en libertad. porque la Tierra había au-
urado que Zeus y sus hermanos
vencerían a los Titanes con a ayuda de aquéllos. Entonces los Cíclopes dieron a
Zeus el trueno y el relámpago (Teog. 501 ss., 617 ss.).
Durante diez años habían luchado los
Titanes y los dioses; aquéllos desde el monte Otris, y éstos desde el Olimpo. A
continuación Zeus ofreció néctar y ambrosía a los Gigantes de cien brazos
armados y les pidió su ayuda para poner fin a este estado de cosas. Por fin,
dieron su consentimiento y poco después se desencadenó una lucha terrible en la
que los Gigantes, ayudando a los Olímpicos, arrojaron rocas a los Titanes. La
naturaleza toda se turbó: el mar resonó, retumbó la tierra y el cielo gimió
estremecido; el Olimpo vibró desde su raíz. Ármado con el relámpago y el rayo,
vino entonces Zeus desde el Olimpo para unirse a los dioses. En la tormenta que
se desató en todo el espacio comprendido entre la tierra y el cielo, los
Titanes se vieron envueltos por las llamas, y cegados por los relámpagos.
Finalmente fueron doblegados por los Gigantes y pe bajo la tierra allí donde
ésta limita con el Tártaro. Los de cien brazos armados montaban guardia allí,
sobre ellos.
Parece imposible identificar a los
Titanes que atacaron el Olimpo con los primeros hijos nacidos de la unión de
Urano y Gea: Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósine,
Febe la de áurea corona, la amable Tetis, y Cronos (Teog. 132). Con la
excepción de Cronos y Rea, estas figuras no son más que nombres vacíos y no
podemos suponer que Temis y Mnémosine, quienes más tarde se convirtieron en
novias de Zeus, sufrieran prisión en el Tártaro, o que estas últimas y Febe, la
de áurea corona, pudieran haber combatido a los Gigantes arrojadores de rocas
*, En la lucha con los Tita nes, Cronos ni siquiera es
nombrado, aunque en Teog. 851 (en el episodio de Tifoeo) se señala que se
encuentra con los Titanes en el Tártaro. Los asaltantes del Olimpo son demonios
anónimos o poderes del mal y del desorden. Pensamos que Hesíodo no ha logrado
armonizar este episosio con el derrocamiento del antiguo rey, Cronos, a manos
del joven rey, Zeus. Pero el episodio no ha sido eliminado de este relato, pues
tiene su lugar propio en la tradición.
Pedro LinaresChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u853006u54cma10c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
La batalla entre Zeus y el Dragón
Una vez que los Titanes hubieron sido
expulsados, la Tierra, en unión con Tártaro, concibió su hijo más joven,
Tifoeo. El monstruo tenía cien cabezas de serpiente y lanzaba fuego desde sus ojos.
Sus múltiples cabezas emitían gritos de todas las clases, unas veces sonidos
inteligibles, otras, como los rugidos que produce un león o los mugidos de un
toro, o bien como el silbido de una serpiente. Se habría convertido en rey de
mortales e inmortales si Zeus no hubiese intervenido. El dios tronó y el Olimpo
tembló bajo sus pies. El calor del trueno y el relámpago de Zeus, así como el
fuego y el viento huracanado del monstruo, se apoderaron de la tierra, el mar y
el cielo. Zeus se armó con el trueno, el relámpago y el rayo, saltó sobre el
monstruo desde el Olimpo y envolvió en llamas sus cabezas. Vencido y fustigado
por sus golpes, Tifoeo cayó de rodillas. La tierra se fundía por efecto del
fuego abrasador. Entonces Zeus hundió a Tifoeo en el Tártaro. De él proceden
los vendavales que hunden los barcos y azotan la tierra ?.
Evidentemente este dragón es el mismo
Tifón mencionado anteriormente y que se
cuenta, estaba unido a la ninfa medio serpiente Equidna, nieta de Océano. Como
fruto de su matrimonio, nació una estirpe de mostruos. El primero que hace
referencia a aquél es el poeta del Catálogo (71. II, 781 ss.), quien habla de
la tierra que sufre bajo el látigo del colérico Zeus por obra de Tifoeo, «en el
país de los Arimi, donde se dice está el lecho de Tifoeo». Esta referencia a la
que parece aludir Hesíodo * es razón suficiente para no marginar este episodio
de Tifoeo como si se tratase de una adición posterior a la Teogonía.
Se dice que Ferécides de Siro había
hablado del «nacimiento de Ofioneo y de la lucha de los dioses». Dos ejércitos,
al mando de los cuales se encontraban Cronos y Ofioneo se desafiaron
mutuamente, acordando que el que cayera en Ogeno debería considerarse derrotado
y sus vencedores deberían ocupar el cielo ”. Esta historia reaparece tras la
cosmogonía Orfica en el Apolonio de Rodas (1 503). Ofión y Eurínome, hija de
Océano, dominan el Olimpo. Ofión cede por la fuerza su posición a Cronos y
Eurínome hace lo mismo con Rea, y ambos se sumergen en las olas de Océano.
Cronos y Rea gobernaban a los dioses bienaventurados que eran los Titanes,
cuando Zeus era tan sólo un niño que vivía en la cueva Dictea antes de que los
Cíclopes le armaran con el rayo y el relámpago.
Encontramos vestigios de una versión
más completa de este episodio si nos trasladamos al este, en la que el dragón
ha vencido en un principio al dios. Píndaro asocia este mito con la cueva
Coricea situada en Cilicia (Pit. 1, 16). Así lo hace igualmente Esquilo (p. V.
353) y también aparece esta versión en la narración de Apolodoro (I, 6,3).
Tifón tenía la cabeza y el tronco de
un hombre, pero su altura sobrepasaba la de las montañas, y su cabeza
acariciaba las estrellas. Sus manos llegaban al este y al oeste, y de ellas
surgían cientos de cabezas de dragón. En la parte posterior de los muslos tenía
anillos de víboras cada Su cuerpo estaba dotado de alas y lanzaba fuego por los
ojos. Y atacó al cielo arrojándole
rocas. Los dioses huyeron a Egipto y al ser perseguidos se transformaron
adoptando formas animales Y, Zeus arrojó rayos a Tifón y le hol eó
contundentemente con una hoz. Habiéndole perseguido ar el monte Casio, que
corona Siria», atrapó por fin al monstruo herido. Tifón rodeó a Zeus con sus
anillos, le arrebató la hoz de sus manos y cortó los tendones de sus manos y pies.
Llevó a Zeus a través del mar hasta Cilicia y le dejó en la cueva Coricea. Los
tendones se encontraban ocultos en una piel de oso, custodiados por una dragón
hembra. Hermes y Egipán se los restituyeron a Zeus, quien persiguió a Tifón con
un carro alado, hasta que finalmente lo aplastó y lo sepultó bajo el monte
Etna. De ahí las erupciones volcánicas.
La exageración oriental de la
historia concuerda con otras indicaciones que ponen de relieve su origen
asiático. Se ha encontrado una historia Hetita análoga ?, en la que el dios
meteorológico del cielo está en guerra con el Dragón de las profundidades. El
Dragón se apodera del corazón y del ojo del dios con el fin de desarmarle. Son
recuperados gracias a la ayuda de una doncella, la hija del Dragón, quien se
casa con el hijo del dios y se los entrega. Entonces el dios vence al Dragón.
En el mito babilonio de la
lucha de Marduk y Tiamat, que examinaremos posteriormente, hay un motivo para
creer que el Dragón de las aguas obtuvo en un principio la victoria de una
manera similar e incluso que mató al dios, el cual volvió luego a la vida. Como
observa Mr. Gadd, «no hay nada de esto en la épica de la creación, pero un
texto publicado muy recientemente contiene, en efecto, una insinuación de la
victoria de Tiam 1t sobre Marduk. Si así fuese, se asemejaría únicamente a la
obra de un monstruo que provoca la muerte de los dioses, tal y como aparece en las demás
historias Tammuz» *, Al igual: que los autores de la épica de la creación,
Hesíodo y sus autoridades han eliminado la inhabilitación o muerte del dios
como impropias del rey supremo de los inmortales. Con la asombrosa persistencia
que caracteriza a dichos temas, éste reaparece todavía en aquellas versiones
simples de la lucha del verano y del invierno, que se han conservado juntamente
a los ritos originarios de la fertilidad, y aún se representan en la obra de
las Máscaras. |
Aaron Alberto PadillaChristian Franco
Rodriguez
toroepdSnst4h0u843006u54cma10c18c3u2 h94ci565g3n6ci0m0ml9118 ·
¡Feliz cumple, eatimado Christian que continues produciendo inmejorables
e iluminantes post. Abra,o
Inmejorables e iluminantes!!!!
Gracias pero en esta etapa todos
son un copia y pega de textos para llevar a delante el taller de cibernética de
tercer orden, el extracto que te comparto me parece muy importante si estamos
interesados en establecer el origén de de la filosofía, que según esta línea interpretativa
viene del Héroe luchando contra el dragón y que se traduce en la figura de Zeus en la mitología griega,
Zeus se convierte en rey
Después de reseñar la victoria sobre Tifoeo, Hesíodo continúa su relato
del siguiente modo (Teog. 881): «Luego que terminaron sus trabajos los dioses
bienaventurados y decidieran por la fuerza con los Titanes los honores
correspondientes, entonces, por consejo de Gea, animaron a Zeus, el de ojos
clarividentes, Señor del Olimpo, para que fuese rey y gobernase sobre los
inmortales».
La función regia de Zeus como señor de los inmortales era tan familiar a
la mitología homérica, que Hesíodo no tenía necesidad de explayarse más en lo
que respecta a su acceso al trono. Pero para nuestro propósito, consistente en
encontrar el modelo ritual subyacente a este mito, es de cardinal importancia
que el actor principal fuera un rey que ha arrebatado la soberanía a su padíe y
obtenido su posición al triunfar sobre los enemigos de los dioses.
Betty Carmela Miranda
AguilarChristian Franco
Rodriguez
pedsortonScnmcm m507fh7cf815hfhhhag4i1m9105108ta18at1tl55uim ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Muchas gracias
El Dasmós
«Y Zeus distribuyó a los dioses sus dignidades» (Teog. 885). Este fue el
primer acto público del recién nombrado rey. No se describe con una mayor
profusión de detalles porque a lo largo de toda la Teogonía ya se nos ha
informado de las competencias y funciones propias de diversas deidades en el
nuevo orden. Antes de la lucha con los Titanes,
uando Zeus convocara a los dioses en el Olimpo, había prometido
confirmar los derechos actuales de los dioses cualesquiera que se le unieran en
el combate, y restituir los honores a todo aquel que hubiese sido privado de
ellos por Urano. En primer lugar vino Estigia, acompañada por sus hijos, entre
los que estaban la Victoria, la Autoridad y el Poder, con el propósito de morar
para siempre con Zeus. Zeus le asignó el privilegio de ser la guardiana del
gran Juramento de los dioses. Y cumplió todas las promesas que había hecho a
estos últimos, ORD del ejercicio de la autoridad y del señorío sobre ellos.
Estos acuerdos se mencionan de nuevo en el relato, probablemente
interpolado de Hécate, quien se decía había recibido una parte de las
dignidades atribuidas a todos los hijos del Cielo y la Tierra. «El hijo de
Cronos no la maltrató, ni le robó ninguna cosa que recibiera en suerte entre
los primeros dioses, los Titanes, sino que conserva sus privilegios en la
tierra, en el cielo y en el mar, de acuerdo con la distribución (Sa0Uuós
[dasmós]) hecha en principio» (Teog. 421 ss.).
La alegoría del Juramento de los dioses, que llevan la Victoria, la
Autoridad y el Poder al rey recién elevado al trono es suficientemente clara.
En su coronación, Zeus promete juramento para confirmar los derechos y
privilegios de sus cortesanos, de tal modo que el dominio de aquél durará
mientras que guarde su promesa. Volveremos posteriormente a este elemento
fundamental. La acción regia tiene un significado cósmico porque sus cortesanos
son dioses. El orden social que confirma e instituye de esta manera se
fundamenta en el orden físico que se había generado cuando el Cielo y la Tierra
fueron separados y se diferenciaron los ámbitos elementales. Tenemos noticia de
otra distribución por la cual el cielo, el mar y la tierra fueron asignados a
los tres hijos de Cronos **. De este modo el proceso cosmogónico aparece una
vez más repetido en el drama sobrehumano de la asunción de la soberanía por
parte de Zeus. En otras palabras, la
cosmogonía se cecedd pde como si fuese un resumen abstracto y filosófico del
que los elementos míticos del drama han sido expurgados.
Luciano Rodriguez
MelgarejoChristian Franco
Rodriguez
pedsortonScnmcm m507fh7cf815hfhhhag4imm9105108ta18at1tl55uim ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
El matrimonio de Zeus
La Teogonía finaliza con el matrimonio del nuevo rey, el cual se
multiplica en series completas de matrimonios, con el fin de ajustarse a las
genealogías de sus numerosos descendientes. La primera de estas uniones
reproduce los caracteres primitivos principales de la historia de Cronos, quien
se traga a sus hijos con el fin de asegurar su propio E Cuando su primera
esposa Metis estaba a punto de dar a luz a Atenea, Zeus, siguiendo el consejo
de Gea y de Urano, se la tragó porque su segundo hijo se convertiría, según la
profecía, en rey de los dioses y de los hombres usurpando su lugar.
Su siguiente compañera es claramente alegórica. De su unión con Temis
(Ley) nacen: las Horas, cuyos nombres son Orden (Eunomía), Justicia (Diké) y
Paz (Eirene); así como los Destinos (Moiras), Cloto, Láquesis y Atropo, el cual
determina los destinos afortunados o desafortunados de los hombres mortales.
Una vez más encontramos aquí una asociación entre el orden físico de las Horas,
el orden social del gobierno del rey y las porciones (uoígal [moirai])
asignadas a los hombres.
La creación de los animales y de la humanidad
Tanto en las cosmogonías filosóficas jonias como en el capítulo primero
del Génesis, a la instauración del orden en el mundo sigue la formación de los
animales y los hombres quienes pueblan el aire, las aguas y la tierra seca. Los
poetas conservan este rasgo final y así en la historia de Melanipo, cuentan
cómo a través de la lluvia, el matrimonio del Cielo y la Tierra trajo a la luz
cosas vivas.
La cosmogonía de Hesíodo se interrumpe antes de llegar a
este episodio, presentándose en este momento las generaciones de los
dioses y la historia completamente sobrenatural de cómo Zeus se convirtió en rey, antes de que
pudiera aparecer cualquier cuestión relativa al comienzo de la vida humana. La
historia tiene su fin en el punto que hemos alcanzado, esto es, en el
matrimonio sagrado de Zeus con diversas compañeras, o lo que es lo mismo, el
equivalente mítico del matrimonio del Cielo y la Tierra. Pero el único vestigio
de una posible conexión entre estas uniones y la fertilidad de la tierra y de
la humanidad aparece en el nacimiento de las Horas como hijas de Zeus y de
Temis, así como en el nacimiento de Perséfone, la raptada doncella del grano
que germina, hija de Zeus y de Démeter, generosa nutricia (mokvpóoBn
[polyphórbe], Teog. 912).
Con la excepción de este episodio, toda la historia de Zeus se
desarrolla en el plano sobrenatural de la teogonía. La excepción es la historia
de Prometeo, a la que hemos omitido en el resumen anterior porque obviamente
está fuera de lugar. Estructuralmente es una digresión que surge en la
genealogía de los descendientes de Océano. Clímene, hija de Océano y Tetis
(quienes eran los primeros padres de los dioses en un sistema prehomérico), en
unión con el Titán Japeto, dio a luz a Atlas, Menetio, Prometeo y Epimeteo.
Llsado este punto, Hesíodo pasa a describir el destino de estos cuatro hijos.
La ofensa de Prometeo consistió en intentar engañar a Zeus a propósito de la
carne destinada al sacrificio «en aquel tiempo en que hubo una contienda *? en
Mecona». Constatamos, de este modo, que nos hemos trasladado de repente desde
el mundo sobrenatural a una ciudad terrenal donde se sacrifican hombres a los
dioses. En su cólera, Zeus ocultó el fuego a los hombres, pero Prometeo lo robó
y lo llevó a la tierra en el hueco de una cañaheja. Zeus se vengó ordenando a
Hefesto moldear con tierra la primera de la estirpe de las mujeres, quienes
constituyen una
laga para la humanidad. Pero Hesíodo no aporta ningún reato consistente
acerca del origen del hombre. En los Trabajos y Días, el primer hombre fue
creado por los Olímpicos en la edad de oro de Cronos, «cuando él era el rey en
el cielo». Esta estirpe, así como la siguiente estirpe de plata desaparecieron
bajo la tierra, sucediendo a éstas la estirpe de bronce, nacida de las Melias, las ninfas de los árboles.
Aquí encontramos un fundamento histórico. Hesíodo había descubierto la edad de
bronce que tuvo lugar antes del empleo del hierro y que es anterior la cuarta
generación de los héroes que lucharon en Tebas y en llión *?. No se señala en
qué momento de esta sucesión de estirpes se supone que apareció la mujer, a
pesar de que se habla de los hombres de la estirpe de plata como si tuvieran madres.
Tras el episodio de Prometeo en la Teogonía, Hesíodo vuelve a la
liberación de los Gigantes de cien brazos armados y a la lucha de los Titanes.
Si el hombre hubiese existido entonces, no podría haber sobrevivido a este
combate en el que toda la Naturaleza se vio agitada. Pero evidentemente la
escena es, una vez más, únicamente clara en lo que respecta a los seres
divinos. No tenemos más noticias acerca de la humanidad.
Examinando estos conjuntos de episodios, tenemos la impresión de que son
los escombros algo inconexos de un mito cosmogónico que no tiene un origen
Felénico, sino que fue extraído por los griegos de fuentes orientales y que era
conocido en Creta y Asia Menor antes de que los griegos llegaran del norte con
su dios celeste Zeus.
Al comparar el mito, con sus monstruos de cien cabezas y medio
bestiales, con la mitología humanizada de los Olímpicos, tal como aparece en
Homero, aquél se nos antoja arcaico, tosco y bárbaro. Lo asombroso es que
Hesíodo haya conservado más elementos de éste que de la historia de la vida de
Zeus. Y no es del todo asombroso que hubiese fracasado en su empeño de
comprender el material que trataba o en su deseo de insertarlo en una narración
plenamente coherente. Nos queda todavía mirar más allá, hacia el Este y
reconstruir la línea general en la que encajarán los fragmentos.
Oliver HuarotoChristian Franco
Rodriguez
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¡Feliz cumpleaños, Christian!
Muchas gracias
El modelo de la cosmogonía jonia
Ahora que contamos con una imagen del primer sistema jonio, podemos
intentar distinguir en él aquellos elementos quepudieran haber sido extraídos
de la observación inmediata y les que han tenido que ser heredados de la
tradición.
Las historias de la filosofía y de la ciencia natural comienzan con este
sistema, iniciado por Tales, redondeado por Anaximandro y, en parte,
simplificado por Anaxímenes. Los lectores se ven sorprendidos por el
racionalismo que lo distingue de las cosmogonías míticas. Este rasgo no debe
ser despreciado. Los Milesios trajeron al mundo de la experiencia común muchas
cosas que antes estaban fuera del alcance de dicho mundo. Resulta difícil
recuperar la actitud mental de un Hesíodo cuando se vuelve hacia el pasado.
Cuando mira hacia atrás desde su tiempo y su vida dana, a las primeras edades
—la heroica, la de bronce, la de plata y la de oro—, al dominio de Cronos, a
los primeros dioses y al nacimiento de esos mismos dioses debido a la
misteriosa unión del Cielo y la Tierra, debe haber tenido la impresión de que
el mundo se va distanciando cada vez más del ámbito que le resulta familiar.
Los acontecimientos del pasado —la unión y el nacimiento de los dioses, la
guerra entre los Olímpicos y los Titanes, la leyenda de Prometeo, etc.— no eran
hechos del mismo tipo que los que ocurrían en Beocia en la época de Hesíodo. Y
podemos recibir la misma impresión si pensamos en el libro del Génesis. Si
seguimos el relato de la Creación, a través de la serie de acontecimientos
míticos que los hebreos tomaron de los babilonios, hasta la llegada de Abraham,
parece que vamos emergiendo gradualmente al mundo que conocemos, habitado por
hombres como nosotros. De esta forma han tenido que ver el pasado todos los
pueblos, antes de la aparición del racionalismo jonio. El conseguir disipar las
brumas del mito, de los orígenes del mundo y de la vida, fue una hazaña
extraordinaria de estos pensadores. El sistema Milesio explica el principio de
las cosas mediante unos procesos tan familiares y ordinarios como los que rigen
la caída de la lluvia. La formación del mundo deja de ser un acontecimiento
sobrenatural y pasa a ser algo plenamente natural. Gracias a los jonios y a
nadie más, esto ha llegado a ser la premisa universal de la ciencia moderna.
Pero es preciso añadir algo en otro sentido. Si abandonamos la idea de
que la Alosoha o la ciencia es una Atenea sin madre, una disciplina
absolutamente nueva que surge de la nada en una cultura definida hasta ese
momento por los teólogos,
oetas y místicos, veremos que el proceso de racionalización haba estado
operando desde bastante antes del nacimiento de Tales. También tomaremos nota
del resurgimiento en los sistemas posteriores de figuras que nuestra propia
ciencia no hubiera admitido por considerarlas míticas, como son el Amor y la
Discordia de Empédocles y el asomo de un creador en el Nous de Anaxágoras. Y
cuando observamos más de cerca el esquema milesio, presenta una serie de rasgos
que no se pueden atribuir a la inferencia racional basada en una observación de
los hechos libre de presupuestos.
En primer lugar, los Milesios operan sobre ciertas suposiciones tácitas
que nunca se les ocurre justificar porque están tomadas de la cosmogonía
poética. Como hemos visto, la pregunta principal a que responden es la
siguiente: ¿Cómo el orden dal mundo presente, con la disposición de las grandes
masas elementales y los cuerpos celestes, llegó a ser como es ahora? De
momento, aquí se da por supuesto que el mundo tuvo un principio en el tiempo.
Los Jonios también afirmaron que algún día llegaría a su final y sería
reemplazado por otro mundo. Sin embargo, no hay nada en la apariencia de la
Naturaleza que sugiera que el orden del mundo no es eterno, como se puede ver
en el hecho de que el mismo Aristóteles pudiera declarar que lo era; por no
mencionar a Heráclito y Parménides, quienes, partiendo de posiciones
enfrentadas, negaron ambos que fuera posible cualquier cosmogonía.
Al lado de esta suposición se sitúa el dogma igualmente infundado de que
el orden surge de la diferenciación a partir de un estado de cosas simple,
concebido en primer lugar como una sola sustancia viva, y, después, por los
pluralistas, como una confusión primitiva en la que «todas las cosas» que ahora
están separadas «estuvieron juntas».
A continuación, la diferenciación se atribuye aparentemente a la
hostilidad inherente de ciertos opuestos primarios —lo Caliente y lo Frío, lo
Húmedo y lo Seco— que les impulsa a separarse. Heráclito personifica esta
hostilidad en la figura de la Guerra, el padre de todas las cosas, y Empédocles
en el genio maligno de la Discordia. En Anaximandro los opuestos se saquean
mutuamente e invaden las regiones del otro con agresiones «injustas».
Existe también un principio contrario de atracción entre los
desemejantes u opuestos que los reconcilia en una armonía: el Amor de
Empédocles. En el esquema de Anaximandro, lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo
seco, después de su separación, interactúan y se recombinan. Una de las
consecuencias de esta interacción es el nacimiento de los primeros seres vivos,
cuando el calor del sol calienta el fango húmedo de la tierra.
Si reducimos estas suposiciones a un esquema todavía más abstracto,
obtenemos lo siguiente:
1. Al principio existe una Unidad primordial, un estado de indistinción
o fusión en el que los factores que luego se separarán están completamente
mezclados.
2. De esta Unidad emergen, por separación, pares de cosas Opuestas O
«fuerzas»; primero lo caliente y lo ho, y luego lo húmedo y lo seco. Esta
separación conduce por fin a la disposición de las grandes masas elementales
que constituyen el orden del mundo y a la formación de los cuerpos celestes.
3. Los Opuestos interactúan o se reúnen en los fenómenos meteorológicos
y en la producción de seres vivos individuales, plantas y animales.
Esta fórmula, expuesta en términos más concretos, vuelve a aparecer en un
sistema jonio del siglo V *, resumido por Diodoro (1, 7, 1). Comienza con estas
palabras:
«En la formación original del universo, el cielo y la tierra tenían una
forma (uiav Exewv ¡Oéav ovOaWwÓv tE yal yñv), estando mezcladas sus
naturalezas.
»Después de esto, cuando sus cuerpos ocuparon sus posiciones separados
unos de otros (ÓLAOTÁVTOV TÓV OOUÁTOV ám ádñikowv), el mundo (xó0uos [cosmos]))
abrazó la totalidad del orden que es visible en él; el aire estaba en continuo
movimiento, y la parte ígnea corría reunida hacia las regiones elevadas, siendo
su naturaleza flotante debido a su ligereza. Por esta razón, el sol y los otros
cuerpos celestes se encontraban envueltos en el torbellino entero; mientras que
la parte más fangosa y turbia se estableció en un sitio acorde con su peso.
Entonces lo húmedo se reunió para formar el mar y las partes más sólidas se
convirtieron en la tierra blanda y turbia.
»El calor del sol actuó sobre la humedad y produjo membranas parecidas a
burbujas, como las que ahora se pueden ver formadas en sitios pantanosos. La
vida se generó en ellas, alimentándose al principio de la niebla que lo
circunda por la noche, y durante el día solidificándose con el sol. Al reventar
las membranas, surgían en su exterior toda clase de seres vivos: los pájaros,
los que se arrastran por la tierra y los peces. Más tarde, cuando la tierra era
ya más sólida, no podía dar lugar al nacimiento de las criaturas más grandes,
sino que todos los seres vivos se generaron por la unión de los sexos.»
A esto le sigue un bosquejo de los primeros pasos de la humanidad y el
surgimiento de la civilización. A continuación, Diodoro pone de relieve que la
fórmula la expone de forma sucinta Eurípides en Melanipo el sabio.
«El relato no es mío; fue mi madre quien me explicó cómo (1) El Cielo y
la Tierra fueron una sola forma, y (2) cuando se separaron uno de otro, (3)
dieron lugar al nacimiento de todas las cosas y parieron la luz, los árboles,
las criaturas aladas, los peces y los ombres mortales.» ?
Dentro de las teogonías Órficas, que están muy relacionadas con este
tema, Gruppe ? observó:
«Una doctrina central que se puede resumir en las palabras que se
atribuyen al discípulo de Orfeo, Museo (Diog. L. proem. 3): €E Evos TA TÓvTaO
yíveo0aL, xal sic tavtóv ával0zo0aL.
»“Todo proviene de Uno y se resuelve en Uno.” En un tiemO, Fanes, una
especie de Zeus, contenía las semillas de todos los seres en el interior de su
propio cuerpo, y a partir de ese estado de mezcla en el Uno, surgió la
totalidad de nuestro mundo plural, y toda la naturaleza animada o inanimada.
Esta idea central de que todas las cosas estaban juntas al principio en una
masa confusa y que el proceso de la creación consistió en la separación y
división, con el corolario de que al final de nuestra era se olverá a la
confusión primitiva, se ha repetido con varios grados de coloración mitológica
en muchas religiones y filoros religiosas.»
En la Argonáutica de Apolonio (1, 496), Orfeo canta: «Cómo (1) la
tierra, el cielo y el agua compartieron una forma, y (2) en luchas mortales se
separaron uno del otro»; cómo los cuerpos celestes ocuparon sus lugares fijos y
se formaron las montañas y los ríos, y (3) «llegaron a ser todas las cosas que
se arrastran». Detrás de Apolonio se encuentra toda la tradición de la cosmogonía
órfica parodiada en las Aves de Aristófanes. Ese primitivo estado de
indistinción recibe aquí el nombre de «Caos y Noche, el negro Erebo y el
Tártaro», antes de que existieran la tierra, el aire y el cielo. La Noche es el
primer
rincipio de la cosmogonía órfica recogida por Eudemo; no es la mera
ausencia de luz, sino el aire oscuro, frío y húmedo. Aristóteles compara a la
Noche de la que los teólogos generan el mundo con «la reunión de todas las
cosas» de los filósofos físicos y con el Caos de Hesíodo *. En las Aves, la
Noche produce el Huevo cósmico nacido del aire, del cual nació el alado Eros.
(En la versión que nos ha dejado Atenágoras de este mito, la mitad superior del
huevo forma el Cielo, y la inferior la Tierra.) La función de Eros, que aparece
entre ellos, es reunir en matrimonio a los padres que se habian separado. «No
existió la raza de los inmortales hasta que Eros no los unió a todos en
matrimonio.» ? Luego nacieron el Cielo, el Océano y la Tierra —las tres grandes
secciones del mundo— y todas las generaciones de los bienaventurados dioses.
Podemos ahora volver sobre la cosmología de Hesíodo, el único documento
completo de este tipo que con seguridad conocía Anaximandro.
En primer lugar, diremos unas palabras sobre el tipo de poema a que
pertenece la Teogonía de Hesíodo. En el preludio se nos dice que se trata, en
primer lugar, de un himno a las Musas: «Comencemos nuestro canto por las Musas
Heliconíadas, que habitan la montaña alta y sagrada del Helicón». Fueron ellas
quienes vinieron a Hesíodo, cuando éste apacentaba sus ovejas, y le dieron la
inspirada canción para que pudiera celebrar lo que había sido y lo que sería y,
antes que nada, a las Musas mismas. Pero la canción que le inspiraron, la
teogonía que sigue al preludio, es ella misma un himno cantado por las Musas en
alabanza de Zeus el protector, y de los otros Olímpicos, y los primeros dioses,
y la Aurora y Helios, la tierra, el Océano y la Noche y toda la raza sagrada de
los inmortales *,
El himno es una de las formas más antiguas de poesía ”. El metro
tradicional en Grecia es el hexámetro, adecuado tanto para la épica como para
los oráculos. El himno es, en esencia, un sortilegio que invita al dios a
presenciar el sacrificio y mejora la eficiencia del rito. Su efectividad
aumenta al recitar la historia del dios y sus hazañas; de ahí su carácter
biográfico. Más adelante, esta forma se extiende a los héroes y a los hombres;
el aedo canta los hechos famosos de los hombres de la antigiedad en la épica $.
En cada etapa, las genealogías ocupan una parte más o menos importante.
Constituyen un elemento didáctico que conserva lo que se cree que es la
prehistoria de la raza, y, en algunos casos, los ancestros reales de familias
importantes, lo cual servía para legitimar la distribución de la propiedad ?.
En Hesíodo, e genealogías cumplen la función de reunir en un solo panteón a un
grupo de divinidades de origen diverso alrededor de la figura dominante del
dios del cielo europeo, Zeus. La Teogonía, pues, se puede considerar como un
himno a Zeus principalmente, precedido por una breve cosmogonía. Las Musas,
«lanzando su voz inmortal, celebran con su canción (1) primero la augusta raza
de los dioses, desde el principio, los hijos de la Tierra y el amplio Cielo y
los dioses que nacieron de ellos, los dadores de bienes (Cosmogonía). Después
(2), al principio y al final de su canto, alaban a Zeus, Padre de los dioses y
de los hombres, por ser el más excelente de los dioses y el más poderoso» (43
ss.). Nos dirán cómo los dioses se apropiaron del Olimpo bajo el reinado
supremo de Zeus que dividió entre ellos sus muchas regiones y honores (111-13).
De los episodios que forman la historia mítica de Zeus nos ocuparemos
más adelante. Por el momento, nos fijaremos en la breve cosmogonía con la que
empieza el relato después del preludio. Podemos ver que está construida
siguiendo el mismo modelo que las que hemos examinado anteriormente. El relato
comienza así:
«Antes de todos, el Caos vino al ser, después la tierra de amplio pecho,
sede segura por siempre para todas las cosas, y Eros, el más agradable de todos
los inmortales, que afloja los miembros y somete el pensamiento y el sabio
consejo de todos los dioses y hombres.
»Del Caos nacieron el Erebo y la negra Noche, y de la Noche, a su vez,
el Eter y el Día, a los que la Noche concibió y tuvo en amorosa unión con
Erebo.
» Y la Tierra dio a luz, en primer lugar, al estrellado Cielo, igual a
ella misma, para que pudiera cubra por todas partes,
poder ser una sede segura para siempre para los dioses ados
» Y también parió a las grandes Montañas, deliciosas moradas de las
diosas Ninfas que habitan en las boscosas colinas.
» Y también concibió al estéril noe de violentas olas, el Mar (Pontos),
sin los dulces ritos del amor.»
A continuación viene el matrimonio del Cielo y la Tierra. En este punto
hay un cambio en el relato: Urano y Gea se vuelven personas sobrenaturales, los
cuales, junto con sus hijos, los Titanes, los Cíclopes y los Gigantes, se ven
envueltos en varias aventuras biográficas. Pero en la cosmogonía propiamente
dicha en la que se nos dice cómo surgieron las principales regiones dl cosmos
existente —la tierra y el cielo estrellado, la tierra seca y el mar— el velo
del lenguaje mitológico es tan sutil que casi es transparente. Urano y Gea son
simplemente el cielo y la tierra que contemplamos a diario. Aparte de la
mención de pasada las Ninfas, la única figura mitológica es Eros, y
evidentemente no es más que una simple personificación del amor o atracción que
une en matrimonio a todos los progenitores que aparecen en las generaciones
subsecuentes. Sin embargo, hasta que llegamos al matrimonio del Cielo y la
Tierra, el único nacimiento que es producto de un matrimonio (tal como debe
ocurrir con los nacimientos) es el de la luz a partir de la oscuridad; e
incluso aquí, la duplicación de la oscuridad en el Erebo (masculino) y la Noche
(femenino) y de la luz en el Eter (masculino) y el Día (femenino) es una Ape
transparente. Los otros nacimientos o generaciones —del Caos, la Tierra, el
Cielo estrellado, las Montañas y el Mar— tienen lugar «sin los dulces ritos del
amor» (áteo puórntOS ¿puuégov, 132). Es preciso recalcar esta última idea.
Significa que el proceso cosmogónico es una separación de las grandes regiones del
mundo ordenado, tal como lo encontramos en las cosmogonías órficas y
pitagóricas.
¿Cuál es, pues, el comienzo? «Antes de todos, el Caos vino al ser.» En
la mentalidad moderna la palabra Caos se ha venido a asociar a un desorden
primitivo en el que, como dijeron los pluralistas jonios, «todas las cosas
estaban juntas». Este no es El sentido que tenía la palabra en los siglos VI y
V. «Caos» significaba la «abertura del bostezo» **, entre el cielo ígneo y la
tierra, y se puede describir como «vacío» u ocupado por el aire. El mismo
Hesíodo lo usa en este sentido en Teogonía 700 donde existiendo ya el mundo
ordenado, el «Caos» se llena de un calor prodigioso en la batalla entre Zeus y
los Titanes (xaúua Beouéconov xártexerv xá05). En el mismo sentido lo usan
Ibico, Baquílides, Aristófanes y Eurípides **, de forma que parece que era algo
familiar a sus contemporáneos. Posteriormente, los antiguos derivaron
equivocadamente Caos de xeioB0aL [cheisthai], pero recordaron que significaba
«el espacio vacío entre el cielo y la tierra» *?, Es probable que en los siglos
VI y V, la palabra caos conservara todavía sus verdaderas asociaciones
etimológicas con xúcoua [chasma] «bostezo», xÚÓOxOLV, [chaskain], xacuacdas.
[chasmásthai], «bostezar».
Ahora bien, si la cosmogonía comienza con la generación de una abertura
entre el cielo y la tierra, esto quiere decir seguramente que, con
anterioridad, de acuerdo con la fórmula de Melanipo, «el Cielo y la Tierra
tuvieron una sola forma», y lo primero que ocurrió fue que se «separaron uno de
otro». Es difícil que las palabras de Hesíodo puedan tener otro significado. No
dice que la Tierra naciera del Caos, sino que vino a ser «a continuación»
(émeita [épeita]). El primer cuerpo distinguible fue la Tierra, «de amplio
pecho», concebida probablemente como un disco amplio y llano. Más adelante *?,
veremos por qué se dice que el «Cielo estrellado» (lleno de los cuerpos
celestes visibles) ha surgido después, nacido de la Tierra. Finalmente, el
proceso de separación se completa, como en las cosmogonías que antes hemos
visto, con la distinción de la tierra seca, en la que se levantan las montañas
y el mar.
Al abrirse el hueco entre los opuestos separados, aparece la figura de
Eros, una clara personificación de la atracción mutua que los va a reunir.
Hemos visto cómo Eros juega el mismo papel en la cosmogonía órfica. De acuerdo
con Ferécides (frag. 3), cuando Zeus se disponía a formar el mundo, se
convirtió en Eros, porque (añade Proclo) trajo la concordia y el amor a los
puestos con los que estaba construyendo el cosmos **,
En la cosmología milesia desaparece esta personalidad míque de nuevo se
aprovechan d o de la poesía. En el pias (178 A), Fedro argumenta que Eros es el
más antiuo de los dioses, pues ningún escritor de poesía o de prosa ha dicho de
él que tuviera padres. Cita las ln neas de Hesíodo sobre el Caos, la Tierra y Eros,
y a Acusilao, los cuales están de acuerdo en que después del Caos surgieron la
Tierra y Eros. «Y Parménides dice de su nacimiento: “el primero de todos los
dioses que concibió fue Eros”.» Con este pasaje en mente, Aristóteles subraya
que se podría sospechar que el primero que sintió la necesidad de una causa del
movimiento fue Hesíodo «o cualquier otro que postulase el amor o el deseo como
principio entre las cosas, por ejemplo, Parménides, sobre la base de que tiene
que existir alguna causa que mueva las cosas y las mantenga unidas» (ovvágel
[synáxei], Met. A 4, 984b 23). El Amor de Empédocles tiene la misma función de
unir los elementos desemejantes u opuestos. Aristóteles no tardó en reconocer
los antecedentes míticos o poéticos de los conceptos filosóficos. Al comenzar
su discusión sobre la amistad recuerda inmediatamente la declaración de
Heráclito de que la más pura armonía se compone de elementos diferentes y que
todas las cosas llegan a ser a través de la guerra, y las líneas de Eurípides
que describen cómo la Tierra reseca desea (épúv [erán)) e lluvia, y el
majestuoso Cielo, lleno de lluvia, desea derramarse sobre la Tierra *',
Eurípides imitaba a Esquilo (Danaides, frag. 44): «El Amor mueve al puro Cielo
a unirse con la Tierra, el Amor se apodera de la Tierra para juntarla en
matrimoA Y la lluvia, derramándose desde el esposo Cielo, impregna la Tierra, y
ésta ofrece a los hombres pasto para los rebaños y grano, la vida del hombre.»
«Todos somos oriundos de una semilla celeste, todos tenemos
el mismo padre, del cual la madre Tierra, la dadora de creci-
miento, cuando ha recibido las gotas líquidas de humedad, con-
cibe y da a luz las espléndidas mieses, los árboles lozanos y la
raza de los hombres; también da a luz todo tipo de bestias a
las que proporciona comida con la que alimentan sus cuerpos, rolongan la
dulce vida y propagan su raza; por lo cual, con uenas razones ha ismado el
nombre de madre.»
Podemos ahora entender por qué los Milesios identificaron la materia
viva del mundo con el elemento intermedio —el agua, las nubes o la niebla
(aire)— entre el cielo ígneo y la tierra sólida. Estos pensadores destilaron el
lenguaje de la personificación poética, sustituyendo a Eros por su equivalente
o medio físico, la humedad que se eleva desde la tierra por la acción del sol y
vuelve a caer en forma de lluvia para eolica la tierra seca y capacitarla para
producir seres vivos. Anaximandro disipa el fino velo de la imaginería mítica y
mantiene los factores indudablemente naturales: lo caliente y lo frío, lo
húmedo y lo seco, el fuego, el agua y la tierra. Cree contar con los factores y
procesos reales que pueden explicar, prosaica y racionalmente, todo lo que
ocurre en el cielo, así como el origen de la vida. Pero la historia arcaica de
estos factores se revela al compararlos con las cosmogonías míticas, por su
conducta en los sistemas filosóficos y por el hecho de ser utilizados para
explicar todas las cosas de una manera que nunca hubiera sido sugerida por una
observación inocente de la Naturaleza. Incluso en el sistema de Aristóteles,
los dos primeros pares de opuestos —lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco—
siguen siendo las cualidades básicas de las que se componen los cuatro cuerpos
simples. Todas las otras diferencias, como el peso, la ligereza, la densidad,
la fluidez, la aspereza, la suavidad, todas son secundarias, «pues parece claro
que éstas (las cuatro cualidades primarias) son las causas de la vida y la
muerte, del dormir y despertarse, de la madurez y la vejez, la salud y la
enfermedad; mientras que la aspereza, la suavidad y todas las otras no influyen
del misma manera». Detrás de la afirmación de que la razón de su primacía
«parece clara» subyace una larga historia que se remonta hasta la época mítica.
Pero volvamos con Hesíodo. Una segunda consecuencia de la abertura de un bostezo entre el Cielo y la
Tierra es el nacimiento de la luz a partir de la oscuridad. El Erebo y la Noche
son los padres del Eter (la región brillante del cielo) y del Día. En el
sistema órfico, Eros tiene otro nombre, Fanes, el Brillante, e incluso se ha
sugerido que la palabra Eros está unida a una raíz que significa «luz» *?, En
términos físicos, el alzamiento del Elo desde la tierra deja a la luz del día
lo que antes estaba en la oscuridad. Podemos ver que esta aparición de la luz
precede a la formación de los cuerpos celestes, por cuanto el acontecimiento
siguiente es que la Tierra da a luz al Cielo estrellado.
El orden de acontecimientos en el esquema de Anaximandro es
prácticamente el mismo. Primero se habla de «una esfera de fuego que se
desarrolla alrededor del “aire” (la niebla oscura) rodeando la tierra». Así
pues, la tierra envuelta por la niebla es el primer cuerpo sólido, como en
Hesíodo. Luego, cuando la esfera de fuego se divide en anillos, se forman ¡ee
cuerpos celestes. El Cielo que se separaba de la Tierra cuando se producía la
abertura no era un cielo de estrellas. Las estrellas, en ambas explicaciones,
parecen estar formadas por el fue-
o que se eleva de la Tierra, alimentándose después de las exElciones de
los elementos húmedos. De forma que la Tierra dio a luz al Cielo estrellado
«para que pudiera cubrirla por todas partes». En estas palabras reconocemos al
Eter brillante que está en lo alto, del que Eurípides había dicho que «envolvía
la tierra con su húmedo abrazo» y lo identificaba con Zeus. La madre Tierra va
a ser abrazada por su esposo el Cielo. Cuando la tierra seca se separa de los
mares para completar el orden del mundo, este matrimonio continúa y nacen los
primeros dioses. Toda la teogonía mítica que comienza en este punto no tiene
cabida, por supuesto, en los sistemas jonios, pues estos ignoran a los dioses
personales. En la filosofía natural, el intercambio entre el cielo y la tierra,
el calor y la humedad, da lugar al nacimiento de las plantas y los animales.
Es exactamente aquí, al completarse la formación del cosmos físico,
cuando tiene lugar un cambio significativo en el relato de Hesíodo. La
cosmogonía que hemos revisado no es un mito, O, por mejor decir, no es un mito
en toda su extensión. Ha avanzado tanto en el camino de la racionalización que
se diferencia muy poco de los primeros sistemas jonios. Eros es el único nombre
mitológico que encontramos y aparece completamente separado de la religión o el
culto. Gea y Urano son simplemente ha tierra y el El no figuras míticas. Hasta
que no tiene lugar la formación del mundo que va a servir de escenario a las
acciones que siguen, no se transforman en personas sobrenaturales que se
abandonan a las pasiones humanas, como los celos y el odio que motivan esas
«acciones violentas» que tanto escandalizaron a la mentalidad religiosa
posterior.
De su unión con Urano, Gea concibió a los Titanes, de los cuales, «el
más joven, Cronos, de mente retorcida, era el más terrible y odiaba a su
corpulento padre». Sin ningún tipo de transición se nos introduce en el mundo
del mito y el resto del relato de Hesíodo se mueve en esta atmósfera
sobrenatural. Antes de continuar nos vamos a detener para dar cuenta de un
parecido muy estrecho que se da en otra literatura en cuanto a este cambio
repentino de la cosmogonía racional al mito.
Los primeros tres capítulos del Génesis contienen dos explicaciones
alternativas de la creación. La primera explicación (Gen. I-II. 3) tal como la
conocemos hoy no se compuso antes del éxodo; es considerablemente posterior a
Hesíodo y puede incluso ser posterior a Anaximandro. Además, en esta cosmogonía
hebrea encontramos casi la misma secuencia de acontecimientos. Recordemos lo
que ocurría en los seis días de la creación.
1. «La tierra carecía de forma y estaba vacía; y la oscuridad reinaba
sobre la faz del piélago; y el espíritu de Dios se movía por la superficie de
las aguas». Luego apareció la luz, separada de la oscuridad, como el día de la
noche.
(Igualmente, cuando se produjo la abertura de Hesíodo, existió la tierra
y el espíritu de la vida, Eros; y luego la Noche dio nacimiento al Día).
2. El cielo, en tanto firmamento sólido (otepéwmua [steréoma])) se crea
como tejado que sirva para dividir las aguas celestes de las que vienen las
lluvias, de las aguas que están abajo.
(Esto corresponde a la Tierra de Hesíodo que genera el cielo como una
«morada segura para los bienaventurados dioses». En los sistemas jonios
posteriores la esfera cristalina del cielo vuelve a aparecer, sustituyendo a la
esfera de fuego de Anaximandro que se rompía en diversos anillos. Se trata de
la cáscara del huevo cósmico).
3. La tierra seca fue separada de los mares y se cubrió de hierba y
árboles. |
(En Hesíodo la Tierra genera las Montañas y a Pontos el mar. Nótese que
Empédocles hizo que los árboles, los primeros seres vivos, surgieran de la
tierra «como embriones en el seno materno» antes de que existiera el sol, Vors*
vol. 1, p. 296).
4, Fueron creados el sol, la luna y las estrellas, para separar el día
de la noche y para «servir como signos y para las estaciones y los días y las
noches».
(Como en las cosmogonías griegas, los cuerpos celestes se forman después
de la tierra. Su función es servir como signos, tanto para propósitos de adivinación,
como para distinguir el tiempo en el calendario. Como dice Platón dl visión del
día y la noche, de los meses y de los años que giran, del equinoccio y del
solsticio, ha provocado la invención del número y nos ha proporcionado la
noción del tiempo», Tímeo, 47a).
5 y 6. Las aguas produjeron «las criaturas que se mueven y tienen vida»,
los pájaros, peces y todas las bestias que se arrastran sobre la tierra; y
Analmcate fue creado el hombre, tanto el macho como la hembra, para que fuera
fecundo y se multiplicara, llegando a dominar a todos los seres vivos.
(Por tanto, los seres vivos, que se distinguen de las plantas y árboles
por su capacidad de movimiento, surgieron del elemento húmedo, cuando se
completó la estructura del cosmos. Igual que en Anaximandro, en el que la
acción del calor del sol sobre la
humedad, reproduce en términos físicos el matrimonio de Hesíodo entre el Cielo
y la Tierra).
La diferencia más importante con las cosmogonías griegas es que el
monoteísmo hebreo mantiene al Creador divino como primera causa. Además de
esto, carece de personificaciones míticas como Eros o Fanes. Y la acción de
Elohim se limita a pronunciar las palabras creadoras. Se trata de una figura
muy abstracta y remota. Si eliminamos el mandato divino, «Hágase» esto y
aquello, nos quedamos sólo con lo mandado «Y se hizo» esto y aquello, y si
unimos estos hechos en una cadena causal natural, pe explicación se vuelve una
evolución cuasi científica del cosmos. El proceso es el mismo que en las
cosmogonías griegas: separación o diferenciación a partir de una confusión
primitiva. Si se mide en función de la ausencia de personificaciones, el
Génesis 1 es menos mítico que Hesíodo, e incluso se acerca más al sistema
racionalizado de los Milesios.
La argumentación precedente tal vez puede aclarar la naturaleza de lo
que realizó Anaximandro. Podemos ver que su pensamiento trabajaba sobre un
esquema cosmogónico que provenía de Hesíodo y otras cosmogonías poéticas.
Anaximandro dio el último paso en el proceso de racionalización, librando al
esquema de los últimos restos de imaginería mítica. Por algo su libro fue uno
de los primeros que se escribieron en prosa, el lenguaje propio para Pe
afirmaciones literales de hechos.
En particular, se desvanece la figura de Eros. Esto significa la
desaparición de la imaginería sexual a la que acompaña la representación de la
cosmogonía como una serie de nacimientos que forman un árbol genealógico. Habla
en términos abstractos de la «separación de los opuestos» seguida por su
interacción y recombinación. Estos opuestos son lo caliente y lo frío, lo
humedo y lo seco. Sin la evidencia de las cosmogonías míticas, difícilmente
podríamos adivinar que los «opuestos» primarios fueran masculinos y femeninos,
aunque, como veremos, la tradición persistió en otras partes. De lo que sí
podemos estar seguros es que el patrón de la cosmogonía jonia, a pesar de su
apariencia de completa racionalidad, no es una construcción libre del
razonamiento intelectual a partir de la observación del mundo existente. No hay
nada en las apariencias obvias de la naturaleza que sugiera que el cielo se
haya elevado de la tierra o que los cuerpos celestes se formaran después de la
tierra, o que el ordenamiento presente del mundo no haya existido desde
siempre.
El rostro de Sócrates:
Aquí tenemos al héroe que vence al dragón más este dragón es el estado democrático
A Sócrates no se le condena por filósofo sino por vidente
No se puede decir que Sócrates era un poeta aunque compuso canciones,
más Platón hizo de su maestro una poesía, Sócrates es el cisne y como tal la
verdadera belleza.
Y por último Sócrates es sabio, en el la filosofía logra su propósito el
cual consiste en parir sabiduría, de ese parto que logro Sócrates en su discípulo
Platón vive todo el conocimiento.
Pero intentemos una vez más dibujar el rostro de nuestro héroe:
La disputa del vidente y el filósofo
A continuación examinaremos las características que diferencian a
nuestras tres figuras y la consiguiente pugna que se desató entre ellas. En
primer lugar, podemos decir unas palabras acerca de la divergencia existente
entre el vidente y el poeta.
Hemos suscrito la opinión de que la poesía es el lenguaje de la profecía
en el sentido más amplio de aquel término. A lo largo de su historia, la poesía
ha resistido cada uno de los intentos que han pretendido rebajarla hasta el
nivel de discurso cotidiano. Mas la poesía no puede prescindir de la utilización
de un lenguaje más o menos elevado, porque debe expresar un estado de ánimo de
la misma naturaleza. Esta elevación es lo que el poeta antiguo quería expresar
con su apelación a la inspiración de las Musas, considerando a ésta relacionada
e incluso asimilable al entusiasmo sentido por el profeta.
Los investigadores que fijan su atención en la literatura griega pasan
por alo la identidad o los rasgos comunes a los dos tipos de inspiración y, por
consiguiente, piensan que la poesía antigua comienza con Homero y se ve
continuada algo después por la obra de Hesíodo, olvidando de este modo que
Homero se encuentra ya al final de una larga tradición. Pues en Homero y en la
edad heroica que precade describir, el vidente y el cantor AS han adquirido
papeles diferenciados. El cantor se ocupa de entretener improvisando cantos que
cuentan las hazañas de los hombres de los tiempos presentes o pasados. La
ocupación del vidente consiste en interpretar las inten ciones de los dioses y prever el futuro mediante la formulación de
augurios al modo de Calcante, o como Teoclímeno, quien tenía la capacidad de
acceder mediante visiones intuitivas al curso del destino inmediato. En este
punto ya se pone de manifiesto una consecuencia de la diferenciación. La
inspiración del vidente tiene que ver más con el futuro que con dada: es decir,
se convierte en un profeta en sentido restringido, valorado y consultado por el
hecho de poseer un conocimiento de antemano de los sucesos venideros. Por otra
parte, el poeta se . dedica a formular una visión imaginativa del pasado ?.
Podemos recordar la declaración hecha por el chamán de Castrén: «Dios ha
establecido que yo deba deambular tanto por encima como por debajo de la
tierra... Soy un chamán, que conoce el pasado, el futuro y todo lo que sucede
en el presente, tanto en la región superior como bajo la tierra» ?,
No creemos necesario extendernos más en la explicación del conocimiento
que el vidente tiene del presente que permanece oculto. La facultad de la
adivinación intuitiva que Teoclímeno había heredado por vía de una línea de
videntes descendientes de Melampo le permitía ver las cabezas y rostros
sonrientes de los pretendientes ocultos por el velo de la noche, así como las
paredes y el techo manchados con salpicaduras de su sangre, y el patio atestado
de sus espíritus apresurándose para marchar hacia el Hades ?. La misma facultad
permitía trascender tanto los límites del espacio como los del tiempo.
Samuel dijo a Saúl que sus asnas habían sido encontradas; Eliseo
comunicó al rey de Israel cuantas palabras pronunciara el rey de Siria en su
dormitorio *. Una gran parte de la literatura didáctica adopta la forma de una
contienda en la que dos videntes o bien dos sabios o poetas se desafían
mutuamente a realizar una exhibición de su conocimiento o de sus poderes de
adivinación. En la Melampodia, atribuida a Hesíodo, Calcante pregunta a Mopso
cuántos higos hay en un árbol determinado. Entonces Mopso dio el número
correcto y Calcante murió como consecuencia de su derrota. De un modo similar,
el Mahábhárata nos cuenta cómo un rey (y no un brahmán) fue capaz de establecer
el número exacto de hojas y frutos de un árbol cuando pasaba por delante de él
montado en su carro ?. Se decía que Apolo, aunque fingía buscar siempre el
consejo del sabio Centauro, era conocedor no sólo de lo que acaecería y cuándo
tendría lugar, sino también del número de hojas que brotaban en primavera, así
como de la cantidad de granos de arena existentes a orillas del mar y de los
ríos *, La contienda entre Homero y Hesíodo, aunque sea una manifestación
tardía, pertenece a esta forma tradicional, como también sucede posteriormente
en el caso de la competición entablada entre los trágicos ya desaparecidos en
las Ranas de Aristófanes, y quizá también en las contiendas musicales y
poéticas que tenían lugar en las grandes fiestas.
Sin embargo, en general, la obligación práctica más importante del
vidente era prever el futuro o, en el caso de no poder hacerlo intuitivamente,
inferir las intenciones de los dioses interpretando sus signos y presagios.
Esta es la pseudociencia consistente en ofrecer augurios a los que Platón y, en
general, los antiguos, distinguían claramente del ejercicio de la adivinación
intuitiva o inspirada. Se consideraba un procedimiento racional de hacer
inferencias o conjeturas comparable a la tarea de descifrar un mensaje
codificado ”. La filosofía natural tenía An entrar necesariamente en conflicto
con las pretensiones del vidente.
Será conveniente pasar revista en primer lugar al problema más profundo
y más hlosófico del destino, el cual sólo se plantea na en la última etapa. Si
se pueden predecir los sucesos futuros es porque están derriticdos bien por la
voluntad y la intención de los dioses, o bien por la existencia de una necesidad inexorable. Y si los sucesos están
determinados de este modo, parece que el hombre queda sin la capacidad de
realizar elecciones libres de sus propias acciones futuras; así, aun-
ue el destino aventurado por la profecía sea horrible, no puede hacer
nada para remediarlo. Ya en Homero se puede percibir veladamente la
contradicción. Aunque en algunas ocasiones se dice que son todopoderosos, la
Hibertad de los dioses está limitada por el destino. Difícilmente podemos
esperar encontrar en Homero la solución a un problema que todavía inquieta a
nuestros filósofos contemporáneos.
En el último período de la antigúedad, los Estoicos intentaron deshacer
el nudo identificando el Destino con la voluntad de Zeus, y por este tiempo, el
Destino ya había llegado a ser asimilado a la necesidad supuestamente inherente
al encadenamiento de causas y efectos físicos *, La secuencia podía haber sido
determinada por la Providencia, y su curso futuro es teóricamente susceptible
de ser predicho por medio de la adivinación. Lo que tiene que sacrificarse es
la libertad de la voluntad humana tal como se concibe comúnmente. El hombre tan
sólo puede esforzarse por identificar su voluntad con la voluntad de Zeus y
aceptar su destino cualquiera que éste sea. Aun así, un crítico pertinaz podría
argumentar que su aceptación o no aceptación debe haber sido ella misma
determinada con anterioridad a su nacimiento.
Como hemos tenido oportunidad de ver, Epicuro intentó escapar de las
redes de la necesidad inexorable acudiendo al recurso desesperado consistente
en dotar a los átomos de un grado mínimo de libertad para desviarse de la
trayectoria en línea recta que sigue su caída a través del espacio sin fin, sin
que medie razón alguna. Con este proceder estaba eludiendo la consecuencia
lógica de su materialismo. Parece que Demócrito ha sido más consecuente, a
menos que situara sus doctrinas éticas, como se dice en ocasiones, en el nivel
específico de la exhortación moral no sustentada por su física. Afirma no haber
dejado lugar para la Providencia o para la libertad en el mundo material de los átomos y el vacío. El
universo infinito no es obra de un plan; los sucesos no tenían ninguna causa
primera
todo lo que «ha sido y será» está predeterminado por nece“sidad desde el
tiempo infinito ?. De acuerdo con esto, Demócrito podía aceptar e intentar
explicar el conocimiento previo del futuro.
Por el contrario, Epicuro, con el fin de salvaguardar su libertad,
negaba este determinismo y con ello, la posibilidad de adivinación. Además, los
dioses no intervenían en nada que sucediese dentro del mundo en el que vivimos.
El hombre tiene que deshacerse de los temores que habían obsesionado a sus
antepasados primitivos, cuando imaginaban que «lo que pasa en el cielo y bajo
la tierra» —esto es, el trueno, el relámpago, los cometas, los eclipses, los
terremotos— eran signos de la cólera divina. Como hemos visto, el deseo de
evitar cualquier significado divino llevó a Epicuro en este punto a prestar
mucha atención a la segunda parte de su sistema, la meteorología, y a afirmar,
en este campo, el extraordinario principio según el cual, puesto que esta clase
de fenómenos trascienden los límites de la «visión clara», deberemos aceptar
cada explicación natural como si fuese verdadera, si no en nuestro mundo, en
algún otro.
Sin duda, es significativo el amplio espacio que Lucrecio concede a los
diversos temas de la meteorología. En el Libro V, 273 versos se dedican a la
formación y movimientos de los cuerpos celestes, sus eclipses, etc. En el Libro
VI, los fenómenos atmosféricos y subterráneos ocupan 606 versos; y de éstos,
más de la mitad se refieren al trueno y al relámpago, 102 tienen que ver con
las trombas marinas, las nubes y la lluvia, y 167 con fenómenos subterráneos,
como los terremotos, volcanes O las fuentes que se encuentran en el interior
del mar. Todos los asuntos menores, como la nieve, los vientos, el granizo, la
escarcha y el hielo se recogen en tan sólo ocho versos, puesto que son
fácilmente explicables por cualquiera que haya comprendido los principios del
atomismo. Es evidente que ni Lucrecio ni
su maestro estaban interesados en la ciencia de la astronomía ni en la
meteorología. Su interés se centraba en aquellos fenómenos que suceden por
encima o bajo la tierra que se habían asociado con la intervención divina y
todavía lo seguían estando. La relación de fenómenos que se ofrece bajo este
encabezamiento es una clara herencia de los sistemas jonios arcaicos. De ahí
que los filósofos naturales recibieran frecuentemente el apelativo de
«meteorólogos», como si únicamente se interesasen por las cosas que suceden en
el cielo o bajo la tierra. Señalamos en su momento cómo Hipócrates consideraba
que éste era el dominio propio de las «suposiciones vacías» del filósofo, y se
anticipaba de este modo a la opinión de Epicuro, según el cual, tales objetos
estaban demasiado alejados de la experiencia sensible como para poder someter a
prueba la verdad de sus afirmaciones dogmáticas. Parece evidente que a partir
de la época de los Milesios se prestaba una especial atención a esta clase de
fenómenos naturales debido a su significado religioso. Gran parte de la
existencia del hombre dependía de la sucesión conforme a medida de los períodos
de lluvia y de sequía, nublados y soleados, a lo largo del ciclo de las
estaciones del año. Zeus, el acumulador de nubes, podía conceder o denegar a
los hombres la lluvia vivificante. De igual modo, los eclipses, cometas,
meteoros, truenos, relámpagos, terremotos y erupciones volcánicas se
interpretaban como signos del desagrado divino. El filósofo que concebía todos
estos fenómenos en términos de cambios puramente naturales se vería obligado
más tarde o temprano a entrar en conflicto con el sacerdote, cuya tarea
consistía en asegurar la donación de regalos por parte de los dioses a cambio
del sacrificio, y se vería enfrentado en un grado mayor con el vidente, quien
interpretaba sus señales y presagios. |
No sabemos si la meteorología tuvo que enfrentarse con alguna oposición
de origen religioso. Puede que al principio no pareciera obvio que la religión
estuviese en peligro. La divinidad del sol o de las estrellas no estaba menadl
por la teoría según la cual aquellos se alimentaban en el acto de exhalar de la
tierra y del mar. Y aunque la formación de las nubes y de la lluvia implicaba
la condensación del aire y del agua, a pesar de todo, la lluvia podía ser
enviada por Zeus. En la actualidad, la meteorología coexiste con una Iglesia
cuyos obispos pro mueven oraciones bien para que
aparezca, bien para que cese la lluvia. Y se da el caso de que el Servicio
Meteorológico jamás se ocupa de recopilar estadísticas que correlacionen la
precipitación registrada con el número de oraciones rezadas en una región
determinada con el fin de elaborar el Informe Meteorológico. En el Estado
antiguo el culto a los dioses y la conducta humana se ajustaban a la costumbre
ancestral y a la ley. El filósofo natural no tenía nada que decir en contra de
6d esto. Incluso en materia de presagios podían conciliarese la explicación
natural y la sobrenatural, como puede constatarse en el comentario que hace
Plutarco a una anécdota famosa.
«Se cuenta que en una ocasión le trajeron a Pericles de una de sus
granjas una cabeza de carnero que tan sólo tenía un cuerno. Y Lampo, el
adivino, al observar que el cuerno había crecido fuerte y firme en la mitad de
la frente, declaró que los dos grandes grupos existentes en el Estado, a saber,
los partidarios de Tucidides y los partidarios de Pericles, se unirían e
investirían con todo el poder a aquel que estuviese relacionado con el
descubrimiento del prodigio. Pero Anaxágoras, habiendo diseccionado la cabeza,
demostró que el cerebro no llenaba la cavidad en su totalidad, sino que se
había contraído adoptando una forma ovalada, e indicó directamente cuál era la
parte del cráneo en la que surgía el cuerno. Esto proporcionó a Anaxágoras un
gran prestigio ante el público. Y Lampo no fue menos reverenciado por su
predicción cuando, poco después, tras la caída de Tucídides, la administración
se puso totalmente en manos de Pericles.
»Pero, en mi opinión, pueden conciliarse bastante bien las figuras del
filósofo y el adivino, y considerarse correctos los testimonios de ambos; uno
descubre las causas y otro el fin. La tarea del primero consistía en dar cuenta
de la aparición de un acontecimiento, mientras que el segundo se dll a
demostrar por qué adoptaba una forma determinada y lo que ésta presagiaba.
Aquellos que dicen que el prodigio desaparece cuando se descubren las causas no
tienen en cuenta que si rechazan el carácter preternatural de tales signos,
deberán también negar que los signos artificiales sean de alguna utilidad: el
ruido que producen Tos tejos de latón, la luz de los faros y la sombra de un
reloj de sol tienen todos ellos sus propias causas naturales, y aun así, cada uno de ellos tiene
otra significación. (Pericles VI. trad. Langhorn.)»
No obstante, en la ulterior carrera política de Pericles, sus enemigos
se aprovecharon de su creciente impopularidad para atacarle a través de sus
amigos. Entre éstos se encontraba Anaxágoras, quien había declarado que la
tierra estaba hecha de tierra y que el sol era una roca incandescente algo más
extenso que el Peloponeso. También había descubierto las verdaderas causas por
las que se producen los eclipses lunares y solares. Mucho tiempo atrás Tales
había aprendido en el Este que los eclipses eran cíclicos y no en oleo a predecir
con éxito la aparición de uno de éstos que pudo contemplarse en Asia Menor en
el año 585 a. C. Cada vez se hacía más difícil para los hombres instruidos,
considerar a estos fenómenos como presagios de desastres terrestres, si bien la
derrota del ejército ateniense en Siracusa se debió a la confianza que
depositara su general en la interpretación que los videntes hicieron de un
eclipse lunar. De acuerdo con la opinión común más extendida, los astrónomos y
los filósofos naturales se encontraban al mismo nivel que los demás «sofistas»,
algunos de los cuales eran conocidos por sus especulaciones poco ortodoxas
acerca de la naturaleza de los dioses o, como Protágoras, por el hecho de
cuestionar el hecho de que podamos conocer ES de éstos. Los videntes y los
sacerdotes comenzaron a inquietarse. Fue un vidente, Diopites, quien promulgó
un decreto por el que se autorizaba a procesar a «aquellos quienes no creen en
las cosas divinas o enseñan teorías acerca de lo que sucede en el cielo» ?,
Nilsson ha señalado que la creencia en oráculos y presaios jugaba un
papel mucho más destacado en la vida griega de o que comúnmente se reconoce. El
público, piensa, no estaba
muy influido por las discusiones intelectuales de los sofistas.
«El enfrentamiento real tuvo lugar entre esa parte de la religión que
tenía una mayor incidencia en la vida práctica y
aquello que formaba parte de la experiencia cotidiana de todo el mundo,
a saber, el arte de predecir el futuro y los intentos realizados por parte de
la filosofía natural con el fin de ofrecer explicaciones físicas de los
fenómenos celestes y atmosféricos, de los augurios y de otros acontecimientos.
Porque si estos fenómenos podían explicarse de un modo natural, el arte de los
videntes carecía de aplicación. También se debilitó la creencia en los
oráculos... Naturalmente los videntes y los intérpretes de los oráculos y
presagios defendían su arte, y dado que su arte estaba implícito en la religión
antigua, también dependía de su suerte la religión antigua... Los juicios por
ateísmo eran inútiles. No podían refrenar la incredulidad creciente y dejaron
de realizarse con el paso del tiempo. Deberíamos intentar comprender la
situación por la que comenzaron a realizarse, por más que su existencia no
honre precisamente a Atenas. Esta situación se creó debido a la incidencia de
la religión en la vida práctica y la política, y ello explica por qué los
hombres que eran al mismo tiempo políticos y videntes, pensaban que era posible
alejar el peligro mediante leyes y tribunales. Los atenienses aprobaban este
proceder porque a la gente no le gustaba que se atacase a los dioses que Habían
proporcionado gloria y poder a su ciudad, y porque temían la cólera de estos
dioses en las situaciones imprevistas.»
Jose ZtaChristian Franco
Rodriguez
eptnosrSodiu50lag510m44malm539l6mha50f241ic8292mm1 i81n4h352 ·
¡Feliz cumpleaños, Christian!
Gracias
En el más famoso de los juicios
por impiedad, la acusación de Sócrates se realizó hábilmente utilizando para
ello términos cuidadosamente elegidos. El decreto de Diopites había dirigido
sus ataques hacia los que enseñaban teorías sobre lo que sucede en el cielo por
no creer en «cosas divinas» (tú: Beña [ta theia]). Esto podía referirse a
aquello a lo que, en particular, se oponían los videntes, a saber las
explicaciones naturales de los fenómenos meteorológicos que ponían en
entredicho su significado como señales enviadas por los dioses. O tal vez
«cosas divinas» podría significar los en general; los filósofos eran
sospechosos de no creer en la existencia de los dioses. Sin embargo, Sócrates
no fue acusado en el proceso por enseñar
meteorología o por ateísmo. Fue acusado por «no reconocer (o «no creer
en») los dioses reconocidos por el Estado, introduciendo nuevas divinidades»
*?, Pues la nefasta acusación no aparece hasta que no se aporta algún
testimonio que pruebe que Sócrates ha. nteiado públicamente no creer en los
dioses, O hasta que Sócrates intenta probar que había tomado parte en el culto
público. Es orobable que, como sugiere la Apología platónica, Meleto y sus
amigos confiaron en la opinión comúnmente compartida, que asimilaba
erróneamente a Sócrates con los filósofos naturales como Anaxágoras, Arquelao y
Diógenes. Esta confusión ha sido fomentada por los poetas cómicos. A los
miembros del urado se les había inducido a creer
ue «hay un cierto Sócrates, un hombre sabio, que ha estudiado lo que
sucede en el cielo e investigado todo lo que hay bajo la tierra», y la gente
supone que los hombres que estudian tales cosas «no creen en los dioses» (Apol.
18 B). De hecho, nadie que tomara en serio la imagen que se da de la escuela de
Sócrates en la primera parte de las Nubes habría creído que animaba a sus
discípulos a estudiar «las cosas celestes y las que suceden bajo la tierra» y
los iniciaba en un culto secreto del Aire, el Eter y las Nubes como las únicas
divinidades (Nubes, 365). En estos misterios Estrepsiadas se enseñaba que Zeus
no existía. Su reinado había concluido y su trono había pasado (no a Dioniso,
«el hijo de Zeus», sino) a Dino. La lluvia, el trueno y el rayo no son enviados
por el dios del Cielo, sino que se producen debido a la aparición de perturbaciones
bastante imprevistas que se desencadenan en las nubes. Podemos constatar en
este punto, además de la negación del valor de los presagios, la insinuación de
que los dioses cósmicos de los filósofos Jonios pretendían reemplazar al mismo
Zeus. Dado que Zeus Polieus, asociado con Atenea Polias era en gran medida un «dios de la ciudad». Las Nubes describen a
Sócrates como alguien que «no cree en los dioses reconocidos por la ciudad,
sino que crea otras divinidades desconocidas», es decir, el aire y las nubes.
Sin embargo, estos dioses «nuevos» y su comportamiento se describían en
términos eminentemente físicos, lo
ue justificaría, según la opinión común ordinaria, la acusación de
ateísmo absoluto. En al interrogatorio al que somete a Meleto, Sócrates incita
a su acusador a imputarle este cargo y, por consiguiente, a entrar en
contradicción con los términos mismos de la acusación; porque alguien que «crea
nuevas divinidades» no puede ser un ateo. Meleto, dice, le ha confundido con
Anaxágoras (Apol. 26 c ss.). Por lo demás, Sócrates niega rotundamente que la
descripción que Aristófanes hace de su supuesta escuela contenga una sola
palabra verdadera. No se ha interesado por la meteorología *?, y nunca enseñó a
nadie en secreto (Apol. 19 c).
Pero la expresión «nuevas divinidades» (Saruóvia [daimónia]) presente en
la acusación, había sido cuidadosamente elegida para hacer que pareciera
adecuada la imputación hecha a Sócrates. No existe la mínima razón para dudar
del testimonio de Platón y de Jenofonte, según los cuales aquella alude a la
señal divina, ese Oeióv ti xal auóviov, que Sócrates dice expresamente, es «lo
que Meleto incluye en los términos de su acusación burlándose» (Apol. 31 c).
Esta afirmación es confirmada por el Eutifrón (3 B y ss.), en donde el vidente
interpreta inmediatamente la expresión como haciendo referencia a la señal
divina, así como por el tratamiento global que da Jenofonte a este cargo de la
acusación. No habrá necesidad de abundar más en este punto **, Mr. Phillipson
escribe:
«Los acusadores encontraron en el daimon de Sócrates lo que consideraban
motivo suficiente para una acusación de impiedad, y no hay duda de que
razonaban más o menos de esta manera. Este daimon de Sócrates era de carácter
interno e indeterminado y no podía ser relacionado con las deidades
autorizadas. Era de una naturaleza peculiar, no comparable con nada, puesto que
Sócrates era el único hombre que afirmaba tener lación con él, Sócrates
afirmaba que por medio de éste, tenía el poder de entrar en comunión inmediata
con el dios, y que, por consiguiente, podía prescindir —y probablemente lo
hizo— de los medios comúnmente aceptados para determinar la voluntad divina.
Esta singularidad constituía una anomalía indeseable en una ciudad como Atenas,
donde el Estado y la religión nacional estaban indisolublemente unidas. Sin pe
go, era también una anomalía peligrosa. Estimuló y alentó la dedicación de
Sócrates a su misión vital; asimismo, éste rechazó las obligaciones
relacionadas inseparablemente con la ciudadanía. Y también se mofaba de
aquellos que cumplían con tales obligaciones, manifestaban una inclinación
antidemocrática e inculcaban doctrinas antidemocráticas en los demás, de tal
modo que este daimon suyo no era sólo una innovación religiosa no autorizada,
sino que constituía también una amenaza para el Estado. Si a cada ciudadano se
le permitía recurrir a tales oráculos privados y novísimos, se produciría
inevitablemente la discordia, se derrumbaría completamente la religión nacional
y la tan apreciada democracia ateniense, con su libertad y su igualdad, dejaría
de existir. Por tanto, el daimon era —<como Anito y sus colegas debieron
pensar—, desde todos los puntos de vista, un boo ue merecía ser atacado.
Asimismo, la única forma de atacarlo era mediante una acusación de irreligión,
y en una acusación de este tipo se podría contar, con toda seguridad, con la
mayor parte de los votos.
» Así pues, como admite Sócrates abiertamente, su daimon (Sauóviov
[daimónion]) —que para él era una señal divina, una voz, que es una
manifestación de Dios, pero no un dios— era un blanco evidente: era muy fácil
introducir una pequeña modificación en su expresión y convertirla en Oayuóvia
[daimonia], divinidades —xauwvdá Oauóvia, nuevas divinidades— a pesar de que ni
usó la palabra como un sustantivo ni en pluEl significando con dicho vocablo un
ser o seres divinos. De este modo, la formulación misma de la acusación era ab
initio un proceder sofístico por parte de los acusadores.»
En realidad, los acusadores habían aprovechado hábilmente la oportunidad
de relacionar esta nueva «cosa divina» con estas otras divinidades nuevas —el
Aire, el Eter y las Nubes— que podrían desplazar a Zeus, y con la doctrina
blasfema de Anaxágoras, según la cual «el sol es una piedra y la luna tierra»
(Apol. 26 D). Lo que es de especial importancia para nuestra argumentación es
que tanto el debito verdadero como el elemento falso que aparecen en la
acusación, están relacionadas con la creencia en la adivinación. El supuesto
ateísmo de los Jonios y de la creencia de Sócrates en su señal divina
amenazaban los intereses creados de los videntes que interpretaban los oráculos
y los signos de la gracia o del descontento divinos en el regalo de la lluvia y
en las manifestaciones del trueno y del rayo, el eclipse y el terremoto.
La Apología es un discurso legal. Sócrates se enfrentaba a una acusación
vagamente ruda hasta donde sabemos, no apoyada por ningún testimonio que él
pudiera refutar, y sustentada en una confusión y un prejuicio ya viejos muy
arraigados en las mentes de los componentes del tribunal. En una situación tal
era perfectamente legítimo que se defendiese a sí mismo logrando mediante un
ardid que su acusador confesase lo que realmente tenía en mente —el cargo de
ateísmo absoluto— e inculpándole de entrar en tradición con su propia
acusación. Le quedaba a Platón analizar la actitud real de Sócrates con
respecto a las pretenciones de estos videntes y sacerdotes cuyos intereses, al
margen de motivaciones políticas, habían propiciado los juicios por impiedad. Emprendió
esta delicada tarea en una conversación imaginaria entre Sócrates y un conocido
adivino, Eutifrón.
Sócrates y el vidente se encuentran en un momento en el que ambos están
comprometidos en procesos legales fundados en cargos por impiedad. Sócrates
explica que Meleto le ataca por «hacer nuevos dioses y no creer en los
antiguos». Eutifrón contesta: «Entiendo, Sócrates: no hay duda de que esto es
porque hablas de una cosa divina que a menudo está contigo». La acusación
considera esta circunstancia como una innovación en la religión. Y Meleto sabe
que es fácil hacer que el prejuicio popular se pronuncie en contra de tales
declaraciones. Cuando el mismo Eutifrón se dirige a la asamblea para ofrecer
predicciones predicciones siempre alía verdaderas. En este momento se ocupa de
la demanda de su propio padre por un homicidio que, justificado o no, mancha a
toda la familia con la impureza. Siente que tiene una obligación religiosa de
liberarse de esta mancha, aunque sus amigos consideren que sea una impiedad que
un hijo acuse a su padre de homicidio. Ellos no entienden el significado
religioso de la piedad y la impiedad. Sócrates pide a Eutifrón que le ilustre
sobre el Menñcado de la piedad, o santidad, o rectitud (ninguna de estas
palabras comprende el sentido de tó ÚoaLOv [tó hosion] en su integridad). Como
siempre, busca una definición.
La discusión que sigue a continuación no parece llegar a ninguna
conclusión positiva, y no pocos intérpretes se han quedado perplejos al no
saber dónde encontrar alguna. Aquí, como sucede en varios de los primeros
diálogos, Platón se ha mantenido fiel al método de Sócrates al negarse a
«enseñar» a sus lectores y al dejar que éstos resuelvan por sí mismos el
problema del que se trata. Pero, según creo, ha indicado suficientemente dónde
podrían buscar una respuesta a la cuestión que el Eutifrón se proponía
plantear: ¿Cuál era la actitud real de Sócrates hacia la religión?
Las dos partes principales de la conversación corresponden a las dos
actividades reconocidas de la religión oficial: la profecía y el oficio
sacerdotal. En el Político (290), por ejemplo, se distinguen dos clases de
oficios religiosos. A los profetas (uávteis [mánteis)) quienes poseen «una
especie de conocimiento por adivinación», se les considera intérpretes y mediadores
entre los dioses y la humanidad. (El profeta, es decir, los intérpretes de la
voluntad de los dioses, bien por medio del augurio o a través de la inspiración
directa.) El sacerdote no necesita de ningún tipo de inspiración. Su arte
consiste en llevar a cabo el ritual, el culto a los dioses (Bewv Bepaxeía
[theón therapeía] como lo llama el Entifrón). El «sabe cómo ofrecer obsequios a
los dioses que sean de su agrado por medio del sacrificio, y a la vez pedir a
los dioses mediante oraciones cosas buenas de las que podamos disfrutar». Las
dos definiciones de piedad que aparecen en el Eutifrón corresponden a estas
actividades. El carácter esencial de un acto pío se define inicialmente como
«lo que agrada a los dioses» o es conforme a su
voluntad. Esta no es otra que la voluntad o el deseo que los videntes
como Eutifrón saben cómo interpretar. Una vez desechada esta definición
Sócrates vuelve a situarse en el ámbito del oficio sacerdotal, en el que tiene
lugar una especie de comercio por el que satisfacemos la necesidad de
sacrificio que conviene a los dioses, y a cambio recibimos beneficios.
Ese segundo aspecto de la religión se expone en pocas palabras. Si todos
los beneficios provienen de los dioses, ¿qué bien podemos hacerles a cambio?
Podemos ofrecer muestras de homenaje y agradecimiento, pero antes de nada
debemos estar seguros de que lo que ofrecemos a cambio les complazca, y sea,
por tanto, un acto de piedad. De este modo volvemos a la primera definición:
«lo que agrada a los dioses». Y puesto que aquélla ha sido descartada, parece
que hemos fracasado comno a la hora de encontrar lo que hace que un acto sea
pío. En consecuencia, terminamos con un sentimiento de aparente fracaso; pero
la referencia a lo dicho anteriormente nos invita a revisar de nuevo la
conclusión de la primera parte del argumento.
Allí Sócrates había preguntado a Eutifrón si a los dioses les agradaba
lo que es justo porque es justo, o lo que es justo es justo porque agrada a los
dioses. Razonando mediante la analogía, obliga a Eutifrón a reconocer que a los
dioses les agrada la conducta justa porque ésta es justa. Y no es su aprobación
lo que la convierte en justa. Este reconocimiento es fatal para la dehicion
porque hace del carácter «agradable para los dioses», un nuevo atributo
accidental de al conducta justa. De este modo fracasa la definición y volvemos
al oficio sacerdotal, Pero el reconocimiento en sí mismo contiene una
conclusión positiva de una gran importancia práctica, y que está íntimamente
relacionada con los problemas suscitados a lo largo de todo el diálogo. No
obstante, supone la doctrina socrática que esperaríamos encontrar en uno de los
diálogos primeros en el que intentase definir una de las grandes virtudes. Toda
virtud es una y ésta consiste en el conocimiento del bien y del mal o de lo
justo y lo injusto —un conocimiento inmediatamente accesible al ojo de cada
alma humana—, cuando su visión se libera del prejuicio y del falso concepto. En
su acción contra su padre, Eutifrón ha pedido ser guiado por el poder intuitivo
del vidente con el fin de saber lo que aprueban los dioses. Pero no puede
explicar cómo obtiene este conocimiento. Y es bastante obvio que Sócrates no
cree que ni él ni otro profeta puedan decir lo que los dioses piensan que
estamos obligados a hacer. En el Cratilo (400 D) Platón hace hablar a Sócrates
de los dioses casi en los mismos términos que Protágoras: lo mejor que
podríamos hacer en este caso es reconocer que «no sabemos nada acerca de los
dioses —ni sobre los mismos dioses, ni sobre los nombres por los que se llaman
unos a otros», esto es, aquellos nombres que interpretaba Eutifrón. La
conclusión es que debemos ser guiados en todos los asuntos relacionados con la
conducta humana —aquellos asuntos a los que Sócrates pres-. taba atención—, no
por lo que alguien nos diga que merece la aprobación de los dioses, sino por
nuestra propia intuición directa del «conocimiento del bien y del mal». Si
vemos con claridad, actuaremos en consecuencia de acuerdo con ello y, por
tanto, deberemos creer (aunque no podemos saberlo) que nuestra acción la
aprueba el cielo.
Si esta información es correcta, el ri ejemplifica la oposición
existente entre el vidente y el filósofo, tal como la concebía Sócrates.
Logramos que aparezca una nueva luz en el camino en el que la doctrina
socrática se había oscurecido, en el momento en que los profetas y sacerdotes amenazaban
su propia posición. Sócrates creía en la intuición de la «verdad en sí misma» o
inteligencia, la cual podía conocer y querer el bien. También habló de la guía
por parte de una señal o voz divina, recibida del exterior. En ambos respectos
parecía oponer su iluminación privada a la autoridad del Estado y a su religión
establecida. Su caso guarda un curioso paralelismo con el de Juana de Arco, a
quien la Iglesia condenó en un principio por hereje y posteriormente consideró
una santa.
Revisando el caso de Sócrates en su integridad llegamos a las siguientes
conclusiones. (1) El proceso se desarrolló sobre la base de la opinión
ordinaria que confundía a Sócrates con los «sofistas» en general y, en
particular, con los físicos Jonios, cuyas doctrinas meteorológicas eran
incompatibles con el arte del augurio, y tal vez con la existencia misma de
Zeus. Esta confesión era infundada. Sócrates no se ocupaba de cuestiones
físicas, pero podía haber pensado, como Hipócrates, que el hombre no tiene
medios para constrastar a través de la experiencia afirmaciones acerca de «lo
que sucede en el cielo y bajo la tierra». En cualquier caso sales
especulaciones no tenían que ver con el problema de Sócrates: cómo deberían
vivir los hombres para que fuesen felices.
(2) Sócrates no era completamente escéptico en lo que se refiere a la
adivinación intuitiva. Platón nos autoriza a mantener esta opinión, dada la
atención que Sócrates concedía a los sueños admonitorios y a la voz procedente
de su señal divina. Es imposible conciliar el testimonio de Platón con el de
Jenofonte en este punto. De acuerdo con Platón, «la señal premonitoria tenía
una duración momentánea. Emanaba de un original divino, pero no se atribuía a
ninguna divinidad particular. No era un ser divino en sí mismo (0e0s o Saíuwv
[theós o daímon];... En su acusación, Meleto le atribuía el sentido de un ser
divino. Su actuación era únicamente prohibitoria o inhibitoria; es decir, era
tan sólo un mandato de abstenerse de hacer una cosa determinada y no una orden
que exigiera que se hiciese algo, ni tampoco una sugerencia que incitase a
seguir un curso de acción determinado. Este se le manifestaba frecuentemente a
Sócrates desde su infancia; le prevenía frente a todo tipo de cosas y sucesos
casuales, e incluso frente a cosas aparentemente triviales. El fundamento del
aviso era puramente práctico, a saber, que hacer tales cosas no sería por
necesidd moralmente justo o injusto, sino bastante peligroso, imprudente e
inconveniente. Sócrates creía que esta señal era un rasgo característico que
poseía casi en exclusividad. Le venía sin él solicitarlo; y la creencia de
Sócrates en ella era seria y sincera 9»,
En la actualidad un gran número de especialistas prefieren admitir la
prudente limitación que hace Platón del alfa de la señal divina, antes que dar
crédito a la información que suministra Jenofonte, según el cual aquélla
proporcionaba en ocasiones un consejo real con el fin de guiar no sólo a
Sócrates sino también a sus amigos, e incluía cuestiones relacionadas con lo justo
y lo injusto. Cualquiera que sea su alcance, Sócrates admitía sin lugar a dudas
la «adivinación» (como él la llamaba) de esta clase. No estaba dispuesto a
rechazar nada que no pudiese entender ni explicar «científicamente», como si se
tratase de un disparate fruto de la superstición. Es probable que, a la luz de
su propia experiencia admitiera la posibilidad
de la profecía inspirada, en eN caso de las sacerdotisas Píticas y de
otros oráculos, aunque como otros hombres de su tiempo, debía haber sido consciente
de que los sacerdotes que daban forma a las profecías y las interpretaban
podían emplear su poder para fines políticos o egoístas.
(3) Por otra parte, si Platón está en lo cierto, este oráculo privado
que aparentemente procede de una fuente divina exterior, no constituía una guía
real para la conducta. No eximía a Sócrates de ninguna responsabilidad por sus
acciones. Como dice en el Critón, a la hora de decidir lo que debía hacer, no
escucharía otra cosa que la razón (Ahóyos (lógos) que le pareciera la mejor,
tras una reflexión suficiente. Esto concuerda con la conclusión que encontramos
en el Extifrón: que el hombre debe utilizar su propia facultad intuitiva
interior para distin-
uir el bien del mal, sobre la base de que saben que es agradaBle a los
dioses. Esta facultad no era privativa de Sócrates, como lo era la señal
divina; ésta existe en cada alma humana.
En el platonismo, con su doctrina acerca de la inmortalidad y el
recuerdo de la Ideas, esta facultad, como hemos visto, se denthca con la razón
divina presente en el alma que aprehende las realidades eternas. En términos
míticos es el genio o daimon guardián del hombre. En el Tímeo se relaciona con
la adivinación a través de los sueños. Sus visiones admonitorias o
tranquilizadoras son enviadas por la razón a la parte irracional del alma que
es incapaz de entender el discurso racional. La adivinación inspirada adviene
únicamente cuando el poder del entendimiento se ve mermado u obstaculizado por
el sueño, por algún desorden o por la posesión divina. Las visiones deben
interpretarse mediante una reflexión juiciosa posterior. Se verá que aquí los
sueños significativos no se atribuyen a ninguna fuente externa. La simple
referencia a la adivinación por medio del examen del hígado de las víctimas del
sacrificio parece dejar de lado tales métodos de augurio. De un modo parecido
Aristóteles no hace caso de la interpretación de los presagios, pero reconoce
que la evidencia que suministran los sueños proféticos es demasiado sólida para
ser rechazada.
Por consiguiente, parece que hasta la época de Aristóteles el conflicto
principal entre el filósofo y el vidente surge a raíz de la explicación física
de «las cosas celestes y bajo la tierra». Tanto los filósofos naturales jonios
como los socráticos desecharon la vieja creencia según la cual éstas eran
señales que manifestaban el desagrado o el consejo divinos, y que podían
recibir una interpretación por medio del augurio. Pero los videntes no
perdieron su trabajo, porque la credulidad popular no se veía afectada por
especulaciones que pudieran ser presentadas fácilmente como impías o ateas. No
obstante, los Estoicos, con su fe en la benévola Providencia, pretendían
justificar ambas clases de adivinación, incluyendo los presagios de todo tipo.
De ahí que Epicuro considerara necesario dedicar tanta atención al apartado
correspondiente a la «meteorología», así como excluir a lo sobrenatural de este
dominio. Un exceso de celo le llevó a proclamar el extravagante principio,
según el cual cada explicación natural que se ofreciese en este campo, debería
ser admitida. Naturalmente, con su negación de la inmortalidad, la divinidad de
la razón humana desaparece.
Pero este teto empezó con una crítica del
empirismo y el racionalismo y es que el héroe del conocimiento no es empírico ni
racional, es inspirado hay una anamnesis, esta se razona y atraviesa la
experiencia, el problema es que nadie atraviesa la experiencia pura, sino los
sistemas de conocimiento que operan en la organización social solo Buda, Sócrates
y Cristo logran esa experiencia cero más
allá de todo sistema social o de toda gnoseología
instaurada.
Y entonces ¿Ya no existe la ciencia heroica que puede derribar el
paradigma establecido?
La hay pero siempre partirá de
estos maestros, ya desde el tiempo de los presocráticos solo estamos traduciendo
los mitos, lo que no quiere decir que no los podamos recordar desde adentro,
cuando atravesamos la experiencia de nuestra conciencia.
El filósofo como sucesor del poeta-vidente
En el Protágoras de Platón, cuando Sócrates y su joven ami-
o visitan al gran sofista en la casa de su adinerado huésped y le
preguntan por sus métodos de instrucción, Protágoras reconoce que es un sofista
y una persona educada y añade que no intenta ocultar su sabiduría superior por
temor a ser impopular. En los primeros tiempos, dice, los que poseían tal
sabiduría consideraron que era prudente disfrazarla de varias formas: de
poesía, en el caso de Homero, Hesíodo o Simónides; de ritos de iniciación y de
revelación de los oráculos, en el caso de Orfeo o Museo; de gimnástica, como
Ico de Tarento y Heródico en su tiempo; o de música, como Agatocles el
ateniense y otros muchos. De nuevo, y en un contexto inesperado, encontramos la
asociación de poesía y música, profecía y ritos y purificación médica que vimos
en las etimologías de Apolo en el Cratilo *, mientras que el método que usa
Protágoras para educar a los hombres, impartiendo sabiduría, corresponde a la
etimología de Musa, que viene de 4WoBar, que quiere decir «investización y
filosofía». La conclusión que podemos extraer de ambos pasajes es que el sabio,
sea llamado por su antiguo título de sophistes o por el término más modesto
«amante de la sabiduría», todavía era reconocido en los siglos V y IV como uno
de los tipos diferenciados que habían surgido del complejo profeta-poeta-sabio
que se estudió en el último capítulo. Sus afinidades se han ignorado por los
modernos historiadores de la filosofía que han estado obsesionados por el
«conflicto» de cimonónico entre la religión y la
ciencia. Estos especialistas han asumido que el racionalismo ilustrado se opone
necesariamente a las creencias y prácticas supersticiosas de una religión que
ahora se considera obsoleta, o, en el caso de que algún filósofo muestre un
interés obvio por la religión, entonces tiene que haber mantenido su religión y
su ciencia en compartimentos separados por un muro je suficientemente fuerte
como para evitar que se junten y entren en conflicto. Pero cuando se ven frente
a esa base previa que hemos intentado mostrar, al menos algunos de los primeros
filósofos exhiben, con bastante claridad, una conciencia de su posición como
sucesores del chamán. Como tales les consideraremos en este capítulo, antes de
volver en el siguiente al aspecto complementario del filósofo como rival de las
otras dos figuras, ahora separadas, del vidente y del poeta.
No es preciso detenerse mucho en el personaje de Pitágoras. Pertenece a
ese pequeño grupo de hombres «divinos» cuyas figuras son legendarias nada más
morirse o incluso antes. Al margen de la leyenda neopitagórica posterior,
Aristóteles ya registra algunos milagros que se le atribuyen ?. Debido a esta
transfiguración que los eleva a la categoría de «divinos», contamos con muy
pocos datos históricos sobre estos personajes, de los que nos gustaría saber
más cosas. Lo importante es que, en comunidades con un alto grado de
civilización, las leyendas de este tipo no surgen alrededor de gente
insignificante o de meros charlatanes; o, si lo hacen, los charlatanes no se
ganan el respeto de hombres como Aristóteles o Platón. El epíteto «divino
(Oeios [theños]) tiene un significado bastante amplio. Puede entenderse de
forma literal, como cuando se decía que Pitágoras o Platón eran hijos de un
dios ?. Dentro de la doctrina de la metempsicosis podría denotar la condición
de un alma que después de haberse purificado estaba destinada a escapar de las
reencarnaciones posteriores para disfrutar de la compañía de los dioses. Esto
puede ser lo que se quería decir cuando se escribió «entre las criaturas
racionales están los dio ses, los hombres y los
seres como Pitágoras» (Aristóteles, frag. 192). Como mínimo, «divino»
significaba «inspirado divinamente» y se aplicaba en este sentido al vidente y
al poeta. En el fondo, la palabra reconoce la existencia de una clase de
hombres cuya sabiduría no se adquiere a partir de la experiencia cotidiana que
tiene lugar a la luz común del día, sino por un acceso a un mundo de dioses y
espíritus o a una realidad situada fuera del alcance del tiempo, cualquiera que
sea la forma en que esto se conciba. Al considerar el sistema de un filósofo
«divino» es inútil hablar de ciencias que «sustituyen» a doctrinas religiosas o
de la religión como un «injerto» que se añade a la filosofía. Ninguno de los
grandes pensadores presocráticos de este tipo tiene dos visiones distintas del
universo: una religiosa para los domingos y otra científica para los días de
diario. Cada uno tiene una sola visión unitaria, que abarca todo lo que cree
sobre la realidad, todo lo que considera que es sabiduría. En la tradición italiana,
el impulso principal es religioso y moral, no meramente una curiosidad
intelectual que podría conducir a aceptar cualquier conclusión sobre la
naturaleza verdadera del mundo. Si estudias la Naturaleza para el bien de tu
alma y para que te sirva de ayuda en el Camino de la Vida, tu sistema de la
Naturaleza debe ser de los que te ayuden y no de los que destruyan tus más
profundas esperanzas con un ateísmo materialista que niegue la existencia
verdadera de un alma inmortal.
En este punto es preciso que superemos un escollo al que se enfrenta la
mentalidad moles viendo la conexión que se da entre partes del pensamiento que
hoy día están completamente separadas. Para nuestra forma de pensar, las
matemáticas —aritmética, geometría, astronomía y música— no tienen nada que ver
con la religión y la moral. A un matemático puro no se le exige que sea un
moralista o religioso conspicuo: podemos pensar en varios ejemplos que
mostrarían esta disociación. Pero la conexión resultaba evidente para
Pitágoras, y des-
ués de él a Platón, en cuyo esquema educativo el camino de la sabiduría
pasa por el estudio de las matemáticas puras y acaba en la visión del bien, el
conocimiento que es la virtud. Es cierto que en las generaciones que siguieron
a Pitágoras, los dos aspectos de su filosofía se separaron enseguida. Las
comunidades más estrictas se adhirieron a la forma de vida pitagó rica, siguiendo ciertas normas de conducta, reglas de a cia y demás.
Otros admiraban al fundador de la ciencid mática, considerando que esta ciencia
poseía un interés propio” El paso siguiente fue la separación de las
matemáticas y la física. Los «números» que constituyen la realidad no se
confundieron más con grupos de cosas tangibles, ni las figuras de la geometría
con las superficies coloreadas de los cuerpos materiales.
Los números y las figuras se convirtieron en lo que nosotros denominamos
«lo abstracto», y en la época de Platón estaba claro que las ciencias
matemáticas puras son sistemas de verdades eternas que no contienen ninguna
referencia a los cuerpos físicos que están en el espacio y en el tiempo, los
cuales podrían entenderse como no existentes sin que afectara a su validez. Una
vez que se llegó a esto, era difícil entender cómo los números podían ser los
seres «naturales» o reales de las cosas físicas. En el sistema materialista de
Leucipo y Demócrito, se sustituyen por partículas de cuerpos sólidos
impenetrables, con lo que se pierde todo tipo de conexión con la religión y con
las ideas morales. De esta manera estas corrientes divergentes de pensamiento
siguieron su camino por separado; pero no es imposible seguir su pista hasta su
origen común en el sistema originario de Pitágoras.
Sabemos que la escuela pitagórica no se limitaba a ser una sucesión de
maestro y discípulos, como lo podemos encontrar en la tradición jonia, sino que
se trataba de una fraternidad con algunos rasgos que la aproximan a las órdenes
monásticas. Más aún, seguía el modelo de una sociedad de culto místico, cuya
entrada se obtenía, no por pertenecer a una u otra familia, sino por medio de
una iniciación, un privilegio buscado por una elección personal respondiendo a
algún tipo de Mecedaad sentida personalmente. En el proceso de iniciación se
podían distinguir dos fases: una purificación preliminar, que podía ser
meramente ceremonial, para preparar al candidato para la fase siguiente, la
revelación de los objetos de culto simbólicos y las representaciones rituales.
Ser testigo de esto significaba asegurarse un «lote mejor» en el otro mundo. La
revelación se acompañaba de algunas instrucciones sobre el significado de las
cosas vistas y representadas. «Bienaventurado es el que ha visto estas cosas;
el no iniciado nunca tendrá una porción igual después de la muerte» (Himno a
Deméter, 480).
Todo el proceso se basa a la creencia en la existencia de otro mundo, un
mundo invisible de dioses y espíritus, donde el alma individual tendrá su sitio
después de la muerte. La revelación es la única forma en que se puede acceder
al conocimiento de este mundo; los iniciados afirman ser «los que saben» (ol
eudótes [hoi edidótes)), o «los sabios» (oopoí [sophoí])). Entre los
pitagóricos existía un noviciado, una fase de prueba antes de la admisión. La
vida cotidiana de la orden estaba regida por reglas que incluían la abstinencia
de ciertos tipos de comidas y vestidos. Y, al igual que en los cultos
mistéricos, había una norma de secreto y una tradición según la cual todos los
descubrimientos se debían atribuir al fundador, presumiblemente porque se
concebían como desarrollos de su revelación original de la verdad.
En la primera parte del Fedón, y en muchos otros lugares, Platón ha
desarrollado el significado más profundo que los pitagóricos ligaban a la idea
de la purificación seguida por la revelo Se trata de la liberación del alma, debido
a su origen y naturaleza divina, de la cárcel del cuerpo mortal, una liberación
parcial durante esta vida que se completará después de la muerte. Mientras se
encuentra liberada, el conocimiento es la contemplación de la verdad, la verdad
intelectual manifestada a través del orden divino del cielo o cosmos. Así pues,
el pitagorismo era una filosofía, al tiempo que una religión. Fil sóficamente,
la verdad que se contempla es la naturaleza última de las cosas;
religiosamente, es el conocimiento que capacita al hombre para avanzar hacia la
perfección espiritual, asimilando su propia naturaleza al po E invisible del
mundo.
«Un hombre cuyos pensamientos están fijos en la realidad verdadera no
tiene tiempo para bajar su mirada a los asuntos de los hombres, para participar
en sus luchas y para infectarse con sus celos y odios. Contempla un mundo con
un orden permanente y armónico, en el que gobierna la razón y nada puede hacer
ni sufrir mal alguno; y, lo mismo que el que imita y admira a un compañero, no
puede dejar de amoldarse a su parecido. Así, el filósofo, en compañía constante
del orden divino del mundo, reproducirá
ese orden en su alma y, en la medida de lo posible, se volverá como un dios.»
(Rep. 500.)
Algunos críticos no han visto ninguna conexión entre esta concepción del
conocimiento y la doctrina de la reencarnación, que, sin duda, fue enseñada por
Pitágoras. Pero, como ya hemos visto, la teoría platónica de la Anámnesis nos
ofrece el punto de unión, y ahora parece más probable que esta teoría tuviera
sus orígenes en la tradición pitagórica anterior. Pitágoras era considerado
como un profeta de la mántica de Apolo y el hierofante de una revelación
sagrada. El contenido de la revelación lo constituyen las E intelectuales de
las matemáticas, aprehendidas por la razón y no por la experiencia sensible
cotidiana. El alma racional (tó Ayov Exov [to lógon éjon)), en este sistema
dualista, es el elemento divino e inmortal de nuestra naturaleza, opuesto a los
sentidos y pasiones del cuerpo. El conocimiento que se obtiene en la
contemplación se origina en ese otro mundo de dioses y espíritus que visita el
alma cuando se separa del cuerpo al concentrarse en sus pensamientos, y todavía
más cuando se ve libre gracias a la muerte, el alma caída vuelve a obtener así su
divinidad: el hombre llega a ser como un dios, asimilando su naturaleza moral
al orden armónico que revela el intelecto. En este punto, los aspectos
matemáticos y religiosos de esta filosofía se encuentran en la idea central de
la armonía. La armonía de la escala musical fue reducida por primera vez a
razones matemáticas de la mano de Pitágoras. El descubrimiento trajo consigo la
intuición de que Aedo el Cielo (o el universo visible) es armonía y número»;
una intuición cuya verificación iba a correr a cargo de las nuevas tendencias
de la física, en una forma que Pitágoras no pudo ni siquiera concebir. La
Filosofía, «la forma más elevada de la música», es tanto el descubrimiento de
la verdad matemática como la forma de vida que armoniza el alma con la belleza
y la bondad que implica el término «cosmos». Heráclito poseía un temperamento
muy diferente del de Pitágoras, pero también afirma, a su modo, que es un
profeta.
«Era un espíritu orgulloso y elevado por encima de los otros hombres, a
los que miraba por encima, tal como aparece en su tratado, donde dice: “Conocer
muchas cosas no enseña a tener inteligencia; si así fuera, habría enseñado a
Hesíodo y Pitágoras, a Jenófanes y Hecateo”. Decía que cuando era joven no
sabía nada, pero cuando se hizo adulto llegó a conocer todas las cosas. No fue
discípulo de nadie, sino que aseguraba que había “investigado en él mismo” y
había aprendido todas las cosas por sí mismo.» (D. L. IX, 1 y 5.)
De acuerdo con esto, era el único fiósofo notable a quien los
posteriores compiladores de «sucesiones» no podían afiliar a ningún predecesor.
Los fragmentos que nos han llegado de él justifican su pretensión de
originalidad, y su estilo oracular explica en parte por qué nadie podía
entenderle. Incluso se ha llegado a decir que no deseaba ser entendido por la
multitud: «Dedicó su libro al templo de Artemis y según algunos lo hizo
deliberadamente el más oscuro para que sólo los que fueran capaces accedieran a
él y para que la familiaridad no engendrase desprecio... Teofrasto atribuye a
su temperamento (o genio) melancólico el que algunas partes estén sin acabar y
otras se encuentren en una extraña mezcla *».
La actitud de Heráclito hacia los contenidos de su tratado se expresa en
los fragmentos iniciales:
«Escuchando no a mí, sino al logos, es sabio convenir que todas las
cosas son una.
»Pero aunque este logos permanece para siempre, los hombres no lo
entienden antes de oírlo ni cuando ya lo han oído. Pues, aunque todas las cosas
ocurren según este logos, los hombres parecen inexpertos con ellas cuando
experimentan con palabras y cosas como las que yo expongo, explicando cada cosa
de acuerdo a su naturaleza y diciendo cómo es.»
Los hombres son «inexpertos con tales palabras»; esta frase la volvemos
a encontrar en Aristófanes, cuando el coro de místicos, después de invocar a
laccho, expulsa a los profanos: «Guarde cada uno silencio y que salga de
nuestros límites el que sea inexperto en palabras como estas y no sea puro de
co razón» ?. Aristófanes está
parafraseando las palabras del hierofante de Eleusis cuando advierte a la
asamblea que tienen que «entender el lenguaje» (pwvv ovvetoí [phonén synetoí]))
y tener las manos y el alma pura. Heráclito expone cómo son las cosas en sus
logos; pero los hombres no entienden su significado, lo mismo duelos no
iniciados no pueden entender el significado de los símbolos místicos y del
lenguaje ritual. Sus almas son «bárbaras»; no pueden entender ni siquiera el
lenguaje de sus propios ojos y oídos (frag. 107=4 Byw.). Heráclito parece
querer decir que los hombres pueden llegar a ser experimentados en la verdad,
usando sus propios ojos para das la Naturaleza o sus oídos para a al logos de
Heráclito; pero se mantienen ciegos y sordos para ambas cosas.
Cuando dice a sus lectores que no le escuchen a él, sino al logos, es
evidente que «el logos» quiere decir algo más que «mi discurso»: significa más
bien «la verdad» que expresa el discurso, una verdad que «permanece para
siempre» como una realidad objetiva que gobierna todas las cosas que ocurren.
El logos es, en efecto, algo más concreto que lo que sugieren nuestros términos
modernos: todo el pensamiento y la inteligencia de los humanos es una parte del
pensamiento (yvoun [gnóme]) que guía todas las cosas, y este pensamiento mismo
puede ser dicho como «fuego», una cosa móvil, viva y consciente *. El
pensamiento o la verdad se expresa en la Naturaleza,
ero «La Naturaleza ama ocultarse... con gran incredulidad por a que
escapa del conocimiento» ?. Los hombres podrían conocerla con sus ojos y oídos
si sus almas pudieran entender el lenguaje de los on pero lo que ocurre es que
no pueden entender «las cosas con las que se encuentran» o reconocerlas cuando
están explicadas, ya que «los hombres sin entendimiento son como los sordos»
(frags. 3-5 Byw.=34, 4, 17). El fallo no está en los sentidos, sino en carecer
de inteligencia para interpretar su mensaje. Heráclito también habla
crípticamente, como la Naturaleza y como «el Rey que tiene el oráculo en
Delfos, que no dice ni oculta su significado, sino que lo indica» (frag. 11
Byw.=93) y, tal como dice Sófocles, «insinúa a los sabios oráculos profundos,
pero a los insensatos sólo les enseña algo trivial» $, Varios fragmentos apuntan
a la intención deliberada de Heráclito de confundir a los burros que prefieren
la paja al oro, pero probablemente también él pensó que la verdad era realmente
enigmática al consistir en lo que para la lógica de su época eran
contradicciones. Estas son reproducidas fielmente en su discurso, de forma que
posteriormente se supuso que había negado el principio de no contradicción.
Heráclito, pues, afirmaba ser el profeta de una sabiduría o conocimiento
que había descubierto él mismo en su interior y ue orabal única verdad sobre el
mundo. Como autodidas atacó a todos sus predecesores y contemporáneos —lo mismo
poetas que filósofos— acusándoles por «el aprendizaje de muchas cosas»
(10Avuadin [polymathíe]).
«El mucho aprendizaje no enseña el verdadero conocimiento, pues si así
fuera, se lo habría enseñado a Hesíodo, Pitágoras, Jenófanes y Hecateo» (frag.
40=16 Byw.).
«La gente piensa que Hesíodo sabía muchas cosas, cuando no conocía el
día y la noche, pues son uno» (frag. 57=35 Byw.)?.
«“Amantes de la sabiduría” tienen que saber muchas cosas en verdad»
(frag. 34=49 Byw.). En este último fragmento Bywater y Diels deben estar en lo
cierto, al considerar la palabra «filósofos» como parte de la cita, que no
tiene sentido sin ella. En un sentido amplio, podría describir la curiosidad que lleva a Solón o a Hecateo a viajar y a
ver el mundo (Herod. 1, 30). O bien Burnet puede tener razón al aceptar que
Pitágoras fue el primero que las llamó «amantes de la sabiduría», en vez de
afirmar que eran sabios. En cualquier caso, el fragmento tiene que ser una
condena de aquellos que van por el mundo recogiendo información y que confunden
esto con la búsqueda de la sabiduría, pues el «conocimiento de muchas cosas»
siempre se opone, según Heráclito, al conocimiento de la única cosa que es la
sabiduría que poseía él mismo. Pitágoras también está de acuerdo con esta
condena: «practicó la investigación» (Lotogín [historíe)) por encima de
cualquier hombre», pero la «sabiduría» que pudo ver en los escritos de otros
era sólo «un conocimiento de muchas cosas, una impostura» (mokvuadinv,
xaxotexvinv, frag. 129=17 Byw.). Las palabras de la conclusión sugieren una
alusión a una línea del Margites homérico que describe a un esclavo «que sabía
muchas artes y ninguna bien». La línea se cita en [Platón] Alcib. 11, 147 a,
refiriéndose a un hombre que posee un «conocimiento de muchas cosas y muchas
técnicas» (amv xadovuévnv rolvuadiav Te yal mohvtexviav), pero carece de la
única parte del conocimiento que constituye la sabiduría. Sócrates explica que
Homero escribía «enigmáticamente» y donde pone «y ninguna la conocía bien», lo
que realmente quiere decir es que era «malo para él conocer muchas cosas»
(xax0v tó roma sidévas). El mismo contraste aparece en otra línea que se
atribuye al Margites: «el zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sólo una muy
importante» *%, En todos estos lugares el «conocimiento de muchas cosas» tiene
un sentido peyorativo. Al condenarlo, Heráclito condena toda la ivtopín, un
término que abarca tanto las especulaciones de los filósofos físicos como la
información recogida por viajeros e historiadores. Entre los poetas, Homero,
Hesíodo, Arquíloco y Jenófanes son rechazados explícitamente, y de la humanidad
se dice que carece de inteligencia y enetración, ya que siguen a los poetas y
aceptan como guía a * a multitud, sin saber que los alos son muchos y los
buenos pocos (frag. 104=111 Byw.). El fragmento 14 Byw. (Vors. ? 1, pág. 149,
1. 36) que se conserva en Polibio, habla de aquellos que «traen a testigos poco
fiables para confirmar cosas dudo sas»
y el contexto hace referencia a los poetas y mitógrafos. «Los ojos son mejores
testigos que los oídos» (frag. 101a=15 Byw.). Heráclito afirmaba haber usado
sus propios sentidos e inteligencia, en vez de seguir las teogonías y
cosmogonías poéticas O escuchar a los hombres que confunden «el aprender muchas
cosas» con la sabiduría. Su propia sabiduría viene de sí mismo. Se trata de una
sabiduría inspirada, como la de Píndaro: «Tengo muchos dardos en mi aljaba;
poseen una voz que habla a los hombres que pueden entender (pwvávta guvetoiol
[phonánta synetoís1]), pero para la multitud requieren intérpretes. Sabio es el
que conoce muchas cosas por un genio innato (puá [phya]); aquellos que han
aprendido de otros son como cuervos que graznan en vano frente al ave divina de
Zeus (Ol. II, 83). Se trata de la misma afirmación que hizo el aedo Fremio:
“Soy autodidacta; un dios ha implantado (évépualv) en mi corazón todas las
formas de la canción”. Por tanto, Heráclito encontró la sabiduría gracias a una
búsqueda en sí mism0»; pero, por otra parte, esta sabiduría no consiste en las
opiniones privadas de Heráclito, sino que «es.común a todos». «Es necesario
seguir a lo común (tú) Euvá) = TO Evv vów), pero, aunque el logos es común, la
mayoría vive como si tuvieran una sabiduría privada suya» (frag. 2=92 Byw.).
Otros fragmentos que tienen el mismo propósito enseñan que la única sabiduría
sería accesible a todos sólo si se despertaran y salieran de su sueño privado y
dejaran de escuchar La pretendida sabiduría de los poetas y filósofos.
Dejémosles mirar a la Naturaleza con los ojos abiertos por el entendimiento y
la encontrarán allí. El propio Heráclito es sabio; ha visto la verdad y la ha
reproducido en su logos. Pero este logos, como la verdad misma, es críptico,
sólo se puede expresar en contradicciones aparentes que confudirán a los
insensatos. Es en este sentido en el que Heráclito pretende poseer una
inspiración única que anula a todos los poetas, profetas y sabios del pasado o
de su propia época *!. Heráclito escribió en prosa, aunque su lengua
je era altamente poético. El habría rechazado figurar como el sucesor de
Hesíodo y otros autores de teogonías y cosmogonías poéticas. Más aún, la forma
narrativa no era decada para la verdad que tenía que declarar. El mundo es un
«fuego que está siempre vivo (y siempre está pereciendo)», que sufre
eternamente un proceso de transformación. No hay una cosmogonía ni una historia
de un cosmos que surja a partir de una condición primitiva más simple.
Si Heráclito era el profeta de un logos que sólo se podía expresar en
contradicciones aparentes, su gran contemporáneo, Parménides, era el profeta de
una lógica que no toleraba ninguna sombra de contradicción. Los dos afirmaban
decir la verdad por inspiración directa; pero, mientras que Heráclito
encontraba su verdad ejemplificada en cualquier parte del mundo visible del
cambio con su eterna lucha de fuerzas opuestas, Parménides rechaza el
testimonio de los sentidos y lo considera engañoso. La inteligencia (vóos), en
la que deposita toda su confianza, es la facultad de la razón, que argumenta
paso a paso y deduce conclusiones seguras a partir de axiomas incuestionables.
Se ha dicho que apreridió de los pitagóricos y, aunque se separó de su escuela,
su influencia permanece viva en él, ya que el método que inaugura en la
filosofía es el método de la geometría. Se trata del primer filósofo que ofrece
pruebas lógicas rígidas en vez de exponer su doctrina de forma dogmá
tica. Sus premisas no se deducen de la observación, pues el mundo
natural es el ámbito de las falsas apariencias. Su pensamiento es metafísico;
se ocupa de los conceptos abstractos del ser y la unidad. El método es a priori
y las conclusiones cone todas las experiencias sensibles. Al mismo tiempo, cree
estar revelando el único ser que existe realmente, una realidad que ocupa el
espacio.
Lo que nos interesa especialmente es la confesión inicial de Parménides
donde dice que todo el poema es una revelación que le hizo una diosa.
Cualquiera que sea la forma en que la tradición le haya llegado, su viaje por
los cielos recuerda el viaje de la representación ritual del chamán. Viaja
montado en un carro, ayudado por las hijas del Sol, en el camino de la
divinidad *? que conduce al hombre que conoce (sidóta púa [eidóta phóta)) «tan
lejos como desee el corazón» y «lejos del camino trillado de los hombres». Más
allá de las puertas del Día y la Noche (que pueden simbolizar el par primario
de opuestos en el engañoso mundo de las apariencias), encuentra a la diosa que
le promete instruirle en todas las cosas, en el «corazón inemonble de la verdad
bien redonda». Todo el resto del poema contiene la revelación dictada por la
diosa. Hay un contraste significativo, tanto en la forma como en el contenido,
entre las dos partes del poema.
La Vía de la Verdad es metafísica. A Parménides se le dice que no confíe
en los ojos ni en los oídos, sino que juzgue por la razón (Aóyw) y aparte su
pensamiento (voña) de la vía de investigación que admite la realidad de la
generación, el perecer y el cambio. Tiene que ver con su inteligencia (vów) las
cosas que se le presentan de forma segura, aunque lejana (de los sentidos) '?,
Estas cosas son propiedades necesarias de un Ser Uno, deducidas formalmente en
una serie de demostraciones muy
concentradas a partir de las concepciones abstractas del Ser y la Unidad. El
método, como ya hemos señalado, se deriva obviamente de la geometría, la única
ciencia existente que contaba con un método; y las propiedades deducidas son
geométricas. El Ser Uno es un sólido geométrico que ocupa la totalidad del
espacio, tiene la forma perfecta de la esfera y está lleno de un «ser»
continuo, uniforme y homogéneo. **
La segunda parte, la Vía de la Apariencia, abandona el método de la
deducción lógica: la diosa aquí «pone fin al razonamiento digno de confianza y
al pensamiento (motOv hÓyov n0s vónua) sobre la verdad» (8. 50). El «cosmos
engañoso de las palabras» que describen lo que les parece a los mortales es una
cosmogonía con el tradicional estilo dogmático narrativo. La primera parte ha
aportado una explicación racional de la realidad última que en cualquier otro
sistema ocuparía el papel de el estado de cosas inicial (4gxh$) o punto de
partida para la generación del mundo ordenado tal como lo perciben nuestros
sentidos. El primer paso es llenar la esfera geométrica con los opuestos
(pitagóricos), la Luz y la Noche, igual que en las cosmogonías míticas la
creación empieza con la aparición de la luz en la oscuridad. Si este paso se
pudiera dar legítimamente, pasaríamos ahora del «ser» construido por el puro
pensamiento al mundo de la experiencia sensible y todo el proceso cosmo-
Ónico podría seguir plácidamente sobre las líneas tradicionals Pero con
una sinceridad y agudeza sorprendentes, Parménides declara que el paso es ilegítimo.
La lucha de fuerzas opuestas en el orden temporal, al implicar pluralidad y
movimiento, cambio y devenir, contradice los atributos del Ser Uno, pues lo que
es, no puede devenir, y lo que es uno, no puede ser muchos. El ser «inmortal e
imperecedero» que los primeros filósofos atribuían a la sustancia original del
mundo es visto ahora como un ser intemporal: «nunca fue, ni será, sino que es
ahora todo a la vez». Ningún otro ser podría surgir de él en un momento del
tiempo: ¿por qué «antes y no después»? La cosmogonía no puede ser más que un
relato falso, un mito. La Musa de Parménides deja en este punto su facultad de
«declarar la verdad» y comienza a ejercer su otra facultad de contar
«relatos falsos que son plausibles» *?. Esto trae consigo la condena de
todas las cosmogonías, poéticas o filosóficas.
¿Quién es esta diosa que entrega su revelación a Parménides? Proclo da a
entender que se refería a «la ninfa Hypsipyle», aludiendo, sin duda, a las
altas puertas del Día y la Noche, más allá de las cuales se reúne con él *?.
Pero, en esencia, se trata incuestionablemente de la diosa de la Razón, una
proyección de la facultad que se ejercita en el razonamiento matemático cuando
se deducen ciertas conclusiones a partir de principios autoevidentes. Se ha
dicho que Parménides fue enseñado por pitagóricos que tuvieron que ser los
discípulos y compañeros inmediatos del mismo Pitágoras. Hace una afirmación que
ya está presente en la visión del mundo y de la naturaleza humana de Pitágoras:
el alma inmortal, que puede existir separada del cuerpo y visitar el otro
mundo, es el alma racional (Aóyov Exov), opuesta a los sentidos y pasiones que
residen en el cuerpo mortal; y la realidad que discierne cuando deja atrás los
sentidos es el mundo del número y la figura, los objetos y verdades de las
matemáticas. La originalidad de Parménides está en haber visto que existe un
abismo que no se puede superar entre el reino di lo intemporal, la verdad
metafísica, y la mezcla sin sentido de cualidades cambiantes que los sentidos y
las opiniones de los mortales que se basan en los sentidos confunden con
realidades. A partir de aquí el elemento inmortal y divino en el hombre ya no
es un mero espíritu que, cuando abandona el cuerpo dormido, conversa con los
dioses en sueños proféticos y discierne el curso del pasado, del presente y del
futuro; se ha convertido en la facultad que piensa y da una explicación
racional de la realidad metafísica que se sitúa más allá de los límites del
tiempo y del cambio. Sin embargo, Parménides sigue siendo un profeta, puesto
que todo su discurso le ha sido revelado por inspiración. En otras palabras,
tiene en común con Heráclito el pensar que su discurso es, no sólo lo que dice
y cree, sino la verdad.
Parménides escribía en verso. Al hacer esto seguía la tradición que
convertía la poesía en el lenguaje de la revelación profética. La calidad de
sus versos sugiere que no se consideraba poeta en otro sentido, ni esperaba que
sus argumentos superconcentrados y abstractos llegaran a un público amplio. Es
más probable que lo que buscara es registrar la verdad en una forma que se
pudiera retener fácilmente en la memoria. Otra cosa ocurre con Empédocles,
quien invoca a su Musa siciliana para que apremie su carro desde la Morada de
lo Sagrado y ruega para que su «lenguaje se aparte de la locura» de los
eleáticos *”. Por el contexto parece que esta locura consistía en la afirmación
arrogante de Parménides según la cual había alcanzado «la cumbre de la
sabiduría», desde la que todo el mundo viviente revelado por los sentidos podía
ser considerado como una mera ilusión. Tampoco comparte el no menos arrogante
desprecio que exhibe Heráclito ante el «aprendizaje de muchas cosas». Su
naturaleza era tan rica, vital y polifacética como la de Gaethe, que da la
bienvenida ansiosamente a cualquier forma de experiencia y está dispuesto a
«aprehender cualquier cosa que se manifieste» a los sentidos o al pensamiento.
En mayor medida que cualquier otro presocrático, ha recibido muchas
críticas obsesionadas por el «conflicto» decimonónico entre la religión y la
ciencia. Burnet, por ejemplo, escribe que en su poema religioso, las
Purificaciones, «hay ciertos puntos de contacto con la cosmología... Pero estos
puntos no son fundamentales y el sistema cosmológico de Empédocles no deja sitio
para un alma inmortal, la cual se presupone en las Purificaciones. En todo este
período parece haber existido un abismo entre las creencias religiosas de los
hombres, si tenían alguna, y sus opiniones e Los pocos puntos de contacto que
hemos mencionado pueden lia bastado para ocultar esto al mismo Empédocles.» **
Otros críticos han separado los dos poemas asignándolos a diferentes
períodos de su vida, diciendo que era científico en su juventud y religioso en
la vejez o viceversa. La primera condición para entender a Empédocles es
desterrar la noción de un abismo entre las creencias religiosas y las opiniones
científicas. Su obra es un todo, en el que la religión, la poesía y la
filosofía están indisolublemente unidas. Su imaginación es constructiva; reúne
elementos aprovechables de cualquier parte: de la cosmogonía de Hesíodo y de
los jonios, del racionalismo de Perménides, del misticismo órfico, de las
leyendas poéticas, de la experiencia de un médico, de la respuesta sensual de
un poeta a lo que ve y oye en la naturaleza, y de los temores y esperanzas de
un espíritu exiliado del cielo para tener aquí «un breve instante de vida que
no es vida». Pero todos estos elementos los reúne en una visión unitaria de la
vida, del mundo y del destino del alma humana, el cual se encuentra limitado,
como el macrocosmos, por la rueda del nacimiento y la muerte. Como poeta, se
ganó la ilimitada admiración de Lucrecio:
Carmina quin etiam divini pectoris eius vociferantur et exponunt
praeclara reperta, ut vix humana videatur stirpe creatus (I, 731).
Como médico, es el sucesor de Alcmeón y una figura principal en la
escuela occidental de medicina. También es un médico del alma que enseña el
camino de la purificación. Aquí afirma hablar por su propia experiencia. El
mismo es uno de esos espíritus caídos, exiliado del cielo por mandato de la
Necidad destinado a «nacer en todas las formas mortales, yendo de uno a otro de
los dolorosos caminos de la vida». «Anteriormente he sido un muchacho y una
muchacha, un arbusto y un pájaro, y uno de los peces mudos del mar.» Su
afirmación lí aber estado reencarnado en cada uno de los cuatro elementos *”
tiene unos paralelismos ásombrosamente cercanos en la literatura celta. En la
leyenda irlandesa de Mongan (un rey del Ulster que, según los anales, murió en
el 625 d. C.) y el ful: Forgoll, la posesión de poderes mánticos se asocia con
la metempsicosis. El padre de Mongan, el dios Manannan, predice la vida y
muerte de su hijo: «tomará la figura de cada bestia...
un lobo... un ciervo... un salmón manchado en un estanque lleno... una
foca... un cisne, etc.» (El Viaje de Bran, siglo VII o
rincipios del VIII). El catálogo contiene aquí solamente nom-
res de animales, pájaros y peces. En el Libro de Taliesin, galés, nos
encontramos con un amplio catálogo, precedido por la palabra bum («He sido»),
p. e., «He sido un viaje (?), un águila, una barca en el mar..., una espada en
la mano, un escudo en la batalla, una cuerda en un arpa». «Estos catálogos...
incluyen los nombres de varios animales, pájaros, reptiles, etcétera, que
pueden apuntar a alguna creencia en la transmigración o transformación; pero
también contienen los nombres de cosas inanimadas e incluso
incorpóreas.»?"
En estos casos, es difícil decidir si se trata de la transmigración o de
la metamorfosis. Los chamanes tártaros, los videntes brahmanes, el dios mántico
Odín, todos ellos decían tener el poder de transformarse en pájaros, bestias e
incluso en cosas inanimadas; y este poder está unido al conocimiento
sobrenatural, como en los ejemplos griegos de Proteo y Tetis. Pero la
diferencia entre la metamorfosis y la metempsicosis no es, después de todo, muy
grande: ambas creencias implican que el alma humana se puede separar de su
propio cuerpo y entrar en el de otra criatura. La unidad de la vida, la
afinidad de todas las cosas vivas, es el principio fundamental. Y no podemos
negar que esto se basa en alguna experiencia psicológica genuina sólo porque no
creemos en la transmigración y no somos poetas. Los libros de psicología han
sido escritos en su mayor parte por filósofos y hombres de ciencia cuyos
hábitos de pensamiento no simpatizan con esa imaginación poética (tal como
nosotros la llamamos) que puede «ver en el interior de la vida de las cosas» y
pierde el sentido de la existencia separada en una comunión de sentimientos con
la totalidad de la Naturaleza, como si las hijas de la Memoria pudieran liberar
el alma de las limitaciones del espacio y el tiempo. No es muy inteligente ni
muy científico tachar de vanas fantasías o supersticiones en desuso las
experiencias de los más grandes poetas, porque se encuentran más allá del
alcance del hombre ordinario y no se pueden traducir en términos de los que
pudiéramos llamar una «explicación». La filosofía de Empédocles, nos guste o no, está animada desde dentro por este don
profético o poético de la perspicacia, aunque aquí, como en todas partes, las
Musas pueden, a veces, contar un relato falso que sólo se parece a la verdad.
Como señala Bignone ?*, Empédocles, aunque era contemporáneo de
Pericles, Eurípides y Sófocles, parece pertenecer a otro mundo. Sus afinidades
espirituales son más bien con Epiménides, Ferécides, Onomácrito y Pitágoras; y
tenía la complejidad e inquietud del que se sitúa entre una época de decadencia
y otra de renacimiento, las ambiciones espirituales y el misticismo del hombre
medieval combinados con la curiosidad y audacia intelectual del hombre moderno.
Reproduce con singular completud cada una de las formas de la locura divina de
Platón, todos los aspectos de su dios Apolo y su prototipo Orfeo, y reúne en su
propia persona todos los caracteres que describe como clásicos de la
encarnación más alta y última antes de volver a la felicidad divina: vidente,
aedo, médico y conductor de hombres ??.
Mientras tanto, en Atenas, Sócrates, una figura especial- . mente poco
poética, exhortaba a sus conciudadanos a «cuidar de sus almas». A partir de la
Apología de Platón y de los primeros diálogos, parece que este «alma» es el
verdadero yo del hombre, que posee un ojo capaz de discernir el valor genuino o
la munidad de todos los fines que nos ponemos en la vida. Se trataba de la
convicción característica según la cual todos los hombres buscarían la
verdadera felicidad si pudieran llegar a ver en qué consiste la felicidad; una
vez que le vieran, no podrían equivocarse al trasponer su deseo a la acción.
Ningún hombre puede ver con claridad dónde está su propio bien y,
or tanto, prefiere otros fines que ahora sabe que no tienen vaor. El
método que seguía Sócrates era de tipo catártico. Examinaría a los hombres y
les induciría a examinarse ellos mismos para librarles de perjuicios y
creencias falsas y dejar que emerjan sus propios deseos más profundos.
Sócrates era un producto de la época de Pericles, un hom que si la felicidad se puede fundamentar en SN de ser en la búsqueda de
la E O humana. Esto es lo que le parecía la auténtica verdad y el interés
supremo del hombre. Sin duda, en su juventud había buscado la compañía de todos
los hombres con fama de sabios: los poetas, sofistas y representantes de la
filosofía natural jonia en Atenas. Pero como los aires se oscurecieron con la
llegada de la guerra y la revolución, la disputa sobre si los cuerpos
materiales están compuestos en última instancia por aire, agua o los cuatro
elementos era cada vez menos importante, especialmente para quien era capaz de
distinguir con tanta claridad entre lo que podía y no podía conocerse. Sócrates
no tenía doctrinas físicas o metafísicas que poder impartir y podía decir sin
temor a mentir que nunca enseñó nada a nadie, ya que la naturaleza del bien y
la felicidad no es una cuestión de opiniones que se puedan transmitir, sino
algo que cada hombre tiene que ver por sí mismo o no verlo.
Por tanto, no nos debemos dejar confundir con el relato del oráculo que
declaraba que nadie era más sabio que Sócrates y pensar que éste se consideraba
a sí mismo el profeta del dios de Delfos. Entre los sabios de todas las épocas
es quizás el único que rechaza firmemente que tenga alguna revelación que ofrecer.
Platón ha registrado fielmente esta actitud en la Apología. El Sócrates que
allí se retrata declara que está diciendo la verdad sobre sí mismo y no tenemos
motivos para pensar que no se trate del auténtico Sócrates tal como lo vio el
único amigo capaz de entenderle. No se puede aceptar nada que sea inconsistente
con este retrato, ni de la parodia irresponsable de Aristófanes, ni del
autorretrato simplista de Jenofonte.
Es en los diálogos del período medio de Platón cuando a Sócrates se le
empiezan a añadir a los rasgos de su carácter real aquellos otros de tipo
profético o poético, necesarios para la eclosión completa de la revelación
platónica 7, El hecho de que las conversaciones que se recogen en estos
diálogos sean reconocidamente imaginarias da una oportunidad legítima a este
desarrollo sin que se confunda al lector. Ya hemos descrito esta
transfiguración de Sócrates y se ha señalado que el mismo Platón era consciente
y tenía cuidado con lo que estaba haciendo. El Sócrates del Fedón, la República
y el Fedro tiene un mensaje que ofrecer; y lo hace en parte en orina de
discursos (ya que el método de las preguntas y respuestas se está convirtiendo
en estos diálogos en algo meramente formal) y en parte en las imágenes
simbólicas de los mitos poéticos.
En el Critón (56 B), Sócrates habla de sí mismo como el tipo de persona
que no se deja persuadir por ninguna otra cosa más que por la razón (A6yog),
que, por encima de la reflexión, le parece lo mejor. El «verdadero yo» al que
Sócrates escuchaba se vuelve en el Fedón el alma inmortal separable de la
tradición pitagórica. En este diálogo se le asigna el nombre amplio de
«psiché», pero se opone a los sentidos y pasiones que se encuentran hnidos a su
parte corpórea, y en la República aparece como la «parte reflexiva» (Aoyuotixóv
[logistikón]). Como tal, corresponde a esa inteligencia (vóos) que en el poema
de Parménides deja atrás a los sentidos y penetra en la región de la verdad
metafísica eterna y del razonamiento matemático. Pero no se trata de una facultad
de pensamiento e intuición puramente libres de pasión; tiene sus propios deseos
en su pasión
or la sabiduría y la filosofía y encuentra su placer en el disa de la
verdad (Rep. 580).
Como hemos visto, la creencia religiosa en la inmortalidad llevó a Platón
más allá del agnosticismo racional de Sócrates, fielmente reproducido en la
Apología. En consecuencia, de los diálogos del período medio, a partir del
Gorgías, el mito poético aparece como un elemento distinto al lado del
argumento dialéctico heredado de Sócrates. De ambos elementos se ocupa la parte
más alta del alma. En el mito ejercita el antiguo poder mántico de la visión
profética, atribuido anteriormente A alma cuando abandona el cuerpo durante el
sueño «libre en su condición pura e independiente, para llegar a observar algún
co nocimiento nuevo de las cosas
pasadas, presentes o futuras» ae 572 A). Así resume el filósofo Platón la
función del proeta y poeta que Sócrates había repudiado, aunque al mantener
separados el mito y la dialéctica Platón reconoce la distinción de su maestro
entre la verdad que puede conocerse por la argumentación racional y la verdad
que sólo se puede adivinar y que tiene que ser cuestión de opinión y
persuasión.
En este capítulo nos hemos ocupado del filósofo en cuanto heredero
consciente de un pasado en el que el conocimiento excepcional del sabio se
atribuía a la inspiración divina y se ex_ presaba en la poesía. Pero existe aún
otra faceta. Como dice el mismo Platón ?*, había una lucha entre la filosofía y
la poesía que ya venía de antiguo, de los días en los que apareció el filósofo
natural como una figura distinta que había abandonado definitivamente el manto
del profeta y la lira del poeta.
Más ya sabemos que el filósofo es un profeta y poeta que cuestiona la revelación purificándola
por medios dialecticos y es que el dragón está dentro antes de hacerse estado.
https://www.facebook.com/reel/1265279365163525
9 comentarios:
David GM
Quisiera leer los anteriores 7.
Yo e leído acerca de que Marduk es el primogénito de Enki y que su relación con los igigi es precursora de un prototipo de proyecto Civilizatorio en donde se les reconoce derechos como los reproductivos (los angeles caídos se enamoraban de las hijas de los hombres). Según el episodio en donde Alalu desea usurpar el Reino De Nibiru, lo hace queriendo presentarse como Héroe y queriendo ridiculizar a Anu. Yo creo que la relación mitologica en torno a un posible cuerpo Celeste ésta evidenciada en numerosas civilizaciónes y que parece indicar un Sistema Binario. Hercobulus, Nibiru, planeta x, Némesis y en la Biblia finalmente Ajenjo. Creo que el fin de los tiempos (en relación al cumplimiento de un ciclo astronómico) está marcado por la aparición de dicho cuerpo y que de allí se deriva el concepto de Terra Nueva (que indica el inicio del nuevo ciclo.
Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado, no había sido llamada con un nombre abajo la tierra firme.
Según este mito, antes de que el cielo y la tierra existiesen (literalmente, “tuviesen nombre”, cf. I:1-2), la personificación femenina primordial del agua salada Tiamat y su esposo Apsû, el dios del agua dulce, engendraron una familia de dioses, entre otros Laḫmu y Laḫamu, Anshar y Kisar (I:10-12). Anshar y Kisar engendrarían a Anu (I:14); Anu, a su vez, engendraría a Ea, también conocido como Nudimmud,(I:16), el cual superaría a sus padres y no tendría rival entre los dioses (I:20). Muchos de estos nuevos dioses, con sus escandalosos gritos y sus frenéticas danzas, comenzaron a causar disgusto a los dos dioses primigenios, pero especialmente a Apsû (I:21-28). Así pues, Apsû planeó acabar con estos, y así se lo expuso a Tiamat. Su esposa se lamentó amargamente por esta decisión: “¿Cómo vamos a destruir a quienes hemos engendrado?” (I:29-46). Pero Apsû, animado por su hijo y asesor Mummu, decide llevar a cabo su funesto plan (I:47-54). La resolución de Apsû llegó a oídos de los dioses, quienes se llenaron de espanto (I:55-57). Entonces Ea, mediante un encanto, hizo dormir a Apsû y lo mató (I:59-69), haciendo prisionero al asesor Mummu. Luego, sobre el cadáver de Apsû fundó su propio palacio subacuático, que se conocería con el mismo nombre de Apsû y allí descansó (I:71-77). En el palacio de Apsû, Ea y su esposa Damkina concibieron a Marduk, también conocido como Bel o Señor (I:79-84). Marduk creció y se hizo fuerte, y su abuelo Anu, orgulloso de él, lo dotó de toda perfección (I:86-107).
Pasado un tiempo, Tiamat, resentida por la muerte de su esposo e incitada por algunos de los dioses, decidió tomar venganza por la muerte de su Apsu (I:108-125). Entonces preparó un pequeño pero temible ejército para acabar con los dioses rebeldes: hizo once monstruos, entre los que se citan una hidra, un dragón, un héroe peludo, un “gran día”, un perro salvaje, un hombre-escorpión, un demonio feroz, un hombre-pez y un hombre-toro (I:126-146). Además, tomó como esposo a su hijo Kingu y le encomendó la dirección del ejército, entregándole las tablillas del destino, la autoridad sobre todos los dioses: lo que dijese Kingu habría de cumplirse (I:147-162).
Cuando Ea tuvo conocimiento de los planes de Tiamat, se dirigió a su abuelo Ansar para informarlo:
Padre mío, Tiamat, nuestra madre, ha concebido odio hacia nosotros:
ha levantado un ejército en su furia salvaje
y todos los dioses se han pasado a su lado,
incluso los que vosotros engendrasteis toman partido por ella (II:11-14)
Apesadumbrado, Ansar respondió a su nieto:
“Hijo mío, tú provocaste la guerra,
asume la responsabilidad de lo que hiciste solo:
tú expusiste y mataste a Apsu.
En cuanto a Tiamat, a quien tú enfureciste, ¿quién es semejante a ella? (II:53-56).
Anu pidió a Ea que fuese adonde Tiamat para tratar de aplacarla mediante alguno de sus encantos, como había hecho con Apsu (II:77-78). Sin embargo, al acercarse a la diosa, Ea se dio cuenta de que sus encantos eran totalmente inocuos para ella (II:80-82;85-86). Vuelto a la presencia de su abuelo Ansar, Ea confesó su impotencia y le pidió que enviase a otro dios contra ella. Sin embargo, se mostró seguro de que Tiamat, aunque fuerte, no era invencible, pues “aunque el poder de una mujer sea muy grande, no iguala al de un hombre” (II:92). Ansar envió entonces a su hijo Anu (II:96-102), pero Anu corrió la misma suerte que Ea, y vuelto a Ansar pidió que enviase a otro dios contra la temible Tiamat (II:103-118).
Mientras Ansar estaba furioso por el fracaso de su hijo y su nieto, sin saber a quién enviar, Ea fue a visitar a su hijo Marduk, y le dijo:
Marduk, hazme caso y escucha a tu padre:
tú eres mi hijo, en quien me complazco.
Preséntate reverentemente ante Ansar
y habla, y toma tu puesto y aplácalo (II:131-134).
Marduk, entendiendo perfectamente a qué se refería su padre y ansioso por asumir este cometido, se presentó ante Ansar le dijo:
Yo iré y cumpliré tus deseos.
¿Qué varón se ha atrevido a mover guerra contra ti?
¿Y va Tiamat, una mujer, a atacarte con sus armas?
Padre, que nos concebiste, gózate y alégrate:
pronto pisotearás el cuello de Tiamat (II:142-148).
Ansar se alegró sobremanera ante el valor de su descendiente, y mandó reunir a los dioses para exponerles el plan de Marduk (III:1-10). Para ello envió a su asesor Kaka a los dioses Laḫmu y Laḫamu, quien narra lo sucedido: cómo Tiamat ha decidido hacer la guerra y cómo Ea y Anu han sido incapaces de detenerla (III:67-124). Consternados ante esta situación, “todos los dioses que decretan destinos” se reunieron en presencia de Ansar, celebraron un banquete y nombraron a Marduk vengador suyo (III:125-138). “Lo sentaron en el trono real: a la vista de sus padres, fue establecido como soberano” (IV:1-2). Para demostrar su poder, Marduk hizo desaparecer y aparecer una constelación con su sola palabra (IV:19-26), a la vista de lo cual los dioses se convencieron y aclamaron: “¡Marduk es rey!” (IV:28)
Marduk se preparó para la batalla: se fabricó un arco (IV:35), se ciñó la espada y tomó su garrote en la mano derecha (IV:36-37), obtuvo una red para recoger las entrañas de Tiamat (IV:41) y se hizo con los cuatro vientos y otros elementos de la tormenta (IV:42-49). Finalmente, preparó el carro para la batalla, tirado por cuatro caballos: destructor, inmisericorde, pisoteador y raudo (IV:50-54). Y así se fue al encuentro de Tiamat.
Aunque al inicio perdió el valor al contemplar las fauces de la terrible diosa y los trucos de Kingu (IV:65-70), pronto volvió en sí cuando Tiamat le lanzó su primer conjuro. Marduk arrojó contra ella la tormenta-inundación, reprochándole la crueldad para con sus hijos y sus acciones en pro de una guerra, y la retó, diciendo: “Cíñete tus armas, que tú y yo vamos a tomar posiciones y luchar” (IV:77-86). Furiosa por estas palabras, la diosa se abalanzó contra quien la retaba. Entonces Marduk la atrapó con su red y mandó contra ella los vientos, que Tiamat, abriendo la boca, engulló. Pero estando ella así, con la boca abierta y su vientre hinchado por los vientos, Marduk tiró contra ella una flecha que acertó en el vientre, desgarrándolo y derramando sus entrañas (IV:89-104). Muerta Tiamat, su ejército se dispersó, y Kingu fue hecho prisionero. Marduk le arrebató las tablillas del destino y las hizo suyas (IV:119-122).
Volviendo al cadáver de Tiamat, Marduk aplastó la cabeza con su maza y le cortó las venas (IV:128-132): la sangre, esparcida por el viento, llevó la noticia de la victoria a los demás dioses, y “el Señor (Marduk) descansó, analizando el cadáver para ver cómo lo iba a desmembrar de un modo adecuado” (IV:135). Ante todo, lo separó en dos partes como una concha (IV:137), y puso una de las mitades en el cielo, como un techo que no dejara que se escaparan las aguas que había encima (IV:138-140). Luego fijó las moradas de algunos de los dioses en el cielo (IV:141-146). Estableció las estaciones creando las estrellas y las constelaciones (V:1-11), los meses creando la luna (Nannar) e indicándole con precisión sus ciclos (V:12-36); asimismo creó el sol, las nubes a partir de cierta espuma procedente de Tiamat (V:47-49). Marduk creó también los vientos y las tormentas, pero se reservó para sí mismo disponer de ellos su discreción (V:50-52). Al abrir a Tiamat, había agua salada (los océanos), y de los ojos de la diosa muerta brotaron los ríos Tigris y Éufrates (V:54-55). Y así, con el cuerpo inerte de Tiamat Marduk siguió formando las montañas, los ríos y el resto del mundo (V:56-67). Terminado todo y habiendo establecido las leyes y decretos que regirían el ordenado funcionamiento del cielo y de la tierra, entregó las riendas de todo a su padre Ea.
Los dioses homenajearon y rindieron pleitesía a Marduk (V:77-116), que pasó de ser uno de los últimos dioses en ser engendrado a ser el Señor (Beʿl), como proclaron Lahmu y Lahamu: “Antes Marduk era nuestro hijo querido, ahora es vuestro rey: obedeced su mandato” (V:109-110). Al término de aquella celebración, Marduk anunció a la asamblea de los cielos que iba a construir su palacio como lugar de su reposo, y que llamaría al palacio Babilonia, recibiendo la aprobación de los demás dioses (V:119-158).
Marduk, entonces, comunicó a su padre Ea un nuevo plan:
Amasaré la sangre y haré que haya huesos. Crearé una criatura amable, 'hombre' se llamará.
Tendrá que estar al servicio de los demás, para que ellos vivan con cuidado.
Un dios habría de ser sacrificado para utilizar su sangre en la creación del hombre. Así, Marduk, a sugerencia de Ea, reunió a los dioses y les preguntó: “¿Quién instigó el conflicto? ¿Quién hizo rebelde a Tiamat y puso en marcha la guerra? Que sea entregado quien instigó el conflicto” (VI:23-25). Los dioses trajeron al antiguo consejero y esposo de Tiamat, Kingu, ante Ea y allí le dieron muerte (VI:31-32), y “de su sangre él (Ea) creó al hombre” (VI:33). Y a los hombres les fue asignado el servicio de los dioses para que ellos pudieran descansar (VI:34-38).
Terminada la creación del hombre, los Annunaki (los dioses hijos de Anu) decidieron levantar “un santuario de gran renombre” en honor a Marduk, un lugar para su reposo (VI:51). Marduk los animó a realizar su proyecto: “Construid Babilonia (Babel), la tarea que os habéis propuesto” (VI:57). Y los hijos de Anu hicieron ladrillos y construyeron la ciudad. La primera obra fue la construcción del templo de Marduk: el santuario Esagila en la cima del zigurat Etemenanki. Era una réplica del santuario celestial de Ea, el Apsu (VI:59-65). Luego, cada dios se hizo su propio santuario.
Terminadas las obras, Marduk reunió a todos los dioses en un banquete en el Esagila y proclamó: “Esta es Babilonia (Babel), vuestra morada asignada. ¡Complaceos aquí! ¡Sentaos con alegría!” (VI:72-73). En este contexto, Marduk confirmó las leyes que había establecido y se dividieron las tareas de los dioses. (VI:78-81). Anu tomó el arco de Marduk, con el que este había vencido a Tiamat, y, tras ponderarlo con palabras elevadas, lo fijó en el cielo junto con los otros elementos y lo hizo brillar (VI:82-91). Por último, los dioses entregaron a Marduk el reinado supremo: Anu puso un trono elevado para que se sentase Marduk, los dioses se comprometieron a obedecerle con juramento, y Ansar le dio el excelso nombre de Asaluhi (VI:92-101). Los dioses comenzaron entonces una larga oración exaltando a Marduk y recitando cada uno de sus cincuenta nombres (VI:121-VII:136). Por último, el mismo Ea, al escuchar esta letanía de nombres gloriosos de su hijo, proclamó: “¡Que se llame, como yo, Ea; que controle el conjunto de mis ritos; que administre todos mis decretos!” (VII:140.142).
El poema es visto como la historia de la eterna lucha entre el Orden y el Caos, puesto que muestra el arquetipo del guerrero que lucha contra el Caos, pese a no conseguir derrotarle nunca, por lo que la lucha es constante. Por ello, Marduk, dios de la luz y el orden, debe vencer a Tiamat, quien representa a la oscuridad y el caos.
Tiamat es una diosa madre monstruosa e irracional, de naturaleza primitiva y vengativa, terrenal, que representa al mundo sensitivo y corruptible, mientras que Marduk obtiene la confianza de los dioses para instaurar el orden enfrentándose a ella, con el poder que le otorga la palabra y la ley, representando al mundo inmaterial e inteligible, el camino deseado por los dioses para crear el mundo civilizado.
Desde una perspectiva marxista, Erich Fromm considera Enûma Elish como la expresión poética de la transformación de la sociedad desde el matriarcado al patriarcado, más precisamente el cambio de paradigma de la fertilidad de la tierra como fuente de la vida y la creación a la razón como fuente de la creación humana. En nuestra línea de interpretación reconocemos al Enuma Elish como la base de la cultura occidental siendo el fundamento de toda su epistemología, así la razón atraviesa la experiencia sistematizándola, por lo mismo podemos decir que la Religión, el arte, la filosofía, la ciencia occidental no son empíricas y es que la experiencia del Héroe consiste justamente en negar la experiencia, sistematizándola, lo que provoca su tragedia la muerte del Dragón natural y la conversión del héroe al Dragón civilizado, solo Sócrates sabiendo que no sabe ha logrado vencer a ese Dragón.
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